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domingo, 13 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Paul A Samuelson en el recuerdo. [Publicada el 14 de diciembre de 2009]




El profesor Paul A. Samuelson


No seré yo quien discuta a Joaquín Estefanía, economista, periodista y exdirector de El País, el calificativo de "El mejor economista de la historia" que en un artículo de hoy en el que fuera su periódico dedica a la memoria y honra del profesor Paul Anthony Samuelson (1915-2009), Premio Nobel de Economía en 1970 y profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachussetts, fallecido ayer a los 94 años en su casa de Belmont. Al contrario, pienso que se lo merece con creces.

Nunca se me han dado bien los "números", y a pesar de tener un currículum académico bastante variado, reconozco que soy de "Letras" no sólo por vocación sino, también, por incapacidad manifiesta hacia lo que yo denomino "Ciencias-Ciencias". ¿Es la Economía una de esas "ciencias-ciencias"? Pues no lo se. Pero lo poco que entiendo de Economía lo aprendí a finales de los años 70, cuando cursaba la Licenciatura de Derecho en la UNED y tuve que lidiar con una de las asignaturas de la misma que llevaba el nombre de "Economía Política," una de las más temidas entre los estudiantes. La aprobé a la primera, con un Notable que me supo a gloria celestial. Y encima me gustó estudiarla, la comprendí, la entendí, y la disfruté... Sobre todo gracias a un libro, el "Curso de Economía Moderna" (Aguilar, Madrid, 1973) de Paul A. Samuelson, y a un profesor-tutor del Centro Asociado de la UNED en Gran Canaria, Leopoldo Santana, que la enseñaba como se debe enseñar en la universidad, es decir poniendo corazón, sabiduría y entrega en ello. Treinta-y-muchos años después, sólo palabras de agradecimiento tengo para ambos.

No voy a realizar un panegírico de Paul A. Samuelson, Doctor Honoris Causa por la UNED en 1989, innecesario por mi parte ante la avalancha de notas laudatorias que recaen sobre el mismo. Si acaso, recordar el enfrentamiento frontal que mantuvo toda su vida con la Escuela "Neo-Liberal" dirigida por Milton Friedman y Friedrich Hayek, y con uno de sus más conspicuos discípulos, el ex-presidente de los Estados Unidos, George W. Bush (hijo).


Cuenta Estefanía en su artículo que cuando Samuelson leyó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, ante un tribunal en el que estaba nada menos que Joseph Schumpeter, el gran economista austriaco, quedó éste tan impresionado por la capacidad científica del joven Samuelson, que comentó abrumado: "Con nuestros conocimientos en relación con los de este chico, ¿podríamos haber aprobado nosotros?".

Más adelante pueden leer el artículo citado de Joaquín Estefanía [El mejor economista de la historia. El País, 13/12/2020] y también dos recientes del profesor Samuelson que publicó la revista "Negocios", de El País, los pasados 26 de octubre y 29 de noviembre, respectivamente, con los títulos de "Adios al capitalismo de Friedman y Hayek"  y "Comienzo de una nueva era mundial". Y si lo desean, en esta dirección electrónica pueden acceder a los 14 artículos publicados por el profesor Samuelson en El País entre enero de 2008 y noviembre de 2009. Seguro que los disfrutan... HArendt






La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 19 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Los responsables intelectuales



Fotografía de Wolfgang Schäuble en un cartel griego en contra de la austeridad


"Las ideas equivocadas -escribe en el A vuelapluma de hoy miércoles el periodista Joaquín Estefanía- también son responsables de que los ciudadanos hayan vivido casi una década de profunda crisis económica, mientras creían estar seguros y que no se repetirían los excesos del pasado. Es imprescindible corregirlas para que las dificultades no vuelvan. Una de esas ideas fue la llamada “austeridad expansiva”, que decía que todo ajuste basado en un recorte del gasto público tendrá finalmente carácter expansivo, olvidando a los que se quedan por el camino. Sus teóricos han sido los responsables intelectuales de la Gran Recesión, a los que se han de unir los protagonistas prácticos de la mayor operación de engaño de la historia moderna (una redistribución de la renta y la riqueza a la inversa) y los supervisores que no supervisaron.

Uno de los personajes que aplicaron con más rigor esa austeridad expansiva fue el alemán Wolfgang Schäuble, hoy presidente del Bundestag y antiguo ministro de Finanzas, que acaba de declarar que no cree que el populismo sea consecuencia de las políticas de austeridad por las que una parte importante de los europeos se sintió abandonada: “Los hechos hablan en contra de esas suposiciones no académicas (…). Yo creo que las causas son otras”.

La austeridad expansiva tiene varios padres. Ahora, uno de ellos, el profesor de la Universidad de Harvard Alberto Alesina, publica un libro (Austeridad; Deusto) en el que reivindica lo que él mismo y su colega Silvia Ardagna llevan diciendo desde finales de los años noventa: que no hay una sino dos austeridades: la basada en la subida de los impuestos (austeridad recesiva) y la que se centra en el recorte de gastos, que es la buena porque la austeridad y el crecimiento se hacen compatibles (austeridad expansiva). Nuestras investigaciones, dice Alesina, certifican que hay una diferencia importante en cuanto al efecto de los planes de la austeridad basado en el aumento de los impuestos y los paquetes de medidas de consolidación centradas principalmente en las reducciones del gasto. A favor de estos últimos.

Los autores (Alesina y dos profesores de Milán) acusan a los que han hecho balance de las políticas seguidas durante la Gran Recesión en Europa y las han calificado de estrepitoso fracaso, porque el crecimiento ha sido menor que antes y la deuda no ha disminuido, de llevar a una discusión tóxica o cuando menos áspera e ideologizada, lo que termina produciendo una conversación inútil e improductiva. Sin embargo, a lo largo de las 335 páginas de su texto no hay ni una sola reflexión central sobre los perdedores de las políticas de recortes de gasto y devaluación salarial que se han aplicado al menos entre los años 2008 y 2014.

Alesina contesta directamente a los que afirman que la austeridad, tal como ha sido concebida (una forma de deflación voluntaria por la cual la economía entra en un proceso de ajuste basado en más paro, reducción de salarios y un menor gasto social con el objeto de disminuir la deuda y el déficit), es una idea peligrosa que ha sido refutada por la realidad, sin que sus teóricos hayan hecho la menor autocrítica académica o profesional. Mark Blyth, un profesor de la Universidad de Brown, escribió en 2014: “No obstante, y a pesar de que [incluso] el Fondo Monetario Internacional ha perdido la fe en la austeridad, esto no significa que sus defensores no estén tratando de encontrar nuevos ejemplos de su (presunto) funcionamiento positivo. Hay demasiadas reputaciones en juego, y demasiado es también el capital político invertido, como para permitir que unos simples e inoportunos hechos vengan a interponerse en el camino de esta ideología”.

Alesina et altri escriben que no es cierto que la austeridad sea un “beso de la muerte” para los Gobiernos que adoptan este tipo de políticas. Desmienten con ello aquellas declaraciones del expresidente de la Comisión Europea Jean-Claude ­Juncker cuando dijo sobre los programas de ajuste: “Todos sabemos qué políticas debemos aplicar, lo que no sabemos es cómo salir reelegidos si las aplicamos”.

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





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domingo, 9 de febrero de 2020

[ESPECIAL DOMINICAL] El coste de las malas ideas



OCDE, París, mayo de 2019


"Resulta difícil de creer -afirma el periodista y escritor Joaquín Estefanía en el Especial dominical de hoy- pero no hace tanto tiempo los economistas se felicitaban mutuamente por el éxito de su especialidad. Esos éxitos parecían tanto teóricos como prácticos y condujeron a la profesión a su edad dorada. Sin embargo, el oficio de economista se extravió porque sus componentes, como grupo, confundieron la belleza, vestida con unas matemáticas de aspecto impresionante, con la verdad.

11 años más tarde, una Gran Recesión y una recuperación desigual después, Paul Krugman, autor de las anteriores reflexiones, vuelve a publicar aquel impresionante artículo titulado “¿Cómo pudieron equivocarse tanto los economistas?”, dentro de su último libro Contra los zombis (Crítica). Pero Krugman ya no está tan sólo en su crítica a los economistas del mainstream, al que por cierto él también pertenece. En general, muchos ciudadanos no se fían de los economistas. En 2017, la casa de sondeos YouGov llevó a cabo una encuesta en el Reino Unido en la que preguntaba: “De las siguientes, ¿en qué opiniones confía cuando hablan de sus ámbitos de especialización?”. Los enfermeros fueron los primeros: el 84% de la gente encuestada confiaba en ellos; los políticos fueron los últimos con un 5% (aunque en los miembros locales del Parlamento se confiaba un poco más, el 20%); los economistas se quedaron justo por encima de los políticos locales, con un 25%. La confianza en los meteorólogos fue el doble.

Estos datos los aportan los premios Nóbel de Economía del último año, el indio Abhijit Banerjee y la francesa Esther Duflo, en su libro Buena economía para tiempos difíciles (de próxima aparición en Taurus), así como otro sondeo con la misma pregunta elaborado sobre 10.000 personas en EEUU, un año después: de nuevo sólo el 25% confiaba en los economistas y sólo los políticos obtuvieron un porcentaje peor. Banerjee y Duflo describen con mucha modestia algunas de las causas de esa desconfianza ciudadana: muchos economistas están a menudo demasiado absortos en sus modelos y en sus métodos, y a veces se les olvida dónde acaba la ciencia y empieza la ideología; responden a cuestiones relacionadas con la política basándose en suposiciones que para ellos se han convertido en algo automático, porque son elementos fundamentales de sus modelos, aunque ello no significa que sean correctos. Y concluyen: “Lo peligroso no es equivocarse, sino estar tan enamorados de las ideas propias como para impedir que los hechos se interpongan. Para hacer progresos tenemos que volver constantemente a los hechos, reconocer nuestros errores y continuar”.

Los economistas siguen estudiando los problemas tradicionales de las sociedades (los impuestos, la emigración, el papel del Estado, etcétera), pero algo está cambiando en los enfoques. En un tan divertido como interesante artículo publicado en el blog nadaesgratis.es, y titulado “La nueva ola progre del análisis económico”, Samuel Bentolila escribe que a pesar de la imagen del economista como el Scrooge del Cuento de Navidad de Dickens, “un hombre de corazón duro, egoísta y al que le disgusta la Navidad, los niños o cualquier cosa que produzca felicidad”, algunos de los mejores economistas académicos actuales están produciendo resultados empíricos que mucha gente no asocia con la profesión y sí con posturas “progres” o de izquierdas. Además, la profesión también está volviéndose más consciente de sus propios sesgos en el trato a algunos grupos (las mujeres y las minorías identitarias o raciales) y su negligencia en el cambio climático. Otro ejemplo: el último informe mensual de CaixaBank Research dedica su dossier a las formas iliberales de política económica (“¿Evolución o cambio radical respecto al consenso existente?”) y afirma que el distanciamiento del liberalismo económico, que se ha producido en un periodo de tiempo relativamente corto, es muy significativo y no debe tomarse a la ligera.

Los Nóbel citados cuentan también un chiste de economistas: un médico le dice a su paciente que sólo le queda medio año de vida y le aconseja casarse con un economista. El paciente le interroga: ¿curará eso mi enfermedad?. Y el médico le responde: “No, pero el medio año se le hará muy largo”.

El Especial de cada domingo no es un A vuelapluma diario más, pero se le parece. Con un poco más de extensión, trata lo mismo que estos últimos, quiza con mayor profudidad y rigor. Y lo subo al blog el último día de la semana pensando en que la mayoría de nosotros gozará hoy de más sosiego para la lectura.



El profesor Paul Krugman, Premio Nobel de Economía



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miércoles, 30 de julio de 2014

Derechas e izquierdas. Una distinción necesaria (I)




El filósofo Norberto Bobbio



¿Puede y debe hablarse hoy de izquierdas y derechas en el seno de la política democrática occidental? Y en caso de que fuera así ¿cómo definir en la época actual esos términos? Esas fueron las preguntas que hace veinte años le hicieron al filósofo italiano Norberto Bobbio y a las que él respondió con la nitidez y pedagogía de un gran maestro y gran ciudadano en su libro "Derecha e izquierda. Razones y significados de una distinción política" (Taurus, Madrid, 1995). "Frente al fascismo y al nazismo, dice en el libro, hubo que comportarse como extremistas, escogiendo entre resignarse y resistir. Y no dudo que fueron los extremistas entonces los que llevaron la razón. Pero en una sociedad democrática -añade- y pluralista, donde existen varios grupos en libre competición, con reglas de juego que deben ser respetadas, mi convicción es que tienen mayor posibilidades de éxito los moderados. Guste o no guste -contínua más adelante- las democracias suelen favorecer a los moderados y castigar a los extremistas. Se podría también sostener que es un mal que así ocurra. Pero si queremos hacer política, y estamos obligados a hacerla según las reglas de la democracia, debemos tener en cuenta los resultados que este juego favorece. Quien quiere hacer política día a día debe adaptarse a la regla principal de la democracia: la de moderar los tonos cuando ello es necesario para obtener un fin, el llegar a pactar con el adversario, el aceptar el compromiso cuando este no sea humillante y cuando sea el único medio de obtener algunos resultados".

Norberto Bobbio fue profesor de filosofía en la universidad de Turín y senador vitalicio de la república italiana, a la par que uno de los más grandes pensadores políticos conteporáneos. A reseñar ese interesantísimo libro, que leí por vez primera en marzo de 1995 y que acabo de releer con ienorme placer estos difíciles días que los españoles estamos viviendo, voy a dedicar esta y las próximas entradas del blog, entradas que iré intercalando para no resultar monotemático con las que vengo dedicando desde hacia varias semanas al tema de España en la poesía española contemporánea del exilio.

"Siempre he dado al término izquierda -dice Bobbio- una connotación positiva, incluso ahora que está siendo cada vez más atacada, y al término derecha una connotación negativa, a pesar de estar hoy revalorizada". Para Bobbio -dice el profesor Joaquín Estefanía en la introducción del libro- la parte central de su pensamiento político fue la distinción esencial entre derecha e izquierda, que no es otra que la diferente actitud que las dos partes muestran sistemáticamente frente a la idea de igualdad.

Si para la izquierda la igualdad es el fin de toda política, la libertad es el medio de toda política de izquierdas. De la conjunción entre libertad e igualdad extrae el filósofo italiano un espectro político de cuatro categorías:
a) La extrema izquierda jacobinista de los movimientos y doctrinas a la vez igualitarios y autoritarios. b) El centro-izquierda del socialismo liberal y la socialdemocracia, de movimientos y doctrinas liberales y a la vez igualitarios. c) El centro-derecha de los partidos conservadores, de movimientos y doctrinas liberales y a la vez desigualitarios. d) La extrema derecha: fascismo y nazismo, de movimientos y doctrinas a la vez antiliberales y antigualitarios.

Continuará... Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt






Portada del libro "Derecha e izquierda" de N. Bobbio




Entrada núm. 2126
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

lunes, 14 de diciembre de 2009

Paul A. Samuelson, en el recuerdo





El profesor Paul Anthony Samuelson




No seré yo quien discuta a Joaquín Estefanía, economista, periodista, y ex director de El País, el calificativo de "El mejor economista de la historia" que en un artículo de hoy en el que fuera su periódico dedica a la memoria y honra del profesor Paul Anthony Samuelson (1915-2009), Premio Nobel de Economía en 1970 y profesor emérito del Instituto Tecnológico de Massachussetts, fallecido ayer a los 94 años en su casa de Belmont (Massachussets). Al contrario, pienso que se lo merece con creces.

Nunca se me han dado bien los "números", y a pesar de tener un currículum académico bastante variado, reconozco que soy de "Letras" no sólo por vocación sino, también, por incapacidad manifiesta hacia lo que yo denomino "Ciencias-Ciencias". ¿Es la Economía una de esas "ciencias-ciencias"? Pues no lo se. Pero lo poco que entiendo de Economía lo aprendí a finales de los años 70, cuando cursaba la Licenciatura de Derecho en la UNED y tuve que lidiar con una de las asignaturas de la misma que llevaba el nombre de "Economía Política," una de las más temidas entre los estudiantes. La aprobé a la primera, con un Notable que me supo a gloria celestial. Y encima me gustó estudiarla, la comprendí, la entendí, y la disfruté... Sobre todo gracias a un libro, el "Curso de Economía Moderna" (Aguilar, Madrid, 1973) de Paul A. Samuelson, y a un profesor-tutor del Centro Asociado de la UNED en Gran Canaria, Leopoldo Santana, que la enseñaba como se debe enseñar en la universidad, es decir poniendo corazón, sabiduría y entrega en ello. Treinta-y-muchos años después, sólo palabras de agradecimiento tengo para ambos.

No voy a realizar un panegírico de Paul A. Samuelson, Doctor Honoris Causa por la UNED en 1989, innecesario por mi parte ante la avalancha de notas laudatorias que recaen sobre el mismo. Si acaso, recordar el enfrentamiento frontal que mantuvo toda su vida con la Escuela "Neo-Liberal" dirigida por Milton Friedman y Friedrich Hayek, y con uno de sus más conspicuos discípulos, el ex-presidente de los Estados Unidos, George W. Bush (hijo).

Cuenta Estefanía en su artículo que cuando Samuelson leyó su tesis doctoral en la Universidad de Harvard, ante un tribunal en el que estaba nada menos que Joseph Schumpeter, el gran economista austriaco, quedó éste tan impresionado por la capacidad científica del joven Samuelson, que comentó abrumado: "Con nuestros conocimientos en relación con los de este chico, ¿podríamos haber aprobado nosotros?".

Más adelante pueden leer el artículo citado de Joaquín Estefanía, y también dos recientes del profesor Samuelson que publicó la revista "Negocios", de El País, los pasados 26 de octubre y 29 de noviembre, respectivamente, con los títulos de "Adios al capitalismo de Friedman y Hayek" y "Comienzo de una nueva era mundial". Y si lo desean, en esta dirección electrónica (aquí) pueden acceder a los 14 artículos publicados por el profesor Samuelson en El País entre enero de 2008 y noviembre de 2009. Seguro que los disfrutan... Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. (HArendt)





Portada de "Curso de Economía Moderna", de Samuelson





"EL MEJOR ECONOMISTA DE LA HISTORIA", por Joaquín Estefanía
ELPAIS.com - Economía - 13-12-2009

El premio Nobel Paul A. Samuelson ha fallecido a los 94 años. Hace menos de un lustro, cuando Paul Samuelson cumplió sus primeros 90 años, tuve que escribir un artículo en este periódico que titulé "Los maestros nonagenarios" y en el que pretendí rendir homenaje a dos de esos economistas, leyenda viva de nuestro tiempo: el propio Samuelson y John Kenneth Galbraith. Hoy los dos han muerto. El primero lo hizo este domingo, a los 94 años de edad. En ambos se unía esa cualidad que caracteriza a los grandes científicos sociales: sus intereses iban más allá de la especialidad en la que trabajaron y se hicieron famosos, y participaron activamente en la vida pública de sus entornos. No fueron economistas de campanario ni intelectuales encerrados en sus torres de marfil.

Nacido en Indiana, Samuelson estudió en la Universidad de Chicago y se doctoró en la de Harvard, en un tribunal en el que figuraba Joseph Schumpeter, el gran economista austriaco. Se cuenta una anécdota que dice que los miembros del tribunal quedaron tan impresionados por la capacidad científica del joven Samuelson, que Schumpeter comentó abrumado: "Con nuestros conocimientos en relación con los de este chico, ¿podríamos haber aprobado nosotros?". Además de Schumpeter, en Harvard estudió con otros economistas como Wassily Leontieff o Alvin Hansen, uno de los discípulos favoritos de Keynes, quien publicó un libro titulado ¿Recuperación total o estancamiento?, que vuelve a estar de actualidad ahora, y en el que defendía que el capitalismo puede permanecer en un estado de crecimiento lento, alto desempleo o subempleo, y exceso de capacidad o, lo que es lo mismo, de estancamiento. En 1970, un año después de su creación, Samuelson obtuvo el Nobel de Economía "por el trabajo científico a través del cual ha desarrollado la teoría económica estática y dinámica, y contribuido activamente a elevar el nivel de análisis en la ciencia económica".

Catedrático, escritor de periódicos (colaboró en decenas de ocasiones en las páginas de EL PAÍS), asesor de los presidentes demócratas Kennedy y Johnson, no hubo debate en el siglo XX y estos primeros años del XXI en el que no participase. En el año 2000, ante la posibilidad de que Bush ganase las primeras elecciones un grupo de tres centenares de economistas norteamericanos (entre ellos Samuelson y Galbraith) firmaron un manifiesto avisando de las desastrosas consecuencias que tendría para que el bienestar llegase a la mayoría. Ante la invasión de Irak, esos economistas volvieron a manifestarse en contra. En ambas ocasiones acertaron.

Pero si Samuelson tuvo influencia fue por sus libros. Su manual Curso de economía moderna: una descripción analítica de la realidad económica ha sido uno de los más vendidos entre los estudiantes de Ciencias Económicas de todo el mundo, y el más popular en la historia de la economía. Hizo rico a Samuelson y contribuyó a formar a muchas generaciones de técnicos. Publicado a finales de la década de los cuarenta, no llegó a España hasta 1965, traducido por otro maestro nonagenario como José Luis Sampedro, éste afortunadamente entre nosotros. En el prólogo, el economista traza su objetivo: brindar al ciudadano "una teoría que le permita comprender las instituciones y los problemas básicos de la civilización de mediados del siglo XX".

Samuelson se consideraba a sí mismo un centrista incurable. Hace poco tiempo, en unos de sus artículos recomendaba a Obama que se situase en esas posiciones para arreglar los problemas económicos que asolan a EEUU dentro de la Gran Recesión. Como consecuencia de tal equidistancia intelectual, fue atacado a izquierda y derecha. La izquierda consideraba que con sus reflexiones había contribuido a domar la parte más insurgente del pensamiento keynesiano, al insertarla en el análisis neoclásico: lo que acabó llamándose la "síntesis neoclásica keynesiana", que fue apodada por Joan Robinson (una economista que mereció el Nobel) como "keynesianismo bastardo". La derecha se cebó en él por sus ataques inmisericordes a Milton Friedman y Friedrich Hayek, los padres del neoliberalismo, a los que consideraba culpables de lo que ha ocurrido en el planeta en los últimos años. En un artículo titulado Adiós al capitalismo de Friedman y Hayek , publicado en el último trimestre del año pasado, cuando todo parecía posible, escribió: "En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Esta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados continúan".

En el último artículo publicado en EL PAÍS, hace apenas un mes, Samuelson pronosticaba una nueva era mundial en la que el liderazgo de EEUU se vería combatido por una cada vez más potente China, a través de un ataque masivo contra el dólar. Pero indicaba: "Muchas veces, a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto, me he equivocado. Aún así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias". Un buen testamento intelectual en una coyuntura en la que todavía estamos discutiendo si los economistas se equivocaron al no predecir la crisis que se venía encima porque ignoraron los factores claves de la misma, o porque los excluyeron intencionadamente por motivos ideológicos, para propiciar una determinada agenda política favorable a la desregulación. En uno de sus artículos finales Paul Samuelson sentenciaba "Los sistemas de mercado no regulados tarde o temprano se suicidan". Él no se suicidó sino que vivió más de nueve décadas de enseñanzas fecundas para muchos. Por eso fue un maestro. Y por ello Kenneth Arrow, otro Nobel de Economía, le consideró "el mejor economista de la Historia".





Campus de la Universidad de Harvard




"ADIÓS AL CAPITALISMO DE FRIEDMAN Y HAYEK", por Paul A. Samuelson
NEGOCIOS - 26-10-2008

El capitalismo puro se impuso entre 1915 y 1919, cuando yo era niño. ¿Quién lo mató? El presidente republicano Herbert Hoover y su multimillonario secretario del Tesoro Andrew Mellon fueron culpables antes y después del hecho. ¿Quién lo devolvió a la vida? El New Deal de posición intermedia impuesto por Franklin Roosevelt. Pero tuvieron que pasar siete años desde la investidura de Roosevelt, en marzo de 1933, para conseguirlo.

Permítanme avanzar rápidamente en el tiempo hasta el actual estallido financiero mundial. Los sistemas de mercado no regulados acaban destruyéndose a sí mismos. ¿Ha llegado el sistema de mercado a su fin? Como persona apegada a los valores tradicionales, espero que no. Mil años de historia económica atestiguan objetivamente lo indispensables que son los sistemas de mercado.

Marx, Lenin y Stalin eran paletos en lo que a economía se refiere. Mao era incluso peor. Y olvidémonos de Castro en Cuba, de Chávez en Venezuela y de quienquiera que fuese el que sumió a Corea del Norte en la hambruna y el estancamiento.

¿Qué es entonces lo que ha causado, desde 2007, el suicidio del capitalismo de Wall Street? En el fondo de este caos financiero, el peor en un siglo, encontramos lo siguiente: el capitalismo libertario del laissez-faire que predicaban Milton Friedman y Friedrich Hayek, al que se permitió desbocarse sin reglamentación. Ésta es la fuente primaria de nuestros problemas de hoy. Hoy estos dos hombres están muertos, pero sus envenenados legados perduran.

Son palabras duras que deben justificarse. Pero permítaseme advertir a los lectores que mi larga y variada experiencia en historia económica me ha convertido en un centrista incurable. Peor que eso: he aprendido por las malas a ser incurablemente ecléctico.

Fui un estudiante brillante en la conservadora Universidad de Chicago desde 1932 hasta 1935. Mis profesores de Economía mundialmente famosos me encantaban, y me colmaron de notas altas. Pero. Pero. Siempre que miraba al exterior por las ventanas de la universidad veía tasas de desempleo cercanas al 50%. (La situación en la Alemania prehitleriana era más o menos la misma). Nada de eso cuadraba con lo que se escribía en los libros de texto que me mandaban leer.

¿Por qué pasé mis cuatro vacaciones de verano universitarias en la arenosa playa del lago Michigan? Mi familia no era pobre, pero tampoco asquerosamente rica. Por aquel entonces no había ningún trabajo. Ninguno significa eso, ninguno. Prácticamente todos los bancos de Indiana, Illinois y Wisconsin habían quebrado.

¿Cómo se las apañaron el benévolo presidente Roosevelt y el pérfido Adolf Hitler para restaurar casi el pleno empleo en los seis largos años que siguieron a 1933? Lo que finalmente resolvió el problema fue un enorme gasto deficitario que aumentó la deuda pública. Esta historia, tal y como yo acabo de contarla, no se encuentra en casi ninguna de las tesis doctorales de las grandes universidades privadas después de 1970. (Evidentemente, la ciencia mejora y desmejora).

Mis frases conectan con el desconcertante futuro de las iniciativas de rescate que están teniendo lugar en los cinco continentes. Primero, aclaremos quién tiene la culpa de que la estabilidad y el crecimiento que se produjeron en torno a 1995 se convirtieran en el caos de 2008.

1. No olvidemos nunca las idioteces que ha hecho George Bush en geopolítica. La historia futura documentará ese aspecto.

2. Desde que Ronald Reagan fue elegido para ocupar la Casa Blanca, en 1980, Estados Unidos se ha ido convirtiendo gradualmente en un país de derrochadores en los planos familiar, empresarial y público, como buenos derechistas radicales partidarios de la oferta.

En una fecha futura incierta, cuando se produzca un ataque mortal y desordenado contra el dólar como divisa, los gestores de fondos de cobertura que sobrevivan en Estados Unidos serán los principales vendedores al descubierto de dólares. Esos legados de Reagan habrán desempeñado una función crucial.

3. Los programas de "conservadurismo compasivo (sic)" prometidos por George Bush resultaron ser un programa de enormes recortes tributarios exclusivamente para gente como mis prósperos vecinos.

4. El fomento deliberado de la desigualdad no aceleró la productividad total de los factores en Estados Unidos. Por el contrario, la obscena subida de los emolumentos de los altos directivos volvió disfuncional todo el sistema de gobernanza empresarial. Los directores generales de carrera se lo montaron muy bien contando mentiras sobre los verdaderos beneficios de las empresas. Incluso después de que los descubriesen, se fueron al banco con una sonrisa de oreja a oreja.

De hecho, los candidatos de Bush para la Comisión de Control del Mercado de Valores, como el primer presidente que nombró, Harvey Pitt, fueron elegidos sólo porque liberalizarían el sistema, en lugar de mantener una sensata regulación centrista. Pitt fue escogido principalmente porque había sido abogado de las cuatro empresas contables principales, que a su vez estaban fabricando nuevas formas engañosas de medir la verdadera rentabilidad.

5. Pongan a estos contables en el estrado de los testigos. Les pagan aquellos a quienes se supone que deben vigilar, un caso flagrante en el que la vigilancia y la reglamentación son una necesidad fundamental.

6. Dejen sitio en el juzgado para las tres grandes agencias de clasificación: Fitch, Moody's y S&P-McGraw Hill. Se supone que sólo dan aprobaciones AAA al material seguro. Pero si una de las tres se volviera objetivamente veraz, las otras dos se quedarían con todo el negocio. Eso apesta a conflicto de intereses. Que tome nota el Congreso.

7. Por ahorrar espacio, pasaré a los nuevos "diabólicos monstruos Frankenstein" de la nueva "ingeniería financiera". Puede que yo y otros compañeros del MIT de Chicago, de Wharton, Penn y otras universidades, lo pasemos mal cuando nos enfrentemos a san Pedro en las puertas del cielo.

¿Cuál es el problema? Es verdad que los derivados y los créditos recíprocos pueden proporcionar un reparto racional del riesgo y, por consiguiente, reducir el riesgo total, pero también pueden destruir por completo cualquier transparencia.

Durante décadas he participado en consejos directivos sin ánimo de lucro con directores generales desde Nueva York hasta California. Ninguno de ellos entendió nunca nada de las fórmulas de Black, Scholes y Merton para valorar activos. Todo lo que sabían, o pensaban que sabían, era que los nuevos y maravillosos centros de beneficios libres de riesgo habían invadido sus despachos. Era mejor que la alquimia que convertía el estiércol en oro.

Por lo visto, nadie aprendió la lección de 1998, cuando Long Term Capital Management (LTCM) estuvo a punto de quebrar y necesitó un rescate pactado por parte del Banco de la Reserva Federal de Nueva York. La ingeniería financiera es lo que nos permite pasar del apalancamiento cero hasta, pongamos, un apalancamiento de 50 a 1. Y cuando el riesgo acumulado resultante explota, de nuevo todo lo que ocurre es que el director general y el director financiero se van al banco partiéndose de risa por el camino.

Bear Stearns convirtió de la noche a la mañana a sus multimillonarios en millonarios. El emperador Nerón tocaba la lira mientras Roma ardía. El jefe de Bear Stearns jugaba torneos de bridge mientras sus accionistas quedaban hechos polvo. Teniendo en cuenta que ésta era una de las casas de corretaje que manejaban muchas de las transacciones de LTCM, ¿no debería haber aprendido lo letal que es el hiperapalancamiento?

Lo primordial es que la mayoría de las pérdidas será permanente, como entre 1929 y 1932. Sin embargo, si la Reserva Federal y el Tesoro de EE UU crean suficiente dinero nuevo, la recuperación y la estabilidad serán posibles.

De haber seguido la línea intermedia de Roosevelt, Truman, Kennedy y Clinton, podrían haberse evitado el caos y las quiebras de hoy. Los académicos siguen debatiendo si Colón introdujo la sífilis en el Nuevo Mundo o fue al revés. Pero no cabe duda de que la crisis mundial de 2008 lleva en su etiqueta las palabras made in USA.

Desde Islandia hasta la Antártida, niños aún por nacer aprenderán a temblar ante los nombres de Bush, Greenspan y Pitt. Por supuesto, estoy exagerando, pero sólo un poco.





Escudo del Instituto Tecnológico de Massachussetts





"COMIENZO DE UNA NUEVA ERA MUNDIAL"
, por Paul A. Samuelson
NEGOCIOS - Economía - 29-11-2009

La aplastante victoria electoral del presidente Barack Obama en 2008 evitó un desastre financiero mundial. Si el senador republicano John McCain hubiese ganado esas elecciones, el PIB actual de EE UU sería aún más bajo, con una diferencia de más del 15%. Y se habría producido una caída similar en la productividad mundial. Alegrémonos de la flexibilidad del presidente de la Reserva Federal Ben Bernanke y de la del Banco Central Europeo por adoptar una política fiscal activista por primera vez desde el New Deal de Franklin D. Roosevelt.

El ex presidente de la Reserva Federal Alan Greenspan y los gobernadores de los bancos centrales europeos huyeron de las políticas preventivas que podrían haber evitado la mayor parte de la crisis actual. Estos jefes creían erróneamente que el capitalismo no regulado podría esquivar la bala de la depresión. En todas partes ha quedado demostrado que era una creencia falsa.

Las presidenciales de EE UU de 2008 pusieron fin a las meteduras de pata de la Administración de Bush y a otras actuaciones para "hacer que los pobres y las clases medias subvencionen a los ultrarricos". Éste es un mal principio ético y no se justifica por una mayor eficiencia del crecimiento.

Iniciamos ahora una era en la que China hará que el liderazgo que ha ejercido EE UU desde 1950 hasta 2009 se quede cada vez más obsoleto. Sus hijos y mis nietos vivirán en esta época nueva y llena de desafíos. Veremos a China alcanzar a Japón y superarlo como la segunda economía con un mayor PIB total tras Estados Unidos.

Luego, a menos que el liderazgo monopartidista de China salte por los aires, seguramente llegará el día en que el PIB total real de China supere al de EE UU. Una lástima. Pero ésa es la expectativa realista.

Sin embargo, no esperen una rotación tranquila y sin incidentes de los líderes del mundo. De 2010 a 2020, lo más probable es que se produzca un ataque masivo contra el dólar. ¿Por qué? Porque siempre, desde el año 1000 después de Cristo, el crecimiento impulsado por la exportación ha sido la norma cuando una población con pocos ingresos y capaz de aprender ha empezado a imitar la tecnología de un país más avanzado, para así hacer la competencia a las industrias de las regiones ricas. En EE UU, Atlanta se ha hecho con gran parte de la producción automovilística de Detroit. Así ha sido y así será. Cada vez que una población con pocos ingresos y capaz de aprender pueda imitar la tecnología de un país más avanzado, lo hará. Por eso el proteccionismo es como un virus del herpes persistente contra el que hay que protegerse.

Últimamente, he llegado a temer que el inevitable ataque desordenado contra el dólar se presentase antes de lo que yo pensaba. Desearía estar equivocado. Muchas veces, a lo largo de siete décadas de enseñanza de la economía y creación de libros de texto, me he equivocado. Aun así, recuerden dónde leyeron todo esto antes. Como decían los griegos clásicos, no maten al mensajero que les trae malas noticias.

Tengo una recomendación positiva que podría reducir los riesgos descritos, e incluso posponerlos en el tiempo. Les aconsejo a los que invierten en activos en dólares con un rendimiento por intereses cercano a cero que se pasen pronto a una carpeta de inversión diversificada que se beneficie de los rendimientos medios mundiales, que son mayores. Eso contribuirá a estabilizar mejor esas volátiles inversiones extranjeras en bonos de bajo rendimiento.

En un artículo publicado hace unos años en Newsweek, Advice for a Sheikh [Consejo para un jeque] hice la misma sugerencia. También el fallecido catedrático de Harvard, Warren Law, y yo fuimos a Noruega a hacer una propuesta similar.

Gracias al avance de la ciencia y la ingeniería, las centristas economías mixtas de hoy pueden tener por delante una perspectiva de longevidad con buena calidad de vida. Antes del 1700 antes de Cristo eso nunca era así. La nueva realidad es que la raza blanca caucásica constituye una minoría en la población mundial. Las personas de color son la mayoría, y van a dominar cada vez más.

Readáptense a estas nuevas verdades permanentes. No esperen que las tendencias básicas cambien. Adáptense y cuanto antes mejor. Las idioteces del egoísmo de libre albedrío de Friedman-Hayek han desaparecido para siempre, o eso espero.

En la época en que empecé mis estudios de economía, cuando tenía 16 años, Carlyle estaba en lo cierto al llamar a la economía la Ciencia Deprimente. Gracias a la ciencia moderna y a un mejor conocimiento, esta maldición maltusiana ha sido vencida. La buena economía moderna hace que la economía sea la Ciencia de la Esperanza. ¡Al fin!





El economista y periodista Joaquín Estefanía




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Entrada núm. 1259 -
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