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jueves, 11 de julio de 2019

[ARCHIVO - 2008] Adolfo Suárez. Un reconocimiento merecido



Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos


Es noticia destacada en la prensa la visita que ayer realizaron los reyes al expresidente Adolfo Suárez en su casa para entregarle personalmente el Gran Collar de la Orden del Toisón de Oro, la condecoración nobiliaria más importante del mundo, de la que el rey de España es su Gran Maestre, y que le había sido otorgado por el Gobierno el pasado año.

Es un reconocimiento absolutamente merecido para quien fuera presidente del gobierno entre 1976 y 1981, impulsor de la Ley de Reforma Política que puso fin al régimen franquista, y del proceso constituyente posterior que culminaría con la aprobación de la Constitución de 1978.

Hablé con Adolfo Suárez personalmente en una sola ocasión, poco después de ser designado presidente del gobierno por el rey, en mi condición de secretario general en Las Palmas de la Unión del Pueblo Español (UDPE), una de las "asociaciones políticas" que él impulsaba desde la secretaría general del Movimiento. Me pareció, como han dicho de él otras personas con mucho más conocimiento de causa que yo, un auténtico animal político, un encantador de serpientes, al que no se le puede escatimar elogio alguno por lo que consiguió y por como lo consiguió... No le seguí en su creación de la UCD, tras el reconocimiento legal de los partidos políticos, y volví a la vida universitaria, porque nunca no me he sentido a gusto del todo como hombre de partido aunque siga militando en ellos, pero jamás ha dejado de interesarme la política, como ciencia y como instancia teórica.

Pienso que se merece, aunque resulte tardío, ese reconocimiento que el pueblo, el gobierno y el rey le otorgan con esta distinción. Y reconozco no haber podido dominar del todo la emoción que me ha embargado al ver la entrañable foto de un Adolfo Suárez incapaz de recordar quién es, quién fue y qué hizo, paseando junto al rey de los españoles...





Los Reyes visitaron ayer al mediodía al ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez (de 75 años, nacido en la localidad abulense de Cebreros). Don Juan Carlos quería desde hace tiempo entregar personalmente al político, aquejado de Alzheimer, el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro, en reconocimiento al trabajo del primer presidente de la democracia. Fue un acto sencillo, familiar. Así lo ha contado a EL PAÍS su hijo mayor, Adolfo Suárez Illana. "Mi padre ha estado en los últimos meses con cosas propias de su enfermedad y el Rey de España tiene una agenda muy apretada. Pero nos dijo a la familia que antes de marcharse de vacaciones quería venir a casa". "Cuando se despidió de nosotros, el Rey nos preguntó que cuándo podía venir".

Todos los hijos de Suárez, a excepción de Sonsoles, estaban en el domicilio familiar cuando llegaron los Reyes. "Estuvieron muy cariñosos, como son ellos. Mi padre no conoció al Rey. No conoce a nadie, pero sí agradece el cariño y don Juan Carlos fue muy cariñoso con mi padre y estaba encantado con la visita", ha contado Suárez Illiana.

El Rey y el hijo mayor del ex presidente prepararon una foto para mostrar públicamente el encuentro. "La hice yo mismo en el jardín de la casa. Es una foto de dos personas que han vivido muchas cosas juntas y han llegado al final de camino. Es también una foto en la que se ve el cariño del Rey hacia mi padre, un cariño y una lealtad que mi padre durante muchos años le demostró a Su Majestad."

La última vez que el Rey visitó a Suárez fue con motivo de la muerte de la hija mayor del ex presidente, Marian. En la foto difundida hoy se muestra al Rey con el brazo sobre el hombro de Suárez paseando por los jardines del domicilio del ex presidente.

El Gobierno español aprobó en junio de 2007 el real decreto por el que el Rey le otorgaba el Collar, días antes de cumplirse el 30 aniversario de las primeras elecciones democráticas, que ganó la Unión de Centro Democrático (UCD), el partido político que entonces encabezaba Suárez.

El día en que el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero aprobó la distinción, la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, explicó que la decisión de "rendir homenaje" al primer jefe del Ejecutivo tras la dictadura se tomó "con ilusión". "El tiempo siempre hace justicia, especialmente con los líderes que lucharon para cambiar el ritmo de la sociedad", declaró entonces De la Vega.

"Suárez actuó como un político de palabra y como un ciudadano lleno de esperanza" en años "cruciales" para la historia española, dijo De la Vega, quien añadió: "Si el rumbo no se desvió, si conseguimos avanzar a un sistema democrático fue gracias a personas como Adolfo Suárez que pudieron personificar todo el coraje y toda la valentía con que los españoles estaban empujando la transición de la dictadura a la democracia".

La Orden del Toisón de Oro se fundó en Brujas (Bélgica) en 1429 por Felipe el Bueno, duque de Borgoña, y es la más alta distinción que concede la Casa del Rey. Sólo otras diecisiete personalidades, entre ellas el Príncipe de Asturias, la han recibido en los últimos treinta años.

La insignia del Toisón consiste en un gran collar de oro, con las armas del duque de Borgoña, compuesto de eslabones dobles en forma de B, entrelazados con pedernales echando llamas.

Adolfo Suárez Illana, hijo del ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez, aquejado de álzheimer, declaró el 31 de mayo de 2005 que su padre no recordaba "que fue presidente del Gobierno" y que no conocía "a nadie". Suárez Illana lo dijo en un programa de TVE en el que contó que el ex presidente supo, "hasta la pérdida casi completa de sus facultades mentales", dos años atrás, "de la enfermedad que padecía, y que trató siempre de disimularla" para evitarles sufrimiento. (Mábel Galaz. El País, 18/07/08) 




El Gran Collar del Toison de Oro


"¿Quién es?", preguntó. "El Rey", le contestó su hijo Adolfo. "Ah", añadió él por todo comentario, y miró a Su Majestad sin añadir palabra. Adolfo Suárez se ha olvidado de casi todo, pero no de ser cortés y educado. Y amable. Y cariñoso. Sigue observando a los pocos que acuden a verle con esa mirada profunda, directamente a los ojos, diciendo infinidad de cosas con los suyos, cosas que ni él mismo es capaz ya de relatar en palabras comprensibles, pero que hacen que los pocos que tienen el privilegio de estar a su lado sientan por él un cariño especial y mucha nostalgia. El Rey no podía ser menos y se fundió en un abrazo y esta crónica no puede confirmarlo pero, seguramente, más de una lágrima se asomaría a sus pupilas... A ciertas edades es fácil emocionarse con cualquier cosa, pero más todavía ante alguien a quien el propio Monarca le debe tanto. Los dos siguen formando parte de la Historia viva de España, con la diferencia de que uno tiene memoria para saberlo, y el otro guarda en su memoria recuerdos que ya nunca saldrán de ella.

El encuentro era todo emoción. A Adolfo lo acompañaban sus hijos y su cuidador. El Rey y la Reina querían demostrarle un cariño que en sus manos y en sus palabras representaba el cariño de toda España hacia el hombre que hizo posible el sueño de un país libre y pacífico. Cuando Suárez dudó de Su Majestad sin saber identificarle, Don Juan Carlos le regaló una sonrisa y con los ojos venció su resistencia. Y Suárez se dejó. Confió. Hacía casi dos años que no se veían, pero tampoco en esa ocasión el presidente había reconocido al Monarca. El encuentro del jueves, sin embargo, tuvo una magia especial. El Rey echó su brazo al hombro de Suárez, ambos se dieron la vuelta, y dando la espalda a todos salieron al jardín. Suárez Illana, consciente de la transcendencia del momento, buscó una cámara de fotos y salió detrás de ellos. La instantánea forma parte ya, desde ayer, del templo de recuerdos de una época que nunca debe olvidarse. Estuvieron casi una hora. Nunca se sabrá de qué hablaron, ni si hablaron, pero las palabras sobraban porque el gesto encerraba toda una lección para las generaciones presentes y futuras.

Don Juan Carlos y Doña Sofía se habían acercado hasta el domicilio particular de Adolfo Suárez en La Florida para llevarle la máxima distinción que el Rey puede otorgar, el Collar de la Insigne Orden del Toisón de Oro. Don Juan Carlos llevaba tiempo queriendo hacerlo, y el jueves, por fin, pudo poner su mano sobre el hombro del hombre a quien él mismo encargó que llevara a cabo la Transición de la dictadura a la democracia, del hombre que trajo a España la libertad y que dio al mundo un ejemplo de fe en la democracia liberal, en la capacidad de diálogo y de consenso, en el respeto a la pluralidad... Ambos habían recorrido un largo camino juntos, y casi treinta años después de que los españoles ratificaran aquel enorme esfuerzo de generosidad, volvían a encontrarse en circunstancias muy especiales, y muy diferentes a aquellas. A la memoria del Rey vendría el día aquel en que Suárez, siendo príncipe Don Juan Carlos y en vida de Franco, le escribió en un papel como creía que debía ser la Transición. Y aquel otro, unos años después, en junio de 1976 cuando lo llamó a La Zarzuela y entregándole ese mismo pedazo de papel le dijo: "Es el momento de llevarlo a cabo".

La sintonía entre ambos, la amistad entre el Rey y aquel al que la Historia confirmará como el más fiel de sus vasallos, había surgido mucho antes. Siempre se entendieron y entre ellos hubo palabras que nunca nadie le hubiera dicho al Monarca y que nunca nadie escucharía de los labios de Don Juan Carlos. A esa amistad se unió el cariño y la admiración que por Suárez y por su mujer, Amparo Illana, sintió, desde el primer momento, la Reina Sofía. No podía ser de otra manera, y por eso el jueves, cuando le cogió entre sus manos, la Reina solo pudo decirle una palabra: "Guapo". Suárez sonrió. Había entendido el piropo y aunque no conocía el rostro ni el linaje de quien se lo acababa de decir, si fue capaz de percibir la trascendencia. El Rey y la Reina sintieron que ofrecían a Suárez el abrazo de todos los españoles, por eso Don Juan Carlos, antes de irse, pidió volver: "Me voy muy contento porque veo a tu padre feliz", le dijo antes de despedirse a Adolfo hijo. Se había hecho, una vez más, justicia con la memoria de nuestra reciente historia, y con un alcance en el gesto que todavía habrá tiempo para valorar. Suárez es hoy el resumen de una pasión colectiva por la libertad, y más que nunca este es el tiempo en el que conviene traerlo a la memoria. ("Que nunca caiga en el olvido", Federico Quevedo. El Confidencial, 19/07/08)




Adolfo Suárez se enfrenta a los golpistas. Madrid, 23/2/1981


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5063
Publicada originariamente el 19/7/2008
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martes, 22 de noviembre de 2016

[Personal] El asesinato de Kennedy. Un recuerdo de juventud



John F. Kennedy (1917-1963)


A Myriam y Ruth

Cincuenta y tres años no son nada a escala cósmica; a escala humana es otro cantar. Resulta bastante probable que una persona pueda celebrar el aniversario de un hecho que vivió, conoció y le afectó para bien o para mal cincuenta años antes. Que pueda conmemorar o recordar ese mismo hecho cien años después, resulta, por desgracia, bastante improbable.

Mi hija Ruth se reirá de nuevo de mí, con toda razón, por traer por enésima vez esta historia al blog, historia que ella me recuerda con cierto sarcasmo que se sabe de memoria; como las del abuelo Cebolleta del TBO, me dice, sin rencor; o eso supongo yo... Me da igual, es "mi historia" y quiero contarla de nuevo porque sé que no podré hacerlo cuando se celebre el centenario del acontecimiento que marcó mi juventud, aunque espero que mis nietos y bisnietos, y con suerte mis hijas, me recuerden con cariño ese 22 de noviembre de 2063 en que se conmemore el centenario de uno de los más trascendentales acontecimiento de la segunda mitad del siglo XX.

Exactamente a las 18:30 de la tarde (hora de Canarias) de hoy, 22 de noviembre de 2016, se cumplen cincuenta y tres años del asesinato, aún no esclarecido a juicio de la historia, aunque sí lo esté a efectos oficiales, del presidente de los Estados Unidos de América John F. Kennedy en la ciudad de Dallas (Texas).

Supongo que todos nosotros nos hemos preguntado en alguna ocasión por qué hay acontecimientos y recuerdos que quedan fijados en la memoria como grabados a fuego y otros en cambio acaban difuminándose hasta perderse sin dejar rastro. ¿Cuáles son esos recuerdos preferentes?: ¿La primera experiencia sexual? ¿El descubrimiento de la muerte? ¿El nacimiento del primer hijo?… 

Para mí, uno de esos acontecimientos que perduran para siempre en la memoria ocurrió el 22 de noviembre de 1963. Era viernes, y en Madrid las siete y media de la tarde. Yo tenía en ese momento 17 años, 9 meses y 15 días y estaba volviendo a la casa de mis padres en el barrio de Hispanidad, en el distrito de Chamartín, en el que vivíamos desde hacía ocho años.

Lo hacía andando para ahorrarme el billete de autobús desde el Hospital Militar de Maudes, en el barrio de Cuatro Caminos, a unos seis kilómetros de casa. Mi madre estaba internada en él a la espera de una operación de vesícula. Vuelvo a mi barrio con Javier Fernández, mi mejor amigo en aquel entonces, que me había acompañado a visitarla. Los dos estudiamos IPS (Instrucción Premilitar Superior) en el colegio “Infanta María Teresa”, de la Guardia Civil, muy cerca de nuestras respectivas casas. Nuestra ilusión es entrar como alumnos en la Academia General Militar de Zaragoza. Ninguno de los dos sabemos que apenas un mes más tarde, y a causa de un conflicto bastante cómico con nuestro profesor de francés, aprovechando las vacaciones de Navidad, íbamos a abandonar los estudios militares y el colegio para siempre. 

Es todavía de día en Madrid. La casa de mis padres está en un segundo piso. Nada más entrar en el portal me encuentro a mi hermano Alberto, once años mayor que yo, que baja las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Al verme, sin apenas detenerse, me espeta: "¡Han matado a Kennedy. Están poniéndolo por la tele!". La verdad es que no le hago mucho caso -él sabe que admiro a Kennedy; es mi héroe favorito- y le suelto un ”¡vete a la mierda, gilipollas!”, que me sale sin pensar. En casa solo está mi cuñada Mari, la mujer de mi hermano. No hay nadie más. Mi padre se ha quedado en el hospital acompañando a mi madre. La televisión está encendida y, efectivamente, están dando la noticia: El presidente Kennedy ha sido tiroteado en Dallas, Texas, hace una hora. Me quedo abobado mirando la pantalla. Tengo la impresión de que el mundo, al menos el mundo que yo conozco, se me ha caído encima de repente, pues nunca he vivido una situación como esta. Llamo por teléfono a mis padres al hospital y me pasan con mi madre: le cuento lo que ha pasado, lo que está diciendo la televisión. Se queda muda, y al instante, no se si me dice o me pregunta si "eso va a ser otra guerra mundial". No se que responderle porque a mi edad no se tienen respuestas para una pregunta así.

Entiendo su preocupación, dada la historia familiar. Ellos vivieron en Sevilla la proclamación de la república en 1931. Estaban en Asturias en octubre de 1934, cuando la revolución obrera. Y en Barcelona en julio de 1936. Los últimos meses de la guerra civil mi madre los pasó sola, en Barcelona, con mi padre internado en un campo de concentración en Francia. La segunda guerra mundial la han pasado prácticamente en la isla de El Hierro, en Canarias, donde mi padre fue destinado -o desterrado, según se vea-, al finalizar la guerra civil, aunque según mi madre los cinco años allí vividos fueron para ella los más felices de su vida. Es lógico que esté aterrada. Me dice que no le cuente nada a mi padre, que ella se lo dirá más tarde, y me cuelga el teléfono entre sollozos. 

Mi hermano, mi cuñada y yo nos pasamos la noche pegados al televisor, como supongo lo hicieron gran parte de los españoles y del resto del mundo. Al día siguiente, sábado, mi amigo Javier y yo nos encontramos a la puerta del colegio. La calle Príncipe de Vergara (en aquella época del General Mola) está en absoluto silencio a las nueve de la mañana. La gente hace largas colas en los quioscos de prensa, esperando pacientemente para comprar un periódico. No llegamos a entrar en clase. Javier y yo hemos decidido que ese día tenemos cosas más importantes que hacer. Comentamos entre nosotros lo que ha pasado, las noticias que se van filtrando en las colas. Hay miedo en la gente de que hayan sido los rusos, o los cubanos, pues la crisis de los misiles hace pocos meses que ha tenido lugar. Compramos un periódico. Y decidimos ir andando hasta la Embajada de los Estados Unidos, en la calle Serrano, no muy lejos de nuestras casas.

Somos viejos conocidos de la Embajada pues ambos solemos ir a menudo a leer libros en la Biblioteca de la Casa Americana, una institución cultural dedicada a propagar la imagen y la ideología norteamericana en Europa. Nos sabemos los nombres de todos los estados de la Unión y sus capitales respectivas, y jugamos a menudo a irlos nombrando uno a uno, de memoria, siguiendo su ubicación en un mapa imaginario. Y a ambos nos encanta el béisbol, que hemos aprendido a jugar con los hijos de los soldados estadounidenses destinados en Torrejón, que pueblan nuestro barrio.

La Embajada está fuertemente custodiada en el exterior por la policía española. Entramos en ella mostrando nuestra tarjetas de socios de la Casa Americana y llegamos hasta el acristalado vestíbulo de su entrada principal. La bandera ondea a media asta sobre el techo de la Embajada. Nada más entrar en el vestíbulo, a la izquierda del mismo, han montado junto a una bandera de los Estados Unidos una pequeña mesa cubierta con un paño de terciopelo negro donde hay una bandeja de plata en la que vemos muchas tarjetas de visita. También hay un libro, grande, forrado de cuero azul marino donde vemos que la gente, después de hacer una pequeña cola, deja su testimonio de pésame escrito en el mismo. 

Delante de nosotros hay dos muchachas más o menos de nuestra edad, quizá uno o dos años mayores que nosotros, norteamericanas sin duda, que lloran desconsoladamente. Una es rubia, y la otra pelirroja. La rubia va vestida con falda gris claro y un jersey rojo sin mangas, sobre una blusa blanca. La pelirroja lleva unos ajustados pantalones azules y un jersey blanco. Junto a la mesita un infante de marina norteamericano, con uniforme de gala, hace la guardia en posición de descanso. Con su brazo derecho sujeta el fusil que se apoya en el suelo; el brazo izquierdo está doblado a la altura de su cintura, en la espalda. El soldado, sin mover un músculo de su rostro, está llorando mansamente... Mi amigo y yo nos quedamos impresionados por la escena, y al menos a mi se me forma un nudo en la garganta. Escribimos en el libro un escueto “Nuestro más sentido pésame” y ponemos nuestras firmas. 

Salimos inmediatamente detrás de las dos muchachas al patio exterior de la Embajada donde está el aparcamiento y vemos que las dos se han parado ante un Wolkswagen amarillo. Lanzados, les preguntamos que si viven en Chamartín. Nos contestan, más serenas ya que no, pero que si queremos nos alcanzan hasta allí. Les decimos que sí y subimos los cuatro al coche. Ellas delante y nosotros detrás. Hablan bastante bien español. Nos comentan que son estudiantes y que están pasando un año académico en España para aprender español. El trayecto es corto hasta Chamartín: por el Paseo de la Castellana hacia el norte hasta llegar a la calle de Alberto Alcocer y de allí, girando a la derecha, hasta la plaza de la República Dominicana, donde nos dejan. Intentamos quedar con ellas, pero nos dicen amablemente que no. Nuestro intento de ligue ha quedado abortado, pero lo hemos intentado: las hormonas son las hormonas...

Volvemos a nuestras casas después de pasar el resto de la mañana vagabundeando por las calles del barrio. Todo está paralizado, pero hay una gran serenidad en las gentes. Los días siguientes los paso pegado a la televisión y leyendo ávidamente los periódicos. Por televisión veo la emotiva escena a bordo del avión presidencial en que el vicepresidente Johnson, camino de Washington con el cadáver de Kennedy en la bodega del aparato, jura, junto a la viuda de este, su cargo como nuevo presidente de los Estados Unidos. Más tarde, cuando ya todo el mundo sabe que han detenido al presunto asesino, Lee Harvey Oswald, estoy viendo en directo por televisión como van a trasladarlo desde el lugar donde está retenido hasta el juzgado. Un único pensamiento cruza mi mente en ese momento: ¡Ojalá maten a ese cabrón! Y ante mis ojos un señor con sombrero tejano, Jack Ruby, sale de entre el público con una pistola en la mano disparando a bocajarro sobre él… Esa premonición, cumplida inmediatamente de formulada, me ha acompañado siempre como una maldición de la que creo nunca podré desprenderme. Al igual que me acompañará para siempre la imágen vista de nuevo por televisión días más tarde del solitario corcel negro, ensillado, que acompaña los restos mortales de Kennedy por las calles de Washington; y el saludo militar de John-John, su hijo pequeño, acompañado de su hermana y de su madre, al pasar ante ellos el cortejo fúnebre… Ahí están, vívidos como si fueran hoy, todos esos recuerdos. Y supongo que ahí seguirán mientras yo pueda seguir diciendo que tal día como hoy de hace nosecuantos años…

Hace tres años, con motivo del cincuentenario del magnicidio, no me pareció que hubiera una excesiva proliferación informativa alrededor del mismo. En el diario El País aparecieron varios reportajes recordándolo, entre ellos los titulados: "Los que vieron morir a Kennedy", o "250 000 voces para llorar a Kennedy". Yo, por mi parte, y para no dejar en mal lugar a mi hija Ruth, traje de nuevo hasta el blog los enlaces a las entradas y vídeos que publiqué en años anteriores. Me repito, lo sé; no se enfaden conmigo, pero este es mi blog y mi recuerdo. Perdónenme por este ejercicio de nostalgia. 

En este otro enlace pueden ustedes acceder a un recopilatorio bastante exhaustivo de todos los reportajes y noticias que El País ha venido publicando sobre el asesinato de Kennedy desde 1976 hasta hoy mismo. Y hace dos años añadí a la entrada todo aquello que se publicó sobre el cincuentenario que me pareció de interés, por ejemplo: "El Camelot de Kennedy sin conspiraciones"; o este otro: "Abraham Zapuder, piedra fundamental del periodismo ciudadano", sobre el hombre que grabó las únicas imágenes del atentado; o el titulado "Quién mató a Kennedy"; este otro de "Dallas, cincuenta años después"; el de "La América de John F. Kennedy"; y el de "Jackie Kennedy y la invención de Camelot"

Para este quinquagésimo tercer aniversario de su muerte traigo hasta el blog un hermoso vídeo en el que la cantante estadounidense Erykah Badu canta, en la ciudad de Dallas, en el lugar exacto en que fue asesinado el presidente Kennedy, la canción "Window Seat". La canción estuvo vetada mucho tiempo en YouTube, que como los chicos del Facebook, en cuestión de desnudos, andan un poco por el Paleolítico Inferior. Si se deciden a escucharla sabrán por qué. No insisto, pero quedan citados para este misma hora del 22 de noviembre de 2017. 

Por cierto, tal día como de hace 41 años, se iniciaba una nueva etapa en la historia de España con la proclamación como rey de Juan Carlos I. También es historia y por eso lo recuerdo...







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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Entrada núm. 3046
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lunes, 8 de junio de 2015

[A vuela pluma] Recuerdos de la Transición




Viñeta de Forges



Periodizar la Historia para su estudio y mejor comprensión no es tarea en la que todos los historiadores coincidan, al menos en determinar las fechas de  inicio y final de los respectivos periodos. Por poner un ejemplo, la Historia Universal suele dividirse en "Edades" y es mayoritariamente aceptada la que establece la duración de la Antigua, entre la aparición de las primeras sociedades urbanas hasta la caída del Imperio Romano de Occidente ante los bárbaros en el año 476 d.C.; la Media, desde esa fecha a la caída de Constantinopla en poder de los turcos en el 1453 de nuestra era; la Moderna, desde 1453 hasta la Revolución Francesa, en 1789; y la Contemporánea, desde 1789 a 1945, con el final de la II Guerra Mundial. El periodo que abarca de 1945 hasta la fecha comienza a denominarse, sin acuerdo unánime entre los historiadores, como "Época actual". 

En la Historia de España esas fechas varían en función de acontecimientos locales: la edad Antigua termina en el año 711 d.C., con la invasión musulmana de la Península Ibérica; la Media en 1492, con la conquista de Granada y el descubrimiento de América; la Moderna, con el inicio de la Guerra de Independencia en 1808; y la Contemporánea, con el final de la dictadura franquista en 1975.

Esas divergencias se extienden, lógicamente, también a hechos concretos o periodos de la historia mucho más cortos temporalmente. Otro ejemplo es el de la Transición a la democracia en España después de la muerte de Franco. Para unos, la Transición, o lo que se ha dado en llamar así, abarca desde la caída de Arias Navarro como presidente del gobierno, el 1 de julio de 1976, hasta la investidura para el mismo cargo de Felipe González, el 2 de diciembre de 1982. Para otros, entre los que me encuentro, la Transición a la democracia en España es el periodo que va del 22 de noviembre de 1975, con la subida al trono del rey Juan Carlos I, a la aprobación por referéndum de la Constitución, el 6 de diciembre de 1978.

En ese periodo que va de finales de 1975 a finales de 1978, hubo figuras políticas que asumieron un papel protagonista de primer orden. Sí, ya sé que la Historia la hacen en definitiva los pueblos, "haciendo" o "dejando" hacer, pero yo no tengo una especial predilección por los métodos marxistas de interpretación de la historia, así que, con todas las reservas, sigo creyendo que la Historia la personifican, simbolizan y la impulsan personas y nombres concretos, y por supuesto el Azar (o la diosa Fortuna) que también echa una mano de vez en cuando.

Entre las personalidades que ponen nombre y simbolizan el periodo conocido como la Transición española a la democracia, yo destacaría cuatro principalmente. Es una elección subjetiva, por supuesto, y pueden ustedes añadir a quienes estimen conveniente. Los tres primeros son de sobra conocidos por todos. Se trata del rey Juan Carlos I; el secretario general del Partido Comunista de España en aquel momento, Santiago Carrillo; el presidente del gobierno Adolfo Suárez; y un cuarto, que casi nadie recuerda ya y que jugó un papel fundamentalísimo en el tránsito de la dictadura a la democracia: Torcuato Fernández-Miranda, en aquellos momentos presidente de las Cortes y del Consejo del Reino. Solo el rey Juan Carlos permanece vivo. Pero los cuatro han entrado ya por derecho propio en la Historia de España.

Si quisiera destacar en algún hecho relevante el papel jugado por cada uno de los citados en la Transición, señalaría el impulso del rey forzando la dimisión como presidente del gobierno de Carlos Arias y designando como su sucesor a Adolfo Suárez, en aquel instante un absoluto desconocido políticamente, y que, para más "inri", ocupaba el cargo de secretario general del Movimiento. De este último, ya está todo -o casi todo- dicho, aunque si hubo un gesto que vale más que mil palabras sobre su valentía sería el del reconocimiento legal del partido comunista en unos momentos en que aquello suponía echarse encima a la práctica totalidad de la cúpula militar y  a todo lo que quedaba del "establishment" del antiguo régimen y sus valedores. De Santiago Carrillo no puedo menos que reconocerle la valentía, contra la incomprensión de la mayoría de los militantes del PCE, de reconocer y aceptar la monarquía y la bandera bicolor (la bandera secular de España) en momentos en que buena parte de los españoles dudaban -con razón- de la voluntad democrática del gobierno de Suárez y del propio Rey.

Del cuarto de los citados, Torcuato Fernández-Miranda (1915-1980), que fue vicepresidente del gobierno y ministro secretario general del Movimiento con Carrero Blanco, presidente de las Cortes y del Consejo del Reino entre diciembre de 1975 y junio de 1977, catedrático de Derecho Político, y profesor y preceptor del entonces príncipe Juan Carlos, se ocupa el escritor Arcadi Espada con motivo del próximo centenario de su nacimiento en un interesante artículo titulado "La gran política", que pueden leer en el enlace anterior, y que les recomiendo encarecidamente. Las maniobras de que se valió para forzar la inclusión del nombre de Adolfo Suárez en la terna de candidatos que el Consejo del Reino debía elevar al rey para designar de entre ellos al sucesor de Arias Navarro, narradas ya por extenso, y que Espada recrea de nuevo en su artículo, parecen más propias de un tahúr de la política que de un gran hombre de Estado. Pero la verdad es que, en algunas ocasiones, el fin justifica los medios, y hay que saber estar a la altura de estos. Y él supo estarlo.

De los cuatro personajes citados tuve el honor, hace ya cuarenta años de ello, de conocer y saludar personalmente a dos de esos cualificados protagonistas de la Transición española a la democracia: al presidente Adolfo Suárez y al rey Juan Carlos. Lamento no haber podido hacer lo mismo con Santiago Carrillo y Torcuato Fernández-Miranda. Mi agradecimiento, como ciudadano a todos ellos, y a todos los demás españoles anónimos que hicieron posible la transición española a la democracia en paz y sin derramamiento de sangre.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





El rey Juan Carlos y Adolfo Suárez (Julio, 2008)





Entrada 2311
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lunes, 2 de junio de 2014

La abdicación del Rey






Juan Carlos I, rey de España


Vivir es tener una historia que contar a quienes vienen después. Los nacidos después del 20 de noviembre de 1975 nunca podrán saber ni comprender la mezquina historia que nos tocó vivir a los que vinimos al mundo en la España recien comenzada la segunda mitad del pasado siglo. Los que critican la democracia actual demuestran no tener una idea muy clara -si nacieron después de esa fecha-, ni memoria -si nacieron antes de ella-, de como era la España que nos tocó vivir a nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos.

Ahora, en el momento de su marcha, solo un "gracias, Señor", que sale de lo más profundo de mi corazón. Y allá los demás que hagan y digan lo que quieran desde el fondo de los suyos.

Comparto plenamente los puntos de vista que el escritor Javier Cercas expone en su artículo "Sin el rey no habría democracia", y sobre todo el párrafo final del mismo: "hay que ser lo más crítico posible con el duro presente que está viviendo ahora mismo tanta gente a nuestro alrededor, pero ignorar que los casi cuarenta años de reinado de Juan Carlos I han sido los mejores de nuestra historia moderna, los de mayor libertad y prosperidad, es simplemente ignorar nuestra historia. Y esa ignorancia de nuestro presente puede devolvernos lo peor de nuestro pasado". 

Será por eso de la casta, pero frente a los que se suben al carro del oportunismo, me siento orgulloso de formar parte del gremio (o casta) de los historiadores que como el profesor Juan Pablo Fusi: "De la democracia en España", alertan del enorme error de reabrir una herida que la Constitución de 1978 cerró definitivamente. Los pueblos que no recuerdan su historia están condenados a repetirla. Yo no deseo eso para el mío. 

Sean felices, por favor, y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Estandarte personal del rey Juan Carlos I



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

domingo, 23 de marzo de 2014

Adolfo Suárez: "In memoriam"





Adolfo Suárez



Gracias, Señor Presidente, por habernos devuelto la libertad, la democracia y la dignidad a todos los españoles. Como solemos hacer por estas tierras le pagamos el gesto con desprecio, arrogancia y mucha ignorancia. Da lo mismo; ya no debe preocuparle nada de lo que envidiosos, mezquinos y rencorosos, que en España son legión, digan sobre usted. Señor Presidente, usted ya ocupa el lugar de honor que se merece en la Historia y en el corazón de los españoles. ¡Qué la tierra le sea leve! 

Post Scriptum: Desde este enlace pueden ustedes acceder al "Especial" que el el diario El País viene dedicando a la figura del expresidente Adolfo Suárez desde el mismo día de su fallecimiento, que se actualiza día a día con nuevos artículos y testimonios. Se lo recomiendo encarecidamente. Les aseguro que merece la pena.

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






Adolfo Suárez con el Rey (2008)


   



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jueves, 26 de diciembre de 2013

El mensaje del Rey, Navidad 2013


Como todos los años por estas mismas fechas traigo de nuevo al blog el mensaje navideño del Rey a los españoles. Y como hago siempre también, no lo comento. Traigo, eso sí, la crónica que escribe al respecto la analista política del diario El País, Anabel Díez. Y en este otro enlace del mismo diario pueden acceder ustedes a la lectura de las reacciones que el mensaje ha suscitado en instituciones, partidos y personalidades diversas.  

Dos profesores de la UNED, Manuel Herrera y Antonio Romero, escribían hace un año un artículo titulado "Las nuevas desafecciones políticas y la crisis de la ciudadanía social", dentro del volumen "Los nuevos problemas sociales. Duodécimo foro sobre tendencias sociales" (Sistema, Madrid, 2012), donde comentaban lo siguiente: "La democracia debemos cuidarla, y para ello resulta fundamental la confianza que las diferentes sociedades demuestran hacia los poderes del Estado de Derecho y su equilibrio. En definitiva, debemos dispensar una atención preferente a la necesidad de reconstruir la imagen pública de sus instituciones. Porque esas crisis de confianza en las instituciones centrales de la sociedad está asociada, sin lugar a dudas, con la satisfacción con la democracia existente en un país. La democracia no puede garantizar -dicen- que los ciudadanos serán felices, prósperos, saludables, sabios, pacíficos o justos. Alcanzar estos fines está más allá de la capesacidad de cualquier gobierno, incluido un gobierno democrático. Es más, en la práctica la democracia nunca ha llegado a alcanzar sus ideales. Como todos los anteriores intentos por conseguir un gobierno más democrático, las democracias modernas sufren también de muchos defectos. Sin embargo -añaden-, a pesar de sus imperfecciones nunca podemos perder de vista los beneficios que hacen a la democracia más deseable que cualquier otra alternativa factible a la misma".

Unas páginas más adelante, y en relación con el empuje secesionista de grupos étnicos particulares dentro de las modernas democracias, dicen citando a Dahrendorf: "Estos empujes hacia la auto-determinación nacional según las etnias son dañinos y representan un peligro para la ciudadanía. Sostiene (Dahrendorf) que la ciudadanía florece en los Estados nacionales que son heterogéneos en cuanto a las etnias y a las tradficiones culturales locales o particulares, mientras que desaparece en las naciones homogéneas y auto-determinadas, insistiendo -Dahrendorf, de nuevo- en la que las naciones son tribus de iguales, mientras que los Estados-nación son construcciones conscientes para el bien común, el "commonwealth". A partir de esto, se opone con fuerza a la idea de una "Europa de las regiones" que, a su juicio, sería una pésima fórmula que trasladaría a la tribu y al máximo de las provisiones, pero no a las titulaciones de ciudadanía".

Ahora, si han llegado hasta aquí, les ruego que vuelvan a leer el mensaje del Rey de España a sus conciudadanos. Estoy seguro de que percibirán más ajustadamente los importantes "matices" que el mismo encierra respecto a ocasiones anteriores y que el rey envía a quien debería escucharlos, sin faltar por ello a la estricta neutralidad partidista y política a la que su papel institucional le obliga.

Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

lunes, 24 de diciembre de 2012

"Au-dessus de la mêlée": El Mensaje de Navidad de S.M. el Rey





Viñeta de Peridis



"Au-dessus de la mêlée" fue el título de una serie de artículos de prensa publicados en los inicios de la I Guerra Mundial por el escritor francés Romain Rolland, premio Nobel de Literatura en 1915. Su  traducción más correcta al español podría ser la de "por encima de la disputa".

Ese es, o debería ser, el papel de un Jefe de Estado ya sea presidente de  república o monarca, una figura institucionalmente neutral en el seno de una democracia parlamentaria como la nuestra.

Ese es el papel que con mayor o peor fortuna asume la Corona española como institución y la persona que la encarna en este momento, el rey Juan Carlos I. Su tradicional Mensaje de Navidad de ayer cumple sobradamente con esos requisitos. 

De entre todas las primeras reacciones suscitadas, que no voy a entrar a comentar, me quedo con la crónica escrita para El País por el periodista Antoni Gutiérrez-Rubí titulada "El rey virtual", que me ha parecido la más original en su planteamiento, alejada de la palabrería insulsa, la alabanza hipócrita, y el insulto fácil; más fácil aún contra aquél que no puede defenderse públicamente de él.

Criticar es un derecho democrático que me parece irrenunciable, hasta cuando se hace sin razones de peso. Insultar es ver reflejada nuestra propia imagen en el espejo del otro, puro narcismo estéril. Así nos va...

Tamaragua, amigos. HArendt










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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)

sábado, 3 de marzo de 2012

Todos los hombres del Rey: La Zarzuela, por dentro





"Todos los hombres del Rey" es el título que el diario El País ha dado al interesantísimo reportaje publicado el pasado 25 de febrero sobre el día a día de la Casa Real en el entorno del Palacio de La Zarzuela y de las persona al servicio de la misma y de S.M. el Rey. No dejen de leerlo, les aseguro que merece la pena, ni de ver el magnífico reportaje fotográfico  sobre la "fontanería" de La Zarzuela que acompaña el artículo porque no son personas que prodiguen mucho su imagen.


"Todos los hombres del rey" es el también el título de la novela por la que el poeta y escritor norteamericano Robert Penn Warren (1905-1989) obtuvo el premio Pulitzer en 1946. La historia, que  se desarrolla en Luisiana, narra la vida de un político idealista, que alcanza el poder, pero cuya carrera se verá truncada por la corrupción en la que acaba cayendo. Como ahora... Con base en la novela de Penn, el director Robert Rossen realizó en 1949 su película "El político", que ganó el Óscar tanto para ella como para su protagonista, el actor Broderick Crawford. Y en 2006, el director Steven Zaillian realizó una nueva versión de la novela de Penn, con el mismo título de ésta, protagonizada por Sean Penn y Kate Winslet, que no llegó a estar a la altura de su predecesora, de la que pueden ver un avance en el vídeo  con el que acompaño esta entrada.

De todas formas, tengo la impresión de que los autores del reportaje de El País tenían más presente en el momento de realizarlo la película "Todos los hombres del presidente", dirigida por Alan J. Pakula en 1976, y protagonizada por Robert Redford y Dustin Hoffman, basada en el libro homónimo de Bob Woodward y Carl Bernstein (1974) que relata la historia de la investigación periodística que condujo al famoso escándalo de "Watergate" y que obligó a Richard Nixon a dimitir como presidente de los Estados Unidos. Una película que 2010 fue incluida entre los filmes que preserva el National Film Registry (Registro Nacional de Filmes) de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada «cultural, histórica, o estéticamente significativa» y de la que acompaño igualmente un vídeo de avance.

Espero que les resulte interesante. Y sean felices, por favor, a pesar del Gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt


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miércoles, 28 de diciembre de 2011

Las cuentas del rey (II)






Cortes Generales (Madrid, 27-12-2011)



Decir que uno es monárquico en España no debería parecer una originalidad ni representar ningún problema. El artículo 1, punto 3, de la Constitución establece que la forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Sin embargo, por el ruido que hacen, parece que para muchos españoles no es así: que la forma monárquica de configuración de la Jefatura del Estado fuera algo obsoleto y reprobable y que los que nos declaramos monárquicos por convencimiento somos unos carcas con peluca. 

Yo me declaro monárquico sin pudor alguno. Respetuoso con aquellos ciudadanos que defienden la republicana como forma política de configuración de la Jefatura del Estado, creo que la monarquía y quién la personifica en este momento de la historia cumple con pulcritud el papel que la Constitución le encomienda y que la disyuntiva a resolver no es monarquía/república, sino democracia/autoritarismo. 

Monarquías son algunos de los Estados más avanzados socialmente y con mayor y acreditada solera democrática: Gran Bretaña, Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Luxemburgo y Bélgica, son en Europa, monarquías. En América, lo son Canadá y la mayoría de los pequeños Estados del Caribe. En Oceanía, Australia, Nueva Zelanda y otro buen número de Estados insulares; y en Asia, Japón. Es cierto que también hay monarquías que no cumplen ni por aproximación las expectativas de reconocimiento como Estados democráticos en África y Oriente Medio, pero eso también es aplicable a la mayor parte de los Estados configurados como repúblicas en todo el mundo. 


El argumento "monarquía=obsoleta / república=progresista" carece de peso y,  sinceramente, buscar el enfrentamiento de la ciudadanía en función de esa disyuntiva me parece un soberano ejercicio de irresponsabilidad política.

En enero de 2009, va a hacer justamente tres años, regalé por Reyes a una antigua y gran amiga, ferviente republicana, un libro recién publicado por Carlos García Retuerto titulado "33 españoles y el Rey" (Martínez Roca, Madrid, 2009). Ese hecho me dio pie a publicar a mi vez una entrada en el blog el 16 de enero de ese año que titulé "Las cuentas del rey" [1], en la que comentaba uno de los aspectos destacados por el citado libro, aquel que hacía referencia a la cuestión ¿cuánto cuesta a los ciudadanos de los estados democráticos, sean éstos monarquías o repúblicas, mantener a su Jefe del Estado?

Con datos tomados de los respectivos presupuestos generales del Estado, la presidencia de la República Federal Alemana, arrojaba un gasto de 21 600 000 euros anuales. La de la República Francesa, 30 500 000 euros;  los gastos de la Corona británica ascendían a 54 000 000 de euros. Los de la presidencia de la República Italiana ascendían a 425 000 000 de euros anuales. Los de la Corona española a 9 050 000 euros...

Ayer martes, se celebraba en Madrid la solemne apertura de la X Legislatura de las Cortes Generales [2], en una sesión conjunta del Congreso de los Diputados y del Senado que presidían los Reyes y los Príncipes de Asturias. En la recepción que seguía a la misma, se informaba que en el día de hoy se harían públicas por vez primera en detalle las partidas de gastos en las que se emplean las cantidades que los presupuestos generales del Estado determinan anualmente para el sostenimiento de la Jefatura del Estado. 

En este enlace [3] de la página electrónica de la Casa de Su Majestad el Rey puede examinarse el presupuesto oficial de gastos de la Familia Real y de su Casa presentado por la Intervención de Estado esta misma mañana. Y en este otro [4] el incisivo reportaje que sobre el hecho escribe en la edición electrónica de El País de esta misma tarde la periodista Mábel Galaz.  La cuestión no da para más, pero aquí están los datos. ¿Qué se ha tardado mucho en dar el paso? Es posible, no lo discuto, pero ya están aquí; dejemos de especular al respecto. 

Espero que los disfruten. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





Cortes Generales (Madrid, 27-12-2011)









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Entrada núm. 1445 
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura"  (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

domingo, 25 de diciembre de 2011

El Discurso del Rey: Mensaje de Navidad - Diciembre 2011











Como todos los años por estas fechas reproduzco en el blog el tradicional Mensaje de Navidad [1] del rey a los españoles. Lo hago sin comentarios, con el enorme respeto que siento por la Corona y la persona que la ostenta. 

En este enlace [2] puede leerse la reacción que el mismo ha merecido para el más prestigioso de los diarios españoles. 

Les deseo de nuevo una feliz Navidad. Tamaragua, amigos. HArendt











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Entrada núm. 1444 -
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