Se busca humano para inhalar gases a 11 euros la hora era el anuncio. Y los directivos de algunas grandes empresas automovilísticas, casi como si fueran hijos redivivos de Josep Mengele, volvieron a demostrar que la ética no estaba entre sus prioridades, comenta en El País la escritora y periodista Berna González Harbour.
No. No estamos en Auschwitz en 1944, comienza diciendo. Pero en la Clínica Universitaria de Aquisgrán se ensayó la inhalación de gases tóxicos en 25 personas sanas en unos experimentos financiados entre 2012 y 2015 por Volkswagen, BMW y Daimler. Atentos al lenguaje orwelliano: el llamado “Grupo de Investigación Europeo sobre el Medio Ambiente y la Salud”, tan medioambiental como abundante era el Ministerio de la Abundancia o tan amoroso como el del Amor de la gran novela 1984,es el organismo de nombre rimbombante tras el que se esconden los experimentos. Está financiado por las tres automovilísticas alemanas y Bosch.
Este lobby encargó y financió los experimentos, que consistían en hacer inhalar dióxido de nitrógeno (NO2) para demostrar que las emisiones de gases de los motores diésel no eran dañinas. “No se comprobaron reacciones a la inhalación de NO2, ni tampoco inflamaciones en las vías respiratorias”, concluyeron científicamente sus responsables. También lo hicieron con monos en Estados Unidos.
Pero que nadie se tranquilice: en el primer caso los científicos que realizaron las pruebas reconocieron que el gas empleado era solo uno de los que emite el diésel; y, en el segundo caso, el coche utilizado para emitir los gases en una habitación llena de monos a los que tuvieron el detalle de poner un televisor estaba equipado con un software para reducir emisiones.
Tras desvelarse el escándalo, los responsables de Daimler y Volkswagen se han apresurado a llevarse las manos a la cabeza y expresar su sorpresa por algo que —dicen— desconocían. Oh, cómo ha podido ocurrir. El Gobierno alemán les ha recordado que lo que deben hacer es reducir emisiones y no intentar probar que no hacen daño.
La primera noticia fue desvelada por The New York Times, que relató las pruebas en monos, y ampliada después por la prensa alemana, que añadió las de humanos. La BBC se ha encargado de documentar cómo funcionan las pruebas científicas sobre polución, tan legales y comunes como las de medicamentos: deben ser llevadas a cabo por entidades públicas bajo estrictas medidas éticas y transparencia en sus procedimientos, y nunca por lobbies de parte, como el del motor. Los participantes pasan dos horas encerrados en una habitación con niveles de gases del diésel propios de Pekín o Nueva Delhi: 90 minutos sentados y 30 en movimiento. Repiten la prueba en aire limpio otro día. Y tras ambas sesiones se les realizan análisis. Los humanos cobran 14 dólares (11 euros) por hora y se realizan bajo supervisión de organismos sanitarios públicos. Con monos no se practican.
Volkswagen, que aún no se ha recuperado del fraude de las emisiones, y las demás empresas vuelven a demostrar que la ética no está en sus prioridades. Le toca a las autoridades de Alemania y Europa atar en corto a un lobby que pone en juego sin complejos nuestra salud.
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: vámonos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 4259
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)