Burt Lancaster y Deborah Kerr en De aquí a la eternidad
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
"Jean-Baptiste Bouvier fue un obispo francés y calvo, nacido en 1783, que escribió un libro interesantísimo titulado Disertación sobre el sexto mandamiento, escribe en el A vuelapluma de hoy [Los besos de las palomas. La Vanguardia, 14/5/2020] el escritor Quim Monzó. Para los jóvenes iletrados que no hayan estudiado religión en las aulas, diremos que el sexto de los diez mandamientos de Dios especifica –resumiéndolo para no alargarnos mucho– que no debemos cometer acciones impuras. Lógicamente, el concepto de acción impura cambia a lo largo de los tiempos, porque lo que en el siglo XIX del señor Bouvier era considerado una acción impura en el siglo XX dejó de serlo, al menos mayoritariamente, y ahora, en el XXI, ya ni te lo explico.
Pues bien, Bouvier –de gran prestigio en su época– dejó escrito en el libro antes mencionado las palabras que acto seguido paso a reproducir: “Los besos, incluso los honestos, motivados por la pasión, dados o recibidos, entre personas del mismo sexo o de sexos diferentes, son pecados mortales. Pero los besos sobre partes inusitadas del cuerpo –por ejemplo el pecho, los senos o, al estilo de las palomas, introduciendo la lengua en la boca de otra persona– también tienen la pasión como móvil, y como mínimo presentan un gran peligro de sucumbir, y por este motivo no pueden de ninguna forma no ser considerados pecado mortal”.
Ahora, en este actual mundo descreído, ya poca gente considera que los besos sean pecado. Sin embargo, desde que estamos bajo la espada del coronavirus, sí que los prohíbe la nueva normalidad audiovisual. Ahora que muchos productores cinematográficos y televisivos se plantean volver más tarde o más temprano a los rodajes –sin dinerines no hay quien coma–, hace días que explican las medidas que deberán tomar de ahora en adelante. Desinfectar diariamente el plató, el vestuario y el equipo técnico. Doblar el número de camerinos, eliminar las filmaciones en exteriores, no rodar con niños ni con figurantes. Y, sobre todo, mantener la distancia de seguridad, lo cual implica eliminar abrazos y besos. Nos caerá encima una avalancha de películas sin besos.
A propósito de los patógenos que pueda haber en dos bocas que se morrean, S.L. Katzoff, que fue director médico del Instituto de Relaciones Humanas de San Francisco, dictaminó: “Un beso de verdad genera tanto calor que destruye los gérmenes”. Me ha venido inmediatamente a la cabeza la película De aquí a la eternidad , con aquel beso tórrido que se dan Deborah Kerr y Burt Lancaster en una playa, mientras las olas primero les lamen los pies y luego los cubren con ímpetu, como en un jacuzzi fenomenal".
La reproducción de artículos firmados por otras personas en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt