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jueves, 26 de marzo de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] ¿Por qué dormía Europa? (Publicada el 22 de septiembre de 2009)






En el verano de 1940, cuando hacía justamente nueve meses que había estallado la guerra en Europa, un joven y brillante estudiante de la Universidad de Harvard leía su tesis de graduación en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales. Se titulaba "Appeasement in Munich", y analizaba en ella las razones que llevaron al gobierno británico a una suicida política de contemporización y apaciguamiento a toda costa con el cada vez más creciente belicismo de Hitler, y a firmar con él los vergonzantes acuerdos de Munich que darían rienda suelta al expansionismo nazi. Obtiene la calificación de "Sobresaliente Cum Laude" y un mes después se publica como libro con el título de "Por qué dormía Inglaterra", convirtiéndose en un auténtico "superventas" que gana el prestigioso Premio Pulitzer de ese mismo año. Veinte años más tarde, ese joven estudiante, John F. Kennedy, sería elegido presidente de los Estados Unidos de América.

"Por qué dormia Inglaterra" se publica en España por la editorial barcelonesa Plaza &.Janés en 1965, supongo que a raíz de la conmoción mundial que produce el asesinato del presidente Kennedy. Yo la leo ese mismo año en una edición de bolsillo que aún conservo y que, casualmente, ojeaba hace unos días. Ya he dejado constancia en este blog de mi juvenil apasionamiento por la figura de Kennedy. Su trágica muerte dio lugar a uno de los días que más imborrable impresión han dejado en mi vida, y que puedo relatar minuto a minuto con exactitud. Su lectura me emociono. Lo leí con fervor y apasionamiento y, en cierto modo, encaminó mi recién iniciada vida académica hacia la Historia y la Ciencia Política.

No tengo muy claro que tipo de asociación de ideas me ha llevado a recordar el libro citado, ¿quizá su título?, al leer el artículo que en el diario "El País" de ayer publicaba el profesor de Ciencias Políticas de la UNED, José Ignacio Torreblanca, titulado "Completar Europa". ¿Quizá el dramático llamamiento que formula en el mismo a enderezar el tortuoso momento que vive la Unión Europea y que la reelección de Durao Barroso como presidente de la Comisión no ayuda, precisamente, a despejar? Pudiera ser, aunque también pudiera haberlo provocado la apelación final del articulista a que los europeos, con Barroso a la cabeza, completemos de una vez por todas el mapa de la Unión y luchemos por consolidarla en el concierto mundial.

La verdad es que no me gustaría que ninguno de mis nietos obtuviera su grado académico dentro de veinte años con una tesis que se preguntara y explicara "¿Por qué dormía Europa?"... Precisamente, cuando más necesitábamos de ella. HArendt




John F. Kennedy



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 30 de marzo de 2019

[A VUELAPLUMA] Los votantes huérfanos del PSOE





Los votantes huérfanos del PSOE son fantasmas desorientados, atrapados, como en las películas del género, en otra dimensión, dice de ellos, de nosotros, José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). 

Por el día observan desde el otro lado de la puerta las vicisitudes de los dueños de la mansión, comienza escribiendo Torreblanca. Y por la noche dan golpes en las puertas, baten las ventanas y hacen crujir los suelos para llamar la atención de los habitantes de la casa. Pero sus quejidos son ignorados ("no hay que dar importancia a los ruidos", dicen los gerifaltes, "saldremos adelante").

Son los votantes huérfanos del PSOE, los de toda la vida, los del centroizquierda moderado, los progresistas sin estridencias, los pragmáticos que abjuran de los radicalismos y las exageraciones ideológicas, los que prefieren que su partido haga mucho y diga poco a que diga mucho y haga poco. No tienen problemas con la Constitución del 78 y se sienten moderadamente patriotas, más por orgullo por lo logrado por este país en los últimos 40 años que por un fervor identitario y esencialista. Querrían una discusión pública racional sobre educación, pensiones, sanidad, sí, pero rechazan que se les hurte un debate territorial en el que tendrían mucho que decir.

Porque, a su manera, e incluso con más justificación que la derecha, se sienten traicionados por los nacionalistas. Pensaban que estaban haciendo un gran país que superara sus diferencias históricas y que articulara (por fin), una nación cívica compatible con la integración en Europa (por fin) y con el reconocimiento de la pluralidad de identificaciones nacionales (por fin). Pero en los últimos años han descubierto que aquello era una ficción: que algunos aprovecharon para construir una identidad nacional sobre la que asentar una demanda de estatalidad que dividiera y enfrentara a la ciudadanía. Y se sienten tan decepcionados por la doblez de sus aliados de la Transición como humillados por tener que soportar que, para colmo, la culpa es suya por, al parecer, ser una mera reencarnación del autoritarismo franquista contra el que muchos se dejaron la piel.

A los votantes fantasma del PSOE les espanta Vox, les preocupa el giro a la derecha del PP y temen que Ciudadanos cierre las puertas a una reconstrucción de un centro político tan necesario como, al parecer, por ahora imposible. Pero tanto como temen un tripartito entre Vox, el PP y Ciudadanos que agudizaría la polarización y generaría una enorme tensión social (incluso riesgos de retroceso en derechos adquiridos), les provoca escalofríos que su PSOE de toda la vida pudiera, justo en el momento en el que Podemos está finiquitado, conformar un Gobierno de coalición que diera una Vicepresidencia y ministerios clave a Iglesias, Montero y los suyos, amén de predisponerse sobre la base de silencios, omisiones y sobreentendidos a ganarse los votos de los independentistas. En su retina está fijada la escalofriante rueda de prensa coral de Iglesias en enero de 2016 reclamando la Vicepresidencia, el CNI y el BOE. Como lo está el no de Podemos a la primera investidura de Pedro Sánchez, porque fue ese no el que verdaderamente llevó a Rajoy a La Moncloa.

Los votantes fantasma del PSOE penan todos los días por los diales de las radios, los editoriales de su periódico de referencia y las parrillas de las televisiones buscando una señal tranquilizadora, una brizna de esperanza, un atisbo de firmeza. A veces imaginan a su líder proclamando solemnemente: "nunca aceptaré los votos de los independentistas para seguir en La Moncloa". Pero, acto seguido, se despiertan sobresaltados en la oscuridad para descubrir que todo ha sido un sueño. Y, a la mañana siguiente, vuelven a comprobar que el discurso de campaña de su partido está más centrado en cavar trincheras y alimentar una política de bloques contra la derecha que está enfrente que en confrontar a la izquierda radical y el independentismo que queda detrás de sus líneas que, sin duda, no dudará en apuñalar a su partido por la espalda a la menor ocasión.

Otras veces, los votantes fantasma dejar volar su imaginación y, como quien adivina formas de animales en las nubes, fabulan sobre lo que pasaría si dentro del PSOE existiera una alternativa, una mínima disidencia, aún sin fuerza, que por débil que fuera sirviera para dejar testimonio de que no todo el mundo se entregó al oportunismo, de que no todo el mundo prefirió el poder a toda costa, que hubo quien prefirió perder hoy para ganar mañana que ganar hoy para perder mañana. A los votantes fantasma del PSOE les desespera el conformismo de los barones territoriales y de los supuestos disidentes, que rehúyen la confrontación con una política que saben equivocada a cambio de salvaguardar sus cuotas de poder autonómico, municipal y personal. Recuerdan con nostalgia aquellos años en los que el PSOE era un partido vibrante, en los que el secretario general, lejos de controlar el partido, tenía que soportarlo, un partido con grandes figuras de referencia, corrientes internas que expresaban una sana disidencia y un aparato orgánico que intentaba impulsar y controlar la acción de Gobierno. Pero hoy, los votantes fantasma del PSOE echan de menos a alguien que, sin temer las consecuencias inmediatas sobre su futuro político, pusiera pie en pared e hiciera un discurso, modesto pero firme, que al menos enseñara a votantes y militantes la existencia de una alternativa, de otro camino. Sin duda sería derrotado, pero habría sembrado la semilla de una futura reconstrucción.

Por desgracia, del pasado solo queda nostalgia, acompañada, eso sí, del reconocimiento del cúmulo de errores cometidos por el PSOE en la incompetente gestión de la sucesión de Zapatero, incluido el feroz aplastamiento de Eduardo Madina sirviéndose de Pedro Sánchez y la paradójica victoria del que primero fue candidato del aparato para luego presentarse como inmaculado candidato de las bases. De aquellos tejemanejes del aparto y comités federales delirantes queda hoy un PSOE arrasado orgánicamente, sin referencias intelectuales ni pesos ni contrapesos internos. Un partido que ha enterrado sus instituciones e historia organizativa e importado las prácticas caudillistas y de hiperliderazgo de aquellos populistas a los que quería combatir.

Pero ante todo, y de forma más preocupante, queda un partido sin pulso orgánico ni capacidad de debate interno en la principal cuestión que preocupa a los votantes de este país: la cuestión catalana. Porque, tras un comportamiento ejemplar en esa crisis, conduciéndose como un leal socio con visión de Estado a lo largo del otoño de 2017, el PSOE cayó en la tentación de apoyarse en los votos de los independentistas para llegar al poder. Y, aunque en un primer momento pudiera afirmar que los recibió sin contrapartidas, desde el instante en el que decidió continuar en el poder en lugar de convocar elecciones, se obligó a contemporizar con el independentismo: de ahí las propuestas de libertad provisional para los acusados del procés; las rebajas en la calificación de los delitos por parte de la abogacía del Estado; las especulaciones sobre futuros indultos; la búsqueda de fórmulas negociadoras basadas en extraños relatores; la tolerancia con la reapertura de la red de Embajadas en el exterior; la dejación de funciones respecto al abuso que de la educación y los espacios públicos e institucionales hace la Generalitat. Cierto que de ello quedó finalmente poco en términos prácticos. Pero sembró en el votante socialista la percepción, alimentada por las reuniones entre Pablo Iglesias y Oriol Junqueras en la cárcel de Lledoners, de que después de unas elecciones, Sánchez estaría más que dispuesto a formalizar, ahora sí, esa coalición con Podemos y con los apoyos (visibles o subterráneos) de los independentistas.

Así que el 28 de abril, el votante fantasma del PSOE arrastrará sus pesadas cadenas hasta las urnas para decidir cómo se debe gobernar este país: si con el PSOE apoyado por Podemos y los independentistas o por el PP en coalición con Ciudadanos y el apoyo de Vox. ¿De verdad no hay nadie que pueda aliviar a los socialistas de esa pesada carga y dejarles votar en paz por su partido de toda la vida?



Dibujo de LPO



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



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viernes, 6 de octubre de 2017

[A vuelapluma] Puigdemont y Rajoy, amortizados





Sea cual sea el resultado final de esta crisis social, política e institucional que estamos viviendo en España, y que un servidor de ustedes espera que se resuelva con los menores daños posibles para los catalanes y el resto de los españoles, no lo será desde luego por el valioso concurso que a ello hayan aportado los señores Puigdemont y Rajoy. Del primero no voy a decir nada porque es el principal responsable de esta crisis. Del segundo, cuya competencia es manifiestamente mejorable, resulta difícil entender como ha sido posible que llegara a presidente del gobierno de España. Claro está que si Donald Trump ha llegado a presidente de los Estados Unidos cualquier "cosa" es posible...

De "fusible", califica el profesor de la Facultad de Ciencias Políticas de la UNED, José Ignacio Torreblanca, a Mariano Rajoy. Nunca nadie pidió tanto apoyo para hacer tan poco, tan tarde ni tan mal, dice de él. Y lamento tener que reconocer que es una opinión que comparto al completo.

Un fusible es “un componente eléctrico hecho de un material conductor, generalmente estaño, que tiene un punto de fusión muy bajo y se coloca en un punto del circuito eléctrico para interrumpir la corriente cuando esta es excesiva”. “El fusible”, se nos explica, “se recalienta y se rompe (salta) y actúa como mecanismo de seguridad de toda la instalación”, comienza diciendo José Ignacio Torreblanca.

Eso es justo lo que nos ha faltado y falta en la crisis catalana. Nuestro sistema democrático ha ido recibiendo sobrecarga tras sobrecarga sin que saltara ningún mecanismo de seguridad: ni de diálogo cuando era posible ni de firmeza cuando era necesaria. La responsabilidad principal es, sin duda, de aquellos que han decidido introducir en el sistema democrático tensiones de un voltaje más alto del que este está preparado para soportar. El populismo, el nacionalismo, la apelación a la democracia directa, el vaciamiento de las instituciones, la excitación de sentimientos de odio y humillación, la reivindicación de la calle y la desobediencia como instrumentos de cambio político, el desprecio a las más elementales normas de convivencia, legales pero también cívicas, no tienen fácil cabida en un sistema eléctrico diseñado para el día a día de pagar las pensiones, construir carreteras, educar a los niños y curar las enfermedades de ciudadanos normales.

Pero la responsabilidad final es del vigilante del sistema, un señor que presume de anodino pero en cuyas manos, como jefe de Gobierno, los ciudadanos han depositado la responsabilidad de administrar el sistema eléctrico, esto es, la democracia. Rajoy ha asistido impávido durante años al desbordamiento de la tensión. Todas sus previsiones han resultado fallidas: los independentistas se dividirían, no iba a haber referéndum, los Mossos iban a colaborar, no habría declaración de independencia. Y todas sus actuaciones fracasadas en términos de eficacia pero también de comunicación, interior y exterior. Nunca ha tenido un plan, ni parece tenerlo ahora, más allá de trasladar los costes a otros y evitar su desgaste. Desde el Rey hasta la Fiscalía pasando por la Policía, Guardia Civil o los jueces, todas las instituciones del Estado han sufrido las descargas de alta tensión que él no ha querido asumir. Nunca nadie pidió tanto apoyo para hacer tan poco, tan tarde ni tan mal, concluye su artículo.

Y un servidor, en plan arbitrista, como voz que clama en el desierto, se atrevería a lanzar una sugerencia: Una vez encauzada la crisis, porque resolverse tardará aún un tiempo en resolverse, ¿sería posible un mínimo de responsabilidad por parte de los partidos constitucionalistas nacionales, es decir PSOE-PP-Cs (los cito por orden de antigüedad histórica y no por afinidad de ningún tipo), formaran un gobierno de unidad nacional paritario presidido por una personalidad independiente y claramente comprometida con los valores democráticos [¿qué tal un Emilio Lledó -perdóneme, don Emilio, por el atrevimiento] que promoviera una reforma constitucional consensuada y una vez aprobada por las Cortes convocara elecciones generales?



Mariano Rajoy y Carles Puigdemont



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos.  HArendt




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sábado, 9 de septiembre de 2017

[A vuelapluma] El fracaso de los nacionalismos





El nacionalismo castellano, el vasco y el catalán han intentado sucesivamente imponer sus identidades y excluir a los disidentes. Su fracaso, víctima de sus excesos, permite vislumbrar una España abierta a la vez que plural, comenta José Ignacio Torreblanca, Director en Madrid e Investigador Principal del European Council on Foreing Relations y profesor titular de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED).

Los españoles han sufrido tres nacionalismos, comienza diciendo. Dos de ellos, el castellano y el vasco, ya han fracasado. El tercero, el catalán, lo está haciendo a la vista de todos. A pesar de que sus portadores consideren sus diferencias irreconciliables, lo cierto es que los tres han cometido errores y excesos muy similares: aupados en relatos históricos artificiales o deformados, en manos de sus elementos más fanatizados, ante la inexistencia de frenos eficaces en la sociedad civil y valiéndose de la instrumentalización de las instituciones en apoyo de sus fines, han construido proyectos supremacistas basados en una pretendida superioridad cultural y moral. El resultado ha sido intolerancia con la diversidad, acoso a la pluralidad, exclusión de los diferentes y, en distintos grados, coacción y violencia contra los disidentes.

El primero es un viejo conocido. El nacional-catolicismo, convertido en ideología oficial del franquismo, intentó la asimilación cultural, lingüística e ideológica de los españoles. Para ello se valió de un relato histórico-imperial sobre la grandeza de la nación; de una identidad primordial, la castellana, que asimiló a la española, expulsando a otras posibles identificaciones; unas instituciones políticas y culturales autoritarias y represivas; y de una lengua, el castellano, que intentó imponer como única. En su apogeo, suprimió las instituciones históricas de vascos y catalanes, prohibió y persiguió sus lenguas y consideró como inferiores a los que ostentaban otras identidades.

Por fortuna, el empeño de construir España desde el nacionalismo castellano fracasó. Y aunque los rescoldos de ese nacionalismo se aviven ocasionalmente y se hagan sentir en la negación que la extrema derecha y sus seguidores mediáticos hacen de la pluralidad de lenguas e identificaciones que constituye España, la mayoría de los castellanoparlantes parecen estar vacunados contra el nacional-catolicismo, han abrazado la nación política democrática y descentralizada consagrada en la Constitución del 78 y sustituido o diluido el etnicismo castellano por un sano europeísmo con el cual también se sienten identificados tanto política como culturalmente.

El segundo de los nacionalismos españoles, el vasco, también se encuentra en fase de sano repliegue. Aunque su demanda de recuperación de los derechos, instituciones, autogobierno y lengua suprimidos por el franquismo estaba más que legitimada histórica, cultural y políticamente, el nacionalismo vasco fue usurpado por la confluencia de dos fuerzas que lo hicieron degenerar hasta convertirlo en una ideología excluyente y chovinista. Por un lado, su legitimidad se vio erosionada por el supremacismo racista subyacente en los postulados de Sabino Arana, del que emanaba un desprecio hacia los otros pueblos de España y un complejo de superioridad moral y cultural que en poco se diferenciaba del nacional-catolicismo franquista. Por otro, y de forma más grave, el nacionalismo vasco quedó tocado moralmente por la justificación del terrorismo que la izquierda abertzale derivó de la fusión de nacionalismo y marxismo-leninismo revolucionario. Convertido en un pretendido movimiento de liberación nacional que se valía de la violencia terrorista y el asesinato político, esa degeneración nacionalista, por suerte superada hoy, logró la cruel paradoja de convertir esa versión extrema del nacionalismo vasco en una amenaza para la democracia, vida y libertades de los españoles. De ahí el repliegue hacia posiciones que, hoy, sin renunciar a la independencia como objetivo político, rechazan la violencia como medio para la consecución de un Estado vasco y aceptan el método democrático como única fuente legitimadora de la acción política.

Nuestro tercer nacionalismo español, el catalán, tampoco es ajeno a esta dinámica de auge y caída. Forjado sobre un relato histórico que ensalza la trayectoria de un pueblo noble y sabio a la vez que trabajador y honrado, dotado de una supuesta tradición democrática anclada en el medioevo pero suprimida a sangre y fuego, y amante de la libertad y el autogobierno, el nacionalismo catalán ha estado a punto de construir el nacionalismo perfecto. Y no solo por razones sentimentales, sino de eficacia: el éxito económico catalán se ha sumado a la generosa y ejemplar labor de integración cultural y lingüística de los inmigrantes, que lejos de diluir la identidad catalana la ha reforzado. Pocas identidades nacionales han sido tan abiertas e incluyentes y a la vez tan exitosas a la hora de construir un modelo de integración.

Ese éxito sin paliativos ha desencadenado una tentación ruinosa: la de víctima de la soberbia, jugarse la convivencia y el éxito económico para dotarse de un Estado propio sobre el que construir, por fin, una nación política. Y ahí es donde el nacionalismo catalán se ha resquebrajado. Como ocurrió con los otros dos nacionalismos, algunos han concluido que el fin superior de culminar el proyecto nacional justificaba retorcer los medios para lograrlo. Y pertrechados de la certeza de la superioridad moral de su causa están destruyendo o dispuestos a destruir todo lo bueno y sano que ese nacionalismo había alumbrado, poniendo en entredicho una convivencia ejemplar, sembrando la división entre catalanes buenos y malos y de primera y de segunda, instrumentalizando las instituciones, convirtiendo la lengua de todos en una lengua nacional, subvirtiendo la pluralidad de los medios públicos y aceptando como natural un discurso supremacista de tintes etnicistas y racistas (los españoles, vagos, atrasados y fascistas, nos roban y oprimen).

Pareciera que del ruido y furia del desafío secesionista se dedujera la inminencia del triunfo de su proyecto. Pero el fracaso del nacionalismo catalán es ya evidente. Igual que sus predecesores castellano y vasco, se han situado en una coyuntura en la que el deseo de culminar el proyecto nacional con un Estado propio lleva a anteponer independencia a democracia y pensar que el fin, moralmente superior, justifica medios ilegales y antidemocráticos. Como los otros nacionalismos, ni vencerá ni convencerá. Y una vez constate su fracaso, se replegará —esperemos— hacia posiciones compatibles con la democracia y la convivencia.

Concluyamos con optimismo que este triple fracaso, forjado sobre los excesos de cada nacionalismo, es una buena noticia, ya que permite vislumbrar la resolución de un problema histórico —la pugna entre diferentes proyectos nacionales dentro del país— y la consecución, por fin, de una nación política plenamente compatible con la diversidad de identidades. Quizá no hayamos caído en la posibilidad de que el triunfo del proyecto de construir una España plural en la que quepamos todos con nuestras identidades, lenguas y tradiciones culturales requiera del fracaso sucesivo de los tres nacionalismos españoles. Una España resultado de la domesticación de tres nacionalismos seguramente será más habitable que la que hemos conocido históricamente, incluso puede que refleje de forma más sincera y verdadera la auténtica identidad de España como un país plural. Demos pues la bienvenida a nuestros amigos al grupo de los nacionalismos fracasados. Si la Europa comunitaria se ha creado sobre el fracaso de sus nacionalismos, ¿por qué España no?, concluye diciendo el profesor Torreblanca.



Dibujo de Eva Vázquez para El País


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jueves, 3 de septiembre de 2015

[A vuelapluma] "Si Europa fuera un país..."








"El relato de la inacción europea es tan gráfico como las imágenes de los refugiados que llenan los informativos. A la tragedia de los ahogados o asfixiados se une la determinación de las familias que estos días cruzan Europa a pie con lo puesto, en durísimas condiciones. Esos padres que pasan a sus hijos por debajo de las alambradas son los que nos dicen lo que Europa significa hoy: el espacio de paz, libertad y seguridad al que aspiran millones de seres humanos. Pero en vez de escuchar ese mensaje con orgullo, nos tomamos esa aspiración como una amenaza. En lugar de aprovechar esta oportunidad para hacer Europa más fuerte, la debilitamos con patéticas divisiones internas, sembramos la duda entre la ciudadanía y damos alas a los xenófobos que quieren menos Europa, más fronteras nacionales y menos extranjeros.

Se ha dicho ya casi todo sobre la miopía y racanería de muchos Gobiernos europeos. Y también parece estrecharse el caudal de las ideas sobre qué hacer al respecto. A este paso, la crisis migratoria acabará en el lugar donde se relegan las cosas sobre las que no queremos hacer nada al respecto: en la categoría de “tragedia”. Pero ante la tentación de tirar la toalla y concluir que el problema no tiene solución hay siempre un remedio infalible: cambiar la perspectiva desde la que nos aproximamos a ese problema.

Imaginemos por solo un momento que Europa fuera un país. En esa Europa, el Gobierno habría convocado al Parlamento para solicitar fondos extraordinarios y aprobar medidas de urgencia. Sus policías de fronteras y guardacostas estarían rescatando a los inmigrantes en peligro. Sus Fuerzas Armadas estarían levantando campamentos en Grecia y Hungría en los que acoger a los refugiados, organizar su reunificación familiar y tramitar sus solicitudes de asilo. Sus servicios consulares estarían tramitando los salvoconductos necesarios para que los refugiados no tuvieran que arriesgar su vida en manos de mafias criminales. Y sus diplomáticos estarían movilizándose en Naciones Unidas y presionando a Rusia para que forzara al régimen de Asad a detener la guerra y abrir negociaciones de paz. Imaginar un presente distinto es la única manera de construir un futuro mejor". 

Las palabras anteriores han sido escritas por José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencias Políticas en la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia), mi Universidad, y publicadas en el diario El País de ayer. Y han tenido una enorme difusión en las redes sociales en español. Yo no me atrevo a comentarlas ni tampoco hacer apelaciones sentimentales ante una tragedia humanitaria como esta. Es precisamente ahora cuando hay que apelar a la razón tanto o más que a los sentimientos y ponerse manos a la obra. Ya no es hora de palabras sino de hechos. Y si Europa no es capaz de responder con hechos es que "esta Europa" no merece la pena. "Esta Europa", no otra Europa que hay que comenzar a construir desde ya. Europa, la Unión Europea, tiene que reaccionar; no puede seguir mirándose su opulento ombligo mientras esta inmensa tragedia humanitaria se desarrolla a sus puertas. Y si los gobiernos nacionales son incapaces de hacerlo, que el Parlamento europeo, el parlamento de todos nosotros, los censure, los avergüence y los estigmatice.

Complemento a lo dicho por el profesor Torreblanca es lo expresado por el escritor y premio Nobel de literatura, Mario Vargas Llosa, en su artículo en El País titulado "Niño muerto en la playa". Les recomiendo encarecidamente su lectura.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 





Viñeta de El Roto en El País




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martes, 14 de julio de 2015

[Humor & digresión] El fracaso de Tsipras y la humillación de Grecia



Viñeta de El Roto (El País)



No cejan los calores de este tórrido verano que nos asola. Ni siquiera en esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a la que los expertos acaban de designar como la segunda ciudad del mundo con mejor clima. Y eso a pesar de la "panza de burro" y los alisios, una auténtica bendición de Dios que muchos palmenses no acaban de aceptar. A pesar de esos calores y de la gravedad de la situación política, un poco de humor, el justo para pasar el susto del día, junto a una pequeña digresión sobre los acontecimientos de actualidad, no parece tarea imposible de acometer. Todo ello sin mayores pretensiones y aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social, y la dura realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada.

Las dos de las viñetas que he seleccionado hoy, de los dibujantes El Roto y Gallego y Rey, las reproducen respectivamente los diarios El País y El Mundo. Ambas, y la digresión que las acompaña, versan en esta ocasión sobre el mismo asunto: la crisis financiera griega que a punto ha estado de llevarse por delante a la propia zona euro e incluso a la misma Unión Europea. Frente a la opinión general común en España y buena parte de Europa, hay analistas bien informados que se niegan a cargar la responsabilidad de la misma exclusivamente en Alemania y sus socios de la eurozona, repartiendo la parte alícuota de ella entre el eurogrupo y el gobierno griego y sus aliados de la extrema derecha helena. Entre esos analistas se encuentra el profesor José Ignacio Torreblanca.

José Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations, y un prestigioso intelectual al que nadie encasillaría dentro de la derecha "cavernícola" que, por lo que parece, si nos dejamos llevar de lo que se ve, se lee y se oye en estos días, se ha complacido en humillar a Grecia y a los griegos. El profesor Torreblanca publica hoy en El País un impactante artículo, "El fracaso de Tsipras", en el que analiza, contra la corriente de opinión imperante, los tremendos errores de percepción y cálculo que en la gestión de la crisis entre Grecia y sus socios del eurogrupo ha cometido Alexis Tsipras.   

Cuando Alexis Tsipras ganó las elecciones en enero de este año, dice el profesor Torreblanca, él y Syriza, su coalición de izquierdas, tenían ante sí dos opciones. Una consistía en coaligar a las fuerzas europeístas de los socialistas de Pasok y los reformistas To Potamí en un Gobierno que pudiera trabajar con las instituciones europeas y el resto de los Gobiernos de la eurozona para corregir los errores del pasado y situar al país en una senda de recuperación económica y social. El entorno no podía ser más propicio. A su favor tenía el cambio de énfasis de la nueva Comisión Europea, volcada en los planes de inversión liderados por Jean-Claude Juncker, ahora crítico con el papel de la Troika en los dos rescates anteriores. También contaba con el activismo de Mario Draghi, embarcado en un programa de compra de activos que, por fin, asemejaba al BCE a la Reserva Federal estadounidense, y que permitía a las economías más débiles de la eurozona, como España, comprar tiempo y espacio ante los mercados de deuda para que las reformas estructurales comenzaran a generar crecimiento.

Pero en lugar de formar un bloque europeísta, Tsipras eligió formar un bloque soberanista con la derecha nacionalista y euroescéptica de ANEL, a la que a cambio de su voto de investidura no sólo concedió el Ministerio de Defensa, sino una de las líneas rojas más vergonzosas que Syriza ha venido manteniendo en sus negociaciones con el Eurogrupo en estos seis meses: la imposibilidad de recortar, en un país hundido en una crisis social, un gasto de Defensa que duplica en porcentaje del PIB al de sus socios europeos. En cada encrucijada que ha tenido delante ha tomado el camino equivocado, dice más adelante. Esta estrategia de confrontación, añade, trufada de provocaciones a Alemania a costa de su pasado nazi, devaneos geopolíticos con la Rusia de Putin y unas tácticas negociadoras que han reventado la confianza entre las partes, han conducido al suicidio político de Tsipras y a un empeoramiento todavía más agudo de la economía griega.

A los historiadores queda explicar cómo un hombre que llegó al poder armado de la enorme autoridad moral que le concedía el cúmulo de errores cometidos tanto por el Eurogrupo como por sus predecesores de izquierda y derecha pudo, en cada encrucijada que tuvo delante, tomar el camino equivocado. Tsipras y su defenestrado ministro, Varoufakis, señala, parecen haber tenido como único objetivo demostrar una serie de tesis: que el euro está mal diseñado, que la austeridad no funciona, que la deuda es impagable y que la UE destruye la democracia y los derechos sociales. Tesis todas muy discutibles, en el mejor sentido del término, y que dividen profundamente a los europeos de todas las ideologías. Pero como hemos visto estos meses, el debate ideológico y la acción de gobierno son cosas bien distintas.

Al final Tsipras, concluye Torreblanca, Tsipras se ha quedado sólo, y con él, tristemente, Grecia y los griegos. Porque a pesar de los encomios desde el frente soberanista y la elevación de Tsipras a la categoría de héroe de la Reforma protestante anti-europea, lo que Marine Le Pen en Francia, Putin en Rusia, Farage en el Reino Unido o Víctor Orban en Hungría necesitan es un mártir, no un éxito, y un pueblo humillado al que señalar con el dedo ante sus huestes. De ahí que no vayan a mover un dedo por los griegos. Lamentablemente, como muestran los niveles de desconfianza y dureza introducidos en el acuerdo alcanzado entre Grecia y sus socios, nunca vistos en la eurozona, algunos miembros de la misma parecen estar bien dispuestos a colaborar con ese empeño en dar armas a los populismos soberanistas de izquierdas y de derechas.

Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Viñeta de Gallego y Rey (El Mundo)






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martes, 2 de diciembre de 2014

¿Podemos? Yes, we can?




Cartel electoral de Podemos




¡Que vaya al psiquiatra quien tenga visiones!
Helmut Schmidt
Canciller de la RFA (1974-1982)

Tengo unos cuantos buenos amigos, y lo que más duele, unas cuantas buenas amigas de hace muchos años, incluso familiares cercanos, que no solo votaron por "Podemos" en las pasadas elecciones al parlamento europeo sino que cada vez están más entusiasmados con ellos. No comparto su entusiasmo, pero los comprendo. Aunque mi comprensión no llega hasta el extremo de consolarme. A mí el populismo de que hace gala "Podemos" no me da miedo; no creo que sean los vándalos de los que escribía hace unos días en el blog, pero me provocan sarpullidos. Y como ya tienen apologistas bastantes para que necesiten de mis servicios profesionales, permítanme que me sume -sin acritud, como decía con acento sevillano Felipe González- al equipo de abogados del diablo que coadyuvan a intentar demostrar cuanto de falacia hay en el equipo directivo de "Podemos" y de ignorancia no-culpable, pero también no-excusable, en sus enfervorizados seguidores. Es el riesgo que corre todo movimiento ciudadano y popular cuando decide entrar en el juego y convertirse en parte de lo criticado: que pierden su virginal inocencia y tienen que apechugar con las consecuencias. Que ello sea para bien o para mal, está por ver.

Lo primero de todo es reconocer que los cabreados de este país nuestro, entre los que yo también me cuento, tienen toda la razón, multitud de razones, para estarlo. Lo segundo, decirles que "Podemos" no va a resolverles las motivaciones de su cabreo; como mucho, a agravárselas. Si no, al tiempo, que arrieros somos y en la era nos veremos. Y lo tercero, y no lo digo por curarme en salud o ponerme la venda antes de la herida, que no soy su enemigo, de verdad; que siempre aceptaré lo que las urnas digan en unas elecciones limpias y democráticas, que no creo que sean un peligro público, pero sí que ocultan más de lo que enseñan.

Y ahora, hablemos del otro "Podemos", el del "Yes, we can". ¿En qué han quedado las ilusiones despertadas por la elección de Obama como presidente de los Estados Unidos de América? ¿En qué ha mejorado la situación de iraquíes y afganos con la salida de las tropas estadounidenses y de la OTAN? ¿Qué ha pasado con la primavera árabe? ¿En qué ha quedado la alegría de los libios? ¿Y el conflicto de nunca acabar palestino-israelí? ¿Y los presos de Guantánamo? ¿Y la sanidad universal norteamericana? ¿Y el cambio climático?  ¿Y la inmigración ilegal? Bueno, podemos decir, por lo menos un negro ha llegado a la presidencia, lo que visto lo visto, no es poco logro. Ahora solo falta que llegue a ella una mujer. Pero todavía queda mucha tela que cortar... En el ínterin, les invito a leer este artículo del profesor Julio Aramberri: "El final del principio" sobre la decepción Obama.

Alguno se preguntará con razón que tienen que ver "Podemos" (o Pablo Iglesias) y Obama: Nada, evidentemente. Salvo que los dos levantaron expectativas por encima de sus posibilidades. Y que como dice la sabiduría popular, los experimentos (sociales) en casa y con gaseosa, por favor, que desde la Atenas del siglo V a.C. para acá pocas cosas nuevas veredes en política, amigo Sancho, bajo el sol.  

Termino. Les dejo estos enlaces a cinco artículos de prensa muy críticos con "Podemos". Los cinco de profesores universitarios, que, en principio, no están en la lucha partidista del día a día y cabe presumir no buscan réditos políticos ni electorales. ¿Qué alguno se pasa?, es posible que sí, pero eso no quita que puedan tener razón en lo que dicen: "El síndrome de Sansón", de Joaquín Leguina; "Mucha frase, ningún discurso", de Santos Juliá; "Un partido de profesores", de Félix de Azúa; "Podemos en el país de Nunca Jamás", de Jose Carlos Díez;  y por último, "Pablo Iglesias: ¿Tú ser socialdemócrata", de José Ignacio Torreblanca. Como pueden ver todos ellos escritos por gente derechosa integrante de la casta a extinguir. Vale. Les prometo no volver a insistir sobre este asunto, pero necesitaba quitarme la espinita de encima. Quitada está, y así lo dejamos. Fin de la historia.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt




¿Y Guantánamo, la sanidad universal y la inmigración ilegal: qué?





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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

viernes, 9 de noviembre de 2012

Y Dios se equivocó de nuevo con Obama...




El reverendo Jesse Jackson


En el verano de 2008, en plena efervescencia de los dos grande partidos tradicionales estadounidenses, el demócrata y el republicano, por designar sus candidatos a la presidencia de la Unión a través de sus primarias respectivas (un ejemplo de democracia partidista impensable en España), circuló en los mentideros políticos de Washington una historieta o cuento con moraleja que tenía como protagonistas al mismísimo Dios nuestro Señor y al reverendo Jesse Jackson, que era, y es, uno de los prebostes del partido demócrata.

El caso es que el reverendo Jackson, acuciado por el deseo de saber quien saldría ganador en las primarias de su partido, se había dirigido a a Dios para pedirle una respuesta. Y esta fue, más o menos, la conversación entre el reverendo y su Creador:

-Señor, quien ganará las elecciones, ¿una mujer o un afroamericano?
-¿Una mujer?, se pregunta Dios, -Eso no lo verás tú, le contesta.
-Entonces, ¿las ganará un afroamericano?, inquiere de nuevo.
-¿Un afroamericano?, responde el Señor, -Eso no lo veré Yo...

Pues bien, parece que Dios, se equivocó de nuevo con Obama...

Les dejo unos interesantes enlaces de El País y El Huffington Post relativos a las elecciones estadounidenses, un más que interesante recopilatorio sobre las elecciones presidenciales de los último cincuenta y dos años, desde 1960 (Kennedy) hasta hoy (Obama) y un artículo del profesor de la UNED José Ignacio Torreblanca, titulado "Después de la batalla", una reflexión acerca de lo que puede esperarse de este segundo y último mandato de Barack Obama en orden a resolver esa eterna batalla política entre los que defienden el papel del Estado y los que pretenden reducir ese papel a su mínima expresión. 

El vídeo que acompaña la entrada recoge el emocionante momento en que un emocionado Obama agradece a los miembros de su campaña el enorme esfuerzo realizado durante la misma.

Y sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Tamaragua, amigos. HArendt







Entrada núm. 1751
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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"La historia del mundo no es un suelo en el que florezca la felicidad. Los tiempos felices son en ella páginas en blanco" (Hegel)

viernes, 20 de julio de 2012

¿Comienza el principio del fin de Rajoy?




Madrid, ayer




¿Comenzó ayer en España el final de la era Rajoy? Los españoles parecemos decididos a recuperar nuestra dignidad de ciudadanos y hacernos de nuevo con el control de nuestro destino. Y ello, ante la incapacidad de un gobierno mendaz y cobarde de ofrecer una sola propuesta coherente para salir de la crisis en la que estamos sumidos. ¿Lo conseguiremos? 

Sí, hay que forzar la dimisión del presidente. ¿Cómo? ¿Y luego?... No creo que nadie tenga una respuesta clara: ¿Reférendum, nuevas elecciones, un gobierno de unidad nacional? Todo menos quedarnos de brazos cruzados mientras los ciudadanos claman por soluciones y el gobierno, incapaz de articular la más mínima respuesta coherente, se lanza dando tumbos en una fuga hacia adelante que nos lleva, como dicen en Canarias, "proa al marisco"...

El profesor José Ignacio Torreblanca, escribía hace unos pocos días en su blog un inquietante artículo en el que desvelaba algunas claves de lo que está pasando en España y en el seno de la Unión Europea: estamos en guerra, dice, en una guerra sin bajas por fuego enemigo, sin edificios ni construcciones derruidas, sin el estruendo de las bombas ni el fragor de las batallas, pero sí con muertos, heridos, ruina y desolación. Una guerra distinta para la que los estados nacionales y la Unión no estaban preparados. Las previsiones constitucionales sobre estados de alarma, de sitio o de guerra no sirven para esta novísima y alarmante situación, para esta guerra tan posmoderna... 

Por otro lado,un durísimo alegato del escritor Luis García Montero en El Huffington Post, nos muestra algunas otras claves más para entender el qué y el por qué está pasando lo que está pasando. Y quiénes son los culpables. 

Y el editorial de hoy en El País, ecuánime y ponderado, llamando al diálogo; algo que parece imposible ante un presidente enrocado en posiciones maximalistas y cada vez más aislado de la realidad. 

Pero eso es lo que hay, mientras nosotros lo permitamos... Sean felices, por favor, a pesar del gobierno. Cada vez les queda menos. Tamaragua, amigos. HArendt




España se echa a la calle




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Entrada núm. 1712
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jueves, 9 de diciembre de 2010

Wikileaks (y IV): Las relaciones peligrosas




Julian Assange, detenido en Londres





Ya lo han matado: al mensajero, me refiero; al menos, virtualmente. Pero si pueden lo intentarán de manera real. Tiempo al tiempo, señores, que las democracias tienen muy malas pulgas. No hay más que oír lo que se dice en determinados círculos políticos norteamericanos cercanos al secretario de Defensa.

De todas formas no parece que la entrega de Julian Assange a las autoridades policiales británicas, en espera de su posible extradición a Suecia, haya hecho aminorar la virulencia de los ataques a Wikileaks por parte de los gobiernos occidentales, y especialmente de los Estados Unidos. Tampoco ha cesado la publicación por parte de la prensa de los miles de documentos diplomáticos puestos al descubierto por su organización.

Ya he expresado anteriormente mis dudas sobre el límite, si es que existe, a la libertad de expresión. Quizá por eso tampoco he dudado en sumarme a la campaña que organizaciones defensoras de los derechos humanos, como Avaaz, ha puesto en marcha en defensa de Assange y del derecho de los ciudadanos a conocer lo que se cuece verdaderamente en las cocinas selladas por los rótulos de "Seguridad nacional" o "Secreto de Estado". Les animo a sumarse a ella firmando esta petición.  

En los últimos días se han publicado en El País algunos artículos de opinión sobre las revelaciones de Wikileaks que me han parecido más que interesantes. Por orden cronológico cito en primer lugar el del profesor de Ciencias Políticas de la UNED y miembro del consejo editorial de la revista  "Foreign Policy" (en español), José Ignacio Torreblanca. Lo titula "La gran filtración. Washington al desnudo", Publicado el pasado día 2 de diciembre, la tesis implícita en el mismo ya es conocida desde los tiempos de la Grecia clásica: en política internacional no hay amigos ni aliados, sino intereses. Y el profesor Torreblanca la ilustra con dos frases muy cínicas, pero reales. La más añeja, del canciller Bismarck: "Los ciudadanos quieren comer salchichas pero no saber como se hacen". La segunda, mucho más actual, del secretario de Defensa estadounidense,  Robert Gates: "Los gobiernos del mundo no tratan con nosotros porque que les gustemos, ni tampoco porque confíen en nosotros; ni siquiera porque crean que somos capaces de guardar un secreto. Unos gobiernos, continúa Gates, tratan con nosotros porque nos temen, otros porque nos respetan, pero la mayoría lo hace porque nos necesitan". Punto pelota, que dicen los castizos.

Por eso de las asociaciones de ideas, que en mi caso resultan -a veces, sólo a veces- de lo más disparatadas, la lectura del artículo me hizo pensar en la estupenda novela epistolar escrita por Pierre Chardelos de Laclos en 1782: "Las amistades peligrosas" (Cátedra, Madrid, 1989), magistralmente llevada al cine por Stephen Frears en 1988. El verdadero título de la novela de Chardelos de Laclos es el de "Las relaciones peligrosas": una historia de dominación y sometimiento, de relaciones desiguales basadas en la poder, es decir, lo mismo que están revelando los documentos de Wikileaks acerca del verdadero carácter asimétrico de las "relaciones internacionales" y que tan descarnádamente pone sobre el mantel el secretario Gates.

El segundo artículo que me permito recomendarles es del escritor y periodista, codirector de la revista Claves de Razón Práctica, Javier Pradera. Se titula "El revés de la trama", y se publicó en El País, el pasado día 5. En él, Pradera defiende sin ambages el derecho a la libertad de información y a la filtración llevada a cabo por Wkileaks, justificándola por  "la creciente tendencia de los centros de decisión a ocultar las motivaciones de sus titulares para elegir entre distintas opciones y a fingir razones de interés general para cubrir objetivos particularistas exige sacar a la luz el revés de esas tramas opacas"

Ese mismo día 5 aparece también en El País un artículo del catedrático de economía, historiador y profesor de la Escuela Diplomática, Ángel Viñas, con el título de "Informe urgente sobre Wikileaks". El profesor Viñas, tras ponerse -dada su condición de diplomático- en el papel ficticio de tener que responsabilizarse de la elaboración de un informe "diplomático" sobre la filtración, estima, concluyente, que los autores de la misma se equivocan si piensan que con ello puedan lograr efectos duraderos: "Los norteamericanos cerrarán las posibilidades de leakage, dice, modificarán a cualquier coste sus sistemas de control y continuarán trabajando como si tal cosa. Desde el punto de vista de la opinión pública tendría, probablemente, mayor impacto la filtración de las prácticas de los bancos y especuladores norteamericanos. Esto contribuiría a deslegitimar la creencia en las bondades de los resultados óptimos del comportamiento lo más ampliamente desregulado posible de los actores financieros. Según noticias de prensa, concluye, parece ser que Wikileaks piensa orientarse en tal dirección". Interesante conclusión, añado yo; esperemos que Wikileaks se atreva a llevarla a cabo.

De casi idéntico parecer -con matices diferenciadores- es también el artículo de ese mismo día 5,  de nuevo en El País, del escritor y periodista Moisés Naím, editor-jefe de la revista Foreing Policy, con el título de "Wikileaks: el consenso equivocado". Como el profesor Viñas, sólo que en un tono mucho más austero y concreto, numerando sus conclusiones, entiende que las revelaciones llevadas a cabo por Wikileaks no sólo no dañan la imagen de Estados Unidos, sino que su diplomacia sale reforzada; que lo que se sabe hasta el momento de Julian Assange y Wikileaks no constituye, precisamente, algo como para conceder mucho crédito a la teoría de la conspiración por parte de la CIA o el Mosad que algunos pretenden vender; que ningún país se puede dar el lujo de ver truncadas sus vías de comunicación diplomática con Estados Unidos (recuérdese lo comentado por el secretario de Defensa norteamericano que citaba el profesor Torreblanca), y por último, que "la absoluta transparencia gubernamental no es lo mejor para la sociedad, porque las democracias son más vulnerables a la presión en este sentido que las dictaduras, y esta asimetría lleva a que, en la arena internacional, las democracias se ven obligadas a competir en desventaja con las tiranías, los terroristas y redes criminales que son sociedades secretas, y que forzar a los Gobiernos a revelarlo todo, puede conducir a que, sin quererlo, le hagamos más fácil la vida a los tiranos". Como ven, por opiniones, que no quede. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Robert Gates, secretario de Defensa de los Estados Unidos 







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Entrada núm. 1331 -
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