domingo, 24 de octubre de 2010

¿Vanidad?










"Vanidad": Arrogancia, presunción, envanecimiento. "Ego": Exceso de autoestima (Diccionario de la Real Academia Española). Hace unas semanas le otorgaron al escritor Mario Vargas LLosa el Premio Nobel de Literatura. En algún medio, no recuerdo cual, dijeron que el escritor reclamaba este galardón hacía ya tiempo. Suponiendo que eso fuera cierto, le podríamos aplicar las dos primeras definiciones tan bien explicadas por la RAE. No quiero decir que no se lo merezca, pero si la afirmación fuera cierta diría muy poco en su favor. Otros pensarán que tiene todo el derecho a pensarlo pues es un gran escritor y si él no lo piensa, ¿quién lo va a pensar? Seguro que más de uno.

Es muy bonito el hacer por hacer sin esperar nada a cambio pero en el fondo todos estamos esperando algún reconocimiento: ya sea del jefe por nuestra eficacia ganando un cliente, de un familiar alabando la comida que hemos preparado o algún comentario en la última entrada del blog.

La vanidad-ego en su justa medida es algo necesario para triunfar en el día a día, nos gusta sentirnos imprescindibles, que el día que no estemos se den cuenta. El problema es cuando esa vanidad no responde a los hechos, y de eso sí que hay por el mundo. Muchos divinos que sólo saben presumir y pavonearse y párate ahí porque no saben nada más. Son los mejores en su trabajo, presumen de todo lo que hacen y harán, tienen un un coro de pelotas atolondrados que les dan la razón simplemente porque les oyeron decir sobre sí mismos que eran maravillosos. ¿Y los resultados? ¿A qué conocen a más de uno en su trabajo? Yo sí.

Luego está la otra cara de la moneda, los que tienen resultados y ningún reconocimiento. Triste lo suyo pero a veces pecan de llorar y quejarse. De decir que ellos no quieren la gloria pero que no es justo que la tengan otros. Pueden resultar igual de cansinos que los vanidosos. Aunque para su autoestima no es una práctica tan saludable. Y al final se quedan con la falsa modestia.

Ni lo uno, ni lo otro. Todos queremos nuestro trozo del pastel, más grande o más pequeño. Si algún día disfrutamos del grande, disfrutémoslo en privado, sin dejar hambriento al de al lado. Aunque ese hambriento se comiera el pastel delante nuestra alguna vez... Saquemos la cubertería de plata, la vajilla de Cartuja y la mantelería calada por una vez. Pero el asunto de la venganza lo dejaremos para otro día.

En El País Semanal de hoy domingo pueden leer si lo desean el magnífico reportaje del escritor canario Juan Cruz sobre las 48 horas vividas por Mario Vargas Llosa posteriores a su elección como Premio Nobel de Literatura de 2010. Y en la sección de videos, uno en el que el nuevo Premio Nobel explica su obra literaria. No se los pierdan. Nos vemos. Ruth




Post scríptum: Mi padre, HArendt, me comenta que de Mario Vargas Llosa le encantaron La tía julia y el escribidor y La guerra del fin del mundo. Dicho queda. Ruth











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Vídeo: Vargas Llosa recibe el Nobel de literatura

lunes, 11 de octubre de 2010

Algunos pensamientos sueltos

Mi yerno más joven, Ramón,  me pide paso amablemente para exponer sus pensamientos en este blog mio y de ustedes, y que cada vez se está convirtiendo más en una aventura colectiva entre autores y lectores. Se lo agradezco sinceramente. Además me amenaza con "irse" a El Mundo, y eso sí que no... Tiene un problema, que él reconoce en ésta su primera colaboración en "Desde el Trópico de Cáncer": su excesiva confianza en el valor de la palabra y la verdad como base del entendimiento y la convivencia entre los hombres. Yo soy un poco más escéptico a ese respecto: primero, porque creo que nuestra civilización ha perdido reverencia y respeto por la magia de las palabras, y segundo, siguiendo a Voltaire, porque pienso que la verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura... A pesar de ello, merece la pena intentarlo, y él lo hace cada día, aunque el tiempo y los  años pongan a cada uno y a cada cosa en su sitio. Les dejo con su interesante reflexión de hoy sobre algunas verdades personales y públicas, ciertamente incómodas, tomando como punto de partida un libro de filosofía política excepcional: "Sobre la libertad" , (Alianza, Madrid, 1999) del filósofo británico John Stuart Mill (1806-1873). Espero que repita colaboración. HArendt






John Stuart Mill 





ALGUNOS PENSAMIENTOS SUELTOS

No es necesario que me empujen mucho, o que me aleccionen, para animarme a expresar mis opiniones. De hecho, casi todos mis problemas y mis aciertos han tenido relación con ello. Cada vez entiendo menos por qué las personas no se limitan a decir lo que piensan. Todo sería mucho más interesante. No voy a escribir sobre un tema concreto, me voy a limitar simplemente a plasmar mis pensamientos tal y como me vienen. El límite será mi cansancio, e intentar no cansar demasiado a quien me lea.

Para empezar, hablaré de un par de preocupaciones que recorren mi mente esta semana. Una, aunque no la nombraré, es una cuestión personal absolutamente primordial, de esas que te hacen cuestionarte tu pasado, tu preparación, tu situación actual, tu forma de ser, tu fortaleza de cara el futuro. Te lo cuestionas todo, todo lo que a ti conlleva, sin dejar de preguntarte si estás preparado, aunque la realidad llegará inexorable, estés preparado o no. Créanme si les digo que deseo esa realidad con todas mis fuerzas, si no, no me preocuparía tanto. Esa realidad lo cambia todo, sin aún haber llegado. Pero otro pensamiento me hace olvidar todo ello, o más bien dejarlo apartado durante un momento. Ese pensamiento se basa en los objetivos empresariales. Cómo es la mente. La mía, dividida entre uno de los momentos más importantes, si no el que más, de mi existencia, y por otro lado, la preocupación de que un cliente no tarde más de quince minutos en ser atendido. Irónico, ¿verdad? Más irónico aún es pensar que el futuro de lo primero depende en algunas cuestiones, no en todas por suerte ni en las más importantes, pero sí en algunas, de este segundo absurdo pensamiento. Un ingente número de "best sellers" de
auto-ayuda abogan por desprenderse de lo material para ser felices. ¿A quién cederán sus derechos de autor?, ¿a una ONG?

Hablando de divisiones, las conversaciones con mi padre siempre me hacen pensar en el pasado y en la evolución del pensamiento. Soy muy escéptico en lo que al pensamiento de las masas se refiere. Cuando se reunen diez, o diez mil personas, con una idea en la cabeza, la base de dicha idea es no escuchar una idea contraria. Es el enemigo, siempre. El sentimiento universal, en mi opinión, es la intolerancia. Ojalá que la utopía de libertad, igualdad y fraternidad hubiera sido una realidad. Aunque la verdad es que ni cuando fue promulgada fue real. También en ese momento, como en tantos otros, fue la intolerancia lo que empujó a las masas con una fuerza irresistible. Veo ese sentimiento cada vez que estudio la historia de la sociedad, y esa fuerza crece. Ya lo dijo Maquiavelo, son sentimientos inmutables el amor, la envida, la ambición, y todos empujan a defender lo que
cada uno quiere, cueste lo que cueste. La historia de nuestro país no se libra de ello, y veo esa intolerancia en todas las conversaciones con mi padre.

Empujado por la terrible situación económica del país, que se convierte en un drama en cada familia afectada, incendiando su ánimo por los agentes comunicadores que expresan de forma retórica su dolor y confusión, al ver como este país tan aparentemente rico parece estar empobreciéndose a marchas forzadas, empuja su odio hacia quienes considera culpables de esta terrible situación, y no hay manera de que escuche una idea contraria. Seguramente pensará: "Es el enemigo, miente o lo han engañado. Qué más da, también es culpable, aunque lo único que ha hecho haya sido votar a los "malos"." De dicho pensamiento ni yo me libro. Mi padre, en cierto modo, es un reflejo de la sociedad. Nadie se libra. Muchos de los que por mi padre y quienes piensan como él son considerados los enemigos, tienen los mismos pensamientos, a la contra, hacia ellos, esos irreflexibles seguidores de Intereconomía. Yo, a veces, también pienso así. Por suerte, leí a John Stuart Mill. Todos deberíamos leer su libro, "Sobre la Libertad", y convertirla en lectura obligatoria en Educación parala Ciudadanía.

No hay una verdad absoluta, hay que escuchar e intentar entender y comprender a todas las partes. Cuanto más opuesta sea la doctrina, más hay que esforzarse. Algo así dice, entre otras muchas cosas, el señor Stuart Mill. O al menos yo lo comprendí así. Y no es fácil, prácticamente nadie lo hace. Ser intolerante es muchísimo más facil. He leído en algún sitio que cada vez nos acercamos más a vivir la realidad de las "dos Españas". En realidad, dudo mucho que hayamos dejado dicha realidad. Quizá los políticos digan que no. ¡Qué grandes son todos los políticos en edulcorar la verdad! O si no, un vistazo a las primarias de Madrid.

Si lo habéis leído todo, tenéis estómago. Quizá otro día os aburra un poco más. Yo, mientras tanto, seguiré pensando. No hay mejor ejercicio para el cerebro. Lo recomiendo, como futuro propósito de año nuevo, en lugar de tantos gimnasios y dejar de fumar. Saludos. Ramón






Portada de "Sobre la libertad", de John Stuart Mill





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Vídeo: La importancia de Sobre la libertad de JSM de John Stuart Mill", por Rafael ...

domingo, 10 de octubre de 2010

Se busca a Educación: se nos perdió en el paseo




Espacio reservado






Si alguien ha leído recientemente la autobiografía-presentación que hace mi padre de sí mismo, verá que pone que tiene un tercer nieto en camino: me hago responsable. Y por ahí va el tema: tranquilos, que nada tiene que ver con el sentimiento maternal y demás ternuras.

Cuando estudiaba en el colegio tenía una asignatura semanal llamada Educación Cívica. No sé si fue cosa de las monjas o que en el resto de los colegios nadie la daba porque nunca he oído a nadie hablar de ella, y eso que teníamos hasta libro. Recuerdo que en ella se veían dibujos que te representaban las escenas de la vida cotidiana y como debíamos comportarnos: Dejar el lado derecho de la acera a las personas mayores, con niños o embarazadas; un caballero deja paso a una mujer, le abre la puerta del coche o en unas escaleras se deja paso, sin agobiar, a quien vaya más lento, a no ser que la otra persona te indique lo contrario... Cosas así eran las que hacían única a mi querida Educación. 

No es que yo pensara que al estar embarazada me fueran a poner la alfombra roja, sonaran los violines y me aplaudieran al pasar; se que no es una enfermedad sino un estado natural de la mujer, y tenía por seguro que no iba a ocurrir; pero sí que pensaba que un señor de cuarenta ( es decir, sólo 9 años mayor que yo) me dejaría paso ahora que estoy así, ya que antes nunca lo hacían. Siempre he sabido que la gente es muy poco educada, pero exigente, y que en ciertos casos pasan de desvergüenza, pero la verdad es que no esperaba algunas cosas.

En las cajas de los grandes supermercados hay una que se supone que es para embarazadas. Hasta ahora nunca las había usado porque tenía poca o ninguna barriga pero ya empiezo a sentir el peso y a cansarme; fui a una toda ilusionada por primera vez ya con siete meses, y..., nada: casi mejor me hubiese ido a la de cestas y esperar mi turno tras diez personas porque ni dios me dejó pasar. De las cajeras, curiosamente estaban dos ese día, ninguna me hizo señas para que pasara, pero si que comentaron entra ellas: " mira ahí hay una que está embarazada"  Pasó la señora con su gran carro de compra, otra con su cesta y otra más. Y yo, esperando a que alguna me dejara el paso o que las cajeras me lo dieran. ¡Ya!, ¡lo llevas claro, bonita!

La semana pasada me dio por coger la guagua; no es normal, me tienen tan mimada que siempre me llevan en coche. Nada más entrar existen dos asientos, uno en frente del otro, y entremedias una pegatina con dibujitos muy monos: una señora embaraza, otra señora con bebé, una persona mayor, otra persona con muletas.... Según entré, un señor se bajaba en la parada en la que yo subía y me senté en el lugar que quedaba libre. Tan contenta iba yo en mi sitio que dos paradas más tarde se subieron tres señoras de unos setenta años, perfectas de peluquería, maquillaje y con el joyero encima no sea que les faltara algún anillo. Dos siguieron al fondo en busca de sitio pero otra reclamaba uno diciendo que era mayor. Yo seguía tranquilamente mirando la ventanilla cuando noté una mano sobre mi hombro y una voz que decía: "Oye tú, levántate y deja sentar a la señora que es mayor" Me sentí como la Gorgona, giré la cabeza y la petrifiqué con la mirada. No dije nada y seguí en mi sitio. Lo mejor de la situación fue oír a otra diciendo: "¡Qué caradura! Y no se levanta" Me pareció que mi barriga ya era suficiente explicación y seguí sin decir ni pío. Otra vez, Educación estaba desaparecida.

Así una tras o otra, un señor con prisas me empujó el carro de la compra en la barriga y no me dijo perdón, cuando voy por la calle me tengo que bajar de la acera porque no dejan pasar porque están ocupadas hablando de la vida de alguien de la tele y si se me cae algo en el trabajo, de rodillas y con cuidado para cogerlo porque eso es problema mío.

Si alguien se encuentra a Educación por favor, no la desprecie. Es una buena chica y siempre agradecida, responde con una sonrisa, y a muchos nos deja dormir tranquilos sabiendo que no hemos fastidiado el día a nadie. Nos vemos. Ruth




Bebés, de Maitena



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Vídeo: Musica Premamá

martes, 5 de octubre de 2010

Sobre canarios y peninsulares: Carta abierta al Ministro de Fomento




José Blanco, Ministro de Fomento





Estimado señor Ministro de Fomento: :

Con esto de los recortes -cosa que está muy bien y apoyo mientras sean lógicos- parece que han estudiado quitar la ayuda para el transporte aéreo a los residentes canarios. No tendríamos ningún problema si el precio de los vuelos fuera fijo, no desorbitado como ahora, y si ese no fuera el único medio que tuviéramos los canarios para ir a la península o volver de ella.

Le explico un poco la situación ya que al no vivir usted aquí y sólo venir de vacaciones si es que viene, ya que al salir más baratos los vuelos de Madrid a París o Londres que a Gran Canaria, dudo que venga. Por supuesto, si viene en visita oficial el viaje se lo pagamos los canarios y el resto de los españoles.  

Seguro que habrá pensado: "eso no es verdad, pueden venir en barco", pero, no, Señor Ministro, no vamos en barco porque el viaje  entre Canarias y la península por Transmediterránea-Acciona, cuesta lo mismo que ir de vacaciones a Punta Cana, en la República Dominicana, con una buena oferta. A eso hay que añadir que sólo lleva hasta Cádiz y que el trayecto dura ligeramente más que el vuelo de unas dos horas y media que conecta con Madrid, (son cuarenta horas de barco tirando por lo bajín), y que las salidas de los barcos son escasas. Claro que también podemos ir por la Naviera Armas, pero fíjese usted, el barco desde Canarias a la península de esta compañía sólo nos lleva hasta Portugal, y si no creo mal, uno por semana. Así que el barco lo descartamos y lo dejamos sólo para mercancías o para cuando disfrutemos de mucho tiempo y dinero.

He vivido en Madrid, durante 8 años, y el precio del autobús para Burgos, por poner poner un ejemplo, siempre era el mismo. A no ser que se elija viajar en el "Supra".  Es decir que ya fuera viernes o domingo pagabas lo mismo, igualito pasaba con el tren. Si tienes una reunión sólo tienes que elegir el medio de transporte deseado y subirte en él. Ahora pongamos que vive usted en Canarias, quiere viajar de viernes a domingo a Madrid por que es la boda de su prima Eustaquia y, ¡uy, vaya qué cosas!, .la ida le sale a 100 euros y la vuelta a 420 euros porque es domingo, claro, y ya se sabe que el tráfico aéreo los domingos tiene peaje. ¿Iría usted a la boda? Yo creo que no; mejor le sale hacer una transferencia a la cuenta de su prima y decirle que tiene mucho trabajo.

Este ejemplo es para algo lúdico pero qué pasa cuando hay una reunión de trabajo, un curso, una conferencia que sólo se da en la península. Pues o que tienes un padrino, o tienes dinero de por sí y te da igual lo que te cueste, o no vas. Luego no es de extrañar que hayan sectores independentistas que digan "¡fuera godos!". Si no tenemos la oportunidad de viajar a la península, ese sitio donde viven unos cuantos millones de españoles como nosotros, en las mismas condiciones que ellos vienen hasta aquí ¿que razones tenemos para sentirnos tan "queridos"como nos dicen que somos para ellos? La mitad de mi familia es peninsular, y por mi parte no guardo ese rencor latente en muchos canarios, pero con estas cosas puedo entender el porqué si  lo sienten muchos de mis paisanos. 

Ahora veamos, si me lo permite, Sr. Ministro, algo sobre la reducción de tasa por residente desde la óptica de un español peninsular: "Encima que viven en las islas (paraíso terrenal, vergel en flor, etc., etc.), les sale más barato el vuelo". Ojalá fuera  cierto. Lo es en teoría, pero no en la práctica. Entre otras razones porque la vuelta a las islas en domingos son mucho más caras que las vueltas a la península. 

Además, si usted va a la agencia de viaje más cercana, allí por Gran Vía o por Avenida de América, en Madrid, verá que tiene varias ofertas de semana o fin de semana por 200-300 euros para venir a las paradisiacas islas con avión y hotel incluídos. Vaya a dar una vuelta por Mesa y López (Las Palmas de Gran Canaria) y mire las agencias de viajes. Cancún una semana, París cuatro noches, y.. ¿Madrid? ¿Barcelona? No hay ofertas de vuelo y avión para el fin de semana, con suerte en algún puente. Y en ocasiones viajes en grupo por el norte, ruta por Andalucía o todo muy organizado. Así que si sumas lo que cuesta el hotel más el avión con la vuelta del domingo, ¡quien fuera peninsular para venir a Canarias de vacaciones, de curso o de trabajo!

Nosotros sólo tenemos el avión, por desgracia, como único sistema para poder desplazarnos entre las islas y el resto del mundo, en el que incluyo la península, y encima, esos vuelos sólo son directos a algunos puntos de la misma. Además, según horarios y días, las tarifas cambian considerablemente.

¿Nos quieren quitar la reducción de tarifas por residencia?, bueno, vale, pero entonces pongan precios fijos para los residentes.

Un saludo, desde Canarias, Sr. Ministro. Nos vemos cuando le apetezca. Su amiga, Ruth




Aeropuerto de Gando (Gran Canaria)




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Vídeo: Gran Canaria, un gran destino

lunes, 4 de octubre de 2010

¿Y tu favorito, cuál es?




Portada de "Dioses, tumbas y sabios"





Creo que mi padre no ha medido las consecuencias de abrirme casi de par en par las puertas de su blog. Dice que le falta voluntad "escribidora", pero que no quiere abandonarlo a su suerte. Yo pienso que es una pose estética por su parte, pero mientras recupera fuerzas, y un poco para animarle, me gustaría iniciar mi colaboración en el blog con un asunto poco conflictivo como es el de aquellos libros, películas o músicas que nos han dejado huella en algún momento de nuestras vidas. Espero que les resulte interesante y poder repetir y compartir con ustedes la experiencia.

Seguro que en más de una ocasión a todos nos han preguntado por nuestro favorito, nuestro preferido, ya sea un libro, una película o una canción. Cuando oigo responder con tanta rapidez a esas preguntas se me plantea el siguiente pensamiento: esa persona se mueve en un ambiente cultural pobre y muy poco variado, o es un fanático. De lo primero, no es la única responsable; de lo segundo, puede que sí.

 Yo soy incapaz de decidir entre todas las películas que he visto una favorita. Tengo varias predilectas, según el género; otras, las guardo en un rincón de la memoria envueltas con mucha dulzura. Si le preguntaran a mis padres cual es mi película favorita creo que dirían: "Hoy en día no sé, pero cuando tenía ocho años, nos tenía fritos con "Los hijos del Capitán Grant" Todavía recuerdo partes enteras de diálogos. A fecha de hoy me sigo decantando por "El club de los poetas muertos", y por mucho que la vea, siempre me muerdo los labios con el ya famoso: "¡Oh capitán, mi capitán!"  Adoro "Muerte entre la flores"; me encanta, por muy absurda que sea, "The Rocky Horror Picture Show", con una jovencísima Susan Sarandon, Y "Sin Perdón", o "Cinema Paradiso". Me dejó sin aliento "Beautiful boxer", y me pondría en el papel de Richard Dreyfuss en "Encuentros en la tercera fase", y sería "gato" en "Desayuno con diamantes". Así, mil más, cada una para un momento adecuado.

 ¿Y tú libro? Ahora sí que la hemos fastidiado. Cuando tenía unos once años era "El faro de Barlovento", de J.L. Martín Vigil, una novela juvenil-romántica que cuenta la historia de dos hermanos gemelos. ¿Me lo leería veinte veces? Puede que sí. Con los estudios mis gustos literarios mejoraron bastante, aunque me siguen enganchando algunos "best seller" y sigo siendo fiel a todo lo que haga Matilde Asensi porque, simplemente, me entretiene. Pero pongámonos en esa duda de test de revista de aeropuerto: si te fueras a una isla desierta, ¿cuál te llevarías? Muy fácil, un ebook con la memoria cargada hasta los topes. Es lo bueno de la tecnología, y eso que no tengo ninguno porque para mi gusto le quitan todo el placer a la lectura: mirar cuantas páginas te quedan para terminar el capítulo y así saber si lees más o te bajas del autobús, doblar la esquina de la página o marcar esa frase que te dejó pensando. De lo primero que cogería sería "Dioses, tumbas y sabios", de C.W. Ceram, debido a las malas influencias de un padre historiador, y a la propia historia del arte. Mi colección de "Tintín": lo descubrí con 30 años, pero oye, tanto CSI, Navy y Bones, pues claro... una se queda con los orígenes detectivescos. El haber cursado asignaturas de Filología me lleva  a mi pasión por el teatro clásico, y como no, a "La vida es sueño", también el  "Quijote" y la "Numancia" cervantinas. Y no, no me llevaría ni loca "El Código da Vinci": es un libro que me irrita, porque parece que antes de él nunca se había hablado de los templarios ni de la jodía Magdalena. ¿Nadie recuerda a Peter Berling? Pues a rebuscar un poco en las bibliotecas que su narrativa es cien mil veces mejor que la de Dan Brown, cuyo libro sólo tuvo éxito por meterse con el Opus ligeramente.

 La música como todo, depende de la edad que tengas, del día que haga y del humor con el que te levantes. Serrat siempre, Sabina cuando tenía voz, y cientos de melodía que no sé el nombre pero las tarareo y me hacen suspiar, ponerme de buen humor o melancólica. Triste aquel que sólo escuche a la Paulina Rubio y no sepa quien es Bonnye Tyler o Bob Dylan. Porque ni que decir, que pena tan grande, aquellos que se pierden la música clásica y no disfrutan intentando descubrir que instrumentos suenan en las obras de Grieg, cuales son los que hacen sonar las gotas de lluvia en Vivaldi, o viendo con los ojos cerrados el ballet de "El Cascanueces". La mejor respuesta: Ufff no sé, ¿sólo uno? ¿Y tú preferido?, ¿cuál es? Nos vemos. Ruth





Carátula de la película "Los hijos del capitán Grant"




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Vídeo: Tumbas egipcias

sábado, 24 de julio de 2010

Resaca

Campeones del Mundo de Fútbol



Sigo con la misma sensación de resaca, de ese malestar difuso con que uno se despierta  después de haber bebido en exceso. Pero el caso es yo no he bebido... Y lo peor no es eso, sino que ya me dura varias semanas, bastante más tiempo del normal, y no le veo salida alguna por el momento. De todas formas no le busquen explicaciones enrevesadas aunque en el texto que sigue parezca que hay alguna clave...

¿Han oído hablar ustedes de "Tremé"? Es una fascinante serie televisiva cuya primera temporada acaba de terminar en la cadena TNT. En sólo diez capítulos narra las aventuras y desventuras de unas serie de personajes que habitan en el barrio de Nueva Orleans que da título a la serie, el más antiguo barrio negro de Estados Unidos, unos meses después del paso del huracán Katrina. . Está dirigida por David Simon, y producida por la HBO, sin duda la más afamada, merecidamente, productora de series para la televisión. La música de jazz, soul, y de las Brass Bands, las orquestas de metales habituales en los desfiles y funerales que se celebran en la ciudad, omnipresente a lo largo de toda la serie, tiene un protagonismo especial,  y no sólo porque la misma transcurra alrededor de varios personajes que se agarran a la música como única y última tabla de salvación tras la catástrofe.

Todos sus personajes resultan fascinantes, pero a mi el que más me ha encandilado, quizá porque me siento identificado con él por múltiples razones, es el de Creighton, protagonizado por un obeso y magnífico John Goodman. Creighton es un profesor universitario de Literatura inglesa, que todas las noches, desde su ordenador, lanza por Internet frenéticos mensajes de denuncia sobre la situación que está viviendo su ciudad y la incompetencia de las autoridades locales, estatales y federales para ponerle solución. Su imagen, en el penúltimo capítulo de la serie, sentado en la oscuridad de su despacho ante la pantalla iluminada y en blanco de su ordenador, incapaz de teclear algo coherente y de encontrarle el más mínimo sentido a nada, me resultó desoladora, pero muy expresiva...

Sobre la Sentencia del Tribunal Constitucional y el Estatuto de Autonomía de Cataluña creo que está casi todo dicho. Jurídica y políticamente, así que a las bibliotecas y hemerotecas les remito. Personalmente, me ha llamado la atención sobremanera, la sobredosis de dignidad ofendida de algunos, genéricamente derivada a Cataluña, el pueblo catalán y los parlamentos catalán y español, a causa de la sentencia. No creo que la dignidad de los catalanes ni de Cataluña quede menoscabada por una sentencia. Es sólo eso, una sentencia, y como tal, algo que pone fin a una controversia,  y punto. Ahora toca repensar todo el asunto con mente clara y corazón frío. Lo pienso y lo digo como demócrata y como ciudadano español, como amigo y como admirador de Cataluña y de los catalanes.

No creo que tengan mayor importancia, pero me gustaría dejar brevísima constancia de algunas reflexiones personales al respecto: Primera, la desvergüenza e irresponsabilidad del Partido Popular, presentando su recurso sobre la práctica totalidad del articulado del Estatuto de Autonomía de Cataluña, como si de enmiendas y correcciones ortográficas se tratara, mientras que esos mismos artículos, idénticos literalmente en otros Estatutos autonómicos, no han merecido crítica ni recurso alguno; es algo que dice muy poco en favor de sus dirigentes. Segunda, tres años para dilucidar y llegar al convencimiento de que lo que se expresa en el preámbulo de una ley carece de valor jurídico, me parece excesivo en un Tribunal Constitucional. Tercera, que el acuerdo sobre la inconstitucionalidad de catorce preceptos del Estatuto se haya tomado prácticamente por unanimidad del Tribunal, dice bastante poco, y bastante mal, de los servicios jurídicos de los gobiernos y de los parlamentos catalán y español. Cuarta, que si un precepto del Estatuto, o de cualquier otra ley, no es inconstitucional, es que es constitucional, ¡de cajón!, por más que el Tribunal Constitucional advierta de interpretaciones posibles sobre situaciones, improbables, que aún no se han dado. Quinta, que por fin se haya aclarado de una vez por todas que no hay más sujeto soberano que el pueblo español en su conjunto es de Perogrullo, pero en buena hora sea. Sexta, que cada vez está más claro que la Constitución de 1978 necesita no sólo una "puesta a punto", sino una profunda reformulación en clave federal que permita plasmar jurídica y políticamente la existencia de una España "nación de naciones": la frase es del historiador y profesor mio en la UNED, Javier Tusell, que no creo que fuera, precisamente, un nacionalista furibundo o un izquierdista vende-patrias. Séptima, que esa reforma la lidera lo que queda de izquierda pensante en este país, -poca, la verdad-, y lo que queda de espíritu progresista en la sociedad española, -más de lo que se imagina la derecha cavernícola que aspira a gobernarnos-, o no la hace nadie. Y octava y última, que ya no se si decir que, por desgracia, o por suerte, -aunque pienso que con toda razón-, a la mayoría de nuestros conciudadanos la política de confrontación actual entre unos y otros, y la clase política en su conjunto, por decirlo con toda suavidad, se la suda, así que, o espabilan,o la próxima vez van a ir a votar los candidatos y sus familiares más cercanos en grado de consanguinidad...

Para resaca de la buena, la victoria de la Selección Española de Fútbol en el reciente campeonato del mundo celebrado en Sudáfrica. Soy incapaz de ver un partido completo, de mi equipo de toda la vida, el Barcelona F.C., o de la Selección Española. ¡Me pueden los nervios, se me dispara la taquicardia, y me arranco las uñas a mordiscos!... Sólo enciendo la televisión cuando vamos ganando y faltan, a lo sumo, dos minutos para el final. Luego, eso sí, lloro a moco tendido viendo la alegría de esos jóvenes que no saben de banderías ni sectarismos, que juegan por lo que juegan, por dinero, claro, pero también por jugar, que es lo principal, por divertirse, por divertirnos y por alegrarnos, por hacernos felices durante unos efímeros momentos que ya nadie podrá quitarnos... Y por poder oír a mi nieto de tres años gritar delante del televisor ¡eepaña, eepaña, eepaña!, como si le fuera la vida en ello... Gracias de todo corazón por ofrecernos esos momentos de alegría compartida con tantos millones de aficionados y de españoles... 

De todo lo que se ha escrito sobre el partido me quedo, sin duda alguna, con el artículo de ese mismo domingo, horas antes de jugarse, que el escritor Javier Marías publicaba en el diario El País. Se titulaba "Hoy es solo hoy", y era una auténtica delicia, una premonición de lo que horas más tarde iba a producirse. Merece la pena que lo lean y lo disfruten, de verdad. Lo reproduzco más adelante. No dejen de visitar la sección de vídeos, con un adelanto de "Tremé" y de las mejores jugadas del Holanda-España en Sudáfrica. Les deseo la mayor felicidad del mundo. Tamaragua, amigos. HArendt








Cartel publicitario de Tramé





"HOY ES SÓLO HOY", por Javier Marías
 EL PAÍS  -  Deportes - 11-07-2010


La situación es tan insólita que ni siquiera sabemos bien cómo vivirla. Hace doce años, cuando el Real Madrid podía conquistar su séptima Copa de Europa, escribí aquí un artículo titulado "Hoy no sólo hoy", en el que decía que también era cada uno de los lejanos días de infancia en que mi equipo favorito había disputado el mismo título, con Di Stéfano, Zárraga, Puskas, Gento o Velásquez. Hoy, en cambio, no puede ser más que hoy, porque España jamás había aspirado a una Copa del Mundo, ni siquiera a una semifinal. Carecemos de referencias y, en contra de lo que es frecuente en el fútbol, no podemos apoyarnos en ninguna situación pasada que ni remotamente se le asemeje. Nuestros rivales sí, pues su inolvidable selección de 1974, con Cruyff a la cabeza, perdió inmerecidamente la Final de aquel año ante el anfitrión, Alemania, y, ya sin Cruyff, en 1978, volvió a perderla ante otro anfitrión, Argentina, y ante la dictadura militar de aquel país, que tanto manipuló su Mundial. Por eso se viene insistiendo en que el fútbol tiene una deuda con Holanda, que hoy por fin se saldará.

Lo lamento, pero no creo que vaya a ser esta la ocasión, precisamente por una cuestión de justicia: no sería justo que aquellos extraordinarios Cruyff, Neeskens, Rep, Rensenbrink, sigan si su título por toda la eternidad -así será en todo caso- y en cambio lo posean quienes no son sus herederos en el juego, aunque sí lo sean en la camiseta. Más herederos de su concepción del fútbol veo a sus rivales de hoy: Xavi, Iniesta, Villa, Ramos, Puyol, Piqué, Alonso, Casillas y demás. Si bien, desde mi memoria, éstos lo sean todavía más de otro equipo latino no lo suficientemente apreciado: la Italia de 1982, la de Paolo Rossi y Tardelli, que, si no dominaban el juego como la España actual, sí eran capaces de pasarse el balón cerca o dentro del área con las mismas precisión y fatalidad para el contrario. Ya lo ven: hay que buscar referencias ajenas porque no vislumbramos ninguna propia.

Quienes desdeñan el fútbol y lo ven como cosa de "hordas" no parecen haberse parado mucho a pensar en la alegría o tristeza desinteresadas que provoca en millones de personas a la vez. Que un equipo gane o pierda no nos va a cambiar a ninguno la vida: al que le vaya mal le seguirá yendo mal y el que sea feliz no verá mermada por una derrota su felicidad esencial. Nadie será más rico ni más pobre por eso, nadie saldrá del paro ni ingresará en él. Y sin embargo, en qué pocas ocasiones salta la gente de júbilo al mismo tiempo, o baja la cabeza con melancolía y dignidad. El efecto de la victoria o de la derrota no es duradero, digamos que se desvanece a las cuarenta y ocho horas. Más o menos como el efecto que nos produce la visión de una gran película, o la lectura de una deslumbrante novela, o escuchar una música sobrecogedora, o la contemplación de un cuadro turbador. Tampoco en el arte nos va ni nos viene, respecto a nuestra vida personal. Abrimos la cubierta de un libro, se apagan las luces de un teatro o de un cine, y sabemos que aquello no nos atañe de veras, que nos prestamos a una conversación. La emoción que experimentamos es también desinteresada, y la exultación o la desolación que sentimos a su término son sólo simbólicas, vicarias y artificiales, pero a veces más punzantes que las de la vida real. No podemos desdeñarlas.

Hoy nos espera lo uno o lo otro, exultación o desolación. Tengo para mí que será lo primero. Precisamente por carecer de referencias pasadas, España llega a esta Final con la confianza de los inocentes, que además de "libres de culpa", significa "que desconocen una cosa". Desconocemos esa alegría máxima e incluso su posibilidad, luego no podremos echarla de menos ni comparar con "aquella otra vez". También hay algo inocente en nuestros jugadores y en nuestro seleccionador: de hecho, Del Bosque resulta conmovedor en su honradez, en su modestia y en su educación. Él es el primero en saber que hoy es sólo hoy, que nunca ha habido un antes y que la alegría está intacta y nueva, todavía por estrenar.





 Javier Marias




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martes, 13 de julio de 2010

Gracias, y casi adiós...





Vicisitudes personales varias -todas lo son, ¡claro está!-, y un desencanto radical sobre la marcha de la "res publica", me llevan por respeto a mí mismo y a los lectores de este blog a plantearme su cierre definitivo. Me concedo de plazo hasta el próximo mes de septiembre. Gracias, y casi adiós... Sean felices a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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sábado, 19 de junio de 2010

Europa über allen



 El filósofo Platón





En 64 años de vida da tiempo para bastantes lecturas. ¿Cuántas?: la verdad es que no tengo ni la menor idea, y tampoco me preocupa. En una de las secciones del blog: "Mis autores y libros favoritos", tengo puestos algunos de ellos. Sólo una mínima parte de los que recuerdo con especial cariño. Sí sé, en cambio, cuál fue mi primer libro leído del que tengo recuerdo: "La isla del tesoro", de Robert Louis.Stevenson, cuando tenía ocho años, y cuál el último, éste releído: "Infierno", de Dante Alighieri, ayer mismo. También estoy seguro de cuál es el que más veces he releído: "La República", de Platón, tanto por placer como por obligaciones académicas.

Para algunos tratadistas, "La República" de Platón es un libro sobre el gobierno ideal de la "polis". Discrepo cordialmente de dicha opinión. Para mí, "La República", es un tratado sobre la educación; de los gobernantes de la "polis", eso sí, pero de educación, no de gobierno. La tesis central del libro es la de que los filósofos, educados conforme a los preceptos expuestos por Platón, son los que deben gobernar las ciudades-estados: los reyes-filósofos. Esa es la teoría, claro está, porque cuando Platón pretendió convertirla en práctica real en la ciudad-estado siciliana de Siracusa, se salvó por los pelos de acabar vendido como esclavo. Mi conclusión personal es la de que a los filósofos hay que escucharlos y leerlos siempre con respeto, pero seguir sus consejos es harina de otro costal.

Pero hay excepciones: como la de Jürgen Habermas (1929), también filósofo, y premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales en 2003. Con toda seguridad, uno de los más influyentes, sino el que más, de los filósofos vivos actuales. Y de los más leídos y escuchados. El pasado 23 de mayo publicó en el diario El País un artículo titulado "En el euro se decide el destino de la U.E.". Todo un lujo para el periódico, pero sobre todo para el lector, en el que analiza la crisis financiera que se ceba sobre los estados europeos y la propia Unión y las posibilidades de cohesión que sobre esa misma Unión desata. A pesar de ello, o quizá precisamente a causa de ello, es un texto eminentemente político, que ensalza las virtudes de una Unión más estrecha y de la necesidad de ir a un gobierno económico de Europa. Es un texto largo, pero no complejo. Se lee y se comprende con suma facilidad.

Un ejemplo: "Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.

Y una recomendación final: "En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva. Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común."

¿Serán los gobiernos y los pueblos de Europa capaces de escucharle? Espero que sí, porque, al menos para mí, la esperanza se llama Europa: "Europa über alles".

En la sección de vídeos del blog he puesto una intervención en el Parlamento europeo del diputado verde Daniel Cohn-Bendit, del 18 de mayo, sobre la ayuda financiera a Grecia que me parece absolutamente ilustrativa. Les recomiendo que la vean, pero sobre todo, que lean el artículo de Habermas. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt





El filósofo Jürgen Habermas





"EN EL EURO SE DECIDE EL DESTINO DE LA U.E.", por Jürgen Habermas
 EL PAÍS  -  Internacional - 23-05-2010

Días decisivos: Occidente celebra el 8 de mayo y Rusia el 9 de mayo la victoria sobre la Alemania nacionalsocialista; también aquí, en Alemania, se habla de día de la liberación. Este año, las fuerzas de la alianza que lucharon contra Alemania (con la participación de una unidad polaca) celebraron conjuntamente un desfile de la victoria. En la Plaza Roja de Moscú Angela Merkel estaba justo al lado de Vladímir Putin. Su presencia confirmaba el espíritu de aquella nueva Alemania surgida en la posguerra, cuyas distintas generaciones no han olvidado que también fueron liberadas, a costa de los mayores sacrificios, por el Ejército ruso.

La canciller llegó desde Bruselas, donde había tratado de una derrota de un tipo completamente distinto. La imagen de la conferencia de prensa en la que se anunció la decisión de los jefes de Gobierno de la UE sobre el fondo de rescate común para contrarrestar los ataques al euro traicionaba la convulsa mentalidad no de aquella nueva Alemania, sino de la Alemania de hoy. La chirriante foto muestra las caras petrificadas de Merkel y Nicolas Sarkozy: unos jefes de Gobierno exhaustos que ya no tienen nada que decirse. ¿Acabará siendo esa foto el referente iconográfico del fracaso de una manera de ver Europa que ha marcado su historia durante más de medio siglo?

Mientras que en Moscú Merkel estaba a la sombra de la tradición de la antigua República Federal, este 8 de mayo pasado, en Bruselas, la canciller dejaba tras sí algo distinto: la lucha de semanas de una empedernida defensora de los intereses nacionales del Estado económicamente más poderoso de la UE. Apelando al ejemplo de la disciplina presupuestaria alemana, había bloqueado una acción conjunta de la Unión que habría respaldado a tiempo la credibilidad de Grecia frente a una especulación que buscaba la quiebra del Estado. Una serie de declaraciones de intenciones ineficaces había impedido una acción preventiva conjunta. Grecia como un caso aislado.

Hasta que no se ha producido la última conmoción bursátil, la canciller no ha cedido, ablandada por el masaje anímico colectivo del presidente de Estados Unidos, del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo. Por temor a las armas de destrucción masiva de la prensa amarillista parecía haber perdido de vista la potencia de las armas de destrucción masiva de los mercados financieros. No quería de ninguna manera una eurozona sobre la que el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, pudiera decir al día siguiente: quien no quiera la unificación de las políticas económicas, debe olvidarse también de la Unión Monetaria.

La cesura. Desde entonces, todos los afectados empiezan a vislumbrar el alcance de la decisión que se tomó el 8 de mayo de 2010 en Bruselas. Las medidas de emergencia sobre el euro adoptadas de la noche a la mañana han tenido consecuencias distintas de las de todos los bail outs habidos hasta la fecha. Como ahora es la Comisión quien suscribe los créditos en los mercados representando a la Unión Europea en su conjunto, este mecanismo de crisis se ha convertido en un instrumento de comunidad que transforma las bases económicas de la Unión Europea.

El hecho de que a partir de ahora los contribuyentes de la zona euro avalen solidariamente los riesgos presupuestarios del resto de los Estados miembros supone un cambio de paradigma. Se ha tomado conciencia así de un problema reprimido desde hacía mucho tiempo. La crisis financiera, amplificada a crisis de Estado, nos trae el recuerdo de los errores originales de una Unión Política incompleta que se ha quedado a mitad de camino. En un espacio económico de dimensiones continentales, sumamente poblado, surgió un Mercado Común con una moneda parcialmente común, sin que al mismo tiempo se introdujeran competencias que sirvieran para coordinar eficazmente las políticas económicas de los Estados miembros.

Hoy ya nadie puede rechazar de plano, calificándola de irrazonable, la exigencia formulada por el presidente del Fondo Monetario Internacional de un "gobierno económico europeo". Los modelos de una política económica "conforme a las reglas" y de un presupuesto "disciplinado", según lo establecido en el Pacto de Estabilidad, no están a la altura de los desafíos de una adaptación flexible a constelaciones políticas en rápida transformación. Claro que hay que sanear los presupuestos nacionales. Pero no se trata únicamente de las trapacerías griegas o de las ilusiones de bienestar españolas, sino de una equiparación político-económica de los niveles de desarrollo dentro de un espacio monetario con economías nacionales heterogéneas. El pacto de Estabilidad, que precisamente Francia y Alemania tuvieron que dejar en suspenso en 2005, se ha convertido en un fetiche. No bastará con endurecer las sanciones para equilibrar las consecuencias no deseadas de la deseada asimetría entre la completa unificación económica de Europa y su incompleta unificación política.

Incluso la sección de Economía del Frankfurter Allgemeine Zeitung considera que "la unión monetaria está en la encrucijada". El periódico atiza con un escenario de horror la nostalgia por el marco alemán en contra de los "países con monedas débiles", mientras que una amoldable canciller habla repentinamente de que los europeos deben buscar "una mayor integración económica y financiera". Pero no hay, a lo ancho y a lo largo, huella alguna de la conciencia de una profunda cesura. Unos confunden la conexión causal entre la crisis del euro y la crisis bancaria y apuntan exclusivamente el desastre a la falta de disciplina presupuestaria. Otros se afanan denodadamente en reducir el problema de la falta de coordinación entre las políticas económicas nacionales a una mera cuestión de mejora de la gestión.

La Comisión Europea quiere que el fondo de rescate, de duración limitada, se mantenga a largo plazo, además de inspeccionar los planes presupuestarios nacionales, incluso antes de que estos se hayan sometido a los parlamentos nacionales. No es que estas propuestas sean descabelladas. Pero es una falta de vergüenza sugerir que semejante intervención de la Comisión en el derecho presupuestario de los parlamentos no tocaría los tratados y no aumentaría de forma inaudita el déficit democrático que se arrastra desde hace tanto tiempo. Una coordinación eficaz de las políticas económicas debe conllevar un reforzamiento de las competencias del Parlamento de Estrasburgo; también planteará, en otros ámbitos políticos, la necesidad de una mejor coordinación.

Los países de la zona euro se enfrentan a la alternativa entre una profundización de la cooperación europea y la renuncia al euro. No se trata de la "vigilancia recíproca de las políticas económicas" (Trichet), sino de una actuación común. Y la política alemana está mal preparada para esto.

Cambio generacional y nueva indiferencia. Tras el Holocausto, hicieron falta esfuerzos de décadas -desde Adenauer y Heinemann, pasando por Brandt y Helmut Schmidt, hasta Weizsäcker y Kohl- para el retorno de la República Federal al círculo de las naciones civilizadas. No bastaba con la astuta táctica marcada por el ministro de Exteriores, Hans Dietrich Genscher, de orientarse a Occidente por razones de oportunidad. Era precisa una transformación, infinitamente trabajosa, de la mentalidad de toda la población. Lo que acabó por propiciar un talante conciliador en nuestros vecinos europeos fueron, en primer término, la transformación de las convicciones normativas y el cosmopolitismo de las generaciones más jóvenes, crecidas en la República Federal. Y, naturalmente, en la actividad diplomática marcaron la pauta las convicciones creíbles de los políticos en activo durante aquella época.

El manifiesto interés de los alemanes por una unificación europea pacífica no era suficiente para desactivar la desconfianza hacia ellos, históricamente fundamentada. Los alemanes occidentales parecían conformarse con la división nacional. A ellos, con el recuerdo de sus excesos nacionalistas, no habría de resultarles difícil renunciar a la reivindicación de sus derechos de soberanía, asumir en Europa el papel del principal contribuyente neto y, si hacía falta, adelantar créditos que, en cualquier caso, redundaban en beneficio de la República Federal. El compromiso alemán, para ser convincente, tenía que tener un arraigo normativo. Jean-Claude Juncker ha descrito bien esa prueba de esfuerzo cuando, en alusión al frío cálculo de intereses de Angela Merkel, echaba en falta la disposición a "aceptar riesgos en la política interna en pro de Europa".

La nueva intransigencia alemana tiene raíces profundas. Ya con la reunificación se transformó la perspectiva de una Alemania que había crecido y se ocupaba de sus propios problemas. Más importante fue la quiebra de las mentalidades que se produjo tras la marcha de Helmut Kohl. Con la excepción de un Joschka Fischer prematuramente agotado, desde la toma de posesión de Gerhard Schröder gobierna una generación normativamente desarmada que permite que una sociedad cada vez más compleja le imponga un trato cortoplacista con los problemas del día a día. Consciente de la reducción de los márgenes de juego político, renuncia a fines y a intenciones de transformación política, por no hablar de un proyecto como la unificación de Europa.

Hoy las élites alemanas disfrutan de una recuperada normalidad nacional estatal. Al final de un largo camino hacia Occidente han adquirido su certificado de madurez democrática y pueden volver a ser como los demás. Ha desaparecido aquella nerviosa disposición a acomodarse con mayor prontitud a la constelación posnacional de un pueblo vencido también moralmente y obligado a la autocrítica. En un mundo globalizado todos deben aprender a incorporar a la propia perspectiva la de los otros, en vez de retraerse a la mezcla egocéntrica de esteticismo y optimización del beneficio. Un síntoma político del retroceso de la disposición a aprender son las sentencias sobre los tratados de Maastricht y Lisboa del Tribunal Constitucional alemán, que se aferran a superados dogmatismos jurídicos relativos a la soberanía. La mentalidad del ensimismado coloso centroeuropeo, que gira en torno a sí misma y que carece de ambición normativa, ya no es ni siquiera garantía de que la Unión Europea se mantendrá en su tambaleante status quo.

La adormecida conciencia de crisis. Cambiar de mentalidad no es razón alguna para hacer reproches; pero la nueva indiferencia tiene consecuencias para la percepción política del desafío actual. ¿Quién está realmente dispuesto a sacar de la crisis bancaria aquellas conclusiones que la cumbre del G-20 de Londres plasmó en bellas declaraciones de intenciones... y a luchar por ellas?

Por lo que respecta a la doma del asilvestrado capitalismo financiero, nadie puede engañarse sobre la voluntad mayoritaria de las poblaciones. Por primera vez en la historia del capitalismo, en el otoño de 2008 sólo pudo salvarse la columna vertebral del sistema económico mundial, impulsado por los mercados financieros, gracias a las garantías de los contribuyentes. Y este hecho -que el capitalismo no pueda ya reproducirse por sus solas fuerzas- se ha fijado desde entonces en las conciencias de los ciudadanos que, como ciudadanos-contribuyentes, tuvieron que salir fiadores del fracaso del sistema.

Las exigencias de los expertos están sobre la mesa. Se está hablando sobre el aumento de los fondos propios de los bancos, una mayor transparencia para las actuaciones de los fondos especulativos de inversión, la mejora de los controles de las bolsas y las agencias de calificación de riesgos financieros, la prohibición de instrumentos especulativos llenos de imaginación pero dañinos para las economías nacionales, la imposición de una tasa a las transacciones financieras, el reforzamiento de las provisiones bancarias, la separación de la banca de inversión y comercial o la disgregación preventiva de los complejos bancarios demasiados grandes para caer. En la cara de Josef Ackermann, presidente del Deutsche Bank y astuto lobbista mayor de la banca alemana, se reflejaba un cierto nerviosismo cuando la periodista televisiva Maybrit Illner le daba a elegir entre algunos de estos "instrumentos de tortura" de los legisladores.

No es que la regulación de los mercados financieros sea tarea sencilla. Para llevarla a cabo también se requiere, sin duda, el conocimiento especializado de los banqueros más taimados. Pero las buenas intenciones fracasan no tanto por la complejidad de los mercados como por la pusilanimidad y falta de independencia de los Gobiernos nacionales. Fracasan por una apresurada renuncia a una cooperación internacional que se ponga como fin el desarrollo de las capacidades de actuación políticas de las que se carece... y ello en todo el mundo, en la Unión Europea y en primerísimo lugar dentro de la zona euro. En el asunto de la ayuda a Grecia, los negociantes y especuladores en divisas creyeron antes el hábil derrotismo empresarial de Ackermann que la tibia aprobación de Merkel al fondo de rescate del euro; realmente, no tienen confianza alguna en la decidida disposición a cooperar de los países de la zona euro. ¿Cómo podrían ser de otra manera las cosas en una Unión que derrocha sus energías en peleas de gallos para llevar a las figuras más grises a los cargos más influyentes?

En épocas de crisis, incluso los individuos pueden hacer historia. Nuestra enervada élite política, que prefiere seguir los titulares del Bildzeitung, no puede convencerse a sí misma de que son las poblaciones quienes impiden una unificación europea más profunda. Saben perfectamente que el retrato demoscópico de la opinión de la gente no es lo mismo que el resultado de la formación de una voluntad democrática deliberativamente constituida de los ciudadanos. Hasta hora, no ha habido en país alguno una sola elección europea o un solo referéndum en el que se haya decidido sobre algo que no sean temas y listas electorales nacionales. Sin mencionar siquiera la miopía nacional-estatal de la izquierda (y aquí no hablo sólo del partido alemán La Izquierda), hasta este momento todos los partidos políticos nos deben el intento de conformar políticamente la opinión pública mediante una Ilustración a la ofensiva.

Con un poco de nervio político, la crisis de la moneda común puede acabar produciendo aquello que algunos esperaron en tiempos de la política exterior común europea: la conciencia, por encima de las fronteras nacionales, de compartir un destino europeo común.





El diputado europeo Daniel Cohn-Bendit






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viernes, 18 de junio de 2010

Dudas y perplejidades


 
 El escritor Jorge Semprún



 "Un pensamiento que estuviera centrado sobre la certeza absoluta de sus propios postulados, de sus propios puntos de partida, no sería, verdaderamente, un pensamiento. Se limitaría a ser un discurso monolítico, un monólogo dogmático". La frase anterior la pronunció recientemente el escritor y comprometido intelectual de izquierdas, Jorge Semprún, ministro de Cultura (1988-1991) en el gobierno de Felipe González. La cita es de la profesora de la Universidad Autónoma de Madrid, Carmen Mata, que escribe un artículo en El País en torno a la importancia que para un intelectual que se precie supone su capacidad de duda y perplejidad.

Yo no me atrevería a calificarme, ni por asomo, como intelectual, pero como ser pensante (ya saben: "cogito ergo sum", que dijo Descartes), confieso compartir esa sensación de duda y perplejidad en la que se encuentran sumidos buena parte de los españoles ante el viraje que en cuestión de días ha dado el presidente Rodríguez Zapatero a su política económica y social.

Me gustaría haber comenzado este comentario con un escueto "Como decíamos ayer..." El mismo con el que Fray Luis de León volvió a su aula de la Universidad de Salamanca en diciembre de 1574 después de pasar tres años como inquilino, forzoso, de las prisiones de la Inquisición. Pero no me ha sido posible. Llevo tres semanas debatiéndome entre la duda y la perplejidad, y eso que no he leído la "Guía de Perplejos" (1190 d.C) del filosófo judeo-andalusí Maimónides. De ahí mi silencio en el Blog, y lo que temo que me queda..., pero me alegra no tener la firmeza de convicciones de que hacen gala la derecha española y la gran patronal, por un lado, y una parte de la izquierda política y sindical, por otro. Mi impresión personal es que, por fin, ahora, estamos en el buen camino. Como siempre, sé que voy contra-corriente, en el bando de los perdedores, y tocándole las pelotas a lo políticamente correcto, pero..., ¡qué le vamos a hacer; cada uno es como es...! Nos vemos. Sean felices, por favor, Tamaragua, amigos. HArendt





Fray Luis de León (Universidad de Salamanca)
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viernes, 21 de mayo de 2010

El Apocalipsis, según el PP

Rajoy, por Forges



"Revelación de Jesucristo: se la concedió Dios para manifestar a sus siervos lo que ha de suceder pronto; y envió a su ángel para dársela a conocer a su siervo Juan, el cual ha atestiguado la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo: todo lo que vio. Dichoso el que lea y los que escuchen las palabras de esta profecía y guarden lo escrito en ella, porque el Tiempo está cerca". (Apocalipsis: Juan, 1,1-3. Nueva Biblia de Jerusalén, Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998).

Sustituyan Jesucristo por Rajoy, Dios por Aznar, el ángel por Cospedal, y a Juan por Montoro, y ya tendrán claro el escenario apocalíptico que el PP nos anuncia. ¿Comprenden ahora porqué terminaba mi comentario de ayer como lo terminaba? No soy el único que piensa así sobre la particularísima manera de hacer oposición del PP, que traducida al román paladino sería la del "cuánto peor, mejor". Lo de mejor para ellos, lo ignoro, y la verdad, me importa un huevo y la mitad del otro; lo de peor para todos, si que me preocupa.

También le preocupa al catedrático de sociología de la Universidad Complutense de Madrid y de la Universidad Libre de Berlín, Ignacio Sotelo, que deja testimonio de esa preocupación en un desasosegante artículo que hoy publica en el diario El País, titulado "Ponerse en lo peor".

El profesor Sotelo, como otros muchos expertos, se muestra convencido de que antes o después saldremos de la crisis, gracias entre otras cosas a la fortaleza de la Unión Europea. La cuestión, dice, es cuándo y en qué condiciones, pero que en todo caso, añade, nos espera una década de crecimiento muy bajo y una alta tasa de desempleo que puede llevarnos a una peligrosa deriva social y política si no se ataja entre todos. Y a todas esas, el PP, ni está ni se le espera...

Les dejo con la lectura del artículo del profesor Sotelo. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



  

Rajoy, por Peridis





"Ponerse en lo peor", por Ignacio Sotelo
EL PAÍS  -  Opinión - 21-05-2010

El espectáculo que ofrece el primer partido de la oposición, empeñado obsesivamente en que el Gobierno nos lleva a la catástrofe, tanto si pretende salir de la crisis salvando el Estado social como si se ve obligado a cuestionarlo, coloca a la sociedad en estado de pánico permanente, con lo que, además de echar leña al fuego de la especulación internacional, se muestra dispuesto, con tal de que caiga Zapatero, a propiciar el mayor desastre.

Y lo hace, claro está, sin mencionar las medidas concretas, y de estas se trata, que pondría en marcha si llegara a gobernar. Sabe que si las hiciera públicas perdería las elecciones, y siempre podrá alegar que la herencia que dejaron los socialistas exige las medidas drásticas que seguro luego tomará. En estas circunstancias, ponerse en lo peor, aunque sea como mero ejercicio dialéctico, podría interpretarse como una invitación al suicidio colectivo.

En tiempos revueltos parece de sentido común el que tanto desde el banco azul como desde la oposición se dé cuenta de la situación con un mismo lenguaje claro, pero evitando esparcir alarmas que minen la concordia indispensable para enfrentarse juntos a las dificultades sobrevenidas. En tiempos de hondo malestar la oposición está obligada a colaborar con el Gobierno en la búsqueda de una pronta salida; cuando las aguas vuelvan a su cauce ya habrá ocasión de que cada cual presente propuestas alternativas.

Durante la II Guerra Mundial los laboristas supieron colaborar lealmente con los conservadores, actitud que, pese al enorme prestigio de Churchill, les llevó al poder en 1945. El electorado suele recompensar al partido que muestra que le importa más el bien de la nación que el suyo propio. Cuando la coyuntura aprieta no vale echarse mutuamente la culpa, o denigrar al contrario como si fuese la catástrofe personificada, sino que es el momento de encontrar una salida conjunta. De que no haya ocurrido así son responsables, con alguna excepción como la de CiU, en mayor o menor medida toda la clase política, pero muy en especial el PP.

¿Rige acaso la misma norma para el ciudadano? ¿Los medios deben renunciar también a discutir salidas diferentes de la crisis, ocultando los peligros que nos amenazan? Si a los políticos corresponde actuar conjuntamente, sin embarullarse en discusiones infinitas -la sorpresa suele ser el mayor factor del éxito, y ya habrá tiempo de dar explicaciones- en cambio toca a la sociedad discutir a fondo la situación, ofreciendo distintas soluciones acorde con la multiplicidad de intereses. En democracia son los ciudadanos los que plantean las alternativas y las instituciones las que toman decisiones que no pueden distanciarse mucho de las opiniones dominantes.

Lo que sigue no es más que una construcción arbitraria que vincula una catástrofe a la otra, como si cayeran en ristra las fichas del dominó. Cierto que no es probable que se concatene una desgracia a la otra, pero en la sociedad de alto riesgo en que vivimos hay que estar preparado para responder a los peores desastres. Condición de supervivencia es imaginar peligros y tener preparadas las respuestas adecuadas.

Partamos de lo más seguro, y es que antes o después saldremos de la crisis: la cuestión es cuándo y en qué condiciones. Está agotado el modelo productivo en torno al turismo y el ladrillo -aunque continuará formando una buena parte de nuestro PIB- y sufriremos la deslocalización de la industria, piénsese en la automovilística, como el resto de Europa.

Habrá que inventar un modelo de más alta productividad, probablemente en torno a las técnicas de comunicación, la energía limpia, el sector agrario, con especial desarrollo de la industria alimenticia y otros sectores en los que podamos encontrar un hueco en un mundo globalizado. Pero su puesta en marcha exigirá bastante tiempo, si es que logramos salir del bache en educación que, además de los recursos financieros, depende de factores sociales y culturales muy difíciles de calibrar.

El pronóstico que se hace, más fuera que dentro, es que España tiene por delante al menos una década de crecimiento muy bajo y una alta tasa de desempleo.

¿Cómo reaccionará la sociedad a este frenazo, después de dos decenios de crecimiento y de relativo bienestar, en los que los españoles han pasado de tener que emigrar a recibir en los últimos años cuatro millones de inmigrantes? ¿Aumentará la xenofobia al ritmo que han aumentado los canales televisivos de derecha? ¿Se logrará volcar a los sectores sociales más desposeídos contra los sindicatos y los partidos de izquierda, sobre los que se cargaría la responsabilidad de lo que acontece? ¿Cómo responderá el nacionalismo, que en Cataluña y el País Vasco tiene el terreno muy bien abonado, a un largo estancamiento?

 Únase esta paralización económica, con todas sus tensiones y secuelas sociales, a un nacionalismo que transporta la idea de que los males los causa España y la solución es la independencia de las "naciones sometidas", y especúlese con lo que podría ocurrir en tiempos de las vacas flacas.

Quedarán de manifiesto los altísimos costes de que se haya deslavazado el Estado, que con tanto esfuerzo habíamos empezado a construir en la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX. Cierto que siempre había sido bastante débil, como muestran los índices de analfabetismo, causa principal de que, a diferencia de Francia, Alemania y Reino Unido, en la Península Ibérica se haya conservado el plurilingüis-mo. El que el Estado de las Autonomías haya marchado en los últimos 30 años aceleradamente hacia una confederación, alejándose cada vez más de un Estado federal, podría pagarse, en tiempos de estancamiento, a un precio altísimo.

¿Cómo reaccionaría el resto de España a una eventual ruptura de la unidad nacional? No cabe descartar que trajera consigo el fin de la monarquía. Ahora bien, esa tercera república con la que hoy sueña un grupo cada vez más nutrido de españoles, para una mayor frustración, podría ser obra de la derecha nacionalista más insolidaria. La república que a partir de la ruptura nacional se percibe en el horizonte quedaría en manos de una derecha supernacionalista que habría echado la culpa de la debacle a la "monarquía parlamentaria" con su Estado de las Autonomías.

Tómense estas reflexiones como lo que son, una pesadilla en una mala noche, pero en ningún caso se echen en saco roto. Sin entregarse a ningún fatalismo -el futuro que nos aguarda lo hacemos nosotros- hay que estar preparados para lo peor, buscando con sosiego puertas de escape. Y en cuanto inquiramos una tabla de salvación, se impone la conocida fórmula: España es el problema y Europa la solución.

El hecho nuevo en que basamos nuestra esperanza de que la historia no se repita es que estamos en la Unión Europea. Por fuertes que sean los envites contra el euro, podemos confiar en que la moneda común prevalezca, participando poco a poco del empuje que nuestros socios más fuertes inyecten en la economía europea.

Cabe razonablemente esperar que salgamos del atolladero en que la Unión se encuentra desde la ampliación, y que avancemos por fin en la construcción europea, conscientes de lo que sería de cada uno de nosotros si esta nos fallase. La crisis ha hecho evidente lo que realmente significa una Europa unida y no me cabe la menor duda de que al final saldrá robustecida.





El profesor Ignacio Sotelo



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Entrada núm. 1306
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)