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jueves, 26 de septiembre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] ¿Arte o provocación? (Publicada el 15/1/2009)




Merde d'Artiste, de Piero Manzoni


Puedo admitir, como ya he escrito en alguna ocasión anterior, que se defina como "Arte" lo que hacen los artistas. Pero, entonces, ¿cómo definir quién es "artista"?... Isabel Lafont escribe hoy en El País un interesante artículo sobre la exposición que acaba de inaugurar Santiago Sierra en la Galería Helga de Alvear, en Madrid, donde muestra su último trabajo: "Los penetrados": un vídeo de 45 minutos en que se ven a unas decenas de personas, blancas y negras, hombres y mujeres, practicando en todas las formas posibles el coito anal.

Me cuesta aceptar la denominación de "arte" para "Los penetrados", pero desde luego no seré yo quien tire la primera piedra. Provocativo, si que es, como toda la obra de Sierra, que pueden ver en este enlace, clasificada por años, en su página electrónica en Internet.

Difrútenla. Ya otras obras de arte como "El origen del mundo", de Courbet; "Fontaine", de Marcel Duchamp;  "Merde d'artista", de Piero Manzoni; "Como explicar los cuadros a una liebre muerta", de Josep Beuys;  "Shout", de Chris Burden; o "La imposibilidad física de la muerte en la mente de algo vivo", de Damien Hirst, provocaron en su momento, como mínimo, el estupor de sus espectadores. Pero para mi, el arte contemporáneo murió con Picasso. Lo que vino después, ya es "otra cosa"... HArendt



Fontaine, de Marcel Duchamp (1917)


"¿Puede ser la pornografía arte político?", por Isabel Lafont

Santiago Sierra usa el sexo en su nueva obra como símbolo del miedo a la inmigración. Provocar, según el diccionario de la Real Academia Española, es "irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje". Desde que Édouard Manet escandalizara con su Desayuno sobre la hierba (en el que una mujer desnuda y un hombre vestido comparten pic-nic sobre la hierba) en 1863, toda una tradición de artistas se ha empeñado en romper las propias reglas del arte, las de la religión y la moral, incluso las de la legalidad. Con todos ellos se llega a la perplejidad, cuando no al rechazo frontal. Y, siempre, el debate: ¿Es el efectismo el camino más corto a la notoriedad? ¿Dónde acaba la creación y empieza el ego del artista?

Santiago Sierra (Madrid, 1966), a su pesar, forma parte de una casta de artistas a los que cuesta no calificar de transgresores. Hoy inaugura en la galería Helga de Alvear (en Madrid) su último trabajo, Los penetrados, un vídeo de 45 minutos en ocho actos. Muestra todas las combinaciones posibles de penetración anal entre grupos de hombres y mujeres de raza blanca y negra.

Los proyectos de Sierra nunca han pasado inadvertidos. En 2003 tapió el pabellón español en la Bienal de Venecia e impidió el acceso a quien no presentara un DNI español; en 2006 quiso llenar de monóxido de carbono una sinagoga en Alemania -la acción fue cancelada ante la protesta de la comunidad judía (a pesar de que pretendía ser un acto a su favor)-; en 2007 construyó unos módulos a partir de los residuos fecales humanos que manipulan los intocables en la India; y el pasado 1 de enero instaló en una aseguradora londinense un contador que registrará todos los fallecimientos que se produzcan este año en todo el mundo.

No es difícil hacer una lectura política de sus obras. Por eso, quizás, el artista no oculta su profundo disgusto cuando se le pregunta si se siente un provocador: "Lo que no sea un aplauso permanente a las virtudes del poder es siempre una provocación", dice con enfado. "Me parece muy impertinente preguntarle eso a un artista con 20 años de carrera y un ritmo de trabajo tan intenso y serio como el mío. Me parece, además, que con esa pregunta se pretende ponerme a la defensiva y se evita profundizar en mi trabajo, colocándome un sambenito simplista y envenenado", afirmaba ayer mientras supervisaba el montaje de la exposición. "No, no me siento así. Yo soy un artista de mi época. Así me siento porque eso es exactamente lo que soy".

Para la realización de "Los penetrados", Sierra colocó anuncios en busca de voluntarios que quisieran participar en el proyecto a cambio de 250 euros. En total, se seleccionaron unos 70 participantes. "Si te interesa, puedes ver trabajos del artista en su página... Teclea Santiago Sierra en Google. El vídeo sólo se proyectará en galerías de arte... No es pornografía", decía el anuncio. ¿Y entonces, qué es? "Probablemente sea pornografía. Entiendo que la pornografía son imágenes de gente fornicando y nada más, sin trama, y eso es Los penetrados. No intento colocarme por encima de un director de pornografía porque realmente no lo estoy. Creo que la pornografía tiene algo muy magnético. Te quedas enganchado mirando y te sitúas en otra dimensión mental, en un plano que nos acerca al instinto y nos aleja de lo reflexivo. Así que me parece perfecta para activar y mirar lo que de instintivo tiene la política".

Nunca ha sido amigo de explicar sus trabajos: "Eso es Hollywood, que da todo bien mascado a un público que subestima y al que desea convencer. En mi trabajo la gente tiene libertad para pensar por sí misma. No es necesaria mi guía". Su último proyecto, sin embargo, entronca con dos de sus preocupaciones constantes en su trayectoria: la inmigración y la cuestión racial. "La tradicional paranoia de los blancos hacia los negros o de los europeos con los africanos tiene que ver con un fuerte pánico, pues pensamos que tarde o temprano habrán de cobrarse justicia por nuestras codiciosas canalladas pasadas y presentes", señala Sierra. "Pero esa paranoia blanca también tiene que ver con el miedo a una sexualidad que nos rebaje, con que enamoren a nuestras hembras y a nuestros machos más que con que nos quiten el trabajo; el trabajo sólo lo quita el patrón. Las reflexiones políticas y las actuaciones que de ellas se derivan son algo más primario de lo que comúnmente se cree", añade.

Para Sierra, el arte sin intención es inútil y, por tanto, "una fachada": "Freud despreciaba a los surrealistas al considerar que sólo cuando miramos para otro lado aflora el inconsciente. No se puede ser inconsciente conscientemente. De un modo similar, el arte aparentemente menos político es el más instrumentalizado políticamente. Todo arte es político, pero normalmente quien se fotografía con el poder asegura tener sólo un interés poético". (El País, 15/01/09)





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