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miércoles, 19 de junio de 2019

[DE LIBROS Y LECTURAS] Arquitectura de la vida humana





No estoy muy seguro de que eso sea siempre así, pero supongo que la mejor manera de comenzar un relato es hacerlo por el principio. Y el principio es que en febrero de 2001, el día de mi 55 cumpleaños, una amiga me regaló Teoría de los sentimientos (Tusquets, Barcelona, 2001), un libro recién publicado por el psiquiatra, y años más tarde Académico de la RAE, Carlos Castilla del Pino (1922-2009). Se trataba de un ensayo dedicado a un tema apasionante que nos concierne muy directamente: la afectividad y el mundo de los sentimientos. Lo leí con interés, pero se me escaparon muchas cosas, más por mis carencias formativas que por el asunto tratado. 

Cinco años después, la Fundación Pro Real Academia Española, de la que era yo entonces socio, me obsequió con un opúsculo titulado Arquitectura de la vida humana, que contenía la conferencia pronunciada por Carlos Castilla del Pino en el Día de la Fundación de aquel año. Y en esta ocasión disfruté más de la lectura por su sencillez y belleza  expositiva, alejada de los tecnicismos y la jerga psiquiátrica. Me impactó la diferenciación que establece el autor entre los conceptos de vida privada y vida íntima. 

Y apenas hace un mes, leyendo Ideas comprometidas. Los intelectuales y la política (Madrid, Akal, 2018), de Maximiliano Fuentes y Fernán Archilés, me encuentro que uno de sus capítulos está dedicado a Carlos Castilla del Pino, al que retrata como un intelectual de izquierdas comprometido políticamente a lo largo de toda su vida. 

Voy terminando... Hace unas semanas, al calor de una conversación con una amiga en una terraza de Triana, sale el tema de la diferencia entre los conceptos de privado e íntimo. Cuando vuelvo a casa me decido a releer Teoría de los sentimientos y Arquitectura de la vida humana, y a bucear en el archivo de Revista de Libros. Encuentro un artículo que recordaba haber leído de Fernando Broncano, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad Carlos III de Madrid, reseñando el libro de Catilla del Pino, y otro de Rafael Núñez Florencio, doctor en Historia y profesor de Filosofía, reseñando el de Maximiliano Fuentes y Fernán Archilés que ya comenté en el blog el pasado mes de mayo. 

Comparto lo expuesto por Carlos Castilla del Pino sobre la diferencia entre privado e íntimo. Es este, el íntimo, un ámbito en el que se puede conseguir la ocultación absoluta de nuestras actuaciones y al mismo tiempo llevarlas a cabo carentes de toda tensión con un éxito garantizado de antemano, porque es el único en donde es factible la realización absoluta de nuestros deseos, En él, afirma Castilla del Pino, somos omnipotentes. A la vida íntima, añade, pertenecen "pensar en", "fantasear con", "imaginar que", dar paso a nuestras emociones y sentimientos, a nuestros recuerdos, deseos, intenciones, que no podemos hacer públicos, y que si se pudiera, aparecerían desmesurados e intolerables, pues toda pretendida comunicación de la intimidad es un fracaso al tratarse de informar de un territorio para el que no hay palabras.





Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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jueves, 17 de mayo de 2018

[DESDE LA RAE] Hoy, con el académico Carlos Castilla del Pino





La Real Academia Española se creó en Madrid en 1713, por iniciativa de Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga (1650-1725), octavo marqués de Villena, quien fue también su primer director. Tras algunas reuniones preparatorias realizadas en el mes de junio, el 6 de julio de ese mismo año se celebró, en la casa del fundador, la primera sesión oficial de la nueva corporación, tal como se recoge en el primer libro de actas, iniciado el 3 de agosto de 1713. En estas primeras semanas de andadura, la RAE estaba formada por once miembros de número, algunos de ellos vinculados al movimiento de los novatores. Más adelante, el 3 de octubre de 1714, quedó aprobada oficialmente su constitución mediante una real cédula del rey Felipe V. 

La RAE ha tenido un total de 483 académicos de número desde su fundación. Las plazas académicas son vitalicias y solo ocho letras del alfabeto no están representadas —ni lo han estado en el pasado— en los sillones de la institución: v, w, x, y, z, Ñ, W, Y.

En esta nueva sección del blog, que espero tengo un largo recorrido, voy a ir subiendo periódicamente una breve semblanza de algunos de esos cuatrocientos ochenta y tres académicos, comenzando por los más recientes, hasta llegar a la de su fundador, don Juan Manuel Fernández Pacheco y Zúñiga. Pero sobre todo, en la medida de lo posible, pues creo que será lo más interesante, sus discursos de toma de posesión como miembros de la Real Academia Española. 

Continúo hoy la semblanza de los actuales y pasados miembros de la Real Academia con la del académico Carlos Castilla del Pino (1922-2009). Elegido el 19 de junio de 2003, tomo posesión de la silla Q académica el 7 de marzo de 2004 con el discurso titulado Reflexión, reflexionar, reflexivo, al que respondió en nombre de la corporación, José Luis Pinillos.

El psiquiatra y ensayista Carlos Castilla del Pino, catedrático extraordinario de Psiquiatría Dinámica y Social de la Facultad de Medicina de la Universidad de Córdoba (1983-1987), fue jefe de los Servicios Provinciales de Psiquiatría e Higiene Mental de esa ciudad desde 1949 hasta su jubilación, en 1987. Miembro  de la Asociación Española de Neuropsiquiatría; de la Sociedad Española de Psiquiatría; de la Sociedad Española de Psicología, y de la Sociedad Española de Neurología, Neurocirugía y Psiquiatría, perteneció también a las más importantes sociedades de profesionales de la salud mental de Argentina, Perú y Colombia, entre otros países. En 1981 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de San Marcos de Lima, en 1999 por la Universidad Autónoma de Madrid y en 2004 por la Universidad de Cádiz.

Durante los últimos años, desarrolló su labor investigadora en la Fundación Castilla del Pino, creada en 1993 para «fomentar y promover todo tipo de estudios e investigaciones, así como cualesquiera otras actividades de carácter científico y cultural, relacionadas con el estudio, investigación y desarrollo teórico y práctico de la Psicopatología».

Colaborador habitual en el diario El País, Castilla del Pino fue autor de numerosos ensayos y monografías sobre psiquiatría, entre los que destacan Un estudio sobre la depresión. Fundamentos de antropología dialéctica (1966); La incomunicación (1970); Cuatro ensayos sobre la mujer y Sexualidad y represión, ambos publicados en 1971; Introducción a la hermenéutica del lenguaje y Patografías, los dos aparecidos en 1972; Introducción al masoquismo. La Venus de las pieles (1975); El delirio, un error necesario, Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 1998, y Teoría de los sentimientos (2000). Asimismo, publicó las novelas Discurso de Onofre (1977) y La alacena tapiada (1991) y los libros de memorias Pretérito imperfecto. Autobiografía (1922-1949) (1997), galardonado con el IX Premio Comillas, y Casa del olivo. Autobiografía (1949-2003) (2004).

Desde 2010, la Fundación Carlos Castilla del Pino, junto con la Universidad de Córdoba y la Dirección General del Libro de la Junta de Andalucía, impulsa el proyecto de publicar la obra completa de este médico y escritor. La colección constará de catorce volúmenes y está previsto que se complete en 2015. La trayectoria de Carlos Castilla del Pino fue reconocida, entre otras distinciones, con el Premio María Zambrano (2000), la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes de Madrid (2002) y la Medalla de Oro de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (2002). En 1985 fue nombrado Hijo Predilecto de Andalucía e Hijo Predilecto de San Roque; en 2002 Hijo Predilecto de Cádiz, y  en 2003 Profesor Emérito de la Escuela de Salud Pública Andaluza.




Carlos Castilla del Pino



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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miércoles, 17 de septiembre de 2014

Las lágrimas de Eros



Imágenes de la exposición "Las lágrimas de Eros"



  
Fue poco más o menos al inicio del otoño de 2009 que la Fundación Caja-Madrid y el museo Thysen-Bornemisza organizaron conjuntamente en Madrid una exposición con el título de "Las lágrimas de Eros" que sirvió de excusa a mi admirado profesor don Emilio Lledó para escribir un memorable artículo en El País Semanal de aquellas fechas. El título de la exposición tenía su origen en el provocador ensayo homónimo del escritor francés George Bataille, publicado en 1961, que su propio autor definió como "un primer paso para abrir la conciencia a la identidad del orgasmo (o pequeña muerte) y de la muerte definitiva". Y fruto de mi escasa imaginación, es también el título de esta entrada de hoy.

El texto de Emilio Lledó al que me refería anteriormente llevaba por título "El Eros de Diotima", y en él se hacía referencia al bellísimo diálogo de "El banquete", que Platón escribiera a finales del siglo V a.C., en Atenas. En él, una sacerdotisa llamada Diotima, que en el diálogo aparece como mentora y maestra del propio Sócrates, discurre con varios personajes masculinos sobre la naturaleza profunda del sentimiento amoroso.

Como dice el profesor Lledó, la verdad es que no importa mucho si el personaje de Diotima tuvo existencia real o fue un invento de Platón. Lo importante es que por primera y única vez un personaje femenino robaba todo el protagonismo del diálogo a quien siempre había sido el centro de atención de todos los platónicos, el propio Sócrates.

Llevado de mi deseo de enmarcar una digresión más o menos elaborada sobre los textos citados, releí "El Banquete" platónico y ojeé también una obra capital, "Teoría de los sentimientos", del admirado psiquiatra, profesor y también académico, Carlos Castilla del Pino, así como su discurso "Arquitectura de la vida humana", pronunciado con motivo del Día de la Fundación Pro-Real Academia Española del año 2006.

Solo en el sentido clásico del término me atrevería a autocalificarme de filósofo, o lo que es lo mismo, de amante del saber. En mi caso, como mucho, mero e incompetente admirador y aprendiz de filósofo. Supongo que algo habrá influido en ello mi paso por mi "alma máter", la UNED, cuyo bellísimo lema, sacado del Libro de la Sabiduría (Sb 7, 24), dice de ella que es lo que más mueve entre todas las cosas que se mueven: "Omnibvs mobilibvs mobilior sapientia". Pero finalmente desistí abrumado por mi propio sentimiento de incapacidad para enfrentarme a tal desafío. ¿Quién era yo para atreverme a glosar la función salvífica del amor que con tanta belleza expone Platón y analizan Lledó y Castilla del Pino, uno desde la filosofía y otro desde la psiquiatría?... Y ahí sigo aun, así que mejor lean los enlaces de más arriba y disfruten de ellos porque la "filosofía" de un servidor no da para más.

Por cierto, me gané el magnífico catálogo de la exposición en un concurso literario que al efecto convocó Revista de Libros. Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





Eros y Psyque, de Antonio Canova (1757-1822)





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