Julian Assange, detenido en Londres
Ya lo han matado: al mensajero, me refiero; al menos, virtualmente. Pero si pueden lo intentarán de manera real. Tiempo al tiempo, señores, que las democracias tienen muy malas pulgas. No hay más que oír lo que se dice en determinados círculos políticos norteamericanos cercanos al secretario de Defensa.
De todas formas no parece que la entrega de Julian Assange a las autoridades policiales británicas, en espera de su posible extradición a Suecia, haya hecho aminorar la virulencia de los ataques a Wikileaks por parte de los gobiernos occidentales, y especialmente de los Estados Unidos. Tampoco ha cesado la publicación por parte de la prensa de los miles de documentos diplomáticos puestos al descubierto por su organización.
Ya he expresado anteriormente mis dudas sobre el límite, si es que existe, a la libertad de expresión. Quizá por eso tampoco he dudado en sumarme a la campaña que organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Avaaz, ha puesto en marcha en defensa de Assange y del derecho de los ciudadanos a conocer lo que se cuece verdaderamente en las cocinas selladas por los rótulos de "Seguridad nacional" o "Secreto de Estado". Les animo a sumarse a ella firmando esta petición.
En los últimos días se han publicado en El País algunos artículos de opinión sobre las revelaciones de Wikileaks que me han parecido más que interesantes. Por orden cronológico cito en primer lugar el del profesor de Ciencias Políticas de la UNED y miembro del consejo editorial de la revista "Foreign Policy" (en español), José Ignacio Torreblanca. Lo titula "La gran filtración. Washington al desnudo", Publicado el pasado día 2 de diciembre, la tesis implícita en el mismo ya es conocida desde los tiempos de la Grecia clásica: en política internacional no hay amigos ni aliados, sino intereses. Y el profesor Torreblanca la ilustra con dos frases muy cínicas, pero reales. La más añeja, del canciller Bismarck: "Los ciudadanos quieren comer salchichas pero no saber como se hacen". La segunda, mucho más actual, del secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates: "Los gobiernos del mundo no tratan con nosotros porque que les gustemos, ni tampoco porque confíen en nosotros; ni siquiera porque crean que somos capaces de guardar un secreto. Unos gobiernos, continúa Gates, tratan con nosotros porque nos temen, otros porque nos respetan, pero la mayoría lo hace porque nos necesitan". Punto pelota, que dicen los castizos.
Por eso de las asociaciones de ideas, que en mi caso resultan -a veces, sólo a veces- de lo más disparatadas, la lectura del artículo me hizo pensar en la estupenda novela epistolar escrita por Pierre Chardelos de Laclos en 1782: "Las amistades peligrosas" (Cátedra, Madrid, 1989), magistralmente llevada al cine por Stephen Frears en 1988. El verdadero título de la novela de Chardelos de Laclos es el de "Las relaciones peligrosas": una historia de dominación y sometimiento, de relaciones desiguales basadas en la poder, es decir, lo mismo que están revelando los documentos de Wikileaks acerca del verdadero carácter asimétrico de las "relaciones internacionales" y que tan descarnádamente pone sobre el mantel el secretario Gates.
El segundo artículo que me permito recomendarles es del escritor y periodista, codirector de la revista Claves de Razón Práctica, Javier Pradera. Se titula "El revés de la trama", y se publicó en El País, el pasado día 5. En él, Pradera defiende sin ambages el derecho a la libertad de información y a la filtración llevada a cabo por Wkileaks, justificándola por "la creciente tendencia de los centros de decisión a ocultar las motivaciones de sus titulares para elegir entre distintas opciones y a fingir razones de interés general para cubrir objetivos particularistas exige sacar a la luz el revés de esas tramas opacas"
Ese mismo día 5 aparece también en El País un artículo del catedrático de economía, historiador y profesor de la Escuela Diplomática, Ángel Viñas, con el título de "Informe urgente sobre Wikileaks". El profesor Viñas, tras ponerse -dada su condición de diplomático- en el papel ficticio de tener que responsabilizarse de la elaboración de un informe "diplomático" sobre la filtración, estima, concluyente, que los autores de la misma se equivocan si piensan que con ello puedan lograr efectos duraderos: "Los norteamericanos cerrarán las posibilidades de leakage, dice, modificarán a cualquier coste sus sistemas de control y continuarán trabajando como si tal cosa. Desde el punto de vista de la opinión pública tendría, probablemente, mayor impacto la filtración de las prácticas de los bancos y especuladores norteamericanos. Esto contribuiría a deslegitimar la creencia en las bondades de los resultados óptimos del comportamiento lo más ampliamente desregulado posible de los actores financieros. Según noticias de prensa, concluye, parece ser que Wikileaks piensa orientarse en tal dirección". Interesante conclusión, añado yo; esperemos que Wikileaks se atreva a llevarla a cabo.
De casi idéntico parecer -con matices diferenciadores- es también el artículo de ese mismo día 5, de nuevo en El País, del escritor y periodista Moisés Naím, editor-jefe de la revista Foreing Policy, con el título de "Wikileaks: el consenso equivocado". Como el profesor Viñas, sólo que en un tono mucho más austero y concreto, numerando sus conclusiones, entiende que las revelaciones llevadas a cabo por Wikileaks no sólo no dañan la imagen de Estados Unidos, sino que su diplomacia sale reforzada; que lo que se sabe hasta el momento de Julian Assange y Wikileaks no constituye, precisamente, algo como para conceder mucho crédito a la teoría de la conspiración por parte de la CIA o el Mosad que algunos pretenden vender; que ningún país se puede dar el lujo de ver truncadas sus vías de comunicación diplomática con Estados Unidos (recuérdese lo comentado por el secretario de Defensa norteamericano que citaba el profesor Torreblanca), y por último, que "la absoluta transparencia gubernamental no es lo mejor para la sociedad, porque las democracias son más vulnerables a la presión en este sentido que las dictaduras, y esta asimetría lleva a que, en la arena internacional, las democracias se ven obligadas a competir en desventaja con las tiranías, los terroristas y redes criminales que son sociedades secretas, y que forzar a los Gobiernos a revelarlo todo, puede conducir a que, sin quererlo, le hagamos más fácil la vida a los tiranos". Como ven, por opiniones, que no quede. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Robert Gates, secretario de Defensa de los Estados Unidos
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Entrada núm. 1331 -
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