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sábado, 18 de abril de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Historias de la República. Publicada el 19 de octubre de 2009




Madrid, 14 de abril de 1931



La Historia, notaria del pasado, sigue gozando de respetable salud. Y eso que hace ya 2500 años que dos griegos ilustres, mediado el siglo IV a.C. la iniciaran como disciplina científica: Heródoto, con su "Historia" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1996), y Tucídides, con su "Historia de la Guerra del Peloponeso" (Círculo de Lectores, Barcelona, 1997), hermosas lecturas que recomiendo con énfasis especial.

De esa misma respetable salud sigue gozando la historia de la Guerra Civil Española de 1936-1939, y por extensión, la de la II República española (1931-1939). Uno de los historiadores que más y mejor ha escrito sobre la guerra civil española ha sido el profesor e hispanista norteamericano Gabriel Jackson (1921), y entre los españoles, el economista, diplomático e historiador Ángel Viñas (1941), catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

Al profesor Viñas lo conocí en la UNED mientras cursaba la licenciatura de Geografía e Historia, en el Congreso Internacional sobre "La oposición al régimen de Franco", organizado en Madrid en 1988, bajo la dirección de los profesores Tuñón de Lara y Javier Tusell, al que asistí como alumno becario. Le recuerdo con su sempiterna corbata de pajarita, prenda típica y casi de uniformidad oficial del profesorado de la Universidad de Princeton, la universidad de Albert Einstein, y perdónenme la digresión, los cinematográficos y televisivos doctores Indiana Jones y House.

De él reseñé en este mismo blog, en mi entrada "Falsos mitos", del uno de septiembre pasado, un artículo suyo Un tiempo de sangre y fuego [El País, 1/9/2009], sobre algunas de las falsedades creadas por la historia en torno al pacto Stalin-Hitler, que diera paso poco más tarde a la II Guerra Mundial.

Y en este mes de octubre, en la prestigiosa, y para mi imprescindible lectura mensual de "Revista de Libros", el profesor Gabriel Jackson publica una extensa y documentada recensión bajo el elogioso título de Una trilogía histórica magistral, de los tres últimos libros del profesor Ángel Viñas: "La soledad de la República""El escudo de la República", y "El honor de la República", todos ellos editados por Crítica, Barcelona.

Dice el profesor Jackson que los tres libros reseñados constituyen, sin ninguna duda, los estudios archivísticos más detallados y más exhaustivamente documentados de las reacciones diplomáticas y militares al estallido de la Guerra Civil española; y también de los esfuerzos de los sucesivos gobiernos republicanos para vencer la hostilidad político-económica de las grandes potencias democráticas –Inglaterra, Francia y Estados Unidos– y contrarrestar la masiva ayuda militar ofrecida desde el principio por Italia, Alemania y Portugal a las fuerzas comandadas por el general Franco.

En pos de su investigación documental, añade, el autor ha viajado a París, Londres, Moscú y a muchos otros lugares específicos en que se encuentran archivos relevantes. Ha proporcionado detalladas notas al pie para todas sus interpretaciones controvertidas. Ha preparado una lista de los acrónimos de docenas de archivos, preparado una bibliografía ingente, ofrecido al lector una extensa lista de dramatis personae y aportado copias de documentos importantes. Para conseguir su objetivo crítico e historiográfico ha citado, y refutado, cientos de contundentes afirmaciones de personas e instituciones que aparecen citadas con sus nombres.

En los párrafos finales de su comentario, el profesor Jackson dice que ha intentado señalar lo que le parecen énfasis ocasionales que distraen de la tarea principal, y que han ocupado mucho espacio porque quería que el lector conociera los juicios del autor más que simplemente las valoraciones que el reseñista hacía de esos juicios, pero que ello no ha de entenderse en absoluto como una evaluación negativa. Nadie, añade, ha rastreado los archivos más exhaustivamente que Viñas, que nadie ha estado más dispuesto que él a compartir información, o se ha mostrado más deseoso de comparar interpretaciones con colegas.

Como conclusión de la reseña, el historiador e hispanista norteamericano manifiesta que esta trilogía publicada por el profesor Viñas se mantendrá como una combinación excepcionalmente rica de historias basadas en archivos y de debates que cuestionan deliberadamente ideas establecidas en la lucha por alcanzar un entendimiento objetivo de la Guerra Civil española.

Desde el momento en que leí el artículo de Gabriel Jackson en "Revista de Libros" pensé que debería traerlo hasta mi blog, no, evidentemente, por lo que yo pudiera decir al respecto, salvo manifestar mi admiración y respeto por tan ilustre historiador, sino por hacerles partícipes a ustedes del placer de su lectura. Mi más sincero agradecimiento al profesor Gabriel Jackson y a la editora de "Revista de Libros" por haberme dado permiso para reproducir su artículo en mi Blog. Es un honor y un enorme placer para mi. HArendt




El profesor Ángel Viñas



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt




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jueves, 12 de marzo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Falsos mitos (Publicada el 1 de septiembre de 2009)




La diosa Clío, musa de la Historia



Hay mitos y mitos. Destruir los falsos mitos, los que se construyen sobre datos erróneos, tergiversados, mal intepretados o lisa y llanamente inventados o prefabricados con alevosía y premeditación, es labor primordial de los historiadores.

Entre mis libros de cabecera hay uno, "Lecciones sobre la filosofía de la historia universal", de G.W.F. Hegel (1770-1831), al que le profeso especial estima. Lo tengo en dos ediciones, una de la Biblioteca Universal-Círculo de Lectores (Madrid, 1996) y otra de Alianza Universidad (Madrid, 1980).

Es en esta última en la que figura un extenso y clarificador prólogo del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955) en el que hay una frase que contrapone la labor del "filósofo" a la del "historiador". No me me resisto a reseñarla: "Tener 'ideas' es cosa para los filósofos. El historiador debe huir de ellas. La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".

Hoy, uno de septiembre, se cumplen 70 años justos de la entrada de los ejércitos alemanes en Polonia, y con ello del inicio de la II Guerra Mundial. El historiador Ángel Viñas dedica hoy en El País a la efemérides un documentado artículo titulado "Un tiempo de sangre y fuego" en el que desmonta algunos falsos mitos, entre ellos, el existente sobre el pacto Stalin-Hitler que para algunos fue el paso previo necesario para la invasión, pero también sobre otros antecedentes que tuvieron como escenario la guerra civil española de 1936-1939. Espero que les resulte interesante. HArendt




1 de septiembre de 1939. Los alemanes invaden Polonia



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sábado, 1 de septiembre de 2012

73 años del inicio de la II Guerra Mundial

Hay mitos y mitos. Destruir los falsos mitos, los que se construyen sobre datos erróneos, tergiversados, mal intepretados o lisa y llanamente inventados o prefabricados con alevosía y premeditación es labor primordial de los historiadores.

Entre mis libros de cabecera hay uno, Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, de G.W.F. Hegel (1770-1831), al que le profeso especial estima. Lo tengo en dos ediciones, una de la Biblioteca Universal-Círculo de Lectores y otra de Alianza Universidad (Madrid, 1980).

Es en esta última en la que figura un extenso y clarificador prólogo del filósofo José Ortega y Gasset (1883-1955) en el que hay una frase que contrapone la labor del "filósofo" a la del "historiador". No me me resisto a reseñarla: "Tener 'ideas' es cosa para los filósofos. El historiador debe huir de ellas. La idea histórica es la certificación de un hecho o la comprensión de su influjo sobre otros hechos. Nada más, nada menos".

Hoy, uno de septiembre, se cumplen 73 años de la entrada de los ejércitos alemanes en Polonia, y con ello del inicio de la II Guerra Mundial. Y hoy hace tres años el historiador Ángel Viñas dedicó a la efeméride en El País un documentado artículo titulado "Un tiempo de sangre y fuego", que reproduzco más adelante, en el que desmontaba algunos falsos mitos, entre ellos, el existente sobre el pacto Stalin-Hitler que para algunos fue el paso previo necesario para la invasión, pero también sobre otros antecedentes que tuvieron como escenario la guerra civil española de 1936-1939.

Esta entrada es una reedición de la publicada en el blog el 1 de septiembre de 2009. Como complemento de la misma pueden ver mañana el vídeo  titulado "Los antecedentes de la II Guerra Mundial". Espero que les resulten interesantes. Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt





El historiador Ángel Viñas




UN TIEMPO DE SANGRE Y FUEGO, por Ángel Viñas
El País, 01-09-2009


Los mitos siguen impidiendo analizar por qué Stalin pactó con Hitler y se inició hace 70 años la II Guerra Mundial. Los republicanos españoles acertaron: lo que pasó aquí fue el preludio de lo que sucedió en Europa.

El 1 de septiembre de 1939 es la fecha convencional del estallido del segundo conflicto mundial cuando las tropas alemanas invadieron Polonia. Y, 48 horas más tarde, Reino Unido y Francia declararon la guerra al Tercer Reich. El mundo en que vivimos es tributario de las repercusiones de la época que entonces dio comienzo.

En términos numéricos la historiografía sobre la II Guerra Mundial ha sobrepasado la generada por uno de los conflictos que le precedieron, el español, pero todavía subsisten autores que disminuyen la relación entre una y otro. Suelen ubicarse entre quienes defienden la racionalidad de la política de apaciguamiento de los dictadores fascistas que impulsó uno de los más desastrosos políticos británicos del siglo XX, Neville Chamberlain, o entre quienes sobreenfatizan el trastocamiento de frentes que se produjo en la escena europea en comparación con la española.

La diferencia sustancial suele ligarse en el último caso al cambio de alineación de la Unión Soviética, que pasó de oponente de la expansión fascista a presunta promotora del pacto Molotov-Ribbentrop del 23 de agosto de 1939. Éste, innegablemente, permitió a Stalin mantenerse al margen de lo que no tardó en caracterizar, de forma mendaz y camelista, como guerra intra-imperialista.

Se trata de una explicación favorecida por los historiadores franquistas y neofranquistas, empeñados en presentar ayer y hoy el conflicto español como una pugna grandiosa contra el comunismo. Tal interpretación se mantuvo del principio al fin y la propagaron policías, soldados, clérigos, periodistas y académicos complacientes. Fue la pieza esencial para defender la contribución de Franco a la defensa del mundo libre durante la guerra fría. Un centinela de Occidente. El primero y más preclaro.

Es labor del historiador sustituir el mito por el dato, la construcción político-ideológica por la reconstrucción documental. En los archivos que han ido abriéndose en los últimos años surgen evidencias que permiten contrastar aquellos planteamientos.

Investigadores ingleses, norteamericanos, alemanes, franceses e italianos, entre otros, han analizado la génesis del pacto Molotov-Ribbentrop. No respondió a un proyecto oculto que el Kremlin hubiese acariciado mientras los españoles se entremataban. Fue el resultado de una valoración muy fría de Stalin en tres circunstancias precisas: a) La profunda suspicacia ante el comportamiento de Chamberlain unida al desencanto por el fracaso del apoyo a la República dada la timidez de las potencias democráticas en generar una respuesta robusta a la expansión fascista. b) La renuencia de Londres y París en llegar a un acuerdo de defensa mutua, nuevo objetivo tras el mero fortalecimiento de la política de seguridad colectiva, hundida después de los acuerdos de Múnich en septiembre de 1938. c) Los intensos esfuerzos nazis de seducción del Kremlin para llegar a un acuerdo, primero en el plano económico y comercial pero desde julio de 1939 también en el plano político y de seguridad.

Dado que sus espías tenían al corriente a Stalin de las reflexiones que iban desarrollándose en Alemania para conseguir su neutralidad ante el ataque contra Polonia, en un rasgo de supremo jugador oportunista optó por aproximarse a Hitler y echar por la borda la estrategia que había seguido durante los cinco años precedentes. La mutación produjo una conmoción inmensa en los partidos comunistas nacionales. Muchos de los españoles no la soportaron. En Francia los comunistas fueron objeto de una colérica persecución, que también afectó a los exiliados republicanos.

El resultado, desde el punto de vista de los inmediatos intereses soviéticos, fue espectacular: dividida la Europa oriental en zonas de influencia respectivas a tenor de lo previsto en dos protocolos secretos (el primero anejo al pacto), los rusos invadieron Polonia y no tardaron en extender su incipiente glacis imperial también a los países bálticos, algo que estos nuevos miembros de la UE no han olvidado. Les costó sudor y lágrimas, eso sí, vencer la tenaz resistencia finlandesa. Al avanzar sus fronteras hacia el oeste, en teoría, aunque no en la práctica, la URSS hubiera debido estar en mejores condiciones para hacer frente a la máquina de guerra nazi. Stalin no las aprovechó. Dos años después la Wehrmacht lo comprobaría.

¿Y desde el punto de vista opuesto? La versión convencional afirma que fue el pacto Molotov-Ribbentrop la clave que hizo posible la agresión alemana y, por ende, el conflicto que el apaciguamiento había tratado de evitar. Sin embargo, la decisión de Hitler de atacar Polonia estaba tomada en firme. El pacto con Stalin cumplió no sólo funciones externas sino también internas. Dos fueron fundamentales: a) Tranquilizar a los sectores todavía no suficientemente nazificados. b) Asegurar el suministro ininterrumpido de materias primas, pues la hambrienta economía alemana no aguantaría sin ellas el ritmo de rearme dado el estrangulamiento exterior. Lo que dio el tono fue que Hitler temía que la ecuación estratégica terminaría tornándose en contra suya si esperaba. Contaba con que las potencias democráticas no hicieran efectiva sus garantías a Polonia, pero incluso cuando fue acumulándose la evidencia de que tal no sería el caso no se echó para atrás.

Quienes tuvieron razón fueron los republicanos españoles. Desde principios de septiembre de 1936, cuando confirmaron que de los triunfos militares de Franco eran partícipes las potencias fascistas, no se cansaron de subrayar que lo que pasaba en España era el preludio de lo que tarde o temprano terminaría ocurriendo en Europa. No era propaganda. Fue una valoración genuinamente sentida por la mayor parte de quienes conocían las realidades internacionales de la época, ya fuesen políticos, funcionarios o dirigentes de partidos. Nunca tuvieron éxito. Como señaló Orwell, los escenarios que la izquierda británica aclaraba en panfletos de tres peniques no penetraron en la conciencia de los decisores últimos de las potencias democráticas y, en particular, de Chamberlain y su guardia pretoriana. Las voces discrepantes, que hubo y muchas, tampoco lograron nada. Ni las dimisiones, a veces sonadas.

El caso francés fue igualmente emblemático. Hace ya años que Duroselle acuñó el concepto de "decadencia" para caracterizar su política exterior y de seguridad. El temor ante y la fascinación por el fascismo corroyeron la capacidad de decisión autónoma, debidamente trabajada por los británicos. Uno de los más nefastos políticos de la época, Georges Bonnet, ilustra hasta qué punto vivir en dependencia se había convertido en el destino de Francia.

Sólo los republicanos, abandonados a su suerte, hicieron ver que la contención del fascismo no era del todo imposible. Cinco meses después de que la época de sangre y fuego individualizada llegara a la inevitable conclusión a que la condujo en España la no intervención, para empezar otra más solapada bajo la Victoria, tocó el turno a franceses y británicos. Sus estrategias fueron un fracaso total. No se doma a un tigre hambriento por el mero hecho de echarle carnaza.

Nada de lo que los historiadores han ido desentrañando ha impedido que continúe la manipulación del pasado. Las conveniencias del presente se imponen en el mundo político e ideológico cuando no mediático. El pacto Molotov-Ribbentrop es un ejemplo. La Guerra Civil española otro. Hay que penetrar en lo que hubo detrás de los hechos y derribar los mitos.

Un historiador británico, Adam Tooze, se ha "cargado" algunos de los relacionados con el Tercer Reich y su conducción de la guerra. No es otro el destino que aguarda a las interpretaciones neo-franquistas sobre el conflicto español. En el plano científico está en juego cómo en el futuro deberá presentarse una historia que sigue manipulándose. En el plano ético el antecedente de los valores democráticos, entonces ahogados con sangre y fuego. Y en el ámbito metapolítico la determinación de cuál sea la experiencia colectiva con que cabe entroncar los orígenes de nuestra democracia. No fue la franquista.






01/09/1939: Tropas alemanas entran en Polonia





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Entrada núm. 1732
"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)
"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

jueves, 9 de diciembre de 2010

Wikileaks (y IV): Las relaciones peligrosas




Julian Assange, detenido en Londres





Ya lo han matado: al mensajero, me refiero; al menos, virtualmente. Pero si pueden lo intentarán de manera real. Tiempo al tiempo, señores, que las democracias tienen muy malas pulgas. No hay más que oír lo que se dice en determinados círculos políticos norteamericanos cercanos al secretario de Defensa.

De todas formas no parece que la entrega de Julian Assange a las autoridades policiales británicas, en espera de su posible extradición a Suecia, haya hecho aminorar la virulencia de los ataques a Wikileaks por parte de los gobiernos occidentales, y especialmente de los Estados Unidos. Tampoco ha cesado la publicación por parte de la prensa de los miles de documentos diplomáticos puestos al descubierto por su organización.

Ya he expresado anteriormente mis dudas sobre el límite, si es que existe, a la libertad de expresión. Quizá por eso tampoco he dudado en sumarme a la campaña que organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Avaaz, ha puesto en marcha en defensa de Assange y del derecho de los ciudadanos a conocer lo que se cuece verdaderamente en las cocinas selladas por los rótulos de "Seguridad nacional" o "Secreto de Estado". Les animo a sumarse a ella firmando esta petición.  

En los últimos días se han publicado en El País algunos artículos de opinión sobre las revelaciones de Wikileaks que me han parecido más que interesantes. Por orden cronológico cito en primer lugar el del profesor de Ciencias Políticas de la UNED y miembro del consejo editorial de la revista  "Foreign Policy" (en español), José Ignacio Torreblanca. Lo titula "La gran filtración. Washington al desnudo", Publicado el pasado día 2 de diciembre, la tesis implícita en el mismo ya es conocida desde los tiempos de la Grecia clásica: en política internacional no hay amigos ni aliados, sino intereses. Y el profesor Torreblanca la ilustra con dos frases muy cínicas, pero reales. La más añeja, del canciller Bismarck: "Los ciudadanos quieren comer salchichas pero no saber como se hacen". La segunda, mucho más actual, del secretario de Defensa estadounidense,  Robert Gates: "Los gobiernos del mundo no tratan con nosotros porque que les gustemos, ni tampoco porque confíen en nosotros; ni siquiera porque crean que somos capaces de guardar un secreto. Unos gobiernos, continúa Gates, tratan con nosotros porque nos temen, otros porque nos respetan, pero la mayoría lo hace porque nos necesitan". Punto pelota, que dicen los castizos.

Por eso de las asociaciones de ideas, que en mi caso resultan -a veces, sólo a veces- de lo más disparatadas, la lectura del artículo me hizo pensar en la estupenda novela epistolar escrita por Pierre Chardelos de Laclos en 1782: "Las amistades peligrosas" (Cátedra, Madrid, 1989), magistralmente llevada al cine por Stephen Frears en 1988. El verdadero título de la novela de Chardelos de Laclos es el de "Las relaciones peligrosas": una historia de dominación y sometimiento, de relaciones desiguales basadas en la poder, es decir, lo mismo que están revelando los documentos de Wikileaks acerca del verdadero carácter asimétrico de las "relaciones internacionales" y que tan descarnádamente pone sobre el mantel el secretario Gates.

El segundo artículo que me permito recomendarles es del escritor y periodista, codirector de la revista Claves de Razón Práctica, Javier Pradera. Se titula "El revés de la trama", y se publicó en El País, el pasado día 5. En él, Pradera defiende sin ambages el derecho a la libertad de información y a la filtración llevada a cabo por Wkileaks, justificándola por  "la creciente tendencia de los centros de decisión a ocultar las motivaciones de sus titulares para elegir entre distintas opciones y a fingir razones de interés general para cubrir objetivos particularistas exige sacar a la luz el revés de esas tramas opacas"

Ese mismo día 5 aparece también en El País un artículo del catedrático de economía, historiador y profesor de la Escuela Diplomática, Ángel Viñas, con el título de "Informe urgente sobre Wikileaks". El profesor Viñas, tras ponerse -dada su condición de diplomático- en el papel ficticio de tener que responsabilizarse de la elaboración de un informe "diplomático" sobre la filtración, estima, concluyente, que los autores de la misma se equivocan si piensan que con ello puedan lograr efectos duraderos: "Los norteamericanos cerrarán las posibilidades de leakage, dice, modificarán a cualquier coste sus sistemas de control y continuarán trabajando como si tal cosa. Desde el punto de vista de la opinión pública tendría, probablemente, mayor impacto la filtración de las prácticas de los bancos y especuladores norteamericanos. Esto contribuiría a deslegitimar la creencia en las bondades de los resultados óptimos del comportamiento lo más ampliamente desregulado posible de los actores financieros. Según noticias de prensa, concluye, parece ser que Wikileaks piensa orientarse en tal dirección". Interesante conclusión, añado yo; esperemos que Wikileaks se atreva a llevarla a cabo.

De casi idéntico parecer -con matices diferenciadores- es también el artículo de ese mismo día 5,  de nuevo en El País, del escritor y periodista Moisés Naím, editor-jefe de la revista Foreing Policy, con el título de "Wikileaks: el consenso equivocado". Como el profesor Viñas, sólo que en un tono mucho más austero y concreto, numerando sus conclusiones, entiende que las revelaciones llevadas a cabo por Wikileaks no sólo no dañan la imagen de Estados Unidos, sino que su diplomacia sale reforzada; que lo que se sabe hasta el momento de Julian Assange y Wikileaks no constituye, precisamente, algo como para conceder mucho crédito a la teoría de la conspiración por parte de la CIA o el Mosad que algunos pretenden vender; que ningún país se puede dar el lujo de ver truncadas sus vías de comunicación diplomática con Estados Unidos (recuérdese lo comentado por el secretario de Defensa norteamericano que citaba el profesor Torreblanca), y por último, que "la absoluta transparencia gubernamental no es lo mejor para la sociedad, porque las democracias son más vulnerables a la presión en este sentido que las dictaduras, y esta asimetría lleva a que, en la arena internacional, las democracias se ven obligadas a competir en desventaja con las tiranías, los terroristas y redes criminales que son sociedades secretas, y que forzar a los Gobiernos a revelarlo todo, puede conducir a que, sin quererlo, le hagamos más fácil la vida a los tiranos". Como ven, por opiniones, que no quede. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Robert Gates, secretario de Defensa de los Estados Unidos 







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