martes, 18 de febrero de 2025

Del fin de Occidente. Entrevista a Emmanuel Todd

 








Emmanuel Todd. Historiador y antropólogo, ha trabajado en el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de París. Su investigación se centra en la evolución de las estructuras familiares como indicador de las transformaciones políticas. Adquirió relevancia internacional a partir de la desaparición de la URSS, al haber vaticinado este acontecimiento en un estudio publicado en 1976 bajo el título La caída final.

Con una experiencia de décadas trabajando entre estadísticas y datos, Emmanuel Todd se apoya en estos mismos elementos para vaticinar en su nuevo libro la derrota de Occidente. La intuye en la deficiencia industrial de Estados Unidos, en la desaparición del protestantismo y en la preferencia que muchos países tienen por Rusia. Asegura que «nuestra modernidad cultural parece (…) bastante insensata en el mundo exterior» y que Occidente no puede pretender que triunfe su moral si, a la vez, vive «del trabajo mal pagado de los hombres, mujeres y niños del antiguo ‘tercer mundo’». En su mirada a Rusia, a la que ve como clara vencedora de la guerra contra Ucrania, lamenta que a Occidente le haya cegado su rechazo, impidiéndole ver que no se trata del país en decadencia que los medios retratan, sino de uno que está experimentando una rápida reestructuración y recuperación.

Todd sostiene que lo que pretende aportar con su obra es un análisis objetivo y no un juicio moral. Sus conclusiones, declara, no son sus deseos, ha llegado a ellas a través de los datos, no de sus anhelos. Se defiende así de las etiquetas de putinófilo y reaccionario, aceptando como única acusación la de «lealtad a lo real».

Según usted, pregunta a Todd el autor de la entrevista, [Alexandre Devecchio, Nueva Revista, 10/02/2025]. su libro «La derrota de Occidente», Akal, 2024, tiene como punto de partida, principalmente, la entrevista que concedió a Le Figaro hace justo un año, titulada «La Tercera Guerra Mundial ha comenzado»1. Ahora, usted afirma que Occidente ha sido derrotado. Pero la guerra no ha terminado… 

—La guerra no ha terminado, pero Occidente ha salido de la ilusión de una posible victoria ucraniana2. Esto no era evidente para todos cuando escribía, pero hoy, después del fracaso de la contraofensiva de este verano3 y la constatación de la incapacidad de Estados Unidos y otros países de la OTAN para suministrar suficientes armas a Ucrania, el Pentágono estaría de acuerdo conmigo. Mi análisis de esta derrota se basa en tres factores: 

1. La deficiencia industrial de Estados Unidos4, con la revelación del carácter ficticio de su PIB. En mi libro, desinflo este PIB y muestro las causas profundas del declive industrial: la insuficiencia en la formación de ingenieros y, de manera más general, la caída del nivel educativo desde 1965 en Estados Unidos.

2. Profundizando más, la desaparición del protestantismo estadounidense5, que es el segundo factor de la caída de Occidente. Mi libro es, en el fondo, una continuación de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, de Max Weber6. Weber entendía, con razón, a las puertas de la Primera Guerra Mundial, que el ascenso de Occidente era en realidad el ascenso del mundo protestante: Inglaterra, Estados Unidos, la Alemania unificada por Prusia y Escandinavia. Francia tuvo la suerte de estar geográficamente pegada a este grupo de cabeza. El protestantismo había generado un alto nivel educativo sin precedentes en la historia humana: la alfabetización universal, ya que exigía que cada fiel pudiera leer por sí mismo las Santas Escrituras. Además, el miedo a la condenación y la necesidad de sentirse elegido por Dios inducían una ética del trabajo, así como una fuerte moralidad individual y colectiva. 

No obstante, esto también tuvo su lado negativo: algunos de los peores racismos de la historia, como el racismo contra los negros en Estados Unidos o el antisemitismo en Alemania, porque, con sus elegidos y condenados, el protestantismo renunciaba a la igualdad católica de los hombres7. Su avance educativo y su ética del trabajo produjeron consecuentemente un avance económico e industrial considerables. 

Hoy, de manera simétrica, el reciente colapso del protestantismo ha desencadenado un declive intelectual, la desaparición de la ética del trabajo y una codicia de masas (cuyo nombre oficial es «neoliberalismo»). El ascenso se ha convertido en caída para Occidente. Esta interpretación del elemento religioso no conlleva en mí ninguna nostalgia ni lamentación moral: es una constatación histórica. Además, el racismo asociado al protestantismo también está desapareciendo y Estados Unidos tuvo su primer presidente negro, Obama. Eso es algo que solo podemos celebrar. 

—¿Y cuál es el tercer factor?

—La preferencia del resto del mundo por Rusia. Esta ha encontrado en todas partes discretos aliados económicos. Un nuevo soft power ruso conservador (anti-LGBT)8, ha operado a plena potencia en el momento en que quedó claro que Rusia resistía el impacto económico. 

Nuestra modernidad cultural parece, en efecto, bastante insensata en el mundo exterior9. Es un análisis antropológico, no un juicio moral retrógrado. Además, como vivimos del trabajo mal pagado de los hombres, mujeres y niños del antiguo «tercer mundo»10, nuestra moral no resulta creíble. 

En este libro, el último que escribo, quiero escapar de la emoción y del juicio moral permanente que nos envuelven y proponer un análisis desapasionado de la situación geopolítica. Atención, revelación intelectual: me intereso en mi libro por las causas profundas y de larga duración de la guerra de Ucrania, lloro la desaparición de mi padre espiritual en historia, Emmanuel Le Roy Ladurie11, y lo confieso todo: ¡no soy un agente del Kremlin, soy el último representante de la escuela histórica francesa de los Annales12!

—¿Se puede hablar realmente de una guerra mundial? ¿Y ha ganado realmente Rusia? Estamos más bien en una especie de statu quo…

—Estados Unidos intentará buscar un statu quo para ocultar su derrota. Pero Rusia no lo aceptará. No solo es consciente de su superioridad industrial y militar inmediata, sino también de su futura debilidad demográfica.

Putin quiere alcanzar sus objetivos bélicos economizando hombres y tomándose su tiempo. Quiere preservar la conquista de la estabilidad de la sociedad rusa, evitar la remilitarización y continuar con el desarrollo económico. Pero sabe que en pocos años (¿tres, cuatro, cinco?) el reclutamiento militar será más difícil debido a una caída demográfica. Por ello, Rusia debe golpear a Ucrania y a la OTAN ahora, sin permitirles ninguna pausa. No debemos hacernos ilusiones: el esfuerzo ruso se intensificará. 

El rechazo de Occidente a entender la estrategia rusa en su lógica, con sus razones, sus fortalezas y sus limitaciones, ha llevado a una ceguera generalizada. En el plano militar, lo peor está por venir para los ucranianos y los occidentales. Sin duda, Rusia quiere recuperar el 40 por ciento del territorio ucraniano y lograr un régimen neutralizado en Kiev. Mientras tanto, al mismo tiempo que Putin afirma que Odessa es una ciudad rusa, en nuestros platós de televisión se sigue afirmando que el frente se está estabilizando… 

—Para demostrar el declive de Occidente, usted insiste en la tasa de mortalidad infantil. ¿Por qué es relevante este indicador?

—Observar la subida de la mortalidad infantil en la URSS entre 1970 y 1974, y la posterior suspensión de estas estadísticas por parte del gobierno soviético, me llevó a predecir en La caída final (1976) que el régimen no tenía futuro. Por lo tanto, es un parámetro probado. 

Hoy, Estados Unidos está rezagado respecto a todos los países occidentales en términos de mortalidad infantil. Los más avanzados son los países escandinavos y Japón, pero Rusia también está por delante. Francia lo hace mejor que Rusia, aunque muestra signos de un posible repunte. Pero, en cualquier caso, estamos por detrás de Bielorrusia. Esto significa que la narrativa que nos venden sobre Rusia es en gran parte falsa. Se nos presenta a Rusia como un país en decadencia, enfatizando sus aspectos autoritarios, pero no se reconoce que está en una fase de rápida reestructuración. Su caída fue brutal, pero su recuperación está siendo asombrosa. 

Todo esto significa, ante todo, que debemos considerar otra realidad distinta de la que transmiten nuestros medios. Ciertamente, Rusia es una democracia autoritaria (que no protege a sus minorías) y tiene una ideología conservadora. Sin embargo, su sociedad está cambiando, volviéndose cada vez más tecnológica, con un número creciente de elementos que funcionan perfectamente. Decir esta realidad me define como un historiador serio y no como un putinófilo. Todo putinófilo responsable debería haber tomado la medida de su adversario. Además, subrayo que Rusia, al igual que Occidente, al que consideraba en decadencia, tiene un problema demográfico. La legislación rusa anti-LGBT, si bien seduce probablemente al resto del mundo, no lleva a los rusos a tener más hijos que nosotros. Rusia no escapa a la crisis general de la modernidad. No existe un contra-modelo ruso.

Sin embargo, no es imposible que la hostilidad general de Occidente estructure y fortalezca el sistema ruso, al suscitar un patriotismo de unión. Las sanciones han permitido al régimen ruso lanzar una política de sustitución proteccionista a gran escala, algo que nunca habría podido imponer por sí solo a los rusos y que dará a su economía una ventaja considerable sobre la de la UE. La guerra ha reforzado su cohesión social, aunque la crisis del individualismo también existe en Rusia, con los restos de la estructura familiar comunitaria actuando solo como un freno moderador. El individualismo que muta completamente en narcisismo solo se desarrolla en países donde predominaba la familia nuclear, especialmente en el mundo angloamericano. Atrevámonos con un neologismo: Rusia es una sociedad de «individualismo encuadrado», como Japón o Alemania.

Mi libro propone una descripción de la estabilidad rusa y, avanzando hacia Occidente, analiza la enigmática descomposición de la sociedad ucraniana, que ha encontrado en la guerra un sentido para su existencia. Luego aborda el carácter paradójico de la nueva rusofobia en las antiguas democracias populares, la crisis de la UE y, finalmente, la crisis de los países anglosajones y escandinavos. Este recorrido hacia el oeste nos lleva por etapas al núcleo mismo de la inestabilidad del mundo. Es una inmersión en un agujero negro. El protestantismo angloamericano ha alcanzado un «grado cero» de la religión, más allá del estado zombi, y ha generado este agujero negro. En Estados Unidos, a comienzos del tercer milenio, el miedo al vacío se transforma en la deificación de la nada, en nihilismo13.

—Hablar de democracia autoritaria en Rusia, ¿no es demasiado halagador?

—Debemos salir de la dicotomía entre democracia liberal y autocracia demente. Las democracias liberales son más bien oligarquías liberales, con élites desconectadas de la población, nadie salvo los medios de comunicación se preocupa por la remodelación en Matignon14. Frente a eso habría que utilizar otro concepto que sustituya al de autocracia o neoestalinismo. En Rusia, la mayoría de la población apoya el régimen, pero las minorías (gays, grupos étnicos, oligarcas) no están protegidas. Es una democracia autoritaria, que se nutre del antiguo temperamento comunitario ruso que antes produjo el comunismo. El término «autoritario» pesa tanto como el término «democracia».

—Partiendo de su crítica a la decadencia de las «oligarquías liberales», podría pensarse que envidia el segundo modelo…

—Absolutamente no. Soy antropólogo: a fuerza de estudiar la diversidad de las estructuras familiares y los temperamentos políticos, he aceptado la diversidad del mundo. Pero soy occidental, y nunca he aspirado a ser otra cosa. Mi familia materna se había refugiado en los Estados Unidos durante la guerra, me formé en la investigación en Inglaterra, donde descubrí hasta qué punto soy francés y no otra cosa. ¿Por qué querría trasladarme a Rusia? Siento este tipo de acusación como una amenaza a mi ciudadanía francesa, especialmente porque, me disculpo, nacido en el establishment intelectual, formo parte, en un sentido modesto, no financiero, de la oligarquía: antes que yo, mi abuelo había publicado antes de la guerra en Gallimard.

—Usted relaciona el declive de Occidente con la desaparición de la religión —en particular el protestantismo— y fecha esta desaparición en las leyes sobre el matrimonio gay15…

—No he dado ninguna opinión personal sobre este tema social. Solo soy un sociólogo de la religión demasiado feliz de tener un indicador preciso para situar en el tiempo el paso de la religión de un estado zombi a un estado cero. En mis libros anteriores, había introducido el concepto de un estado zombi de la religión: la creencia ha desaparecido, pero las costumbres, valores y capacidades de acción colectiva heredadas de la religión subsisten, a menudo traducidas al lenguaje ideológico, nacional, socialista o comunista. Pero la religión alcanza, en este inicio del tercer milenio, un estado cero (nuevo concepto), que capto a través de tres indicadores. Siempre busco indicadores estadísticos para evaluar los fenómenos tanto morales como sociales: soy fan de Durkheim, el fundador de la sociología cuantitativa, incluso más que de Weber.

En la fase zombi, las personas ya no van a misa, pero aún bautizan a sus hijos; la desaparición del bautismo es hoy evidente, alcanza la fase cero. En la fase zombi, aún se entierran a los muertos, siguiendo de este modo el rechazo de la Iglesia a la incineración; hoy, la difusión masiva de la incineración se ha convertido en la práctica más generalizada, cómoda y no cara: fase cero alcanzada. Finalmente, el matrimonio civil de la era zombi tenía todas las características del antiguo matrimonio religioso: un hombre, una mujer, hijos que hay que educar. Con el matrimonio entre personas del mismo sexo, que no tiene ningún sentido para la religión, salimos del estado zombi, y gracias a las leyes del matrimonio para todos, podemos fechar el nuevo estado cero de la religión.

—Con el tiempo, ¿no se ha vuelto usted un poco reaccionario?

—Fui criado por una abuela que me decía que, sexualmente, todos los gustos están en la naturaleza, y soy fiel a mis ancestros. Así que, LGB, bienvenido. Para mí, la cuestión trans es otra cosa. Las personas involucradas deben, por supuesto, ser protegidas. Pero la fijación de las clases medias occidentales sobre esta cuestión ultraminoritaria16 plantea una cuestión sociológica e histórica. Constituir como horizonte social la idea de que un hombre puede realmente convertirse en mujer y una mujer en hombre, es afirmar algo biológicamente imposible. Es negar la realidad del mundo, es afirmar lo falso.

La ideología trans es, por lo tanto, para mí, una de las banderas de este nihilismo que define ahora a Occidente, esa pulsión de destrucción, no solo de las cosas y los hombres, sino de la realidad. Pero, nuevamente, no estoy en nada abrumado aquí por la indignación ni por la emoción. Esta ideología existe y debo integrarla en un modelo histórico. A la hora del metaverso, no sabría decir si mi lealtad a lo real me convierte en un reaccionario.


NOTAS:

https://www.lefigaro.fr/vox/monde/emmanuel-todd-la-troisieme-guerre-mondiale-a-commence-20230112 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/vox/monde/la-defaite-de-l-ukraine-serait-aussi-la-defaite-des-europeens-donnons-lui-les-moyens-de-se-battre-20231205 ↩︎

Se refiere al verano de 2023. https://www.lefigaro.fr/international/l-ukraine-dans-l-impasse-apres-l-echec-de-la-contre-offensive-20231106 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/societes/etats-unis-la-greve-dans-l-industrie-automobile-menace-toute-la-filiere-20231023 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/flash-actu/aux-etats-unis-de-plus-en-plus-d-americains-se-disent-sans-religion-20211214 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/actualite-france/jean-eric-schoettl-la-violence-legitime-de-l-etat-est-pour-max-weber-une-necessite-fonctionnelle-20230406 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/vox/societe/luc-ferry-le-christianisme-est-un-universalisme-20220824 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/international/vladimir-poutine-accroit-la-repression-anti-lgbt-20230124 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/actualite-france/wokisme-noel-maria-ces-mots-que-deconseille-la-commission-europeenne-20211130 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/international/le-sud-global-une-nouvelle-vision-du-tiers-monde-20230621 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/culture/mort-de-l-historien-emmanuel-le-roy-ladurie-20231123 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/vox/culture/2017/03/17/31006-20170317ARTFIG00321-des-romantiques-a-patrick-boucheron-les-transformations-de-la-science-historique.php ↩︎

https://www.lefigaro.fr/vox/monde/aux-etats-unis-les-somnambules-du-wokisme-20240111 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/politique/remaniement-l-irresistible-ascension-de-gabriel-attal-communicant-hors-pair-et-bon-eleve-du-macronisme-20240109 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/actualite-france/mariage-pour-tous-une-decennie-d-evolutions-et-de-polemiques-20230421 ↩︎

https://www.lefigaro.fr/actualite-france/le-cas-des-eleves-trans-devant-le-conseil-d-etat-20231214 ↩︎

La foto que ilustra el artículo es de Zelch Csaba, cuenta con licencia Creative Commons y se puede encontrar aquí en el repositorio Pexels.

Esta entrevista fue publicada en «Le Figaro» el 12 de enero de 2024 y puede consultarse en este enlace. La reproducimos con licencia y autorización de «Le Figaro» en una traducción realizada por Magdalena García Más.














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