miércoles, 29 de noviembre de 2023

De la vacuidad

 






Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura para hoy, de la periodista Carla Mascia, va de la vacuidad. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos. harendt.blogspot.com












Protagonistas a toda costa
CARLA MASCIA
25 NOV 2023 - El País - harendt.blogspot.com

Nunca es agradable ver reaparecer el nombre del pederasta Gabriel Matzneff en las tendencias de X en Francia. El hombre que abusó de la escritora francesa Vanessa Springora cuando ella tenía solo 14 años y él 50, aprovechando la complacencia ante la pedofilia de un ambiente intelectual y una sociedad burguesa enferma que confundía libertad sexual con agredir sexualmente a niños, como queda retratado en El consentimiento o en La familia grande de Camille Kouchner, vuelve a ser noticia. Acaba de ser acusado por otra mujer de haberla violado cuando era pequeña en los años ochenta. El padre de esta mujer, un íntimo de Matzneff, cuya carrera y escritos veneraba, se la “ofreció”, literalmente. Los abusos tuvieron lugar en un palacete de la familia en el pijísimo distrito séptimo de París. Empezaron cuando ella tenía 4 años y terminaron cuando cumplió 13.
Convertido hoy en lo que tendría que haber sido siempre, un paria de las letras —si es que las hazañas sexuales de un enfermo mental fueron algún día algo parecido a una obra literaria—, y obligado a sus 87 años a vivir casi recluido en un estudio de alquiler social de 30 metros cuadrados en el barrio latino de París por miedo a ser linchado —sin duda hay parias que viven mucho peor—, Maztneff ha llevado la abominación a niveles difícilmente superables. Recuerdo la incomodidad que sentí al leer el testimonio de Springora. Por momentos tenía que cerrar el libro para encajar lo que describe. Hace poco sentí lo mismo con otra bomba literaria, Triste neige, de Neige Sinno, abusada por su abuelo cuando era una niña, y no pude ir más allá de las 10 primeras páginas. Lo retomaré, pero lo que quiero decir es que no son lecturas agradables, y suelen dejarle a uno bastante tocado, a veces durante días. En Francia, estos libros han marcado un antes y un después, han permitido que la palabra se libere y que termine la impunidad de la que gozaron tantos años ilustres pederastas como Maztneff.
Por eso, me llamó la atención que unas semanas atrás, al poco de estrenarse la adaptación cinematográfica del libro en los cines franceses, se pusiera de moda en TikTok entre los adolescentes la frivolidad de filmarse a uno mismo antes y después de ver la película para, se supone, remarcar el impacto emocional que provoca el ver en pantalla a un pederasta abusar de su víctima. Los vídeos, a cual más ridículo y vacuo, son una especie de concurso de la aflicción impostada, con sus autores poniendo caritas y morritos o colocándose bien el pelo, más preocupados por salir guapos en cámara que por el mensaje de la obra.
El hashtag #LeConsentement fue compartido más de 30 millones de veces y, al cabo de una semana, el número de espectadores se triplicó, asegurando el éxito de la película. El productor de la cinta interpretó el fenómeno como “la prueba de que la juventud francesa también levanta el puño cuando se abordan temas que le concierne”, lo que me pareció completamente delirante: ¿será que no hemos visto los mismos vídeos? Entiendo que para un productor el tirón comercial es fundamental, pero de ahí a felicitarse de que un tema tan grave, puesto en palabras con tanta inteligencia y sutileza por Springora y que destruye cada año la vida de 160.000 niños en Francia, sea tratado desde la superficialidad más absoluta me parece una pena. Como también me entristece que muchos chavales ya solo dediquen el día a transformar cualquier cosa que viven en una herramienta de su comunicación personal, movidos por una necesidad casi patológica de protagonismo, incluso cuando disfrutan de una obra cultural. Con lo bonito que es ir al cine y olvidarse de uno mismo el tiempo de una película.
































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