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sábado, 8 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La memez de Gibraltar. (Publicada el 22 de julio de 2009)



El Peñón de Gibraltar


Por una vez, y sin que sirva de precedente, me parecen igual de memos el Gobierno de España y el principal partido de la Oposición. Definir como "traición histórica" la visita de un ministro español a la colonia de un estado aliado y miembro de pleno derecho de la Unión Europea, me parece una estupidez y una solemne gilipollez. Y viniendo de quien viene la denuncia, un ejercicio de cinismo y desvergüenza; algo, por cierto, a lo que recurren un día sí y otro también.

El contencioso sobre Gibraltar no es sólo una memez, es una anacronismo histórico que debería estar resuelto hace ya mucho tiempo, y no con la reincorporación a España (que no quieren los gibraltareños) o a la Gran Bretaña (que no quieren los británicos), sino con la independencia de Gibraltar, aceptada y promovida por España y Gran Bretaña.

San Marino, Mónaco y El Vaticano (por no meter en el mismo saco a Andorra o Liechtenstein) son "estados" que reportan más beneficios a su entorno que a sí mismos. Un Gibraltar independiente, de fronteras abiertas, sería un formidable reclamo turístico y económico para el Campo de Gibraltar, Cádiz y toda Andalucía. Una fuente de riqueza para la zona. Y el final de muchos negocios sucios realizados al amparo de su opacidad fiscal y del contrabando.

Por una vez seamos sensatos y pensemos con el cerebro. Señoras y señores del Gobierno, ilustres miembras y miembros de la Oposición, dejen de hacer ostentación de sus atributos patrióticos, métanselos dentro de los calzoncillos o bajo el tanga, y déjense de decir gilipolleces: Gibraltar nunca será español contra la voluntad de sus habitantes. ¿No sería mucho más razonable que fueran gibraltareños, y aquí paz y después gloria para todos?


El texto que precede a estas líneas fue escrito el 22 de Julio y publicado en el Blog a las 10 horas y diez minutos de la noche de ese día. En la edición del jueves 23 de julio del diario El País, el escritor, filósofo y periodista Josep Ramoneda escribe un interesante artículo titulado "Trescientos años de inutilidad", en el que se refiere en términos muy similares a los empleados por mi al contencioso gibraltareño, argumentación que tengo la seguridad que es secundada por buena parte de los ciudadanos de este país que están ya hartos de las ínfulas patrioteras de una derecha casposa, meapilas y reaccionaria, y de la cobardía y temor de una izquierda que parece quisiera hacerse perdonar cualquier política progresista que propicia. Me congratulo de molestar a esa derecha y de coincidir, desde posiciones no muy distantes, con lo expresado por el señor Ramoneda. HArendt



El filósofo Josep Ramoneda



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 5 de febrero de 2020

[NUESTRA EUROPA] Un nuevo día para Europa



El Reino Unido abandona la Unión Europea


La Unión Europea no es solo un mercado o una potencia económica, dicen en un artículo escrito al alimón el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, el del Parlamento, David Sassoli, y la presidenta de la Comisón Europea, Ursula von der Layen, sino que representa valores que todos compartimos y defendemos, porque unidos somos más fuertes y hoy comienza un nuevo día para Europa

"Cuando este viernes se haga de noche, -comienzan diciendo los presidentes de las tres más altas instituciones de la Unión Europea- el sol se pondrá sobre más de 45 años de pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea. Para nosotros, los presidentes de las tres instituciones principales de la UE, igual que para muchas otras personas, será inevitablemente un día de reflexión marcado por sentimientos encontrados.

Nuestro pensamiento estará con todos los que contribuyeron a hacer de la Unión Europea lo que es hoy, con los que están preocupados por su futuro o decepcionados al ver marcharse al Reino Unido, con los miembros británicos de nuestras instituciones, que han participado en la elaboración de políticas para mejorar la vida de millones de europeos. Pensaremos en el Reino Unido y sus ciudadanos, en su creatividad, su ingenio, su cultura y sus tradiciones, que son parte fundamental del crisol que es nuestra Unión.

Estas emociones son muestra de nuestro afecto por el Reino Unido, algo que va mucho más allá de su pertenencia a nuestra Unión. Desde el primer momento hemos lamentado profundamente su decisión de abandonar la Unión Europea, pero siempre la hemos respetado plenamente. El acuerdo alcanzado es equitativo para ambas partes y garantiza que millones de ciudadanos de la UE y del Reino Unido sigan gozando de la protección de sus derechos en el lugar que elijan como su hogar.

Al mismo tiempo, tenemos que mirar hacia adelante y construir una nueva asociación entre viejos amigos. Juntas, nuestras tres instituciones harán todo lo que esté en su mano para lograrlo con éxito. Estamos dispuestos a ser ambiciosos.

El grado de cooperación que establezcamos dependerá de decisiones que aún deben adoptarse. Cada elección tiene sus consecuencias. Sin la libre circulación de personas no puede haber libre circulación de capitales, bienes y servicios. Sin igualdad de condiciones en los ámbitos del medio ambiente, el empleo, la fiscalidad y las ayudas estatales, no puede garantizarse un acceso óptimo al mercado único. Sin ser miembro de la UE, no se pueden conservar las ventajas inherentes a esta condición.

A lo largo de las semanas, meses y años venideros, tendremos que ir deshaciendo algunos de los lazos que tan cuidadosamente se tejieron durante cinco décadas entre la UE y el Reino Unido. Al hacerlo, tendremos que esforzarnos por diseñar juntos una nueva manera de ser aliados, socios y amigos.

Aunque el Reino Unido deje de ser miembro de la UE, seguirá formando parte de Europa. La geografía, la historia y los vínculos que compartimos en tantos ámbitos nos unen inevitablemente y hacen de nosotros aliados naturales. Seguiremos colaborando en aspectos relacionados con los asuntos exteriores, la seguridad y la defensa, animados por un objetivo común y compartiendo los mismos intereses. Pero lo haremos de manera diferente.

Sin subestimar la tarea que tenemos ante nosotros, confiamos en que, con buena voluntad y determinación, podremos construir una asociación duradera, positiva y valiosa.

Sin embargo, mañana también empezará un nuevo día para Europa.

Los últimos años nos han acercado, como naciones, como instituciones y como personas. Nos han recordado que la Unión Europea no es solo un mercado o una potencia económica, sino que representa valores que todos compartimos y defendemos. Unidos somos más fuertes.

Por esta razón los Estados miembros de la Unión Europea seguirán aunando sus fuerzas y construyendo un futuro común. En una época de competencia entre grandes potencias y de turbulencias geopolíticas, el tamaño importa. Ningún país por sí solo puede frenar la ola del cambio climático, encontrar soluciones para el futuro digital o hacerse oír en un mundo inmerso en una cacofonía creciente.

Juntos, dentro de la Unión Europea, es posible.

Es posible porque tenemos el mercado interior más grande del mundo. Es posible porque somos el principal socio comercial de 80 países. Es posible porque somos una Unión de democracias dinámicas. Es posible porque nuestros pueblos están decididos a promover los intereses y valores europeos en la escena mundial. Es posible porque los Estados miembros de la UE utilizarán su considerable poder económico colectivo en las negociaciones con sus aliados y socios (Estados Unidos, África, China o la India).

Todo ello nos da un propósito común renovado. Sabemos que queremos ir hacia el mismo lugar y tenemos el compromiso de ser ambiciosos sobre las cuestiones fundamentales de nuestra época. Tal como se indica en el Pacto Verde Europeo, queremos ser el primer continente climáticamente neutro de aquí a 2050 y crearemos en ese proceso nuevos puestos de trabajo y oportunidades. Queremos tomar la iniciativa en la próxima generación de tecnologías digitales y queremos una transición justa para apoyar a las personas más afectadas por el cambio.

Creemos que solo la Unión Europea puede hacerlo, pero sabemos que solo podemos conseguirlo juntos: ciudadanos, naciones e instituciones. Y nosotros, como presidentes de las tres instituciones, nos comprometemos a desempeñar el papel que nos corresponde. Esa labor continuará a partir de mañana".



La Victoria de Samotracia, Museo del Louvre, París



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jueves, 5 de abril de 2018

[A VUELAPLUMA] La Ciudad de las Dos Coronas





El Brexit abre una oportunidad para resolver la controversia histórica sobre el Peñón para convertirlo en eje del futuro estratégico de toda la bahía de Algeciras y en símbolo de la amistad hispano-británica, escriben en El País los profesores Alejandro del Valle, catedrático de Derecho Internacional Público de la Universidad de Cádiz, e Ignacio Molina,  profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid. 

El vínculo político bilateral entre Madrid y Londres, comienzan diciendo, siempre ha estado muy por debajo de su potencial, considerando la intensa relación interpersonal y económicoempresarial entre España y Reino Unido; quizá la mayor del mundo entre dos países que no son vecinos ni comparten idioma. Pese a los muchos intereses y valores comunes, la relación solo puede calificarse como correcta y, así, Reino Unido es el único de los seis Estados miembros más grandes de la UE con quien España no ha institucionalizado una asociación. La visión tan distinta sobre la integración europea y Gibraltar explican ese perfil bajo. Paradójicamente, tras el Brexit aumentan los incentivos para que la diplomacia británica busque más complicidad con la cuarta potencia del continente. Para ello, es necesario saber gestionar (y, si es posible, resolver) la compleja controversia histórica sobre el Peñón. Un contencioso que, aparte de un fuerte simbolismo en ambos lados, contiene elementos tangibles de gran importancia para los legítimos intereses de Gibraltar, el Campo de Gibraltar, España, Reino Unido y la UE.

Desde 1964 existen constantes pronunciamientos en Naciones Unidas sobre el deber de realizar negociaciones hispano-británicas que lleven a la descolonización de este territorio no autónomo. Y desde los años ochenta se ha venido intentando crear, aunque con serios altibajos, un marco de relación para los asuntos cotidianos. Lo cierto es que nos encontramos desde hace mucho en una situación de bloqueo bilateral y multilateral. En realidad, los aspectos de cooperación transfronteriza y soberanía van tan íntimamente vinculados que cualquier incidente o propuesta en un ámbito puede fácilmente frenar cualquier avance en el otro. Y a ello se une la circunstancia del Brexit y la segura afectación futura del estatuto europeo e internacional de Gibraltar. En esta situación no es de extrañar que la oferta de cosoberanía que hizo España en 2016, que contiene elementos interesantes pero también defectos desde un punto de vista interno, se encontrase con el rechazo frontal de Londres y sobre todo de Gibraltar, que al mismo tiempo busca desesperadamente unas nuevas condiciones de supervivencia económica y jurídica para después de 2019.

Estamos, pues, ante una coyuntura crítica en la que replantear el estatuto de Gibraltar. Y, aunque en los últimos meses se ha escuchado más la posición retórica numantina del ministro principal, Fabian Picardo, no cabe duda de que se ha abierto una ventana de oportunidad para explorar alternativas a las tradicionales. En este sentido, propugnamos la exploración de una nueva avenida imaginativa, que vendría por la recuperación simbólica de la soberanía mediante la fórmula de la ciudad de las dos coronas. Se trata de constituir un territorio internacionalizado pero que permanezca en la UE, que esté completamente conectado a su entorno gaditano y que se beneficie de una relación privilegiada con España (permitiendo su incorporación aunque evitando la absorción) al tiempo que conserva la que ahora tiene con Reino Unido. Varias ideas pueden apuntarse aquí sobre este nuevo modelo.

En primer lugar, la recuperación de la ciudad perdida no tiene por qué implicar su integración en la estructura territorial española; de hecho ya hay territorios del reino de España no integrados como las islas y peñones en la costa africana (Vélez, Alhucemas, Chafarinas). Por tanto, una ciudad podría adscribirse formalmente a la corona y, en este caso, además, hacerlo mediante un tratado que estableciera su nuevo estatuto de vinculación a las coronas española y británica. La experiencia de ciertos microterritorios europeos con estatuto particularizado por razones históricas (casos de las Crown Dependencies británicas de las islas de Man, Jersey y Guernsey; de los enclaves en Suiza de la alemana Büsingen y de la italiana Campione d’Italia, o del Principado de Andorra), demuestra que pueden encontrarse fórmulas satisfactorias. No enarbolar las banderas de España y Reino Unido en los espacios oficiales podría ser una alternativa práctica si el simbolismo es el obstáculo sentimental o real para acordar las reglas de convivencia entre comunidades humanas fronterizas. Sobre todo, si ello permite además mantener ondeando la bandera europea.

En segundo lugar, el ejercicio de funciones soberanas. Si en el caso de las islas y peñones se realiza directamente por el Gobierno, en el caso de Gibraltar estas funciones —que no pueden desempeñarse por la corona— podrían consistir en la coordinación del nuevo estatuto con las autoridades británicas y de la UE. Podría decidirse, por ejemplo, mantener todo el autogobierno actual gibraltareño y crear un completo nuevo estatuto internacional en temas que requieren de urgente coordinación (como navegación, protección del medio ambiente, fiscalidad y actividades financieras) o de necesaria regulación (aduanera, tránsito fronterizo o uso del aeropuerto). Igualmente, habría que acordar entre Madrid y Londres el ejercicio de las responsabilidades en materia de relaciones exteriores y de seguridad y defensa, incluido el uso de las muy importantes bases militares aérea, naval y de inteligencia británicas radicadas en el Peñón.

En tercer lugar, un modelo que resultaría en una especie de principado en el Estrecho permitiría dar una nueva realidad de cooperación transfronteriza y una poderosa dimensión económica al hoy vulnerable Campo de Gibraltar, al quedar vinculado a la ciudad de las dos coronas y su estatuto internacional. Las perspectivas beneficiosas por ejemplo para La Línea de la Concepción, que es ciudad fronteriza única en Europa, serían revolucionarias: terrenos para empresarios de Gibraltar, economías de escala para un área portuaria en la bahía que sería líder de Europa, o un gran espacio de educación superior y cultura bilingüe e internacionalizado.

Hay instrumentos en derecho internacional y en derecho constitucional para afrontar viablemente la creación de un modelo único para el caso único, y que no resulte trasladable a las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla o a las pretensiones de nuestros nacionalismos independentistas. En definitiva, se trata de explorar una vía imaginativa que permitiría para España cubrir sus objetivos históricos y sus intereses esenciales: reincorporación en el reino de la ciudad perdida y planteamiento para los españoles campogibraltareños de un futuro de convivencia y prosperidad. Gibraltar conseguiría seguir en la UE, superar el molesto estigma de la descolonización, disfrutar de todos los derechos que le otorgase la doble ciudadanía británica y española y multiplicar su potencial de crecimiento. Y, por último, la relación bilateral Madrid-Londres en el post-Brexit no solo arrancaría sin el lastre de una controversia histórica, sino que se reforzaría con un vínculo institucional al máximo nivel.



Dibujo de Raquel Marín para El País


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt






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lunes, 26 de junio de 2017

[A vuelapluma] La soberanía según Theresa May





El profesor Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, realizaba hace unas semanas en El País un soberbio análisis, La soberanía según Theresa May, sobre las consecuencias que el Brexit de hace un año está teniendo ya y va a tener para el Reino Unido. El referendo no puede reemplazar a la democracia representativa para pactar una nueva relación con la Unión Europea, dice en él. La democracia directa del Brexit invalida el orden existente, pero para su reconfiguración necesita del Parlamento.

En tiempos de incertidumbre, señala al comienzo de su artículo, es muy poderosa la tentación de regresar a terreno conocido, aunque sepamos que ya no es posible. Tras ciertos espasmos políticos no hay otra cosa que la nostalgia por recuperar lo que ya no es recuperable: soberanía reconocida, autoridades indiscutidas, territorios delimitados, homogeneidad social e incluso enemigos identificados.

El Brexit es uno de esos fenómenos en los que el miedo a lo desconocido se traduce en torpeza y pone en marcha una serie de operaciones políticas de dudosa coherencia, añade. La idea de “recuperar el poder para los británicos” no tardará en ser decepcionada por la realidad al menos en dos aspectos que ponen de relieve su naturaleza paradójica, tanto en lo que se refiere al fin perseguido como al procedimiento: la idea de salirse hacia un espacio de soberanía y hacerlo de un modo directo, plebiscitario, sin las mediaciones de la democracia representativa.

Comencemos examinando en primer lugar la pretensión de abandonar un espacio de interdependencias para recuperar la soberanía fuera, dice más adelante. En la operación de abandonar el espacio de la Unión se constata ya un choque entre dos temporalidades muy diferentes: muchos de los ciudadanos que votaron por abandonar la Unión Europea quieren que esto ocurra sin retraso y no podrán entender que requiera tanto tiempo. Al mismo tiempo, el mundo económico presiona para retrasar el inicio de las negociaciones y que los acuerdos hagan la transición lo más suave posible. El riesgo político que esto plantea al Gobierno de May es que cuanto más tengan en cuenta a estos últimos para proteger los empleos y el crecimiento económico, más se preguntarán los partidarios de irse si esa decisión marca alguna diferencia fundamental.

El estatus mediopensionista que ya tenía Gran Bretaña no ayuda demasiado a este respecto, sigue diciendo. Si fueran miembros de la eurozona o hubieran firmado el acuerdo de Schengen, entonces la reintroducción de la libra o las fronteras estrictas podrían proporcionar una garantía rápida y simbólica de que habían abandonado efectivamente la Unión Europea. Cuanto más suave sea el Brexit menos percibirán los británicos la diferencia. El flujo de bienes, capitales y personas será mayor de lo que seguramente esperaban quienes votaron a favor de la salida. Por otro lado, Gran Bretaña no puede elegir a su antojo los términos en los que participar en el mercado único, por lo que el resultado final de las negociaciones será un compromiso, un término medio pactado, es decir, algo inevitablemente decepcionante para los soberanistas.

La otra gran paradoja tiene que ver con la relación entre las dimensiones plebiscitaria y representativa de la democracia, el verdadero fondo del debate que está en juego, aquí y en todas las democracias, señala después. La campaña por la salida se apoyó en un difuso sentimiento de que la gente ya no es soberana y contribuyó a exagerarlo. De ahí la invocación a la democracia directa —en un país en el que la soberanía parlamentaria es algo sagrado— para remediar el modo como la democracia representativa estaba gestionando las relaciones de Gran Bretaña con la UE. La convocatoria de un referéndum y su resultado son una señal de hasta qué punto se había roto la confianza en los representantes. David Cameron justificó la consulta argumentando que el consentimiento democrático de pertenecer a la Unión se había debilitado (a pesar del hecho de que cada nuevo tratado que aumentaba las competencias comunitarias había sido aprobado en el Parlamento de Westminster).

La estrategia inicial de May consistía en prometer una ley de derogación e iniciar la retirada de la UE por prerrogativa de la corona, comenta. Pero la Corte Suprema obligó al Gobierno a que fuera el Parlamento quien legitimara finalmente el acuerdo. De este modo la democracia directa del Brexit ha invalidado el orden existente, pero su reconfiguración exige confiar en la democracia representativa o recurrir a un referéndum posterior (probablemente, las dos cosas).

Este es el núcleo de la paradoja que se contiene en la tensión entre la soberanía de un instante y su concreción representativa, afirma. Los referendos tienen el efecto de que, como suele decirse, empoderan momentáneamente a la gente pero les dejan dependientes del Gobierno para llevar a cabo el complejo trabajo de, en este caso, transformar un simple no y variadamente motivado en un nuevo tejido de relaciones con la Unión Europea. La expresión de la voluntad popular en un momento puntual no puede reemplazar a la democracia representativa cuando se trata de pactar los términos de la salida y configurar una nueva relación con la Unión. Los británicos votaron por la salida, pero no dieron ninguna indicación en el referéndum acerca de cómo deberían ser los términos ni de la salida ni de esa nueva relación, cuyo diseño y aprobación compete a los Gobiernos y Parlamentos.

El Brexit puede ser una victoria pírrica que contradiga muchos de los objetivos de la campaña por la salida, añade. Los primeros problemas pueden venir de la dificultad de conseguir resultados positivos para satisfacer a los votantes que deseaban una clara ruptura con el statu quo. Las aspiraciones eran muy elevadas. ¿En qué puede consistir “retomar el control” o “recuperar la soberanía” bajo las nuevas circunstancias de una negociación condicionada por numerosas constricciones? ¿Cómo descifrar lo que los votantes querían decir con el leave y hacerlo valer en una compleja negociación con la UE? El referéndum es un instrumento rígido, en la medida en que presenta una opción binaria, cuando en realidad hay un amplio espectro de posibilidades de abandonar la Unión Europea y relacionarse luego con ella. Es una de las paradojas de este y otros referendos: censuran al Gobierno por sus políticas en relación con Europa y le confían la consecución del mejor compromiso posible; suponen que puede conseguirse en unas condiciones especialmente difíciles lo que no se pudo hacer en condiciones de normalidad.

Llevar a la práctica el Brexit requiere no solo el mandato inicial sino también el apoyo público explícito a los términos de la separación, concluye diciendo. A esto obedece la convocatoria de elecciones, que puede mejorar cuantitativamente la posición de May pero no modifica cualitativamente los términos del problema. El adelanto de las elecciones no impedirá que se hagan patentes todas estas contradicciones, ni que deba haber un segundo referéndum sobre el resultado de las negociaciones con la Unión Europea, lo que volverá a complicar las cosas en una época en la que las democracias se han convertido en bazares de la simplicidad.


Dibujo de Eduardo Estrada para El País




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viernes, 24 de junio de 2016

[A vuelapluma] "I have done the deed" (Macbeth, de William Shakespeare). El Reino Unido rompe con Europa



Jo Cox


"I have done the deed": He hecho el hecho, le dice Macbeth a su mujer, al oído, nada más que un instante después de haber asesinado al rey Duncan. La frase pertenece al Acto II, Escena 2, de Macbeth. 

Quizá tengo tendencia a literaturizar casi todos los grandes acontecimientos de la historia. Quizá, también, porque hay pocas cosas nuevas bajo el sol en cuanto a pasiones humanas y desde Homero, Sófocles, Esquilo, Eurípides, y Shakespeare, por supuesto, casi todo está dicho, y mucho mejor que ahora.

Lo siento. Siento de veras que un 52 por ciento de los británicos haya optado por ser cabeza de ratón en lugar de cola de león, y eso lo digo aun a sabiendas de que el león europeo anda bastante renqueante.

Y lo siento, aunque no me crean, sobre todo por la diputada laborista británica Jo Cox, asesinada hace justamente hace una semana cuando hacía campaña a favor del "Sí" a la Unión Europea. Tiene que ser muy triste, aunque ella no lo haya sabido, ni lo vaya a saber nunca, saberse asesinadas tres veces: la primera por la incompetencia de un primer ministro imbécil, la segunda por un fanático nacionalista y la tercera, quiero suponer que involuntariamente, por el 52 por ciento de sus compatriotas. Espero que la tierra le sea leve. Ha muerto por nada. Descanse en paz. 





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jueves, 23 de junio de 2016

[A vuelapluma] Referéndum en el Reino Unido: Voces, perspectivas y escenarios





A unas horas de que los ciudadanos británicos decidan si el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte permanece en la Unión Europea o se convierte en el primer Estado miembro que abandona el proyecto de integración europea por voluntad propia, el CIDOB, un think tank independiente y plural con sede en Barcelona y dedicado al estudio, la investigación y el análisis de temas internacionales que trabaja para elaborar y ofrecer a todos los actores políticos, desde la ciudadanía hasta las organizaciones internacionales, información e ideas para formular e impulsar políticas que reviertan en un mundo más seguro, libre y equitativo para las personas, con el objetivo de entender las dinámicas de este referéndum y sus consecuencias para el futuro de Europa, publica un amplio DOSIER que analiza las perspectivas sobre el referéndum y los temas clave de las campañas favorables al "Sí" y al "No". Pueden acceder a él desde el enlace anterior.

Se presentan en el mismo los tres escenarios de futuro que podrían producirse tras el referéndum y que, en cualquier caso, darán lugar a una nueva relación entre el Reino Unido y la Unión Europea: el “Bremain”, o la permanencia del Reino Unido en la UE; el “soft Brexit”, según el cual el Reino Unido abandona la UE a través de un acuerdo; y el “harsh Brexit”, con el Reino Unido abandonando la UE de manera abrupta. 

Además, una serie de voces expertas del ámbito académico, económico y social dan su punto de vista sobre lo que significa el referéndum y las consecuencias para el proyecto de integración europea. El dosier se completa con el análisis del equipo de investigadores de CIDOB, que plantea los posibles efectos de este referéndum en diferentes áreas: Unión Europea, Reino Unido, movilidad, terrorismo, Turquía, Rusia, Alemania o América Latina. 

El contenido de la publicación se articula a lo largo de dos áreas. La primera, "Perspectivas sobre el referéndum", con una serie de artículos elaborados por CIDOB y Politikon que pasan revista a los principales temas de la campaña, la posición de los partidos, el perfil de los votantes y los factores internos y externos que pueden decantar la balanza hacia el campo favorable a la salida del Reino Unido de la UE o hacia los que prefieren permanecer en la UE.

La segunda recoge las ponencias pronunciadas en el Seminario “Escenarios de una nueva Relación Reino Unido-UE” organizado por CIDOB y la London School of Economics European Politics and Policy blog (LSE EUROPP) y una serie de doce vídeos con una mirada fresca pero a la vez rigurosa del Brexit en los que voces expertas del ámbito académico, económico y social dan su punto de vista sobre lo que significará el referéndum y las consecuencias para el proyecto de integración europea. 

Creado en 1973 como Centro de Documentación Internacional de Barcelona, desde 1979 es una fundación privada cuyos objetivos son los de convertirse en: 1. Un centro independiente, plural y sin agendas partidistas o ideológicas dominantes, capaz de incidir en la reflexión y en la acción política global desde su realidad local. 2. Un referente internacional útil en Barcelona para las personas, instituciones y empresas que trabajan en el entorno internacional o que se interesan por él; un polo de estímulo para una inter­nacionalización creciente de la ciudad, de Cataluña y de España; así como un referente nacional e internacional en investigación, recursos documentales y publicaciones especializadas en relaciones internacionales. 3. Un actor influyente en la gestación de la acción internacional de los gobiernos locales, de la Generalidad de Cataluña, del Gobierno de España y de la Unión Europea y sus respectivas dimen­siones parlamentarias, con interlocución permanente con decisores políticos y capacidad para generar opinión, directamente y/o a través de los medios de comunicación. 4. Una organización conectada a escala europea y mundial con instituciones líderes en el ámbito de las relaciones internacionales, que participa en los grandes debates de ámbito europeo y glo­bal, y genera opinión y conocimiento valorados internacionalmente. Y 5. Un instrumento de acción internacional al servicio de los ciudadanos, una herramienta de apoyo a las relaciones internacionales que trabaja para influir y asistir a decisores, así como para captar los intereses de la ciudadanía y también difundir y contribuir a la aplicación de las decisio­nes públicas internacionales y de la Unión Europea que afecten a los ciudadanos.

Para conseguirlo, CIDOB es una comunidad dinámica de analistas que trabaja para elaborar y ofrecer a todos los actores políticos, desde la ciudadanía hasta las organizaciones internacionales, información e ideas para formular e impulsar políticas que reviertan en un mundo más seguro, libre y equitativo para las personas, que promueve una gobernanza global y buenas prácticas –construidas a partir de un gobierno democrático local, estatal y europeo– que aseguren a las personas los elementos básicos para una vida sin miedo y en libertad, haciendo posible un diálogo integrador de todas las diversidades y activo en la defensa de los derechos humanos y la igualdad de género.




Espero que les resulte interesante. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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