Mostrando entradas con la etiqueta G.W.F.Hegel. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta G.W.F.Hegel. Mostrar todas las entradas

jueves, 12 de marzo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Falsos mitos (Publicada el 1 de septiembre de 2009)




La diosa Clío, musa de la Historia



Hay mitos y mitos. Destruir los falsos mitos, los que se construyen sobre datos erróneos, tergiversados, mal intepretados o lisa y llanamente inventados o prefabricados con alevosía y premeditación, es labor primordial de los historiadores.

Entre mis libros de cabecera hay uno, "Lecciones sobre la filosofía de la historia universal", de G.W.F. Hegel (1770-1831), al que le profeso especial estima. Lo tengo en dos ediciones, una de la Biblioteca Universal-Círculo de Lectores (Madrid, 1996) y otra de Alianza Universidad (Madrid, 1980).

Es en esta última en la que figura un extenso y clarificador prólogo del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955) en el que hay una frase que contrapone la labor del "filósofo" a la del "historiador". No me me resisto a reseñarla: "Tener 'ideas' es cosa para los filósofos. El historiador debe huir de ellas. La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".

Hoy, uno de septiembre, se cumplen 70 años justos de la entrada de los ejércitos alemanes en Polonia, y con ello del inicio de la II Guerra Mundial. El historiador Ángel Viñas dedica hoy en El País a la efemérides un documentado artículo titulado "Un tiempo de sangre y fuego" en el que desmonta algunos falsos mitos, entre ellos, el existente sobre el pacto Stalin-Hitler que para algunos fue el paso previo necesario para la invasión, pero también sobre otros antecedentes que tuvieron como escenario la guerra civil española de 1936-1939. Espero que les resulte interesante. HArendt




1 de septiembre de 1939. Los alemanes invaden Polonia



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt




Entrada núm. 5818
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 29 de mayo de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] El opio del pueblo






A las nueve menos cuarto de una mañana de mediados de mayo de 2008 he dejado a mi hija en su trabajo, en la ciudad de Telde, y espero leyendo el periódico en el aparcamiento de ALCAMPO a que abra el comercio para hacer unas compras. A las nueve en punto escucho en el boletín de noticias de la SER los gritos de algunas personas llamando traidores a Rajoy y Gallardón y pidiéndoles que se marchen del PP... Unos momentos antes he leído dos artículos en El País: "Identidad", de la escritora Elvira Lindo, y "El Dos de Mayo y la nación", del insigne catedrático emérito de Historia Económica de la Universidad de Alcalá, Gabriel Tortella. Con esos mimbres, no me cuesta mucho hilvanar la digresión de este día...

Creo que fue en el prólogo de su "Crítica a la Filosofía del Derecho", de G.W.F. Hegel, donde Karl Marx deslizó esa frase suya, que ha hecho fortuna, acusando a la religión de ser "el opio del pueblo". Aunque descreído total, no me atrevería yo a tanto. Sí, en cambio, a estas alturas del siglo XXI, cada vez estoy más convencido que el "opio del pueblo" de esta época que nos ha tocado vivir es algo muy parecido a lo que hoy representa el nacionalismo; de cualquier tipo. O lo que es lo mismo, todo aquello que ponga la patria, la nación, el estado o el partido por encima de las personas y los ciudadanos, añado yo para no confundir.

Hay una frase en el artículo de Elvira Lindo que suscribo plenamente, la que dice que "los furiosos defensores de lo identitario sostienen que sólo aquellos que aman a su país más que a sí mismos pueden opinar sobre estos asuntos. Los demás, los que no tenemos esa tendencia romántica (el nacionalismo, la identidad racial o lingüística o de patria, esto es mío), estamos deslegitimados." Para aclararnos, Elvira Lindo está criticando el análisis del presidente del gobierno vasco, Juan José Ibarretxe, cuando dice lamentarse "del terrible daño que hacen los terroristas con cada acto criminal a aquellos que desean profundizar en la identidad vasca". Es decir, que para él, el asunto principal es la identidad vasca (o catalana, o canaria, o española); y el muerto es lo anecdótico...

El artículo del profesor Tortella analiza el proceso de formación del nacionalismo español a partir de las efemérides de la Guerra de Independencia, cuyo bicentenario estamos conmemorando. Comparto con él que "una nación es algo convencional cuya existencia debe obedecer a consideraciones racionales". No sé si eso quiere decir lo mismo que ese "patriotismo constitucional" al que apelaba en su primera investidura el presidente José Luis Rodríguez Zapatero, tomándolo prestado del concepto de "republicanismo cívico" elaborado por Philip Pettit. Pero si no lo es, se le parece bastante.

Dice el profesor Tortella que para los revolucionarios americanos (1776) y los franceses (1789) el concepto "nación" no tenía connotaciones identitarias y mucho menos territoriales. "Nación", para ellos, significaba lo que hoy identificamos como "democracia, pueblo o ciudadanía".

Lo mismo pensaban los españoles que redactaron y aprobaron en 1812 la Constitución de Cádiz, al decir en su artículo primero: "La Nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios". Y con ello la hacían entrar por la puerta grande en la modernidad y la convertían por vez primera en sujeto de la Historia. Luego vendrían tiempos peores, pero esa es otra historia...




Elvira Lindo


Un hombre, Juan Manuel Piñuel, muere asesinado por una bomba de ETA, comienza diciendo la escritora Elvira Lindo, y otro hombre, Juan José Ibarretxe, la máxima autoridad política de la tierra en que este hombre pierde la vida, analiza el asesinato lamentándose del terrible daño que hacen los terroristas con cada acto criminal a aquellos que desean profundizar en la identidad vasca. Leo semejante análisis en Internet, desde este otro país en el que vivo, y esas palabras se me representan como lo que son, una expresión impúdica de inhumanidad. Los furiosos defensores de lo identitario sostienen que sólo aquellos que aman a su país más que a sí mismos pueden opinar sobre estos asuntos. Los demás, los que no tenemos esa tendencia romántica, estamos deslegitimados. Mentira. No hay nada más sano que alejarse para contemplar el nubarrón de tufo ideológico. Conviene irse a Málaga, por ejemplo, la ciudad a la que llegó el cadáver del guardia civil que trabajaba duro en otra tierra para volver a esta suya algún día; conviene leer la frase, por ejemplo, en el barrio de El Palo para darse cuenta de lo que significa que un responsable político analice una muerte en relación a la pérdida o ganancia que supone para su maldito proyecto. Conviene mirar la frase desde lejos, analizarla sin que esté adornada por todos los delirios locales. La frase sola, en crudo. A ver quién es capaz de digerirla. Pero nos puede la costumbre. La frase es una de tantas. El muerto, un guardia civil. No es ese atentado contra el político o el periodista que saca a un pueblo entero a la calle. Cierto es que, como dijo el otro día el guardia civil Leoncio Sanz, del desamparo que sufrieron antaño a los funerales de ahora hay un trecho. Pero aún queda un largo camino. Queda que el pueblo que rodea al lehendakari le afee su frase, que le deje claro que la única identidad sagrada es la de la vida. (El País, 21/5/2008).




Gabriel Tortella


Con sentimientos encontrados, dice por su parte el historiador Gabriel Tortella, se está celebrando el segundo centenario del Dos de Mayo; los sentimientos son encontrados porque mientras los que lo celebran en general lo hacen atribuyéndole el origen del sentimiento nacional español, otros no lo celebran precisamente por esa razón: porque les parece que el nacionalismo español no es digno de encomio sino de execración. A las personas que, como yo, que creen que una nación es algo convencional cuya existencia debe obedecer a consideraciones racionales, tales celebraciones les parecerán deseables si estiman conveniente la existencia de tal nación. Conversamente, a las que no les parece conveniente no compartirán el júbilo de tales conmemoraciones.

En mi modesta opinión, los españoles que no se sienten tales y que quieren demoler o trocear el país son como los pasajeros de un barco que quisieran desguazar la nave en plena travesía y construirse ellos otra a su gusto con los materiales del desguace y con total indiferencia acerca de la suerte de sus compañeros de travesía, alegando con insuperable frivolidad que "no se sienten cómodos" en el navío que los transporta. Y los que los dejan hacer para no ser llamados centralistas, o para no herir susceptibilidades, se me antojan dignos tripulantes de "la nave de los locos".

Todo ello no es óbice para que en ocasiones las manifestaciones que se hacen sobre la nación española y el Dos de Mayo me parezcan desorbitadas y algo pueblerinas. A menudo se habla y se escribe como si el único nacionalismo que hubiera aparecido sobre la faz de la Tierra a principios del siglo XIX fuera el español. En realidad se trata de un fenómeno universal, o casi. El término "nación" es utilizado por los revolucionarios franceses en un sentido muy diferente del que hoy se le concede: los revolucionarios contrastan "la nación" como conjunto de ciudadanos libres e iguales frente a la monarquía del Antiguo Régimen cuyos componentes eran súbditos no libres, sino sometidos a la voluntad de un monarca. El término "nación" de los revolucionarios franceses se asimilaba más al actual de "democracia" o de "ciudadanía" o de "pueblo" en el sentido de la Constitución de Estados Unidos (We, the People) que a la acepción tribal o comarcal, cuando no racista, que adquirió más tarde y que casi siempre tiene ahora.

Lo original del Dos de Mayo español y del alzamiento en armas que siguió fue que se luchó contra el invasor francés haciendo uso de los conceptos y la retórica que la Revolución Francesa había alumbrado. Cierto es que en el alzamiento hubo diferentes idearios, y que en unos dominó la xenofobia, el apego a la monarquía y la religión tradicional, mientras que para otros la nación española significaba un país moderno y constitucional de ciudadanos libres e iguales. Pero contradicciones hubo en todas partes: los propios franceses eran una mezcla de súbditos imperiales y republicanos jacobinos, y muchos de los que vitoreaban al Emperador poco después aceptaron de buen grado ser siervos de la monarquía restaurada. Lo mismo ocurrió en toda Europa: la simpatía hacia el igualitarismo y la libertad proclamados por la revolución se mezclaban con el odio al invasor y al héroe tornado déspota: recordemos que Beethoven dudó si dedicar o no su Sinfonía Heroica a Napoleón.

El Estado-nación es producto de la gran revolución moderna que se inicia en Holanda e Inglaterra en el siglo XVII y que se generaliza un siglo más tarde con la independencia de Estados Unidos y la Revolución Francesa, que, en realidad, es una Revolución Europea. Todo esto ya lo establecieron hace medio siglo Louis Gottschalk y Jacques Godechot, entre otros. Lo interesante del caso español no me parece ser su pugna por ser una nación moderna en el siglo XIX. Eso les ocurre a todas, empezando por Francia, e incluyendo a las anglosajonas, donde también hay una larga y compleja pugna por la modernidad.

La originalidad española estriba en que, siendo un país atrasado económica e intelectualmente a comienzos del siglo XIX, lucha con una gallardía extraordinaria por preservar su identidad a la vez que se esfuerza por adoptar y adaptar lo mejor del programa revolucionario: el parlamentarismo, la Constitución, la soberanía popular, las libertades básicas. Lo que España logra en ausencia de Fernando VII y en nombre de ese "rey felón" es algo que se antoja muy por encima de sus flacas fuerzas económicas, sociales y militares: combatir a la potencia hegemónica con sus mismas armas intelectuales y políticas. Que la hazaña estaba por encima de su fuerza real lo prueba la dificultad con la que a lo largo del siglo XIX se alcanzó el ideal político de las Cortes de Cádiz, el continuo tejer y destejer constitucional y la propensión al golpe de Estado. La lentitud del progreso económico llevó consigo el estancamiento social y político.

La paradoja absurda es que hoy, alcanzada la madurez social y económica, contemplemos con indiferencia cómo se intenta derrocar piedra a piedra un edificio tan trabajosamente construido.
(El País, 21/05/08)







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4929
Publicada originariamente el 21/5/2008
elblogdeharendt@gmail.com
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

viernes, 30 de marzo de 2018

[A VUELAPLUMA] La muerte de Dios





Los dioses del Mercado, del Patriarcado y del Fundamentalismo son las nuevas metamorfosis de la creencia en el Ser Superior. Este cambio explica las tres violencias ejercidas en su nombre: la estructural, la machista y la religiosa, escribe en El País el teólogo Juan José Tamayo, director de la Cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid.

Nietzsche no fue el primero en utilizar la expresión “Dios ha muerto”. Su origen se encuentra en un texto de Lutero: “Cristo ha muerto / Cristo es Dios / Por eso Dios ha muerto”. En él se inspira Hegel en la Fenomenología del espíritu, donde afirma que Dios mismo ha muerto como manifestación del sentimiento doloroso de la conciencia infeliz. En Lecciones sobre filosofía de la religión se refiere a una canción religiosa luterana del siglo XVII en un contexto similar: “Dios mismo yace muerto / Él ha muerto en la cruz”.

Es probable que Nietzsche, hijo y nieto de pastores protestantes, la conociera e incluso la hubiera cantado en el Gottesdienst. Pero ha sido su propia formulación la que ha adquirido relevancia filosófica y ha ejercido mayor influencia en el clima sociorreligioso moderno.

Dos son los textos más significativos en los que Nietzsche hace el anuncio de la muerte de Dios. En Así hablaba Zaratustra, cuando el reformador de la antigua religión irania baja de la montaña, se encuentra con un anciano eremita que se había retirado del mundanal ruido para dedicarse exclusivamente a amar y alabar a Dios, actitud que contrasta con la de Zaratustra, que dice amar solo a los hombres. Tras alejarse de él, comenta para sus adentros: “¡Será posible! Este viejo santo en su bosque no ha oído todavía nada de que Dios ha muerto”. Al llegar a la primera ciudad, encontró una muchedumbre de personas reunida en el mercado, a quienes habló de esta guisa: “En otro tiempo el delito contra Dios era el máximo delito, pero Dios ha muerto y con Él han muerto también sus delincuentes. Ahora lo más horrible es delinquir contra la tierra”.

En La gaya ciencia Nietzsche relata la muerte de Dios a través de una parábola cargada de patetismo. Un hombre loco va corriendo a la plaza del mercado en pleno día con una linterna gritando sin cesar: “¡Busco a Dios! ¡Busco a Dios!”. El hombre se convierte en el hazmerreír de la gente allí reunida, que no se toma en serio la búsqueda angustiosa del loco y se mofa de él haciéndole preguntas en tono burlón: “¿Es que se ha perdido? […]¿Es que se ha extraviado como un niño? […]¿O se está escondiendo? ¿Es que nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Emigrado?”. A lo que el loco responde: “¡Lo hemos matado nosotros y yo! ¡Todos nosotros somos sus asesinos!”.

El loco, fuera de sí, entró en varias iglesias donde entonó su requiem aeternam deo. Cada vez que le expulsaban y le pedían explicación de su conducta, respondía: “¿Qué son estas iglesias sino las tumbas y los monumentos fúnebres de Dios?”. Nietzsche califica el anuncio de la muerte de Dios como “el más grande de los acontecimientos recientes”, pero el loco reconoce que llega “demasiado pronto”.

¿Se ha hecho realidad el anuncio de Nietzsche? Yo creo que solo en parte. Ciertamente, se está produciendo un avance de la increencia religiosa en nuestras sociedades secularizadas y se cierne por doquier la ausencia de Dios. Pero, al mismo tiempo, asistimos a otro fenómeno: el de las diferentes metamorfosis de Dios. A modo de ejemplo voy a referirme a tres: el Dios del Mercado, el Dios del Patriarcado y el Dios del Fundamentalismo.

El Dios del Mercado. El Mercado se ha convertido en una religión “monoteísta”, que ha dado lugar al Dios-Mercado. Ya lo advirtió Walter Benjamin con gran lucidez en un artículo titulado El capitalismo como religión, donde afirma que el cristianismo, en tiempos de la Reforma, se convirtió en capitalismo y “este es un fenómeno esencialmente religioso”.

Tocar el capitalismo o simplemente mencionarlo es como tocar o cuestionar los valores más sagrados. Lo que dice Benjamin del capitalismo es aplicable hoy al neoliberalismo, que se configura como un sistema rígido de creencias y funciona como religión del Dios-Mercado, que suplanta al Dios de las religiones monoteístas. Es un Dios celoso que no admite rival, proclama que fuera del Mercado no hay salvación y se apropia de los atributos del Dios de la teodicea: omnipotencia, omnisciencia, omnipresencia y providencia. El Dios-Mercado exige el sacrificio de seres humanos y de la naturaleza y ordena matar a cuantos se resistan a darle culto.

El Dios del Patriarcado. Los atributos aplicados a Dios son en su mayoría varoniles, están vinculados a la masculinidad hegemónica y se relacionan con el poder. La masculinidad de Dios lleva derechamente a la divinización del varón. Así, el patriarcado religioso legitima el patriarcado político y social. La teóloga feminista alemana Dorothee Sölle critica las fantasías falocráticas proyectadas por los varones sobre Dios, cuestiona la adoración al poder convertido en Dios y se pregunta: “¿Por qué los seres humanos adoran a un Dios cuya cualidad más importante es el poder, cuyo interés es la sumisión, cuyo miedo es la igualdad de derechos? ¡Un Ser a quien se dirige la palabra llamándole ‘Señor’, más aún, para quien el poder no es suficiente, y los teólogos tienen que asignarle la omnipotencia! ¿Por qué vamos a adorar y amar a un ser que no sobrepasa el nivel moral de la cultura actual determinada, sino que además la estabiliza?”. En nombre del Dios del patriarcado se practica la violencia de género, que el año pasado causó más de 60.000 feminicidios.

El Dios de los Fundamentalismos. Los fundamentalismos religiosos desembocan con frecuencia en terrorismo, fenómeno que recorre la historia de la humanidad en la modalidad de guerras de religiones que se justifican apelando a un mandato divino. Tiene razón el filósofo judío Martin Buber cuando afirma que Dios es “la palabra más vilipendiada de todas las palabras humanas. Ninguna ha sido tan mutilada, tan mancillada. Las generaciones humanas han desgarrado esta palabra. Han matado y se han dejado matar por ella. Esta palabra lleva sus huellas dactilares y su sangre. Los hombres dibujan un monigote y escriben debajo la palabra ‘Dios’. Se asesinan unos a otros y dicen: ‘Lo hacemos en nombre de Dios”. Matar en nombre de Dios es convertir a Dios en un asesino, en certera observación de José Saramago, quien lo demuestra en la novela Caín a través de un recorrido por los textos de la Biblia hebrea.

Dios bajo el asedio del Mercado, bajo el poder del Patriarcado y bajo el fuego cruzado de los Fundamentalismos. El resultado es la violencia estructural del sistema, la violencia machista y la violencia religiosa, las tres ejercidas en nombre de Dios.



Dibujo de Enrique Flores para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt





Entrada núm. 4396
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 10 de octubre de 2015

[Literatura] Un clásico de vez en cuando. Hoy, "Antígona", de Sófocles



El tema de Antígona en la pintua neoclásica



Les pido disculpas por mi insistencia en mencionar de nuevo a los clásicos, de manera especial, a los griegos. Me gusta decir que casi todo lo importante que se ha escrito o dicho después de ellos es una mera paráfrasis de lo que ellos dijeron mucho mejor. Con toda seguridad es exagerado por mi parte, pero es así como lo siento. Deformación profesional como estudioso de la Historia y amante apasionado de una época y unos hombres que pusieron los cimientos de eso que llamamos Occidente.

Hoy traigo hasta el blog la obra "Antígona"título de una tragedia de Sófocles, representada en el año 442 a. C., considerada por todos como su mejor obra. Sófocles (496-406 a. C.) poeta trágico ateniense, se sitúa junto con Esquilo y Eurípides entre las figuras más destacadas de la tragedia griega y de toda la literatura universal. De toda su producción literaria sólo se conservan siete tragedias completas que son de importancia capital para el género. Participó activamente en la vida política de Atenas. Fue administrador del tesoro de la Liga de Delos y estratego durante la guerra de Samos bajo la autoridad de Pericles. Perteneció al Consejo de los Diez Próbulos, formado en Atenas tras el fracaso de la Expedición a Sicilia. No se distinguió especialmente por sus dotes como político pero amó su ciudad y rechazó invitaciones de autoridades importantes de otras ciudades con tal de no abandonar Atenas. El teatro de Sófocles recurre a los antiguos mitos de las sagas heroicas, y posee una rica versatilidad que facilita múltiples maneras de aproximación. En buena medida su teatro es un teatro de caracteres. De hecho, el título de todas las tragedias conservadas (salvo "Las Traquinias") se corresponde con el de sus protagonistas que emergen como auténticos colosos y arquetipos humanos.

El argumento de "Antígona" es sobradamente conocido. Eteocles y Polinices, hermanos de Antígona y de Ismene, se enfrentan en una guerra fratricida por hacerse con el trono de Tebas a la muerte de su padre, Edipo. La guerra concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro. Creonte, su tío, se convierte en rey de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no sea enterrado dignamente y que se deje su cuerpo a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros. 

Las honras fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona, hermana de ambos, contra la opinión en contrario de su también hermana, Ismene, decide enterrar a Polinices y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, rebelándose así contra Creonte, su tío y futuro suegro, pues estaba comprometida con Hemón, hijo de Creonte.

La desobediencia acarrea para Antígona su propia muerte: condenada a ser sepultada viva, evita el suplicio ahorcándose. Pero su prometido, Hemón, al ver muerta a Antígona, tras intentar matar a su padre, se suicida en el túmulo, abrazado a ella. Eurídice, esposa de Creonte y madre de Hemón, se suicida al saber que su hijo ha muerto. Las muertes de Hemón y Eurídice provocan un profundo sufrimiento en Creonte, quien finalmente se da cuenta de su error al haber decidido mantener su soberanía por encima de todos los valores religiosos y familiares, acarreando su propia desdicha.

La persistencia del tema de Antígona en la cultura de Occidente a través de innumerables reelaboraciones es indiscutible. Desde Hegel, la obra ha sido interpretada como la oposición entre dos derechos igualmente válidos, el de la familia y el del Estado, representados respectivamente por Antígona y Creonte. Para el filósofo George Steiner, Antígona representa el caso más extremo y extraordinario de permanencia y reiteración de un tema dramático dado que en el se condensan los conflictos fundamentales que dan origen a todas las situaciones dramáticas. Un conflicto al que la humanidad debe enfrentarse incluso en nuestros días sobre la prevalencia de las leyes divinas (morales o éticas), o las del Estado (humanas); de la libertad religiosa o de conciencia sobre la obligación civil. 

La respuesta de Antígona cuando Creonte la interroga es un paradigma de esa lucha interior: “No podía yo pensar que tus normas fueran de tal calidad que yo por ellas dejara de cumplir otras leyes, aunque no escritas, fijas siempre, inmutables, divinas”, que trasluce la existencia de algo en su interior, la conciencia, que le conduce a hacer lo que considera correcto y bueno, independientemente de cualquier otra circunstancia. 

Culmino con esta obra la promesa que hice en entradas anteriores de traer hasta el blog a mis tres heroínas trágicas favoritas: las Ifigenia y Medea de Eurípides y la Antígona de Sófocles. Heroínas cada una por razones distintas pero siempre estremecedoras: Ifigenia, por su inocencia y su valentía a la hora de afrontar el sacrificio de su propia vida ante la superior causa de los griegos frente a Troya; Medea por su amor apasionado y su implacable venganza ante la traición del amado que antepone las razones de Estado a sus propios deberes conyugales y familiares; y Antígona por su defensa heroica de la libertad de conciencia frente a las leyes del Estado. Espero que disfruten de la belleza de la "Antígona" de Sófocles. Veinticinco siglos después de haber sido escrita aun sigue conmoviendo los espíritus y las conciencias. .

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 




El suicidio de Antígona en una representación teatral actual




Entrada núm. 2466
elblogdeharendt@gmail.com
La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 15 de junio de 2015

[Pensamiento] Las clases medias y el fin de la Historia




Francis Fukuyama



¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? Su polémico artículo, "El Fin de la Historia", publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo y fue ensalzado y criticado a partes iguales.

Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: La Historia humana, como lucha de ideologías ha terminado con la llegada de un mundo final basado en la democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, Fukuyama afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, demostrándose así que la única opción viable era la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas. Los hombres satisfacerán sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ningún tipo de batallas. 

Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. O lo que es lo mismo, que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que han dado forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historia. Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal, el proletariado creado por el modo de producción capitalista, consiga "emancipar" a toda la humanidad.

Fukuyama, sin embargo, habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo mientras que Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.

El periodista y subdirector de El País Lluís Bassets escribió hace ya un tiempo un artículo titulado "La nueva lucha de clases", en el que comentaba algunas de las razones del estrepitoso fracaso de la denominada "Ronda de Doha" que por aquel entonces impulsaba la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, estábamos, sí, inmersos en un nuevo tipo de lucha de clases, pero una lucha de clases sin ningún parecido con la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora, comentaba Bassets, la lucha se producía entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados, ambas empeñadas en conseguir la mejor parte en el reparto del pastel global, y todo ello, decía, en un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía y también de la capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más, señalaba, y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado.

¿Qué queda hoy en pie, mediado el año 2015, de esa "clase media" como motor de la Historia en Occidente? La verdad es que parece declinar de manera acelerada en este mismo Occidente (y no digamos en Europa y España),  que hasta hace solo un momento, como quien dice, despreciaba y miraba al resto del mundo por encima del hombro. Marx antes, y Fukuyama después, dan la impresión de haber errado en sus predicciones: el primero, en las económicas, aunque no tanto en sus análisis históricos, como muy bien dice el historiador y economista Gabriel Tortellá en su artículo de hoy en El Mundo, titulado "Marx, siempre Marx". El segundo, por el contrario, en las históricas, aunque no tanto en las económicas. Quizá nos lo tengamos merecido, pero como escéptico que soy, es decir,  un optimista empedernido chamuscado por la experiencia, no pierdo la esperanza en un mundo mejor, sin vencedores ni vencidos, sin Marx(s) y sin Fukuyama(s).

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




Karl Marx





Entrada núm. 2333
elblogdeharendt@gmail.com
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

domingo, 2 de noviembre de 2014

Corrupción, nacionalismo, populismo




Karl Marx (1818-1883)


Creo que fue en el prólogo de su "Crítica a la Filosofía del Derecho" de G.W.F. Hegel donde Karl Marx deslizó una frase que hizo fortuna en la que acusaba a la religión de ser "el opio del pueblo". Descreído total, no tengo nada en contra de las religiones mientras no se entrometan en la sociedad política, es decir, el Estado, ni en sus funciones. Pero a estas alturas del siglo XXI no creo que entre los peligros que acechan a la democracia española haya que contabilizar a las religiones ni las iglesias, para algunos, opiáceos que entontecen y manipulan a los pueblos. Pienso que el peligro más grave que nos acecha, los cánceres que corroen esta época convulsa de la historia de España que nos ha tocado vivir son la corrupción político-empresarial generalizada, los nacionalismos identitarios y el populismo. 

Si me permiten un símil, yo diría sobre el primero de esos cánceres, la corrupción político-empresarial, que es el más grave ahora mismo, ya en plena metástasis. Mi amiga Elvira Lindo, escritora con la que converso todos los domingos a través de su blog del diario El País, escribe hoy en el mismo un durísimo alegato contra la corrupción, que presta voz a lo que muchos miles de españoles a los que nadie escucha piensan sobre ello. Se titula "Los verdaderos antisistema" y comienza con un párrafo que deja poco lugar para la esperanza y sí para el cabreo. No aprenden nada, dice al comienzo de su artículo, y de ese su no aprender vamos a salir perdiendo todos. [...] No aprenden, continúa diciendo, piden perdón y pretenden que eso toque alguna fibra sensible, pero el corazón de quienes les escuchan ya está completamente endurecido. Perdón ¿y qué, ¿tres padrenuestros? Esto no es una escuela, ni un confesionario, dice, esto es un país de ciudadanos que de la indignación pasaron esta semana al temor, al temor al futuro, que pinta negro. No dejen de leerlo, por favor. 

Con el segundo cáncer de la política española, el nacionalismo identitario, tendremos que aprender, como dijo el filósofo José Ortega Gasset, a convivir. Con voluntad política puede llegar a sanar, pero hacen falta reformas profundas para las que, desgraciadamente, no parece existir aun el acuerdo suficiente. También Elvira Lindo escribió hace un tiempo sobre él en otro artículo titulado "Identidad" en el que acusaba a los furiosos defensores del mismo de sostener que sólo aquellos que aman a su país más que a sí mismos pueden opinar sobre estos asuntos, y que los demás, los que no tenemos esa pulsión romántica por el nacionalismo que confunde la nación con la identidad racial, la lingüística o la patria idealizada, estamos deslegitimados para opinar. ¿No es eso, en esencia, lo que defienden los nacionalismos identitarios? ¿Decidir ellos, su grupo (la parte), por su cuenta como si el resto de los ciudadanos (el todo) no contáramos para nada en un asunto que a todos nos concierne por igual? Su artículo hacía referencia a unas declaraciones del por aquel entonces presidente del gobierno de la comunidad autónoma vasca, Juan José Ibarretxe, que decía lamentarse del terrible daño que hacían los terroristas de ETA con cada acto criminal a aquellos que deseaban profundizar en la identidad vasca. ¿Quería decir Ibarretxe, que para él, el asunto principal era la identidad [vasca, catalana, canaria, andaluza, gallega o española; sí, española también] y el muerto era lo anecdótico...? ¿No eso al fin y al cabo lo que defienden todos los nacionalismos identitarios, dicho sea de paso, con los mismos o similares argumentos?

Otro artículo del profesor e historiador Gabriel Tortellá de por aquellas mismas fechas, titulado "El 2 de mayo y la nación", analizaba el proceso de formación del nacionalismo español a partir de las efemérides de la Guerra de Independencia, cuyo bicentenario se celebraba por entonces. Comparto la opinión del profesor Tortellá de que una nación debería ser algo convencional cuya existencia obedeciera a consideraciones racionales. No sé si con ello estaba aludiendo al famoso "patriotismo constitucional" del que hablaba el también profesor Philip Pettit, tomado en préstamo del concepto de "republicanismo cívico" que este último defiende, pero me gustaría pensar que sí. Decía el profesor Tortellá en el artículo citado que para los revolucionarios americanos de 1776 y los franceses de 1789, el concepto "nación" no tenía connotaciones identitarias y mucho menos territoriales. "Nación", para ellos, significaba lo que hoy identificamos como "democracia, pueblo o ciudadanía". Exactamente igual que norteamericanos y franceses pensaban los españoles que redactaron y aprobaron en 1812 la Constitución de Cádiz al proclamar en su artículo primero que la nación española era "la reunión de los españoles de ambos hemisferios". Con ello, los por vez primera ciudadanos, que no ya súbditos, de la nación española la hacían entrar por la puerta grande en la modernidad y la convertían en sujeto de la Historia. Luego vendrían tiempos peores, pero esa es otra historia. 

El tercer cáncer que nos corroe, el más reciente, el menos extendido aun pero peligroso por la virulencia incontrolable que puede llegar a alcanzar es el populismo. Sobre él escribe también en estos días en Revista de Libros el abogado y escritor José María Ruiz Soroa un extenso y documentado artículo, que lleva el título de "Un panfleto y una sospecha", en el que hace la reseña del libro del profesor de ciencias políticas de la Universidad Complutense de Madrid y principal ideólogo del grupo político Podemos, Juan Carlos Monedero, titulado "Curso urgente de política para gente decente". La reseña de Ruiz Soroa a mí me ha parecido el más lúcido análisis político realizado hasta la fecha sobre el fenómeno de Podemos, sus realidades, sus carencias, sus propuestas y sus incongruencias, que de todo hay en ese auténtico "átrapalotodo" que es Podemos. Como esta entrada me está quedando mucho más extensa de lo previsto inicialmente, háganme excusa de resumírselo y léanlo, por favor. Merece la pena.

Sobre Podemos escribía también hace unos días en su blog el también catedrático de ciencias políticas en la UNED, Ramón Cotarelo, admirador respetuoso y crítico de Podemos, comparando su fórmulas organizativas, al más puro estilo marxista-leninista, sus famosos "círculos", con los soviets rusos de 1917, en los que, al igual que estos, se discute de "todo", pero "todo" se decide en y desde la dirección del movimiento. Por cierto, y concluyo, el mejor estudio de la diferencia entre un "movimiento" político y un "partido" político, lo pueden encontrar en el archifamoso libro de la teórica política estadounidense, de origen judeo-alemán, Hannah Arendt, titulado "Los orígenes del totalitarismo".  ¡Y líbreme Dios de insinuar la más mínima tendencia totalitaria en Podemos! Eso se lo dejo a sus votantes...

Sean felices por favor. Y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





http://farm3.static.flickr.com/2028/1590962398_c7f87ea28b.jpg?v=0
Monumento a la Constitución de 1812 (Cádiz, Andalucía)



Entrada núm. 2187
elblogdeharendt@gmail.com
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

jueves, 11 de julio de 2013

El fin de la Historia puede esperar. (Reedición de la entrada publicada el 31/7/2008)




Francis Fukuyama




¿Se equivocó el historiador y politólogo norteamericano Francis Fukuyama cuándo en 1989 anunció el Fin de la Historia? El polémico artículo, "El Fin de la Historia", publicado en el verano de 1989 en la revista "The National Interest", tuvo su continuación y profundización en su libro "El fin de la Historia y el último hombre" (Planeta, Barcelona, 1992), que produjo un efecto devastador en los medios intelectuales y académicos de medio mundo, y fue ensalzado y criticado a partes iguales.

Fukuyama expone en su libro una polémica tesis: "La Historia humana,
como lucha de ideologías ha terminado, con un mundo final basado en una democracia liberal que se ha impuesto finalmente tras el fin de la Guerra Fría. Inspirándose en Hegel y en alguno de sus exegetas del siglo XX, como Alexandre Kojève, afirma que el motor de la historia, que es el deseo de reconocimiento, el thimos platónico, se ha paralizado en la actualidad con el fracaso del régimen comunista, que demuestra que la única opción viable es la democracia liberal tanto en lo económico como en lo político. Se constituye así en el llamado pensamiento único: las ideologías ya no son necesarias y han sido sustituidas por la economía. Estados Unidos, es por así decirlo, la única realización posible del sueño marxista de una sociedad sin clases. En palabras del propio autor: El fin de la historia significaría el fin de las guerras y las revoluciones sangrientas, los hombres satisfacen sus necesidades a través de la actividad económica sin tener que arriesgar sus vidas en ese tipo de batallas" (1).

Para otro gran pensador, el filósofo alemán Karl Marx, la lucha entre las clases sociales es el motor de la historia. Es decir que el conflicto entre clases sociales en sentido marxista, esto es, la relación de los diferentes grupos de una sociedad con los medios de producción, ha sido la base sobre la que se produjeron los hechos que dan forma a la historia. Esta lucha se da entre dos clases sociales antagónicas características de cada modo de producción. Se produce por lo tanto una polarización social solo por el hecho de nacer bajo una de las clases sociales que existen en cada momento de la historía. (.../...) Para Marx el fin último de la historia es la eliminación de las clases sociales cuando la clase más desvalida y universal (el proletariado creado por el modo de producción capitalista) consiga "emancipar" a toda la humanidad".

Fukuyama habla de un presente que no se conforma con la realidad que estamos viviendo; Marx hablaba de un futuro que no se ha realizado, y cuya única experiencia histórica real, aparte de un fracaso de proporciones inabarcables, ha significado el sufrimiento de millones de personas y generaciones enteras sacrificadas a una ideología.

El periodista y subdirector de El País, Lluís Bassets, escribe hoy en su blog ("Del alfiler al elefante"), un gran artículo, que transcribo más adelante, con el título de "La nueva lucha de clases", en el que comenta algunas de las razones del estrepitosos fracaso de la "Ronda de Doha" impulsada por la Organización Mundial del Comercio. Para Bassets, "Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. (.../...) Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado".

La "clase media", el motor de la Historia en occidente, parece declinar de manera acelerada en este mismo occidente que hasta hace sólo un momento despreciaba al resto del mundo... Marx y Fukuyama dan la impresión de haber errado en sus predicciones... Quizá nos lo tengamos merecido. Pero como buen escéptico (un optimista empedernido chamuscado por la experiencia) no pierdo la esperanza en un mundo mejor... Sean felices, por favor. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt





http://i126.photobucket.com/albums/p115/fergofer00/blog-isa/burj-dubai01.jpg
Dubai (Emiratos Árabes Unidos)





"La nueva lucha de clases", por Lluís Bassets
Del blog "Del alfiler al elefante", El País, 31/07/08

La buena globalización ha terminado. Quedan atrás los tiempos benéficos de desaparición de fronteras para el comercio, producto de grandes acuerdos multilaterales. Los más pesimistas trazan un cuadro tenebroso de regreso al proteccionismo y a los bloques comerciales. El fracaso de la Ronda de Doha de negociaciones para liberalizar el comercio mundial es una pésima señal en un momento de incertidumbre económica. Y cuando soplan malos vientos hasta los liberales más doctrinarios se convierten en partidarios de salvar los muebles de cada uno mediante el intervencionismo gubernamental. Sólo una sorpresa presidencial en Washington para el próximo año puede introducir un cambio de atmósfera que desatasque la Ronda de Doha. Y la sorpresa no es que sea Obama el presidente, sino que no salga proteccionista según una sólida tradición demócrata que ya desmintió Bill Clinton, acogido con prevención por los partidarios del libre comercio y luego en cambio entronizado como el presidente que más ha impulsado la globalización.

Cada vez se ve más claro que los dos mandatos de Bush han sido los años perdidos del siglo XXI. Naciones Unidas no se ha reformado. Su Consejo de Seguridad quedó herido de muerte después del debate sobre la guerra de Irak. La Unión Europea se halla exactamente en el mismo Tratado de Niza en que se encontraba cuando Bush se instaló en la Casa Blanca. Es evidente el fracaso de los esfuerzos por reducir las emisiones contaminantes a la atmósfera, tal como se proponía el protocolo de Kyoto, debido principalmente a su boicot por el país que más ha contaminado en la historia. Y ahora fracasa la Ronda de Doha, también iniciada en el año mismo inaugural de Bush. Si Clinton actuó de abono y oxígeno para el crecimiento mundial y la aparición de una amplia sociología de clases medias en Asia y América Latina, Bush es el presidente que ha roto sus reglas en nombre del unilateralismo norteamericano y de sus derechos como superpotencia. Ahora, las potencias emergentes que le pisan los talones, China e India sobre todo, quieren también seguir sus pasos en cuanto a unilateralismo, sobre todo en comercio y medio ambiente.

Era casi imposible que la última tanda de negociaciones emprendida en Ginebra la pasada semana consiguiera cambiar el sentido de la marcha del mundo. Todo el voluntarismo y optimismo a chorros de Pascal Lamy, el director general de la Organización Mundial de Comercio, no ha podido con el espíritu del tiempo, que es proteccionista y hostil al multilateralismo, fiel al pésimo ejemplo predicado y ejercitado desde la Casa Blanca. El escollo que ha hundido el barco han sido las cláusulas de salvaguarda para la agricultura de esos países emergentes, más que escamados por anteriores oleadas liberalizadoras, en las que el abatimiento de barreras dejó sin defensa a los agricultores más pobres frente a la invasión de productos agrarios de países ricos. Aunque China e India se han encastillado en la defensa de la agricultura, en realidad han querido desafiar a Estados Unidos, y en menor medida a la Unión Europea, en un gesto que corresponde a la nueva estructura geopolítica del mundo. La pugna que se ha manifestado en Doha indica el signo de los tiempos: es la misma que se expresará en las negociaciones sobre cambio climático, entre los países ascendentes que aspiran a contaminar más en los próximos años, para contar con márgenes de crecimiento y de ensanchamiento todavía mayor de sus nuevas clases medias, y los países ricos que ya se han comido su ración de atmósfera y gracias a ello gozan de su situación privilegiada.

Estamos ante una nueva lucha de clases, pero no es como la que describieron Marx y Engels entre proletarios y burgueses. Ahora es entre las clases medias de los países en fuerte desarrollo y las clases medias de los países ya desarrollados por el reparto del pastel global. Y quienes tienen las de perder son las clases más pobres, que no cuentan con Estados fuertes que les defiendan y se ven arrolladas por el ímpetu de los que suben (chinos e indios) y los miedos de los que bajan (europeos y norteamericanos). Es un momento crucial de transferencia de recursos de los ricos de toda la vida a los nuevos ricos productores de energía. Y también de capacidad adquisitiva de unas viejas clases medias a otras nuevas. Las de los países emergentes van a consumir más y las clases medias europeas y norteamericanas deberán acomodar sus hábitos de consumo a la nueva situación del mercado. Esta lucha de clases no lleva a ninguna revolución, pero puede producir tensiones e incluso enervar indirectamente alguna situación conflictiva. De ahí la importancia de una distensión en Oriente Próximo y sobre todo entre Irán y Occidente. Pero donde estos arbitrajes deben producirse es en la OMC y en el panel de Naciones Unidas sobre cambio climático. Si su resolución no es multilateral, no podemos albergar duda alguna de que estamos sembrando las semillas de grandes conflictos que crecerán ya bien entrado el siglo XXI. 




http://www.ctt-reisen.de/shop/catalog/images/singapur_01.jpg
La ciudad-estado de Singapur






Entrada núm. 1907
http://harendt.blogspot.com
Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)

martes, 5 de febrero de 2013

La Historia como combate




Diccionario Biográfico Español (RAH)



Hay muchas visiones de la Historia. Entre las de Heródoto y Tucídides y las de César Vidal y Pio Moa hay una veintena larga de siglos y abismos insondables de verdades a medias, mentiras premeditadas y certezas en discusión. Uno de esos abismos es, hoy por hoy, la Real Academia de la Historia, ya absoluta y definitivamente desacreditada como institución científica gracias a su infumable Diccionario Biográfico Español.

En su más reciente obra, Historia mínima de España (Taurus/El Colegio de México, Madrid, 2012), Juan Pablo Fusi, uno de los grandes historiadores españoles del presente, formado en Oxford, exdirector de la Biblioteca Nacional de España y actual catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense de Madrid, dice algunas verdades definitorias sobre la Historia como ciencia: "En palabras de Max Weber: solo se puede saber lo que somos si se determina como hemos llegado a ser lo que somos. Ello confiere a la Historia un estatus intelectual verdaderamente relevante. La Historia actual no se atribuye, con todo, misiones retóricamente ejemplarizantes. La Historia como quehacer no es otra cosa que un ejercicio de revisionismo crítico: aspira a analizar críticamente el pasado, a sustituir mitos, leyendas, relatos fraudulentos e interpretaciones deshonestas por conocimiento sustantivo, verdadero y útil".

Estoy convencido de que no ha sido otra que esa la intención de los historiadores Paul Preston, Josep Fontana, Julio Aróstegui, Julián Casanova, Enrique Moradiellos, José Andrés Rojo, José Carlos Mainer, Antonio Elorza, y otros más que no cito, bajo la dirección editorial del catedrático de Historia Ángel Viñas, que fuera profesor mio en la UNED, al sacar a la luz un libro como "En el combate por la Historia: La República, la guerra civil, el franquismo", editado por Pasado y Presente (Barcelona, 2012). Un enjundioso texto de 930 páginas destinado a combatir la tergiversación llevada a cabo por el Diccionario Biográfico Español sobre el período 1931-1975. Como dice su editor: "contra la manipulación, la tergiversación y el engaño respecto al pasado, solo hay una luz: la de la investigación honesta y contrastada. La presente obra -añade- encierra las claves fundamentales para comprender la evolución española desde la instauración de la República hasta la muerte de Franco, tal y como ha sido articulada por la historiografía científica y crítica".

Para acompañar la entrada he escogido un interesante vídeo en el que el profesor Fernando Savater explica las claves de la Filosofía de la Historia de Hegel: Lecciones sobre la filosofía de la historia universal (Alianza, Madrid, 1980), prologado por José Ortega y Gasset. Todo un clásico que releo a menudo y constituye uno de mis libros de cabecera.

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Y como decía Sócrates, "Ιωμεν". Tamaragua, amigos. HArendt









Entrada núm. 1781
http:/harendt.blogspot.com
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)
"Todas las penas pueden soportarse si las ponemos en una historia o contamos una historia sobre ellas" (Isak Dinesen)