Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta España. Mostrar todas las entradas

domingo, 13 de octubre de 2024

Radiografía de la Universidad española. [Archivo del blog, 16/10/2008]










Son más de seiscientas páginas... No lo he leído todavía, pero si lo he ojeado por encima y me parece muy interesante. Se trata del Informe bianual sobre el estado de la universidad pública española realizado por la Conferencia de Rectores (CRUE). Aparte del comentario de Agencia que acompaña a la noticia de su publicación en El País del pasado día 13 y del informe de presentación del presidente de la CRUE y del resumen ejecutivo del mismo, me gustaría traer a colación un artículo del catedrático emérito de Sociología de la Universidad de Berlín, Ignacio Sotelo, del que ya he hecho mención en este blog. Se titula "La universidad en la encrucijada", publicado en la Revista Claves de Razón Práctica núm. 181, y es un resumen ampliado de la Conferencia inagural de las XXXI Jornadas de Consejos Sociales de las universidades públicas españolas, celebradas en Córdoba el pasado mes de noviembre, que terminaba con las siguientes palabras: "Una observación final: mejorar la Universidad no es sólo, ni principalmente, una cuestión de dinero, como la comunidad académica repite sin parar. Cierto que siempre se necesita mucho más dinero que del que se dispone, pero lo decisivo es saber en qué hay que emplearlo, como ha puesto de relieve el que no haya correspondencia entre el que se recibe y la calidad que se ofrece. Sin dinero no hay investigación que valga, pero sólo con dinero tampoco. Poco se consigue sin verdaderas "comunidades científicas"; y el que apenas existan en España queda de manifiesto en que no sólo nadie se prestigia, sino mucho peor, nadie se desprestigia por lo que publica. Cierto que ha aumentado la presión para publicar: el famoso profesor ágrafo pertenece al pasado; pero sigue importando más el número de publicaciones, o las revistas en que se hayan publicado, que la calidad, cuestión que sólo pueden juzgar los que trabajen en un mismo campo, integrados en una "comunidad científica", que lamentablemente poco cuenta en la carrera universitaria". No creo que quepa mejor análisis. Sean felices. HArendt











martes, 15 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Profundizar en la democracia, cuestión de supervivencia. [Publicada el 15/11/2012]










Me pongo al teclado al instante mismo de concluir (hora insular canaria) la jornada de huelga general vivida en España el día de ayer. No lo hago bajo ningún tipo de presión especial (emocional, patriótica, política o ciudadana) sino más bien movido por el impulso de descargar a través de la escritura un difuso sentimiento contradictorio de alegría y pesar al mismo tiempo. Comprendo, y me pongo, en su lugar, a aquellos trabajadores que no han secundado la huelga acuciados por la imperiosa necesidad de dar de comer a sus hijos, pagar su hipoteca o alquiler y atender a sus demás necesidades vitales mínimas y perentorias; y también comprendo, y estoy de su parte, a aquellos otros que sí se han lanzado a la calle a reclamar un cambio de política a riesgo de recibir las indiscrimanadas y democráticas patadas y porrazos de los antidisturbios y los insultos procaces, deslenguados e hipócritas del gobierno. A mi manera, modestamente, y en la medida de mis posibilidades y saberes, espero haber contribuido con mi granito de arena en el desarrollo de la jornada de protesta. Ahora toca reflexionar.
Reformar los mecanismos de representación política se ha convertido ya en cuestión de supervicencia para la democracia. Si queremos salvarla, la política tiene que estar por encima de la economía. Es la tesis central del artículo de hoy en El País: "Huelga general y democracia", de Fernando Vallespín, catedrático de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma de Madrid. La misma idea, más elaborada, subyacía en otro artículo de hace unos días: "¿Se puede reformar la política? ¿Cómo?", también en El País, de José Antonio Gómez Yañez, profesor de Sociología en la Universidad Carlos III de Madrid. Les recomiendo encarecidamente su lectura.  
La democracia siempre ha tenido críticos y enemigos. El más famoso y más antiguo de todos ellos, Platón, en el siglo IV a.C. Una crítica y enemistad que se hace manifiesta en su República, y se suaviza en Las Leyes, probablemente a causa del fracaso vital de su propia experiencia como reformador político. Claro que de Platón para acá ha llovido mucho, sobre el mundo y sobre la democracia, sobre la cual han caído críticos y enemigos mucho más furibundos y peligrosos que él. Hay un libro, convertido ya en un clásico de la ciencia política: La democracia y sus críticos (Paidós, Barcelona, 1993), del politólogo estadounidense Robert A. Dahl, que lo deja bastante claro. Lo leí por vez primera hace justamente trece años, en noviembre de 1999, y vuelvo a él a menudo, por su claridad expositiva, y sobre todo, por su capítulo final, clarividente, que lleva el título de "Hacia una tercera transformación [de la democracia]. La democracia en el mundo del mañana. Bosquejos para un país democrático avanzado".
El libro de Dahl, lo nombra y cita elogiosamente el también profesor de la Universidad Carlos III madrileña, Andrea Greppi, un reconocido experto en el estudio de la obra y el pensamiento de Norberto Bobbio. Lo hace en su libro La democracia y su contrario. Representación, separación de poderes y opinión pública (Trotta, Madrid, 2012), que estoy leyendo ahora mismo con enorme satisfacción. A falta de esa lectura completa en curso, aprovecho para reproducir algunos párrafos de su capítulo inicial: "La democracia sin enemigos. Diagnóstico inicial: la tercera transformación. ¿Hemos tocado techo?" (págs. 9/17).
"Hasta hace unos años, al menos en la parte del mundo que se decía libre, la hipótesis tácita que orientaba la teoría y la práctica de la democracia venía a ser aproximadamente está: una democracia próspera, en la que se cumplen una serie de condiciones básicas de libertad, genera por sí misma la energía y los recursos que ella misma necesita para mantenerse en equilibrio y avanzar hacia el logro de nuevas fronteras de desarrollo democrátrico. Esta hipótesis permitía trazar programas de investigación teórica y de intervención política de largo alcance. Identificados los factores que hicieron históricamente posible la difusión de la democracia en el mundo civilizadose pensaba que habría sido posible reproducirlos en otros lugares distintos, replicando la misma experiencia. La estrategia era atractiva y prudente pero, vista en perspectiva, no deja de suscitar un profundo recelo: ¿estamos seguros de que los tiempos son propicios para seguir confiando en la hipótesis del progresivo avance de la democracia?" (pág. 13). Una buena pregunta, desgraciadamente, sin respuesta por el momento.
En la página siguiente comienzan las desagradables certidumbres: "En estos años, la cuestión de los desafíos y las fronteras de la democratización ha sido una constante en la agenda teórica y en la práctica política. No obstante, como se decía más arriba, la seguridad de hace unas décadas ha dado paso a una difusa sensación de desconcierto. El entusiasmo ha quedado relegado a los documentos diplomáticos o a las más burdas operaciones de propaganda. No es fácil resumir en pocas palabras de dónde vienen las dificultades, ni explicar por qué nadie las había previsto. Hay interpretaciones para todos los gustos", añade al final.
Más problemas. En la página 15, explicita algunos: "Hemos caído en la cuenta de que la frontera de la democratización ya no pasa por la sustitución de los últimos regímenes autoritarios o por la celebración de elecciones libres y regulares en los lugares más recónditos del planeta, sino más bien por la capacidad que pueda tener esta democracia [se refiere a la democracia representativa], la única que existe, para hacer frente a la emergencia de nuevos poderes autoritarios, radicalmente antidemocráticos porque son capaces de actuar al margen y por encima de las leyes. Un desafío que no es solo práctico, sino también teórico". Bien, ya hemos identificado al enemigo, y ahora ¿qué?, podemos preguntarnos...
Nueva reflexión del autor en la siguiente página: "¿Estamos realmente, como parece, en una situación de cambio paradigmático en el proceso de democratización? Y, en este caso, ¿tenemos la posibilidad real de orientar el proceso de cambio, de incidir conscientemente en su desarrollo?". Preguntas sin repuesta, al menos de momento, que se irán planteando a lo largo del libro.
Termino con el párrafo final del capítulo, dónde se plantea la cuestión primordial a dilucidar por la ciudadanía: "La regeneración de las instituciones democráticas -o, como se decía antaño, la profundización dela democracia- no es un lujo del que podamos desprendernos. Si los ciudadanos no tienen opinión propia, si no disponen del poder para pensar con su propia cabeza, la celebración de elecciones y los demás rituales previstos en constituciones democráticas están destinados a transformarse en contenedores huecos. Y esto es algo que no nos podemos permitir. Corremos el riesgo de que, imperceptiblemente, la diferencia entra la democracia y su contrario empiece a volverse cada vez más estrecha, hasta resultar inapreciable. Pero ¿qué es lo que tiene que suceder o qué es lo que se puede hacer para que ese pronóstico no llegue a cumplirse?". No tengo la repuesta, pero espero que la lectura de esta entrada haya suscitado su interés y su preocupación por devolver a la política y a la democracia su supremacía. En ese empeño, creo estamos de acuerdo la mayoría de los ciudadanos españoles y europeos.
El vídeo que acompaña la entrada recoge la conferencia pronunciada en abril del pasado año en Oviedo, titulada "¿Qué es la democracia?", por el controvertido profesor y filósofo español Gustavo Bueno. Lo pueden ver desde este enlace: https://youtu.be/kp3mRhTHa50
Y sean felices, por favor; a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt








sábado, 12 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Historias de la UNED. Año 1987: Sus alumnos reivindican una universidad mejor. [Publicada el 3/11/2014]



Emblema de la UNED


A los alumnos pasados, presente y futuros de la UNED.
A la mejor generación de representantes de los alumnos:
mis compañeros y amigos de los años 80

En una fecha que me resulta imposible de precisar de comienzos de 1987, el Consejo General de Alumnos de la UNED, compuesto por los sesenta representantes del alumnado de las distintas facultades y escuelas en el Claustro General de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), se reunió durante dos días en el Pazo de Mariñán (Galicia). 

De allí salió un borrador de lo que unos meses más tarde se convertiría en la famosa Tabla Reivindicativa de los alumnos de la UNED, como "programa que de forma permanente recogía sus aspiraciones en orden a la adecuación del mandato del artículo tercero de los Estatutos de la universidad a la realidad social, económica, cultural y académica de su entorno". La reunión de Mariñan la organizaron con singular eficiencia varios alumnos gallegos de la UNED, miembros de su Consejo General, entre los que creo recordar estaban Antonio M. Díaz, Andrés Vázquez, Milagros Ezquerro y Luisa María Martínez, todos ellos de La Coruña. 

Los estudiantes universitarios de 1987 ya no eran los alborotadores que entre los 60 y 70 del pasado siglo pusieron en jaque al régimen franquista y fueron perseguidos en los campus por la policía montada de los "grises". Eran ya por fortuna otros tiempos, de democracia incipiente pero consolidada, aunque las carencias de la vida universitaria eran prácticamente las mismas, carencias que en la UNED su suplían como se podía gracias al entusiasmo de sus profesores, tutores y alumnos. Alumnos la mayor de los cuales eran cuarentañeros que no habían podido acceder en su momento a los estudios universitarios; aunque también los había mucho más jóvenes, jóvenes que por razones varias: trabajo, domicilio, familia... habían optado por los estudios a distancia para poder acceder a la universidad.  

Creada en 1973 la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) es hoy la mayor universidad pública española por el número de sus estudiantes, más de 260.000, que se reparten entre 27 títulos de grado, 65 de másteres, 18 de doctorado y más de 600 de formación permanente, impartidos desde su sede central en Madrid y con la inestimable colaboración de sus 62 centros asociados en España y 15 en el extranjero, repartidos por Europa, África y América.

De la UNED, mi alma máter, no puedo hablar sino bien. A pesar de sus muchas carencias en aquellos años nos dió la oportunidad a miles de españoles que en su momento no pudimos hacerlo, por las circunstancias que fueran, de acceder a los estudios superiores. ¿En qué medida las reivindicaciones de sus alumnos de hace casi treinta años influyeron en el desarrollo posterior de la UNED?. No tengo manera de saberlo, pero en todo caso me satisface enormemente poder haber participado junto a otros muchos alumnos pasados, presentes y futuros en el ilusionante proyecto de desarrollo y consolidación de la UNED.

Les dejo más abajo la Tabla Reivindicativa (1987) elaborada por los representantes de los alumnos en el claustro general de la universidad, tabla que alcanzó justa fama en su seno. 

Una anécdota final. En 1985, en la primera sesión del claustro constituyente que debatiría y aprobaría finalmente el proyecto de estatutos de la UNED, la primera enmienda que se discutió fue una de los representantes de los alumnos que pedían que la universidad tuviera un nombre propio y `personal, no genérico, que la reconociera y en que se reconociese como tal. Para ello, proponían que la UNED pasara a denominarse "Universidad Nacional Miguel de Cervantes". Perdieron esa primera votación, pero luego ganaron muchas otras... Por eso, la UNED de hoy es nuestra indiscutible alma máter, pero también nuestra hija.  

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt







Pazo de Mariñán (La Coruña, Galicia)




TABLA REIVINDICATIVA DEL ALUMNADO DE LA UNED


El Consejo General de Alumnos, reunido en Madrid los días 4 y 5 de julio de 1987, se ha planteado la elaboración prioritaria de un Programa reivindicativo que de forma permanente recoja sus aspiraciones en orden a la adecuación del mandato del art. 3 de los Estatutos de la Universidad a la realidad social, económica, cultural y académica de su entorno.

A tal fin, el Consejo General acuerda:

1.º Exigir del Estado, en base a la responsabilidad contraida por el mismo a través de la Disposición Adicional 1.ª de la Ley de Reforma Universitaria, la adecuación inmediata de los presupuestos de la UNED, como única universidad estatal, para que pueda desarrollar de forma eficaz los finesy objetivos para los que fue creada y que se explicitan en el art. 3 de los Estatutos.

2.º Exigir de la Universidad el cumplimiento de los requisitos de eficacia, economía y celeridad porpios de toda administración pública, y en concreto, la agilización de los trámites de matriculación, concesión o denegación de becas, remisión del material didáctico a los centros asociados y notificación de los resultados de los exámenes a los alumnos.

3.º Exigir de la universidad el pronunciamiento definitivo de la misma sobre el límite de permanencia del alumnado que establece el artículo 27, 13 de los estatutos.

4.º Exigir de la Junta de Gobierno de la universidad la creación de la comisión de metodología y medios de la educación a distancia que establece el artículo 87 de los estatutos.

5.º Exigir de la Junta de Gobierno la concreción de un calendario que garantice en el seno de la universidad la discusión por todos los estamentos de la misma y a todos los niveles de las propuestas de directrices propias elaboradas por el Consejo de Universidades.

6.º Exigir de la Junta de Gobierno, con carácter de urgencia, la elaboración del reglamento que determina el artículo 44, 7 de los estatutos sobre corrección de las irregularidades que se detecten en la docencia y en los éxamenes.

7.º Solicitar la modificación de los actuales criterios de subvención por parte de la universidad a los centros asociados de la misma de forma que repercuta en estos, al menos, el 50 por ciento de la totalidad de lo recaudado por los mismos en concepto de tasas.

8.º Exigir de la Junta de Gobierno el desarrollo de los artículos 70 y 80 de los estatutos, determinando la dotación mínima presupuestaria material y personal conque deben contar los centros asociados para autorizar su funcionamiento, supliendo la propia universidad las situaciones deficitarias que no alcancen ese nivel mínimo.

9.º Demandar la ceación de las condiciones presupuestarias que permitan la progresiva transformación de los centros asociados en centros propios de la universidad, de acuerdo con lo establecido en el artículo 71 de los estatutos.

10.º Demandar el establecimiento inmediato por parte de la Junta de Gobierno de los instrumentos de control de las actividades académicas de los centros asociados que garanticen la calidad de sus enseñanzas y la tutorización de las asignaturas por parte de sus profesores tutores.

11.º Demandar el establecimiento de las dotaciones presupuestarias necesarias para el eficaz funcionamiento de la representación de los alumnos en los centros asociados, garantizando su participación paritaria con los demás estamentos universitarios en el desarrollo de sus actividades académicas.

Para la consecución de estos objetivos el Consejo General de Alumnos acuerda desarrollar con carácter inmediato las siguientes actuaciones:

1.º Instar la efectiva descentralización económica y funcional a efectos presupuestarios de facultades, escuelas y departamentos.

2.º Demandar el aumento significativo de las subvenciones de la universidad a los centros asociados.

3.º Solicitar la revisión del actual sistemas de becas mediante la aplicaci´pon de criterios que respondan a la diversidad característica del alumnado de la UNED y a su situación social.

4.º Demandar el aumento sustancial de los fondos destinados a subvencionar la celebración de talleres, seminarios, convivencias, etc..., tanto entre profesores como entre alumnos y de unos con otros.

5.º Rebajar los precios del material didáctico y exigir la gratuidad de los sobres de matrícula y los programas de las asignaturas.

6.º Solicitar la creación de un colegio mayor por parte de la UNED que centralice las reuniones y estancias del alumnado y de los profesores tutores en sus actividades y desplazamientos a la sede central de la universidad con criterios de economía y racionalidad.

7.º Elaboración de una propuesta de reforma del actual sistema de evaluación del alumnado que determina el artículo 92 de los estatutos.

8.º Exigir el cumplimiento de las actividades académicas mínimas que determina el artículo 88 de los estatutos.

9.º Exigir de los departamentos de la universidad la regulación de:

9.a) Establecimiento de reglamentos de régimen interior (artículo 10 de los estatutos).

9.b) Regulación de la participación de los alumnos en las tareas de investigación (artículo 11 de los estatutos).

9.c) Regulación de las normas para la concesión de la "venia docendi" a los profesores tutores, garantizando la ratificación anual de los mismos por los consejos de departamento respectivos.

9.d) Exigencia de la elaboración de los planes anuales de actividades, asi como de las memorias, que para los departamentos establecen los artículos 12 y 13 de los estatutos.

9.e) Exigir de las juntas de facultades la elaboración de los planes anuales de actividades que recoge el artículo 30, 4, así como para los departamentos el artículo 88, 1,  de los estatutos. 

10.º Exigir que la tramitación de matrículas, con su correspondiente confirmación o anulación, sea conocida por los alumnos como más tarde en el mes de enero de cada año, así como que la recepción de los respectivos carnets de facultad se produzca antes del 30 de noviembre de cada año.

11.º Exigir la dotación material y personal que resulte necesaria para el negociado de becas, procediendo a su informatización total, de manera que el alumno conozca dentro de un plazo prudencial si su solcitud ha sido aceptada o denegada.

12.º Exigir que el material didáctico se encuentre en los centros asociados a disposición de los alumnos antes del primero de octubre de cada año.

13.º Exigir la existencia en todos y cada uno de los centros asociados del fondo editorial de la UNED en libros y medios audiovisuales, al menos de dos ejemplares por título, y de toda la bibliografía básica recomendada por los respectivos departamentos de la universidad.

14.º  Exigir la dotación material, técnica y humana precisa para agilizar la intercomunicación alumno-centro asociado-sede central, imprescindible en una universidad como la UNED.

15.º Solicitar la definición concreta de las funciones y competencias del nuevo virrectorado de alumnos en lo referente a la convocatoria y asistencia de los representantes del alumnado en cualquiera de los órganos de la universidad.

16.º Demandar la posibilidad de acceso de la delegación de alumnos, a través única y exclusivamente del delegado nacional de alumnos de la UNED a la asesoría jurídica de la universidad en solicitud de infomación o dictámenes sobre asuntos de su competencia.

17.º Determinar los procedimientos por los cuales la custodia y transporte de las valijas de exámenes sea competencia exclusiva de los respectivos tribunales, compensando económicamente a sus miembros en las condiciones que se estimen idóneas.

18.º Instar el traslado y establecimiento de las facultades y departamentos en sus nuevos edificios como más tarde para el mes de septiembre de este año.

Declaración final:

La incorporación de España a las Comunidades Europeas va a suponer a medio y largo plazo la transformación radical de la enseñanza universitaria, de las titulaciones profesionales e incluso de los hábitos culturales de nuestro pueblo. Una universidad como la UNED debe y puede garantizar a todos los ciudadanos el acceso en condiciones de igualdad a los estudios superiores y a las nuevas titulaciones que la sociedad futura demandará. Consciente este Consejo General de Alumnos de lasgeneralizadas carencias de la universidad española, y en concreto, de la insuficiente utilización de las técnicas y experiencias más idóneas de la enseñanza a distancia específicas de esta universidad, ha elaborado los criterios de actuación que anteceden -revisables de acuerdo con las circunstancias- para que sirvan de guía y línea de actuación de los representantes de los alumnos en su empeño de transformar las estructuras de la UNED y conseguir que nuestra universidad responda a las necesidades reales que demanda la sociedad de nuestro tiempo.

En Madrid, a 5 de julio de 1987.




  Los Reyes de España presiden la apertura del Curso 2012-2013 en la UNED



Entrada núm. 2188
elblogdeharendt@gmail.com
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 10 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] La noche de los cristales. [Publicada el 11/11/2008]



Berlín, noviembre de 1938


Ayer, 10 de noviembre, se cumplieron 70 años justos del inicio de lo que acabaría convirtiéndose en el Holocausto, la "Shoah", el exterminio sistemático y premeditado de los judíos de Alemania y Europa por el régimen nazi. La atrocidad fue de tal calibre que ninguna de las realizadas posteriormente por régimen, estado, nación u hombre alguno, y las ha habido de todos los colores y calibres, le resulta equiparable. Fue la llamada por los historiadores "La Noche de los Cristales". Lo recuerda hoy en un interesante artículo de El País titulado "La España en guerra ante la Kristallnacht", que reproduzco más adelante, el profesor de Antropología Social de la Universidad Complutense de Madrid Alejandro Baer, .

El artículo del profesor Baer se centra en explicar la diferente actitud que mostraron ante los hechos que se relatan el gobierno y la prensa de la zona republicana, por un lado, y el gobierno y la prensa de la zona nacional, por otro. La primera, condenándolo con energía y rotundidad; la segunda, amparándolo y justificándolo.

Pero a mí lo que más me ha llamado la atención del artículo es la afirmación, que comparto, de que "los enraizados prejuicios y estereotipos antisemitas, con que se prodigaron en noviembre de 1938 quienes finalmente vencieron la Guerra Civil, han perdurado durante décadas - y que- sus resabios y ramificaciones forman parte de nuestro presente". ¿Acaso le cabía a alguien duda de ello? No me atrevería yo a afirmar rotundamente que la mayoría de la sociedad española sea racista; desde luego, arraigados prejuicios antisemitas si que tiene. Y en lo que discrepo del profesor Baer es que provengan del régimen franquista... Tengo la impresión de que son bastante más antiguos.

Hay un libro espléndido y admirable del filólogo e historiador Américo Castro titulado "España en su historia: cristianos, moros y judíos" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1989), que explicita ese eterno tema de discusión académica nacional sobre que es el "ser de España". Castro, contra la opinión de otros eminentes historiadores españoles como Claudio Sánchez Albornoz, con el que polemizó duramente sobre ello, se inclina por la tesis del mestizaje entre cristianos, moros y judíos, como característica definitoria del "ser nacional español". Es por ello por lo que al inicio del capítulo X de su libro afirma con rotundidad: "La historia del resto de Europa puede entenderse sin necesidad de situar a los judíos en un primer término; la de España, no. La función primordial y decisiva de los hispano-hebreos es indisoluble, a su vez, de la circunstancia de haber vivido articulados prietamente con la historia hispano-musulmana."

Como atestigua mi apellido paterno y el escudo de armas familiar (se dice en él que "probó" su hidalguía, lo que significa que había dudas sobre la pureza de su sangre...) soy descendiente de conversos. Como lo fueron innumerables españoles tales como el propio rey Fernando el Católico; los escritores Juan de Mena, Fernando de Rojas, fray Luis de León, Mateo Alemán, Hernando del Pulgar, Jorge de Montemayor y el mismo Miguel de Cervantes; los místicos (y santos) Teresa de Jesús y Juan de la Cruz; el teólogo Juan de Torquemada; el médico y científico Miguel Servet; los filósofos Juan Luis Vives, Francisco Sánchez y Benito Espinosa... La lista es interminable y espléndida.

Decir ahora que el antisemitismo español, según algunos especialistas el más arraigado de Europa, es producto del franquismo, o de la confrontación israelí-palestina actual, me parece como poco, quedarse un poco cortos... HArendt



Berlín, noviembre de 1938


"La España en guerra ante la 'Kristallnacht'", por Alejandro Baer

Kristallnacht, Noche de los Cristales, es el término con el que ha pasado a la historia el pogromo antisemita organizado por el régimen nazi en la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938. La destrucción de cientos de sinagogas, saqueos, asesinatos y decenas de miles de arrestos y traslados a campos de concentración conforman el fatal balance de las acciones que tuvieron lugar en Alemania y Austria hace 70 años, y que dan comienzo al periodo hoy definido como el Holocausto.

En noviembre de 1938 España atraviesa la última etapa de la Guerra Civil, que se va definiendo de manera ya prácticamente irreversible a favor del bando nacional. El hambre, la destrucción y las noticias del frente que protagonizaban la vida en las dos Españas pueden hacer suponer que los infortunios que sufrieron los judíos alemanes por esas fechas no tendrían apenas repercusión en los medios españoles. Pero no es el caso. Los diarios se hicieron eco de los sucesos de Alemania, desde el atentado contra el diplomático alemán Von Rath en París por un joven judío polaco -que ofreció la excusa al régimen de Hitler para iniciar el pogromo-, hasta las reacciones internacionales a las acciones y medidas antisemitas. La percepción y representación de estos hechos en España se inscribe en un contexto político y cultural condicionado, por un lado, por la imagen estereotipada del judío -que emerge con nitidez durante la República en el ideario conservador y católico- y, por otro, por los acontecimientos de la guerra de España y, en especial, el vínculo entre los fascismos italiano y alemán con Franco.

La prensa de la zona nacional dio las noticias justificando las acciones antijudías, reproduciendo la versión antisemita de la propaganda alemana y ofreciendo también su propia interpretación, a partir del ancestral antijudaísmo de raíz católica. El atentado contra Von Rath del 7 de noviembre es presentado como fruto de una conspiración internacional judía contra Alemania: "Se trata de un crimen evidentemente político, fraguado por las organizaciones judías" titulaba, por ejemplo, La Gaceta del Norte el 9 de noviembre. El diario El Pensamiento Navarro titulaba en primera página el 11 de noviembre: "Los judíos envenenan las relaciones entre los pueblos", y describían los ataques como "acciones espontáneas contra los judíos". Respecto a las disposiciones que dicta el Gobierno alemán separando a los judíos de la economía nacional, el diario gallego El Progreso reproducía directamente las fuentes alemanas: "El judaísmo ha logrado acabar con la paciencia del pueblo alemán, siendo ya hora de que se den cuenta de cómo sabe reaccionar contra tales ataques". Ideal, de Granada, titula en portada el 13 de noviembre: "Alemania adopta medidas enérgicas contra los hebreos. Es un aviso claro para el judaísmo internacional, para que no vuelva a atentar contra un alemán". En esta misma línea también el diario Amanecer, de Zaragoza, señalaba el 11 de noviembre que "nadie debería sorprenderse por las medidas adoptadas por Alemania para defenderse", y se refería a las acciones anti-judías como "merecido castigo" para aquellos que "habían lanzado una ignominiosa campaña contra Alemania". Las noticias son también encuadradas mediante los mitos antisemitas que florecieron durante la República y la Guerra Civil. "Ese es el gran enemigo de la España de Franco: el judaísmo internacional que desde hace muchos años ha visto en nuestra patria presa segura de la política de turbulencias y castradoras concesiones que inauguró el 14 de abril" (Ideal, Granada, 25 de noviembre de 1938). En conjunto y con ocasión de los acontecimientos de noviembre de 1938, las diferencias entre los periódicos son más de matiz que de fondo, y se caracterizan por un discurso marcadamente antisemita.

La prensa republicana, por el contrario, reaccionó condenando con firmeza las acciones nazis y expresando solidaridad, e incluso identificación con los perseguidos. La Vanguardia titula el 11 de noviembre a cuatro columnas "En Alemania se ha desatado la fobia antisemita", y señala a continuación que "las turbas han incendiado todas las sinagogas de Berlín y saqueado las tiendas y domicilios particulares de los israelitas, cometiendo actos de verdadero vandalismo". El día 13 de noviembre los diarios de Madrid y Barcelona informan con detalle sobre lo sucedido. "Aumenta la indignación en todo el mundo por los actos de violencia de Alemania", titula La Vanguardia. Con el encabezamiento "El pogrom nazi", el Abc de Madrid, entonces en manos republicanas, dará comienzo a una serie de informaciones sobre las acciones de la noche del 9 al 10 de noviembre, la reacción internacional que provocaron, así como sobre los decretos que continuaron a los atentados y que fomentaron la creciente arianización y separación de los judíos de la vida económica de Alemania. Igualmente, el Abc publica noticias que desmienten el carácter espontáneo del pogromo, menciona "brutales métodos hitlerianos" e "inconcebibles decretos antisemitas de Goebbels". Aparecen también por vez primera los nombres de los campos de concentración nazis de Mauthausen y Buchenwald. El diario, editado en Alicante, Fragua Social, órgano de la CNT, se refiere al atentado contra Von Rath como "un acto de justicia realizado por un israelita" (9 de noviembre de 1938), y en los días siguientes publica titulares como "Se ha desatado en toda Alemania una furiosa ola de barbarie antisemita. Incendios, saqueos y otros excesos" o "Todas las conquistas del derecho y de la civilización han quedado sepultadas bajo el régimen despótico de la barbarie nazi". Igualmente se interpretan las acciones nazis en el contexto internacional, el de las concesiones al totalitarismo nazi, que afectaban también a la República española: "Sin la claudicación de Múnich, la bestia nazi no se hubiera atrevido a los actos de barbarie que comete contra los judíos" (Fragua Social, 12 de noviembre).

Finalmente, merece ser destacada la nota de condena a las acciones nazis que hace pública el Gobierno republicano tras una reunión del Consejo de Ministros en Barcelona el 16 de noviembre de 1938. La comunicación, reproducida de forma íntegra por los diarios republicanos un día más tarde, subrayaba que "los responsables de estos crímenes son los mismos promotores de la propaganda calumniosa que a partir de julio de 1936 se ha venido haciendo contra España y su gobierno", y que España, "dolorida ante el agravio de la dignidad humana que significa la afrenta de los nefandos pogromos de la Alemania nazi" prestaría, una vez terminada la guerra y dentro de los límites de sus posibilidades, "cobijo a cuantos perseguidos por su origen, ideas políticas o religiosas", quisieran venir a España. En contraste, esta misma noticia es recogida por el Abc nacional, el de Sevilla, en una columna titulada "Ecos y fichas de la criminalidad roja" el 18 de noviembre de 1938. En ella se expresa que, "además de acoger en su suelo a toda la hez de las brigadas internacionales", el gobierno de la República "dará la máxima facilidad a todos los judíos que quieran trasladarse a la España roja (...) Con esta ley se prepara la invasión de España roja por el judaísmo internacional".

Barcelona caería en manos de Franco apenas dos meses más tarde, y a finales de marzo de 1939 las tropas nacionales entraban en Madrid, donde el Generalísimo daría el 1 de abril su conocido último parte oficial de la guerra.

Se suele decir respecto a la relación entre historia y sociología que la primera sin la segunda está ciega y que la segunda sin la primera está vacía. Esto es lo que nos suele recordar Reyes Mate cuando insiste, con Walter Benjamin, que el presente puede ser iluminado en un instante a través de la fuerza fugaz de un pasado olvidado. Al volver la mirada a la representación de la Noche de los Cristales en los medios de la época descubrimos que estos hechos también nos conciernen en España. Por un lado, republicanos españoles y judíos europeos -muy especialmente aquellos que se alistaron en la Brigadas Internacionales- reconocieron entonces que sus destinos estaban entrelazados. Por otro, los enraizados prejuicios y estereotipos antisemitas, con que se prodigaron en noviembre de 1938 quienes finalmente vencieron la Guerra Civil, han perdurado durante décadas. Sus resabios y ramificaciones forman parte de nuestro presente. (El País, 11/11/08)



España, noviembre de 1938



La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5180
Publicada el 11 de noviembre de 2008
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 31 de julio de 2020

[HISTORIA] Recapitulación sobre la pandemia del Covid-19



El epidemiólogo Fernando Simón


En el último siglo ha aumentado el peso de los expertos en la resolución de las crisis[, -comienza diciendo en su artículo [La pandemia, los expertos y los políticos. Revista de Libros. 1/7/2020] el profesor y Doctor en Economía por la Universidad de Yale, Francisco Bello-. Pero esto presenta más dificultades de lo que parece.  Presuntamente, una autoridad científica ha de ser independiente. A la vez, ha sido reclutada por políticos que deben responder ante la ciudadanía. El equilibrio es complicado. Durante la reciente pandemia, el asesoramiento de los especialistas ha contribuido decisivamente a que se adoptara la decisión en política económica más trascendental dentro de la historia de la humanidad durante un periodo de paz: los países, con algunas excepciones, han decidido parar voluntariamente la mayor parte de su actividad económica y aislar a sus poblaciones en sus casas. ¿Balance? Analizaremos en qué han fallado los modelos usados para estudiar la pandemia y el papel cada vez más político y menos científico de quienes los auspiciaban.  Los dos factores combinados han ido erosionando, de forma gradual pero inexorable, la confianza que la sociedad tiene en los expertos y, por extensión, en la ciencia en la que supuestamente basan sus recomendaciones.

Los expertos, sus modelos y la política

El papel de los expertos no ha dejado de crecer desde el New Deal en Estados Unidos. En España tomó gran ímpetu hace años, con la creación de, por ejemplo, las Comisiones Nacionales de la Competencia o Energía. Un ejemplo a destacar es el de los bancos centrales independientes: después del colapso del modelo de Bretton Woods y la presión inflacionista de los años setenta, resultaba evidente que el cortoplacismo que caracteriza a los políticos llevaba a estos a tomar decisiones que, ignorando los efectos a medio plazo, buscaban inflar la actividad económica en el corto plazo. Con bancos centrales independientes, se elimina este sesgo y se obtiene una menor inflación. En este sentido, y en este caso, el experimento ha tenido bastante éxito.

Dos elementos parecen fundamentales para que funcione este sistema, que no deja de presentar debilidades desde el punto de vista de su supervisión y su representatividad democrática: que estos organismos sean suficientemente competentes, y sus decisiones fundamentalmente técnicas y no políticas. Volviendo al ejemplo de los bancos centrales: su función no generó controversia mientras el instrumento fundamental de política monetaria fue el tipo de interés a corto plazo y no estuvo en su mano financiar directamente a los gobiernos. Con la crisis de 2008, seguida por la crisis del euro en 2011, muchos bancos centrales tuvieron que expandir estos instrumentos comprando, incluso, bonos del sector privado y adquiriendo deuda pública en cantidades que hacen difícil creer que, en definitiva, y aunque sea indirectamente, no estuvieran financiando a los gobiernos. Esto ha generado la percepción de que han dejado de operar bajo criterios eminentemente técnicos y están tomando decisiones que son cada vez más políticas. A partir de entonces han aumentado las tensiones en relación con su independencia, y, por tanto, su gestión se ha hecho mucho más polémica.

Con el paso del tiempo, un número creciente de políticos han descubierto las ventajas de justificar sus decisiones escudándose en el consejo de expertos, normalmente científicos que basan sus recomendaciones en complejos modelos matemáticos difíciles de discernir para el común de los mortales. Estos modelos, incluso los más sofisticados y refinados, reflejan una versión muy simplificada y parcial de la realidad, ignorando muchos factores presentes en el mundo real. Por ejemplo, los primeros modelos económicos que analizaron el crecimiento concedieron gran importancia a la productividad. Pero ¿cómo explicaban esta? De ninguna manera. Simplemente, la suponían. ¿Fueron modelos fallidos? Al contrario: fue muy útil centrarse en este factor. El error habría sido usar los modelos para hacer recomendaciones sobre cómo aumentar la productividad, ya que, como se ha dicho, sobre este punto no tenían nada que ofrecer. Los modelos son tan buenos como los supuestos en los que se basan, y que determinan qué pueden aportar y que no. Son, por tanto, un elemento más, y no siempre el más importante, de los muchos que deberían usarse para diseñar las distintas políticas. La eficiencia económica a veces requiere medidas inaceptables por sus consecuencias sociales: unas políticas asumibles en un país no lo son en otro por sus tradiciones e historia, con independencia de que sean más o menos eficientes. El análisis económico nos ayuda a identificar, con mayor o menor precisión, cuáles podrían ser las diferentes consecuencias de adoptar distintas políticas. Cuál adoptar en concreto es una decisión que cada país toma basándose en su tradición y sistema social y político.

Los expertos y sus modelos para el Covid-19: ¿qué ha fallado?

En la reciente pandemia del Covid-19, estos problemas se han manifestado de forma muy aguda. Las predicciones de los modelos epidemiológicos usados para estudiar la evolución de la pandemia han llevado a muchos países, como principal o única medida importante, a decretar el confinamiento de la mayor parte de su población y, por primera vez en la historia, de su capacidad productiva, y se siguen usando para determinar cuándo y cómo reiniciar la actividad. Desgraciadamente, son cada vez más los científicos que coinciden en afirmar que las predicciones de estos modelos han sido desastrosas, incluso si se incorpora el efecto positivo que han tenido en reducir los contagios. Entra dentro de lo posible que, salvo en países donde los sistemas sanitarios se vieron desbordados (es decir, Italia, España y poco más), y solo mientras esto sucedía, las medidas adoptadas hayan traído la miseria a millones de personas, en lugar de salvar vidas.

El modelo más famoso ha sido el desarrollado en el Imperial College por un equipo liderado por Neil Ferguson. Las predicciones de Ferguson, que tuvo que dimitir al violar el confinamiento para ver a su amante, poniendo así en riesgo a la familia de ésta (él había pasado ya el Coronavirus), han recibido gran atención mediática, en buena medida por su carácter sensacionalista. Desgraciadamente, han marrado por entero la diana. En 2005, Ferguson predijo que hasta 150 millones de personas podrían morir por la gripe aviar, la cual, finalmente, sólo produjo 282 muertes en todo el mundo entre 2000 y 2009; en 2002 había anticipado que hasta 150,000 personas morirían del mal de las vacas locas, causante en el Reino Unido de sólo 177 defunciones; y en 2009 anunció que, en un escenario extremo pero razonable, la gripe porcina mataría a 65,000 personas en el Reino Unido, siendo así que la cifra real se redujo a 457. Con este bagaje, y tras muchas críticas, los códigos del modelo Covid-19 se han hecho públicos (requisito fundamental de cualquier investigación científica), resultando que el artefacto de Ferguson se basaba en un modelo de hace trece años, que carecía de documentación que explique en detalle cómo se diseñó, la evolución del diseño, etc. Para colmo, este último había sido elaborado, además, para otro tipo de pandemia. En vista de esto, distintos investigadores han cuestionado la viabilidad del modelo y, por tanto, sus predicciones.

En el aspecto conceptual, las críticas a los modelos epidemiológicos se centran, fundamentalmente, en cómo incorporan dos factores críticos: la tasa de mortalidad y la de contagio.

Sobre la tasa de mortalidad existía en un comienzo mucha incertidumbre. Estudios fiables realizados posteriormente sugieren que el Covid-19 no tiene una tasa de mortalidad particularmente alta, sin duda, mucho menor que lo que se pensó al principio. El Centro para la Prevención de Enfermedades en EEUU, CDC por sus siglas en inglés, estima ahora una tasa de mortalidad en torno al 0.2 por ciento o menor, muy lejana del 1 o 2 por ciento que algunos de estos modelos asumieron inicialmente. Pero las proyecciones de muertos también dependen de la tasa de contagio, y es aquí donde estos modelos encierran una simplificación absurda de la realidad.

Asumamos que la tasa de contagio es de 2.  Esto quiere decir que cada persona que tiene el virus contagia a otras dos y cada una de estas dos personas contagia a otras dos y así sucesivamente. El contagio, por tanto, adquiere una evolución exponencial, por lo que en poco tiempo llega a ser masivo. El confinamiento es una forma de reducir esta tasa e impedir la evolución exponencial de la propagación del virus. Cuanto más estricto el confinamiento, más baja la tasa de contagio, menos contagiados y, por ende, menos muertos. El problema es que, como en el caso de los modelos de crecimiento que obtienen crecimiento porque lo suponen postulando una determinada productividad que no analizan, en estos modelos epidemiológicos se obtiene una pandemia porque se asume una tasa de contagio arbitrariamente mayor que uno y constante. ¿Cómo se modela el efecto del confinamiento? Pues suponiendo, también de forma arbitraria, que la tasa de contagio cae por debajo de uno, ese efecto será tanto mayor cuanto más estricto el confinamiento. Los errores catastróficos en las proyecciones de estos modelos se deben a que este factor de contagio no solo no es constante, sino que depende del comportamiento de la gente, el cual, a su vez, se ve influenciado por la información disponible y la sensación de riesgo. Esta es la razón por la que, sin necesidad de confinamiento, la tasa de contagio cae como consecuencia de lavarse las manos, evitar eventos multitudinarios, respetar cierto distanciamiento social etc.

Otro factor importante, ignorado por muchos de estos modelos, es la enorme diferencia que hay en la mortalidad dependiendo de la edad. Entre los contagiados por el Covid-19, aquellos mayores de setenta años tienen una tasa de mortalidad dos veces mayor que los que tienen sesenta años, diez veces mayor que los cincuentones, cuarenta veces mayor que los que están en la cuarentena, cien veces mayor que los que tienen treinta, trescientas veces mayor que los veinteañeros y tres mil veces mayor que los niños. Con estas diferencias tan enormes, no parece lógico que, si se tiene en cuenta el riesgo para cada grupo de edad, se aplique el mismo tipo de confinamiento o ‘desconfinamiento’ a toda la población.

¿Había alguna otra alternativa?

Últimamente, varios epidemiólogos, médicos y economistas críticos con las políticas adoptadas para combatir el virus han planteado una estrategia alternativa que incorpora estos elementos y que, si bien ya no puede evitar lo hecho, puede ayudar a diseñar la normalización de la actividad, a combatir repuntes de la infección en los próximos meses o puede ser aplicada para enfrentar futuras pandemias.

Dada la agresividad del virus, su extensión global y el impacto de contagios que tienen los infectados asintomáticos es imposible ya contener el virus y, por tanto, deberíamos llegar a obtener la inmunidad colectiva cuanto antes y con el menor número de víctimas posible. Partiendo de esta premisa, hay dos opciones. Uno, mantener un confinamiento estricto hasta que se obtenga la inmunidad a través de una vacuna o se logre, en su defecto, un tratamiento efectivo que reduzca sustancialmente la tasa de mortalidad; dos, conseguir la inmunidad como se ha hecho toda la vida, es decir, a través del contagio natural, pero minimizando las víctimas mortales. No parece que las estrategias seguidas en la mayoría de los países sean consistentes con ninguna de estas dos opciones. Por ejemplo, los confinamientos estrictos tienen un costo económico tan elevado, que no pueden mantenerse hasta obtener una vacuna que quizá tarde más de un año en llegar. Los confinamientos universales protegen a la gente sana a costa de poner en peligro a los grupos de riesgo en la medida en que, a falta de tratamientos efectivos o una vacuna, previenen el desarrollo, o cuando menos lo retrasan, de la inmunidad colectiva. Además, cualquier desescalada está abocada, por pura lógica, a producir rebrotes de contagio que podrían desencadenar futuros confinamientos. La forma de equilibrar la necesidad de proteger a los grupos de riesgo, a la vez que se avanza en la obtención de la inmunidad, pasa por aislar sólo a los grupos de mayor riesgo, hasta que se haya alcanzado la inmunidad colectiva, o, al menos, durante el periodo de contagio exponencial del virus. Varios economistas han desarrollado modelos en los que tratan de estimar el impacto económico y sanitario de adoptar medidas de aislamiento que varíen por edad. Por ejemplo, Acemoglu, catedrático de economía en el MIT, y varios coautores, han desarrollado un modelo que distingue tres grupos de edad y distintos parámetros de infección, hospitalización y muerte para los distintos grupos. Con estas premisas, concluyen que el impacto económico de los confinamientos generalizados es innecesariamente alto. En su modelo, la política óptima, esto es, la que reduce el costo económico y el número de muertes, combina un confinamiento estricto para los mayores, medidas de distanciamiento social sin confinamiento para el resto y una estrategia de test y rastreo de infectados efectiva. Según las predicciones de este modelo el coste económico se reduce por un factor de doce y el número de muertes por un factor de seis con respecto a la estrategia de confinamientos generalizados.

En contra de la discusión pública que ha dominado el debate, estos modelos destacan que la dicotomía entre el costo económico y humano no es tan simple como se ha dado a entender. En el modelo de Acemoglu, teniendo en cuenta los riesgos de cada grupo de edad, se puede, como se ha dicho, reducir inicialmente ambos respecto a la estrategia de confinamiento, aunque, a partir de un determinado momento, seguir reduciendo el número de muertos tiene un costo económico. En otro modelo bastante simple, Cochrane, catedrático de economía en la universidad de Chicago, muestra, en su línea liberal tradicional, que, asumiendo que la gente modifica su comportamiento en función del riesgo de contagio y mortalidad, los confinamientos estrictos no son necesarios. La gente asumirá más o menos riesgos dependiendo de cómo sea la evolución de los contagios a su alrededor. Así, si incurrimos en más riesgos socializando y descubrimos que los contagios a nuestro alrededor aumentan y el virus se vuelve a extender, seremos más prudentes, tomaremos más en serio las medidas de distanciamiento social y haremos que el riesgo de contagio vuelva a caer. En términos técnicos, la tasa de contagio fluctuará en torno a uno, por encima cuando nos relajemos, por debajo cuando tengamos más cuidado, pero en ningún caso se repetiría una evolución exponencial del virus.

Hay otro factor que se ha tenido muy poco en cuenta y que va a ser muy importante a medida que pase el tiempo y es, precisamente, el factor temporal.

En momentos en que la emergencia sanitaria satura la capacidad hospitalaria, como sucedió en determinados lugares y durante un tiempo limitado en Italia y España, concentrarnos mucho en el hoy ignorando el mañana es necesario, pero no deja de tener también efectos negativos. Centrándose exclusivamente en los efectos médico-sanitarios la estrategia de confinamiento busca, en parte, evitar la saturación de los sistemas sanitarios, posponiendo intervenciones médicas no esenciales. Sin embargo, el impacto de estas decisiones no ha sido discutido ni, parece, tenido en cuenta a la hora de tomar decisiones sobre el confinamiento y su duración. Así, por ejemplo, en Inglaterra, se ha pasado de diagnosticar de media treinta mil casos de cáncer al mes en tiempos normales, a diagnosticar cinco mil durante la pandemia. Por tanto, de media, habrá cincuenta mil personas (más ahora, en que el confinamiento está en su tercer mes) que serán diagnosticadas de cáncer con, al menos, uno o dos meses de retraso, reduciendo así su probabilidad de sobrevivir a la enfermedad. Son cada vez más los estudios que destacan este impacto. En Estados Unidos, las consultas por infarto cerebrales han caído un cuarenta por ciento, y la mitad de los pacientes en quimioterapia no están recibiendo el tratamiento. Como en el caso de Inglaterra (y parece que esto es común en todo el mundo), el número de nuevos diagnósticos de cáncer ha caído sustancialmente, en torno a un tercio de las revisiones de pacientes que padecieron cáncer no están llevándose a cabo, los trasplantes se han reducido casi un noventa por ciento respecto al año anterior, y más de la mitad de los niños no están siendo vacunados. A esto hay que añadir el impacto en la salud, física y mental, de la crisis económica autoinfligida. Algunos estudios sugieren que la pérdida de empleo e ingresos y la incertidumbre sobre el futuro incrementan la mortalidad pues suben el consumo de alcohol, drogas, las enfermedades nerviosas y los suicidios. La incidencia de estos factores afecta desproporcionadamente a aquellas personas con menores ingresos. Según algunas estimaciones, en Estados Unidos la pérdida de entre diez y veinticuatro millones de dólares de ingresos resulta en una muerte adicional.  Cuando se tienen en cuenta todos estos factores, el impacto del confinamiento en la salud pública puede ser ya muy superior al del Coronavirus.

La desconfianza en los expertos

Muchos, en estos tiempos modernos, apelan a la ciencia de forma supersticiosa, pseudo religiosa, como el principio y fin de la verdad, sin reconocer sus límites. En esta pandemia se ha hecho excesivo caso a epidemiólogos que han basado sus recomendaciones en modelos que no estaban diseñados para analizar este problema y en médicos para los que el ‘aquí y ahora’, es decir, salvar la vida de aquellos que corren peligro inmediato, sobrepuja a cualquier otra consideración. Así se han ignorado o, cuando menos, se han infravalorado, los efectos económicos y sanitarios presentes y futuros. Para agravar más la situación, muchos expertos han abusado de la confianza que la gente tiene en la ciencia como un árbitro imparcial y honesto para analizar y proponer soluciones. Al fin y al cabo, los científicos no dejan de ser humanos con ideología y prejuicios, que sangran si los pinchan, se ríen si les hacen cosquillas, mueren si les envenenan y se vengan si los agravian. Este abuso ha adoptado varias formas; una, como hemos vista anteriormente, es no ser honestos y transparentes respecto de la precisión con que los modelos científicos nos permiten predecir el futuro y, por tanto, prescribir soluciones. La falsa precisión es, al fin y al cabo, tan peligrosa o más que la imprecisión. Esta dinámica, llevada al extremo, erosiona la confianza de la opinión pública en los supuestos expertos, que dejan de ser considerados como científicos imparciales, y termina expulsando el realismo de cualquier discusión, que pasa a ser dominada por el sentimentalismo tan característico de los tiempos modernos.

Los ejemplos abundan. ¿Es posible que consideraciones estrictamente científicas lleven, como ha ocurrido en España, en cuestión de días, a considerar el uso de mascarillas innecesario, recomendable, necesario y, finalmente, obligatorio?

En Estados Unidos, en algunos estados, eran consideradas esenciales las clínicas abortivas, que permanecieron abiertas, y las tiendas de venta de marihuana, mientras que en otros la venta de pintura o semillas estaba prohibida, incluso en supermercados que permanecían abiertos para otros productos. En Nueva York, las recomendaciones de los expertos frenaron el paso de una fase a otra porque no se había alcanzado uno de los criterios, tener disponibles el treinta por ciento de las plazas de unidades de cuidados intensivos, pues en el momento de la decisión sólo lo estaban el veintiocho por ciento. ¿El análisis científico permite verdaderamente afinar tanto? No olvidemos que retrasar el paso de fase puede abocar a muchos empresarios a la bancarrota. Al menos, en este caso los criterios eran públicos y transparentes, cosa que en España no ha sucedido, produciendo incluso una mayor sospecha de arbitrariedad. En España se nos ha intentado convencer de que varias decenas de personas habían supuesto, al reunirse en una céntrica calle de Madrid cuando los contagios estaban ya disminuyendo (y a pesar de que una buena parte guardara la distancia de seguridad y la mayoría llevasen mascarillas), un peligro para la salud pública, siendo por el contrario marginal el efecto de una manifestación de decenas de miles en la fase inicial de propagación exponencial del virus.

En Estados Unidos, y a raíz de las protestas después de la muerte de George Floyd, en ninguna de las cuales se respetaron las medidas de confinamiento dictadas en los distintos estados, un numeroso grupo de expertos sanitarios, al menos mil trescientos, han firmado un manifiesto en que, entre otras cosas, dicen que las protestas eran vitales para la salud pública nacional y especialmente para la amenazada salud de la gente negra. Se añadía que, por el contrario, protestas contra el confinamiento, cimentadas en el nacionalismo blanco, son contrarias al respeto por las vidas de los negros y deben, por tanto, ser prohibidas. A ambos lados del Atlántico parece que el riesgo para la salud cambia dependiendo de qué sea aquello contra lo que se protesta. Más ejemplos: un antiguo director del Centro para la Prevención de Enfermedades pasaba, en cuestión de días, de decir que el virus no iba a desaparecer si no nos quedamos en casa, permitiendo así que se fortalezcan los sistemas sanitarios, a afirmar que el riesgo de expandir el Covid por las protestas del movimiento Black Lives Matter es minúsculo comparado con el riesgo que genera la enfermedad cuando la sociedad pierde la confianza en su gobierno.  Una epidemióloga sostenía recientemente que no manifestarse para exigir el fin del racismo sistémico en estos momentos envolvía peligros para la salud mucho más graves que los producidos por la propagación del virus. La pregunta es obvia, ¿en qué absurdos criterios científicos se basan todas estas afirmaciones?

No tranquiliza que se pueda predecir el color político de los expertos basándose en los análisis y las recomendaciones que, supuestamente, hacen en tanto que expertos, es decir, a partir de criterios puramente científicos. Y no parece tampoco razonable que los políticos se escuden detrás de presuntos criterios científicos para evitar cualquier crítica. Cuando se invoca el aval de la ciencia para tomar decisiones que se muestran dramáticamente erradas, no previenen crisis graves o resultan burdamente arbitrarias, aumenta por fuerza la desconfianza en los expertos y, por extensión, su supuesta ciencia. Todo ello nos aparta de lo deseable: una situación en que, más allá de las pasiones personales y burdas manipulaciones partidistas, existan criterios objetivos que nos ayuden a mantener discusiones civilizadas en las que basar las grandes decisiones colectivas. Criterios científicos que son aceptados mayoritariamente por su carácter imparcial, atemporal y universal.

En el contexto actual, y si nada hace cambiar esta dinámica, el distanciamiento social que persista una vez superada la pandemia no va a ser el físico sino, sobre todo, el moral. Una cosa es diferir en algún punto concreto dentro de una coincidencia básica sobre puntos fundamentales. Otra, que la sociedad se polarice en grupos irreconciliables. En el primer caso, la convivencia es posible. No en el segundo".






La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt





Entrada núm. 6269
https://harendt.blogspot.com
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)