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jueves, 6 de junio de 2019

[A VUELAPLUMA] Cumbres





Busqué en la imagen de la cumbre del Everest alguna épica floja, pero sólo encontré patetismo y gente humillando a una montaña, comenta en el El País la escritora argentina Leila Guerriero.

¿Serán los nacidos en el siglo XX los últimos humanos capaces de distinguir una experiencia de un simulacro?, se pregunta al inicio de su artículo Guerriero.  Mi padre, dice, quiere ir a un pueblo al que se puede llegar en 4x4 o en mula. Le pregunto: “¿Vas a ir en 4x4?”. Me dice: “¡En mula! Hay que vivir la aventura”. “Aventura” fue la palabra que más escuché en la infancia. “¡Aventura!”, decía mi padre en 1981 y subíamos —él, mi madre, mi hermano y yo— a una camioneta y cruzábamos los Andes por un paso a 4.736 metros de altura, reservado solo para camiones mineros. Tomábamos precauciones, pero una vez arriba éramos nosotros y la falta de oxígeno y un paisaje que parecía el ojo de una sirena demente y varada. Nos perdimos mucha veces, y cada vez mi padre revisaba el mapa de un baqueano y decía: “¡Aventura!”. Cuando esperamos días para cruzar en balsa a Paraguay porque el río se había llevado un puente y tuvimos que racionar víveres y agua; cuando bajamos de noche desde la Quebrada de Humahuaca en medio de un diluvio con el parabrisas hecho pedazos: mi padre gritaba: “¡Aventura!”, y nosotros, muertos de miedo, gritábamos con él ejerciendo una respetuosa forma de coraje. En agosto se cumplen 39 años del día en que Reinhold Messner alcanzó solo y sin oxígeno la cima del Everest. Hoy casi nadie sube sin su tanque, sin su sherpa. Días atrás, 200 personas hicieron fila a 8.884 metros de altura para llegar a la cumbre y el atasco provocó seis muertos. La foto era patética: apiñados en el lomo de lo que alguna vez fue un monstruo y hoy es un parque temático, cientos se aferraban a una cuerda servil. Busqué en la imagen alguna épica floja, pero solo encontré patetismo y gente humillando a una montaña. Pienso en mi padre, que nos procuró batallas modestas, humildes resplandores que nos permitieron ser, por unos segundos, la apoteosis de nosotros mismos y que aún habitan en mí.



La cumbre del Everest, atestada (22/5/2019)



Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt 



HArendt






Entrada núm. 4954
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"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)

sábado, 24 de julio de 2010

Vídeo: ¡España, campeona del Mundo!

domingo, 20 de diciembre de 2009

FC Barcelona: la fe que mueve montañas

Me van a perdonar que hoy pase de política, cambio climático, relaciones internacionales, economía, finanzas y demás pesadillas que nos atormentan cada hora de cada día en este Valle de Lágrimas en que se ha convertido la vida... Hoy hablo de fútbol, poco, porque ni se ni entiendo de él. Pero soy "culé" desde que tengo uso de razón, desde que Kubala (en 1950) comenzó a vestir la camiseta azulgrana.

Casi nunca soy capaz de ver un partido de fútbol completo; me pueden los nervios, y no tengo vocación de sufridor... Ayer sábado, por la tarde, me pasó lo mismo. Fui caminando desde nuestra casa en Las Palmas a un Carrefour cercano a comprar unas cosillas por encargo de mi mujer y de vuelta en casa puse Tele5: el Barcelona perdía por un gol a cero a treinta minutos del final. Apagué la televisión y encendí el portátil. Veintinueve minutos más tarde gritos de ¡¡¡GOOOOOL!!! sacudiendo los cimientos de la casa procedentes del otro lado de la calle. El Barcelona había empatado; estaba claro. Ni un grito más. Silencio absoluto. Y poco más tarde, más gritos, más fuertes aún que los anteriores, y cohetes atronando la tarde-noche de Las Palmas... Salto como un resorte y enciendo de nuevo la televisión, y veo a Messi brincando de alegría sobre el cesped de Abu Dabi, como el gran-niño-chico que es, junto a los demás jugadores del Barcelona...

Termina el partido y Tele5, fiel a su estilo (ellos venden publicidad, no televisión) ocupa tres cuartas partes de la pantalla con anuncios mientras que en el recuadro restante los jugadores del Barcelona saltan y juegan y los del Estudiantes ponen cara de circunstancias... Abro paréntesis: cuando era niño en las películas del Oeste siempre estaba del lado de los indios, de los que perdían; supongo que no era algo genético porque se me ha pasado en gran parte, no en todo. Cierro paréntesis... Y al final, cuando veo a llorar a Pep Guardiola, me emociono yo también. Por cierto, uno de mis gatos se llama "Pep Guardiola", y lleva ese nombre hace 17 años... Les dejo con la lectura del artículo que en El País de hoy escribe Andoni Zubizarreta, el que fuera gran guardameta del FC Barcelona, sobre el partido. Sean felices, por favor; aunque sean del Real Madrid... Tamaragua, amigos. (HArendt)





Este año lo han ganado "todo"...




"Un equipo para la historia. Y el círculo se cuadró", por Andoni Zubizarreta
EL PAÍS - Deportes - 20-12-2009

¡Lo sabía! Te quedas 10 minutos dormido mientras te llevan al estadio y, en vez de trasladarte en la distancia, lo hacen en el tiempo y este taxista debe tener poderes y me ha traído a Valencia. ¿A Valencia? Sí, lo siento, a Valencia. O eso al menos es lo que he pensado cuando he llagado a la Fan Zone del estadio, donde las camisetas rojiblancas eran mayoría, donde las voces de los blanquirrojos eran abrumadoramente superiores a las de los seguidores blaugranas, donde una pancarta con un león enorme animaba a los suyos, a los contrarios de los culés, a los pincharatas. ¿Estoy en Abu Dabi o en la Valencia, que acogió la final de la Copa donde, también, los rojiblancos [del Athletic] eran mayoría?

Me consuelo pensando que esta vez mis energías van a tener una única dirección, un único destinatario. Me entretengo descifrando unas cuantas pancartas de unos y de otros, me gustan esas que se ven llenas de viejas costuras, desgastadas, con recuerdos de batallas ganadas y perdidas y que hoy se van a desplegar para trasladar el aliento a los jugadores, el aliento de los de hoy y de los de antes, de quienes ahora están presentes en el estadio y de los que se quedaron en sus casas.

No, hoy no es Valencia, hoy toca ver, sufrir y disfrutar, en el Zayed Sports City de Abu Dabi y esos otros perseguidores de sueños que visten la camiseta rojiblanca son los seguidores de Estudiantes de La Plata.

Sueñan los pincharatas durante muchos minutos y el Barça se atasca. Los minutos corren haciendo realidad aquello que ya adivinó Einstein hace años de que el tiempo es una unidad relativa y lo que para el Barça se escurre de forma irremisible para el Estudiantes se convierte en segundos de plomo que parecen no querer llegar al 90 definitivo. El Barça recupera sus señales de identidad, entre Pedro y Jeffren, y hacen el campo amplio, ancho, enorme para poder ser defendido por los 10 jugadores argentinos con Verón al frente, que se dejan sangre, sudor y toda la implicación que se le puede pedir a un profesional. Toda y más, mucha más, ya que tocan con la punta de los dedos un trofeo que una vez más parece escurrirse en las manos culés. Llega el minuto 89 y ya pienso en el titular que resumirá esta columna: Se demostró, la perfección no existe. Efectivamente, el año perfecto del Barça se escurría entre las oportunidades erradas, los nervios, el querer más que el poder. El año perfecto finalizaba con un resultado que metía a Estudiantes en la historia y dejaba al Barça, decepcionado, cansado, triste.

Cierto que he pensado en un momento que, tal vez, estaba bien que la temporada perfecta no existiese, me decía a mí mismo que estaba bien que el fútbol fuera, una vez más, real como la vida misma. Ya saben, en nuestro día a día, no es la perfección lo que se diría que impera ni en cada hora ni en cada día ni en cada año.

Y cuando ya la persiana empezaba a bajarse y la cosa estaba finiquitada, Piqué busca un balón aéreo con la determinación de quien sabe que aquella era la última del partido y Pedro, desde hoy Pedro milagro, como si de un cuento clásico se tratara, hacía un gol con la parte del cuerpo que todavía no había utilizado para marcar, y gol de cabeza. Definitivamente, ya todo es posible. ¿Se podrá, finalmente, cuadrar el círculo?

Sí, definitivamente, hoy y aquí todo es posible. Messi se inventa un gol de pecho, ahora que el tema taurino está a debate en Catalunya y deposita la pelota en la red. Y corre con la cara del niño que es, feliz, desbocado, gritando un gol que cerraba 18 meses llenos de belleza, hermosura, pasión y fútbol. Y cuando Guardiola lloró desbordado de emociones, lo reconozco, lloré con él. Con la certeza de haber sido testigo de un logro histórico, con la certeza de que aquel a quien invitaba a subir conmigo los 39 escalones de Wembley, tiene ganado el derecho al descanso del guerrero tras la labor cumplida.

Y ahora sólo me queda una duda, Pep: Ahora, con tantos regalos como hemos tenido en este año, ahora, dime, ¿Qué le pedimos a los Reyes Magos?




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Entrada núm. 1261 -
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"Pues, tanto como saber, me agrada dudar" (Dante)
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martes, 12 de agosto de 2008

*Víctima, sí; pero no inocente




Comparto la opinión de Enric González en El País de hoy. Lo que le ha pasado a la ciclista Maribel Moreno, sinceramente, me parece de una ingenuidad arrebatadora... En serio, ¿de verdad pensó en algún momento que podría escapar a los controles antidopaje? Todo mi respeto para ella como persona; como deportista, no. Pretendió hacer trampa, y la han pillado. Fin de la historia... ¿Y ya está?... Resulta difícil de creer, por no decir imposible, que ni sus entrenadores, ni los médicos, ni los responsables de la Federación lo supieran. Y si ella va a pagar un precio enorme por su error, por su mentira, también deberían pagarlo los que estaban encargados de velar por Maribel como deportista y no han querido ni sabido hacerlo. El ciclismo español, como deporte federativo, da la impresión de estar corrompido hasta los tuétanos, pero los únicos que pagan, como en las guerras, son los de siempre: los que pelean y sudan la camiseta, no los que las organizan desde los despachos... ¡Y ya está bien!... Aunque solo fuera por la dignidad del deporte del ciclismo y de sus practicantes, habría que hacer una absoluta limpieza ética y estética de sus responsables federativos, médicos y entrenadores. Si se me permite la licencia, salvo la señora de la limpieza, deberían estar todos en la puta calle antes de que terminaran las olimpiadas, y algunos, en la cárcel... HArendt




"Derrota", por Enric González

La derrota es una implosión, un estallido hacia dentro, y posee una extraordinaria calidad estética. También su carga ética resulta considerable: una victoria ofrece una respuesta única y banal; una derrota, en cambio, plantea infinidad de preguntas y, en cierta forma, enriquece a quien la sufre. En el peor de los casos, constituye una distinción honorable: ya saben, la derrota marca la frontera entre el vencido y el cobarde.

La ciclista Maribel Moreno parece haberse situado, según todos los indicios, en el lado incorrecto de la frontera. La "crisis de ansiedad" y la fuga de Pekín antes de que se descubriera su consumo de EPO (esa droga que genera glóbulos rojos) merecen muy mala calificación. En eso, supongo, estamos todos de acuerdo. La misma Maribel Moreno, aislada y en silencio desde la fuga, debe compartir la opinión general. Ha cometido algo vergonzoso, que empaña la reputación de todos sus compañeros y pone en duda la eficacia y la honestidad de sus jefes federativos.

Esta mujer se ha comportado de manera tonta y cobarde. Ha traicionado la confianza de muchos y ha incumplido un reglamento deportivo. Ha hecho trampa en un deporte pobre y durísimo, de cuya inclemencia sabe mucho más que nosotros: ella es quien pedalea, quien sube cuestas y traga kilómetros, quien se llaga el culo, quien cobra cien veces menos que un futbolista mediocre. Pero ahí se acaba la historia. Maribel Moreno no ha escapado tras atropellar a un peatón, ni ha cometido una estafa inmobiliaria, ni ha maltratado a un niño. Maribel Moreno no ha matado a nadie.

Todos hemos cometido alguna vez algún error atroz, de los que dejan un recuerdo punzante. Todos hemos estado alguna vez en el lado de los cobardes. Muy probablemente, lo nuestro no ha aparecido en la prensa. No hemos sido acusados en la pantalla, en las portadas o en los sermones morales de la radio. No hemos sido el villano nacional.


Lo nuestro, muy probablemente, nos ha salido más barato de lo que merecíamos. Como a los dirigentes deportivos, tan honrados y ofendidos, que ayer se lavaban las manos. A ella, en cambio, este error le costará carísimo. Demasiado. (El País, 12/08/08)