El rapto de Europa, de Tiziano
Me resisto como gato panza arriba a comentar las cosas de nuestros políticos. Se de lo que hablo, pues convivo con cinco gatos en casa... Mi decepción es tan profunda con la clase política, con toda, aunque con unos más que otros, que he tenido que esperar toda una semana completa para ponerme al teclado. No voy aburrirles con un catálogo de las chorradas e incongruencias que se han dicho unos a otros en estos días. Por mencionar una: aquí, en Canarias, todo un presidente del gobierno se permite amenazar con "acciones penales, civiles y de todo tipo" (y lo dice en sede parlamentaria, con el rictus desencajado por la ira) a quienes acusen a su gobierno de manipulación en la concesión de emisoras de TDT en la isla de Tenerife. Lo curioso del caso es que lo suelta después de que el Tribunal Superior de Justicia de Canarias, el máximo órgano judicial de la Comunidad Autónoma, en sentencia firme, pusiera a caer de un burro a su gobierno por la concesión de las susodichas licencias a sus amiguetes... Son como niños, no nos follan pero nos joden un montón... De los políticos nacionales, ni les hablo, pues les supongo al tanto; lo mismo que de los avatares europeos, un poco más lejanos. Si el ciclón Obama no aporta aires nuevos, lo veo todo muy negro... Y no es un juego de palabras...
Hoy escribe Pasqual Maragall en El País un interesante artículo titulado "Los Estados Unidos de Europa, reinventados". Mítico ex alcalde de Barcelona, ex presidente del Comité de las Regiones Europeas, ex presidente del gobierno catalán, Maragall lanza un ilusionado mensaje en favor de esos Estados Unidos de Europa que pocos tienen interés en alcanzar, y menos aún en momentos de una generalizada crisis financiera, económica y social; sí, y lo que es peor, también de confianza en las instituciones de la Unión.
No se trata de reelaborar el "Mito de Europa". La Unión Europea no es un mito: es una realidad y está presente en nuestras vidas a pesar de sus muchas carencias... Yo nací a los nueve meses justos del término de la II Guerra Mundial en Europa, y me pregunto: ¿alguien de los que vivieron ese momento (el fin de la guerra, y mi nacimiento...), afortunadamente muchos aún, podría tan siquiera imaginar que las fronteras desaparecerían de Europa, que podríamos pasar sin detenernos de Francia a Alemania, de España a Portugal, de Italia a Austria, que la mayor parte de los países europeos tendrían una moneda en común, un parlamento europeo y unas instituciones políticas comunes? Piensen en ello. No se si llegaré a ver esos Estados Unidos de Europa que yo también deseo fervientemente, quizá la única meta política por la que siento verdadera ilusión; ni tan siquiera estoy seguro que la vean mis hijas, pero se que la verán mis nietos y que ellos vivirán con orgullo su condición de canarios y españoles, pero sobre todo de europeos... HArendt
"Los Estados Unidos de Europa, reinventados", por Pasqual Maragall
Hace 25 años, en diciembre de 1983, el periódico francés Le Monde publicó una entrevista con el historiador Fernand Braudel sobre la identidad europea. Llevaba por título "Il faut réinventer les Etats-Unis d'Europe". España aún tardaría tres años en ingresar en la Unión, entonces compuesta por diez Estados miembros: Alemania, Bélgica, Dinamarca, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos, Reino Unido y Grecia. Yo llevaba un año de alcalde y miraba hacia Europa con las mismas esperanzas que Braudel evocaba. Mi amigo norteamericano residente en Brasil, Norman Gall, al frente hoy de la Fundación Braudel, y casado con una catalana, me sigue informando por Internet aún hoy de lo que por el mundo sucede. Gall, como el propio Braudel, es uno de los pocos humanistas globales que no hacen simplemente el ridículo, sino que, como decimos en catalán, hi toquen: que entienden de qué va la cosa. Braudel en 1983 explicaba la identidad europea desde la cultura europea, entendida como una y plural, como hecho compartido.
Lo ejemplificaba diciendo que un francés situado en Italia, Rusia, Polonia o Alemania, no se siente extranjero; que las sensaciones experimentadas son reconocibles y con referentes histórico-culturales comunes. A diferencia de lo que le ocurriría en países como la India o China, donde te sientes desorientado, distinto de verdad.
Cada país europeo representa una Europa particular, decía Braudel. En aquel momento describía la Unión como únicamente económica, y por tanto muy beneficiosa, fundamental, pero no aún la Europa unida que él, yo y sin duda mucha gente soñamos. La Europa unida y popular (del pueblo) necesitaba una base donde desarrollarse. Era preciso que sus gentes viviesen y circulasen libres por el continente. Para ello, concluía en su reflexión, para construir la Europa cultural y ciudadana, hacían falta varias cosas: una estructura política, un Gobierno Europeo, un Parlamento Europeo con mayores poderes y una defensa europea común. Ya entonces decía que un país europeo solo no podía hacer frente a los retos que se le presentaban. Hacía falta reinventar los Estados Unidos de Europa. ¿Qué ha pasado desde entonces, dónde estamos, hacia dónde vamos como Europa?
La Unión Europea la formamos 27 Estados miembro y aún aspiran a entrar más países europeos. Tenemos un Parlamento Europeo e instituciones comunitarias que representan, res-pectivamente, a los ciudadanos y a los Estados miembro. Tenemos un Mercado Único y una Unión Económica y Monetaria, con la adopción en 2002 del euro como moneda única, realidad consolidada ya hoy. Tenemos moneda, bandera y un himno, la parte coral de la Novena sinfonía, de Beethoven, cuya letra, de Schiller, tradujo mi abuelo Joan Maragall al catalán: "Joia que ets dels cels guspira / engendrada dalt del cel". Tenemos la libre circulación. Tenemos incluso un Comité de las Regiones, que me honré en presidir durante dos años y vicepresidir otros dos.
¿Qué más hace falta para ser realmente los Estados Unidos de Europa? Quizás una selección nacional europea de fútbol, que podría ganar incluso a Brasil (sobre todo si nos dejaran poner a Messi en el equipo, aunque con Henry y algún otro de sus compañeros tendríamos bastante). Hemos intentado establecer una Constitución, pero las dificultades propias de ser tantos y tan distintos a la hora de ponernos de acuerdo la han frustrado, llevándonos al Tratado de Lisboa. A pesar del no irlandés, de momento.
Son grandes y notables éxitos comunes. Pero seguimos lejos de los Estados Unidos de Europa que Braudel defendía 25 años atrás. Hace un año un mandato del Consejo Europeo, encargó un informe sobre el rumbo y los objetivos de la Unión de cara al horizonte de los años 2020 a 2030 a un Consejo de Sabios o grupo de reflexión sobre el futuro, formado por personalidades de reconocido prestigio político y académico y presidido por Felipe González. El informe debe estar listo en junio de 2010 (aunque Felipe ya ha anunciado que intentará que sea antes), pero el mandato citado especifica que el grupo no deberá abordar cuestiones institucionales, sino trabajar en el marco que establece el nuevo Tratado de Lisboa. 2010, 2020, 2030... Europa es compleja y por ello lenta. El mundo no va al mismo ritmo. El mundo va rápido, los ritmos económicos exigen respuestas inmediatas. Los conflictos internacionales y sus víctimas no pueden esperar más.
Como subrayaba Lluís Bassets hace unos días, cada Gobierno se ha vuelto hacia su Estado. La Alemania de Merkel parece paralizada a nivel europeo por sus problemas internos. Si el país del himno no está por la labor, ya me dirán. Quizás haya también un problema de liderazgo, en el mundo y en Europa. Sanguinetti publicaba, también en este periódico, un artículo en ese sentido. Falta un liderazgo al servicio de una idea, la idea de la Europa Común, donde los ciudadanos, recuperando a Braudel, seamos libres e iguales, cada cuál con su acento y sus manifestaciones culturales, hermanas y distintas.
Hacia esta dirección remaba el plan de Bolonia para conseguir un espacio europeo de educación superior único y homologable, con universitarios y después profesionales europeos de verdad, circulando y ejerciendo libremente por toda Europa. Animo a nuestros líderes y pensadores a que aceleren el ritmo de la construcción europea. A Felipe y su grupo de reflexión a que no espere a 2010, a que levante la bandera europea bien alta y proponga medidas de presente. La crisis puede ser una muy buena oportunidad.
Recientemente me he adherido, junto al mismo Felipe González, Prodi, Santer y otros destacados líderes europeos, a una declaración promovida por una asociación de la que formo parte, Nôtre Europe, fundada por mi maestro europeo, Jacques Delors. Se titula Face à la crise, un besoin d'Europe. En ella se apela a la necesidad de más Europa para afrontar la crisis económica. Al final de la declaración proponemos que para las próximas elecciones al Parlamento Europeo (junio de 2009) cada familia política europea presente un candidato a presidente de la Comisión Europea, y que estos candidatos debatan entre sí, ofreciendo directamente a los ciudadanos europeos la oportunidad de conocer sus visiones e ideas y dando mucha más visibilidad y proximidad a los que nos representan en Europa. Sería un paso más. Decisivo. (El País, 20/12/08).
Parlamento europeo, Estrasburgo, U.E.
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