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martes, 27 de septiembre de 2016

[Píldoras literarias] Hoy, con "Una mecenas", de José de la Colina





La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado Una mecenas, de José de la Colina (1934), escritor, periodista, ensayista y crítico literario español residente en México desde el final de la guerra civil española. Con 13 años ya trabajaba como guionista de la emisora de radio XEQ y a los 18 comenzó a trabajar como periodista y crítico de cine. Temas presentes en su obra son el exilio, la evocación personal, el poder de la palabra, los viajes, el cine y el periodismo cultural. 

Su relato, incluido en la obra La minificción en México, de Lauro Zavala, tiene veintidós palabras y dice así: 


UNA MECENAS


La hermosa y sensual señora 
se acostaba con los jóvenes 
escritores nacionales 
para mejorar la calidad de la 
nueva literatura erótica mexicana.



***







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




HArendt






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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

lunes, 28 de marzo de 2016

[Píldoras literarias] "La culta dama", de José de la Colina






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie Píldoras literarias con el relato titulado La culta dama, de José de la Colina (1934), escritor, periodista, ensayista y crítico literario español residente en México desde 1940. Temas presentes en su obra son el exilio, la evocación personal, el poder de la palabra, los viajes, el cine y el periodismo cultural.

Su relato, incluido en la obra Minificción mexicana, de Lauro Zavala, tiene veinticuatro palabras, y dice así:

***

LA CULTA DAMA

Le pregunté a la culta dama si conocía 
el cuento de Augusto Monterroso 
titulado “El dinosaurio”.
  —Ah, es una delicia —me respondió—, 
ya estoy leyéndolo.

***


José de la Colina

***


Disfrútenlo. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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miércoles, 9 de diciembre de 2015

[Píldoras literarias] Hoy, "Ardiente", de José de la Colina






El profesor de la Universidad Nacional de Tucumán, Argentina, David Lagmanovich, dice sobre los microrrelatos que la noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, sigue diciendo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar “breve” un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente -y con mayor razón- algún texto de extensión aun menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar, se pregunta,  una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy esta sección del blog dedicada a microrrelatos literarios con el titulado Ardiente, de José de la Colina (1934), escritor, periodista, ensayista y crítico literario español residente en México desde 1940.  Al finalizar la guerra civil española toda la familia marchó al exilio, primero a la República Dominicana y Cuba, y un años después a México donde se radicaron definitivamente. Con 13 años ya trabajaba como guionista de una emisora de radio y a los 18 como periodista y crítico de cine. En 1955 publica su primer libro: Cuentos para vencer a la muerteTemas presentes en su obra son el exilio, la evocación personal, el poder de la palabra, los viajes, el cine y el periodismo cultural.

El cuento de José de la Colina tiene 34 palabras. Y dice así:



ARDIENTE

¿Quieres soplarme en este ojo? -me dijo ella-. 
Algo se me metió en él que me molesta. 
Le soplé en el ojo y vi su pupila encenderse 
como una brasa que acechara entre cenizas.


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




José de la Colina



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