DE LOS TERCETOS DEL SENA
I
Desde mayo y París, la flor del Sena,
me vuelvo hacia tu luz, España mía
y encuentro el corazón hondo en su pena,
pero alto de esperanza, en la porfía
de alcanzar tu canción y tu ventura,
camino entre el dolor y la alegría.
El Sena me acompaña, y la frescura
que trasmina el castaño -su ancho leño
vuelve tierna la piedra en la verdura-
me lleva hacia la hora en que te sueño
con más terca pasión, ya sin fatiga,
pues van parejos siempre fe y empeño.
La primavera dulcemente hostiga
toda la luz del mundo aquí encerrada.
Muere la tarde sin que me persiga
otro afán que encontrarte, tierra amada.
Con el río que canta tiernamente
la redondez del agua aprisionada
mientras llega la noche blandamente,
por tus agrios pinares y tu sierra
paseo mi nostalgia enteramente,
España de mi paz y de mi guerra.
II
El mundo se levanta de costado
en esta terca y lenta madrugada
en que el dolor me tiene desvelado
y vuelto a tu sazón aprisionada,
España del silencio y de la muerte.
La primavera canta enamorada
sobre el agua del río, dulce y fuerte
en su voz florecida de ternura,
y sueña el día en que su voz despierte
la misma brisa en la ribera dura
del claro Manzanares valeroso,
mis ojos por la sierra azul y pura.
¡Qué florecer entonces más hermoso
del alma y de la tierra ya reunidas
en otro amanecer lento y gozoso!
La limpia voluntad tendrá las bridas
de su propio corcel. E irá a la tierra
el afán que la tierra dio a las vidas.
La mañana de España se me encierra
en este hondón del alma y me remueve
junto al dolor que su esperanza entierra
todo el dolor que su esperanza anida.
Tercamente la noche canta y llueve
y deja en el cristal su angustia leve
y al costado del mundo España herida.
Desde mayo y París, la flor del Sena,
me vuelvo hacia tu luz, España mía
y encuentro el corazón hondo en su pena,
pero alto de esperanza, en la porfía
de alcanzar tu canción y tu ventura,
camino entre el dolor y la alegría.
El Sena me acompaña, y la frescura
que trasmina el castaño -su ancho leño
vuelve tierna la piedra en la verdura-
me lleva hacia la hora en que te sueño
con más terca pasión, ya sin fatiga,
pues van parejos siempre fe y empeño.
La primavera dulcemente hostiga
toda la luz del mundo aquí encerrada.
Muere la tarde sin que me persiga
otro afán que encontrarte, tierra amada.
Con el río que canta tiernamente
la redondez del agua aprisionada
mientras llega la noche blandamente,
por tus agrios pinares y tu sierra
paseo mi nostalgia enteramente,
España de mi paz y de mi guerra.
II
El mundo se levanta de costado
en esta terca y lenta madrugada
en que el dolor me tiene desvelado
y vuelto a tu sazón aprisionada,
España del silencio y de la muerte.
La primavera canta enamorada
sobre el agua del río, dulce y fuerte
en su voz florecida de ternura,
y sueña el día en que su voz despierte
la misma brisa en la ribera dura
del claro Manzanares valeroso,
mis ojos por la sierra azul y pura.
¡Qué florecer entonces más hermoso
del alma y de la tierra ya reunidas
en otro amanecer lento y gozoso!
La limpia voluntad tendrá las bridas
de su propio corcel. E irá a la tierra
el afán que la tierra dio a las vidas.
La mañana de España se me encierra
en este hondón del alma y me remueve
junto al dolor que su esperanza entierra
todo el dolor que su esperanza anida.
Tercamente la noche canta y llueve
y deja en el cristal su angustia leve
y al costado del mundo España herida.
FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS (1839-1915)
poeta español
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