sábado, 10 de septiembre de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy sábado, 10 de septiembre de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



HArendt




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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

]A vuelapluma] Verdad e historia: Memorias de políticos






Los españoles, al contrario de anglosajones y franceses, no somos excesivamente aficionados a la lectura de memorias, y menos aun si están escritas por políticos contemporáneos. Entre otras razones, porque la mayoría no saben escribir, aunque lo más probable es que tampoco las hayan escrito ellos. Hay excepciones, claro está, por ejemplo las de los dos presidentes de la II República española, Niceto Alcalá-Zamora y Manuel Azaña. 

Hace dos años hubo una verdadera epidemia "memorialista" por parte de nuestros más ilustres y cercanos, en el tiempo dirigentes políticos. Por centrarnos solo en los expresidentes del gobierno, lo hicieron casi simultáneamente Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero. Antes, con bastante ironía y mala leche, lo había hecho también Leopoldo Calvo-Sotelo. Y desgraciadamente resulta ya imposible de saber lo que hubiera podido contarnos Adolfo Suárez de propia mano. También me hubiera encantado hablar de las memorias de Mariano Rajoy, pero para eso habría hecho falta que lo hubiéramos jubilado. Pegado como está, como si fuera con Poxipol, a la silla, no parece que en un futuro próximo tengamos ocasión de hacerlo.

El blog Vitrinas, que se publica en Revista de Libros, publicó en febrero de 2014 las reseñas críticas de las "memorias" de GonzálezAznar y Zapatero. Ninguno de ellos sale bien parado por sus comentaristas respectivos. Normal... Pero no seré yo quien se atreva a criticarlas sin leerlas, algo, por otra parte, que veo difícil de hacer dado que mi grado de masoquismo no ha superado todavía el umbral de la insensibilidad. Pero sí me animo a invitarles a que lean los comentarios que han suscitado a quienes, como los prestigiosos articulistas de Revista de Libros, si lo hicieron.

Yo, por mi parte, leía por esas mismas fechas un libro fascinante del que he hablaba hace unos días en el blog: Pensar el siglo XX (Taurus, Madrid, 2012), del historiador británico Tony Judt, escrito al alimón con el también historiador Timothy Snyder. Pensar el siglo XX es, como indica Snyder en el prólogo, un libro de historia, una biografía y un tratado de ética. Una historia de las ideas políticas modernas: el poder y la justicia, tal y como las entendieron los intelectuales europeos y norteamericanos, de todas las ideologías, desde el liberalismo al fascismo, desde finales del siglo XIX a principios del XXI. Una reflexión sobre la necesidad de la perspectiva histórica y de las consideraciones morales en la transformación de nuestra sociedad. Y también un libro que no solo habla sobre el pasado sino sobre la clase de futuro al que deberíamos aspirar. La mejor crítica de este y otros libros de Tony Judt pueden leerla en el artículo titulado "El profesor Judt hace trasbordo", escrito por Geoffrey Wheatcroft y publicado Revista de Libros. 

Timothy Snyder, en el prólogo del mismo, se pronuncia sobre los diferentes tipos de "verdad" existentes. Algo que parece bastante pertinente cuando tratamos del género "memorialista" ya que, cada uno de los que escribe sobre sí mismo (y las "memorias" de los citados en el epígrafe lo dejan claramente de manifiesto a juicio de sus comentaristas), tiende a autojustificarse sin el más mínimo reconocimiento de error de juicio propio y cargando los mismos, si los hubiera habido, en las circunstancias o en los otros. Dice Snyder en él que la verdad del historiador no es la misma que la verdad del ensayista. El historiador puede y debe saber más de un momento del pasado de lo que el ensayista posiblemente puede saber sobre lo que está pasando hoy. El ensayista -sigue diciendo- está obligado a tener en cuenta los prejuicios de su tiempo, y de este modo exagerar en aras del énfasis. Para el historiador, la búsqueda de la verdad -añade más adelante- implica muchos tipos de búsqueda, y en eso consiste el "pluralismo" al que se debe: aceptar la realidad moral de diferentes tipos de verdad, pero rechazando la idea de que todas ellas puedan situarse en una misma escala y ser medidas por un mismo valor. Es decir, todo lo contrario de unas "memorias" autoexculpatorias y justificativas de lo injustificable.

En uno de los capítulos finales de su libro, y hablando de la diferencia existente entre memoria e historia, dice Tony Judt: "Permitir que la memoria sustituya a la historia es peligroso. Mientras que la historia adopta la forma de un registro continuamente reescrito y reevaluado a la luz de evidencias antiguas y nuevas, la memoria se asocia a unos propósito públicos, no intelectuales [...] Estas manifestaciones mnemónicas del pasado son inevitablemente parciales, insuficientes, selectivas; los encargados de elaborarlas ser ven antes o después obligados a contar verdades a medias o incluso mentiras descaradas, a veces con la mejor de las intenciones, otras veces no. En todo caso, no pueden sustituir a la historia".







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

viernes, 9 de septiembre de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 9 de septiembre de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






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[Píldoras literarias] Hoy, con "Euclideana", de René Avilés Fabila






La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 


Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? Ustedes deciden. 

Continúo hoy la serie "Píldoras literarias" con el relato titulado Euclideana, de René Avilés Fabila (1940), escritor, periodista y catedrático de universidad mexicano, autor de cuentos, novelas y obras autobiográficas. Notable exponente iberoamericano de la prosa narrativa contemporánea, su obra ha sido incluida en multitud de antologías, traducida a diversos idiomas y analizada por múltiples estudiosos de distintos países. Inició su carrera literaria en 1960 formándose literariamente con escritores como Juan José Arreola y Juan Rulfo. Ha abordado diversos géneros, como la novela y el cuento, principalmente fantásticos y amorosos.

Su relato, incluido en la obra La minificción en México, de Lauro Zavala, tiene veintitrés palabras y dice así: 


EUCLIDEANA

En una ciudad actual

 la distancia más corta entre 
dos puntos no es la recta: 
es el zigzag que 
nos evita los semáforos.

***




Papiro con el teorema de Euclides




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jueves, 8 de septiembre de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 8 de septiembre de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






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[Galdós en su salsa] Hoy, con "Los Cien Mil Hijos de San Luis"



Estatua de Galdós en Las Palmas de G.C. (Pablo Serrano, 1969)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que acaban de cumplirse 173 años, voy a ir subiendo al blog a lo largo de los próximos meses su copiosa obra narrativa, que comencé hace unos días con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió.

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912.


Los Cien Mil Hijos de San Luis es la sexta novela de la segunda serie de los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós. Escrita en 18--. Los Cien Mil Hijos de San Luis, fue la expresión irónica y popular con que los españoles liberales designaron al ejército francés que a las órdenes del duque de Angulema invadió España en 1823 para imponer nuevamente, tras el llamado "Trienio Constitucional", el régimen absolutista. Engarzado con la peripecia novelesca, presenciamos el inexorable avance de esta fuerza que acabó con la Constitución gaditana de 1812 en el mismo lugar donde ésta vio la luz.

Pueden leer o descargar la novela desde el enlace de más arriba, en la versión existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante. Disfrútenla.



Fernando VII recibe a los franceses en el puerto de Cádiz



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miércoles, 7 de septiembre de 2016

[Humor en cápsulas] Para hoy miércoles, 7 de septiembre de 2016





El Diccionario de la lengua española define humorismo como aquel modo que presenta, enjuicia o comenta la realidad, resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios.

Como yo no soy humorista, me quedo con la primera acepción, y a partir de hoy, siempre en la medida de lo posible, iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos en los diarios Canarias7: Morgan; La Provincia: Padylla y Montecruz, ambos de Las Palmas de Gran Canaria; y El País, de Madrid, en su edición nacional: Forges, Peridis, Ros y El Roto. Espero que disfruten de las mismas.






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[A vuelapluma] Sobre libros y series de televisión. Manual de uso





Ya he contado en alguna ocasión anterior mi peculiar manera de acercarme a la compra y lectura de un libro. Desde luego la primera impresión cuenta, y es que los libros, como las personas, entran por los ojos: el libro en sí, independientemente de su contenido, tiene que resultar atractivo. Por su formato, encuadernación, composición de la portada, título... Espero que no se me tache de pueril; se que lo importante está dentro, pero ya llegaremos a ello. Ahora hablo del placer estético, físico, casi -o sin casi- sensual, que supone coger un libro en las manos. Los que leen todo en una pantalla de ordenador no saben lo que se pierden.

No suelo comprar libros de los que no se nada previo: autor, contenido, temática, etc., etc., así que gracias a la contraportada, me hago una idea más sobre el "de qué va" y la vida y obra de su autor. Y luego el índice: da igual que esté al principio o al final del libro. Cumplidos los trámites anteriores, que pueden llevar desde unos cuantos segundos a cuatro o cinco minutos, comienzo a leerlo, de pie, al lado de la estantería, aunque el empleado de turno me mire con recelo... Leo siempre y de corrido, las dos o tres primeras páginas. Si se despierta en mi un interés manifiesto, muy manifiesto, por él, lo más probable es que el libro en cuestión acabe en la cesta de la compra.

Antes era lector y comprador compulsivo de libros. Muchos por motivos académicos, y muchos más, por el mero placer de saberme poseedor de ellos. Ahora ya he aquilatado lo suficiente mi gusto estético como para saber que eso es una gilipollez, que los superventas de las grandes superficies comerciales suelen ser una pifia, y que los grandes premios (a lo Planeta) están concedidos de antemano en función de intereses editoriales, normalmente extraliterarios. Y por supuesto, que uno no puede comprar todo lo que se le pone delante, porque tampoco va a tener tiempo para leerlo ni dinero para pagarlo. Ahora prefiero sacarlos de la Biblioteca Pública, o pedirles que los adquieran si no los tienen, o releer los que tengo en la biblioteca familiar.

Ya estamos con el nuevo libro en casa. Mejor por la tarde (aunque cualquier hora es buena, si las circunstancias son propicias: por ejemplo los trayectos en guagua, impensables sin un libro entre las manos), sentado cómodamente, sin ruidos que distraigan, aunque una agradable música a volumen adecuado ayuda bastante a disfrutar de su lectura. Es hora de comenzar. Releo esas primeras páginas que comenté. Si persiste el agrado, digamos que en las veinte primeras páginas, sigo con su lectura; si encuentro "algo" que me provoca rechazo, ojeo al azar algunas páginas centrales; si persiste el desagrado, me voy al final... Y ahí, se acabó la historia. Lo aparco hasta mejor ocasión; probablemente no llegue nunca a terminarlo...

No soy lector asiduo de ficción. Prefiero el ensayo (deformación profesional, supongo), pero no le hago ningún tipo de asco a la buena literatura: la de siempre, los clásicos, con preferencia, pero también la reciente, aunque me acerque a ella con suspicacia. En el pasado mes de agosto y lo poco que va de septiembre he leído varios ensayos y algunos libros de ficción. Entre los primeros, un clásico: Los partidos políticos, de Robert Michels, que tenía muchísimos deseos de leer desde hacía mucho tiempo. Todos los demás, relecturas: Dioses, tumbas y sabios, una hermosísima historia sobre los más famosos descubrimientos arqueológicos, escrita por C.W. Ceram; El Federalista, de Hamilton, Jay y Madison, escrito a finales del siglo XVIII y uno de los textos políticos más relevantes de la historia; Textos fundamentales para la historia, de Miguel Artola;  Lo que el Rey me ha pedido, de Pilar y Alfonso Fernández-Miranda; ojeando algunas entradas del Diccionario de Literatura española e hispanoamericana, de Ricardo Gullón, y todo un clásico también de la historiografía española: España en su historia. Cristianos, moros y judíos, de Américo Castro. Entre los libros de ficción, todos menos uno: Cantos, de Friedrich Hölderlin, que saqué de la Biblioteca Pública del Estado en Las Palmas, han sido relecturas de los que tenía en casa. Predominio absoluto de los clásicos: Edipo en Colono, de Sófocles; Los siete contra Tebas, de Esquilo; Las fenicias, de Eurípides, y Las desventuras del joven Werther, de Goethe,   

Sobre televisión me gustaría decir que no la frecuento, lo que no deja de ser una "boutade" por mi parte porque todo el mundo dice lo mismo aunque se pase cinco horas al día pegado a la pantalla. No es mi caso, palabra de honor: por no ver no veo ni los telediarios. Y salvo el clásico-clásico Saber y ganar, de la 2 de de TVE, las series que me apasionan las veo grabadas. Me encantaron Patria (Homeland), La buena esposa (The good wife) y Hombres de Madison (Madmen), las tres estadounidenses, que no comento por ser sobradamente conocidas por todos, y también la británica Valle Feliz (Happy Valley), menos conocida; una serie magnífica, que mezcla a la perfección drama policial y doméstico, protagonizada por una sargento de la policía rural inglesa, con toda la calidad que tienen las producciones de la BBC y una sobrecogedora descripción del mal cotidiano..

Estoy enganchado a varias series europeas, que me resultan mucho más cercanas que las estadounidenses. No sé como explicarlo pero es así, es como si estuviera en casa..., aunque transcurran en Escandinavia, el Reino Unido o mi admirada Francia. Ahora mismo ando fascinado, literalmente, y en espera de nuevas temporadas, por algunas de ellas: la danesa El legado (The Legacy), la disputa de unos hijos por el legado de su madre fallecida, una famosa escultora; la noruega Ocupados (Occupied), que relata la resistencia de un grupo de noruegos a la ocupación de su país por los rusos, con el beneplácito de la Unión Europea, para hacerse con el control de los pozos petrolíferos; y las británica En cumplimiento del deber (Line of Duty), protagonizada por unos detectives de la oficina de asuntos internos de la policía británica. Y por último, Grantchester, nombre de un pueblecito inglés cercano a Cambridge, en el que, a comienzo de los años 50, el párroco anglicano local ejerce de detective aficionado. 

Y siguiendo ahora mismo la también británica Impecable (Spotless), sobre dos hermanos franceses residentes en Londres que se ven forzados a trabajar para un mafioso local limpiando los escenarios de sus crímenes; y la noruega Absuelto (Acquitted), en la que un joven empresario vuelve dieciocho años después al pueblo donde fue acusado y absuelto del asesinato de su novia para enfrentarse a su pasado. Como ven, no solo escribo de política, problemas sociales o alta cultura. También tengo mi corazoncito popular. 







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