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sábado, 11 de abril de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] Ciudad y democracia. Publicada el 9 de octubre de 2009





Al concluir mis estudios de licenciatura en Geografía e Historia en la UNED, y después de haber abandonado unos antes, a la mitad los de Derecho, y después los de Ciencias Políticas, me planteé hacer un doctorado en esa última rama.  Ya lo había intentado en Geografía e Historia, pero en Ciencias Políticas era la opción académica que siempre me había atraído más. Diversos avatares profesionales y personales hicieron que la cuestión no pasara de mero proyecto, pero llegué a proponer al profesor Santos Juliá dos temas como posibles a la hora de acometer la tesis doctoral que culminaría mi paso por la universidad. Uno fue el del papel del Senado en las democracias modernas, asunto que siempre me había atraído, y me sigue atrayendo, dada la escasa relevancia que la Constitución y los sucesivos gobiernos le han dado al español. El otro asunto posible objeto de esa tesis "non nata" era el del papel de la ciudad como sujeto y objeto de renovación democrática; en cierto sentido, una vuelta al ámbito originario de la democracia participativa, siguiendo la estela de pensadores como Hannah Arendt.

Esta es, también en cierto modo, la tesis del filósofo, escritor y periodista Josep Ramoneda, que el pasado 19 de agosto escribía un interesantísimo artículo en El País, titulado Hacia una Europa de las ciudades, en el que venía a decir que frente al carácter cerrado de la nación, el ámbito urbano es el lugar idóneo para forjar una identidad abierta, la que necesita la nueva conciencia europea, que sea políticamente solidaria y capaz de compartir la soberanía.

La cultura nacional es una cultura cerrada y unitaria, dice. Se basa en la presunta homogeneidad de los ciudadanos que pueblan el Estado. Pero esta idea de comunidad está hoy completamente obsoleta, en sociedades que por su composición ya no pueden esconder su heterogeneidad. ¿No sería la hora de volver a este "lugar de una humanidad particular" que es la ciudad europea? Las ciudades son identidades abiertas frente a las naciones que son identidades cerradas. ¿No podrían ser éstas los nodos adecuados sobre los que tejer una red de identificación básica europea?

Pero la ciudad -concluye- es sobre todo el lugar de una identidad abierta, es el lugar en que es posible encontrar un denominador común entre los extraños que la componen; una identidad mínima muy parecida a la que requiere la reconstrucción de la conciencia europea, una identidad basada en el reconocimiento al otro y en la defensa de un modelo europeo que tiene todos los elementos de la cultura urbana: la soberanía compartida entre extraños; la solidaridad política; la diversidad y el conflicto como portadores de oportunidades y de cambio, y la negociación y el diálogo, como manera de relacionarse. Sin necesidad de inclinarse ante ningún dios menor, sea la patria o la religión de turno.

Me gustaría terminar esta entrada de hoy citando de nuevo al politólogo Robert A. Dahl, y su libro "La democracia y sus críticos" (Paidós, Barcelona, 1993). Dice en el mismo que sea cual sea la forma que adopte, la democracia de nuestros sucesores no será ni puede ser igual a la de nuestros antecesores. Ni debe serlo. Ya que los límites y posibilidades de la democracia serán radicalmente distintos de los que existieron en otras épocas y lugares del pasado. La brecha existente entre el conocimiento de las élites de la política pública y el de los ciudadanos corrientes, añade, puede reducirse, pues ya es técnicamente posible que todos los ciudadanos puedan disponer de información sobre todas las cuestiones públicas accesible de inmediato. ¿Está pensando Dahl en Internet?... Lo que parece claro es que el ámbito de la ciudad es quizá, o sin quizá, el idóneo para un ensayo de democracia participativa universal. Y las ciudades europeas, por su historia de libertad, el marco adecuado. ¿Por qué no intentarlo? HArendt




El profesor Josep Ramoneda



La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt





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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

sábado, 8 de febrero de 2020

[ARCHIVO DEL BLOG] La memez de Gibraltar. (Publicada el 22 de julio de 2009)



El Peñón de Gibraltar


Por una vez, y sin que sirva de precedente, me parecen igual de memos el Gobierno de España y el principal partido de la Oposición. Definir como "traición histórica" la visita de un ministro español a la colonia de un estado aliado y miembro de pleno derecho de la Unión Europea, me parece una estupidez y una solemne gilipollez. Y viniendo de quien viene la denuncia, un ejercicio de cinismo y desvergüenza; algo, por cierto, a lo que recurren un día sí y otro también.

El contencioso sobre Gibraltar no es sólo una memez, es una anacronismo histórico que debería estar resuelto hace ya mucho tiempo, y no con la reincorporación a España (que no quieren los gibraltareños) o a la Gran Bretaña (que no quieren los británicos), sino con la independencia de Gibraltar, aceptada y promovida por España y Gran Bretaña.

San Marino, Mónaco y El Vaticano (por no meter en el mismo saco a Andorra o Liechtenstein) son "estados" que reportan más beneficios a su entorno que a sí mismos. Un Gibraltar independiente, de fronteras abiertas, sería un formidable reclamo turístico y económico para el Campo de Gibraltar, Cádiz y toda Andalucía. Una fuente de riqueza para la zona. Y el final de muchos negocios sucios realizados al amparo de su opacidad fiscal y del contrabando.

Por una vez seamos sensatos y pensemos con el cerebro. Señoras y señores del Gobierno, ilustres miembras y miembros de la Oposición, dejen de hacer ostentación de sus atributos patrióticos, métanselos dentro de los calzoncillos o bajo el tanga, y déjense de decir gilipolleces: Gibraltar nunca será español contra la voluntad de sus habitantes. ¿No sería mucho más razonable que fueran gibraltareños, y aquí paz y después gloria para todos?


El texto que precede a estas líneas fue escrito el 22 de Julio y publicado en el Blog a las 10 horas y diez minutos de la noche de ese día. En la edición del jueves 23 de julio del diario El País, el escritor, filósofo y periodista Josep Ramoneda escribe un interesante artículo titulado "Trescientos años de inutilidad", en el que se refiere en términos muy similares a los empleados por mi al contencioso gibraltareño, argumentación que tengo la seguridad que es secundada por buena parte de los ciudadanos de este país que están ya hartos de las ínfulas patrioteras de una derecha casposa, meapilas y reaccionaria, y de la cobardía y temor de una izquierda que parece quisiera hacerse perdonar cualquier política progresista que propicia. Me congratulo de molestar a esa derecha y de coincidir, desde posiciones no muy distantes, con lo expresado por el señor Ramoneda. HArendt



El filósofo Josep Ramoneda



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HArendt




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