domingo, 30 de abril de 2017

[A vuelapluma] Desigualdad y pobreza no son lo mismo





El pasado 8 de diciembre escribía en el blog sobre las falsas percepciones y las falacias estadísticas en relación con un artículo de aquellas fechas publicado por el sociólogo Julio Carabaña. Hoy subo al blog una entrada de contenido similar sobre las diferencias entre desigualdad y pobreza que quizá aclaren un poco más la diferencia entre ambos conceptos. La pobreza severa baja en España pero la desigualdad no se corrige, pues la tasa de riesgo de pobreza repuntó en 2015 a pesar de que los ingresos medios de los hogares mejoraron un 2,4% hasta los 26.730 euros, señala el Instituto Nacional de Estadística en su más reciente Informe.

Es hora de introducir una renta mínima y de tomarse en serio políticas activas de empleo, pero no es posible ignorar las restricciones económicas existentes, y resulta imprescindible definir bien las prioridades, decía hace unos días en su artículo Desigualdad y pobreza, el sociólogo José María Maravall, ministro de Educación y Ciencia (1982-1988) en el gobierno socialista de Felipe González.

Hoy día todo el mundo deplora la desigualdad, señala. Desde el Papa hasta el Fondo Monetario Internacional. La socialdemocracia puede estar en crisis, pero la pasión igualitarista se ha extendido hasta ámbitos inesperados. Ello debería ser motivo de esperanza puesto que mucha gente vive en unas condiciones materiales de vida profundamente deterioradas. Pero, por ello, debemos evitar aquellos intentos en los que se es compasivo simplemente porque resulta popular, con abusos retóricos de palabras.

Resulta muchas veces difícil saber qué es lo que muchos deploran y cómo lo querrían remediar. Para empezar, unas veces se habla de “desigualdad”; otras, de “pobreza”. Por “pobreza” cabe entender la carencia de bienes y recursos necesarios para llevar una vida digna. Esta es una concepción de pobreza “absoluta”. Pero por lo general la “pobreza” se entiende en términos “relativos”: más pobre en relación a otros. La “pobreza” se convierte entonces en una manifestación extrema de la “desigualdad”. Esta diferencia no es trivial: alguien sería “pobre” en Noruega si su renta estuviese por debajo de la mitad de 64.279 euros. La renta mediana en 2016. Pero en muchas partes del mundo esa renta no impediría disponer de bienes y recursos necesarios para llevar una vida digna. Así, en unos países puede existir una considerable desigualdad, pero no pobreza; en otros, mucha igualdad y mucha pobreza. ¿Cuál de las dos alternativas es más grave? ¿Preocupa más la pobreza o la desigualdad? ¿Se sabe siempre de qué se habla?

La confusión es también considerable entre “desigualdad” y “discriminación”. La socialdemocracia tiene parte de culpa: desde la Segunda Guerra Mundial, la universalización de los distintos programas del Estado de Bienestar ha conducido a “no discriminar” entre beneficiarios, pero a costa de redistribuir menos, financiando también a los ricos. ¿Por qué razón igualitaria jubilados adinerados habrían de recibir pensiones no-contributivas? ¿Por qué razón los ricos debieran percibir una “renta mínima universal” en vez de depender esta de las condiciones económicas de las personas?

Existen sin duda argumentos poderosos a favor del “universalismo” de las políticas de bienestar. Pienso que ello sucede en particular con la sanidad y la educación públicas, que se convierten así en la sanidad y la educación de todos. Pero además ha existido una competición electoral por el voto de las clases medias ofreciéndoles beneficios sociales. Y el universalismo evita tensiones sociales y políticas, sin que las políticas sociales se conviertan en un juego de suma cero. En tiempos atribulados como los actuales, es necesario reconsiderar con mucho más cuidado desigualdad, pobreza y discriminación social, y cómo remediarlas.

¿En qué situación estamos? Con independencia de una abrumadora retórica, es cierto que los tiempos han cambiado mucho en la última década. Durante un largo período, la desigualdad de ingresos disponibles disminuyó en Europa. Si atendemos a los datos disponibles por la OCDE para los 17 principales países europeos (Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, España, Finlandia, Francia, Grecia, Holanda, Irlanda, Islandia, Italia, Luxemburgo, Noruega, Portugal, Reino Unido y Suecia), desde fines de los 60 hasta 1980 el coeficiente de Gini de ingresos disponibles se situaba en un promedio de 0,234. Desde entonces fue incrementándose y, tras 2008, ese promedio ha aumentado hasta 0,295 (una subida de un 26,1%). Sin duda este incremento de la desigualdad de los ingresos disponibles (el coeficiente de Gini es un número entre 0 y 1 en donde 0 se corresponde con una igualdad perfecta: todos tienen los mismos ingresos, y donde el valor 1 se corresponde con una perfecta desigualdad: una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno, y por tanto, cuanto más elevado sea el coeficiente, mayor será la desigualdad) es social y políticamente relevante a todos aquellos que quieran promover una mayor igualdad les corresponde detectar sus causas y sus remedios. Pero para ello, tal vez lo primero sea mirar, tras ese dato agregado, qué diferencias existen entre los países europeos. Que el bosque no tape los árboles.

Mi primera conclusión es que no existe ninguna tendencia supranacional que condene a los gobiernos a seguir la misma ruta. En siete de los 17 países, la desigualdad se redujo: ello se produjo incluso en países donde se llevaron a cabo profundos ajustes, como Portugal, Finlandia o Islandia. España se mantuvo en la cola europea de la desigualdad. Su coeficiente de Gini alcanza hoy un 0,346. Un 17% superior al promedio europeo, más elevado que los de Grecia o Portugal. Recuérdese sin embargo que en los años ochenta, con una crisis económica también muy prolongada y profunda, con el gobierno del PSOE la proporción de la renta nacional correspondiente al 10% más pobre aumentó en un 17,9% mientras se redujo en un 5,4% la del 10% más rico. Las crisis económicas no generan un inevitable crecimiento de la desigualdad

Si examinamos con cuidado esta cuestión, observando lo que ha sucedido en los 17 países desde 1945 (con análisis de regresión de 1.086 países/años), los aumentos de la desigualdad han sido más probables con el desarrollo y no con las crisis; se han beneficiado más los ricos. El análisis conjunto de los efectos del desarrollo, del desempleo y del gasto social muestra que los dos primeros incrementaron la desigualdad, el último la redujo. Como sabemos que muchos programas sociales no benefician más al 50% más pobre, ¿qué programas han sido recortados y cuáles no durante la presente crisis en los países con mayor igualdad? Una política socialdemócrata tiene lecciones que aprender de allí donde las cosas se hicieron de forma más justa que en España. ¿Existe alguna reflexión sobre las políticas y los programas redistributivos de esos países en el debate político español, dominado por afanes de poder demasiado cargados de retórica?

Mi segunda conclusión es que resulta hoy día fundamental atender a la pobreza dentro de la desigualdad. Para examinar qué ha sucedido con la pobreza (entendida en términos “relativos”) podemos considerar la ratio de población que percibe menos de la mitad de la renta mediana del país. La pobreza es así, en efecto, una expresión extrema de la desigualdad. En los 17 países la pobreza aumentó en promedio pese a las políticas redistributivas de los Estados, pero de nuevo existieron relevantes diferencias. Así por ejemplo, en Austria, Finlandia o Noruega la pobreza es hoy más reducida que en 2008. Por el contrario, en España ha aumentado el doble que la desigualdad en general: según estimaciones de la OCDE, la pobreza alcanza a un 15,9% de la población total. Ante la necesidad y la pobreza ya es hora de introducir una renta mínima y de tomarse en serio políticas activas de empleo. Pero, aparte de proclamaciones retóricas, ¿qué importancia tienen estas cuestiones en el debate político?

Al formular políticas, concluye Maravall, no cabe estar ciegos ante las restricciones económicas existentes. Es obligado aumentar unos recursos públicos muy insuficientes, pero además resulta imprescindible definir bien las prioridades y las consecuentes políticas. Debemos olvidarnos de generalizaciones sobre “la política dominada por el mercado” o sobre gobiernos atados de manos por la “globalización”, porque sirven de excusa. Los gobiernos nacionales tienen unas responsabilidades y unos medios muy importantes. Holanda o Austria, por ejemplo, no están en otro mundo y son también miembros de la eurozona. No hay razón para la impotencia ante la desigualdad y la pobreza existentes en España.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy domingo, 30 de abril de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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sábado, 29 de abril de 2017

[Especial] 29 de abril de 1483. Gran Canaria entra en la Historia



Placa de homenaje a la princesa grancanaria Abenohara
(Alcázar de Córdoba)



En diciembre de 1969 me faltaban apenas unas semanas para terminar mi servicio militar en el Batallón de Infantería del Ministerio del Ejército, hoy Cuartel General del Ejército de Tierra, que tenía su sede en el Palacio de Buenavista, en la madrileña plaza de Cibeles. Un batallón integrado en el histórico Regimiento "Inmemorial del Rey, Núm. 1", el regimiento de infantería más antiguo del mundo. Mi mujer y mi hija, de trece meses, se habían quedado en nuestra casa de Las Palmas.

Con motivo de las fiestas de la Inmaculada, la patrona de la infantería española, el batallón convocó un concurso de relatos literarios entre sus miembros. El 8 de diciembre, día de la Inmaculada, me dieron un diploma en el que me declaraban ganador del tercer premio por un relato titulado: "29 de abril de 1483: Gran Canaria entra en la Historia". No guardo copia del relato, aunque sí el diploma. Y nunca, hasta mucho después de tal fecha, me había parado a reflexionar si la concesión del premio pudo estar influenciada por el hecho, aparte de la mucha o poca valía literaria del texto, de que el teniente-coronel jefe del batallón era un laureado militar grancanario llamado Antonio Alemán Ramírez, que llegaría más tarde a teniente general del ejército. Me gustaría suponer que no.
   
Sobre mi pasión filial por la isla de Gran Canaria, la tierra en la que vivo desde 1967, y la fecha del 29 de abril de 1483 de la que hoy se cumplen 534 años, en que culmina la conquista y pacificación de Gran Canaria por los Reyes Católicos y queda incorporada la isla a la corona de Castilla, ya he escrito en otras muchas ocasiones. No voy a extenderme nada más que lo justo y necesario para saldar algunas cuentas pendientes con algunos buenos amigos, y otros no tanto, como los nacionalistas que pretendían cubrir los cuadros que adornan el Salón de Plenos del Parlamento de Canarias en la ciudad de Santa Cruz de Tenerife, a los que detesto sin atisbo alguno de cordialidad. 

Por estas mismas fechas de hace dos años estuve en la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, la más antigua y señera de las sociedades civiles canarias, fundada en febrero de 1776 a instancia del obispo Cervera y bajo la protección del rey Carlos III, que tiene su sede en el histórico barrio de Vegueta, a unos pocos metros del lugar exacto donde el 24 de junio de 1478 se fundó el Real de Las Palmas, la actual ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

La razón de mi presencia no era otra que la de asistir al acto de presentación de la edición electrónica del libro "Crónicas de la conquista de Canarias", realizada por el historiador Carlos Álvarez con el patrocinio de la propia entidad. Lamentablemente el acto resultó un tanto deslucido por el escaso público asistente pues coincidía con la retransmisión de un partido de fútbol de la "Champions", pero así son las cosas de la cultura y tampoco merece la pena lamentarse. Lo disfrutamos los que estábamos allí y basta. 

¿Saben ustedes cuánto tiempo duró la conquista de Granada? ¿Y la del imperio azteca en México? ¿O la del inca en el Perú? Todas ellas se realizaron en un lapso de cincuenta años, entre 1482 y 1533. La guerra de Granada duró diez años, las de México y el Perú, dos años cada una. La conquista de la isla de Gran Canaria, el ensayo general con banda, música y vestuario de lo que sería la de América, les llevó a los reyes de Castilla, doña Isabel y don Fernando, cinco años de guerra sangrienta. ¡Cinco años para derrotar a una población indígena de apenas unas decenas de miles de personas que vivían en el neolítico en un territorio de 1500 kilómetros cuadrados! Los castellanos quedaron tan impresionados por el valor y nobleza de sus adversarios que dieron a la isla el apelativo de la "Gran Canaria" con el que pasaría a la historia. Una historia, la de su conquista, que se mueve entre dos fechas, la del 24 de junio de 1478 y la del 29 de abril de 1483. Hoy se cumplen 534 años de esta última. Y aunque casi todos los años por esas mismas fechas de abril y junio suelo escribir algo sobre dichas efemérides, y a ellas me remito, hoy voy a limitarme a transcribir lo que al respecto dice de aquellas jornadas el gran historiador canario Joseph de Viera y Clavijo (1731-1813), preclaro discìpulo de la Ilustración en las islas, en su magna obra "Noticias de la Historia de Canarias" (Cupsa, Madrid, 1978. Edición de Alejandro Cioranescu).


Dice Viera y Clavijo en la obra citada: "Restituidos nuestros conquistadores al Real de Las Palmas, -sobre la jornada del 29 de abril de 1483- dejando atalayas y espías que avisasen de cualquier movimiento, no apartaron el pensamiento de los preparativos para la campaña próxima. El deseo de concluir aquella grande obra de la entera reducción de Canaria devoraba sin cesar a Pedro de Vera, y no se pasó mucho tiempo sin que hiciese una revista e inspección general de todas sus fuerzas, tanto de Europa como de islas. Halló que tenía más de 1000 hombres de armas; proveyose de las municiones, víveres y forrajes precisos y salió el 8 de abril de 1483 en alcance del enemigo, con resoiución de morir con sus tropas, antes que volver al Real de Las Palmas, sin haber sometido todo el país. Nuestro general estaba ya muy práctico en ese género de guerra, por decirlo así, de sofistería o cavilación que se hace en terrenos quebrados y montuosos.

Habían avisado los espías que el grueso de la nación canaria, compuesto por más de 600 hombres de pelea y 1500 mujeres con sus hijos, estaba refugiado a la sazón en el fuerte de Ansite, entre Gárdal y Tirajana, bajo la obediencia y apoyo del guanarteme Bentejuí y del faycan de Telde. Así, Pedro de Vera, acompañado del Obispo don Juan de Frías (que pocos días antes había llegado de Lanzarote a ser testigo de esta empresa), marchó derecho a ellos y fijo su campo a las faldas de aquel monte escarpado.

Pero entre tanto, como don Fernando Guanarteme [Nota del autor del blog: Tenesor Semidán, guanarteme (rey) de Gáldar, aliado de los castellanos. Su esposa, la guayarmina (princesa) Abenohara, estaba retenida en el alcázar de Córdoba, junto a los Reyes Católicos, como rehén.] conocía las intenciones sanguinarias del general y se condolía de la suerte que amenazaba a sus paisanos, pidió licencia para pasar a hablarles y, habiéndose acercado a ellos, no hizo otra cosa que mostrarles un semblante abatido y ahilado de muerte, en que se echaba de ver la angustia y el dolor. Los canarios por su parte levantaron también hasta el cielo la vocinglería y los sollozos, a cuyo espectáculo, esforzándose don Fernando a romper el silencio, les dijo anegado en lágrimas: "Hijos de mi corazón: yo os suplico tengáis piedad de vosotros. ¿Qué pensaréis adelantar con la terquedad? ¿Es posible que todavía tenéis arrojo para ser enemigos de los españoles? ¿Sacaréis alguna ventaja de que la nación y el nombre canario se acabe? ¿Qué más tendréis con que os gobierne ese joven que habéis aclamado como guanarteme, que obedeciendo al rey más poderoso del mundo? Abrid los ojos. Vosotros seréis bien tratados, libres, dueños de vuestros ganados, aguas y tierras de labranza, protegidos contra las demás potencias del mundo, ennoblecidos, doctrinados en las artes y ciencias, civilizados y cristianos, que valer más que todo."

No pudiendo resistirse a este tierno razonamiento la muchedumbre atribulada, retumbó al punto por los valles circunvecinos la algazara con que los bárbaros pedían rendirse a Pedro de Vera, aquel hombre tan terrible para la nación. Todos arrojaron al aire sus magados, dardos y tabonas e, hincados de rodillas, llamaron a don Fernando Guanarteme para ponerse entre sus manos. Pero así que observaron Bentejuí y el faycán de Telde [Nota del autor del blog: Sumo sacerdote de Telde, el otro guanartemato (reino indígena) de la isla de Gran Canaria, que ocupaba el este y sur de la isla, mientras que el de Gáldar, dominaba el norte, centro y oeste de la misma] tan extraordinaria revolución, se abrazaron fuertemente el uno al otro y se precipitaron desde la eminencia de Ansite, repitiendo la regular exclamación: ¡Atis Tirma! [Nota del autor del blog: Tirma era el nombre que los indígenas daban a la montaña sagrada  de su isla, Gran Canaria]. Se asegura que Bentejuí estaba para desposarse un día de aquellos con la joven guayarmina [Nota del autor del blog: Margarita Semidán], hija de don Fernando y heredera del guanartemato.

Luego que se fue serenando la conmoción, volvió este príncipe a nuestro campo, seguido de los suyos, y, trayendo del brazo a su hija Guayarmina y a su sobrina Masequera, las presentó al general dirigiéndole estas memorables palabras: "Unos isleños que nacieron independientes entregan su tierra a los señores Reyes Católicos y ponen sus personas y bienes bajo su poderosa protección, esperando vivir libres y protegidos." Pedro de Vera, el obispo, los oficiales, en fin, todo el ejército no creían lo mismo que miraban, pues es evidente que, a no haber sobrevenido en los ánimos aquella mutación prodigiosa, no se hallaban todavía los negocios en tan buen estado, y parecía preciso derramar mucha sangre antes de conseguir la última victoria.

En efecto, los canarios fueron recibidos con las más distinguidas demostraciones de placer; y, habiéndose abrazado recíprocamente ambas naciones, entonó el obispo el Te Deum, que prosiguió toda la tropa. Aconteció este suceso tan deseado como glorioso para nuestras armas, el 29 de abril de 1483, día de San Pedro de Verona por cuya circunstancia y la de llamarse Pedro el general se puso a toda la isla de la Gran Canaria bajo el patrocinio de aquel mártir.

Del campo de Ansite, tan feliz para Pedro de Vera, se volvió nuestro ejército, seguido de muchos canarios, al Real de Las Palmas, donde se ejecutó la entrada con todas las aclamaciones y las libertades de un triunfo. Y mientras los españoles se ocupaban en no sé qué vana admiración de sí mismos, subió Alonso Jáimez a la explanada del torreón y, tremolando el real estandarte que llevaba, dijo tres veces: "La Gran Canaria por los muy altos y poderosos Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel, nuestros señores, rey y reina de Castilla y de Aragón." Al día siguiente se celebró en la iglesia de Santa Ana una fiesta  de acción de gracias, en que dijo la misa el reverendo obispo, concluyéndola con una exhortación que pareció muy elocuente a los cristianos, y de la cual sólo entendieron los nuevamente conquistados y convertidos que ellos eran el asunto".

Unas páginas antes, Viera y Clavijo  nos ha contado lo ocurrido casi cinco años atrás, en la jornada del 24 de junio de 1478, en la que las tropas castellanas al mando del capitán Juan Rejón, que habían desembarcado en el puerto natural de Las Isletas, en el extremo nordeste de la isla, llegan hasta la desembocadura del Guiniguada y establecen allí un fuerte al que dan el nombre del Real de Las Palmas. 

Este es su relato: "Libradas las referidas órdenes, se hicieron a la vela desde el Puerto de Santa María, a 28 de mayo de 1478, tres navíos bien pertrechados de municiones de guerra y boca, y surgieron en el de las Isletas de Canaria, a 24 de junio por la mañana. Aunque esta navegación fue de un mes, asegura Abreu Galindo que se hizo con próspero viento. Y habiendo desembarcado la tropa en aquel arenal, sin que hubiese quien la inquietase, fue la primera obra en la que se ocupó la de cortar algunos ramos de palma, con los cuales se formó una gran tienda, a cuya sombra erigieron un altar. Como era día de San Juan Bautista, celebró la misa el deán Bermúdez; y todos los soldados la oyeron devotamente, pidiendo a Dios con las armas en la mano les favoreciese en el exterminio de aquella pobre nación que iban a invadir. Después hizo marchar su gente el general Rejón hacia el territorio de Gando, con la mira de reedificar la torre que habían construido los Herrera y fortificarse en sus contornos; más habiendo llegado al barranco o río de Guiniguada, donde está la ciudad de Las Palmas, se presentó repentinamente al ejército una mujer anciana, vestida al uso del país, la que en buen castellano dijo a los nuestros que adónde iban; que el territorio de Gando quedaba todavía lejos y el camino era fragoso; que hallándose con avisos del desembarco, el guanarteme de Telde andaba acaudillando sus súbditos, y que aquel sitio de Guiniguada era un lugar más fuerte, inmediato al mar, bien provisto de agua y de leña, cubierto de palmas, álamos, dragos e higuerales y el más propio para trazar un campo, desde donde se podría recorrer toda la isla.

Como estas advertencias eran tales, que el general español no debía haber esperado a que una mujer canaria se las hiciese, al instante la tomaron por guía y fijaron el campo en el paraje que ella les señalaba. Pero apenas habían hecho alto las tropas y empezaban a levantar sus tiendas, se desapareció la canaria incógnita con admiración universal, Juan Rejón, que sin ser escrupuloso era devoto de Santa Ana, se persuadió o quiso persuadir a los otros que la madre de María Santísima, bajo la figura de aquella buena mujer, había descendido del cielo a dirigirle en el primer paso de su campaña; por tanto, dio orden para que se edificase allí una iglesia con la advocación de Santa Ana, cuyo patronato se ha conservado siempre.

La noticia de esta piadosa creencia (que también pudo ser estratagema política de Rejón para animar sus tropas) es de fray Juan Abreu Galindo; pero los demás escritores o la omiten o la reducen a circunstancias más regulares. Estos sólo dicen que habiendo sorprendido las espías españolas a cierto isleño anciano que pescaba en la ribera del mar, les dio aquel saludable consejo, sin añadir que el anciano se desapareciese ni que le tuviesen por ningún santo los cristianos que le cogieron.

Como quiera que fuese, no hay duda que se formó el campo español en las márgenes del Guiniguada; a una legua corta del puerto; que lo fortificaron con una gran muralla de piedra y troncos de palma; que se construyó un torreón y un largo almacén para las provisiones; que se intituló, desde luego, el "Real de Las Palmas", a causa de la gran copia que había de ellas, todas frondosas y eminentes, y que se edificó la pequeña iglesia de Santa Ana, ermita ahora de San Antonio Abad". Hasta aquí el relato de Viera y Clavijo sobre las dos fechas más significativas de la historia de Gran Canaria.

Durante muchos años, siglos incluso, la fecha del 29 de abril fue la del día grande de la isla de Gran Canaria: su Fiesta Mayor. La del 24 de junio, día de San Juan Bautista, sigue siendo, por fortuna, la Fiesta Mayor de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, la capital de la isla. La otra, la que hoy rememoro, dejó de celebrarse cuando el nacionalismo identitario y excluyente alcanzó las cotas de poder suficiente como para hacer renegar a algunos políticos grancanarios incultos y obtusos, tanto de su origen como de su pasado y de su historia.

Por supuesto que esta, la historia de la conquista de Gran Canaria y del resto de las islas del archipiélago no fue la edulcorada aventura que las crónicas nos han contado, al menos no en su versión para niños, si es que aun se sigue enseñando en las escuelas. Fue brutal como todas las conquistas de la época. Y como es lógico para las costumbres de la época, la guayarmina grancanaria, Abenohara, no estaba en Córdoba durante los hechos citados como invitada de los Reyes Católicos, sino como su rehén. Formalmente, la conquista de la isla culmina con un pacto regio entre el Guanarteme y la Corona castellana. Que luego la historia posterior fuera por otros derroteros en nada desmerece la trascendencia de la gesta.

La sociedad indígena que los europeos encontraron en las islas tampoco era la idílica estampa roussoniana del "buen salvaje" que las crónicas de la época transmitieron, sobre todo con el propósito de enaltecer a los conquistadores y dejar constancia del valor y nobleza de aquellos a los que habían sometido. Eran pueblos primitivos que vivían en el neolítico, mayoritariamente en cuevas excavadas en las laderas de las montañas y que desconocían la escritura y el arte de la navegación. Pero su heroica resistencia asombró a los escribanos de la conquista y así lo dejaron reflejado en sus crónicas.

Soy y me siento tan grancanario, como canario, español y europeo. Mi mujer, mis hijas y mis nietos han nacido y viven en Gran Canaria. Ni puedo ni quiero renegar de ninguno de mis múltiples orígenes, porque soy heredero de todos ellos: de las harimagüadas, guerreros, pastores, guayarminas y guanartemes indígenas, tanto como de los soldados, caballeros, menestrales, agricultores, sacerdotes, religiosas, comerciantes y aventureros que llegaron a las islas de allende  los mares y que conformaron, todos ellos, el nuevo pueblo canario. No quiero ser políticamente correcto. Me importan un bledo los nacionalismos, y menos de un bledo los nacionalismos identitarios. Yo solo creo en un patriotismo constitucional basado en una sociedad de hombres libres que quieren vivir en común. Y eso es lo que quiero y anhelo para los pueblos canario, español y europeo.

Ahora más que nunca creo que somos un gran pueblo, canarios y españoles, que no nos merecemos la clase política gobernante que padecemos; que sí, de acuerdo, que están ahí porque les hemos votado nosotros, canarios y españoles, no neozelandeses ni marcianos, pero que también se mantiene en sus poltronas, pegados como con poxipol, gracia a un sistema electoral hecho a la medida de sus mediocres intereses de partido, cuando no meramente personales, en los que los generales de sus conciudadanos no cuentan para nada. Por mi parte no va a quedar el moverles las sillas en lo que pueda y sepa hasta que se las despegue.

Feliz día a todos los grancanarios. A pesar del gobierno. A pesar del mundo. A pesar de todo. Yo, mientras viva, seguiré celebrando que tal día como hoy de hace no-se-cuantos-años la isla de Gran Canaria entró por la puerta grande en la Historia Universal.

Les invito a disfrutar de esta hermosísima versión del himno oficial de Gran Canaria, "Sombra del Nublo", cantada al alimón por Los Sabandeños y el universal tenor grancanario Alfredo Kraus en 1993. Espero que la disfruten. 



"Lady Harimaguada", de Martín Chirino (Las Palmas de GC)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 29 de abril de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Idígoras y Pachi en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas.




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viernes, 28 de abril de 2017

[A vuelapluma] El ego de los políticos





El famoso profesor y politólogo Giovanni Sartori, fallecido hace unos días en su ciudad natal de Florencia, escribió a menudo sobre lo que él denominaba "videopolítica". Es decir, la tendencia a convertir la política en un entretenimiento para espectadores solo destinada al teatro y al espectáculo. ¿De que otra cosa va sino de teatro y espectáculo el show de Podemos anunciando la presentación de una hipotética moción de censura al presidente Rajoy, cuya decisión aplazan sine die porque no cuentan con el apoyo de nadie más? Puro teatro, puro show, habitual "trampa saducea": pregunta formulada de manera que su respuesta, perjudica al preguntado sea cual sea el sentido de la misma. Y no es que el presidente Rajoy no se merezca una moción de censura, que se la merece. Sí, pero una que tenga visos de regeneración real de la política española. Y esta de Podemos no lo es.

Creo que a estas alturas de la película casi todos sabemos de qué pie cojean los políticos: el ego ciega sus ojos, dice de ellos el profesor Manuel Cruz, catedrático de Filosofía Contemporánea en la Universidad de Barcelona, supongo que con conocimiento de causa al ser él mismo diputado y portavoz del PSOE en la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados. El hemiciclo del Congreso de los Diputados, dice, se ha convertido en el plató de ‘performances’ diseñadas para los espectadores de televisión. Su obsesión por el tono épico, añade con sorna, corre el riesgo de desembocar en un esteticismo inane. 

Todavía quedarán bastantes, sigue diciendo, que recuerden una hermosa melodía que interpretaba, por los lejanísimos años cincuenta del siglo pasado, un grupo vocal norteamericano que por aquí era conocido como Los Platters. La melodía se titulaba El humo ciega tus ojos y me ha venido a la cabeza al evocar una conversación que mantuve hace un cierto tiempo con Carlos Castilla del Pino.

Comentábamos, al finalizar una mesa redonda en la que ambos habíamos participado, hasta qué punto personajes del mundo de la política o de los negocios (el de la farándula y el de la cultura merecerían rancho aparte) a los que no hay forma de embaucar en una mesa de negociación, gentes que han acreditado una notoria capacidad para las más arteras maniobras y que han demostrado ser capaces de elaborar las más imaginativas envolventes, parecen quedarse sin defensas cuando entra en escena la adulación o cualquier otra forma de masajeo del ego, momento en el cual se comportan como unos genuinos incautos, cayendo rendidos ante semejantes caricias de la manera más escandalosa.

A este respecto, Castilla del Pino señalaba, divertido, el ridículo braceo de Aznar en actos solemnes, su bochornoso saludo militar tras la gesta de Perejil o sus declaraciones en castellano con acento tejano como ejemplos de hasta qué punto alguien, a quien se le podrá calificar de cualquier manera menos como un alma cándida o como un ingenuo, perdía por completo el principio de realidad cuando se veía jaleado por una corte de aduladores.

De la conversación se cumplen ya unos cuantos años, pero nada hace pensar que lo que entonces creíamos describir haya variado por alguna circunstancia, como podría ser, por ejemplo, la irrupción de nuevos actores de la vida política que no cesan de alardear de que con ellos ha llegado una nueva manera de hacer las cosas en el espacio público. Por el contrario, la sensación que muchos ciudadanos transmiten cuando se les pregunta por esta cuestión es que la lógica de los comportamientos tanto de los recién llegados como de los que llevaban tiempo no solo no ha variado en lo más mínimo, sino que en algunos casos parece haberse reforzado.

Ya sé que no constituye prueba contundente de nada, pero me reconocerán que sí representa un significativo indicador de que el asunto parece tener obsesionados a algunos el hecho de que hace escasas semanas el reproche que reiteradamente le dirigía un diputado al portavoz de un grupo parlamentario que había presentado no recuerdo qué iniciativa era que lo había hecho con el único propósito de, por decirlo con las propias palabras del diputado en cuestión, “chupar cámara”.

En el fondo, dichas palabras revelaban una preocupación por la visibilidad y, sobre todo, por el protagonismo que, a poco que se analice, nada tiene de extraña en tiempos de espectacularización de la política. En efecto, desde hace un par de legislaturas el hemiciclo del Congreso de los Diputados se ha visto convertido de manera inmisericorde en el plató en el que se llevan a cabo variadas performances diseñadas no para los presentes sino para los espectadores que, al poco, obtienen noticia de las mismas a través de la televisión. El mero aparecer parece haberse convertido para los promotores de tales espectáculos —en ocasiones auténticas coreografías— en un genuino fin en sí mismo.

Tal vez el problema de quienes así actúan sea la escasa atención que dispensan a un elemento que, incluso en la lógica del espectáculo, no cabe desatender. Me refiero al argumento de la obra (que, en el caso al que nos estamos refiriendo, vendría a ser la política en cuanto tal). Aunque quizá, para decirlo con un poco más de precisión, habría que matizar que no es que se desentiendan por completo del argumento, sino que únicamente les interesa como reclamo para capturar la atención del espectador.

Probablemente aquí resida una de las claves que hace comprensible su permanente opción por un específico tipo de relato en el que luego poder inscribirse como protagonistas. Me refiero al relato de la confrontación, a la estrategia permanente del antagonismo. Qué duda cabe de que, desde el punto de vista del atractivo de la narración, el conflicto le gana la partida al acuerdo o la confrontación al consenso, tan aburridos siempre los segundos. No es ahora el momento de entrar a analizar pormenorizadamente las causas de este desequilibrio, ni de entrar en el detalle de por qué el relato de la felicidad parece ayuno de sexy narrativo. En todo caso, no debería venirnos de nuevas: para los profesionales de la cosa es un lugar común que las buenas noticias no son noticia, de la misma manera que deberíamos recordar que los viejos cuentos finalizaban precisamente cuando terminaban las penalidades de los protagonistas, esto es, en el “fueron felices...”, o que, en fin, ya habíamos quedado advertidos por Tolstoi sin excusa (son las primeras palabras con las que se tropieza el lector de su Ana Karenina) de que “todas las familias felices se parecen unas a otras, mientras que cada familia desdichada lo es a su manera”.

En todo caso, la obsesión por el tono épico en las intervenciones de este tipo de políticos tiene que ver, sin duda, con este que no decaiga narrativo. Pero ni la vida es una película (o una representación teatral), ni la política puede convertirse en una épica permanente, si no quiere correr el riesgo de desembocar en un esteticismo inane, que se limita a apelar constante y genéricamente a la necesidad de pasar a la práctica, que reivindica una y otra vez los hechos frente a las palabras, mientras se muestra por completo incapaz de presentar propuesta política alguna en concreto (no vaya a ser que los problemas se solucionen y la épica se quede sin objeto).

Siendo grave, concluye el profesor Cruz, lo peor de todo para quienes convierten el ser vistos en su objetivo primordial no es que la batalla que pretenden librar esté perdida de antemano. A fin de cuentas, el que se encuentra fuera del poder tiene que agitarse continuamente para aparecer, mientras que el que lo detenta, siempre expuesto, no necesita hacer nada (incluso cuando la política tenía argumento alguien que sabía de esto ya decía que lo que de veras desgasta no es el poder, sino la oposición, esto es, quedar fuera de foco). Lo realmente grave de aquellos es que, obsesionados por el protagonismo y jaleados sin descanso por los suyos, el ego termina nublando su vista y acaban haciendo cualquier cosa con tal de ocupar el centro del escenario.



Pablo Iglesias en el Congreso: orgulloso de sí mismo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 28 de abril de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy, con Morgan en Canarias7; Gallego y Rey Ricardo en El Mundo; El Roto, Forges, Peridis, Ros y Sciammarella en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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