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miércoles, 28 de septiembre de 2016

[A vuelapluma] Guerra a muerte en el PSOE. ¿Y los huérfanos a quién apelamos?





No soy militante del Partido Socialista Obrero Español. Ni siquiera "simpatizante" estatutario. Fui afiliado hace muchos años. Y hasta en una ocasión fui candidato a concejal de mi ciudad, Las Palmas de Gran Canaria, en un puesto de la lista del PSOE que podía salir, pero que no salió. No me importó porque nunca he tenido ambiciones por ocupar puesto alguno en política. Ya he estado metido en esos berenjenales y sé lo que es tragarse sapos un día sí y otro también y mi estómago ya no funciona sin su ración diaria de omeprazol. He votado ininterrumpidamente por el PSOE desde las elecciones generales de 1982. Sin fisuras, en todas las elecciones generales, regionales y locales. Muchas veces, lo reconozco, tapándome la nariz porque no me gustaban los candidatos, pero los votaba porque eran los candidatos del partido que para mí representaba la ideología con la cual me siento más identificado: la socialdemocracia.

Hoy me siento más huérfano que perdido, quizá por que mi escepticismo no es más que reflejo de un optimismo empedernido chamuscado por la realidad de unos hechos que se me escapan y que me niego a enjuiciar echando la culpa a los "pedristas" o a los "susanistas" y porque al no ser miembro del partido no me encuentro calificado para opinar sobre quién o quiénes son los responsables directos de esta marxista (de Groucho Marx) situación. Pero me duele, me duele hasta los tuétanos y lo único que me gustaría decirles a unos y otros es que son una panda de golfos, pero no puedo decirlo porque no sé sin son, todos, una panda de golfos o una pandilla de chiquilluelos irresponsables.

De toda la sarta de estupideces, insultos y acusaciones que unos y otros miembros del partido socialista se están diciendo hoy, quizá, solo quizá, me reconforta el editorial de la directora de El Huffington Post, Montserrat Domínguez, que hago mío de la primera a la última frase. 

Que inmensa tristeza, dice, produce contemplar los cuchillos envenenados sobrevolando Ferraz, con unos parapetados dentro y otros improvisando ruedas de prensa en la calle. Quizás era inevitable que esta batalla -que lleva larvándose desde que Pedro Sánchez llegó a la secretaría general hace dos años- saliera a la superficie. Quizás era hasta bueno que dejara de dirimirse en los pasillos, los grupos de Whatsapp y reservados, a golpe de murmullos e indirectas. Lo que no era previsible y no puede ser bueno es la virulencia con la que ha estallado, la aceleración que está tomando en las últimas 72 horas y la amenaza cierta que supone de dejar al partido hecho unos zorros durante mucho tiempo. De momento, invalida al PSOE para ofrecer a los ciudadanos una solución al impasse político en el que llevamos instalados desde el 20 de diciembre de 2015.

El PSOE ha implosionado, añade, y ni el bando de Pedro Sánchez ni el de los críticos -si utilizamos la tremenda palabra que ha usado el propio Sánchez para hablar de sus compañeros- está en condiciones de atender a otra cosa que no sea la batalla interna por el poder. Los votantes que fueron fieles al PSOE el pasado 26 de junio tienen razones de sobra para pasar del estupor al cabreo.

En 72 horas, sigue diciendo, se ha desatado la tormenta perfecta. El mal resultado de los socialistas en las elecciones vascas y gallegas del domingo -dos territorios históricos en los que ha llegado a gobernar- empujó a varios dirigentes del sector crítico a enseñar los dientes. Sánchez, que juega en casa, dió un triple mortal para evitar hacer autocrítica por la derrota de sus candidatos y el lunes soltó el órdago: congreso ordinario en octubre y antes primarias, con voto de los militantes, para escoger al secretario general. Si quieren mi puesto, vino a decir, que den un paso adelante: ¡fuera las caretas! Pero hizo algo más: repartir los papeles. "Quienes quieran ser subalternos de Rajoy (absteniéndose en su investidura) que lo digan y que se enfrenten a mí. Y como no quiero terceras elecciones, voy a intentar un gobierno alternativo con Podemos y Ciudadanos."

El relato, añade, es letal para sus críticos, y tramposo porque no es un auténtico trilema. La idea fuerza -"intentaré un gobierno transversal" resulta inverosímil: Podemos sólo dará su apoyo si entra en un gobierno de coalición, y Ciudadanos jamás lo apoyará. La opción de contar con los votos de nacionalistas e independentistas, difícil pero no imposible, no es tal para buena parte del socialismo. Mucho menos desde este mismo miércoles, cuando el president Puigdemont ha puesto fecha para un segundo referéndum de independencia: lo convocará, con o sin acuerdo con el gobierno, en septiembre de 2017. La agenda del govern catalán para construir un estado propio es la que es, el apoyo de la CUP tiene el precio que tiene, y no ha lugar para compromisos. La cuestión catalana no desaparece porque en La Moncloa siga un gobierno en funciones y el PSOE esté en sus cosas.

El puñetazo en la mesa de Sánchez y lo endeble de su oferta, continúa la directora de El Huffington Post, sumado al miedo a unas terceras elecciones que pueden dejar más noqueado aún al partido, ha empujado a los críticos a salir a la luz. Notablemente, a Susana Díaz, dispuesta a estar en la cabeza o en la cola (sic) de la alternativa a Sánchez. Su labor de zapa a lo largo de estos años es imprescindible para entender la exasperación de Sánchez, pero también es una burda caricatura dividir al PSOE en dos bandos, pedristas y susanistas. Hay muchas más figuras de peso en el partido que no entienden a su secretario general ni comparten sus estrategias, y eso no les convierte en palmeros de la presidenta andaluza. Desde luego, no son subalternos de Rajoy, sino líderes que han derrotado al PP en las urnas y llevan sus espaldas una larga experiencia política. Tampoco son los políticos del IBEX, como trata de desacreditarlos Podemos. Son voces como la de Felipe González. Hoy en la SER mostró su estupor por un Sánchez que le consultaba unos planes -la abstención en la investidura de Rajoy- para luego hacer exactamente lo contrario.

La maniobra de dimisión de 18 miembros de la ejecutiva con intención de desalojar a Sánchez, añade, parece una chapuza y un despropósito: poco menos que anunciaron el nombre de la gestora que sustituía al líder, mientras este se atrincheraba en Ferraz y metía la quinta marcha hacia el congreso extraordinario, sin convocar la comisión de garantías que aclare esta absurda situación. Todo anticipa una batalla cruenta y absolutamente estéril para los ciudadanos. Eso sí, el secretario general cuenta con que ganará de mano una votación entre los militantes, lo que es más que probable. Llega tarde la pedagogía sobre cuál es el auténtico sentido de una abstención que permita gobernar a Rajoy, sobre el precio que tendría esa abstención y sobre el papel de un PSOE en la oposición frente un gobierno débil y necesitado de pactos. Demasiado tarde. Los leales a Sánchez están manejando bien la simplificación de la era de Twitter: o congreso extraordinario ya o es que no quieres oír a los militantes. O estás conmigo, o estás con Rajoy. ¿Lo ven? Cabe perfectamente en un tuit.

La guerra civil en el PSOE, concluye, no ha hecho más que empezar. Gane quien gane, mande quien mande difícilmente podrán recomponer la profunda desconfianza que sus batallas provocan entre quienes más les necesitan.



Pedro Sánchez, esta tarde


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt





Entrada núm. 2928
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)