viernes, 25 de agosto de 2017

[A vuelapluma] La falacia del crecimiento económico español





No suelo subir al blog comentarios escritos de políticos en activo. Ello no implica ninguna visión negativa de principio por mi parte, más bien mera prevención intelectual ante lo que dicen. Pero de vez en cuando hago excepciones, ya que como se dice sobre las "meigas" en la tierra de mis antepasados maternos y en estas islas del atlántico central, creer en ellas no creo, pero haberlas, haylas... Hoy hago una de esas excepciones con un artículo publicado hace unas semanas en El País por Pedro Saura, doctor en Economía, profesor titular en la Universidad de Murcia y portavoz de economía del grupo parlamentario socialista en el Congreso de los Diputados.

Dice Saura en su artículo que la desigualdad sigue pesando gravemente sobre el modelo de crecimiento económico español, y que es esa desigualdad la causa de su gran vulnerabilidad. Es verdad, comienza diciendo, cuando dice el PP que se han sentado las bases de un nuevo modelo de crecimiento; pero dicho modelo tiene como motor de crecimiento la desigualdad y el deterioro de la cohesión social. La desigualdad es la que explica, en gran parte, el aumento de los beneficios de las empresas y el motor que ha impulsado el aumento de las exportaciones. Pero la desigualdad es y será una de las vulnerabilidades más importantes del actual modelo económico, porque no se tiene la intención política de corregirla.

Para ocultar y encubrir la realidad, para que los ciudadanos no les descubran, narran y relatan el viejo dogma de que el crecimiento económico y del empleo terminará por mejorar los ingresos de las familias y las oportunidades de los jóvenes. Pero la crisis, su política económica y los nuevos cambios tecnológicos muestran que el viejo dogma ya no tiene sostén. Los datos ponen de manifiesto que este modelo de crecimiento no conlleva progreso social y no llega a la mayoría.

Permítanme que decodifique ese nuevo modelo. Los dos instrumentos que han utilizado para hacer de la desigualdad su elemento de competitividad y que forman parte del corazón de su política económica son, por una parte, la reforma laboral que actúa como elemento de presión a la baja de los salarios y de las condiciones de trabajo y, por otra parte, la política fiscal y presupuestaria que les permite realizar una redistribución inversa. Con una mano, modifican la estructura impositiva —subiendo los impuestos indirectos; bajando, poco antes de las elecciones, los impuestos directos— y con la otra mano, recortan el Estado del bienestar —el gasto social sigue perdiendo peso en el PIB. Es decir, transfieren bienestar de las rentas más bajas a las rentas más altas.

Los resultados del aumento de la desigualdad, también en la fase de recuperación, son contundentes. Esa es la novedad. España era uno de los países que en las recuperaciones más reducía la desigualdad. Las primeras evidencias no confirman esa relación, sino más bien la contraria.

Lo más criticable y con menos visión de futuro es que no tiene el Gobierno ninguna intención de cambiar la política económica, laboral y fiscal, para compensar a los perdedores y a los que han hecho posible la mejora de los datos macroeconómicos. En lo que llevamos de año todo el ajuste se ha realizado por el lado del gasto público. Las rentas de los trabajadores representan ahora tres puntos porcentuales menos del PIB que en 2008; mientras la de los empresarios ha aumentado en un punto porcentual. A la recuperación del Excedente Bruto Empresarial ha ayudado la reducción del impuesto de sociedades.

La desigualdad salarial, de renta, de riqueza, ha aumentado durante la crisis y lo continúa haciendo en la recuperación, a pesar de la caída de la tasa de paro. Eso es lo que expresa el índice de Gini salarial, de la renta per capita de los hogares, y de riqueza. En los años de la crisis, los salarios del 10% más pobre cayeron un 25%, caídas que afectaron a todos los trabajadores de las cuatro peores decilas; en la recuperación, entre 2013 y 2015, los salarios del 10% más rico crecen el doble que los salarios del 10% más pobre.

Y detrás de esta disminución de los salarios de los más pobres se encuentra el importante aumento de los contratos a tiempo parcial, concentrado en las decilas más bajas. En muchos casos, gracias a las reformas introducidas por el Gobierno en esta figura de contratación, se utiliza para ocultar y en algunos casos no retribuir, horas de trabajo. Pero estos trabajadores no quieren este tipo de empleo. El porcentaje de trabajadores a tiempo parcial que desearían hacerlo a tiempo completo ha pasado del 30% al 60%, el mayor aumento en la UE.

Sí, se puede hablar de trabajadores pobres: el 60% de las rentas de los más pobres de nuestro país, los situados en la última decila, procedente de los trabajadores y los desempleados, antes de las crisis era el 40%. Como consecuencia de las políticas del Gobierno, la desigualdad en la riqueza ha aumentado de forma significativa en los últimos años, acentuándose en la fase de recuperación, El 1% de los más ricos han pasado de poseer el 14% de la riqueza total de España en 2008 a tener el 20% de la misma en 2014.

En España, el modelo de distribución de la renta y la riqueza se ha roto desde que gobierna la derecha, concluye diciendo. Y ello es así porque se ha truncado, con la regulación laboral, el equilibrio entre trabajadores y empresarios, en favor de estos últimos; y porque la redistribución de la política fiscal y presupuestaria ha pasado a ser inversa.



Mariano Rajoy y Luis de Guindos (centro y derecha de la foto)


Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt



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[Galdós en su salda] Hoy, con "El audaz: historia de un radical de antaño"




Estatua de Galdós (Pablo Serrano, Las Palmas GC)


Si preguntan ustedes a cualquier canario sobre quien en es su paisano más universal no tengan duda alguna de cual será su respuesta: el escritor Benito Pérez Galdós. Para conmemorar su nacimiento, del que van a cumplirse 174 años, he ido subiendo al blog a lo largo de los últimos meses su copiosa obra narrativa, que comencé con el primero de sus Episodios Nacionales, colección de cuarenta y seis novelas históricas escritas entre 1872 y 1912 que tratan acontecimientos de la historia de España desde 1805 hasta 1880, aproximadamente. Sus argumentos insertan vivencias de personajes ficticios en los acontecimientos históricos de la España del XIX como, por ejemplo, la guerra de la Independencia Española, un periodo que Galdós, aún niño, conoció a través de las narraciones de su padre, que la vivió. 

Nacido en Las Palmas de Gran Canaria, en las islas Canarias, el 10 de mayo de 1843 y fallecido en Madrid el 4 de enero de 1920, Benito Pérez Galdós fue un novelista, dramaturgo, cronista y político español, uno de los mejores representantes de la novela realista del siglo XIX y un narrador esencial en la historia de la literatura en lengua española, hasta el punto de ser considerado por especialistas y estudiosos de su obra como el mayor novelista español después de Cervantes. Galdós transformó el panorama novelístico español de la época, apartándose de la corriente romántica en pos del realismo y aportando a la narrativa una gran expresividad y hondura psicológica. En palabras de Max Aub, Galdós, como Lope de Vega, asumió el espectáculo del pueblo llano y con su intuición serena, profunda y total de la realidad, se lo devolvió, como Cervantes, rehecho, artísticamente transformado. De ahí, añade, que desde Lope, ningún escritor fue tan popular ni ninguno tan universal, desde Cervantes. Fue desde 1897 académico de la Real Academia Española y llegó a estar propuesto al Premio Nobel de Literatura en 1912. 

Concluidas las cinco series de los Episodios Nacionales, subo hoy al blog la novela titulada El audaz: historia de un radical de antaño. Publicada originariamente en 1871, la edición que reproduzco es la existente en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, de la Universidad de Alicante, publicada en Madrid, en 1907, por Viuda e Hijos de Tello. 


El audaz es la segunda de las novelas de su primera época, y en ella se relata la historia de Martín Muriel, personaje formado en las ideas revolucionarias procedentes de tierras francesas, que buscará incesantemente la venganza que no pudo realizar su padre ante las intrigas de las que fue víctima. Situada la acción en 1804, Martín también intentará localizar a su hermano, Pablillo, del que sólo sabe que fue acogido por el conde de Cerezuelo, una de las personas que persiguió el fin funesto de su padre. En este peregrinar, Martín Muriel se encontrará con multitud de personajes: Susana Cerezuelo, hija del conde, y con la que tendrá un acercamiento, previsiblemente por venganza; Lorenzo Segarra, mano derecha del conde, y verdadero causante de las penas del padre de Muriel; el tío Genillo, el único que veló por el bienestar de Pablillo en casa del conde; o Leandro, amigo de Martín y que intentará mantener un idilio con la hija de Doña Bernarda.

En esta novela el conflicto entre individuo y sociedad presenta figuras extremadamente agresivas, cuyo personaje principal, de origen plebeyo, personifica los ideales liberales de la incipiente clase media española, se enfrenta a la sociedad establecida de principios del siglo XIX dominada todavía por la ideología de los aristócratas y del clero. Espero que la disfruten.







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[Humor en cápsulas] Para hoy viernes, 25 de agosto de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 




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jueves, 24 de agosto de 2017

[A vuelapluma] Maduro: ¿aprendiz de Castro y discípulo de Pinochet?





Venezuela era uno de los países más prósperos de Latinoamérica. Se encontraba, según las cifras de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), entre las mayores reservas petrolíferas del mundo. Aunque nunca haya sido, ni mucho menos, un ejemplo de democracia, sí se estaba dotando de instituciones sólidas. Pero Llega la elección del excomandante de paracaidistas Chávez. Y luego la nominación, seguida de una elección fraudulenta, de Maduro, su triste y sangriento clon. Y el sueño se convierte en pesadilla; una mezcla de incompetencia y estupidez, la sumisión del país a una “burguesía” bolivariana, codiciosa y a sueldo una de Cuba desangrada y que ya no cree en su propio modelo, lo echa todo por tierra; y un nuevo liberador de pacotilla, agotando la bomba de dinero de la empresa petrolera nacional para nutrir su clientelismo y alimentar los fondos opacos gestionados sin supervisión por los sátrapas de su régimen, mete al país en el pelotón de cola de los países que se dirigen a la pobreza masiva (a título indicativo, una inflación equivalente a la de Zimbaue o a la de la Alemania de la década de 1920). 

Quien así se expresaes el controvertido y polémico filósofo francés Bernard-Henri Lévy (1948), discípulo de Jacques Derrida y Louis Althusser, y fundador junto a André Glucksmann y Alain Finkielkrautde la corriente de los llamados "nuevos filósofos (nouveaux philosophes) franceses, críticos con los dogmas de la izquierda radical surgida de Mayo del 68 y valorado por su compromiso moral en favor de la libertad de pensamiento.

Recordamos a Cándido, a la vuelta de su país de Cucaña, comenta, en el que el oro —el petróleo amarillo— ya fluía a raudales, sigue diciendo. Recordamos, en Luis Sepúlveda, Alejo Carpentier y otros, el mito de El Dorado, que nunca acabó bien. Un El Dorado desinflado que se paga allí a un alto precio. Y el saqueo del país se duplica con el desencadenamiento de violencia que la sitúa al borde de la guerra civil: 120 muertos en unas semanas. Las figuras destacadas de la oposición perseguidas, cesadas en sus cargos, secuestradas, encarceladas. Torturas en comisarías. Y para empeorar las cosas, la farsa electoral que acaba de permitir a una asamblea deconstituyente acaparar todos los poderes y desmantelar, si quiere, el frágil equilibrio institucional del país.

Ante este desastre, deseo plantear dos preguntas, sigue diciendo. Una pregunta franco-francesa, para empezar: ¿Hasta cuándo Mélenchon, líder de la Francia Insumisa, seguirá encontrando virtudes en este régimen asesino? ¿Cuántos muertos necesitará para llamar a las cosas por su nombre y reconocer en los policías de Maduro a los gemelos de los que, en otra época, sembraron el terror en Chile y Argentina? ¿Y a qué espera para pronunciar las palabras que son el privilegio de un hombre libre de sus alianzas y de su palabra: sí, me he equivocado; no, este régimen brutal no es una “fuente de inspiración”; y esta historia de la “alianza bolivariana”, inscrita en el artículo 62 de mi programa y que debía acercarme a los herederos de los caudillos (Castro, Chávez…) cuya muerte tanto lloré, era una idea verdaderamente mala? De momento, nada.

Como los españoles de Podemos o los griegos de Syriza, como Jeremy Corbyn en Reino Unido, los melenchonistas creen que sus héroes con las manos teñidas de sangre tienen la excusa de la lucha contra el “imperialismo”. Y, cuando despiertan, es para invertir los papeles y, como hizo un siniestro portavoz del partido, Djordje Kuzmanovic, comparar a los pacíficos manifestantes que luchan por la democracia y el derecho con los golpistas de Pinochet en el Chile de la década de 1970; o, como Alexis Corbière, para denunciar la “desinformación” y, añadiendo el oprobio a la cobardía, insultar la memoria de los muertos (jóvenes de los “barrios ricos” que solo han recibido su merecido), alimentar el conflicto racial (“a menudo la gente de color está en los barrios bajos”), y criminalizar a la oposición, expuesta los salvajes ataques de las milicias paramilitares del Gobierno “"a menudo la gente se quema”). ¿Estos “insumisos” son insumisos o rehenes? De cualquier modo, esas palabras no son dignas de un partido que aspira a encarnar la oposición en Francia.

Y después, la segunda pregunta se dirige a la comunidad internacional, a la que afecta por dos razones. En lo que se refiere a la “responsabilidad de proteger”, como establece la Carta de Naciones Unidas, y que exige aquí palabras duras: una condena firme por parte de un Consejo de Seguridad valiente; gestos de apoyo simbólicos como la recepción en París, Madrid o Washington de los últimos representantes de la oposición que aún tienen libertad de movimientos; una demostración de solidaridad de la representación nacional francesa, española, estadounidense u otra, con el Parlamento venezolano que el golpe de Estado constituyente de Maduro amenaza con disolver; y después, naturalmente, sanciones económicas y financieras que vayan más allá de las tímidas fanfarronadas de Donald Trump.

Y además, lo que ha pasado en Caracas nos afecta —de esto no estamos tan enterados— en el campo de la lucha contra el terrorismo y contra las redes de blanqueo de capitales que lo financian: ¿qué sentido tiene la alianza, “bolivariana” como tiene que ser, entre el difunto Chávez y Mahmud Ahmadineyad, expresidente de la República de Irán? ¿Qué ha sido de los miembros de las FARC colombianas que, según me confesó uno de sus jefes, Iván Ríos, poco antes de morir, en 2007, fueron enviados “en misión” al país del “socialismo del siglo XXI”? ¿Y qué crédito debemos conceder a algunos líderes de la oposición antichavista que gritan, de momento en el desierto, que no se conocen todos los lazos de Maduro con Corea del Norte, la Siria de Bachar el Asad en Siria o cierto activista de Hezbolá desterrado o en tránsito?

No son más que preguntas. Pero preguntas que hay que plantearse. Un régimen desesperado es capaz de cualquier vileza, y la situación en Venezuela merece comisiones de investigación, un Tribunal Russell, un mayor interés por parte de la prensa occidental; todo menos el silencio incómodo que, de momento, acoge a este pronunciamiento prolongado, concluye diciendo Lévy.




Dibujo de Enrique Flores para El País



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[Cuentos para la edad adulta] Hoy, con "Dentro de mil años", de Hans Christian Andersen






El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Durante los próximo meses voy a traer hasta el blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Dentro de mil años,  de Hans Christian Andersen (1805-1875) escritor y poeta danés, famoso por sus cuentos para niños, entre ellos El patito feoLa sirenita y La reina de las nieves, los tres llevados al cine. Recibió en vida muchos honores. En 1866 el rey de Dinamarca le hizo Consejero de Estado, y en 1867 fue declarado ciudadano ilustre de su ciudad natal. En su honor, desde 1956 se concede, cada dos años, el premio Hans Christian Andersen de literatura infantil y, desde 1966, también de ilustración. En 1976, se bautizó con su nombre al asteroide 2476.  Les dejo con su relato. Espero que les resulte interesante. 


DENTRO DE MIL AÑOS
por
Hans Christian Andersen


Sí, dentro de mil años la gente cruzará el océano, volando por los aires, en alas del vapor. Los jóvenes colonizadores de América acudirán a visitar la vieja Europa. Vendrán a ver nuestros monumentos y nuestras decaídas ciudades, del mismo modo que nosotros peregrinamos ahora para visitar las decaídas magnificencias del Asia Meridional. Dentro de mil años, vendrán ellos.

El Támesis, el Danubio, el Rin, seguirán fluyendo aún; el Montblanc continuará enhiesto con su nevada cumbre, la auroras boreales proyectarán sus brillantes resplandores sobre las tierras del Norte; pero una generación tras otra se ha convertido en polvo, series enteras de momentáneas grandezas han caído en el olvido, como aquellas que hoy dormitan bajo el túmulo donde el rico harinero, en cuya propiedad se alza, se mandó instalar un banco para contemplar desde allí el ondeante campo de mieses que se extiende a sus pies.

-¡A Europa! -exclamarán las jóvenes generaciones americanas-. ¡A la tierra de nuestros abuelos, la tierra santa de nuestros recuerdos y nuestras fantasías! ¡A Europa!

Llega la aeronave, llena de viajeros, pues la travesía es más rápida que por el mar; el cable electromagnético que descansa en el fondo del océano ha telegrafiado ya dando cuenta del número de los que forman la caravana aérea. Ya se avista Europa, es la costa de Irlanda la que se vislumbra, pero los pasajeros duermen todavía; han avisado que no se les despierte hasta que estén sobre Inglaterra. Allí pisarán el suelo de Europa, en la tierra de Shakespeare, como la llaman los hombres de letras; en la tierra de la política y de las máquinas, como la llaman otros. La visita durará un día: es el tiempo que la apresurada generación concede a la gran Inglaterra y a Escocia.

El viaje prosigue por el túnel del canal hacia Francia, el país de Carlomagno y de Napoleón. Se cita a Molière, los eruditos hablan de una escuela clásica y otra romántica, que florecieron en tiempos remotos, y se encomia a héroes, vates y sabios que nuestra época desconoce, pero que más tarde nacieron sobre este cráter de Europa que es París.

La aeronave vuela por sobre la tierra de la que salió Colón, la cuna de Cortés, el escenario donde Calderón cantó sus dramas en versos armoniosos; hermosas mujeres de negros ojos viven aún en los valles floridos, y en estrofas antiquísimas se recuerda al Cid y la Alhambra.

Surcando el aire, sobre el mar, sigue el vuelo hacia Italia, asiento de la vieja y eterna Roma. Hoy está decaída, la Campagna es un desierto; de la iglesia de San Pedro sólo queda un muro solitario, y aún se abrigan dudas sobre su autenticidad.

Y luego a Grecia, para dormir una noche en el lujoso hotel edificado en la cumbre del Olimpo; poder decir que se ha estado allí, viste mucho. El viaje prosigue por el Bósforo, con objeto de descansar unas horas y visitar el sitio donde antaño se alzó Bizancio. Pobres pescadores lanzan sus redes allí donde la leyenda cuenta que estuvo el jardín del harén en tiempos de los turcos.

Continúa el itinerario aéreo, volando sobre las ruinas de grandes ciudades que se levantaron a orillas del caudaloso Danubio, ciudades que nuestra época no conoce aún; pero aquí y allá -sobre lugares ricos en recuerdos que algún día saldrán del seno del tiempo- se posa la caravana para reemprender muy pronto el vuelo.

Al fondo se despliega Alemania -otrora cruzada por una densísima red de ferrocarriles y canales- el país donde predicó Lutero, cantó Goethe y Mozart empuñó el cetro musical de su tiempo. Nombres ilustres brillaron en las ciencias y en las artes, nombres que ignoramos. Un día de estancia en Alemania y otro para el Norte, para la patria de Örsted y Linneo, y para Noruega, la tierra de los antiguos héroes y de los hombres eternamente jóvenes del Septentrión. Islandia queda en el itinerario de regreso; el géiser ya no bulle, y el Hecla está extinguido, pero como la losa eterna de la leyenda, la prepotente isla rocosa sigue incólume en el mar bravío.

-Hay mucho que ver en Europa -dice el joven americano- y lo hemos visto en ocho días. Se puede hacer muy bien, como el gran viajero -aquí se cita un nombre conocido en aquel tiempo- ha demostrado en su famosa obra: Cómo visitar Europa en ocho días.





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[Humor en cápsulas] Para hoy jueves, 24 de agosto de 2017





El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. Pero también como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Yo no soy humorista, así que me quedo con la primera acepción, y en la medida de lo posible iré subiendo al blog cada día las viñetas de mis dibujantes favoritos. Las de hoy con Morgan en Canarias7; Ricardo en El Mundo; Forges, Peridis y Ros en El País; y Montecruz y Padylla en La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 





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miércoles, 23 de agosto de 2017

[A vuelapluma] Abstemios y abstencionistas





El filósofo Fernando Savater hacía días atrás un juego de palabras entre abstemios y abstencionistas... Quienes se abstienen en materia nacionalista quieren quedar como héroes de la intemperie y vivir bajo techado. Abstenerse entre nuestros derechos y los radicalismos que pretenden desmontarlos es ser un cínico o un imbécil, señalaba en un reciente artículo.

En su Diccionario del diablo, comenzaba diciendo, Ambrose Bierce define al abstemio como “una persona de carácter débil, que cede a la tentación de privarse de un placer”. Los bebedores, que somos un grupo humano de excepcional tolerancia y amplitud de miras, no tenemos prejuicios contra los abstemios, pese a recordar que Adolf Hitler y Donald Trump figuran en sus filas. No se debe juzgar a un colectivo por sus miembros más defectuosos, tal es nuestro lema. De modo que nada tenemos contra quienes reconocen que no beben porque les sienta mal el alcohol, no les gusta su sabor, padecen dispepsia o se marean enseguida, lo que les lleva a conductas inapropiadas como cantar jotas o confesar desfalcos. Nuestro respeto y compasión fraterna para todos ellos. Pero a quienes no podemos aguantar es a los que para justificar su abstinencia calumnian a la bebida como fuente de todos los males imaginables, violencia familiar, accidentes de tráfico, acoso a vírgenes de ambos sexos, cirrosis, calvicie y otras plagas más. Estos vocingleros pretenden situarse más allá de todas las bodegas de la vida y miran por encima del hombro a quienes consumen plácidamente su aperitivo. No se dan cuenta de que confunden el uso con el abuso y consideran abuso a todo uso que ellos no comparten. Ni que decir tiene que algunos exalcohólicos suelen ser los más intransigentes... lo cual tiene un punto disculpable.

He notado que frente a ese brebaje embriagador que es el nacionalismo se da una actitud parecida. Me refiero ante todo al gremio de literatos y artistas, lo que nuestro padre Hegel llamaba “almas bellas”, es decir, quienes “temen empañar con la acción la honestidad de su interior y que para no renunciar a su refinada subjetividad sólo se expresan con palabras y cuando pretenden elegir se pierden en absoluta inconsistencia”. Ante la droga arrebatadora del nacionalismo, se encabritan como potros que ven una víbora en su camino. No comparten los fervores separatistas del nacionalismo en Cataluña o el País Vasco porque abominan de cualquier planteamiento nacional, sea el que sea. No quieren tener nada que ver con la nación porque siempre contagia y mancha de vulgaridad procelosa a los espíritus superiores. Adscribirse a una nación es cosa anticuada y sumamente peligrosa, que arrastra a los mayores desafueros. Nunca se han sentido españoles, ni un minuto, ni en sueños y por tanto tampoco vascos, catalanes o lo que sea. Todo lo más palpitan por una aldea del recuerdo, un barrio, un paisaje de infancia... Detestan las banderas, cualquiera que sea su juego cromático, porque todas obligan a la bandería y acotan la amplitud sin puertas del campo en la estrechez del terreno para la liza o la batalla. Y todas las fronteras les resultan igualmente odiosas, sea vistas del lado de aquí o del de allá. Ellos se sienten libres de la obligación obnubiladora de elegir que esclaviza a los ingenuos y a los devotos.

Como todo lo individualista suele serme simpático, también siento un momento de cercanía hacia estos estrépitos. Después de todo, tengo escrito un libro titulado Contra las patrias (aunque resulta ser poco abstemio más allá del nombre, la verdad). Pero el postureo estético cada vez me resulta más indigerible. Cosa de los años, sin duda. Pienso que en un mundo en que tantos sufren por culpa de la traición de las palabras, ninguno debemos hacer piruetas (siempre con red, desde luego) con ellas y sobre ellas. Es nuestro deber explicar claramente lo que tenemos por imprescindible, aunque nos haga desmerecer a los ojos más ilusionados. Los abstemios en materia de nacionalismo a los que me refiero son personas inteligentes que sólo se permiten adoptar el disfraz festivo de la insensatez ante los medios de comunicación. Privadamente conocen y valoran su ciudadanía nacional, aunque prefieran disfrutar de sus cívicas ventajas discretamente, sin hacer pedagogía de tales beneficios para aquellos que viven sometidos sin remedio a la devastación populista. Quedar como héroes de la intemperie y vivir bajo techado, ése es su ideal. Los más articulados, para justificarse, nos dicen que naciones, banderas y ardores patrióticos han traído sangre y dolor, lo cual es indudable. Pero también los lazos familiares y el amor son motivo de corruptelas, nepotismo, celos fatales, venganzas, ceguera interesada o simple ridiculez beata y no hay muchos que proclamen: “Nunca me he sentido ni por un minuto padre de mis hijos”, “aborrezco el amor fraterno”, “me da lo mismo mi madre que la del vecino” o “enamorarse es exagerar enormemente la diferencia que hay entre una persona y otra” (esto es de Bernard Shaw, claro).

Uno puede querer a los suyos sin caer en nepotismo ni tampoco volverse nacionalista, lo mismo que todos tenemos apéndice pero no todos padecemos apendicitis (y esto es de Julián Marías, quede constancia). Como señala Timothy Snyder: “Un nacionalista nos anima a ser la peor versión de nosotros mismos, y después nos dice que somos los mejores”. Pero es sensato y muy aconsejable apreciar el Estado de derecho y los símbolos nacionales que lo acompañan porque es el respaldo de la ciudadanía que nos permite la libertad dentro de la igualdad, o sea, “ser diferentes sin temor” (Odo Marquard, última cita, lo juro). Ser abstemio entre las convenciones que consagran nuestros derechos y los radicalismos que pretenden desmontarlas es ser un cínico si la duda es fingida o un imbécil si es falsa.

Pero lo que pretenden sobre todo evitar estos abstemios es que les tomen por gente de derechas, defensores de “lo establecido” (en lo cual, sea lo que fuere, tan favorablemente viven). Ser de izquierdas es optativo, pero no parecer de derechas es obligatorio. Coram populo, la única trinchera segura y aceptable es siempre la que está contra el Gobierno. Por eso nunca olvidarán, si arriesgan alguna crítica al separatismo antilegal en Cataluña, mencionar enseguida el “inmovilismo” de Rajoy. Es algo reflejo, una sinapsis, Pavlov habría disfrutado: si el Gobierno dijese que la tierra es redonda y la izquierda que es plana, ellos dirían que no es plana pero que ya están hartos de la arrogancia de quienes dicen que es redonda. Desde luego, no faltan razones para censurar el inmovilismo gubernamental: en mi opinión, si hubiera actuado con la contundencia debida cuando empezaron los desacatos, algunos personajes o personajillos del procés habrían pasado una temporada en la cárcel y ahora estaríamos hablando de problemas importantes y no del referéndum de nunca acabar. 

Pero claro, concluye diciendo, no es esto lo que los abstemios hubieran querido tampoco. Porque lo que ellos quieren es... pero ¿qué quieren los abstemios, además de agua, mucha agua para lavarse las manos de lo que pasa?



Dibujo de Eva Vázquez para El País


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[Píldoras literarias] Hoy, con "Fábula", de Jairo Aníbal Niño







La noción de brevedad ronda siempre las consideraciones sobre la minificción de los minirrelatos. Aunque la brevedad no sea, ni con mucho, el único rasgo que es necesario observar en estas brillantes construcciones verbales, resulta lógico que para el lector común, e inclusive en cierta medida para el escritor, resalte de manera especial. 

Fue, en efecto, la primera característica que llamó la atención de lectores y críticos de esta forma literaria: la que primero produjo desconcierto y, a partir de allí, admiración. Ocurre, sin embargo, que tal noción es eminentemente subjetiva. Se puede considerar breve un relato de ocho o diez páginas, pero también lo será uno de un par de páginas, e igualmente, y con mayor razón, algún texto de extensión aún menor, que podremos describir en función de un determinado número máximo de líneas o de palabras, y no de páginas ni de párrafos. 

Pesan en este sentido la tradición de una literatura, y también la implícita comparación -casi instintiva, casi subconsciente- que formulamos con otros textos que conocemos, o bien con lo que se considera cuento o relato en nuestra propia literatura o en una distinta de ella. ¿Habremos de aceptar una categoría nueva, la del microrrelato brevísimo o hiperbreve, aunque el nombre resulte redundante? ¿O bien entenderemos que hay casos en que el escritor extrema alguna de las características que también tienen otros textos de este tipo, y ese hecho es percibido por el lector como un factor de diferenciación? 

Continúo la serie de Píldoras literarias con el relato titulado Fábula, del escritor colombiano Jairo Aníbal Niño (1941-2010). Publicó obras de teatro, cuentos y libros de poemas. Sus primeros pasos los dio como artista en el campo de la pintura para dedicarse más tarde a la dramaturgia. En el campo de las letras, su mayor contribución la hizo al género de la literatura infantil y juvenil a la que dedicó la mayoría de sus publicaciones y gran parte de su carrera como escritor. Fue profesor universitario, director de la Biblioteca Nacional de Colombia, guionista, director de dramaturgia del Teatro Libre de Bogotá y director del teatro de la Universidad Nacional de Colombia en Bogotá.

Les dejo con su minirrelato Fábula, editado por Henry González Martínez en la obra La minificción en Colombia. Tiene diecisiete palabras y dice así: 


FÁBULA
por 
Jairo Aníbal Niño

Y los ratones hicieron una alianza, 
y la serpiente de cascabel
 le puso el cascabel al gato.






Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





HArendt






Entrada núm. 3758
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)