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domingo, 13 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Paul A Samuelson en el recuerdo. [Publicada el 14 de diciembre de 2009]




El profesor Paul A. Samuelson


No seré yo quien discuta a Joaquín Estefanía, economista, periodista y exdirector de El País, el calificativo de "El mejor economista de la historia" que en un artículo de hoy en el que fuera su periódico dedica a la memoria y honra del profesor Paul Anthony Samuelson (1915-2009), Premio Nobel de Economía en 1970 y profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachussetts, fallecido ayer a los 94 años en su casa de Belmont. Al contrario, pienso que se lo merece con creces.

Nunca se me han dado bien los "números", y a pesar de tener un currículum académico bastante variado, reconozco que soy de "Letras" no sólo por vocación sino, también, por incapacidad manifiesta hacia lo que yo denomino "Ciencias-Ciencias". ¿Es la Economía una de esas "ciencias-ciencias"? Pues no lo se. Pero lo poco que entiendo de Economía lo aprendí a finales de los años 70, cuando cursaba la Licenciatura de Derecho en la UNED y tuve que lidiar con una de las asignaturas de la misma que llevaba el nombre de "Economía Política," una de las más temidas entre los estudiantes. La aprobé a la primera, con un Notable que me supo a gloria celestial. Y encima me gustó estudiarla, la comprendí, la entendí, y la disfruté... Sobre todo gracias a un libro, el "Curso de Economía Moderna" (Aguilar, Madrid, 1973) de Paul A. Samuelson, y a un profesor-tutor del Centro Asociado de la UNED en Gran Canaria, Leopoldo Santana, que la enseñaba como se debe enseñar en la universidad, es decir poniendo corazón, sabiduría y entrega en ello. Treinta-y-muchos años después, sólo palabras de agradecimiento tengo para ambos.

No voy a realizar un panegírico de Paul A. Samuelson, Doctor Honoris Causa por la UNED en 1989, innecesario por mi parte ante la avalancha de notas laudatorias que recaen sobre el mismo. Si acaso, recordar el enfrentamiento frontal que mantuvo toda su vida con la Escuela "Neo-Liberal" dirigida por Milton Friedman y Friedrich Hayek, y con uno de sus más conspicuos discípulos, el ex-presidente de los Estados Unidos, George W. Bush (hijo).


Cuenta Estefanía en su artículo que cuando Samuelson leyó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, ante un tribunal en el que estaba nada menos que Joseph Schumpeter, el gran economista austriaco, quedó éste tan impresionado por la capacidad científica del joven Samuelson, que comentó abrumado: "Con nuestros conocimientos en relación con los de este chico, ¿podríamos haber aprobado nosotros?".

Más adelante pueden leer el artículo citado de Joaquín Estefanía [El mejor economista de la historia. El País, 13/12/2020] y también dos recientes del profesor Samuelson que publicó la revista "Negocios", de El País, los pasados 26 de octubre y 29 de noviembre, respectivamente, con los títulos de "Adios al capitalismo de Friedman y Hayek"  y "Comienzo de una nueva era mundial". Y si lo desean, en esta dirección electrónica pueden acceder a los 14 artículos publicados por el profesor Samuelson en El País entre enero de 2008 y noviembre de 2009. Seguro que los disfrutan... HArendt






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jueves, 16 de julio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Krugman y los banqueros. Publicada el 2 de mayo de 2010






Comenzar el mes comentando un artículo de un Premio Nobel y que encima éste (el Premio Nobel) venga a decir lo mismo que Mariano José de Larra hace 200 años, y que un plumilla aficionado como yo hace cuatro días, pues.., que quieren que les diga: me llena de satisfacción... 

¿Lo recuerdan? Lo citaba, a Larra, en mi entrada anterior, titulada "Standard & Poor´s". Decía el maestro de periodistas a mediados de la década de 1830:  "¿Cómo se quiere lograr este fin [interesar a la ciudadanía en la causa de los asuntos públicos] no viendo más termómetro del público bienestar que el alza o baja de los fondos en la Bolsa, en cuyo movimiento sólo se interesan veinte jugadores?". Y yo, por mi parte, concluía mi comentario con estas palabras: "Las instituciones públicas nacionales, europeas e internacionales no pueden estar a merced de las opiniones de unos señores y entidades privadas que han demostrado que no merecen credibilidad. La Bolsa, como decía Larra hace 180 años no puede ser el termómetro de la vida pública. Y si funciona mal, habrá que arreglarla, o cambiar las reglas de su juego, pero lo que no puede consentir una sociedad madura y democrática es que los intereses privados de unos especuladores arruinen la economía y la solvencia de un Estado y la vida de sus ciudadanos".


Pues bien, lo dicho anteriormente son juegos florales al lado de lo que Paul Krugman, profesor en la Universidad de Princeton y Premio Nobel de Economía 2008, dice de los banqueros de su país y de Wall Street en un artículo sin desperdicio [No lloren por Wall Street. El País, 2/5/2010] que publica hoy domingo la revista Negocios. Lo pueden leer desde el enlace de más arriba, pero vayan haciendo boca con algunas de sus perlas.


La primera, directa al presidente Obama, por quedarse corto: "Obama debería estar tratando de hacer lo que es bueno para el país, y punto. Si hacerlo perjudica a los banqueros, qué se le va a hacer". La segunda, a Wall Street: "lo que es malo para Wall Street podría ser bueno para Estados Unidos". Y la tercera a los banqueros; "¿Por qué estaban ganando dinero a paladas los banqueros? Mi interpretación, que refleja los esfuerzos de los economistas financieros por encontrarle sentido a la catástrofe, es que principalmente apostaban con dinero de otra gente".

Después de esa andanada a la línea de flotación, Krugman advierte a los optimistas: "Tras recibir un duro golpe durante el periodo inmediatamente posterior a la crisis, los beneficios del sector financiero se están disparando otra vez. Parece muy probable que el sector volverá a jugar a los mismos juegos que nos metieron en este lío inicialmente".


Luego, vienen las recomendaciones: "El Fondo Monerario Internacional ha hecho un llamamiento en favor de un impuesto sobre la actividad financiera -un FAT, o 'gordo', en sus siglas en inglés- que gravaría los beneficios y las remuneraciones del sector financiero. Un impuesto así, sostiene el fondo, podría "atenuar la asunción de riesgos excesivos".

Y para terminar, patada directa a "sus partes íntimas", las de Wall Street: "La propuesta del FMI es en realidad demasiado blanda. Aun así, si se convierte en una realidad, Wall Street va a estar que trina. Pero el hecho es que hemos estado dedicando una parte demasiado grande de nuestra riqueza, una parte demasiado grande del talento del país, al negocio de diseñar complejos planes financieros y trapichear con ellos; planes que tienen cierta tendencia a destrozar la economía. Poner fin a esta situación perjudicará al sector financiero. ¿Y?".


Pues eso: ¿Y...? ¿Verdad que no se puede decir más alto y más claro? Pues hala, a trabajar. Duro con ellos, Sr. Obama. Gracias, Sr. Krugman. Y ustedes, señoras y señores del BCE, la Comisión Europea, y la presidencia de turno de la U.E., ¡venga, un poco más de decisión!... HArendt



El profesor Paul Krugman



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martes, 14 de julio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Standard & Poor's. Publicada el 28 de abril de 2010




Sede central de Standard & Poor's, Nueva York



La noticia de la tarde: "La agencia de calificaciones Standard & Poor's (S&P) ha rebajado un escalón la nota de la deuda española a largo plazo. La calificación ha pasado de AA+ a AA con perspectiva negativa, lo que deja abierta la posibilidad de nuevos recortes de rating a medio plazo. La noticia ha caído como una bomba en la Bolsa de Madrid, que cuando se conoció caía en torno al 1,5%. La sesión ha terminado con un descenso del 2,99%, que se suma a la caída del 4,19% de ayer".

Nada más conocerla he recordado un pasaje del artículo "El Ministerio Mendizabal", escrito por Mariano José de Larra (1809-1837) en los años 30 del siglo XIX. Decía Larra en él: "¿Cómo se quiere lograr este fin [interesar a la ciudadanía en la causa de los asuntos públicos] no viendo más termómetro del público bienestar que el alza o baja de los fondos en la Bolsa, en cuyo movimiento sólo se interesan veinte jugadores?".

Salvando las distancias, pienso que no se puede decir con mayor claridad. Las instituciones públicas nacionales, europeas e internacionales no pueden estar a merced de las opiniones de unos señores y entidades privadas que han demostrado que no merecen credibilidad. La Bolsa, como decía Larra hace 180 años no puede ser el termómetro de la vida pública. Y si funciona mal, habrá que arreglarla, o cambiar las reglas de su juego, pero lo que no puede consentir una sociedad madura y democrática es que los intereses privados de unos especuladores arruinen la economía y la solvencia de un Estado y la vida de sus ciudadanos. Y si los gobiernos no saben afrontar la situación, cámbieselos. HArendt




El escritor Mariano José de Larra


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miércoles, 1 de julio de 2020

[A VUELAPLUMA] Contrato social



Ayuda alimentaria en una parroquia de Madrid. Europa Press


Una mirada panorámica a la situación muestra a las claras que esto no va de reformas puntuales ni de matices, comenta en el A vuelapluma de hoy [La renovación del contrato social. El País, 24/6/20] la politóloga Cristina Monge.

"Mientras la Comisión de reconstrucción del Congreso termina su ronda de comparecencias, -comienza diciendo Monge- salen a la luz informes que, desde ópticas distintas, apuntan los principales retos que tiene el país. En su trabajo España y la crisis del coronavirus: Una reflexión estratégica en contexto europeo e internacional, el Real Instituto Elcano señala más de 20 ámbitos de reformas: desde el fortalecimiento del Sistema Nacional de Salud hasta la transformación del modelo productivo hacia uno “más digital, internacionalizado, verde e inclusivo”, pasando por la mejora de la gobernanza, todos ellos desde la constatación de que cada vez es más difícil separar la política internacional de la doméstica. Oxfam-Intermón, en Una reconstrucción justa es posible y necesaria, tras advertir que la pandemia puede meter en la pobreza a 700.000 personas más e incrementar en 1,7 puntos la desigualdad, apunta medidas para blindar el sector público, con su correspondiente reforma fiscal, al tiempo que propone priorizar la lucha contra la precariedad laboral y apoyar a los migrantes. Son solo dos ejemplos a los que hay que unir las propuestas lanzadas desde la cumbre empresarial organizada por CEOE y otros muchos foros. Una mirada panorámica muestra a las claras que esto no va de reformas puntuales ni de matices.

Como recordaba el profesor Antón Costas en estas mismas páginas, la Gran Depresión de los años treinta y la Segunda Guerra Mundial dieron lugar a un nuevo contrato social progresista que cristalizó en el Estado social. La crisis energética y económica de los setenta engendró otro contrato, esta vez de corte neoliberal, cuyas consecuencias se dejaron notar de forma especial en la gestión de la crisis del 2008, alcanzando en Europa cotas de desigualdad que no se conocían desde la Primera Guerra Mundial. Hoy la pandemia ha evidenciado problemas preexistentes, ha acelerado procesos y tendencias previas, y ha barrido en cuestión de semanas dogmas neoliberales que se consideraban incuestionables. La recuperación en Europa se hará con dinero público haciendo caso a la máxima expresada por la jefa del FMI, Kristalina Georgieva: ¡Gasten cuanto puedan! Todo apunta a que esto no va de reformas, sino de una profunda renovación, y por tanto una nueva negociación del contrato social.

Los elementos que debe incorporar este nuevo contrato, el rol de lo público, de lo privado, de lo social, o la creación de nuevos espacios híbridos de cocreación, está también en la mesa de negociación, como lo está la inaplazable necesidad de incorporar al futuro como un actor esencial, abordando así los retos de la sostenibilidad. Ninguna comisión puede acometer semejante tarea en dos meses, así que convendría ir previendo cómo se va a desarrollar el debate. La pluralidad de actores implicados, la transparencia del proceso y la puesta en marcha de dinámicas de deliberación serán claves para el éxito".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 








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jueves, 4 de junio de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Un annus horribilis. Publicada el 31 de diciembre de 2009





Fue la reina Isabel II de la Gran Bretaña quien pronunció una frase referida al año 1992 que se hizo famosa: la de que había sido para ella un "Annus Horribilis". Seguro que este 2009 que hoy concluye su existencia también habrá merecido el apodo de "Annus Horribilis" para muchos cientos de miles de personas que han visto perder sus trabajos y sus ahorros a causa de una crisis financiera de la que nadie se ha hecho responsable.

¿Nadie?... Parece haber un consenso mayoritario en que la gran banca internacional, estadounidense y europea principalmente, tienen una indiscutible responsabilidad directa en la gestación y desarrollo de la crisis, crisis que gracias a la inyección de ingentes cantidades de miles de millones de dólares y euros de dinero público, es decir, de todos, en esas propias entidades financieras que la habían propiciado, se ha podido detener y suavizar aun a costa de gravísimos daños colaterales que como es uso y costumbre han pagado otros, los más débiles, los de siempre.

Cuando el presidente Mitterand accedió al poder en Francia, en la primavera de 1981, anunció que una de las primeras medidas de su gobierno sería la nacionalización de la banca francesa. El 9 de septiembre de ese mismo año el Consejo de Ministros aprobó la medida. La reacción de los medios económicos franceses fue inmediata y unánime calificando la decisión de "inhabitual, torpe, inicua y anunciadora de desorden». La nacionalización no prosperó.

La cuestión es que esas ingentes cantidades de dinero público inyectado a los bancos privados en este año que acaba ha salvado a la gran banca pero no ha servido para nada más. ¿Merecían la salvación? No lo tengo muy claro. Hay voces que creen que no. Y que si se han salvado con dinero público, de todos, tienen que responder de su gestión no ante sus accionistas sino ante quienes les han salvado.

Otro tópico usual es el de que una banca pública, es decir nacionalizada, nunca será tan eficiente como una banca privada. Es posible, pero la cuestión a dilucidar es que consideramos como "eficiente" a efectos globales. Y eso, visto lo visto en 2009, no parece tan claro, ni los gestores privados especialmente eficientes; más bien todo lo contrario...

Enrique Gil Calvo, profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, publicaba ayer un interesante artículo [La privatización del keynesianismo. El País, 30/12/09] en el que plantea y desarrolla algunas de las cuestiones que he esbozado en mi comentario. Espero que les guste. Feliz Año Nuevo. Tamaragua, amigos. Nos vemos el próximo año. HArendt



El economista John Maynard Keynes


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lunes, 1 de junio de 2020

[PENSAMIENTO] Una renta básica universal



Dibujo de Raquel Marín para El País


Un ingreso de emergencia estimularía la recuperación de la demanda tras una crisis, actuaría como un ‘estabilizador automático’ y los ciudadanos serían menos propensos a votar opciones extremistas; la siguiente fase es una renta básica universal, escribe en El País, el profesor titular e investigador en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres, Guy Standing. A final de la entrada les pongo una serie de enlaces a artículos académicos en español que constituyen una excelente una puesta al día de la cuestión.

"Cuando la pandemia, por fin, se desvanezca, -comienza diciendo Standing- el mundo cambiará de forma permanente. Pero, para que cambie para mejor, es necesario desarrollar ya una estrategia de transformación económica. Para ello, debemos tener claro de antemano cuáles eran sus defectos fundamentales.

La economía neoliberal que ha predominado durante las últimas tres décadas se proponía reducir el Estado social y tenía una afición populista a reducir impuestos, particularmente para los ricos y las empresas, que exigía recortes del gasto público, en teoría para equilibrar los presupuestos.

Era un modelo engañoso, que produjo un gran fortalecimiento del capitalismo rentista —grandes réditos para los dueños de propiedades— y el debilitamiento de los bienes públicos comunes. Esto último implicaba menos hogares sociales, servicios sociales reducidos, menos sanidad pública y menos asistencia social. Ahora estamos pagando el precio, con más de 25.000 muertes solo en España. Nuestra capa de protección social estaba hecha jirones.

También ha producido un saqueo de los bienes públicos naturales —menos espacios abiertos, menos peces en el mar, menos aire limpio y agua potable, menos parques y bosques cuidados—, así como de las garantías civiles, la igualdad y la justicia para todos. Sobre todo, vimos una pérdida del patrimonio público intelectual, a medida que el desarrollo de un sistema internacional de derechos de propiedad intelectual permitió que la plutocracia y las grandes empresas se adueñaran con una parte cada vez mayor de los ingresos generados.

Por consiguiente, una parte crucial de la estrategia de revitalización debe consistir en desmantelar el capitalismo rentista y reanimar todos nuestros bienes comunes. No debemos aceptar a ningún político ni partido político que no articule una estrategia en ese sentido. La principal prioridad debe ser la construcción de un nuevo sistema de distribución de rentas. Desde ahora mismo. Necesitamos que los Gobiernos y las organizaciones internacionales introduzcan una renta básica de emergencia.

Los Gobiernos deben darse cuenta de que no existe una alternativa que pueda llegar a todos los segmentos de la sociedad. Algunos Gobiernos han alegado que tienen que centrar la ayuda en los más vulnerables y han introducido asistencia social y subsidios salariales en función de los recursos. Pero acabarán aceptando que casi todo el mundo —excepto los plutócratas que pueden refugiarse en sus superyates y sus fincas—, además de ser vulnerable a la pandemia, puede sufrir problemas económicos, quiebras y otras enfermedades.

Tratar de seleccionar a los pobres en una conmoción sistémica como la actual es como buscar al hombre que está más a punto de ahogarse en un naufragio y dejar que el resto se hunda. Todos necesitamos ayuda. El proceso administrativo necesario para identificar a los más necesitados será caótico, burocrático, crónicamente ineficaz e injusto. E incluso puede que los políticos vean que muy pocos funcionarios estarán dispuestos a comprobar los ingresos, la riqueza o la situación laboral de los que soliciten ayuda financiera. Lo que los economistas deberían saber a estas alturas es que los planes selectivos, concebidos para llegar exclusivamente a los que son pobres sin culpa ninguna, cometen enormes fallos de exclusión. En otras palabras, no llegan a muchos de los destinatarios del plan. Es posible que haya un 40%, o más, de necesitados al que no llegan. Este hecho ha quedado demostrado una y otra vez en todo el mundo, incluso en países con sistemas administrativos avanzados.

Dicho de otro modo, los planes universales son más eficaces que los planes selectivos para reducir la pobreza y la inseguridad de rentas. A los políticos les cuesta entender esta paradoja, y muchos prefieren no entenderla, porque así pueden continuar con sus programas específicos, con los que creen que ahorran dinero público. Sería mucho mejor suministrar a todo el mundo una renta básica y aplicar a los ricos una ligera subida de impuestos, para que no estén ni mejor ni peor.

Lo que hemos descubierto con los ensayos de rentas básicas en diferentes tipos de países es que refuerzan la resistencia personal y familiar, y hacen que las familias y las personas sufran menos presión y tengan más capacidad de pagar sus deudas. También mejoran la nutrición, la salud y la sanidad. Y, en contra de los prejuicios burgueses, las personas con la seguridad de una renta básica tienden a trabajar más —no menos— y a ser más productivas —no menos—, así como más cooperativas y tolerantes con los demás. Tienen menos miedo y, por tanto, menos propensión a votar opciones de extremismo populista.

El sistema de renta básica tendría otras ventajas sociales y económicas. Nuestra supervivencia colectiva a esta pandemia depende no sólo de nuestro propio comportamiento y nuestro acceso a los recursos, sino también de que todos los demás tengan los recursos necesarios para sobrevivir. Si algunos grupos se quedan fuera de los programas de ayudas económicas, tenderán a mostrar comportamientos que prolongarán la pandemia, aunque solo sea porque, sin recursos, seguirán siendo vulnerables al virus y otras enfermedades sociales. Podríamos incluso formular una regla social: cuanto más específico sea el sistema de ayudas económicas, más durará la pandemia y más devastadora será.

Desde el punto de vista económico, los políticos deberían ser conscientes de que, durante mucho tiempo, vamos a sufrir las consecuencias de una profunda crisis de demanda. Los pobres no podrán comprar bienes y servicios básicos, el precariado no podrá atender sus deudas crecientes y los asalariados habrán sufrido enormes efectos en su riqueza, es decir, la constatación de que han perdido mucha riqueza, lo que les hará gastar menos.

A los políticos les gusta dar la imagen de que protegen a las empresas y los puestos de trabajo. Pero el objetivo principal debería ser impulsar la demanda de bienes y servicios básicos, sin la cual las empresas no pueden funcionar. Una renta básica impulsaría esa demanda, y constituiría la piedra angular de la nueva economía: alimentos, viviendas, sanidad y educación.

La locura de la flexibilización cuantitativa perseguida después de 2008 consistió en inyectar dinero en el lado de la oferta, en los mercados financieros. Eso llevó a una recuperación muy lenta, como todo español sabe. Y enriqueció a los que ya eran ricos. Eso no debe repetirse ahora. Pero solo lo evitaremos si presionamos a los políticos y a las instituciones financieras y políticas internacionales para que den facilidades a la gente corriente.

Otra ventaja de una renta básica de emergencia es que podría servir de lo que los economistas llaman estabilizador económico automático. Si se adopta, impulsaría la demanda de bienes y servicios básicos. Si eso funciona, la economía comenzará a recuperarse. Entonces, el Gobierno podría reducir ligeramente el importe para que sea sostenible a largo plazo, mientras se ponen en marcha impuestos y otros recursos financieros para sufragar un sistema permanente. Si la recesión empeora debido a fuerzas externas, las autoridades podrían aumentar la renta básica, para reforzar la economía en general.

La situación es grave. La mayoría de la gente está teniendo dificultades económicas, sociales y emocionales. Una renta básica no es la panacea; pero es esencial y urgente. Si las autoridades no la aplican, serán en parte responsables de las muertes y enfermedades del mañana. Como mínimo, deberían lanzar de inmediato programas piloto, si no están convencidos. La inacción es lo que no se perdonará ni se olvidará".

Y estos son los enlaces que les citaba al inicio de la entrada:

1. Herce, José Antonio y Miguel Ángel: ¿Qué base para legitimar una renta básica? Revista de Libros
2. Linde, Luis M.: Renta básica, mínima y sus parientes. Revista de Libros



El profesor Guy Standing



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sábado, 23 de mayo de 2020

[A VUELAPLUMA] PIBes



Sede la ONU, Nueva York


El PIB no nos sirve para calcular el progreso, escribe en el último A vuelapluma de la semana [Cómo calcular el progreso. El País, 13/5/2020] el profesor Javier Sampedro, doctor en genética y biología molecular y divulgador científico, pues es un indicador miope que olvida los costes de la desigualdad y la destrucción del medio.

"¿Cómo calcular el progreso? -comienza preguntándose Sampedro-. Tal vez por el crecimiento del PIB, una estimación del valor monetario de los bienes y servicios que genera un país. Pero el PIB es un promedio y viene lastrado de origen por el mismo sesgo que arruina todos los promedios: si yo me como un pollo y tú ninguno, nos hemos comido medio pollo cada uno. El mantra del ultracapitalismo en el que llevamos nadando desde tiempos de Reagan y Thatcher —lo que es bueno para las grandes corporaciones es bueno para la sociedad— está más acabado que el palo de un gallinero. Lleva 40 años agigantando la desigualdad social hasta unos extremos intolerables, conduce a las políticas públicas por senderos incontrolables y erosiona el poder democrático de los Gobiernos, que rara vez pueden competir con el lado oscuro de la fuerza multinacional. Si eso es el progreso, dirá la gente, mejor póngame el retroceso. Y ahí estamos, ¿no es cierto?

Sir Partha Dasgupta, un profesor emérito de la Universidad de Cambridge, ha publicado un análisis independiente sobre la economía de la biodiversidad, que le fue encargado el año pasado por la Secretaría de Hacienda del Gobierno británico. El trabajo, de 81 páginas, recuerda a los gobernantes y a los Parlamentos que la vida humana es enteramente dependiente de su “capital natural” y de los servicios ecosistémicos que la nutren. El concepto de servicio ecosistémico no está todavía integrado en nuestro modelo interior del mundo, pero lo estará, no lo duden.

Se refiere a los beneficios que los sistemas naturales ofrecen a las poblaciones humanas, desde la agricultura hasta los bosques, de los pastos a los ríos y océanos. Sin eso no hay aire limpio, ni polinización de los cultivos, ni mitigación del cambio climático ni bienestar de las personas ante una pandemia. Si ese capital natural sigue dilapidándose, sostiene Dasgupta, la calidad de vida seguirá degradándose en todo el planeta, aunque el PIB continúe empeñado en su ascenso rapaz. Por lo tanto, el PIB no nos sirve como una medida del progreso. Es un indicador trasnochado y miope, porque olvida los costes de la desigualdad y la destrucción del medio, que son cada vez más enormes.

Este problema, que ya era grave, se ha exacerbado con la crisis pandémica y la segura recesión económica que vendrá detrás. “Los jefes de Gobierno, los ministros de Economía y las agencias de crédito como el Banco Mundial y el FMI”, dicen los editorialistas de Nature, “están proporcionando billones de dólares en estímulos para mantener en funcionamiento la economía”. Pero la urgencia en restaurar la normalidad o posnormalidad económica no solo resulta un riesgo para la salud pública, sino también para la sostenibilidad ambiental que la sustenta. Cada vez más y más problemas para el PIB, el pobre indicador que ya no indica nada.

El Sistema de Contabilidades Nacionales (SNA, por System of National Accounts) de la ONU es lo más parecido que tenemos a un estándar internacional de recomendaciones para medir la actividad económica de los países. Como todo organismo de Naciones Unidas, se mueve a la velocidad de un triceratops y tiene la cintura de una morsa. Desde 1953 —cuando se descubrió la doble hélice del ADN— solo ha revisado cinco veces sus criterios. Pero en su próxima reunión, sea o no telemática, tendrá la capacidad de corregir la forma en que calculamos el progreso. Ojalá lo haga".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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jueves, 21 de mayo de 2020

[A VUELAPLUMA] El mundo






"Ignoro si la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, comienza diciendo el periodista Màrius Carol en el A vuelapluma de hoy [Algo más que un sueño. La Vanguardia, 12/5/2020] conoce un cuento corto de Augusto Monterroso, titulado El mundo , que le puede resultar inspiracional. Dice así: “Dios todavía no ha creado el mundo; solo lo está imaginando, como entre sueños. Por eso el mundo es perfecto, pero confuso”.

Monterroso era un escéptico, también en materia religiosa, que prefería pensar que el mundo no ha acabado de ser creado y de ahí su imperfección que nos confunde. Dentro de este universo, Europa es una realidad más soñada que real, donde el egoísmo de los estados frena cualquier avance que la convierta en potencia. Así que no hay que perder la fe –Von der Leyen es de un partido de base cristiana– pero debemos conseguir que la UE sea un poder menos confuso. Y la presidenta de la Comisión tiene en sus manos que Europa resulte algo más que el sueño de los Konrad Adenauer , Jean Monnet o Robert Schuman . Es evidente que no depende solo de ella, pero su liderazgo en un momento tan delicado de la historia del mundo puede ser capital. No lo tendrá fácil, pues Alemania empuja a la Unión hacia una salida de la crisis, que puede arrastrar a países como España, Italia e incluso Francia a una recesión de consecuencias imprevisibles. Lo expertos avisan de la amenaza de una ruptura en el mercado interior y de un posible estallido de la zona euro.

Alemania no está por mutualizar la deuda, ni siquiera la causada por el coronavirus. Y, por si no quedara claro, su Tribunal Constitucional de togas rojas ha advertido de que el BCE no puede rebajar las primas de riesgo. A su juicio, la entidad está entrando en cuestiones de política fiscal y distributiva que no le corresponden. En este contexto, la frase de Angela Merkel de que “Europa tiene que salir de esta crisis más fuerte que cuando entró” suena a música celestial. Y su latiguillo de que Alemania pondrá de su parte lo que haga falta para lograrlo suena a chiste malo de monologuista sin gracia.

La presidenta de la Comisión ha dejado muy claro que el plan europeo deberá disponer de subsidios a fondo perdido y ha amenazado con abrir un expediente de infracción contra Alemania como resultado de la sentencia del Constitucional, que pide al Gobierno y al Parlamento del país que investigue las prácticas del BCE. Von der Leyen es alemana –ha sido ministra durante catorce años– y su posición es extraordinariamente compleja. Pero no hay que olvidar que nació y se crió en Bruselas, pues su padre fue uno de los primeros altos funcionarios de la UE. Como tampoco resulta baladí el hecho de que Emmanuel Macron apostara por ella para su cargo actual, adquiriendo el compromiso de ir juntos en la refundación europea.

Habrá que dejar de soñar en Europa y empezarla a configurarla de verdad, como si se tratara de un cuento de Monterroso. Con la ayuda de Dios...y de Alemania".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 15 de mayo de 2020

[HISTORIA] Sans-culottes





La historia no se repite pero rima, dejo dicho Mark Twain, creador de los inolvidables personajes de Huckleberry Finn y Tom Sawyer. Creo que tiene razón, y lo mismo piensa el escritor y periodista Alvaro Delgado-Gal, director de Revista de Libros, que el pasado 25 de abril escribía en el diario ABC un muy crítico artículo titulado "El momento sans-culottes" sobre el descontento humano, que dice con acierto, no se nutre de carencias absolutas sino de la distancia que media entre lo que nos pasa y lo que estimamos debería pasarnos.

La expresión sans-culottes significa literalmente «sin calzones», en referencia al culote, la prenda de vestir de los sectores sociales más acomodados de la Francia del siglo XVIII, mientras que los miembros del Tercer Estado, los sectores menos acomodados de la sociedad, los no privilegiados, llevaban pantalones largos.​ Eran quienes realizaban labores manuales como artesanos, obreros y campesinos y constituyeron la mayor parte de las fuerzas revolucionarias durante el inicio de la Revolución francesa. Bajo este mote, usado al principio de forma despectiva y exhibido posteriormente por ellos mismos con orgullo, se incluía a un grupo heterogéneo de personas: trabajadores independientes, pequeños comerciantes y artesanos que excluía a la burguesía acomodada. El término era sinónimo de «desarrapados» y se aplicaba a las clases sociales populares de la Francia de este período, pero que no evitó que se alinearan con los sectores más revolucionarios de la burguesía como jacobinos, hebertistas y enragés.

"El descontento humano no se nutre de carencias absolutas sino de la distancia que media entre lo que nos pasa y lo que estimamos que debería pasarnos, comienza diciendo Delado-Gal. Con el enriquecimiento de la sociedad, ha ido disparándose el nivel de nuestras exigencias. La dinámica no podía durar siempre. Las desgraciadas secuelas económicas de la pandemia nos devolverán, brutalmente, a la realidad. Para las inteligencias expeditivas el mundo político se divide en dos mitades, una inmaculada y la otra del color de las calderas de Pedro Botero. Encontramos buena muestra de ello en «Spanish Revolution», un vídeo que últimamente ha incendiado las redes y en el que se resume la pandemia aplicando una fórmula simple: la derecha eterna, la derecha condenada a ser derecha, es culpable. Así de claro. Amancio Ortega, por mucho que haya arrimado el hombro para ayudar a sus conciudadanos, es culpable. Ni una palabra sobre las torpezas del Gobierno, en algunos casos muy notables. Solo han obrado mal los que por esencia e instinto llevan la prevaricación en las entrañas. Esto es todo. Complicar el análisis, meterse en dibujos, sería pecar de tibio y por tanto de cómplice.

El vídeo es muy moderno y, al tiempo, estupefacientemente antiguo. La voz que acompaña a las imágenes acusa los trémolos, el insuperable dolor, del inefablemente ofendido. Parece que estuviésemos asistiendo de nuevo a la campaña del Prestige, la cual se dirigió contra un partido, el PP, arrojado a las llamas del infierno antes de que el juez hubiese tenido ocasión de decir «esta boca es mía». El Tribunal Supremo, después de un proceso que se prolongó varios años, terminó absolviendo al Gobierno. El desenlace debería haber templado a los sicofantes de la democracia siempre incumplida. Pues no. Volvemos a las andadas, o, si quieren, a las andanadas. El PP y el séquito de logreros y forajidos que buscan cobertura bajo sus siglas han desmantelado la sanidad pública. Los muertos del coronavirus son sus muertos, y los contagiados, sus contagiados: a cada tañido fúnebre de campana levantan el vuelo miles de gaviotas, transposición simbólica de las cornejas que anuncian y celebran la devastación y el desastre. No se razonan las cifras, ni se colocan en su contexto. Es cierto que, tras la llegada de Rajoy, el gasto sanitario descendió cerca de un 13%. Sí, es verdad. Pero el gasto sanitario había alcanzado cifras extraordinarias e insostenibles con Zapatero, el país estaba en bancarrota y no había más remedio que ahorrar si se pretendía evitar un rescate de Bruselas. Pese a todo Rajoy ejerció lo que, dadas las circunstancias, cabría considerar una política social: incrementó la deuda pública treinta puntos, subió los impuestos y, a partir de 2015, fue elevando el gasto sanitario hasta colocarlo en consonancia con los niveles anteriores a los grandes e irrepetibles superávits de principios de milenio. No habría sido sustancialmente distinto el comportamiento del PSOE. Pelillos a la mar. Cuando no se habla de los hechos sino del Bien y del Mal, con unos, los abajo firmantes, instalados en el primero, y los enemigos políticos arrinconados en el segundo, la razón se declara en cesantía y estalla ciega, impaciente, obtusa, la histeria inquisitorial.

He afirmado que el vídeo es antiguo, además de moderno. Antes de que el pacto socialdemócrata sellara oficialmente el fin de la lucha de clases, las reivindicaciones de la izquierda revolucionaria presuponían una específica filosofía de la historia. Teníamos al proletariado, teníamos las contradicciones del capitalismo y, a partir de 1917, tuvimos a la tercera Roma, es decir, Moscú. Todo esto ha cambiado. El tono, el timbre de «Spanish Revolution» nos remite a un tiempo anterior al marxismo clásico: si acaso, el vídeo emula la retórica de los enragés durante los años I y II en Francia. Como en 1793, como en 1794, se señalan objetivos a la justicia popular y se intima una urgente, gigantesca reparación. Además de figuras que cumplen condena por delitos económicos y que están bien donde están, a saber, en la cárcel, aparecen, enmarcados y como ofrecidos a un castigo ejemplar, Ana Botín, Juan Roig o, ¡faltaba más!, Amancio Ortega. La denuncia se ha hecho primaria, elemental, y se habla de una conspiración neoliberal en los mismos términos que Hébert o Saint-Just usaron para desenmascarar el complot aristocrático. Hemos retrocedido hasta la ira primitiva de los sans-culottes.

La analogía, por supuesto, no debe llevarse demasiado lejos. Para empezar, aquí no se va a guillotinar a nadie. Y, para terminar, el neoliberalismo, como concepto, expone menos superficie al furor sans-culotte que los terratenientes, los acaparadores de trigo o los ejércitos enemigos, causa principal de que se disparara el Terror tras la ejecución de Luis XVI. Se aprecia, en fin, un no sé qué de artificioso, de relamido, de cursi, en la propaganda antisistema que vomitan, más que divulgan, las factorías mediáticas de Podemos. Esto, como se dice en el cine, es un «remake». Y los «remake», nueve de cada diez veces, no son la cosa sino su parodia.

No significa lo último que no debamos mirar el futuro a corto y medio plazo con enorme preocupación. La pandemia ha provocado que se cobrara constancia, con violencia súbita, de algo que las clases políticas, de izquierdas y de derechas, llevaban tiempo callando y los votantes barruntaban aunque preferían no decirse: el Estado de bienestar no está, no puede estar, a la altura de sus promesas. Es evidente que una sociedad con una pirámide poblacional que se ensancha por arriba y se estrecha por abajo no se halla en grado de mantener incólumes las prestaciones sanitarias. En España el número de médicos por mil habitantes es muy parecido al de Alemania: alrededor de cuatro. Pero nuestro PIB per cápita es poco más de la mitad que el alemán. La resulta es que los médicos están muy mal pagados. Su comportamiento está siendo admirable. Sin embargo, como dicen los castizos, no se puede estirar el pie más del largo de la sábana. El futuro de las pensiones es otro capítulo. Y no menos preocupante.

El descontento humano no se nutre de carencias absolutas sino de la distancia que media entre lo que nos pasa y lo que estimamos que debería pasarnos. Con el enriquecimiento de la sociedad, ha ido disparándose el nivel de nuestras exigencias. La dinámica no podía durar siempre. Las desgraciadas secuelas económicas de la pandemia nos devolverán, brutalmente, a la realidad. Todos tendremos que aceptar sacrificios, cada uno según sus fuerzas y recursos. El que prefiera declamar, que se suba a un escenario".



El escritor Álvaro Delgado-Gal



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