Mostrando entradas con la etiqueta J.Sampedro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta J.Sampedro. Mostrar todas las entradas

sábado, 23 de mayo de 2020

[A VUELAPLUMA] PIBes



Sede la ONU, Nueva York


El PIB no nos sirve para calcular el progreso, escribe en el último A vuelapluma de la semana [Cómo calcular el progreso. El País, 13/5/2020] el profesor Javier Sampedro, doctor en genética y biología molecular y divulgador científico, pues es un indicador miope que olvida los costes de la desigualdad y la destrucción del medio.

"¿Cómo calcular el progreso? -comienza preguntándose Sampedro-. Tal vez por el crecimiento del PIB, una estimación del valor monetario de los bienes y servicios que genera un país. Pero el PIB es un promedio y viene lastrado de origen por el mismo sesgo que arruina todos los promedios: si yo me como un pollo y tú ninguno, nos hemos comido medio pollo cada uno. El mantra del ultracapitalismo en el que llevamos nadando desde tiempos de Reagan y Thatcher —lo que es bueno para las grandes corporaciones es bueno para la sociedad— está más acabado que el palo de un gallinero. Lleva 40 años agigantando la desigualdad social hasta unos extremos intolerables, conduce a las políticas públicas por senderos incontrolables y erosiona el poder democrático de los Gobiernos, que rara vez pueden competir con el lado oscuro de la fuerza multinacional. Si eso es el progreso, dirá la gente, mejor póngame el retroceso. Y ahí estamos, ¿no es cierto?

Sir Partha Dasgupta, un profesor emérito de la Universidad de Cambridge, ha publicado un análisis independiente sobre la economía de la biodiversidad, que le fue encargado el año pasado por la Secretaría de Hacienda del Gobierno británico. El trabajo, de 81 páginas, recuerda a los gobernantes y a los Parlamentos que la vida humana es enteramente dependiente de su “capital natural” y de los servicios ecosistémicos que la nutren. El concepto de servicio ecosistémico no está todavía integrado en nuestro modelo interior del mundo, pero lo estará, no lo duden.

Se refiere a los beneficios que los sistemas naturales ofrecen a las poblaciones humanas, desde la agricultura hasta los bosques, de los pastos a los ríos y océanos. Sin eso no hay aire limpio, ni polinización de los cultivos, ni mitigación del cambio climático ni bienestar de las personas ante una pandemia. Si ese capital natural sigue dilapidándose, sostiene Dasgupta, la calidad de vida seguirá degradándose en todo el planeta, aunque el PIB continúe empeñado en su ascenso rapaz. Por lo tanto, el PIB no nos sirve como una medida del progreso. Es un indicador trasnochado y miope, porque olvida los costes de la desigualdad y la destrucción del medio, que son cada vez más enormes.

Este problema, que ya era grave, se ha exacerbado con la crisis pandémica y la segura recesión económica que vendrá detrás. “Los jefes de Gobierno, los ministros de Economía y las agencias de crédito como el Banco Mundial y el FMI”, dicen los editorialistas de Nature, “están proporcionando billones de dólares en estímulos para mantener en funcionamiento la economía”. Pero la urgencia en restaurar la normalidad o posnormalidad económica no solo resulta un riesgo para la salud pública, sino también para la sostenibilidad ambiental que la sustenta. Cada vez más y más problemas para el PIB, el pobre indicador que ya no indica nada.

El Sistema de Contabilidades Nacionales (SNA, por System of National Accounts) de la ONU es lo más parecido que tenemos a un estándar internacional de recomendaciones para medir la actividad económica de los países. Como todo organismo de Naciones Unidas, se mueve a la velocidad de un triceratops y tiene la cintura de una morsa. Desde 1953 —cuando se descubrió la doble hélice del ADN— solo ha revisado cinco veces sus criterios. Pero en su próxima reunión, sea o no telemática, tendrá la capacidad de corregir la forma en que calculamos el progreso. Ojalá lo haga".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt





Entrada núm. 6045
https://harendt.blogspot.com
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 20 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Imbéciles



Ciudad de México, hoy. Fotografia de Mónica González para El País


"Tiene gracia que hayamos tenido que esperar a una pandemia para constatar que el mundo es uno -escribe el genetista Javier Sampedro ["Un solo mundo". El País, 18/3/2020]-. La crisis se va expandiendo de este a oeste, igual que el amanecer, y cada meridiano va incurriendo en los mismos errores que el anterior, como si fuéramos personajes de una tragedia griega de dimensión planetaria. Con el beneficio de la visión retrospectiva, hoy sabemos que fue un error celebrar la manifestación del 8-M, también el mitin de Vox y no sé qué partido de fútbol, pero esto es muy fácil de decir ahora. De Pekín a Madrid y de los médicos a los periodistas, hemos incurrido todos en los mismos errores, y ahora podemos ver mejor los que están cometiendo más al oeste, al otro lado del charco, y también en la irreductible aldea británica, que está más al oeste de lo que dicta la geografía.

Los mentideros científicos están escandalizados, a la manera humorosa que caracteriza a este colectivo, de la repentina conversión de Donald Trump a la racionalidad. Este presidente que ha despreciado a los investigadores, ha recortado sus presupuestos y hasta ha tenido la desfachatez de poner a un negacionista del cambio climático al frente de la agencia de protección ambiental más importante del mundo (la EPA, ‘Environmental Protection Agency’), se ha tenido que doblegar ante la amenaza coronavírica y se ha puesto a meter prisa a los científicos para que desarrollen una vacuna. Por supuesto, los científicos del país ya estaban haciendo eso sin necesidad de que Trump se lo dijera, y ahora solo pueden partirse de risa con su hipocresía y su monumental ignorancia.

Los CDC de Atlanta (Centros de Control de Enfermedades), que siguen siendo la mejor agencia del mundo en su campo pese a la espesura del actual inquilino de la Casa Blanca, concluyeron ya el mes pasado que Estados Unidos se exponía a 200 millones de infecciones por el coronavirus –el 60% de la población de ese país— de los que 200.000, en el mejor escenario, o 1,7 millones en el peor, perderían la vida. Insisto en que eso era el mes pasado, mientras su presidente hacía bromas sobre el “virus chino”.

Estos hechos dan una idea muy intuitiva del daño que puede hacer un gobernante inepto a sus propios ciudadanos. Por fortuna, Estados Unidos es mucho más que la Casa Blanca, y sus dos principales ciudades, Nueva York y Los Ángeles, ya han cerrado sus bares y colegios. ¿Les suena de algo? Sí, es lo mismo que hicimos nosotros hace una semana que ya parece infinita. Si la experiencia nos sirve de algo, podemos predecir que los ciudadanos de la gran potencia mundial estarán pronto en aislamiento domiciliario. Ni el más dañino de los gobernantes sería capaz de echarse un millón de muertos sobre la espalda".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt





Entrada núm. 5844
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 6 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Pedirle explicaciones al robot





Los sistemas inteligentes se comportan ahora como cajas negras y ejecutan proezas asombrosas, pero no podemos saber cómo lo han hecho y resulta difícil pedirle explicaciones a un robot, escribe en el A vuelapluma de este lunes el profesor Javier Sampedro, doctor en genética y biología molecular,

"Uno de los mayores clichés de las novelas policiacas -comienza diciendo Sampedro- se está convirtiendo en el asunto estrella de la inteligencia artificial y la robótica. Repasemos primero el cliché. Si Holmes dice: “Deduzco por su teléfono móvil, Watson, que tiene usted un hermano alcohólico”, Watson le mira como si fuera una aparición y empieza inmediatamente a desconfiar de él. ¿Habrá descifrado Holmes su clave y habrá leído todos sus mensajes en cuestión de segundos? ¿Tiene contactos de alto nivel con el MI6 o la empresa Cambridge Analytica, famosa por acceder a los datos personales de millones de usuarios de redes sociales? Watson, comprensiblemente, se mosquea mucho con su amigo.

Pero entonces el detective le explica: “Su teléfono es un modelo muy caro, Watson, y no encaja con usted, que está buscando un piso para compartir conmigo; tampoco encajan con su situación económica los muchos arañazos en la pantalla, que provienen obviamente de meterlo sin el menor cuidado en el mismo bolsillo que las llaves y las monedas; por lo tanto, se lo ha regalado Harry Watson, como dice el nombre grabado en la carcasa, que debe de ser su hermano; y basta mirar lo mucho que falla al intentar meter el conector para inferir que es alcohólico”. Lo anterior es una adaptación libre de la serie Sherlock, lo que explica que dos personajes del siglo XIX anden enredados con un teléfono del XXI, pero lo que importa aquí es que la explicación de Holmes disipa las sospechas de Watson y a menudo le hace comentar: “Vaya, Holmes, ahora que lo ha explicado usted, ya no parece tan misterioso”.

Esta idea es exactamente la que quieren aplicar los científicos de la computación a sus robots y a sus sistemas de inteligencia artificial. Tomemos el ejemplo de AlphaGo, el sistema inteligente de Google (o de su matriz Alphabet) que no solo se ha impuesto a los campeones mundiales de Go (un juego tradicional chino más complejo que el ajedrez) y ha descubierto por sí mismo unas estrategias de alto nivel que a los jugadores humanos les ha costado siglos, sino que se ha permitido la chulería de inventar otras tácticas más eficaces todavía que ni se les habían ocurrido a los grandes maestros de todos los tiempos. Al comprobar esto, cualquier humano tendría la misma reacción que Watson, que es agarrarse un mosqueo de narices. Es comprensible. Si AlphaGo, sin embargo, pudiera hacer como Holmes, ofreciendo una explicación comprensible de sus descubrimientos, la desconfianza se disiparía y, además, los jugadores humanos podrían aprender de los hallazgos del robot. Por desgracia, los sistemas inteligentes se comportan ahora como cajas negras. Ejecutan proezas asombrosas, pero no podemos saber cómo demonios lo han hecho.

El departamento de Defensa de Estados Unidos ha dado un paso aparentemente modesto con un sistema inteligente que aprende por sí mismo a abrir frascos de píldoras, de esos que llevan todo tipo de tapones de seguridad para que no los abran los niños. El robot no solo aprende a abrirlos todos, sino que explica en tiempo real lo que está haciendo, y cómo ha llegado a resolverlo. El proyecto tiene una parte militar, pero va mucho más allá, porque pronto veremos robots que cuidan niños y ancianos, y más vale que expliquen lo que hacen a sus dueños. Elemental, Watson".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 








La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5612
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 28 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Cuento Grinch de Navidad



Fotograma de la película El Grinch


Echar la vista atrás, aunque sea por un año, es un ejercicio saludable de visión en perspectiva, escribe el profesor y divulgador científico Javier Sampedro en el A vuelapluma de hoy sábado.

"Estas navidades -comienza escribiendo Sampedro- se impone el Grinch en el argot adolescente. Eres de lo más Grinch, no seas Grinch, paso de tu Grinch. Viene a significar navidófobo, ese subtipo de homo sapiens caracterizado por su alergia aguda a estas fechas, tal vez porque sea un ateo y deteste sus resonancias religiosas, o porque esté más solo que la una y le aflijan los estridentes grumos humanos que forman los demás o, simplemente, porque está de bajío y aborrece la felicidad ajena. La palabra tiene pedigrí, porque proviene del libro infantil ¿Cómo el Grinch robó la Navidad?, publicado en 1957 por Theodor Seuss, más conocido como el Dr. Seuss. Una complicada sucesión de versiones para televisión y cine, la última del año pasado, ha convertido al Grinch en un icono navideño para los niñatos en la edad de los granos. A mí el muñeco me parece bastante mono, la verdad, pero el caso es que ser un Grinch lo está petando.

Es probable que el lector sea un Grinch, porque yo diría que la mayoría de mis amigos lo son, y eso solo puede significar dos cosas: o que tengo imán para ese
tipo de personas, o que hay un verdadero montón de gente que es así. En cualquiera de los dos casos, el lector lleva muchas papeletas de ser un Grinch. Y es curioso, porque a mí me gustan los grinches, lo confieso espontáneamente, pero yo no creo ser uno de ellos. Llamadme infantiloide, pero me relaja el soniquete dodecafónico de la lotería, me hipnotiza la decoración de las calles y hasta obtengo un placer morboso cenando con los cuñados, lo que seguramente ya es de frenopático. No, no estoy a la moda. No me he ganado el título de Grinch. Una mancha en mi currículo.

Pero me estoy enredando con mi autobiografía, como jamás debe hacer un columnista. De lo que quería escribir era de una de las tradiciones más manidas de las navidades, que son los resúmenes del año. Tampoco en esto me parezco al Grinch, porque soy un entregado consumidor de ese género. Nos pasamos el año tratando de sacar la cabeza del río turbulento que nos arrastra día a día, hora a hora, desde un instante pasado que no comprendemos a un momento futuro que no podemos predecir, intentando tomar aire para aguantar un día más, una hora más, bajo la superficie tenaz del tiempo inapelable. Echar la vista atrás, aunque sea por un año, es un ejercicio saludable de visión en perspectiva, como tomar una foto que capture el tiempo.

Este año hemos conocido, por ejemplo, que los niveles de CO2 en la atmósfera han alcanzado un récord desconocido en los últimos tres millones de años, y que los dos países más emisores, Estados Unidos y China, no están por labor de reducirlos. Hemos fotografiado un agujero negro, lo que en sí mismo parece una contradicción filosófica, y hemos sabido así que nuestras teorías físicas más apreciadas tienen una capacidad predictiva inimaginable. Hemos visto a dos mujeres pasear por el espacio sin la compañía de un hombre, lo que debería darnos vergüenza por no haberlo hecho antes. Y nuestra capacidad para transformar el genoma humano ha alcanzado un punto crítico que demanda una reflexión ética. No seas Grinch".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5583
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 16 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Quimeras policíacas



Cadena de ADN. Pixabay


Si las células de un donante -escribe el divulgador científico y doctor en genética y biología molecular, Javier Sampedro- pueden colonizar el semen de un receptor, y otros órganos, imaginemos que algún día, en algún tipo innovador de trasplante, puedan colonizar también el cerebro.

"Cabeza de león, torso de cabra y cola de dragón, -comienza diciendo Sampedro-, así era la quimera de la mitología griega que asoló el sur de Anatolia y sabe Zeus qué más hubiera asolado de no ser por la oportuna hazaña de Belerofonte, el 007 de la época. El centauro, la sirena y la criatura del doctor Frankenstein son quimeras en un sentido más lato, pues están hechas de partes de individuos distintos, componentes deshilvanados que, sin embargo, parecen funcionar bien en ese régimen de joint venture, según nos dicta el potaje febril que la imaginación humana ha cocinado durante 25 siglos. Y, sin embargo, las quimeras existen y caminan entre nosotros.

Hay casos conocidos en la literatura médica, niños a los que solo les baja el testículo derecho y que, tras un examen más detallado, resultan tener un ovario en el lado izquierdo, o hijos de padres con colores de piel distintos que están compuestos por zonas de distinta tonalidad, a menudo con fronteras nítidas entre un color y el otro. La mayoría de estos casos se debe a la fusión de dos embriones en el útero. Aunque la misma pareja concibiera un millón de embriones, no habría dos iguales, y unos llevarán los genes oscuros de papá y otros los genes claros de mamá. Si dos se fusionan en el desarrollo temprano resultará una quimera que puede observarse a simple vista. El fenómeno es más frecuente de lo que creemos, porque la mayoría de los casos de quimerismo requieren análisis de ADN para detectarlos, y no suele haber razones médicas para hacerlos.

Pero sí que hay razones policiacas. Aprendo en un concienzudo reportaje de Heather Murphy para The New York Times que, en 2004, unos policías de Alaska extrajeron ADN de semen en un caso de violación, lo subieron a las bases de datos genéticos y encontraron una coincidencia perfecta con el ADN de un hombre que estaba fichado. Eso serviría normalmente como una prueba decisiva para un juez. Pero había un problema: el sospechoso estaba en la cárcel cuando se cometió el delito. ¿Qué pasaba ahí? Pasaba que el hombre había recibido un trasplante de médula de su hermano, que las células trasplantadas habían colonizado su esperma, y que el violador no era él, sino su hermano.

En otro caso posterior, el semen revelaba dos perfiles de ADN, como si la mujer hubiera sido violada por dos hombres, pero ella aseguraba que solo había sido uno. De nuevo, el violador había recibido un trasplante de médula. En este caso, la médula del donante no había reemplazado por completo a la del receptor, sino solo en parte. Es evidente que los policías científicos van a tener que tomar un curso acelerado de quimerismo genético, con particular atención a los trasplantados de médula.

Volviendo al terreno de la imaginación febril, bajo la inspiración de la mitología griega, dejemos volar un poco la mente por las geografías ignotas del futuro cercano. Si las células de un donante pueden colonizar el semen de un receptor, y otros órganos como el bazo y el riñón, imaginemos que algún día, en algún tipo innovador de trasplante, puedan colonizar también otros órganos. El cerebro, por poner un ejemplo tonto. No es una perspectiva realista ahora mismo, pero puede ser un buen experimento mental. Hacedlo".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 







La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5546
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 7 de septiembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Genética española (Publicada el 8/12/2008)





El territorio que hoy conocemos como la península ibérica, en el extremo sudoeste de Europa, ha sido colonizado y habitado por pueblos diversos a lo largo de los siglos, pueblos que han dado a su nueva patria nombres también diversos. Tras sus primeros pobladores conocidos, los iberos y los celtas, fenicios y cartaginenses la conocieron como Ispani; los griegos la dieron el nombre de Iberia; romanos y visigodos el de Hispania; los judíos, que llegaron a ella en el siglo III a.C., el de Sefarad; y por último, los musulmanes, el de Al-Andalus. A partir del siglo XIII d.C. los reinos cristianos del norte de la península, en contraposición a los musulmanes del sur, considerándose herederos directos del reino visigodo, le dan ya el nombre de España.

Todos ellos se fueron asentando e integrando en el territorio peninsular y mezclándose con la poblaciones anteriores. Así ocurrió entre romanos e iberos, y entre visigodos e hispanorromanos. La invasión musulmana propicia una conversión masiva de la población aborigen al islam, quedando como únicos reductos cristianos la cornisa cantábrica y los pirineos.

Aunque los historiadores no se han puesto de acuerdo en el número de los judíos españoles, se supone que a finales del siglo XV podían ser unos 400.000. Es el momento en que los Reyes Católicos, Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, decretan la conversión forzosa de los judíos al catolicismo, y la expulsión inmediata para los que no lo hagan, con confiscación de todos sus bienes y propiedades. Aproximadamente la mitad del total de los judíos españoles optan por el exilio.

Cien años más tarde, Felipe III orden la expulsión tajante y definitiva de los moriscos de todo los territorios de la Corona. Los moriscos eran los cristianos de origen musulman que se habían convertido al catolicismo durante el período de la reconquista. Aproximadamente otros 300.000 españoles son obligados a exiliarse sin opción contraria alguna.

Cientos de miles de españoles desarraigados, desterrados, exiliados por la voluntad de otros españoles... La historia se ha repetido después en numerosas ocasiones; la última hace apenas 70 años. La pregunta es: ¿Cuántos judíos conversos y moriscos quedaron en la península y cuantos son sus descendientes? Hasta ahora no había forma de dar una respuesta concreta, pero el estudio genético de los españoles realizado por la American Journal of Human Genetics, que estos días presenta sus datos en Madrid, viene a confirmar que unos ocho millones de nuestros compatriotas son descendientes directos de judíos conversos (aproximadamente el 20 por ciento de la población total de España), y unos cuatro millones y medio lo son de moriscos (el 10 por ciento del total). Lo cuenta Javier Sampedro en un interesante artículo ("Sefardíes y moriscos siguen aquí", El País, 05/12/08), que reproduzco más adelante. No deja de ser curioso en un país en el que el antisemitismo campa a sus anchas, que uno de cada cinco de sus pobladores sea descendiente directo de aquellos a los que detesta, es decir de sus antepasados, sus padres y sus abuelos. Y uno de cada diez, descendiente de esos "moros" que le atemorizan, pero necesita...

En el otoño de 1956 yo tenía 10 años y acababa de comenzar los estudios de primero de bachillerato en el colegio "Infanta María Teresa" de Madrid. Era el primer día de clase de la asignatura de Historia de la Música, que impartía un joven profesor muy atildado, al que recuerdo siempre vestido de riguroso traje negro, con corbata de colores chillones y camisa blanca. Podría tener unos cuarenta y pocos años, y lamento no recordar su nombre. Lo que no voy a olvidar nunca fue ese primer día de clase, pues nada más comenzar la misma se dirigió a mí, me preguntó mi nombre y apellidos, y me soltó: "Usted es de origen judío, ¿verdad, señor Campos?". Me quedé tan sorprendido, -era la primera vez que alguien me mencionaba tal cosa-, que le respondí con sinceridad que no tenía la menor idea, pero que pensaba que no, puesto que yo, mis padres, mis hermanos y toda mi familia eran católicos. Él me contestó que los rasgos de mi cara y mi apellido paterno decían que sí, y que si quería, se lo preguntara a mis padres. Nunca lo hice. Mucho más tarde vine a enterarme por otros medios que formo parte, orgullosa, de ese veinte por ciento de españoles de origen judeo-converso. Y que Américo Castro, y no Sánchez Albornoz, tenía razón en cuanto a la famosa polémica sobre el "Ser de España". HArendt



Interior de la sinagoga de Santa María la Blanca, Toledo


"Sefardíes y moriscos siguen aquí", por Javier Sampedro

El 30% de los españoles tiene huella genética de su origen judío o magrebí. Los historiadores no creen que España albergara a más de 400.000 judíos sefardíes en 1492, y encima los Reyes Católicos expulsaron ese año a casi la mitad. También en 1609 fueron desterrados cientos de miles de moriscos, a los que se suponía últimos herederos de los siete siglos de reinado musulmán en la península. Pero los cromosomas cuentan otra historia. Nada menos que el 20% de la población ibérica actual desciende de sefardíes. Y otro 11%, de norteafricanos. Si ambos siguen aquí, es que nunca se marcharon.

Los estudios genéticos se han aplicado hasta ahora a los grandes flujos migratorios prehistóricos, pero aún hay mucho margen para ampliar su resolución -estudiando a más personas en cada zona geográfica- e iluminar episodios más recientes, como las invasiones, migraciones y otros movimientos de población registrados en la historia. En la Península han coincidido durante largos periodos históricos dos poblaciones, los musulmanes norteafricanos y los judíos sefardíes, que tienen unos orígenes geográficos muy distintos, y que por ello pueden rastrearse fácilmente con marcadores genéticos como los asociados al cromosoma Y. Como sólo se transmite por línea paterna, su rastro no se diluye con el paso de los milenios. Un consorcio de científicos británicos, españoles, portugueses, franceses e israelíes ha analizado a 1.140 hombres de 18 poblaciones de la península y las Islas Baleares. El resultado es una proporción más alta de lo esperado de personas con ancestros norteafricanos (11%), y sobre todo de judíos sefardíes (20%). Estos datos revelan, según los autores, "un alto nivel de conversión, voluntaria o forzosa, impulsada por episodios históricos de intolerancia social y religiosa, y que condujo a la integración de los descendientes". Los resultados se presentan hoy en el American Journal of Human Genetics. Los 15 kilómetros de agua del Estrecho de Gibraltar nunca han sido un buen aliado de la pureza racial ibérica. El primer contacto registrado históricamente fue el cruce desde Marruecos de un ejército árabe y bereber en el 711. Los ocupantes conquistaron la mayor parte de la península en cuatro años y la controlaron durante más de cinco siglos. La población de la península antes del 711 era de unos siete u ocho millones de personas, y unos 200.000 visigodos constituían la clase dominante. Las fuerzas invasoras no sumaban más de 10.000 o 15.000 personas inicialmente. La islamización fue rápida, pero la tendencia de los historiadores ha sido atribuirla a la conversión de los pobladores anteriores. Los judíos ya estaban en la península antes del 711. Muchos llegaron desde Oriente Próximo, como ciudadanos libres o esclavos romanos, tras la derrota de Judea en el año 70. Su población se estimaba en unos 400.000 en 1492, cuando 160.000 fueron expulsados por los Reyes Católicos. Se supone que la población actual de sefardíes en todo el mundo es de unos dos millones de personas. Pero sólo los descendientes españoles de sefardíes, según los nuevos datos, suman ocho millones. No hay evidencia de un gradiente sur-norte en los cromosomas norteafricanos. Más bien hay una divisoria entre el oeste (alta frecuencia) y el este (baja): la ascendencia norteafricana va de 0% en los Pirineos al 20% en Galicia y el 22% en Castilla noroccidental. Andalucía tiene uno de los índices más bajos. Esto cuadra con las expulsiones de moriscos ordenadas por Felipe III en 1609, que diezmaron los guetos de Valencia y Andalucía, pero poco pudieron hacer contra las dispersas e integradas poblaciones de Extremadura y Galicia. Los cromosomas de origen sefardí, siendo de una época más remota, aparecen distribuidos por el territorio de forma homogénea, con la excepción del noreste de Castilla, Cataluña y los Pirineos, donde su frecuencia es muy baja. (El País, 05/12/08)



Patio de los Leones. La Alhambra. Granada


La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5230
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 23 de agosto de 2019

[A VUELAPLUMA] ¿Cierto o falso?



Foto de Luis Sevillano para El País


El profesor Javier Sampedro, científico y periodista español, doctor en genética y biología molecular, es asiduamente citado en este blog. En su artículo de hoy lo hace para criticar a aquellos que, ante la evidencia científica, prefieren confiar más en lo que les cuenta su cuñado que en la realidad contrastada de los hechos. 

El problema, comienza escribiendo Sampedro, no son solo las noticias falsas que anegan las redes sociales. También están los políticos que intoxican a sus millonarias audiencias con interpretaciones sesgadas sobre la contaminación o la violencia callejera, las empresas anunciantes que pretenden convertir las coles o las berzas en el elixir de la eterna juventud y, sobre todo, los amigos y cuñados que te aconsejan no vacunar al niño porque eso le va a dar autismo, o cualquier otro potaje conceptual mal cocido. El problema es serio. Según una encuesta de 2016, solo un tercio de la población británica confía en la investigación médica. Los otros dos tercios se fían más bien de sus amigos y familiares.

Es evidente que necesitamos no ya fuentes de información fiables —que siempre las ha habido—, sino dotar a la gente de los criterios necesarios para encontrarlas. Y de los conocimientos que les permitan fiarse de ellas. Esto es particularmente importante en la educación primaria y secundaria, pero la población adulta no está menos necesitada de ilustración.

La última de ellas es la web thatsaclaim.org, organizada por una alianza de 25 investigadores de 14 disciplinas, con el objetivo de facilitar criterios para distinguir una afirmación falsa de una cierta, o tan cierta como permita el exigente y permanentemente revisable concepto de verdad científica. Esos criterios generales de veracidad pueden aplicarse a la toma de decisiones en el sector agrícola, educativo, ambiental, médico (incluyendo la formación sobre salud en la educación primaria), de gestión, bienestar social, terapias lingüísticas y varias otras todavía en construcción. La web será de interés para quienes tienen que tomar decisiones en esos sectores. Y para quienes les votamos.

Es difícil encontrar un debate sobre cualquier asunto de interés social que no acabe con la frase: “Al final, esto es un asunto de educación”. A menudo es verdad, pero esa conclusión resulta irritante y desalentadora. Es como el funcionario de los chistes, que te cierra la ventanilla en las narices y te manda a la sección de educación, dos pisos más arriba. Identificar un problema como un asunto de educación no debería movernos a soslayar el problema, sino a resolver el asunto.

Son los investigadores quienes se están moviendo primero, con iniciativas como las “revisiones sistemáticas”, que sintetizan la mejor evidencia disponible en cada campo de conocimiento, las revistas científicas de acceso libre y la incorporación de resúmenes de las investigaciones en un lenguaje llano, o al menos más llano que la jerigonza habitual. Un buen ejemplo es Cochrane (cochrane.org), una organización británica sin ánimo de lucro dedicada a facilitar a médicos, pacientes y políticos la mejor evidencia disponible sobre temas de salud. Otros ejemplos son la Campbell Collaboration, dedicada a políticas sociales, y la Collaboration for Environmental Evidence, centrada en el medio ambiente. Matt Oxman, de la Universidad Metropolitana de Oslo, y otros 24 investigadores recomiendan más webs en Nature.

Por más importantes que sean estas iniciativas, sin embargo, queda por sortear el mayor escollo de todos: que la mayor parte de la gente no se fía de la evidencia científica. Prefiere confiar en el cuñado, en el sentido amplio que va adquiriendo esta palabra. Pero bueno, esto es un asunto de educación, dos pisos más arriba.





La reproducción de artículos firmados en el blog no implica compartir su contenido, pero sí, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5184
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

jueves, 18 de julio de 2019

[A VUELAPLUMA] Los arenodólares





Los que llevan las de perder con todo este tráfico mundial de ‘arenodólares’ son los ciudadanos que viven junto a los ríos, es decir 3.000 millones de personas, escribe Javier Sampedro, científico y periodista español, doctor en genética y biología molecular e investigador del Centro Severo Ochoa de Madrid y del Medical Research Council de Cambridge. 

Los ‘rapa nui’ no pararon hasta talar el último árbol de la Isla de Pascua, condenando así a la muerte a su propia civilización, comienza diciendo Sampedro. Pregunta, pues para el Trivial: ¿cuál es el producto que se extrae más de la tierra? El petróleo, dirá el más listo. Error. Es la arena. Sí, esa cosa que pisan en la playa los veraneantes y que los antiguos ponían en una doble ampolla de vidrio para medir el tiempo. Al igual que en esa ampolla, la arena se nos está agotando en el planeta. El crecimiento de la población humana y su tendencia a migrar hacia las ciudades están convirtiendo el hormigón en uno de los bienes más demandados de India, China y África. Y el hormigón se hace con arena, al igual que el cemento y el vidrio. Y al igual también que los chips de silicio que todos llevamos en el bolsillo.

La arena es un bien natural, qué duda cabe, pero a la naturaleza le cuesta Dios y ayuda fabricarla. Una playa, por poner un ejemplo tonto, es el producto de siglos y milenios de la erosión paciente y tozuda que las olas infligen a las rocas y las conchas de los moluscos. Si uno extrae una poca de vez en cuando, el dios Neptuno repondrá sin rechistar la arena perdida. Si uno, en cambio, extrae a más velocidad de lo que Neptuno puede restaurar, está incurriendo en una práctica insostenible, el nombre técnico del pan para hoy y hambre para mañana. Pan para ti hoy y hambre para tu hijo mañana. La arena se convierte así en una metáfora de la enfermedad económica de nuestro mundo. Mette Bendixen y sus colegas de cuatro universidades analizan el mercado de la arena en Nature.

Todo exceso tiene su víctima, y en este caso no es precisamente la empresa que extrae el producto. La arena útil para la industria es la que bordea los ríos. Las playas aportan muy poca cosa al total planetario, y las arenas del desierto, aunque crecientes, son tan finas y globosas que no hay forma rentable de molerlas. Los que llevan las de perder con todo este tráfico mundial de arenodólares son los ciudadanos que viven junto a los ríos, es decir, 3.000 millones de personas que pronto aspirarán a constituir la mitad de la población mundial. Bendixen y sus colegas presentan fotos de satélite que muestran la desaparición desde 2010 de las arenas fluviales del río Umgi, en el norte de Bangladés, y cómo la extracción en el río de las Perlas, el tercero más largo de China, ha dañado el entorno, dificultado la obtención de agua y desgastado los muelles y los puentes.

El comercio de arena es conocido, pero casi nadie parece inclinado a documentarlo de manera fiable. Por ejemplo, Singapur dice haber importado en la última década 80 millones de toneladas de arena de Camboya, pero Camboya solo admite haber exportado tres toneladas. Con estos mimbres contables, cabe temer que el expolio de los sedimentos fluviales siga hasta que se hayan agotado por completo. Es el estilo de la isla de Pascua, donde los Rapa Nui no pararon hasta talar el último árbol de la isla, condenando así a la muerte a su propia civilización.

La arena se agota en el reloj, y que sea arena no significa que sea una cuestión menor que los diamantes o el coltán de tu teléfono. Los investigadores calculan que hay extracción ilegal de arena en nada menos que 70 países, y documentan cientos de muertes en la última década, sobre todo en India y Kenia, relacionadas estrechamente con las guerras no declaradas del tráfico de arena. Ya puedes volver a la playa.



Moais en la isla de Pascua, Chile



Los artículos con firma reproducidos en este blog no implica que se comparta su contenido, pero sí, y en todo caso, su interés y relevancia. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




Entrada núm. 5071
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)