viernes, 4 de octubre de 2019

(PÍLDORAS LITERARIAS] Hoy, con "Sin titulo", de Gabriel Jiménez Eman






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Continúo hoy la serie de Píldoras literarias con el titulado Sin título, de Gabriel Jiménez Emán(1950), escritor venezolano, narrador, poeta, ensayista, compilador y traductor, destacando más en el ámbito de la narrativa y la poética, traducido a varios idiomas y recogidao en antologías latinoamericanas y europeas. Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico. Dirige Imagen. Revista latinoamericana de Cultura, publicación del Ministerio del Poder Popular para la Cultura (Caracas, Venezuela, 2013).​ Les dejo con su relato.


SIN TÍTULO
por
Gabriel Jimenez Eman

Aquel hombre era invisible, 
pero nadie se percató de ello.






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt








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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy viernes, 4 de octubre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...
























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jueves, 3 de octubre de 2019

[ARCHIVO DEL BLOG] Hoy comienza el siglo XXI (Publicada el 20/1/2009)



Barack H. Obama


Hoy, a media tarde hora canaria (mediodía en Washington), Barack Husein Obama tomará posesión de su cargo como 44 presidente de los Estados Unidos de América. Mañana, justamente a esa misma hora, hará cuarenta y ocho años que me encontraba yo sentado sobre la alfombra de la sala de estar de la casa de mis padres, en Madrid, esperando la retransmisión por Eurovisión de la toma de posesión de John Fitzgerald Kennedy como 35 presidente de los Estados Unidos de América.

Yo tenía en ese momento 14 años. Estudiaba el bachillerato en el Colegio "Infanta María Teresa", de Madrid; un colegio para huérfanos e hijos de guardias civiles, adscrito al Instituto "Ramiro de Máeztu". A mi manera, había participado activamente en la campaña que enfrentó a Kennedy y Nixon, gracias a las relaciones que el beísbol facilitaba entre los niños españoles y norteamericanos que vivían en el Distrito de Chamartín, donde residían buena parte de las familias de los soldados desplazados en la cercana base aérea de Torrejón de Ardoz. Y gracias también, a la revista LIFE en español, de la que mi padre era suscriptor, y que recibía directamente desde México, que me había dado pormenorizada cuenta de los detalles y vicisitudes de la enconada campaña electoral y su ajustado resultado final.

Kennedy era una especie de dios reencarnado para mí -creo que mi afición e interés por la política viene de esa fecha, momento en el cual, en mi ingenuidad, me veía como futuro senador de unos futuros Estados Unidos de Europa-, y gocé muchísimo con la retransmisión y el emocionante discurso que pronunció en su toma de posesión, que pueden ver aquí (en español), y que constituye una pieza histórica de la oratoria política contemporánea y de todos los tiempos, citada, copiada e imitada hasta el hastío. Su asesinato, y la impresión que causó en mi, que ya he relatado con detalle en este mismo blog, es el acontecimiento histórico que de forma más vívida permanece grabado en mi memoria.

Dice el periodista Francisco G. Basterra en El País del pasado día 17 ("72 horas para iniciar el siglo"), que hoy comienza el siglo XXI... Quizá sea pronto para aventurar tal conclusión, pero es, desde luego un día histórico; no sólo por lo que representa la llegada de un hombre de color, un negro, a la presidencia de los Estados Unidos, sino más bien, y sobre todo, por la enorme esperanza que su elección ha representado para buena parte de sus contemporáneos, norteamericanos y no norteamericanos, y que puede ser infundada o no, pero que es real. Su discurso de hoy, dentro de unas horas, en su toma de posesión, será leído, oído y mirado con lupa. Y es posible que sí, que en ese momento, comience por fin el siglo XXI. Espero verlo, pero por un "si acaso...", he dejado preparada la grabación del acto en el canal de CNN+... HArendt



John F. Kennedy


"72 horas para iniciar el siglo", por Francisco G. Basterra

Apelamos como seres humanos a otros seres humanos. Recordad vuestra humanidad y olvidad todo lo demás. Si podéis actuar de esta manera, el camino está abierto para una nueva sociedad. Si no es así, afrontáis el riesgo de la muerte universal. (Bertrand Russell)

Sólo 72 horas antes de que Obama se convierta en el 44º presidente de Estados Unidos, parece sugerente la idea de que el martes, en la escalinata del Capitolio en Washington, comenzará de verdad el siglo XXI. Hasta ahora habíamos considerado que el actual siglo se inició con la caída del muro de Berlín, como el siglo XIX concluía con la Gran Guerra. Tomo prestada la idea de E. J. Dionne Jr., columnista del Washington Post. La inmensa expectación global provocada por la llegada del primer presidente negro a la Casa Blanca, el calamitoso estado de la economía mundial y el ascenso de otros poderes globales que limitan la hegemonía norteamericana, darían así paso al siglo XXI. Que no será solamente, como parecía predestinado, el siglo americano. Todo apunta a que el mundo necesita, y confía, en un nuevo comienzo: político, económico, medioambiental, cultural. Por lo tanto, deberemos prestar mucha atención a las seis de la tarde del martes (hora española) a las palabras que pronuncie el nuevo presidente, cuando con la mano izquierda sobre la Biblia de Lincoln y la derecha levantada, preste juramento. "Yo, Barack Husein Obama, juro observar y hacer cumplir la Constitución de los Estados Unidos de América". La inmediatez electrónica: televisiones e Internet, otro símbolo de la nueva era, permitirán a la humanidad conectada vivir este comienzo al instante. Sí, Husein, un nombre musulmán de un no musulmán. Obama ha asegurado que, como es tradición, utilizará sus dos nombres, porque "el mundo está preparado para este mensaje". El nuevo presidente ha explicado que su toma de posesión es una magnífica oportunidad para recuperar la imagen de América en el mundo y, en particular, en el mundo musulmán. Probablemente uno de los grandes retos de su presidencia va a ser reinventar esa relación, hoy totalmente atascada. Como escribe el sociólogo Jean Ziegler en su reciente libro, La haine de l'Occident (Albin Michel), localizar las raíces del odio que el Sur manifiesta hacia Occidente, y reflexionar sobre los medios para extirparlo, se ha convertido en una cuestión de vida o muerte para millones de seres en todo el mundo. Obama, en su audacia medida, rasgo clave de su no ideología, dejó por escrito en la revista Foreign Affairs, que "el combate contra los profetas del islam requerirá más que lecciones de democracia. Necesitamos profundizar nuestro conocimiento en las circunstancias y creencias que sostienen su extremismo". No sabemos si esta afirmación, políticamente incorrecta hasta ahora en EE UU, será o no traducida a los hechos por la nueva secretaria de Estado, Hillary Clinton, y su equipo de asesores provenientes de la época de la presidencia de su marido. Casi todo el gabinete de Obama es políticamente predecible en economía y seguridad nacional. En lo que se refiere al dinero son los mismos que nos han llevado al actual desastre. ¿Es posible hacer nuevas políticas con viejos actores? De momento, el cambio es Obama. No hay un monumento en Washington que represente mejor la cualidad imperial de la ciudad que el Lincoln Memorial. La otra noche, impresiona más en las horas nocturnas, los Obama, con sus dos hijas, Malia y Sasha, acudieron a este lugar y bajo la monumental estatua de mármol del presidente que abolió la esclavitud, leyeron el famoso Discurso de Gettysburg, cincelado en las paredes, y que se estudia en las escuelas de todo el país. Contemplaron durante unos minutos el inmenso parque rectangular del Mall con el Capitolio al fondo. Una visita simbólica. Lincoln es uno de los presidentes, junto con Franklin Roosevelt y Jack Kennedy, que inspiran a Obama. También al joven de 27 años que está escribiendo el discurso del martes, el más importante de la vida de Barack. Marcará el tono de la nueva época y tiene como objetivo estimular, lograr la confianza de los estadounidenses para iniciar la recuperación moral y económica del país. Jon Favreau recibió hace un mes, en Chicago, el encargo del presidente electo para un discurso no más largo de 15 o 20 minutos, centrado en la idea de que Estados Unidos se fundó sobre ciertos ideales que es necesario recuperar. Hará frío el martes en Washington: se esperan 5 grados bajo cero. John Kennedy, a 7 bajo cero, se quitó el abrigo para pronunciar su discurso inaugural y demostrar su vigor juvenil frente al saliente Eisenhower. Precavido, debajo de la camisa llevaba una camiseta térmica. Temperaturas de 20 bajo cero obligaron en 1985 a Ronald Reagan a tomar posesión a cubierto en el interior del Capitolio. Peor fue en 1841, cuando William Harrison tras un discurso de dos horas bajo un frío intenso pilló una pulmonía que un mes después le llevó a la tumba. Este año la temperatura emocional provocada por la Obamanía, y no sólo en Washington, también en la descreída Europa, es muy superior a la temperatura ambiente. Obama es portador de la esperanza de todo el planeta.



Capitolio de los Estados Unidos de América, Washington, D.C.


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[SONRÍA, POR FAVOR] Al menos hoy jueves, 3 de octubre





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Tengo un peculiar sentido del humor que aprecia la sonrisa ajena más que la propia, por lo que, identificado con la definición de la Real Academia antes citada iré subiendo cada día al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en la prensa española. Y si repito alguna por despiste, mis disculpas sinceras, pero pueden sonreír igual...
















 






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miércoles, 2 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] A votar



Votantes en un colegio electoral de Madrid el pasado mes de abril


Tanto nos estamos acostumbrando a votar, comenta la filósofa Amelia Valcárcel,  que corremos el riesgo de votar en unas elecciones como en un concurso. 

La mayor parte de la población de la Tierra, comienza diciendo, no vive en democracia, ni siquiera en democracia imperfecta. Ahora. Hasta hace meramente un siglo lo de votar era una actividad casi desconocida, al igual que ahora es planetariamente poco frecuente. La democracia es más joven de lo que pensamos, no se trae de serie y no pertenece —pese a su racionalismo— al orden espontáneo de las cosas.

Su sinécdoque es el voto. Una democracia en que no se vote, en que no quepa elegir Parlamento o echar a un Gobierno puede adornarse con las palabras más felices, pero no lo es. Democracia es votar. Se puede hacer en caja, urna o cesto, pero hay que votar. Durante largo tiempo solamente se votó en los concilios y los monasterios. Recuerdo una exposición, asombrosamente buena, en Santo Domingo de la Calzada, por los años noventa. Había una caja pequeña y opaca que tenía una ranura y no era una hucha. Varios consejeros de Cultura de diversas autonomías, que no habían parado de hablar de fútbol desde el inicio del recorrido, la rodearon estupefactos. La reina Sofía preguntó ¿qué es? Murmullos. Se río y comentó: “Sería para votar”, lo que produjo muchas más risas. Pues sí; era para votar. El voto, una vez que cualquier rastro de demos se cerró, subsistió exclusivamente en cónclaves y monasterios. Allí encontró extraño refugio.

Ahora, que para más o menos la tercera parte de la humanidad es vida vivida, la democracia, vamos sabiendo, tiende a proliferar fuera de sus zonas adecuadas y acotadas. Se salta los límites del sistema político e invade las formas sociales. De todo debatimos. Votamos, como en el circo romano, para mantener en la arena al que gusta y echar al que disgusta. Tanto nos estamos acostumbrando a opinar y votar que corremos el riesgo de opinar de lo no opinable y votar en unas elecciones como en un concurso. Ne quid nimis, nada en demasía. Votar no sólo es una consulta, es la expresión directa de una voluntad. Convocar a menudo produce desafección y, si ésta avanza, la cosecha no la recoge la democracia, sino su pariente aciago, el populismo. Madame de Staël sentenció, cuando los juicios negros sobre la Ilustración arreciaban, que “las luces sólo se curan con más luces”. Lo que probablemente es cierto. Pero puede no serlo tanto que los males de la democracia se solucionen votando sin descanso. Porque el voto es lo radicalmente necesario, pero no es el contenido de la democracia. La democracia es un sistema de valores, de libertades e igualdades, y de garantías compartidas por las sociedades abiertas.

Con fundado temor estamos asistiendo a las tentaciones populistas que logran instalarse hasta en las democracias más sólidas y antiguas. El voto, además, comienza a producirse en masas de voluntad tan similares que se ganan o pierden elecciones por márgenes escasísimos. Por polarizado que aparezca, casi nunca conforma mayorías tan claras que no quepa obviarlas. Las distancias a menudo son tan escasas que se puede producir la parálisis. No nos ocurre solamente aquí, sino que comienza a convertirse en un caso corriente. Tales parálisis, de no existir previstos mecanismos diferentes, por ejemplo de doble vuelta, no alcanzan casi nunca solución volviendo a votar. Algunas democracias se empiezan a parecer a los departamentos universitarios, que están acostumbrados a vencer o perder por la mínima. En ellos ese efecto se produce por el demasiado conocimiento. En las democracias todavía no lo sabemos. Desde luego algo no es: no sucede que aquí, en las sociedades abiertas, estemos votando en demasía para compensar lo poco o nada que se vota en las autocracias y así ecualizar las cifras planetarias y llevarlas a buenos términos. No funciona así.

“Sociedades abiertas”, llamó Pop­per a las nuestras y me sigue pareciendo la mejor manera de nombrarlas. Lo seguirán siendo mientras la prudencia las habite. Pactar es más antiguo que votar, no cabe duda. Pactar es dar, pedir y repartir, que puede tener sus complicaciones, pero no mucha ciencia. En las democracias sus pactos tienen pocas partes que no queden sobre la mesa, aunque por debajo de ella se sigan cambiando algunos cromos. En los pactos hay siempre una chispa fulera, pero no son indignos en sí. A ellos nos hacemos desde la infancia. El Estado es un pacto, el dinero es un pacto, el comercio es un pacto. Quien no sepa ni espere hacerlos, dado lo que de las democracias venimos sabiendo, no debería competir.






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