Estoy muy enfadado con el rey Juan Carlos. Se ha convertido en un factor de discordia, le dice el periodista Iñaki Gabilondo a la escritora Nuria Junquera en la entrevista que publica El País en el día de hoy, y añade que lamenta que Sánchez compita con Aguirre “por el trono de los peores seleccionadores de personal” y que la izquierda no se una para defender lo público. Les dejo con la entrevista.
Tuvo sus crisis de fe en la profesión. Cuenta que alguna vez estuvo a punto de tirar la toalla, pero a sus 83 años, el periodista Iñaki Gabilondo (San Sebastián) tiene un proyecto por estrenar, la serie La gran aventura de la lengua española, que ha grabado con una productora cultural y que emitirá RTVE. Y otro en marcha sobre el exilio. La curiosidad y las ganas de entender permanecen intactas. Quizá por eso se intuya cierta rabia por el esfuerzo que otros ponen en no entenderse, incluso cuando les va la vida en ello.
Pregunta. ¿En estos 83 años, qué es lo más bonito que ha oído decir en la lengua española?
Respuesta. “Quiero estar contigo”.
P. ¿Y lo peor que ha escuchado decir en su propia lengua, las palabras que más le han indignado?
R. “Mis ideas valen más que tu vida”. Se dijo durante muchos años.
P. ¿Cómo ve a TVE? El PP la llama “Telepedro”…
R. Salvo en la época de Zapatero y una breve primavera en la época de Adolfo Suárez, que me tocó a mí, en España no ha habido televisión pública, ha habido televisiones privadas de los distintos gobiernos, tanto aquí como en las comunidades autónomas. Ganabas las elecciones y te daban una televisión y una caja de ahorros. España acostumbra a considerar coyunturales sus problemas crónicos y como diagnostica mal, resuelve mal. No son nuevos muchos pecados políticos: colocar a amigos en lugares públicos, utilizar la justicia, asaltar la tele..., pero, como se atribuyen siempre a algo coyuntural, no se arreglan nunca. Y cuanto más extrema es la polarización, peor se diagnostica, porque todas las esperanzas de solución se adjudican a la liquidación de ese Gobierno. El caso más claro de esto es la corrupción.
P. Es difícil diagnosticar con las tripas.
R. Falta cabeza. La corrupción se repite sucesivamente y no cambia nada. Sánchez está a punto de batir el récord de nulidad en selección de personal en competencia con Esperanza Aguirre. Se disputan el trono de los peores seleccionadores de personal de la historia política.
P. ¿Se le ocurre alguna fórmula para que ningún partido tenga la tentación de usar TVE?
R. Lo logró Zapatero, pero, mientras, sus compañeros de partido no hacían lo mismo en las comunidades donde gobernaban. Es un tema de voluntad. Nadie renuncia al cañón Berta y es ridículo porque con estas audiencias debería haberse atenuado la histeria de las fuerzas políticas. Ya no se puede hablar de medios de comunicación de masas. Medio de comunicación de masas ahora es TikTok.
P. Cuando dejó de hacer sus comentarios diarios sobre la actualidad, en 2021, explicó que se sentía “empachado” por el “enconamiento partidista y la superpolarización”. ¿Desde entonces ha ido a peor?
R. La polarización cada vez es mayor y no solo es una ordinariez absoluta, sino un mecanismo para que no se pueda resolver ningún problema. La razón por la que mucha gente joven está rechazando el sistema es porque ese juego no resuelve los problemas. La vivienda no se va a resolver si no hay acuerdos entre comunidades, ayuntamientos y Gobierno central. Son juegos de niños pequeños, y da rabia que gente inteligente siga jugando a las canicas con esto. Las derechas están unidas contra el sanchismo; las que se llaman izquierdas, los antisanchistas que siguen diciendo que son socialistas y los que están a la izquierda de la izquierda deberían unirse en defensa de lo público, que está claramente amenazado, y hubieran debido aplaudir las políticas sociales del Gobierno.
P. Pero la lengua materna en el hemiciclo es el Twitter...
R. Y así no se resuelven los problemas. En esa guerra a muerte se pasa por encima de todo.
P. ¿Y tiene remedio?
R. Perfectamente, como lo de la televisión. Si se quiere, se puede. Pero ahora nada vale más que ganar un metro en la lucha electoral. Las batallas van encanallándose. Parece que importa más la victoria electoral que lo que se vaya a hacer con esa victoria. Igual que criticamos a la Iglesia por no mirar con los ojos abiertos la verdad de la pederastia, no entiendo que el PSOE no mire la verdad de sus pecados y el PP la de los suyos sin tener que esperar a que les metan el dedo en el ojo sus rivales.
P. En su libro El desorden político. Democracias sin intermediación, Ignacio Sánchez Cuenca señala a los medios como cooperadores necesarios en el caos de la política y habla del “sesgo confirmativo”, es decir, cuando la audiencia busca reafirmar sus propias ideas antes que informarse. ¿Eso lo ha provocado la oferta o la demanda?
R. Los medios de comunicación en España viven en pánico financiero. Meta se está comiendo su pastel publicitario. De ese pánico financiero se deriva la búsqueda de atajos para llegar a más gente, conseguir likes, fórmulas que les estabilicen económicamente... Los medios también participan de la carrera de la polarización. Cada vez hay más activismo periodístico, judicial, político..., pero, para mí, todo parte de esa preocupación por la competencia desleal de Meta, que se comenta menos.
P. De todas las amenazas —periodismo bufandero, inteligencia artificial, precariedad, la pérdida de ingresos publicitarios…— ¿cuál cree que es la más peligrosa ahora para el periodismo?
R. Al margen del tema económico, la pérdida de confianza y de credibilidad. La gente ha perdido confianza en la autoridad y en los medios.
P. Seguramente muchos periodistas habrán recurrido a usted —a los vídeos de la entrevista en 1995 a Felipe González y la pregunta sobre si había organizado los GAL o del 23-F— cuando han tenido crisis de fe. ¿Quién le devolvía a usted la ilusión por el oficio cuando empezaba a dejar de creer? ¿Con quién se confesaba?
R. La luz que más me iluminó fue cuando Gabriel García Márquez me dio el premio de periodismo en Monterrey [2008]. Yo estaba pasando una crisis muy profunda y allí me encontré con los directores de los periódicos más importantes de América Latina, gente vieja, escéptica, con mucha mili, pero que había decidido no avinagrar a la juventud. Esos días con gente mucho más quemada que yo, pero que había decidido no envenenarse con su propio escepticismo y volcarse en la gente joven me dieron mucha moral en un momento en el que estaba a punto de tirar la toalla.
P. ¿Qué había pasado antes?
R. Las guerras entre medios, entre compañeros. Yo eso lo llevaba muy mal. Pensé que no me merecía la pena levantarme por la mañana para ese juego de broncas.
P. ¿Aquella fue su última crisis de fe con el periodismo?
R. No, he tenido muchas más. He sido siempre un poco ingenuo. Siempre he creído que nuestro trabajo tenía que servir para algo. Cuando más se encarnizaban las guerras, menos me parecía que servía, porque automáticamente quedabas abducido por uno de los bandos en combate y, sin saberlo, eras una ametralladora más para el fuego. Hay gente que está a gusto ahí, yo floto mal.
P. ¿Ahora es más fácil, igual o más difícil dedicarse al periodismo? ¿Animaría a sus nietos a dedicarse a esta profesión?
R. Más difícil. Creo que todo se ha ido encanallando mucho y escapa las fronteras de España. Afecta a la convivencia. En ambientes difíciles, nuestros padres pelearon para avanzar y los jóvenes pelearán para avanzar. No los tengo que animar, sí evitar que se desesperen. En los años que llevo de periodista, esta profesión ha sido lo que todos querían ser y lo que nadie quería ser.
P. ¿Qué conversaciones, de todas las que le ha brindado esta profesión, recuerda hoy con más gratitud? ¿Quiénes le causaron mayor sorpresa, que es, probablemente, el mejor regalo que se le puede hacer a un periodista?
R. Muchas. Las primeras con los políticos de la Transición cuando ellos y nosotros éramos vírgenes y la conversación podía llevarte a sitios inesperados, cosa que ahora no pasa; las de Cuando ya no esté [serie de Movistar] con uno de los padres de Internet o un científico japonés que me habló de los robots del futuro... y la gente común. Las conversaciones con la gente común son muy interesantes porque no te sabes la respuesta.
P. Hace unos días, en un acto en el Congreso para conmemorar el 50 aniversario de la restauración de la monarquía, reivindicó el papel del que no había sido invitado, el rey Juan Carlos, en la Transición a la democracia. ¿Le ha sorprendido que escriba unas memorias y lo que dice en ellas, por ejemplo, sobre Franco?
R. Yo estoy muy enfadado con él. Elogio el tramo primero porque fui testigo: estaba en la embajada de México cuando le dio un abrazo a la viuda de Azaña; en Mauthausen, cuando llevó una corona de flores... Pero el hombre que ha vendido como gran bandera de su reinado la concordia se ha convertido en factor de discordia. Es el fracaso de una vida.
P. ¿Cuál sería su primera pregunta si pudiera entrevistarle mañana?
R. ¿Usted sabe lo que ha hecho? Es que yo creo que él no está entendiendo nada. Que él diga que Letizia ha perturbado a la familia es cómico. Pero les está haciendo un daño devastador.
P. Una encuesta reciente de 40dB. para EL PAÍS y la Cadena SER reveló que una cuarta parte de los jóvenes ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario. Casi la mitad desconocen cómo murió Lorca y en el electorado de Vox hay más simpatizantes que detractores del franquismo. ¿A qué atribuye que siga habiendo nostálgicos de la dictadura y sobre todo, nostálgicos que no la vivieron?
R. Los jóvenes partidarios del autoritarismo no saben lo que es. Lo que están haciendo es impugnar el sistema y eligiendo a la opción más radical. Hay un viento mundial que avanza en esa dirección y una ignorancia supina sobre el autoritarismo.
P. Nicolás Sartorius, cofundador de CC OO, diputado en la transición democrática, declaró recientemente que sentía que la gran obra de su vida y de todos los que participaron en aquella hazaña, es decir, la construcción de un estado social y de derechos, de bienestar, estaba siendo atacada y en serio riesgo.
R. Estoy de acuerdo con Nicolás. Se está vaciando el Estado de bienestar delante de nuestros ojos: la sanidad, la enseñanza pública... La conquista de nuestra vida, aquí y en Europa. Tendría que ponernos a todos en pie. Lo del hospital de Torrejón es la prueba del nueve. Y el día que comenzó la campaña electoral europea, en plena amenaza por todos los movimientos antieuropeos, Felipe González fue a El Hormiguero y no dijo ni una sola palabra sobre la Europa de su alma porque tenía que meterse con Sánchez. La guerra se ha enconado tanto que no vemos que, al margen de las cuitas personales, te están robando la cartera.


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