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lunes, 3 de febrero de 2014

Religión y democracia: ¿cómo el agua y el aceite?




Viñeta de Mafalda, por Quino



La ola integrista y reaccionaria que encabeza el ministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, que parece contar con el beneplácito y visto bueno del presidente del gobierno Mariano Rajoy, amenaza con echar por tierra derechos políticos y sociales que la restauración de la democracia parecía haber hecho irreversibles en España. Resulta evidente que no es así: la alianza manifiesta entre el sector más integrista del gobierno (Justicia e Interior), lo más reaccionario de la derecha española (el "partido del té": ABC, La Razón, Libertad Digital...), y una buena parte de la jerarquía católica, aboca de nuevo al enfrentamiento de la religión con la democracia. Enfrentamiento insoluble, por lo que parece, mientras la religión no acepte que sus normas no rigen para una sociedad constituida democráticamente, sino únicamente para sus fieles, y solo en su condición de tales y no como ciudadanos.

Álvaro Delgado-Gal, profesor en la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid y director de Revista de Libros, escribió en ella hace unos años (febrero de 2009) un artículo titulado "El genio dentro de la botella" reseñando varios libros de reciente publicación de los profesores John Graycatedrático de Pensamiento Europeo en la London School of Economics, y del profesor Mark Lilla, catedrático de Humanidades en la Universidad de Columbia, ambos historiadores de las Ideas, que aportaban visiones distintas pero concurrentes sobre el conflicto secular entre religión y democracia.

Revelador e interesante en extremo para aquellos que se interesen por la teoría política, el artículo del profesor Delgado-Gal recordaba que ya Cicerón, en el siglo I a.C., aun habiendo percibido el carácter supersticioso de la religión romana, dejaba escrito en su obra "De divinatione", que la religión era un tejido de fábulas de las que no convenía descreer en público, no fuera a quedar confundido y patas arriba el orden civil de la República... Desde ese momento, la confrontación entre Religión y Política estaba servida, ¿pero cuál será el final de la misma?, ¿habrá algún ganador claro en esa guerra soterrada desde hace siglos?

Ciñéndonos a lo que denominamos Occidente, para el profesor Gray, que opinaba que la política moderna es solo un capítulo dentro de la Historia de la Religión, el cristianismo era una sangrienta patología cuya falsa secularización, cerrada en falso a lo largo de los últimos cuatrocientos años, había provocado más sangre aún. Pero una patología, añadía, que ha durado ese tiempo parece difícil que pueda ser, en realidad, una patología. Si nos tomamos la teoría de la evolución en serio, dice, lo normal sería concluir que la patología cumple alguna función, o, sumando eones y yendo más allá del cristianismo, que la religión se halla enredada con nuestra dotación genética. «Las religiones expresan necesidades humanas que ningún cambio en la sociedad puede eliminar. Los seres humanos no dejarán de ser religiosos por lo mismo que no dejarán de ser sexuados, lúdicos o violentos», continúaba Gray. La pregunta, entonces, sería si se logrará contener la religión en el ámbito privado, como quería John Locke en el siglo XVII. Según Gray, ni siquiera eso será posible, porque si la religión es una necesidad primaria de los hombres, no podrá suprimirse ni relegarse al ámbito de la vida privada y debería integrarse plenamente en la esfera pública, lo que no significa que haya de establecerse una religión pública.

Mark Lilla, por el contrario, ponía como ejemplo del conflicto religión-democracia lo que ocurre al respecto en los Estados Unidos. Allí -dice- se está manteniendo la religión a raya mediante un esfuerzo constitucional, pero tan "empeñoso", que ya empiezan a acusarse síntomas de lo que los ingenieros denominan «fatiga de materiales», provocando un derrumbe del sistema. La adecuación de Dios al orden civil, concluye, habilitó a la religión en la sociedad liberal al precio de dejarla medio muerta. Al revivir la religión, la sociedad liberal ha saltado por los aires...

La desasosegante conclusión a la que llegan ambos autores desde posiciones distintas, afirma Delgado-Gal, es que si Dios se está resistiendo a morir, no cabe excluir que nos espere a la vuelta de la esquina el caos anterior a Locke, la atmósfera moral que precedió a la Gran Separación (el mundo de ideas en el que la Política dejó de depender de la Teología, enunciado por Hobbes en su "Leviatán") con la diferencia fundamental de que lo que en este momento histórico podría haber entrado en crisis no fuera Dios, sino la democracia.¿Meras lucubraciones? ¿Exageraciones? No tengo la respuesta. Les invito a leer el artículo en el enlace de más arriba y sacar sus propias conclusiones. 

Sean felices, por favor. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν": nos vamos. Tamaragua, amigos. HArendt





La jerarquía también se manifiesta





Entrada núm. 2030
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Pues tanto como saber me agrada dudar (Dante Alighieri)