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sábado, 2 de junio de 2018

[A VUELAPLUMA Saber marcharse a tiempo es un arte





En el teatro del mundo, uno se examina todos los días y siempre se le juzga por lo último que hace, escribía hace unos días en El Mundo su director, el periodista Francisco Rosell. Resuelta ya la moción de censura presentada por el partido socialista contra Mariano Rajoy que ha convertido a Pedro Sánchez en el septimo presidente del gobierno desde la restauración de la democracia, las palabras de Francisco Rosell conservan toda su virtualidad.

Poco cuentan los éxitos cosechados por abundantes y magníficos que hayan resultado, señalaba Rosell en su artículo. Por eso, como dijo Tony Blair al despedirse del 10 de Downing Street, todo gobernante acaba indefectiblemente mal por muchas victorias electorales que atesore y éxitos de gestión esmalten su lucida biografía. Ello entraña una enorme injusticia. Sin duda. Pero obliga cuando se desempeñan puestos de alta responsabilidad y de obligada ejemplaridad. A este respecto, pocas cosas tan peliagudas como percatarse de cual es el momento de decir adiós, salvo insinuárselo al que está en la cúspide del poder. 

En la historia reciente de España, tamaña osadía originó incluso la voladura de un periódico como el rotativo Madrid. Su editor, Rafael Calvo Serer, clarividente miembro del Opus Dei, no tuvo mejor ocurrencia que establecer cierto paralelismo entre la marcha del general De Gaulle, a causa de la crisis política desatada por la revolución de Mayo del 68, y la conveniencia de que Franco hiciera lo propio, tras acumular entonces seis lustros en la Jefatura del Estado. 

Saber marcharse a tiempo es ciertamente la operación más difícil que cabe acometer. En el campo de batalla, pero también en el terreno político. No en vano, la política no deja de ser una guerra con otras armas. "En los regímenes democráticos, incluso, grandes personalidades, como Churchill y Adenauer -aludía Calvo Serer, disimulando el destinatario último de su invectiva- fueron objeto de duras críticas y se vieron obligados a abandonar el Poder de los electores que en otros momentos les manifestaron entusiasta adhesión o un simple reconocimiento de sus servicios".

Ésa es, justamente, la circunstancia del presidente Rajoy. Vive las horas más comprometidas de su carrera política, al haberle pedido al tiempo quizá más de lo que éste podía darle. Merced a ello, tiene el honor indubitado de ser el político que más perdura en el poder desde Franco. Bate la marca de Felipe González a base de hacer divisa de lo dicho por Felipe II de sí mismo: "Yo y el tiempo contra todos". Empero, después de ser un maestro en el manejo del mismo, éste parece haberle abandonado tras la severa sentencia de la Audiencia Nacional sobre la trama Gürtel. Lo ha crucificado sin estar sometido a juicio y sin aguardar a que se enjuicien otras piezas sumariales más comprometedoras por referirse a años en los que tuvo más altas responsabilidades orgánicas. 

Ni en la peor de sus pesadillas pudo imaginarse Rajoy un fallo así. Tan demoledor por la enormidad de las penas (más altas que las aplicadas a sanguinarios terroristas). Tan corrosivo por socavar su credibilidad como testigo en aspectos ajenos a esta causa, tan devastador por vincular las actividades del PP a los de una organización delictiva. Y tan catastrófico, en fin, por hacer saltar por lo aires la frágil entente (no ciertamente cordiale, que sí de circunstancias) de los tres partidos constitucionalistas (PP, PSOE y Cs) frente al órdago separatista catalán. 

Con su populismo punitivo, afrentoso para un Estado de derecho que se precie de tal, dos jueces (José Ricardo de Prada y Julio de Diego), en línea judicial e ideológica con el instructor inicial del sumario, el ex juez Garzón, pueden haber cambiado la historia reciente de España. Han dispensado una fuerte dosis de demagogia punitiva, valiéndose ciertamente de unos hechos deleznables y merecedores de condena. Ambos togados ya debieron mover a la sospecha de Rajoy cuando se empeñaron contra el criterio del presidente del tribunal (autor del voto particular de la Justicia), Ángel Hurtado, de convertirle en el primer mandatario español que declaraba como testigo en el ejercicio de su cargo, a diferencia de sus antecesores González (caso GAL, en 1998) y Suárez (caso Banesto, en 1995) que lo hicieron cuando abandonaron La Moncloa. 

Desde julio del año pasado, pues, el sino de esta legislatura se ha desarrollado bajo la espada de Damocles de aquella declaración como testigo en sede judicial de Rajoy. Ahora esta sentencia que lo crucifica sin sentarle siquiera en el banquillo de los acusados la finiquita. Así las cosas, cuando parecía que Rajoy cruzaba el Rubicón de su mandato y se aseguraba su permanencia en La Moncloa por dos años más, merced al apoyo presupuestario in extremis del PNV, quien le sacaba las hijuelas al Estado, al tiempo que se ponía en jarras con un plan soberanista con el brazo político de ETA (Bildu), el presidente, en horas siquiera veinticuatro, se hundía en sus procelosas aguas del río de todas las metáforas. Su aparente satisfacción, aunque nadie lo diría por su palidez y su balbuceante verbo de la tarde-noche de su particular miércoles de ceniza, era, en realidad, el canto del cisne.

Después de agavillar el variopinto voto de siete formaciones políticas, cual feliz jugador de las siete y media que ronda la plenitud, una ventolera judicial de imprevisibles consecuencias desarboló la baraja haciendo volar sus desparejados naipes. El vendaval judicial puso en solfa una legislatura cogida con alfileres desde el día en que Rajoy fue investido tras repetirse las elecciones. Shakespeare ya lo advirtió: "El tiempo, en su rapidez, modifica el curso de las cosas".

Existe un proverbio ruso que habla de que el pasado es impredecible y ese ayer se le ha presentado a Rajoy en el peor momento. Sin haber querido éste dar los pasos precisos para una eventual sucesión ni haber establecido las bases para que un partido clave en la historia reciente de España subsista a su inevitable marcha, evitando experiencias trágicas como las de la UCD.

Adoptando una resistencia numantina, Rajoy no puede enfrentar una encrucijada histórica para una nación de Estado menguante, por mor de unos gobernantes carentes de la grandeza de miras de los estadistas y que se entregan al exclusivo interés del momento. Es verdad que la política hace extraños compañeros de cama, como decía Churchill, pero carece de sentido, cuando está en danza la existencia misma de la nación, que el PP fíe su suerte a un partido que busca desarbolar España como el PNV, moviendo a la vez la encina del PP y el nogal de ETA.

Para colmo de desgracias, el PSOE defiende, según días y dependiendo de la hora, una cosa y la contraria, sin importarle entregar su alma al diablo. En estas, un volatinero Sánchez plantea una moción de censura que se deslegitima con tan extraños compañeros de viaje y que resultan ser, en parte, aquellos independentistas a los que la víspera combatía con el artículo 155 en ristre. Vuelve a las andadas -o, probablemente, no sale de ellas-, de igual modo que Zapatero suscribía con una mano el pacto antiterrorista de Aznar y con la otra firmaba compromisos bajo cuerda con ETA. Este maquiavélico PSOE desprecia a esa musa del escarmiento a la que Azaña, en la amargura de su trágico fracaso, aconsejaba encomendarse para no incurrir en los errores del pasado. Era evidente que Sánchez, huérfano de escaño,por atender en mala hora la recomendación de Patxi López, rondaba el edificio de las Cortes para saltar al hemiciclo al menor pretexto, y en este caso se le ha presentado una oportunidad que legitima una eventual moción de censura. Empero, no debiera hacerlo a cualquier precio y sin ningún tipo de recato, por más que cavile que, con las expectativas electorales bajo mínimos, no habrá de perjudicarle este salto de la rana. Si sale con barbas, San Antón; si no, la Purísima Concepción. no habrá de perjudicarle este salto de la rana. Si sale con barbas, San Antón; si no, la Purísima Concepción. no habrá de perjudicarle este salto de la rana. Si sale con barbas, San Antón; si no, la Purísima Concepción. De paso, saca a Albert Rivera de su zona de confort y le fuerza a mojarse, despreciando el hecho de que las mociones de censura son un campo propicio para el suicidio.

Por encima de esa perversión de las mociones de censura, en las que más que buscar soluciones a los problemas de España se persigue poner en evidencia a los contrincantes, el mejor servicio que unos y otros pueden prestar es disolver el Parlamento y convocar elecciones, como antaño le reclamó Rajoy a Zapatero. Los españoles tienen el derecho inalienable de decidir quién debe dirigirle en un momento tan complicado y no asistir al asalto al poder por medio de una moción de censura temeraria en la que el PSOE recurre a aquellos mismos a los que desechó antes del golpe de Estado del 1 de octubre y a los que se reengancha cuando estos separatistas ya han rebasado todos los límites. Quien lo entienda que lo explique. Fuera máscaras, pues, y que cada cual vaya a cara descubierta, sin subterfugios, a la búsqueda del voto ciudadano.España parece el cántaro del Talmud: "Si la piedra cae sobre el cántaro, desdichado cántaro; si el cántaro cae sobre la piedra, desdichado cántaro; de cualquier manera siempre es el cántaro el que sufre".

En tesitura tan difícil, Rajoy parece el unamuniano "guía que perdió el camino", siendo quizá "un general que comprende que ha perdido la batalla», pero que "no puede declararlo si con esta declaración provoca una desastrosa retirada de sus soldados". Ello le obliga "a fingir una victoria, si con ello consigue una retirada en orden". Ante ese estado de confusión, quizá Rajoy eche en falta la presencia de alguien cercano que le diga, aunque deba hacerlo con el coche en marcha para luego escapar a todo trapo, que el mejor servicio que puede prestar en estos momentos es propiciar unas elecciones generales.Los españoles tienen la responsabilidad de darse un Gobierno que enfrente con fortaleza y credibilidad los retos de una nación que ve cómo su Estado se deshace por la impericia de aquellos que tienen encomendada su custodia y salvaguarda. 

No debiera esperar -ni se lo merece- una cruel reprimenda en los acres términos del bufón del drama shakesperiano. Ante los desvaríos del rey Lear, a merced de la catástrofe que había desencadenado a su alrededor, aquel loco payaso le espeta al atribulado monarca: "No deberías haber envejecido antes de ser sabio".

En definitiva, Rajoy padece el triste sino de los gobernantes que se hacen viejos en el poder. "Son sus mismos éxitos -refería Calvo Serer, en su artículo de época, pero tan actual en su radiografía de los hábitos de poder- los que les traicionan, porque se aferran a los que en otras ocasiones les fue favorable, aun contra la opinión de quienes les rodeaban. Pero al cambiar las circunstancias, ese inmovilismo resulta funesto". Saber marcharse puede salvar a un partido clave para la estabilidad de España y puede librar a un país del bloqueo en que puede sumirle el numantinismo de uno y la temeridad de otro. No es fácil papeleta situarse ante el espejo y discernir si es la hora en que uno suma o resta. Es el ser o no ser de una existencia política.


Dibujo de Ulises Culebro para El Mundo



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme, de una vez para siempre, a realizarlos (G.W.F. Hegel)

domingo, 27 de mayo de 2018

[PARLAMENTO] XII Legislatura de las Cortes Generales. Mayo, 2018 (IV)





Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de las principales instituciones políticas nacionales, europeas y locales.

INSTITUCIONES NACIONALES
Casa de S.M. el Rey
Congreso de los Diputados
Senado
Presidencia del Gobierno
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Boletín Oficial del Estado

INSTITUCIONES EUROPEAS

Parlamento Europeo
Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Comisión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea
Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Diario Oficial de la Unión Europea

INSTITUCIONES LOCALES
Parlamento de Canarias
Gobierno de Canarias
Cabildo de Gran Canaria
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

La actividad parlamentaria de la pasada semana ha estado centrada en las reuniones de varias plenos y comisiones tanto de las Cortes Generales como del Congreso y del Senado. Pueden acceder a los diario de sesiones respectivos desde los enlaces siguientes: 


I. CORTES GENERALES

JUEVES, 24 DE MAYO
1. Comisión Mixta para la Seguridad Nacional

I. CONGRESO

LUNES, 21 DE MAYO

MARTES, 22 DE MAYO

MIÉRCOLES, 23 DE MAYO

II. SENADO

LUNES, 21 DE MAYO

MARTES, 22 DE MAYO

MIÉRCOLES, 23 DE MAYO

JUEVES, 24 DE MAYO



Y desde estos otros a la agenda de trabajo de las Cortes Generales prevista para esta semana tanto en el Congreso como en el Senado, al programa que RTVE ofrece semanalmente sobre la actividad parlamentaria, y al blog de las Cortes Generales, permanentemente actualizado, dedicado a la Conmemoración del 40º aniversario de la Constitución de 1978.







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 26 de junio de 2017

[A vuelapluma] La soberanía según Theresa May





El profesor Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política e investigador Ikerbasque en la Universidad del País Vasco, realizaba hace unas semanas en El País un soberbio análisis, La soberanía según Theresa May, sobre las consecuencias que el Brexit de hace un año está teniendo ya y va a tener para el Reino Unido. El referendo no puede reemplazar a la democracia representativa para pactar una nueva relación con la Unión Europea, dice en él. La democracia directa del Brexit invalida el orden existente, pero para su reconfiguración necesita del Parlamento.

En tiempos de incertidumbre, señala al comienzo de su artículo, es muy poderosa la tentación de regresar a terreno conocido, aunque sepamos que ya no es posible. Tras ciertos espasmos políticos no hay otra cosa que la nostalgia por recuperar lo que ya no es recuperable: soberanía reconocida, autoridades indiscutidas, territorios delimitados, homogeneidad social e incluso enemigos identificados.

El Brexit es uno de esos fenómenos en los que el miedo a lo desconocido se traduce en torpeza y pone en marcha una serie de operaciones políticas de dudosa coherencia, añade. La idea de “recuperar el poder para los británicos” no tardará en ser decepcionada por la realidad al menos en dos aspectos que ponen de relieve su naturaleza paradójica, tanto en lo que se refiere al fin perseguido como al procedimiento: la idea de salirse hacia un espacio de soberanía y hacerlo de un modo directo, plebiscitario, sin las mediaciones de la democracia representativa.

Comencemos examinando en primer lugar la pretensión de abandonar un espacio de interdependencias para recuperar la soberanía fuera, dice más adelante. En la operación de abandonar el espacio de la Unión se constata ya un choque entre dos temporalidades muy diferentes: muchos de los ciudadanos que votaron por abandonar la Unión Europea quieren que esto ocurra sin retraso y no podrán entender que requiera tanto tiempo. Al mismo tiempo, el mundo económico presiona para retrasar el inicio de las negociaciones y que los acuerdos hagan la transición lo más suave posible. El riesgo político que esto plantea al Gobierno de May es que cuanto más tengan en cuenta a estos últimos para proteger los empleos y el crecimiento económico, más se preguntarán los partidarios de irse si esa decisión marca alguna diferencia fundamental.

El estatus mediopensionista que ya tenía Gran Bretaña no ayuda demasiado a este respecto, sigue diciendo. Si fueran miembros de la eurozona o hubieran firmado el acuerdo de Schengen, entonces la reintroducción de la libra o las fronteras estrictas podrían proporcionar una garantía rápida y simbólica de que habían abandonado efectivamente la Unión Europea. Cuanto más suave sea el Brexit menos percibirán los británicos la diferencia. El flujo de bienes, capitales y personas será mayor de lo que seguramente esperaban quienes votaron a favor de la salida. Por otro lado, Gran Bretaña no puede elegir a su antojo los términos en los que participar en el mercado único, por lo que el resultado final de las negociaciones será un compromiso, un término medio pactado, es decir, algo inevitablemente decepcionante para los soberanistas.

La otra gran paradoja tiene que ver con la relación entre las dimensiones plebiscitaria y representativa de la democracia, el verdadero fondo del debate que está en juego, aquí y en todas las democracias, señala después. La campaña por la salida se apoyó en un difuso sentimiento de que la gente ya no es soberana y contribuyó a exagerarlo. De ahí la invocación a la democracia directa —en un país en el que la soberanía parlamentaria es algo sagrado— para remediar el modo como la democracia representativa estaba gestionando las relaciones de Gran Bretaña con la UE. La convocatoria de un referéndum y su resultado son una señal de hasta qué punto se había roto la confianza en los representantes. David Cameron justificó la consulta argumentando que el consentimiento democrático de pertenecer a la Unión se había debilitado (a pesar del hecho de que cada nuevo tratado que aumentaba las competencias comunitarias había sido aprobado en el Parlamento de Westminster).

La estrategia inicial de May consistía en prometer una ley de derogación e iniciar la retirada de la UE por prerrogativa de la corona, comenta. Pero la Corte Suprema obligó al Gobierno a que fuera el Parlamento quien legitimara finalmente el acuerdo. De este modo la democracia directa del Brexit ha invalidado el orden existente, pero su reconfiguración exige confiar en la democracia representativa o recurrir a un referéndum posterior (probablemente, las dos cosas).

Este es el núcleo de la paradoja que se contiene en la tensión entre la soberanía de un instante y su concreción representativa, afirma. Los referendos tienen el efecto de que, como suele decirse, empoderan momentáneamente a la gente pero les dejan dependientes del Gobierno para llevar a cabo el complejo trabajo de, en este caso, transformar un simple no y variadamente motivado en un nuevo tejido de relaciones con la Unión Europea. La expresión de la voluntad popular en un momento puntual no puede reemplazar a la democracia representativa cuando se trata de pactar los términos de la salida y configurar una nueva relación con la Unión. Los británicos votaron por la salida, pero no dieron ninguna indicación en el referéndum acerca de cómo deberían ser los términos ni de la salida ni de esa nueva relación, cuyo diseño y aprobación compete a los Gobiernos y Parlamentos.

El Brexit puede ser una victoria pírrica que contradiga muchos de los objetivos de la campaña por la salida, añade. Los primeros problemas pueden venir de la dificultad de conseguir resultados positivos para satisfacer a los votantes que deseaban una clara ruptura con el statu quo. Las aspiraciones eran muy elevadas. ¿En qué puede consistir “retomar el control” o “recuperar la soberanía” bajo las nuevas circunstancias de una negociación condicionada por numerosas constricciones? ¿Cómo descifrar lo que los votantes querían decir con el leave y hacerlo valer en una compleja negociación con la UE? El referéndum es un instrumento rígido, en la medida en que presenta una opción binaria, cuando en realidad hay un amplio espectro de posibilidades de abandonar la Unión Europea y relacionarse luego con ella. Es una de las paradojas de este y otros referendos: censuran al Gobierno por sus políticas en relación con Europa y le confían la consecución del mejor compromiso posible; suponen que puede conseguirse en unas condiciones especialmente difíciles lo que no se pudo hacer en condiciones de normalidad.

Llevar a la práctica el Brexit requiere no solo el mandato inicial sino también el apoyo público explícito a los términos de la separación, concluye diciendo. A esto obedece la convocatoria de elecciones, que puede mejorar cuantitativamente la posición de May pero no modifica cualitativamente los términos del problema. El adelanto de las elecciones no impedirá que se hagan patentes todas estas contradicciones, ni que deba haber un segundo referéndum sobre el resultado de las negociaciones con la Unión Europea, lo que volverá a complicar las cosas en una época en la que las democracias se han convertido en bazares de la simplicidad.


Dibujo de Eduardo Estrada para El País




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 15 de septiembre de 2014

Sobre la democracia




Congreso de los Diputados (España)



Que la democracia, o por resultar menos beligerante en la expresión, que las instituciones democráticas no están funcionando correctamente es un hecho incontrovertible. Que deberían hacerlo, el funcionar, también. Ahora bien, ¿cuál y cómo debería ser el funcionamiento correcto de esas instituciones en una democracia moderna? Ahí estoy convencido que caben opiniones varias, todas respetables, aunque unas resulten más respetables que otras. No seré yo quien resuelva la ecuación, entre unas razones porque no tengo la respuesta, y entre otras porque lo que yo piense al respecto no es relevante. 

En cambio, sí tengo algunas ideas claras sobre la democracia. Así, en plan ínformal, sin afán de verdad absoluta, que no tengo reparos en compartir con ustedes: 1) La democracia moderna es representativa o no es democracia. 2) La democracia directa no existe; es un mito. 3) No hay democracia posible sin partidos. 4) La soberanía pertenece al pueblo en su conjunto, pero no se ejerce directamente por éste, sino a través de los órganos constitucionalmente previstos, normalmente, el Parlamento. 

Ni siquiera la Confederación Helvética (Suiza), que con tanta asiduidad recurre al referéndum como vía de participación política directa del pueblo en los asuntos de Estado, pone en cuestión la premisa de la democracia representativa.

Corolario de la anteriormente expuesto es: 1) Que los miembros de los parlamentos, sea cual sea su forma de elección y el partido o formación política por la que se presentan, representan a la nación en su conjunto y no sólo a los electores de su circunscripción, sus votantes o su partido. 2) Que no están sujetos a mandato imperativo alguno, ni del pueblo, ni de sus electores ni votantes, y mucho menos de su partido. Y 3) que en el ejercicio de sus funciones parlamentarias no están ligados por ningún tipo de disciplina de voto, sino que cuando las ejercen, lo hacen en conciencia y bajo su exclusiva responsabilidad personal.

Si esto no se acepta, sobran los parlamentos y cualesquiera instituciones representativas de las que se dotan las sociedades democráticas, pues bastaría con elegir al hipotético líder de la nación por el pueblo, sin intermediación de partidos, y delegar en él todo el poder del Estado para funcionar. Ni siquiera los regímenes fascistas y de dictadura proletaria se han atrevido a tanto y han guardado alguna apariencia formal de representación política.

Lo ideal sería establecer procedimientos democráticos por los cuales, en casos tasados, los representantes elegidos pudieran ser apartados de sus cargos antes de la finalización de sus mandatos, bien por aquellos mismos que los han elegido o por los órganos jurisdiccionales correspondientes. Pero en el ínterin, no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras ante casos de transfuguismo de un partido a otro, o de rompimiento de la disciplina de voto, porque no siempre están motivados por razones espurias. O por citar otro ejemplo: ¿no exigimos a jueces y magistrados que voten en conciencia sin sujección a mandato imperativo alguno de aquellos por los que han sido designados? Si es así, ¿por qué nos resulta tan difícil admitir lo mismo de nuestros representantes políticos?

Por supuesto, habría que obligar constitucional y legalmente a los partidos a dotarse de estructuras y procedimientos internos democráticos abiertos a los afiliados, simpatizantes y votantes, y a celebrar congresos donde rendir cuenta periódica y tasada de sus actividades y financiación.

En los estados medievales peninsulares, los procuradores que eran enviados por las ciudades con representación en ellas a las Cortes convocadas por el rey, lo hacían bajo mandato imperativo, y sujetos estrictamente a las órdenes dadas por escrito por sus conciudadanos, y cuando volvían de ellas, si no se habían atenido al mandato recibido, se arriesgaban a ser colgados de las almenas de la ciudad. No creo que ese sea el procedimiento idóneo hoy día de exigir responsabilidades políticas, aunque nunca se sabe...

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt



Cortes medievales 



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