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domingo, 17 de mayo de 2015

Sobre niños y dioses. (Reedición, Junio, 2008)



Generaciones



Esta mañana hablaba mi hija pequeña conmigo sobre sus inminentes vacaciones de verano, que está planeando con todo detalle con su marido para que resulten un éxito... Me resultó curioso observar la diferente forma de ver la vida de una generación: la suya, y la mía... Ella organiza su vida como un plan a largo plazo; yo la organizo en plazos de veinticuatro horas y con el horizonte de "cuatro lunas" (que diría el protagonista de "Bailando con lobos") visto casi como una eternidad... 

Vicisitudes personales aparte, el día de hoy me está resultando bastante extraño, así que como suele ser habitual me refugio en mi mujer, mis hijas y, sobre todo, mis nietos, y por supuesto, mis libros... Y no tengo ánimo para graves disquisiciones, y menos aun, teológicas. 

Ayer me reconfortó sobremanera leer "Si leyeran bien la Biblia,dejarían de creer", la entrevista que Jesús Ruíz Mantilla, en El País Semanal, le hacía al profesor italiano Piergiorgio Odifredi, una especie de "bestia negra" para la curia vaticana, que reproduzco en el enlace de más arriba, y cuyos sarcásticos comentarios comparto. Sin beligerancia, eso sí, porque mi descreimiento no es combativo. 

Pero sobre todo disfruté con el bellísimo artículo del escritor Gustavo Martín Garzo titulado "La educación de los niños" que también publicaba El País. Ignoro si Martín Garzo es padre, supongo que sí, por lo que escribe y por como lo escribe. Yo, como abuelo, lo suscribo plenamente. 

En su artículo cita dos libros que recomiendo con énfasis: "El guardian sobre el centeno", de J.D. Salinger (Alianza, Madrid, 1997) y "Habíamos ganado la guerra", de Esther Tusquets (Ediciones B, Barcelona, 2007). He leído los dos y ambos me han parecido excelentes. La primera es una novela de culto entre los alumnos norteamericanos de Secundaria; una lectura obligada en los Institutos de aquel país, que relata en primera persona del singular la iniciación a la edad adulta de un joven inadaptado, caprichoso y consentido. La segunda, son las memorias de juventud de la escritora y editora catalana Esther Tusquets, un relato con el que me sentí absolutamente identificado cuando lo leí por muchas razones, no solo por el relato de vivencias personales muy similares, sino por la coincidencia de tiempo, lugar y circunstancia de muchas de las situaciones que cuenta. Y mañana..., pues será otro día. Espero que mejor.

Sean felices por favor, y ahora, como también decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





La Vía Láctea


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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

lunes, 23 de julio de 2012

Esther Tusquets entrevistada en TV3 - Divendres: Les bones maneres es perden

sábado, 10 de diciembre de 2011

martes, 26 de julio de 2011

Mi primera vez: En Venercia. Un relato de Esther Tusquets






En Venecia. Dibujo de Eva Vázquez




Con la escritora y editora Esther Tusquets, a la que no tengo el placer de conocer personalmente, y por la que siento una profunda admiración, me unen una serie de afinidades o coincidencias vitales de las que ya he dejado constancia en el blog en anteriores ocasiones. Que recuerde ahora, en mi entrada del 9 de diciembre de 2007, titulada "Memorias de juventud de Esther Tusquets" en la que comentaba la impresión que me había producido la lectura de su libro autobiográfico "Habíamos ganado la guerra" (Ediciones B, Barcelona, 2007) y el descubrimiento de algunas de esas "afinidades vitales" compartidas.

Hace unos días, leo de nuevo un artículo suyo para la serie "Ficciones. Mi primera vez" que viene publicando El País, titulada "En Venecia" (20/7/2011). No me resisto a compartirla con ustedes. En esta ocasión, esa "primera vez" de la que habla, escribe,  Esther Tusquets, es la impresión que le causó su primer encuentro con Venecia. 

No puedo compartir esa sensación porque nunca he estado en Venecia. Pero si he sentido algo muy parecido la primera vez que puse pie en Roma. Una sensación que no voy a olvidar nunca y que se repite en cada ocasión que vuelvo a esa ciudad mágica y eterna por tantas cosas. Disfruten de su lectura. Y sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt




Ficciones. Mi primera vez: En Venecia 
por Esther Tusquets
EL PAÍS - 20-07-2011

Ha habido en mi vida, ya tan larga, espacio para deleites exquisitos, experiencias inolvidables, instantes de tal felicidad que se diría puede uno tocar el cielo con las manos (expresión que Herralde, el editor, desaprueba con justo motivo, pero que yo utilizo a veces porque me encanta).

Sin embargo, muchas de las cosas que adoro no resisten la exigencia que impone la primera vez. He vivido momentos estelares en el amor, pero no ha sido nunca la primera vez, habrá sido la tercera, la octava, la última, pero no la primera. Me gusta con delirio el mar, sospecho que lejos de él mi vida estaría incompleta, creo que moriría de añoranza en una ciudad sin mar.

Pero ¿cuál fue la primera vez? ¿La primera vez que lo vi, que me sumergieron en él? Mis primeras veces estaba encerrada en la barriga de mi madre, y luego flotaba feliz en el agua, a su lado. Quizás podría hablar de la primera vez que mi tío favorito apareció en casa con un cachorro y mi padre no objetó nada a que nos lo quedáramos. Era una caniche de una bondad infinita (mi vida tampoco habría sido igual sin los perros, tan imprescindibles como la mar). Pero a Gabi me la asesinaron, supongo que envenenada, y me ha parecido incorrecto poner una primera vez feliz a algo que terminó tan mal. ¿Los hijos? Son una parte importante, muy importante de mi vida. Me han hecho sentir muchas veces enormemente feliz y algunas enormemente desdichada, seguro que me han permitido tocar, alcanzar el cielo con mis manos, pero sé con total certeza que en el momento en que me los puso la comadrona en los brazos -como el lejano día en que me habían puesto en la boca por primera vez la hostia consagrada- no sentí nada parecido a lo que de mí se esperaba, a lo que yo misma esperaba, al instinto maternal le llevó tiempo aparecer y manifestarse.

Tenía que ser algo importante para mí, y que pudiera centrarse en un momento determinado y que no terminara mal. He estado mucho rato dando vueltas a distintas posibilidades, y finalmente he pensado en Venecia. El tema de este artículo podía ser La primera vez que fui a Venecia, y centrarse en algo más concreto todavía: el momento en que el vaporetto, camino de nuestro hotel, desembocó en el Gran Canal. Yo tenía 18 años y no había visto nunca nada tan bello. Me habían hablado mucho de Venecia, había visto fotografías, había visto películas cuya historia transcurría allí, había consultado guías de viaje. Creía estar preparada para lo que me esperaba, y esperaba mucho. Pero no esperaba llevarme una sorpresa tan enorme, sentirme anonadada, conmovida hasta lo más profundo. Noté que, tras las gafas de sol, los ojos se me llenaban de lágrimas. Y me alegré de llevarlas puestas todavía, aunque estaba ya anocheciendo, porque a los 18 años uno no llora delante de los demás, y yo, a los 18 años, lloraba muy pocas veces, y no sabía que en la vejez lloraría a menudo, por todo, por cualquier motivo, por nada.
Todo lo que había leído y visto sobre Venecia quedaba muy lejos de la experiencia real de estar allí. El olor, el aire, el ruido de las embarcaciones, de la proa de las góndolas al golpear contra el muelle, justo al pie de mi ventana y delante de nuestro hotel. Y luego, en días sucesivos, las callejas y los puentes que los turistas ni pisan, apretujados todos en la plaza San Marcos. Y un montón de primeras veces. La primera vez que tomas un café en el Florian, escuchando a las orquestas que tocan en la plaza. La primera vez que callejeas por La Giudecca. La primera vez que ves una ópera en La Fenice. La primera vez que tomas una copa en Harry's Bar.

Pensé que siempre, siempre volvería allí. Y lo he cumplido. He recorrido Venecia con casi todas las personas a las que he amado. Con mis hijos varias veces y la primera (de ellos, claro, no la mía), Milena lloraba al emprender el regreso, como había llorado yo al llegar.





La escritora Esther Tusquets




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Entrada núm. 1391
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"Tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

La escritora Esther Tusquets entrevistada en Canal Sur TV