jueves, 30 de mayo de 2019

[ESPECIAL CANARIAS] 30 de mayo, Día de Canarias





Como los lectores de Desde el trópico de Cáncer saben bien me gusta definir a mi tierra, las islas Canarias, como un estado de ánimo rodeado de agua por todas partes que tiene los pies en África, el corazón en América y la cabeza en Europa. 

Desde ese estado de ánimo, pleno de esperanza en un futuro mejor, les deseo un feliz Día de Canarias a todos los canarios de las islas y de la diáspora, dedicándoles de todo corazón la Oda a Canarias de Nicolás Estévanez, y el Himno de Canarias cantado por Los Gofiones. 


ODA A CANARIAS

La patria es una peña,
la patria es una roca,
la patria es una fuente,
la patria es una senda y una choza. 

Mi patria no es el mundo;
mi patria no es Europa;
mi patria es de un almendro
la dulce, fresca, inolvidable sombra. 

A veces por el mundo
con mi dolor a solas
recuerdo de mi patria
las rosadas, espléndidas auroras. 

A veces con delicia
mi corazón evoca,
mi almendro de la infancia,
de mi patria las peñas y las rocas. 

Y olvido muchas veces
del mundo las zozobras,
pensando de las islas
en los montes, las playas y las olas. 

A mí no me entusiasman
ridículas utópias,
ni hazañas infecundas
de la razón afrenta, y de la Historia. 

Ni en los Estados pienso
que duran breves horas,
cual duran en la vida
de los mortales las mezquinas obras. 

A mí no me conmueven
inútiles memorias,
de pueblos que pasaron
en épocas sangrientas y remotas. 

La sangre de mis venas,
a mí no se me importa 
que venga del Egipto
o de la razas célticas y godas. 

Mi espíritu es isleño
como las patrias rocas,
y vivirá cual ellas
hasta que el mar inunde aquellas costas. 

La patria es una fuente,
la patria es una roca,
la patria es una cumbre,
la patria es una senda y una choza. 

La patria es el espíritu,
la patria es la memoria,
la patria es una cuna,
la patria es una ermita y una fosa. 

Mi espíritu es isleño
como las patrias costas,
donde la mar se estrella
en espumas rompiéndose y en notas. 

Mi patria es una isla,
mi patria es una roca,
mi espíritu es isleño
como los riscos donde vi la aurora.

Nicolás Estévanez (1838-1914)


***







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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[CLÁSICOS DE SIEMPRE] Los caballeros, de Aristófanes





En la mitología griega Talía era una de las dos musas del teatro, la que inspiraba la comedia y la poesía bucólica o pastoril. Divinidad de carácter rural, se la representaba generalmente como una joven risueña, de aspecto vivaracho y mirada burlona, llevando en sus manos una máscara cómica como su principal atributo y, a veces, un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad y calzada de borceguíes o sandalias. Era hija de Zeus y Mnemósine, y madre, con Apolo, de los Coribantes.

Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar a los clásicos, de manera especial a los griegos, y de traerlos a colación a menudo. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Continúo con esta entrada la sección de Un clásico de vez en cuando dedicada a las obras de autores grecolatinos, subiendo al blog la comedia Los caballeros, de Aristófanes, que pueden leer en el enlace inmediatamente anterior. 

Aristófanes (444-385 a.C.) fue un comediógrafo griego, principal exponente del género cómico. Vivió durante la guerra del Peloponeso, época que coincide con el esplendor del imperio ateniense y su posterior derrota a manos de Esparta. Sin embargo, también fue contemporáneo del resurgimiento de la hegemonía ateniense a comienzos del siglo IV a.C. Leyendo a Aristófanes es posible hacerse una idea de las intensas discusiones ideológicas (políticas, filosóficas, económicas y literarias) en la Atenas de aquella época. Su postura conservadora le llevó a defender la validez de los tradicionales mitos religiosos y se mostró reacio ante cualquier nueva doctrina filosófica. Especialmente conocida es su animadversión hacia Sócrates, a quien en su comedia Las nubes lo presenta como un demagogo dedicado a inculcar todo tipo de insensateces en las mentes de los jóvenes. En el terreno artístico tampoco se caracterizó por una actitud innovadora; consideraba el teatro de Eurípides como una degradación del teatro clásico. 

Los caballeros (en griego antiguo Ἱππεῖς Hippeîs), escrita el año 424 a. C. es una desenfrenada crítica a Cleón, uno de los hombres más poderosos de la antigua Atenas, que había acusado a Aristófanes de avergonzar a la ciudad delante de extranjeros en su obra (perdida) Los babilonios). Aristófanes nunca le perdonó la afrenta y escribió Los caballeros como respuesta.

La premisa básica de la obra es que hay un hombre llamado Demos (en griego ‘ciudadanía’) que no es muy listo. Sus esclavos, Nicias y Demóstenes (dos de los generales atenienses más importantes de la Guerra del Peloponeso), están enfadados por la forma en la que el camarero de Demos, el paflagonio (es decir, Cleón), ha estado tratando a Demos y a los otros esclavos. Descubren que la forma de apartar al paflagonio del poder es reemplazarlo por un vendedor de morcillas. Los dos esclavos encuentran al vendedor y le explican su plan, mostrándose éste más que dispuesto a ayudarles. La obra degenera entonces en el vendedor de morcillas amenazando con hacer todas las cosas terribles que el paflagonio hizo a Demos, y más. Ambos intercambian insultos, e intentan superarse uno al otro en idiotez y grosería. Al final, Demos decide que tomará al vendedor de morcillas como nuevo camarero. El vendedor de morcillas resulta no ser un tirano cruel, habiendo dicho tales cosas sólo para ser elegido, trayéndole a Demos una Tregua (personificada como una hermosa doncella). El castigo del paflagonio es tomar el antiguo trabajo del vendedor de morcillas, «debe vender morcillas de carne de burro y perro: perpetuamente ebrio, intercambiará obscenidades con prostitutas y no beberá más que al agua sucia de los baños.» Además de la crítica a Cleón, esta obra es notable por su poco favorecedor retrato del pueblo como tonto, fácil de engañar e inconstante. Al final, sin embargo, muestra una conclusión iluminadora, de Demos siendo devuelto a como era en su juventud, lo que representa la vuelta de Atenas a su edad dorada a pesar de toda la corrupción e intriga en el Ática durante la Guerra del Peloponeso.



Imagen de una representación actual de Los caballeros, de Aristófanes



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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[ARCHIVO DEL BLOG] Irán, USA y béisbol





Mi relación sentimental con Irán viene de antiguo. Para ser exactos, cincuenta y dos años. La misma que con los Estados Unidos de América, lo que no deja de ser una paradoja que intentaré explicar. En septiembre de 1956, hace cincuenta y dos años, mis padres, que vivían en Madrid en el barrio de Delicias, se mudaron al de Prosperidad, en el distrito de Chamartín. Y lógicamente, a mis diez años de edad, me fui con ellos y con mis hermanos. En Prosperidad vivían entonces con sus familias muchos de los soldados norteamericanos que servían en la base aérea de Torrejón. Aunque no nos relacionábamos de manera especial con ellos, veíamos a los niños norteamericanos jugar al béisbol y, por imitación, con rústicos palos, primero, y bates de verdad poco después, aprendimos las reglas del juego y al menos en mí prendió una admiración por ese deporte que aún perdura. Por cierto, que el futuro y polémico locutor deportivo José María García, aún amigo mío, era uno de esos niños, líder de un equipo de béísbol con el que nos enfrentábamos habitualmente en cualquier terreno despejado de piedras en lo que ahora es el cruce entre la M-30 y la calle Costa Rica.

Muy cerca de allí, en un chalecito semioculto entre grandes árboles, creo recordar que en la calle Jerez, estaba la Embajada Imperial del Irán. En horas libres de tareas escolares, mis amigos y yo, casi todos estudiantes del Colegio Infanta María Teresa, en la calle General Mola (ahora Príncipe de Vergara), adscrito al Instituto Ramiro de Maeztu, en la calle Serrano, junto a la Embajada de los Estados Unidos, solíamos acercarnos a las embajadas extranjeras acreditadas en Madrid para pedir libros, mapas, cuentos y documentación varia, alegando un próximo viaje familiar a dicho país o la necesidad de hacer un trabajo escolar que nos habían encomendado. Las razones eran falsas pero nosotros, en nuestra inocencia, deberíamos resultar convincentes porque nos colmaban de atenciones... ¡y de libros!..., especialmente en la representación diplomática del Imperio iraní. De allí nació un sentimiento de cariño por el pueblo, la cultura y la historia de Irán que llego a cautivarme. Tanto, que llegado el momento de tener que dar una disertación, en francés, como un ejercicio más de los que teníamos que hacer en la Escuela Central de Idiomas de Madrid en la que estudiaba por las tardes la dulce lengua de Francia, me aprendí de memoria un cuento, en francés, que me había regalado tiempo atrás la Embajada iraní titulado "Mernahz, la Cendrillon iranienne" (Mernahz, la Cenicienta iraní). Y que como todos los cuentos que se aprecien comenzaba así: "Il était une fois une petite fille appelée Merhnaz..." (Érase una vez una niñita llamada Merhnaz...). Me lo aprendí en los ratos libres que me permitían los partidos de beísbol que jugábamos, a la espera de mi turno de bateo, sobre la ahora intransitable M-30... 

Mi relación con los Estados Unidos viene más o menos de esa misma época y por esas mismas causas. Visitábamos la Embajada en la calle Serrano, y de allí nos desviaban a la parte trasera, la que daba (o da, no lo sé ahora) al paseo de la Castellana, y donde estaba la Casa Americana, una institución cultural de la que acabé siendo socio. Allí tenían una excelente biblioteca en español, y sobre todo, para mí, unos inmensos atlas a partir de los cuales concebí una pasión inextinguible por la geografía y sobre todo por los mapas. ¡Ah!, y también tenían, como no, ese insuperable objeto de consulta -lástima que fuera en inglés, pero los mapas me servían igual- que es la Encyclopedia Americana...

Mi simpatía/antipatía por los Estados Unidos de América, viene dada básicamente en función de qué partido ocupe la Casa Blanca. Con los democrátas, suelo ser bastante más indulgente que con los republicanos. Con la administración Bush, reconozco que la indulgencia es imposible. Que un analfabeto integral como él, megalómano -en conexión directa con Dios- e imbuido de su papel de custodio de Occidente, forrado con el dinero de papá, pueda llegar dos veces a presidente dice mucho en favor de la democracia americana y muy poco en favor de sus electores.

Con el régimen iraní de los ayatolás mi sintonía es nula. Y no porque me parezca éste peor que el del Sah, sino porque pienso que éste, el actual, es un peligro para la paz mundial (lo mismo que Bush, con la diferencia de que al último se le puede quitar si se la va la olla...). Reconozco que el interesante y denso artículo de hoy en El País, titulado "¿Puede pasar Irán de bandido a gendarme?", del periodista y escritor Javier Valenzuela me ha hecho replantearme algunos presupuestos; aunque Ahmadineyad me sigue pareciendo, como mínimo, un vocazas... Pero lo más importante es que me ha servido para recordar con nostalgia una relación con el Irán eterno, los Estados Unidos y el béisbol, que vista desde los ojos del niño que fui una vez se me antoja entrañable. 



http://www.electricscotland.com/thomson/images/13.13%20Teheran.jpg
Imagen de Teherán, la capital iraní


La exhibición de fuerza de Hezbolá en Beirut confirma a Irán como potencia regional, comienza diciendo Javier Valenzuela en su artículo. El interés nacional, tanto o más que la ideología islamista, guía su acción. Y la torpe política de Bush juega a su favor.

De las muchas historias heroicas que alberga el alma de un pueblo tan longevo como el iraní, una, la del imam Hussein, es hoy relativamente conocida en Occidente. Nieto del profeta Mahoma, el imam Hussein murió combatiendo en Kerbala, hacia el año 680 de la era cristiana. De los triunfadores de aquella batalla surgió el mayoritario islam suní; de los derrotados seguidores del imam Hussein, el islam chií, minoritario excepto en Irán y algunos países árabes.

Menos conocida en Occidente, y mucho más vieja, es otra de las historias que se escuchan en los hogares iraníes: la de Arash el Arquero. En tiempos mitológicos, los anteriores a la escritura y el monoteísmo, los pueblos de Irán y de Turán acordaron terminar una guerra por sus respectivos límites fronterizos mediante una prueba singular. Arash, un guerrero iraní, lanzaría una flecha en dirección a Turán, y donde ésta cayera se fijarían los lindes. Arash subió a la montaña más alta de Irán, el Damavand, tensó su arco y lanzó la flecha. Ésta voló durante horas hasta alejarse más de 2.000 kilómetros, concediéndole así al pueblo persa un inmenso territorio. Consumido por el tremendo esfuerzo físico, Arash falleció de inmediato.

En el verano de 2006, Israel invadió Líbano por enésima vez y fracasó frente a la resistencia de Hezbolá. Comentando en la BBC que tal fiasco reforzaba la influencia regional de Irán, el veterano John Simpson hizo una observación muy inteligente: "Durante los últimos 30 años, Occidente se ha obsesionado por el fundamentalismo religioso de la República Islámica de Irán, pero ha olvidado que la revolución de Jomeini fue también una declaración de independencia respecto al control británico y estadounidense". En efecto, el nacionalismo iraní -incluido el secular, el encarnado por Mossadegh a mediados del siglo XX- estuvo en 1979 con Jomeini. Desde entonces, dos vectores, el islamismo en versión chií y el nacionalismo persa -el imam Hussein y Arash el Arquero- guían la acción internacional del régimen de los ayatolás.

Has Iran Won? (¿Ha ganado Irán?), se preguntaba a todo trapo la portada de The Economist del pasado 2 de febrero. El interrogante venía a cuento del informe de diciembre de 2007 de los servicios secretos norteamericanos que asegura que el programa nuclear iraní no es una amenaza tan inminente ni tan grave para la seguridad mundial como predica la Casa Blanca. Aun discrepando de las conclusiones de los espías, el editorial del semanario británico proclamaba que lo más sabio que puede hacer Washington es pactar con Teherán, y ello sin poner como condición previa el abandono del programa nuclear iraní.

Es un hecho que la torpe, belicista y altamente ideologizada política de George W. Bush ha contribuido a hacer de Irán una potencia en Oriente Próximo y Asia Central; la cuestión ahora es cómo convertirla en un factor de estabilidad en la zona más inflamable del planeta. Y salvo los últimos cheerleaders de Bush, los especialistas opinan que va llegando el momento de que Estados Unidos haga con relación al Irán jomeinista lo que Kissinger y Nixon hicieron en su momento respecto a la China maoísta: realpolitik; esto es, aceptar su existencia y negociar una coexistencia pacífica. Así lo han insinuado en EL PAÍS el ex ministro israelí de Exteriores Shlomo Ben Ami y el especialista en asuntos militares, y también israelí, Martin van Creveld. Y así lo dice sin ambages Marc Gasiorowski, director de Estudios Internacionales de la Universidad del Estado de Luisiana y buen conocedor de Irán.

De hecho, remarca Gasiorowski, esto es lo que, a fines de 2006, vino a proponer el Grupo de Estudios sobre Irak (GEI) dirigido por James Baker. El GEI constató que, sin la ayuda de Irán y Siria, EE UU jamás podrá alcanzar una solución en Irak que pueda presentar como un triunfo, y sugirió que Washington iniciara con Teherán un diálogo sobre todas las cuestiones litigiosas -Irak, Líbano, el conflicto israelí-palestino, el programa nuclear, la seguridad en el Golfo...- , ofreciéndole un estatuto de interlocutor respetable. "El diálogo con EE UU", dijo Baker, "no es una recompensa por el buen comportamiento, sino un método para intentar conseguirlo".

Debería ser aún más evidente tras lo ocurrido en Beirut a comienzos de este mes. En menos de lo que se tarda en contarlo, Hezbolá se hizo con el control del oeste de Beirut, corroborando, dice el analista Rami Khouri, que "no sólo es la facción política y militar más poderosa del país de los cedros, sino todo un Estado dentro de un Estado débil". Acto seguido, Hezbolá hizo una demostración de prudencia al replegarse, renunciar a la toma del poder y aceptar la recién culminada negociación sobre su derecho a veto en los asuntos libaneses. Una y otra cosa, osadía en la exhibición de su relativa fuerza y prudencia a la hora de la verdad, son tan propias de ese movimiento chií libanés como de su padrino, la República Islámica de Irán.

El ascenso de Irán es fruto tanto de esa astuta combinación como de una racha de buena suerte. El hundimiento de la Unión Soviética le quitó de encima el comunismo; la invasión de Afganistán por EE UU le eliminó al incómodo vecino talibán, y el mismo EE UU derrocó a su gran rival, Sadam Husein. Lo último le ha permitido tensar lo que el rey jordano Abdalá II llama "el arco chií" (Irán-Irak-Líbano). La flecha de Arash vuela de nuevo muy lejos.

Para el régimen jomeinista fue toda una revancha de la historia la cálida bienvenida a Bagdad que en marzo le diera el actual Gobierno iraquí a Ahmadineyad. Comentando aquella visita, Gilles Kepel recordó que Teherán está actuando con notable cautela en Irak. No desea una total descomposición de ese país, que podría convertir a su parte suní en un santuario de Al Qaeda y también empujar hacia Irán a cientos de miles de refugiados chiíes. Asimismo resultó significativo que Ahmadineyad fuera huésped de la última cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo, un órgano creado en 1981 precisamente para oponerse al Irán jomeinista. El mensaje fue claro: los emiratos del Golfo quieren estar a buenas con Teherán.

Con un Afganistán donde las cosas se complican y un Irak donde no marchan tan bien, un ataque norteamericano contra Irán no es una opción, si es que alguna vez lo fue. Sólo serviría para propagar aún más las llamas del terror y la guerra. Pero entre el belicismo y la impotencia, el futuro presidente de EE UU tiene un tercer camino: el diálogo que exploró Bill Clinton cuando el presidente iraní era el reformista Jatamí. Eso sí, el sucesor de Bush debería olvidarse de ideologías mesiánicas, asumir el pragmatismo y aceptar que la libertad y la igualdad llegarán a Irán a través de un proceso interno.

Irán, dice Olivier Roy, es "una pieza clave del tablero de Oriente Próximo y la única que parece tener una estrategia coherente, en la que las consideraciones a corto plazo se articulan dentro de una visión a largo plazo". Ya hace mucho que renunció a exportar la revolución jomeinista y lo que hoy pretende es que el mundo le reconozca la condición de potencia regional que ha alcanzado de facto. Para ello, señala Roy, usa instrumentos tácticos como la retórica antiamericana, antiisraelí y panislamista, que le permite conectar incluso con sectores fundamentalistas o nacionalistas árabes suníes (véase Hamás), y una gran habilidad para librar batallas lo más lejos posible de sus fronteras (de ahí su activismo en Líbano y Palestina y su bajo perfil en Irak y Afganistán).

¿Puede un país que en las últimas tres décadas ha sido considerado por Washington un "bandido" pasar a convertirse en un "gendarme" regional? La diplomacia existe, precisamente, para conseguir tales milagros. Irán tiene 70 millones de habitantes, grandes riquezas petroleras, un Estado sólido para la media regional, una hábil diplomacia e influencia entre los chiíes de Irak y Líbano y los islamistas suníes palestinos. Que es capaz de realpolitik lo prueba su matrimonio de conveniencia con la Siria secular y panarabista de la familia Assad.

El nacionalismo jamás se ha extinguido entre los iraníes. Ellos son persas, no árabes; arios, no semitas; no hablan la lengua del Corán, sino farsi, y ni siquiera su islam, el chií, es el de la mayoría de los árabes. Confundirlos con Bin Laden es un disparate. Pero el griterío neocon ha hecho olvidar que Irán cooperó con EE UU en la guerra del Golfo de 1991, el derrocamiento de los talibanes de Afganistán en 2002 y la invasión de Irak de 2003. Y también que es un fiero enemigo de Bin Laden, Al Qaeda y el yihadismo internacional suní.

Instalado en su cerril discurso sobre el Eje del Mal, Bush ha ignorado el terreno explorable. Pero si su sucesor tuviera valor e inteligencia podría ser en relación a Oriente Próximo lo que sorprendentemente Nixon fue para Asia: un pacificador. (El País, 23/05/08)



Javier Valenzuela



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HArendt






Entrada núm. 4931
Publicada originariamente el 23/5/2008
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miércoles, 29 de mayo de 2019

[A VUELAPLUMA] La publicidad romántica es peligrosa





La publicidad, comenta la escritora Marta Sanz, no es engañosa ni subliminal: tan solo se permite licencias poéticas, y la poesía es peligrosísima... Ahora que enseñamos, comienza diciendo Sanz, sobre todo a las niñas, que su vida no puede girar obsesivamente en torno a un único ser que la vigile cele y use, como síntomas del enamoramiento; ahora que procuramos encontrar un punto de equilibrio entre amor y cuidados, el cuarto propio y la generosidad; ahora que a nadie se le paran los purzos si te deja de querer y que se puede amar a dos personas a la vez y no estar loco ni loca; ahora que nos despojamos de vampirismos afectivos, puritanismo, cicatería, promiscuidad forzada y publicitaria; después de desatarnos de la pata de la cama y reconstruirnos la pierna, para salir corriendo o atárnosla otra vez si nos apetece con la conciencia de consentir nudos y cíngulos que no han de imponérsele a nadie y solo son tolerables si ese sadomasoquismo es sarna con gusto de esas que no pican; ahora, en este momento de reflexión sobre nuestras relaciones eróticas y sentimentales, llega una empresa petrolera y nos canta, con dulce voz femenina: “Porque todo lo hago por ti / todo lo hago por ti, / porque todo lo que hago, / lo hago por ti”.

El tema es una composición de Toni M. Mir y, a la vez, Bryan Adams tiene una canción que se titula Todo lo hago por ti, y, a la vez, los finalistas de La Voz la han cantado juntos. Esto lo he mirado en Internet, así que no sé si será verdad. Lo cierto es que, cuando en el amor procuramos que las vísceras no nos desangren, las empresas se vuelven románticas y nos hablan como a amantes de un poema de Bécquer: individuos un poco desdeñosos y objetualizados, a los que, como las petroleras aspiran a querernos, nadie los querrá. Somos clientes del amor porque comprar es un acto de amor, y amor es lo que nos proporciona la compañía que calienta nuestros hogares y pone gasolina sin plomo en nuestros motores por 1,41 euros el litro. Con la fidelidad a una marca —que nos quiere como nadie— nos definimos y expresamos devociones y erotomanías. Una compañía energética lo hace todo por mí, y yo olvido que en esta sociedad de consumo mi libertad consiste en elegir de quién me hago clienta y en pirarme rápido si no me dan gusto; sin embargo, hoy me comprometo con una fidelidad antigua. Mi compañía se pone triste —me reprocha— si la dejo en la época del amor de Tinder y los vínculos débiles. Mi compañía es lo único sólido en estos tiempos volátiles. Fidelización y compromiso se legitiman cuando nos ponemos la máscara clientelar y las empresas laten con un gran corazón que vela por la ciudadanía como esa madre con 0% de quejas que anuncia un gran almacén. Las empresas de combustible son amadas súcubas —tienen voz de mujer— y los consumidores mandan y experimentan una sensación orgiástica cuando meten la manguera del surtidor en sus depósitos. La publicidad no es engañosa ni subliminal: tan solo se permite licencias poéticas, y la poesía es peligrosísima. Mientras tanto, en España, más de cinco millones de personas no pueden mantener sus hogares a una temperatura adecuada en invierno y 7.000 fallecimientos prematuros se asocian a la pobreza energética, según el informe de 2018 de la Asociación de Ciencias Medioambientales. Huyamos como la peste de los amantes posesivos y de las empresas filantrópicas: unos y otras terminan chupándonos la sangre. ¿No les da vergüenza cantarnos estas romanzas?






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HArendt






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[ARCHIVO DEL BLOG] El opio del pueblo






A las nueve menos cuarto de una mañana de mediados de mayo de 2008 he dejado a mi hija en su trabajo, en la ciudad de Telde, y espero leyendo el periódico en el aparcamiento de ALCAMPO a que abra el comercio para hacer unas compras. A las nueve en punto escucho en el boletín de noticias de la SER los gritos de algunas personas llamando traidores a Rajoy y Gallardón y pidiéndoles que se marchen del PP... Unos momentos antes he leído dos artículos en El País: "Identidad", de la escritora Elvira Lindo, y "El Dos de Mayo y la nación", del insigne catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad de Alcalá, Gabriel Tortella. Con esos mimbres, no me cuesta mucho hilvanar la digresión de este día...

Creo que fue en el prólogo de su "Crítica a la Filosofía del Derecho", de G.W.F. Hegel, donde Karl Marx deslizó esa frase suya, que ha hecho fortuna, acusando a la religión de ser "el opio del pueblo". Aunque descreído total, no me atrevería yo a tanto. Sí, en cambio, a estas alturas del siglo XXI, cada vez estoy más convencido que el "opio del pueblo" de esta época que nos ha tocado vivir es algo muy parecido a lo que hoy representa el nacionalismo; de cualquier tipo. O lo que es lo mismo, todo aquello que ponga la patria, la nación, el estado o el partido por encima de las personas y los ciudadanos, añado yo para no confundir.

Hay una frase en el artículo de Elvira Lindo que suscribo plenamente, la que dice que "los furiosos defensores de lo identitario sostienen que sólo aquellos que aman a su país más que a sí mismos pueden opinar sobre estos asuntos. Los demás, los que no tenemos esa tendencia romántica (el nacionalismo, la identidad racial o lingüística o de patria, esto es mío), estamos deslegitimados." Para aclararnos, Elvira Lindo está criticando el análisis del presidente del gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, cuando dice lamentarse "del terrible daño que hacen los terroristas con cada acto criminal a aquellos que desean profundizar en la identidad vasca". Es decir, que para él, el asunto principal es la identidad vasca (o catalana, o canaria, o española); y el muerto es lo anecdótico...

El artículo del profesor Tortella analiza el proceso de formación del nacionalismo español a partir de las efemérides de la Guerra de Independencia, cuyo bicentenario estamos conmemorando. Comparto con él que "una nación es algo convencional cuya existencia debe obedecer a consideraciones racionales". No sé si eso quiere decir lo mismo que ese "patriotismo constitucional" al que apelaba en su primera investidura el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, tomándolo prestado del concepto de "republicanismo cívico" elaborado por Philip Pettit. Pero si no lo es, se le parece bastante.

Dice el profesor Tortella que para los revolucionarios americanos (1776) y los franceses (1789) el concepto "nación" no tenía connotaciones identitarias y mucho menos territoriales. "Nación", para ellos, significaba lo que hoy identificamos como "democracia, pueblo o ciudadanía".

Lo mismo pensaban los españoles que redactaron y aprobaron en 1812 la Constitución de Cádiz, al decir en su artículo primero: "La Nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios". Y con ello la hacían entrar por la puerta grande en la modernidad y la convertían por vez primera en sujeto de la Historia. Luego vendrían tiempos peores, pero esa es otra historia...




Elvira Lindo


Un hombre, Juan Manuel Piñuel, muere asesinado por una bomba de ETA, comienza diciendo la escritora Elvira Lindo, y otro hombre, Juan José Ibarretxe, la máxima autoridad política de la tierra en que este hombre pierde la vida, analiza el asesinato lamentándose del terrible daño que hacen los terroristas con cada acto criminal a aquellos que desean profundizar en la identidad vasca. Leo semejante análisis en Internet, desde este otro país en el que vivo, y esas palabras se me representan como lo que son, una expresión impúdica de inhumanidad. Los furiosos defensores de lo identitario sostienen que sólo aquellos que aman a su país más que a sí mismos pueden opinar sobre estos asuntos. Los demás, los que no tenemos esa tendencia romántica, estamos deslegitimados. Mentira. No hay nada más sano que alejarse para contemplar el nubarrón de tufo ideológico. Conviene irse a Málaga, por ejemplo, la ciudad a la que llegó el cadáver del guardia civil que trabajaba duro en otra tierra para volver a esta suya algún día; conviene leer la frase, por ejemplo, en el barrio de El Palo para darse cuenta de lo que significa que un responsable político analice una muerte en relación a la pérdida o ganancia que supone para su maldito proyecto. Conviene mirar la frase desde lejos, analizarla sin que esté adornada por todos los delirios locales. La frase sola, en crudo. A ver quién es capaz de digerirla. Pero nos puede la costumbre. La frase es una de tantas. El muerto, un guardia civil. No es ese atentado contra el político o el periodista que saca a un pueblo entero a la calle. Cierto es que, como dijo el otro día el guardia civil Leoncio Sanz, del desamparo que sufrieron antaño a los funerales de ahora hay un trecho. Pero aún queda un largo camino. Queda que el pueblo que rodea al lehendakari le afee su frase, que le deje claro que la única identidad sagrada es la de la vida. (El País, 21/5/2008).




Gabriel Tortella


Con sentimientos encontrados, dice por su parte el historiador Gabriel Tortella, se está celebrando el segundo centenario del Dos de Mayo; los sentimientos son encontrados porque mientras los que lo celebran en general lo hacen atribuyéndole el origen del sentimiento nacional español, otros no lo celebran precisamente por esa razón: porque les parece que el nacionalismo español no es digno de encomio sino de execración. A las personas que, como yo, que creen que una nación es algo convencional cuya existencia debe obedecer a consideraciones racionales, tales celebraciones les parecerán deseables si estiman conveniente la existencia de tal nación. Conversamente, a las que no les parece conveniente no compartirán el júbilo de tales conmemoraciones.

En mi modesta opinión, los españoles que no se sienten tales y que quieren demoler o trocear el país son como los pasajeros de un barco que quisieran desguazar la nave en plena travesía y construirse ellos otra a su gusto con los materiales del desguace y con total indiferencia acerca de la suerte de sus compañeros de travesía, alegando con insuperable frivolidad que "no se sienten cómodos" en el navío que los transporta. Y los que los dejan hacer para no ser llamados centralistas, o para no herir susceptibilidades, se me antojan dignos tripulantes de "la nave de los locos".

Todo ello no es óbice para que en ocasiones las manifestaciones que se hacen sobre la nación española y el Dos de Mayo me parezcan desorbitadas y algo pueblerinas. A menudo se habla y se escribe como si el único nacionalismo que hubiera aparecido sobre la faz de la Tierra a principios del siglo XIX fuera el español. En realidad se trata de un fenómeno universal, o casi. El término "nación" es utilizado por los revolucionarios franceses en un sentido muy diferente del que hoy se le concede: los revolucionarios contrastan "la nación" como conjunto de ciudadanos libres e iguales frente a la monarquía del Antiguo Régimen cuyos componentes eran súbditos no libres, sino sometidos a la voluntad de un monarca. El término "nación" de los revolucionarios franceses se asimilaba más al actual de "democracia" o de "ciudadanía" o de "pueblo" en el sentido de la Constitución de Estados Unidos (We, the People) que a la acepción tribal o comarcal, cuando no racista, que adquirió más tarde y que casi siempre tiene ahora.

Lo original del Dos de Mayo español y del alzamiento en armas que siguió fue que se luchó contra el invasor francés haciendo uso de los conceptos y la retórica que la Revolución Francesa había alumbrado. Cierto es que en el alzamiento hubo diferentes idearios, y que en unos dominó la xenofobia, el apego a la monarquía y la religión tradicional, mientras que para otros la nación española significaba un país moderno y constitucional de ciudadanos libres e iguales. Pero contradicciones hubo en todas partes: los propios franceses eran una mezcla de súbditos imperiales y republicanos jacobinos, y muchos de los que vitoreaban al Emperador poco después aceptaron de buen grado ser siervos de la monarquía restaurada. Lo mismo ocurrió en toda Europa: la simpatía hacia el igualitarismo y la libertad proclamados por la revolución se mezclaban con el odio al invasor y al héroe tornado déspota: recordemos que Beethoven dudó si dedicar o no su Sinfonía Heroica a Napoleón.

El Estado-nación es producto de la gran revolución moderna que se inicia en Holanda e Inglaterra en el siglo XVII y que se generaliza un siglo más tarde con la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, que, en realidad, es una Revolución Europea. Todo esto ya lo establecieron hace medio siglo Louis Gottschalk y Jacques Godechot, entre otros. Lo interesante del caso español no me parece ser su pugna por ser una nación moderna en el siglo XIX. Eso les ocurre a todas, empezando por Francia, e incluyendo a las anglosajonas, donde también hay una larga y compleja pugna por la modernidad.

La originalidad española estriba en que, siendo un país atrasado económica e intelectualmente a comienzos del siglo XIX, lucha con una gallardía extraordinaria por preservar su identidad a la vez que se esfuerza por adoptar y adaptar lo mejor del programa revolucionario: el parlamentarismo, la Constitución, la soberanía popular, las libertades básicas. Lo que España logra en ausencia de Fernando VII y en nombre de ese "rey felón" es algo que se antoja muy por encima de sus flacas fuerzas económicas, sociales y militares: combatir a la potencia hegemónica con sus mismas armas intelectuales y políticas. Que la hazaña estaba por encima de su fuerza real lo prueba la dificultad con la que a lo largo del siglo XIX se alcanzó el ideal político de las Cortes de Cádiz, el continuo tejer y destejer constitucional y la propensión al golpe de Estado. La lentitud del progreso económico llevó consigo el estancamiento social y político.

La paradoja absurda es que hoy, alcanzada la madurez social y económica, contemplemos con indiferencia cómo se intenta derrocar piedra a piedra un edificio tan trabajosamente construido.
(El País, 21/05/08)







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4929
Publicada originariamente el 21/5/2008
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

martes, 28 de mayo de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Probabilidades estadísticas





¿Sabían ustedes que la probabilidad de sufrir un accidente aéreo es de 1 entre 4.000.000? ¿Sabían ustedes que la probabilidad de sufrir un error clínico grave si está internado en un hospital es de 7 entre 100? ¿Sabían ustedes que una revisión de historias clínicas en los hospitales de Nueva York demostró que 4 de cada 100 pacientes fueron objeto de errores clínicos registrados y que esos errores causaron la muerte de 14 de cada 100 pacientes afectados? ¿Sabían ustedes que cada año 300.000 personas desarrollan infecciones adquiridas en los hospitales españoles? Sí, seguramente si lo sabíamos, o lo intuíamos, pero preferimos ignorarlo. Entrar en un hospital es hacer oposiciones a contraer una enfermedad más grave de aquella con la que entra... Es como para echarse a temblar. Lo comenta hoy en El País el doctor Jesús Villar, miembro de la Red de Investigación Translacional en Disfunción Orgánica del Hospital Universitario Dr. Negrín de Las Palmas.

Una de las causas principales de estas infecciones son responsabilidad directa de los médicos, enfermeras y del personas sanitario de los hospitales por no cumplir con las normas de esterilidad previstas... Nuestra casa en Las Palmas está a escasos doscientos metros de dos de los principales centros hospitalarios de la isla: el Hospital General Universitario de Gran Canaria (el Hospital Insular) y el Hospital Materno-Infantil de Gran Canaria. Cada día decenas de médicos, enfermeros, personal sanitario, limpiadoras, administrativos, bedeles y el sursuncorda, aparcan sus coches en las calles de nuestro barrio y bajan hasta los hospitales citados con sus batas blancas y verdes, sus monos de trabajo, y sus zuecos puestos, los mismos con los que van a atender a los pacientes, enfermos y visitantes de los centros sanitarios. Y al finalizar su jornada de trabajo, vuelta al coche, arrastrando todos los virus y bacterias a su domicilio particular... Y así, hasta el día siguiente, y vuelta a empezar. A nadie parece preocuparle. A esos irresponsables menos que a nadie. Los muertos no protestan, claro... Procuren no ponerse enfermos...



Complejo hospitalario del Cono Sur, Las Palmas de Gran Canaria



"Señoras y señores -comienza diciendo el doctor Villar-, bienvenidos a bordo del vuelo 999 de Hispania Airlines con destino Madrid. Les habla el comandante. En pocos minutos cerraremos las puertas de embarque. La duración del vuelo será de dos horas. Tengo el placer de informarles de que tenemos un 96% de probabilidades de alcanzar nuestro destino sin que se produzcan grandes daños durante el vuelo y que la posibilidad de cometer un error grave, tanto si se lesionan o no, es de sólo un 7%. Abróchense los cinturones de seguridad y disfruten del vuelo. El personal de cabina les informará de las dudas que tengan. El tiempo en Madrid es soleado".

¿Se quedarían ustedes en el avión? Lo dudo. Por suerte, las estadísticas sobre seguridad de las compañías aéreas son muchísimo mejores que estos datos. Desde 1990 las líneas aéreas de EE UU y de la UE sólo han tenido un accidente por cada cuatro millones de aviones que despegan, pese al aumento del tráfico aéreo y a la complejidad de los sistemas de vuelo. Un pasajero tendría que volar continuamente durante 20.000 años para tener un 50% de probabilidades de sufrir un accidente aéreo.

La asistencia sanitaria es una historia muy diferente. La complejidad de la medicina moderna se asocia con riesgos que asustan. Un estudio reciente en dos de los mejores hospitales de EE UU demostró que se producían errores graves o potencialmente graves en 7 de cada 100 pacientes. Una revisión de más de 30.000 historias clínicas en Nueva York encontró que cerca del 4% de los pacientes desarrollaron complicaciones durante su hospitalización: más de la mitad eran evitables y el 14% causaron la muerte.

Si estas cifras se extrapolaran al sistema sanitario español, más de 17.000 personas morirían cada año por errores evitables. Es verdad que existen riesgos por el hecho de estar encamado en un hospital, pero si además el paciente está en coma o necesita respiración artificial, el riesgo de complicaciones es mayor. Hace unos años, médicos de Israel publicaron que en pacientes muy graves se realizaban unas 180 acciones cada día (auscultar, dar una medicación, cambiar las sábanas, extraer sangre, insertar un catéter intravenoso o aspirar secreciones traqueales), cada una de ellas con sus riesgos. Descubrieron que los profesionales sanitarios cometían una media de un error por cada 100 actos; esto es, cerca de dos errores diarios por paciente.

Estos datos están empezando a llamar la atención de profesionales y gestores sanitarios en todo el mundo para reformar y evaluar con rigor los cuidados sanitarios y hacerlos mucho más seguros. Entre las acciones propuestas se incluyen la formación continuada de todos los empleados de centros sanitarios y la implantación de normas obligatorias de cuidados, programas de vigilancia y sanciones. Estudios científicos en psicología de organizaciones han dejado claro que en empresas complejas como los hospitales, la seguridad no depende de la persuasión sino del diseño apropiado de los equipos, de los trabajos, de los sistemas de apoyo y de la propia organización. Si queremos una asistencia sanitaria más segura tendremos que diseñar programas y sistemas de cuidados más seguros. Cada año, unas 300.000 personas desarrollan infecciones adquiridas en los hospitales españoles, algunas de ellas causadas por bacterias tan letales como el Acinetobacter que podría haber causado cientos de muertos por neumonía y sepsis en los últimos tres años. Las especies de esta bacteria son resistentes a muchos antibióticos y capaces de sobrevivir en cualquier sitio de un hospital, como se ha visto en el reciente brote del hospital 12 de Octubre de Madrid.

En respuesta a este problema, la Secretaría para la Salud en Gran Bretaña ha puesto en marcha una serie de medidas para reducir el riesgo de transmisión de infecciones. La clave no está en nuevos descubrimientos ni en mejores diagnósticos, sino en la limpieza aséptica y celosamente controlada de las camas y aparatos que se usan en pacientes (pies de sueros, sillas de ruedas, bombas de infusión, estetoscopio) y en el lavado de manos antes y después de cada vez que el personal sanitario atienda a un paciente. Por lo general, los médicos y profesionales de enfermería no suelen limpiar o desinfectar el estetoscopio que llevan alegremente al cuello o asomando por los bolsillos de la bata o del pantalón. Los hospitales británicos exigirán que sus profesionales sanitarios cumplan con rigor las normas de esterilidad en todos los procedimientos invasivos, así como ciertas normas de disciplina en el vestido y en el uso de uniformes dentro y fuera del hospital. No se permitirá el uso de ninguna prenda o accesorio que cubra o se ponga en los brazos por debajo de los codos ya que las mangas, relojes, pulseras y anillos están contaminados. Es el adiós a la clásica bata blanca y al uso de la corbata a la cabecera del paciente. ¿Quiénes lavan regularmente su corbata? Todos los hospitales deberán controlar cualquier violación de estas medidas y hacer pública su incidencia global de infecciones.

Decía Aristóteles que "nos convertimos en lo que hacemos; así pues, la excelencia es más un hábito que una virtud". Los pacientes demandan que los profesionales sanitarios tengan los mismos hábitos de seguridad que percibimos cuando subimos a un avión. (El País, 20/05/08)




Organización Mundial de la Salud



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4928
Publicada originariamente el 20/5/2008
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