Viñeta de El Roto (El País)
No cejan los calores de este tórrido verano que nos asola. Ni siquiera en esta ciudad de Las Palmas de Gran Canaria a la que los expertos acaban de designar como la segunda ciudad del mundo con mejor clima. Y eso a pesar de la "panza de burro" y los alisios, una auténtica bendición de Dios que muchos palmenses no acaban de aceptar. A pesar de esos calores y de la gravedad de la situación política, un poco de humor, el justo para pasar el susto del día, junto a una pequeña digresión sobre los acontecimientos de actualidad, no parece tarea imposible de acometer. Todo ello sin mayores pretensiones y aun reconociendo que meter en el mismo envoltorio unas viñetas humorísticas, por muy preñadas que estén de crítica social, y la dura realidad cotidiana, puede no resultar una fórmula afortunada.
Las dos de las viñetas que he seleccionado hoy, de los dibujantes El Roto y Gallego y Rey, las reproducen respectivamente los diarios El País y El Mundo. Ambas, y la digresión que las acompaña, versan en esta ocasión sobre el mismo asunto: la crisis financiera griega que a punto ha estado de llevarse por delante a la propia zona euro e incluso a la misma Unión Europea. Frente a la opinión general común en España y buena parte de Europa, hay analistas bien informados que se niegan a cargar la responsabilidad de la misma exclusivamente en Alemania y sus socios de la eurozona, repartiendo la parte alícuota de ella entre el eurogrupo y el gobierno griego y sus aliados de la extrema derecha helena. Entre esos analistas se encuentra el profesor José Ignacio Torreblanca.
José Ignacio Torreblanca es profesor de Ciencia Política en la UNED y director de la oficina en Madrid del European Council on Foreign Relations, y un prestigioso intelectual al que nadie encasillaría dentro de la derecha "cavernícola" que, por lo que parece, si nos dejamos llevar de lo que se ve, se lee y se oye en estos días, se ha complacido en humillar a Grecia y a los griegos. El profesor Torreblanca publica hoy en El País un impactante artículo, "El fracaso de Tsipras", en el que analiza, contra la corriente de opinión imperante, los tremendos errores de percepción y cálculo que en la gestión de la crisis entre Grecia y sus socios del eurogrupo ha cometido Alexis Tsipras.
Cuando Alexis Tsipras ganó las elecciones en enero de este año, dice el profesor Torreblanca, él y Syriza, su coalición de izquierdas, tenían ante sí dos opciones. Una consistía en coaligar a las fuerzas europeístas de los socialistas de Pasok y los reformistas To Potamí en un Gobierno que pudiera trabajar con las instituciones europeas y el resto de los Gobiernos de la eurozona para corregir los errores del pasado y situar al país en una senda de recuperación económica y social. El entorno no podía ser más propicio. A su favor tenía el cambio de énfasis de la nueva Comisión Europea, volcada en los planes de inversión liderados por Jean-Claude Juncker, ahora crítico con el papel de la Troika en los dos rescates anteriores. También contaba con el activismo de Mario Draghi, embarcado en un programa de compra de activos que, por fin, asemejaba al BCE a la Reserva Federal estadounidense, y que permitía a las economías más débiles de la eurozona, como España, comprar tiempo y espacio ante los mercados de deuda para que las reformas estructurales comenzaran a generar crecimiento.
Pero en lugar de formar un bloque europeísta, Tsipras eligió formar un bloque soberanista con la derecha nacionalista y euroescéptica de ANEL, a la que a cambio de su voto de investidura no sólo concedió el Ministerio de Defensa, sino una de las líneas rojas más vergonzosas que Syriza ha venido manteniendo en sus negociaciones con el Eurogrupo en estos seis meses: la imposibilidad de recortar, en un país hundido en una crisis social, un gasto de Defensa que duplica en porcentaje del PIB al de sus socios europeos. En cada encrucijada que ha tenido delante ha tomado el camino equivocado, dice más adelante. Esta estrategia de confrontación, añade, trufada de provocaciones a Alemania a costa de su pasado nazi, devaneos geopolíticos con la Rusia de Putin y unas tácticas negociadoras que han reventado la confianza entre las partes, han conducido al suicidio político de Tsipras y a un empeoramiento todavía más agudo de la economía griega.
A los historiadores queda explicar cómo un hombre que llegó al poder armado de la enorme autoridad moral que le concedía el cúmulo de errores cometidos tanto por el Eurogrupo como por sus predecesores de izquierda y derecha pudo, en cada encrucijada que tuvo delante, tomar el camino equivocado. Tsipras y su defenestrado ministro, Varoufakis, señala, parecen haber tenido como único objetivo demostrar una serie de tesis: que el euro está mal diseñado, que la austeridad no funciona, que la deuda es impagable y que la UE destruye la democracia y los derechos sociales. Tesis todas muy discutibles, en el mejor sentido del término, y que dividen profundamente a los europeos de todas las ideologías. Pero como hemos visto estos meses, el debate ideológico y la acción de gobierno son cosas bien distintas.
Al final Tsipras, concluye Torreblanca, Tsipras se ha quedado sólo, y con él, tristemente, Grecia y los griegos. Porque a pesar de los encomios desde el frente soberanista y la elevación de Tsipras a la categoría de héroe de la Reforma protestante anti-europea, lo que Marine Le Pen en Francia, Putin en Rusia, Farage en el Reino Unido o Víctor Orban en Hungría necesitan es un mártir, no un éxito, y un pueblo humillado al que señalar con el dedo ante sus huestes. De ahí que no vayan a mover un dedo por los griegos. Lamentablemente, como muestran los niveles de desconfianza y dureza introducidos en el acuerdo alcanzado entre Grecia y sus socios, nunca vistos en la eurozona, algunos miembros de la misma parecen estar bien dispuestos a colaborar con ese empeño en dar armas a los populismos soberanistas de izquierdas y de derechas.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Viñeta de Gallego y Rey (El Mundo)
Entrada núm. 2368
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)