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viernes, 7 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] Libros que nunca leeré



Librería de viejo en la Cuesta de Moyano, Madrid


"Es una tarde tranquila de invierno, -comienza diciendo el escritor y académico de la Lengua, Arturo Pérez Reverte, en el A vuelapluma de hoy, viernes- con manchas de sol bajo los árboles. Camino cuesta Moyano abajo, deteniéndome en las casetas de libreros de viejo que a esta hora están abiertas. Son pocas, y eso me entristece. Un día con buena temperatura, una hora agradable, y no hay casi nadie aquí. Me detengo a mirar en los mostradores, converso con los libreros. En todos encuentro pocas esperanzas de que esto sobreviva. Una curtida veterana dice «nos quedan dos telediarios», y comparto su pesimismo. Acabarán poniendo aquí, supongo, bares de tapas y puestos de artesanía perroflauta; y entonces, estoy seguro, el lugar se pondrá hasta arriba. De momento, la falta de interés del público, la indiferencia de los políticos, los tiempos que corren, sentencian a medio plazo esta joya de la cultura madrileña; este paraíso de los lectores donde, por el precio de un par de cañas, puedes llevarte, si afinas eligiendo, dos o tres buenas ediciones de libros estupendos. Aquí no valen milongas de que un libro es caro. Mientras existan lugares como éste, quien no lee no es que no pueda. Es que no quiere.

Soy viejo cazador de libros, con modales e instintos de serlo. Así que esta tarde, como siempre, me muevo por los puestos con el ojo atento y los dedos rápidos para llenar el zurrón, tan dispuesto como cuando hace cincuenta años llegué a Madrid y empecé, libro a libro, a construir la trinchera en la que vivo y sobrevivo: la biblioteca que creció poco a poco, primero para reconstruir la de mis abuelos y mi padre, y luego haciéndola más personal y propia. La que me permitió comprender el mundo complejo y violento por el que caminé desde muy joven, y que ahora, multiplicada en centenares de estantes y miles de libros, me permite digerir cuanto viví. La que, combinada con lo que recuerdo e imagino, me ayuda a contar historias e interpretar el mundo. Incluso, a soportarlo cuando no me gusta. Esa biblioteca que es lugar de trabajo, refugio y, como dije muchas veces, analgésico; de ésos que no eliminan las causas del dolor, pero ayudan a soportarlo.

A esta edad es puro instinto, como digo. Necesidad compulsiva, aunque ya tenga ese o aquel título en una edición distinta. Leer el papel viejo que leyeron otros ojos, tocar las tapas ajadas por otras manos, llenar la bolsa de lona que suelo traer cuando vengo aquí: Círculo de Lectores, Editorial Molino, Colección Reno, Austral, etcétera. Ya no siento, por supuesto, la emoción de los primeros años; esa vibración casi física de dar con un título buscado o descubrir otros que me guiñaban un ojo polvoriento, prometiendo formar parte de mi vida e incluso cambiarla: El diablo enamorado, Cuadros de viaje, La flecha de oro, Vidas paralelas, Sistema de la naturaleza, El buen soldado… Pero el impulso, la necesidad de acumular libros como una urraca objetos brillantes en su nido, se mantienen inalterables. Sigo cazando rápido, apasionado, gozoso. Luego, en casa, vaciaré la bolsa del botín para situar cada uno en el lugar y la compañía que le corresponde. Como esos cuatro de Graham Greene que acabo de comprar por diez euros aunque ya los tengo en otras ediciones, sólo porque el ex libris que llevan pegado hace pensar que su propietaria –una mujer tal vez ya muerta– fuese quien fuera, sonreiría consolada si me viese rescatarlos.

A veces, alguien que ve mi biblioteca pregunta si he leído todos esos libros. Y la respuesta siempre es la misma: unos sí y otros no; pero necesito que estén todos ahí. Una biblioteca es memoria, compañía y proyecto de futuro, aunque ese proyecto no llegue a completarse nunca. Una biblioteca amuebla una vida, y la define. Raro es no advertir el corazón y la cabeza de un ser humano tras un repaso minucioso a los libros que tiene en casa, o que no tiene. Por eso no me lamento por los que no llegaré a leer. Cumplen su función incluso quietos, silenciosos, alineados con sus títulos en los lomos. Puedo abrirlos, hojearlos, recorrerlos despacio, meterlos en la mochila para un viaje. Y aunque muchos no llegue a leerlos jamás, habrán cumplido su misión. Su noble cometido. Cuando comprendí que nunca leería todos los libros que ansiaba leer, y acepté esa realidad con resignada melancolía, cambió mi vida lectora. Se hizo más plena y madura, del mismo modo que, en la primera guerra que conocí, asumir que yo también podía morir cambió mi forma de mirar el mundo. Los libros que nunca leeré me definen y me enriquecen tanto como los que he leído. Están ahí, y ellos saben que lo sé. Si sobreviven al tiempo, al fuego, al agua, al desastre, a la estupidez del ser humano, un día serán de otro. Y lo serán gracias a mí, que tuve el privilegio de rescatarlos de sus miles de naufragios y unirlos a mi vida".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt










HArendt




Entrada núm. 5712
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)

miércoles, 18 de diciembre de 2019

[DE LIBROS Y LECTURAS] Balance del año 2019





Un jurado de 84 expertos ha escogido para la revista Babelia los títulos más relevantes de las dos primeras décadas del milenio. Les confieso, pudorosamente, que sólo he leído 14 de los títulos seleccionados, pero vaya en mi descargo que 6 de ellos están entre los 21 primeros títulos de la lista ( y por supuesto, "2666", de Roberto Bolaño), 4 entre los títulos del 22 al 50; y los 4 restantes, entre el 51 y el 100. 

Por supuesto, esa lista no es el Canon literario occidental, producto de siglos, obras literarias que han formado la denominada alta cultura en la civilización occidental, que por su calidad, su originalidad, o por ciertos rasgos formales y temáticos, han trascendido en la historia, arte y cultura occidentales, sin perder vigencia ni quedar obsoletas, pero merece la pena conocerla.

Hacer listas, escribe Alberto Manguel en su Diario de lecturas, “da lugar a cierta arbitrariedad mágica, como si la simple asociación pudiera crear sentido”. Pues bien, ¿qué sentido se puede encontrar en una lista que trata de hacer balance de las dos primeras décadas del siglo XXI? Empecemos por el principio. El martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas suicidas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, mataron a casi 3.000 personas y cambiaron el mundo para siempre. De paso, mandaron al trastero de las hipótesis la teoría hegeliana del fin de la historia reciclada por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín y zanjaron la discusión sobre si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001. La guerra de las galaxias se quedó en choque de civilizaciones. Los ordenadores pasaron la prueba del efecto 2000, pero sus usuarios —la nueva gran palabra— entraron en la era del miedo, la inseguridad, la precariedad, la intimidad (pública) y la realidad (virtual).

El futuro había llegado tan pronto en forma de metralla que los cines se llenaron de remakes; las librerías, de cánones, recuentos y resúmenes y listas de lo muy muy y lo más más (que había que ver, leer y escuchar… antes de morir). También de relatos con un fondo de historia universal y libros de no ficción o de autoficción que dan tanto valor a la trama como a su making-of. Incapaz de imitar a una realidad presente que parecía de novela, la literatura se volcó en el pasado, en la memoria (histórica y a secas), en las investigaciones periodísticas, en la primera persona y en la propia literatura, que se volvió metatodo.

De ahí el triunfo absoluto de 2666, un libro total compuesto de cinco partes y publicado en otoño de 2004, al año siguiente de la muerte de su autor. Desde Borges —retratado minuciosamente por Adolfo Bioy Casares en un diario ya ineludible—, ningún escritor ha influido tanto como Roberto Bolaño en las nuevas generaciones. Que sus libros empezasen a publicarse en Anagrama y actualmente lo hagan en Alfaguara —las dos editoriales más presentes en la lista de Babelia— es otro síntoma del peso de algunos sellos en la creación del gusto contemporáneo.

Acaso por una mera cuestión generacional, la literatura canónica de las dos primeras décadas del siglo XXI se ha ocupado de hurgar en las heridas del XX. Las guerras mundiales, la guerra civil española, la posguerra, la descolonización, las migraciones, el apartheid, las dictaduras latinoamericanas, la caída del imperio soviético, los feminicidios en Ciudad Juárez o las turbulencias en Oriente Próximo pueden rastrearse en la obra del propio Bolaño, Ian McEwan, W. G. Sebald, Javier Marías, Javier Cercas, Tony Judt, Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee, Zadie Smith, Svetlana Aleksiévich, Emmanuel Carrère, Marjane Satrapi o Edmund de Waal.

Pero si esos autores empiezan a ser canónicos no es solo por los temas que abordan, sino por el modo en que lo hacen: mezclando realidad y ficción, narración y reflexión, dinamitando los géneros tradicionales o dejando que su intimidad sin filtros discuta con la historia universal. Ese yo con voluntad de nosotros es el que ha producido además títulos como los de Joan Didion, Lucia Berlin, Anne Carson y Raúl Zurita —que tituló su obra magna con su propio apellido—, pero sobre todo los seis volúmenes de Karl Ove Knausgård.

También la gran historia y la intimidad cruda están presentes en títulos del siglo XXI tan exitosos como El Código Da Vinci, El niño con el pijama de rayas o Cincuenta sombras de Grey. ¿Por qué no están en esta lista? Tal vez porque no cuadran con la definición que el crítico Northrop ­Frye acuñó para la “gran literatura”: aquella que es “dueña de una visión siempre más vasta que la de sus mejores lectores”. El poeta Wystan Hugh Auden lo matizó así: “Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”.

La crisis económica de 2008 sumó la indignación a la inseguridad y dio la razón a una novela premonitoria publicada en España un año antes: Crematorio, de Rafael Chirbes. De paso, empoderó —el verbo del siglo— a un género y a una generación. El feminismo y el ecologismo son por ahora la respuesta más contundente a una deriva insostenible que va camino de convertir en realismo puro una novela de, digamos, ciencia-ficción como La carretera, de Cormac ­McCarthy. Protagonizada por dos hombres solos —un padre y un hijo— que vagan por un planeta devastado, la distopía del autor estadounidense incluye en sus páginas algo que se parece a una definición de la literatura de hoy: “Dios no existe y nosotros somos sus profetas”. Les dejo con la lisa de Babelia.

1. '2666', Roberto Bolaño
"2666 es lo mejor de una producción literaria prematuramente interrumpida", escribió Ana María Moix en Babelia en 2004, "Amalfitano, uno de los protagonistas de la segunda de las cinco partes o novelas que componen 2666, obra póstuma de Roberto Bolaño (1953-2003), publicada originalmente en Anagrama y actualmente disponible en Alfaguara, rememora desde México una conversación sostenida, hacía años en Barcelona, con un joven farmacéutico que pasaba sus noches de guardia leyendo. Al joven le gustaba leer novelas breves como La metamorfosis, de Kafka; Bartleby, el escribiente, de Melville; Un corazón simple, de Flaubert, o Un cuento de Navidad, de Dickens, títulos que escogía en lugar de El proceso, Moby Dick, Bouvard y Pécuchet o El Club Pickwick, novelas largas de los citados autores. 'Qué triste paradoja, pensó Amalfitano', escribe Bolaño. 'Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren caminos en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros (...)'. Y, de hecho, eso es 2666: una gran obra torrencial, que abre caminos en lo desconocido". Moix apunta que las cinco partes de esta gran obra pueden leerse por separado, pero se perdería la grandeza que alcanzan juntas.

2. 'Austerlitz', W. G. Sebald
La novela del alemán W. G. Sebald (1944-2001) narra la odisea vital de un hombre sin historia llamado Jacques Austerlitz en busca de ese tejido perdido en el tiempo que son sus padres. El protagonista camina sobre los restos de una devastación insoportable después de dos guerras. “Austerlitz es una formidable representación del destino del hombre moderno llevado a un extremo: el del desarraigo extremo; también lo es de la capacidad de supervivencia del ser humano”, escribió en estas páginas José María Guelbenzu en 2002. Traducción de Miguel Sáenz.

3. 'La belleza del marido', Anne Carson
Anne Carson (1950) abordó en La belleza del marido el conflicto desencadenado por su separación. “Hay en este poemario”, escribió el crítico Ángel Rupérez en 2003, “una tensión entre la idealización inicial del marido (…) y el derrumbe de ese ídolo que consigue sobrepasar con creces el anecdotario más estrictamente autobiográfico y confesional, constantemente convertido en materia poética contaminada por un continuo y soterrado —no explícito— aliento lírico hecho de elegía comedida y de creencia incondicional en la belleza”. Traducción de Ana Becciu.

4. 'La Fiesta del Chivo', Mario Vargas Llosa
La Fiesta del Chivo es un relato sobre el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina y, a la vez, un impresionante fresco de la corrupción destructiva de las dictaduras. En su crítica de 2000, el argentino Tomás Eloy Martínez definió la novela del premio Nobel Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) como “un retrato implacable del poder absoluto en una novela que se lee sin respiro de principio a fin”.

5. 'Expiación', Ian McEwan
Con minuciosidad y un talento infinito, el británico Ian McEwan (Aldershot, 1948) ha ido construyendo una obra tan variada como imprevisible. Expiación es una de sus novelas más célebres, mucho antes de que fuese llevada al cine. En su crítica, Andrés Ibáñez calificó en 2002 la novela como “un relato de una ambición y un alcance nada frecuentes”. “Es, ante todo”, proseguía, “un triunfo de la imaginación creadora, una obra que justifica en sí misma la existencia del arte de la novela”. Traducción de Jaime Zulaika.

6. 'Limónov', Emmanuel Carrère
Emmanuel Carrère (París, 1957) ha construido un género propio en el que mezcla la autobiografía con el retrato de personajes insólitos. Así definió el autor a su protagonista en 2013: “Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del underground soviético, mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor en París, soldado en los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desesperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo no me atrevo a juzgarlo”. Traducción de Jaime Zulaika.

7. 'Tu rostro mañana', Javier Marías
Javier Marías cerró su trilogía Tu rostro mañana en 2007 con Veneno y sombra y adiós, en la que reflexiona sobre el egoísmo, la verdad y la culpa. José-Carlos Mainer calificó la obra de ejemplo del género de la autoficción: “Marías ha logrado la construcción más sostenida, compleja e importante que tal voluntad (de estilo y de género) ha producido en las nuevas letras españolas”. Mainer describe la obsesión por “la naturaleza de la verdad” y cree que “el punto de partida de la existencia es el egoísmo”.

8. 'Borges', Adolfo Bioy Casares
“De las 20.000 páginas de cuadernos íntimos que Bioy (1914-1999) escribió a lo largo de su vida, su relación con Borges ocupa 1.700”, explicó en una información de 2006 Javier Rodríguez Marcos. Son las que preparó para este volumen antes de morir: “Aunque el libro se extiende entre 1931 y 1989, Bioy resume los 15 primeros años en una decena de páginas. Eso sí, brillantes. Los diarios borgianos de Bioy están llenos de literatura”. Borges dijo que su relación era una profunda amistad “sin intimidad” cuya piedra angular eran los libros.

9. 'Verano', J. M. Coetzee
Verano, la tercera entrega de las memorias del sudafricano J. M. Coetzee (1940), “revela una audacia literaria que no por consecuente con la última parte de su obra deja de ser un reto original”, escribió José María Guelbenzu en 2010. En este libro, cinco entrevistados crean con su testimonio un Coetzee personal e íntimo, en un documento que manifiesta la viveza de espíritu del escritor y su apuesta irreductible por la verdad literaria. Traducción de Jordi Fibla.

10. 'El año del pensamiento mágico', Joan Didion
“La obra de no ficción de Joan Didion (1934) ejemplifica bien el género conocido como ensayo personal, una forma de escritura cuyo objetivo es someter a examen circunstancias de orden histórico o sociológico desde una perspectiva radicalmente subjetiva”, escribió en 2005 en estas páginas Eduardo Lago. Este libro de duelo es, en palabras del escritor, “el más personal por lo íntimo y doloroso del tema”: la muerte de su marido. Traducción de Javier Calvo.

11. 'Mi lucha', Karl Ove Knausgård
El noruego Karl Ove Knausgård (1968) narra su vida en seis tomos bajo el título de Mi lucha,como la autobiografía de Hitler. “Un vertedero documentario que necesita existir para que surja, de vez en cuando, un prodigio que, por sí solo, parecería puramente retórico pero que, nacido de la abrumadora acumulación de detalles, se convierte en una epifanía”, opinó Alberto Manguel en 2014. Traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo.

12. 'La carretera', Cormac McCarthy
Un padre y su hijo, supervivientes de una hecatombe nuclear, caminan hacia un sur que, solo quizá, sea su salvación. “Unidos por el amor y el miedo, son la expresión de una soledad intolerable”, escribió J. M. Guelbenzu en su crítica de esta novela de Cormac McCarthy (1933). Traducción de Luis Murillo Fort.

13. 'Crematorio', Rafael Chirbes
Rafael Chirbes (1949-2015) narró en esta novela la corrupción urbanística en España. “Con una escritura de precisión clínica en la que a veces recala un medido lirismo, el escritor no cede al olvido de la grande y pequeña historia de nuestro país. Como si Galdós vigilara”, escribió sobre el autor y su obra J. E. Ayala-Dip.

14. 'Dientes blancos', Zadie Smith
“El rasgo más característico de la escritura de Zadie Smith (1975)es su propensión a la sátira. No obstante, Dientes blancos no es una novela divertida”, escribió Francisco Solano en 2001. “Retrata el espacio multirracial habitado por hijos de inmigrantes, cuya asimilación a la metrópoli, junto con la confrontación con los padres, les aboca a ser víctimas de una mezcolanza ideológica y religiosa que produce claros efectos de atolondramiento”. Traducción de Ana M. de la Fuente.

15. 'Manual para mujeres de la limpieza', Lucia Berlin
La estadounidense Lucia Berlin (1936-2004) empezó a publicar (no a escribir) muy tarde y solo a finales del pasado siglo se la comenzó a reconocer como una narradora excepcional. Manual para mujeres de la limpieza es una antología de relatos basados en la vida itinerante de la autora, alcohólica, que trabajó en toda clase de oficios para mantener a sus hijos. “Todo cuanto relata tiene olor a verdad”, aseguró José María Guelbenzu en 2016. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino.

16. 'Zurita', Raúl Zurita
“La primera impresión que produce Raúl Zurita (Santiago, 1950) es la de un poeta perdido en el mundo del misterio y la espiritualidad”, escribió el cronista Patricio Fernández en 2012. “No lee, canta, se lamenta, y reza”. Y este poeta publicó aquel año su particular autobiografía, un poemario de 800 páginas en el que se expone más crudamente que nunca. La obra está actualmente disponible en la editorial Delirio.

17. 'Postguerra', Tony Judt
El historiador británico (1948-2010) logró con este libro una hazaña, mezclando las lavadoras, los Beatles y Margaret Thatcher. Esto es, la vida cotidiana, la cultura y la política. “La nueva Europa constituye un éxito notable vitalmente vinculado a un terrible pasado”, escribió Santos Juliá en su reseña. “Para que los europeos conserven siempre ese víncu­lo vital hay que enseñárselo de nuevo a cada generación”. Traducción de Jesús Cuéllar y Gloria E. Gordo del Rey.

18. 'Soldados de Salamina', Javier Cercas
J. Ernesto Ayala-Dip habló en su crítica de Soldados de Salamina en 2001 de la mezcla entre “el relato real” que se plantea en el libro de Cercas y la “obra de ficción” que realmente es. La historia del fallido fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, escritor y fundador de la Falange, se desarrolla con “esa prosa que se desliza con la naturalidad que da la madurez”, añadió Ayala-Dip sobre esta novela.

19. 'El fin del Homo sovieticus', Svetlana Aleksiévich
Cuando Svetlana Aleksiévich (Ucrania, 1948) recibió el Premio Nobel de Literatura, muchos lectores descubrieron la fuerza de una obra, a medio camino entre el periodismo y la historia. El fin del ‘Homo sovieticus’ ofrece las voces de los que vivieron el fin del comunismo. “Su obra es también una revancha del periodismo”, escribió Lluís Bassets sobre su obra, “que busca las fuentes más modestas y las experiencias más sencillas para explicar lo que fue silenciado durante las siete décadas soviéticas”. Traducción de Jorge Ferrer.

20. 'Persépolis', Marjane Satrapi
En Persépolis, el único cómic en la lista, la autora iraní cuenta la revolución islámica de 1980 vista por una niña, la que Marjane Satrapi era entonces, con 10 años, cuando tuvo que ponerse pañuelo por primera vez para ir a la escuela. “Tenía un deber para con mi país”, le dijo en 2002 a Jaume Vidal en una entrevista. Un cómic en blanco y negro porque, según Satrapi, “el rojo de la sangre podría ser muy dramático”. Traducción de Albert Agut.

21. 'La liebre con ojos de ámbar', Edmund de Waal
A través de la historia de 264 miniaturas japonesas llamadas netsukes —entre ellas, la liebre que da título al libro—, Edmund de Waal (Nottingham, 1964) construye la historia de su familia, aunque va mucho más allá en un retrato de la historia reciente de Europa y de sus profundas heridas y ausencias. Traducción de Marcelo Cohen.

Del 22 al 50
22. La grande, Juan José Saer
23. Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro
24. Anatomía de un instante, Javier Cercas
25. Demasiada felicidad, Alice Munro
26. La tabla rasa, Steven Pinker
27. Los años, Annie Ernaux
28. Temporada de huracanes, Fernanda Melchor
29. Sapiens, Yuval Noah Harari
30. Kafka en la orilla, Haruki Murakami
31. El nervio óptico, María Gainza
32. Los diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia
33. La novela luminosa, Mario Levrero
34. En presencia de la ausencia, Mahmud Darwish
35. Incendios, Wajdi Mouawad
36. Pensar rápido, pensar despacio, Daniel Kahneman
37. Las correcciones, Jonathan Franzen
38. El adversario, Emmanuel Carrère
39. La mancha humana, Philip Roth
40. Canadá, Richard Ford
41. Elizabeth Costello, J. M. Coetzee
42. Terror y utopía, Karl Schlögel
43. Lectura fácil, Cristina Morales
44. Las poetas visitan a Andrea del Sarto, Juana Bignozzi
45. Ordesa, Manuel Vilas
46. Distancia de rescate, Samanta Schweblin
47. La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina
48. Teoría King Kong, Virginie Despentes
49. El mundo deslumbrante, Siri Husvedt
50. Los testamentos, Margaret Atwood

Del 51 al 100 (por orden alfabético del apellido del escritor)
51. Americanah, Chimamanda Ngozi Adichie
52. Diccionario de autores latinoamericanos, César Aira
53. Experiencia, Martin Amis
54. Patria, Fernando Aramburu
55. Un país mundano, John Ashbery
56. Fun Home, Alison Bechdel
57. Genios: un mosaico de cien mentes creativas y ejemplares, Harold Bloom
58. Vida precaria, Judith Butler
59. El día del Watusi, Francisco Casavella
60. Las ensoñaciones de la mujer salvaje, Hélène Cixous
61. Hombre lento, J. M. Coetzee
62. A contraluz, Rachel Cusk
63. La maravillosa vida breve de Óscar Wao, Junot Díaz
64. Jamás el fuego nunca, Diamela Eltit
65. El olvido que seremos, Héctor Abad Faciolince
66. Un ángulo me basta, Juan Antonio González Iglesias
67. El giro, Stephen Greenblatt
68. El tejido del cosmos, Brian Greene
69. Homo Deus. Breve historia del mañana, Yuval Noah Harari
70. Trabajos del reino, Yuri Herrera
71. Sumisión, Michel Houellebecq
72. La posibilidad de una isla, Michel Houellebecq
73. La doctrina del shock, Naomi Klein
74. La casa de la fuerza, Angélica Liddell
75. Berta Isla, Javier Marías
76. Asterios Polyp, David Mazzucchelli
77. Necropolítica, Achille Mbembe
78. C, Tom McCarthy
79. Aquí, Richard McGuire
80. Todo lo que tengo lo llevo conmigo, Herta Müller
81. Escapada, Alice Munro
82. Suite francesa, Irène Némirovsky
83. Infiel. Historias de transgresión, Joyce Carol Oates
84. El salto del ciervo, Sharon Olds
85. El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty
86. Un apartamento en Urano, Paul B. Preciado
87. Diccionario sánscrito-español. Mitología, filosofía y yoga, Òscar Pujol
88. Retaguardia roja, Fernando del Rey
89. La conjura contra América, Philip Roth
90. Harry Potter y el misterio del príncipe, J. K. Rowling
91. La última noche, James Salter
92. Clavícula, Marta Sanz
93. El artesano, Richard Sennett
94. La estupidez, Rafael Spregelburd
95. La poesía del pensamiento, George Steiner
96. La gran brecha. Qué hacer con las sociedades desiguales, Joseph Stiglitz
97. Los errantes, Olga Tokarczuk
98. Nada se opone a la noche, Delphine de Vigan
99. Hablemos de langostas, David Foster Wallace
100. Fabricando historias, Chris Ware

Yo, por mi parte, como acostumbro a hacer todos los años por estas fechas subo al blog el balance de mis lecturas en 2019. Es una lista sin pretensión alguna, salvo la de que pueda resultar interesante a algún lector curioso del blog. Los libros están enumerados por un cierto orden cronológico de lectura o consulta, sin jerarquización de ningún otro tipo ni valoración personal. 

Hay muchas relecturas del pasado, la mayoría; otras, continuación de las iniciadas algún momento atrás, abandonadas por cualquier circunstancia, y retomadas de nuevo; y otras, nuevas, las menos, que leo por vez primera. Y por supuesto, también numerosas consultas más o menos superficiales, algunas con más profundidad. Por obligación, ninguna; por placer, todas.

Hago mías las palabras de mi admirado Michel de Montaigne en su Ensayos: "Cuando era joven, estudiaba por ostentar; después, un poco, para volverme sabio; ahora, para divertirme; jamás por la ganancia". Les dejo con ellos: 

1. La tiranía de los imbéciles, de Carlos Prallong 
2. El libro de estilo de la lengua española, de la RAE 
3. El Cantar de los Cantares, de Fray Luis de León 
4. Pequeñas alegrías, de Ramón Arola y Luisa Vert 
5. La Historia como pretexto, por José Luis Pascual 
6. Casandra, de Benito Pérez Galdós 
7. La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joël Dicker 
8. El principito, de Antoine de Saint-Exupéry 
9. El Cantar de los Cantares, Anónimo. Biblia de Jerusalén 
10. El retorno, de Dulce María Cardoso 
11. El principio esperanza, de Ernst Bloch 
12. Ateísmo en el cristianismo, de Ernst Bloch 
13. La revolución imaginaria. París 1968, de Michael Seidman 
14. Escritos de comprensión. 1930-1954, de Hannah Arendt 
15. El contrataque liberal, de Luis Garicano 
16. Rahel Varnhagen: La vida de una mujer judía, por Hannah Arendt 
17. Reina Roja, de Juan Gómez-Jurado 
18. Los hermanos, de Terencio 
19. Edith Stein en compañía. Vidas filosóficas entrecruzadas, de J. Moreno 
20. Diccionario de Historia de España, de Germán Bleiberg 
21. Derecho Político Español, de Óscar Alzaga, et alli
22. Historia Antigua. El mundo griego, de Pilar Fernández Uriel 
23. Historia Antigua. Historia de Roma, de J. Cabrera y P. Fernández Uriel 
24. Historias de amantes peregrinos. Las primeras novelas, de Carlos G. Gual
25. El tema de España en la poesía española contemporánea, de J.L. Cano
26. Los condenados, de Benito Pérez Galdós 
27. Teoría General del Estado, de Georg Jellinek 
28. Essais/Ensayos, de Michel de Montaigne 
29. Política para Amador, por Fernando Savater
30. El misántropo, de Menandro
31. La China de Xi Jinping, de Julio Aramberri
32. ¿Qué es la política?, de Hannah Arendt
33. La república, de Platón
34. Brujas, de Mona Chollet
35. La deriva reaccionaria de la izquierda, por Félix Ovejero
36. La investigación de los arabismos del castellano, por Federico Corriente
37. Entre el pasado y el futuro, de Hannah Arendt
38. Un mundo que ganar, de Geoff Eley
39. El federalista, de A. Hamilton, J. Madison y J. Jay
40. El hobbit, de J.R.R. Tolkien
41. Buenos días, tristeza, de Françoise Sagan
42. Ideas comprometidas. Los intelectuales y la politica, de Fuentes y Archilés
43. En defensa del fervor, de Adam Zagajewski
44. Sakura, de Matilde Asensi
45. Igualdad, suerte y justicia, de Jahel Queralt
46. Por una vuelta al socialismo, de Gerald A. Cohen
47. Noticias de la Historia de Canarias, de José de Viera y Clavijo
48. Aulularia, de Plauto
49. Elogio de lo cotidiano, de Tzvetan Todorov
50. Una muerte feliz, de Hans Küng
51. El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flores
52. España en su historia, de Américo Castro
53. Adiós a la filosofía y otros textos, de Cioran
54. A la espera de Dios, de Simone Weil
55. Las suplicantes, de Esquilo
56. El lugar de la Sintaxis en las primeras Gramáticas de la RAE, de G. Rojo
57. Doña Perfecta, de Benito Pérez Galdós
58. Las ciudades, de Pío Baroja
59. Obras completas, de Albert Camus
60. Teoría de los sentimientos, de Carlos Castilla del Pino
61. Antología poética, de Alfonsina Storni
62. La Constitución explicada a mis nietas, de Javier Pérez Royo
63. Arquitectura de la vida humana, de Carlos Castilla del Pino
64. Los caballeros, de Aristófanes
65. Silencio, de Juan Mayorga
66. Electra, de Benito Pérez Galdós
67. Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez
68. Quienes somos y como hemos llegado hasta aquí, de David Reich
69. El hombre que lo tenía todo, todo, todo, de Miguel Ángel Asturias
70. Un mundo que ganar, de Geoff Eley
71. Parte de una historia, de Ignacio Aldecoa
72. Lo mejor de ir es volver, de Albert Espinosa
73. Intimidad improvisada, de Maxim Huerta
74. Tesoro lexicográfico del español de Canarias, de Cristóbal Corrales 
75. Asinaria, de Plauto
76. La mano del sueño, de Luis Mateo Díez
77. Los orígenes del hombre. Los primeros americanos, de Robert Clairborne
78. Capitalismo, de Arthur Seldon
79. La fiera, de Benito Pérez Galdós
80. Historia de la teoría política, Tomo V, de Fernando Vallespín
81. Imperiofilia y el populismo nacional-católico, de José Luis Villacañas
82. Los orígenes del hombre. Los hititas, de Jim Hicks
83. El sentido del estilo, por Steven Pinker
84. Guía de senderos de Gran Canaria, Tomo I, de A. Santana y C. Moreno
85. Bajada de la Virgen de las Nieves 2015, de Víctor J. Hernández
86. La asamblea de las mujeres, de Aristófanes
87. El arte de amargarse la vida, de Paul Watzlawick
88. Los orígenes del hombre. Los israelitas, de Baruch A. Levine
89. Historia del mundo antiguo. Proximo Oriente y Egipto, de Ana Mª Vázquez
90. Aventura de la palabra en el siglo XX, por Fernando Fernán-Gómez
91. La suegra, de Terencio
92. Los orígenes del hombre. Los etruscos, de Dora Jane Hamblin
93. Poesía reunida. 1949-2015, de Ida Vitale
94. Voluntad, de Benito Pérez Galdós
95. Historia de España, de Jorge Ventura
96. Erasmo y España, de Marcel Bataillon
97. El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes
98. El jardín de los delirios. Las ilusiones del naturalismo, de Ramón del Castillo
99. Los orígenes del hombre. El nacimiento de la escritura, de Robert Claiborne
100. Cisma, de Jesús Bastante Liébana

101. El Gorgojo, de Plauto
102. La peor parte. Memorias de amor, por Fernando Savater
103. Los orígenes del hombre. Los constructores de megalitos, por R. Wernick
104. Palabras de amor de los poetas, de Luis María Ansón
105. De Seúl al cielo, de Silvia Aliaga y Tatiana Marco
106. Historia social, política y religiosa de los judíos de España y Portugal, de José Amador de los Ríos

107. Capital e ideología, de Thomas Piketty
108. Poenulus, de Plauto
109. En el bosque, de Ana María Matute
110. Breve diccionario etimológico de la lengua castellana de Joan Corominas
111. Diccionnario de uso del español actual, de Manuel Seco et alii.
112. Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española
113. Introducción a la estadística, de Jimmy Ray Amos et alii
114. Los orígenes del hombre. Las primeras ciudades, de Dora Jane Hamblin
115. Historia de la cultura, de Hans Leo Mikoletzky
116. Una industria que vive de la muerte, de Benito Pérez Galdós
117. Lecciones sobre la filosofía de la historia universal, de G.W.F. Hegel
118. El mundo de Sofía, de Jostein Gaarder
119. Los cautivos, de Plauto
120. Los versos satánicos, de Salman Rushdie
121. Memorias de una joven en Corea, de Cho Nam.joo
122. Las bacantes, de Eurípides
123. La búsqueda infinita, de Ignacio Bosque Muñoz
124. Medea, de Eurípides
125. El lazarillo de Tormes, de Alfonso de Valdés
126. La vida del buscón don Pablos, de Francisco de Quevedo
127. El placer, de María Hesse
128. La pluralidad de mundo, de Hannah Arendt
129. Errata. El examen de una vida, de George Steiner
130. Los libros que nunca he escrito, de George Steiner
131. Forges inédito, de Antonio Fraguas "Forges"
132. ¿Existe Dios?, de Hans Küng
133. Ser cristiano, de Hans Küng
134. Magokoro: carta del padre de Haru, de Flavia Company
135. Los gemelos, de Plauto
136. Constitución Española, 1978-1988, de Luis Aguiar y Ricardo Blanco
137. Instrucciones para un funeral, de David Means
138. Listas, guapas, limpias, de Anna Pacheco
139. Einstein para perplejos, de José Edelstein y Andrés Gomberoff
140. Memoria sobre algunos ejemplos para la transición política en la obra de Gaspar Melchor de Jovellanos, de Juan Luis Cebrián
141. El naufragio de las civilizaciones, de Amin Maalouf
142. Hipólito, de Eurípides
143. El encargo. Un abogado en el juicio del procés, de Javier Melero
144. ¿Dónde se encuentra la sabiduría?, de Harol Bloom
145. Jesús y Yahvé. Los nombres divinos, de Harol Bloom
146. El guerrero a la sombra del cerezo, de David B. Gil
147. Harry Potter y la piedra filosofal, de H.K. Rowling
148. Introducción a las matematicas, de María Machín y Ricardo Gutiérrez
149. Quiero ser arquitecto, de Alberto Campo Baeza
150. El hijo de Neptuno, de Rick Riordan
151. Sobre la violencia, de Hannah Arendt
152. Cásia, de Plauto
153. El descubrimiento de la literatura en el Renacimiento español, por Domingo Ynduráin








La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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viernes, 6 de diciembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Infinitas puertas y ventanas





A mi mujer 


"Borges dijo una vez que siempre imaginó el paraíso como una biblioteca", comenta en el A vuelapluma de hoy el escritor nicaragüense y Premio Cervantes 2017, Sergio Ramírez, cuyas sentidas palabras hago mías, por razones muy personales.

"Tengo un amigo en Mallorca que sostiene una relación clandestina con los libros -comienza diciendo Ramírez-. Su mujer, irritada de verlo aparecer cada día con nuevas adquisiciones, le prohibió llevar uno más a casa. Los incómodos huéspedes habían desbordado los estantes y se habían instalado en el comedor, en los pasillos y la cocina, para no hablar del dormitorio y el retrete, y estorbaban cada movimiento.

Entonces, lo que hizo fue alquilar de manera clandestina una buhardilla en el mismo edificio, armar allí unos estantes, y cuidando el ruido de sus pasos, pues para subir al escondite debía pasar frente a la puerta de su propio apartamento, tras de la cual acechaba la celosa mujer, empezó a subir con las bolsas de nuevos libros por la estrecha escalera, para meter con todo sigilo la llave en la cerradura y entrar al escondite. Era como si ahora tuviera una amante. Y estará ahora buscando un nuevo escondite, para ejercer su poligamia con los libros.

Y tengo otro amigo en Buenos Aires, cuyos libros, de igual manera, ya no cabían en su apartamento, pero, en cambio, aquella no era una relación clandestina, sino compartida con su mujer. Así que empezaron a discutir lo que podían hacer frente a aquella presencia cada vez más creciente. ¿Más estantes? Ya no había espacio para más estantes. ¿Donar una parte? Tal vez, pero cuando se pusieron a hacer una selección, los libros terminaron por volver a sus sitios de siempre, viejos conocidos a los que no podía negarse asilo.

Entonces se les ocurrió que no había mejor remedio que dejar el apartamento a disposición de los libros, y buscarse ellos otro sitio donde vivir. Ahora los visitan todos los días, ven cómo están, los acomodan un poco, les sacuden el polvo, y luego se sientan a leer. Cumplida la visita, se despiden, apagan la luz, y hasta mañana.

Cuando los libros ya no caben en los pasillos, ni en la cocina, y llegan a los baños, no hay más que rendirse. Si desbordan la casa, desbordan la vida. Imponen su abundancia, y con su abundancia, su tiranía. Si intentaras deshacerte de ellos, más bien te cerrarían el paso y no te dejarían trasponer la puerta.

Y un libro, a su vez, es como una casa de múltiples habitaciones, puertas, escaleras, pasillos, sótanos, galerías, ventanas. En ese piso al que ahora ascendemos vamos a descubrir cosas que no habíamos visto en el piso anterior. Las habitaciones están amobladas de manera distinta, las ventanas dan a paisajes que no sospechábamos.

La lectura es un asunto de libertad de escogencia. “Si el relato no los lleva al deseo de saber qué ocurrió después, el autor no ha escrito para ustedes”, dice el doctor Johnson. “Déjenlo de lado, que la literatura es bastante rica para ofrecerles algún autor digno de su atención, o indigno hoy de su atención y que leerán mañana”.

Un libro se convierte en un clásico cuando tiene siempre algo nuevo que enseñarnos, dice Ítalo Calvino. Tiene la virtud de abrirse a nosotros de una manera novedosa cada vez que lo buscamos, aunque viva en nuestra cabeza, y al mismo tiempo en los estantes de la biblioteca. Un amigo verdadero, recordemos, es aquel capaz de confiarnos sus secretos, sus intimidades. Y es lo que ocurre con los libros, que se abren sin condiciones para nosotros.

Un libro que pretende ser pedagógico, y que entre las descripciones de la acción va intercalando lecciones morales o filosóficas, o prevenciones, o advertencias, o máximas, es un libro muerto de antemano porque le va metiendo palos a la rueda de la vida que en las páginas de una novela debe girar sin tropiezos.

La consabida frase final “y vivieron felices para siempre…” indica el cierre de una historia llena de peripecias que hemos seguido con desazón, y a la vez la apertura de otra que ya a nadie interesa, y que ocurre fuera de las páginas del libro. Se trata de lo que pasa después del drama, y no vale la pena contarlo porque la felicidad siempre es monótona. Y lo que como lectores nos apasiona son los obstáculos, la interrupción constante de la felicidad.

Me hago estas reflexiones en ocasión de que el Instituto Cervantes de Hamburgo es bautizado con mi nombre, lo que significa darme una biblioteca por casa. Borges dijo una vez que siempre imaginó el paraíso como una biblioteca. Ahora yo viviré aquí entre libros, en este paraíso de infinitas puertas y ventanas".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






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miércoles, 20 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Contra el papel



Fotografía de GVACULTURA



A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellos tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, un texto del escritor Leonardo Padura, denunciando un fenomeno global de impredecibles proporciones que se está produciendo hoy mismo: se lee distinto y… se lee menos.

"Hace unos tres años -comienza diciendo Padura- el director de un importante diario latinoamericano con más de siete décadas de brega me confiaba compungido que a la edición de papel de su periódico le quedaban unos pocos años de vida. La revolución tecnológica digital se tragaría al tabloide que, ya para ese entonces, había reducido de manera muy notable el número de sus páginas y la cantidad de ejemplares puestos en circulación. 

Esta predicción de un conocedor privilegiado del tema, que cito con cierta frecuencia como ejemplo de las nuevas características de los modos de informarnos que se van imponiendo, se me hizo dramáticamente evidente cuando en un reciente viaje interoceánico indagué si me podían dar un periódico. La sobrecargo del vuelo me contestó entonces que hacía ya meses que no entregaban prensa en sus recorridos. “Si quiere, puede bajar una aplicación para leer noticias”, me dijo, y añadió: “Es que nosotros estamos contra el papel”. ¿Contra el papel?

Para los que crecimos en tiempos no tan remotos en que los libros, los periódicos y revistas, en fin, el conocimiento y la información tenían como soporte principal el papel y dependían de la existencia y disponibilidad de este, el enunciado de una política que con seguridad se presenta como ecológica, conservacionista y moderna, no deja por ello de resultar conmocionante, punto menos que agresivo.

La revolución de la trasmisión del conocimiento y la información que ha supuesto el desarrollo de las tecnologías digitales constituye, sin duda alguna, una de las grandes ganancias del mundo contemporáneo. La conjunción de esa posibilidad con el hecho no menos cierto de que el papel es una materia orgánica que se extrae de la celulosa aportada por los árboles, y que con menos consumo de celulosa pues se preservan muchos bosques que (como el Amazonas) tanto necesita nuestro contaminado planeta, conforman la lógica implacable de que para aprender e informarnos ya resulta posible, y se diría que hasta preferible, prescindir del papel. Entonces podemos incluso pronunciarnos personal o social o corporativamente contra su uso.

La industria de la propaganda y la publicidad, por ejemplo, han aprendido la parte más sustancial de esa lección y en cada sitio o página digital que consultamos, nos salta a la vista, casi entre un párrafo y otro, un anuncio de productos que necesitamos o no, de opciones diversas que nos interesan o no (algunas, de modo alarmante, a veces están relacionadas con algo que hemos comentado verbalmente sin consultar ningún sitio digital: el ojo y la oreja ubicua de El Gran Hermano). Vivimos bombardeados de propaganda que, sin embargo, en muchos países, como ocurre en Estados Unidos, sigue teniendo además su soporte en esos papeles que llenan los buzones de los ciudadanos sin que los ciudadanos lo hayan pedido. ¿Está la industria del consumo contra el papel?

En el mismo espacio físico y temporal en el cual se decreta una posible guerra al papel se está produciendo un fenómeno global de impredecibles proporciones: hoy se lee distinto y… se lee menos. Aunque casi cualquier persona ya pueda tener un teléfono inteligente, acceso a Internet y las más diversas aplicaciones, los índices de comprensión de los mensajes escritos son decepcionantes y las horas dedicadas a la lectura con fines informativos, educaciones o por puro placer estético han decrecido de manera notable en este mundo cada vez más digitalizado, informatizado e incluso alfabetizado, un mundo en el que proporcionalmente quizás se compren más teléfonos móviles que libros impresos en papel.

Sin olvidar un muy válido argumento ecologista y conservacionista de la guerra contra el papel, una política con la que en esencia estoy de acuerdo, me pregunto si decretar una guerra contra el papel, si estar contra su uso en forma de libros (que cada vez se venden menos), de periódicos (que circulan menos), de revistas (de las que sobreviven cada vez menos) es la solución más adecuada a una urgente coyuntura ambiental que puede actuar en detrimento de una necesidad intelectual global que aún no debería prescindir de modos efectivos y tradicionales de trasmisión y preservación del pensamiento. Cuando tanto necesitamos aprender y pensar por nosotros mismos y no solo por lo que nos indique El Gran Hermano que es capaz, incluso, de adivinar nuestras preferencias y pensamientos y bombardear nuestros muy modernos ordenadores y teléfonos dicen que inteligentes".






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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