jueves, 30 de noviembre de 2023

De mayúsculas y minúsculas

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura para hoy, de la filóloga Lola Pons, va de mayúsculas y minúsculas. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com










Cosas grandes en letra pequeña
LOLA PONS RODRÍGUEZ
25 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Si en las ciudades romanas las placas de los arcos conmemorativos y las inscripciones están escritas en mayúsculas, no es por elección, sino por necesidad: la vieja escritura latina no conocía la minúscula. La creación de la minúscula es, en el ámbito de la escritura alfabética, un logro similar a la invención de la rueda. Una vez que, a finales del siglo III d.C., se creó la minúscula, nacía la jerarquía en el renglón; se fundaba el principio por el que se reservaba el texto en minúscula para lo común y la letra mayúscula para lo relevante. Las mayúsculas aprovechan un espacio tan convencional como el del renglón para dar mayor valor a unas determinadas palabras.
Desde su fundación en el siglo XVIII, los criterios ortográficos de la Real Academia Española han ido fijando el uso de mayúsculas para evitar la tendencia que tenemos a mayuscular cuanto creemos que es importante. Aunque muchas personas contraríen la norma, palabras como alcalde, concejal o rey van en minúscula en español según las disposiciones actuales, y está bien que sea así. Las reglas ortográficas son cambiantes entre lenguas: el español no mayuscula los idiomas (hablamos de árabe o de suajili) pero el inglés sí (Arabic, Swahili); el español pone en minúscula culturas y gentilicios (cultura persa, sevillano) que, en cambio, en la lengua inglesa van en mayúscula (Persian Culture, Sevillian).
Basándose en esa norma, en los años 70 del siglo pasado, en Estados Unidos se empezó a usar dentro de los colectivos de personas sordas la expresión Deaf Culture o Deaf Community para subrayar una reivindicación: la de que la sordera no es una discapacidad, la idea de que hay una cultura sorda, una manera de vivir de las personas sordas, que hay que respetar y no tratar de cambiar clínicamente. Hablamos de personas sordas, a menudo sordos congénitos, con nula o poca audición, que tienen la lengua de signos como lengua materna, sordos que no quieren oír y que llaman “audismo” al prejuicio de quienes piensan que no oír al nivel común es una discapacidad. Esta cultura sorda reivindica su identidad y su lengua: los signos, las manos que hablan.
Quienes no tenemos falta de audición no solemos estar familiarizados con esta idea, que es respetable pero distinta de las pretensiones de otro grupo de personas con sordera o hipoacusia, de nacimiento o adquirida por enfermedades, que quieren, a través de prótesis como implantes cocleares o audífonos, acceder a las lenguas habladas. Para esas personas, la lengua de signos es secundaria y es primaria la de su entorno, entendida a través de la lectura labial. Si para los primeros la meta es gestualista, para otros las aspiraciones son oralistas.
En inglés fueron más allá y empezaron a llamar sordos con mayúscula (Deaf) a unos y sordos con minúscula (deaf) a otros. Con mayúscula, Deaf se aplica al grupo de personas con falta de audición que se expresan con lengua de signos preferentemente. Esta doble categoría de letra encaja en las normas ortográficas del inglés, donde se mayusculan culturas y grupos humanos, pero en español funciona mal, porque en nuestra lengua no hablamos de los Salmantinos o de las Viudas. Entiendo el fetichismo que nos producen las mayúsculas, pero, con todo respeto, me pregunto si es conveniente aplicar esa jerarquía dentro de la comunidad sorda, si es beneficioso separar con la escritura sus diferencias. En lengua inglesa ya hace unos años que se plantea la necesidad de evitar la distinción s/S y lo que se debate ahora es cuál debe ser el término por defecto.
Los lectores se preguntarán por qué, en medio de tanta noticia política, elijo este tema hoy. Y quiero explicarme. Por visible y grande que sea la mayúscula, nada puede parar la necesidad de novedad de la voraz actualidad informativa y su tendencia a la fagocitación de lo recién ocurrido en busca de lo que va a ocurrir. Y hay dos cosas que la mayoría hemos olvidado y que han sucedido en este año 2023. La primera, afortunada, es que en julio se aprobó en España el reglamento que regula la utilización de la lengua de signos: sin duda, un logro para la comunidad sorda. La segunda, trágica, es que hace justo un mes se produjo el último tiroteo múltiple ocurrido en Estados Unidos, en Maine, con 18 muertos, 4 de ellos sordos.
Como las personas, las letras ocupan el espacio mensurable que les es asignado: los acontecimientos van en mayúsculas (“Matanza de Maine” se puede escribir así), igual que las disposiciones legales (“Reglamento de las condiciones de utilización de la lengua de signos española”). A la mitad del tamaño, en minúsculas, están los ciudadanos que viven estas circunstancias, trágicas o prometedoras, y a los que no salvan ni visibilizan las mayúsculas, sino la salud física y mental, el derecho, la educación y la democracia, que, curiosamente, van en minúscula.





































[ARCHIVO DEL BLOG] El "Finnegans Wake" de Joyce, o mi fracaso como lector. [Publicada el 29/03/2011]












Me resulta enormemente frustrante reconocer que no he sido capaz de pasar de la tercera página del libro en cuestión a pesar del empeño puesto en ello. Me refiero, como se desprende del título de la entrada, a mi fallido intento de leer "Finnegans Wake", de James Joyce. O más concretamente, el capítulo 8 del libro primero, un relato corto que lleva el título de "Anna Livia Plurabelle", publicado en forma independiente por Cátedra (Madrid, 1992) en una cuidada edición bilingüe inglés-español a cargo de Francisco García Tortosa.
Todo comenzó hace unos días, cuando animado por la satisfacción de haber podido con su "Ulises" después de reiterados intentos que no habían llegado a nada, decidí pasar por la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas, en el parque de San Telmo, a ver que tenían de Joyce. Un hermoso edificio, el de la biblioteca, amenazado de demolición por una reciente sentencia del Tribunal Supremo a causa de los consabidos chanchullos urbanísticos a los que el PP local nos tiene acostumbrados. Lo hacía, además, animado por la frase de Ezra Pound que ya he comentado anteriormente (v. mi "El Ulises, de Joyce" - 14/03/11) que me servía de indudable acicate para ello.
Por fortuna para mí, un amable empleado me encontró "Dublineses" (Unidad Editorial, Madrid, 1999) y "Retrato del artista adolescente" (Lumen, Barcelona, 1976), las otras dos obras que junto a "Ulises", Ezra Pound consideraba de imprescindible lectura, pero también, sin yo habérsela pedido, la mencionada  "Anna Livia Plurabelle". Ni decir tiene que me las llevé a casa más que contento. 
Leí "Dublineses" en un solo día, de un tirón. Una serie de relatos cortos, de historias independientes, en los que las gentes de Dublín y sus pequeñas agonías personales se convierten en protagonistas, de igual manera en que la propia ciudad de Dublín lo es del "Ulises". Con especial emoción me reencuentro con el último de los relatos del libro: "Los muertos", uno de los textos más hermosos que he leído nunca (v. mi "Sexo, amor y otras soledades compartidas" en la entrada del blog del 24/11/10).
Leído "Dublineses", encaro con ánimo no exento de preocupación la lectura de "Anna Livia Plurabelle". La preocupación me venía de recordar un artículo del escritor y director del Instituto Cervantes de Nueva York, Eduardo Lago (El País, 30/03/10), titulado "Descifrando el libro más complejo de la historia", sobre la reciente reedición de "Finnegans Wake", y al que me remito como mayor autoridad. Con enorme interés, curiosidad y placer, me leo la introducción del editor y traductor, de 126 páginas. Por ellas, y por lo que recordaba del artículo de Lago, sabía que me iba a enfrentar a un texto complejo, pero bello, de difícil -pero no imposible- traducción, que a su autor, a Joyce, le había llevado diecisiete años componer. Sobre ese asunto, el de la traducción, el editor-traductor llega a decir (pág. 110) que "representa un caso especial dentro de la problemática de la traducción, ya que, en primer lugar, no se sabe muy bien que es lo que se ha de traducir, y qué lengua; y, en segundo término, cabe plantearse la utilidad del esfuerzo que una traducción de "Finnegans Wake" conlleva. ¿No sería más fácil -se pregunta- que el posible lector aprendiera inglés y se informara de los motivos y técnicas de Joyce?".
Ahí se lo dejo para el que se atreva... Yo no he podido pasar de la tercera página, y solo tiene veinte... Lo intenté de nuevo, pero nada... Imposible... Quizá en otro momento de mi vida... De todas maneras no quiero terminar este comentario sin citar textualmente una frase de Joyce que el editor  reproduce también (pág. 91) y que comparto plena y absolutamente. Una frase que nos revela lo contradictorio que a veces puede resultarnos la confrontación, supuesta o real, entre la biografía del autor y su obra literaria: "La vida -dice- y el amor son una misma cosa: no hay vida que no consista en el amor a otra persona". Ahora, en estos momentos, disfruto de "Retrato del artista adolescente"; ya les contaré.
Buscando un vídeo sobre "Finnegans Wake" que incorporar a la entrada como complemento, me encuentro en YouTube con una pequeña joya del cine experimental estadounidense rodado en 1966 por la cineasta Mary Ellen Bute (1906-1983). Espero que una y otro les resulten interesantes. Y sean felices, por favor, que los tiempos están difíciles. Tamaragua, amigos. HArendt














miércoles, 29 de noviembre de 2023

De quitarle el sonido a los informativos

 






Hay quien sigue los informativos quitando el sonido
FERRAN MONEGAL
29 NOV 2023 - El Periódico - harendt.blogspot.com

Otra vez Carles Puigdemont ha conseguido animar algunos informativos de la tele. Quizá ‘excitar’ sería un calificativo más conveniente. Al parecer acaba de mantener una conversación con Manfred Weber, líder del PP europeo.
Le ha planteado votar con el PP una moción de censura contra Sánchez, o derribarle los Presupuestos, caso de que sus conversaciones en Suiza con el PSOE no avancen en el tema del referéndum y en el reconocimiento de Catalunya como nación. En el ‘TN migdia’ de TV3, y en el ‘Telediario 15h.’ de La 1 de TVE, este asunto no ha merecido ni un comentario, ni un segundo de tiempo. Es probable que estas dos cadenas públicas consideren el asunto una especulación sin ninguna trascendencia. O puede que sea solo una estrategia del todavía habitante de Waterloo para hacerse notar, y calentar la reunión que va a tener en Suiza, seguramente el sábado, con el PSOE y el equipo de verificadores.
No es reprochable que TVE y TV3 hayan pasado olímpicamente del tema. Parece en efecto un calambre táctico momentáneo. Como pacto político parece inverosímil. Pero los que sí le han dedicado una atención bárbara han sido los del imperio Atresmedia. En ‘Al Rojo Vivo’ (La Sexta) había excitación. Dieron gran visibilidad a este posible o imposible pacto con el PP. Hicieron incluso ingeniosas viñetas a toda pantalla, dibujando a Puigdemont como aquellas inquietantes criaturas que mueven los hilos y que aparecían en los cómics de terror. Quizá hubiera sido mejor plasmarlo como jugador de billar en busca de más carambolas de suerte. En cualquier caso, en ‘Al Rojo Vivo’ dieron amplio minutaje al tema. Poco después, en ‘A-3 Noticias 15h,’ la atención sobre Puigdemont fue ‘in crescendo’. Resaltaban sobre todo que lo que este asunto demuestra es la fragilidad de Sánchez y su Gobierno. Es decir, el foco en la Moncloa y no tanto en Waterloo. ¡Ah! Es su línea habitual, sin novedad en el frente. Sobre la posible reunión en Suiza advirtieron: «Todo apunta que los verificadores serán d e la organización ‘Henry Dunant’ de Ginebra», añadiendo un peculiar recordatorio: «Estos ya intermediaron en el final de ETA».
En ‘Ilustres ignorantes’ (M+) le han preguntado al humorista Javier Cansado qué opina de los informativos de la tele. Ha contestado: «Los veo quitando el sonido. Ya sé lo que van a decir todos». Ferran Monegal es periodista.












Del Feijoo que se queda borroso

 






Feijóo se queda borroso
PABLO ORDAZ
29 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

El 16 de noviembre, a la una y cuarto de la tarde, Alberto Núñez Feijóo empezó a quedarse borroso. Solo unos segundos después de que la presidenta del Congreso leyera el resultado de la votación de investidura, Pedro Sánchez se puso de pie en el escaño, se giró para recibir el aplauso de los diputados socialistas y les dedicó el suyo. Al mismo tiempo, el presidente del PP recogió sus papeles, los metió en una carpeta azul y se dirigió lentamente, con la mano derecha metida en el bolsillo del pantalón, hacia el lugar donde Sánchez estaba siendo aclamado. Se paró y esperó. Sería cosa de un par de segundos, pero a Claudio Álvarez, fotógrafo de este periódico, le dio tiempo para escribir, de un solo disparo, la crónica más certera, el editorial más afinado.
En primer término, Sánchez, feliz y enfocado; detrás, ya entre las brumas de la derrota, Feijóo, y un poco más allá, bajando de sus escaños, una cascada desenfocada de ministros y ministras que ya no lo serán y que, en las vísperas de unas elecciones que daban por ganadas, llegaron en algunos casos a actuar como si lo fueran. ¿Cuántos “juro por mi conciencia y honor” se quedaron para siempre en un ensayo frente al espejo?
Ahora, entre hoy y mañana, Núñez Feijóo tiene que terminar de perfilar su nuevo equipo al frente del PP y de oposición al Gobierno. A través del talante de los elegidos —de los que ya se han filtrado algunos nombres— se podrá inferir qué planes tiene Feijóo para sí mismo, si quiere verse retratado como un dirigente moderado, capaz de sobreponerse a la frustración de la derrota o si, por el contrario, prefiere continuar con una deriva peligrosa para sí mismo y para los demás, la de quien va por los bares diciendo que él es el presidente legítimo mientras que es otro el que sale en el televisor presidiendo el Consejo de Ministros.
Basta darse un paseo por la antigua Twitter —esa red social que la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, define como un “arma de destrucción masiva de la democracia”— para ver qué tipo de traje de líder de la oposición puede elegir Feijóo según las tendencias en su propio partido. Si dejamos a un lado los que son presidentes por los pelos o por los votos de Vox, nos quedamos con dos perfiles bien distintos. Uno es el que refleja este tuit del presidente andaluz, Juan Manuel Moreno:
—El #AcuerdoPorDoñana es bueno para #Andalucía, para España, para el Parque Nacional y para su entorno. Cuando todos buscamos el interés general, siempre se puede llegar a acuerdos. Los muros no son buenos.
Moreno acompaña el tuit con un vídeo de la firma del acuerdo en Doñana con la vicepresidenta Teresa Ribera.
El siguiente tuit es de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid:
—¿Cómo se define al político que siempre se pone del lado de los terroristas: Bildu, los CDR, Hamás...?
La foto que acompaña a la pregunta es de Pedro Sánchez junto al primer ministro belga.
Hace un par de días, un lector escribió una carta a la directora muy breve, pero tan atinada como la foto de Claudio Álvarez. Se titula El que pueda hacer, que haga, y enumera una serie de cuestiones vitales —el precio de los alimentos y de la vivienda, el cuidado de las personas dependientes, la lucha contra la violencia machista— en las que, quien tenga capacidad para hacerlo, debería presionar al Gobierno para que se ponga a la tarea. Feijóo puede optar por eso —una oposición dura, eficaz, constructiva, pegada a los problemas de la gente— o unirse al coro de Díaz Ayuso y luego ir de bar en bar, contando a quien lo quiera escuchar que Sánchez es un terrorista y que el verdadero presidente es él. Pablo Ordaz es analista político.










De la vacuidad

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura para hoy, de la periodista Carla Mascia, va de la vacuidad. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












Protagonistas a toda costa
CARLA MASCIA
25 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Nunca es agradable ver reaparecer el nombre del pederasta Gabriel Matzneff en las tendencias de X en Francia. El hombre que abusó de la escritora francesa Vanessa Springora cuando ella tenía solo 14 años y él 50, aprovechando la complacencia ante la pedofilia de un ambiente intelectual y una sociedad burguesa enferma que confundía libertad sexual con agredir sexualmente a niños, como queda retratado en El consentimiento o en La familia grande de Camille Kouchner, vuelve a ser noticia. Acaba de ser acusado por otra mujer de haberla violado cuando era pequeña en los años ochenta. El padre de esta mujer, un íntimo de Matzneff, cuya carrera y escritos veneraba, se la “ofreció”, literalmente. Los abusos tuvieron lugar en un palacete de la familia en el pijísimo distrito séptimo de París. Empezaron cuando ella tenía 4 años y terminaron cuando cumplió 13.
Convertido hoy en lo que tendría que haber sido siempre, un paria de las letras —si es que las hazañas sexuales de un enfermo mental fueron algún día algo parecido a una obra literaria—, y obligado a sus 87 años a vivir casi recluido en un estudio de alquiler social de 30 metros cuadrados en el barrio latino de París por miedo a ser linchado —sin duda hay parias que viven mucho peor—, Maztneff ha llevado la abominación a niveles difícilmente superables. Recuerdo la incomodidad que sentí al leer el testimonio de Springora. Por momentos tenía que cerrar el libro para encajar lo que describe. Hace poco sentí lo mismo con otra bomba literaria, Triste neige, de Neige Sinno, abusada por su abuelo cuando era una niña, y no pude ir más allá de las 10 primeras páginas. Lo retomaré, pero lo que quiero decir es que no son lecturas agradables, y suelen dejarle a uno bastante tocado, a veces durante días. En Francia, estos libros han marcado un antes y un después, han permitido que la palabra se libere y que termine la impunidad de la que gozaron tantos años ilustres pederastas como Maztneff.
Por eso, me llamó la atención que unas semanas atrás, al poco de estrenarse la adaptación cinematográfica del libro en los cines franceses, se pusiera de moda en TikTok entre los adolescentes la frivolidad de filmarse a uno mismo antes y después de ver la película para, se supone, remarcar el impacto emocional que provoca el ver en pantalla a un pederasta abusar de su víctima. Los vídeos, a cual más ridículo y vacuo, son una especie de concurso de la aflicción impostada, con sus autores poniendo caritas y morritos o colocándose bien el pelo, más preocupados por salir guapos en cámara que por el mensaje de la obra.
El hashtag #LeConsentement fue compartido más de 30 millones de veces y, al cabo de una semana, el número de espectadores se triplicó, asegurando el éxito de la película. El productor de la cinta interpretó el fenómeno como “la prueba de que la juventud francesa también levanta el puño cuando se abordan temas que le concierne”, lo que me pareció completamente delirante: ¿será que no hemos visto los mismos vídeos? Entiendo que para un productor el tirón comercial es fundamental, pero de ahí a felicitarse de que un tema tan grave, puesto en palabras con tanta inteligencia y sutileza por Springora y que destruye cada año la vida de 160.000 niños en Francia, sea tratado desde la superficialidad más absoluta me parece una pena. Como también me entristece que muchos chavales ya solo dediquen el día a transformar cualquier cosa que viven en una herramienta de su comunicación personal, movidos por una necesidad casi patológica de protagonismo, incluso cuando disfrutan de una obra cultural. Con lo bonito que es ir al cine y olvidarse de uno mismo el tiempo de una película.