Un día él se sienta a su lado, la mira, le aparta el pelo de la cara y le dice, por primera vez, “te amo”. Siente que un anzuelo tira desde el exacto lugar donde tiene el corazón. Sonríe, cierra los ojos. Pero sabe que no hay nada más allá de eso que acaba de obtener y que en breve empezará el hastío..., escribe la periodista y escritora argentina Leila Guerriero.
Él está en pareja, comienza diciendo Guerriero, usted también. Se ven desde hace algunos meses. Es la clase de hombre que le gusta, un homme blessé, un animal que se lame cicatrices: huérfano de niño, muerta su primera mujer, lleno de enormes frustraciones, triste. Harto de su matrimonio pero blindado a cualquier afecto. Para usted, estar con él es como comer chocolates a puñados. Siente una atracción corrupta, adictiva. Compre ropa interior nueva, sólo para él, y note que eso, más que excitarlo, lo emociona. Un día, mientras esté mirando la televisión con su pareja, piense en él y pregúntese cómo sería vivir juntos. Fantasee largo rato con eso. Sienta una emoción profunda e, inmediatamente después, reconozca en usted la voz realista y desengañada que le dice que es una fantasía estrafalaria, ridícula, infantil. Pero, cada vez que se encuentren, lleve la conversación, con metáforas y rodeos, hacia la idea de “cómo sería si”. Sienta que de a poco, con movimientos de remero hábil, logra que él comience a pensar seriamente en eso. Él ha empezado a reírse mucho —y le dice que no se reía desde hacía tiempo, y usted siente un regocijo inflamado—, y ha vuelto a escribir —y le dice que no escribía desde hacía tiempo, y usted siente un orgullo insectívoro, perverso—. Cada tanto mírelo largamente, con miradas cargadas de martirio, sin decirle nada. Después, acurrúquese en su abrazo como si dijera “Dios, cómo estamos sufriendo por esto”. Sepa qué ha ido a buscar, espérelo como a un gran pez salido de las profundidades. Un día —están en el hotel, ya vestidos, por irse—, él se sienta a su lado, la mira, le aparta el pelo de la cara y le dice, por primera vez, “te amo”. Sienta que un anzuelo tira desde el exacto lugar donde tiene el corazón. Sonría, cierre los ojos. Sepa que no hay nada más allá de eso que acaba de obtener. En breve empezará el hastío.
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