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martes, 8 de noviembre de 2022

[ARCHIVO DEL BLOG] Negro y blanco: Elecciones en USA. [Publicada el 26/06/2008]




Jesse Jackson


Mediado el larguísimo proceso electoral de las primarias norteamericanas para la designación de candidatos a la presidencia de la república, corrió un chiste por los mentideros políticos estadounidenses que decía que el reverendo Jesse Jackson, influyente líder negro del partido demócrata, y pastor protestante, había interpelado a Dios para sondearle sobre las posibilidades de que uno de los dos candidatos demócratas llegara a la presidencia. Al parecer, el reverendo Jackson le preguntó a Dios que si una mujer,  Hillary Clinton, podría llegar a presidenta... La respuesta de Dios, no excesivamente sibilina, fue: "Eso no lo verás tú"... Fue entonces cuando de nuevo Jackson interpeló a Dios, preguntándole que si podría llegar a ser presidente un negro,  Barack Obama. Y la respuesta de Dios fue lapidaria: "Eso no lo veré yo"... Como no creo en Dios, espero que no tenga razón... Aunque por lo que cuenta el profesor y sociólogo de la Universidad Complutense de Madrid, Enrique Gil Calvo, en El País de hoy, parece que muchos más norteamericanos de lo que sería razonable comparten la opinión de Dios... HArendt




Barack Obama




"El tío Tom ante la Casa Blanca", por Enrique Gil Calvo

Puede un negro estadounidense blanquearse lo suficiente para dar el salto desde la cabaña del tío Tom hasta la Casa Blanca? Esa celebérrima novela (Uncle Tom's Cabin, publicada por Harriet Beecher Stowe en 1852), el libro más vendido del siglo XIX tras la Biblia, representó en su momento el principal manifiesto abolicionista de la esclavitud, a la que contribuyó a erradicar tras la victoria federal en la Guerra Civil. Pero un siglo después, bajo el influjo de la lucha emancipatoria emprendida por el movimiento de los derechos civiles, pasó a simbolizar la domesticación cultural de los afroamericanos, como antiguos esclavos que asumen con docilidad su segregación racial impuesta por la hegemonía de la dominación wasp (blanca, anglosajona y protestante). Una sumisión jerárquica que este mismo año podría pasar a la historia, si Barack Obama es elegido presidente de Estados Unidos.

¿Qué esperanzas cabe albergar acerca de la posible realización de lo que indudablemente sería una conquista histórica, no sólo para los afroamericanos y el conjunto de los estadounidenses sino para toda la humanidad, dada la posición preeminente que ocupan éstos a la cabeza de la sociedad mundial? No demasiadas, aunque haberlas, haylas. La balanza de posibilidades es difícil de calcular, pues los comicios de noviembre cerrarán una campaña que se juega a la vez en varios tableros múltiples, y en la que todo puede pasar. Si estuviéramos tan sólo ante una contienda electoral, a resolver en clave exclusivamente política, la balanza se inclinaría probablemente del lado demócrata por múltiples razones: fracaso absoluto de la Administración Bush en todas sus aventuras imperiales, aguda crisis financiera, hipotecaria y económica, agravamiento de las desigualdades sociales con fuerte empobrecimiento relativo de las clases medias, agotamiento del ciclo político republicano con descrédito de la revolución neoconservadora, mayoría de edad de una nueva generación post-baby-boomer inmersa desde su infancia en la revolución cybercultural...

La comparación entre los candidatos, esencial en un sistema presidencialista muy personalizado, y todavía más en una democracia mediática donde se compite por la imagen y la reputación, ofrece mayor equilibrio, aunque también podría favorecer al demócrata. El senador McCain es demasiado mayor, y su carácter conservador forjado en su historial militar, aunque afín al patriotismo castrense de los estadounidenses, resulta excesivamente continuista respecto al imperialismo de Bush, que ya ha sido aborrecido por la mayoría del electorado. En cambio, el senador Obama ha adquirido el carisma del joven héroe redentor destinado a conducir al pueblo a una futura tierra de promisión, de acuerdo con el espíritu de frontera que anima al progresismo estadounidense con su cultura del cambio innovador. Es verdad que también parece demasiado liviano, vaporoso e inexperto, como un cruce de Fred Astaire y el flautista de Hamelin en versión hip hop: yes, we can. Pero a cambio ha demostrado su predestinación para el éxito, al vencer contra pronóstico en inferioridad de condiciones a la todopoderosa pareja Clinton que partía de favorita en las primarias, reviviendo así la gesta bíblica de David contra Goliat. Y si pudo contra Bill y Hilary, bien podrá quizá contra Bush y McCain.

Pero si bien la balanza política y mediática parece inclinarse a favor de Obama, no sucede lo mismo con la balanza social. Estos comicios presidenciales no van a parecerse a los precedentes, pues no se van a ventilar como una mera competición electoral entre republicanos y demócratas. Por el contrario, todo indica que se van a entablar como una abierta guerra cultural entre los varones blancos dominantes que detentan la hegemonía y una coalición de minorías excluidas (afroamericanos, mujeres, hispanos, etcétera) que reclaman su turno de acceso al poder, bajo el liderazgo del primer candidato negro que aspira a la presidencia de Estados Unidos. Algo excepcional e insólito, pues ocurre por primera vez en la historia, imponiendo al modelo americano una suerte de estado de excepción. Y esto encierra una paradoja, pues es algo que sólo podría suceder en Estados Unidos, de acuerdo con la ideología del American dream, pero a la vez resulta muy difícil que ocurra allí, pues la estructura social estadounidense, caracterizada por la persistente segregación de los afroamericanos, lo hace imposible.

En efecto, el estadounidense es el único sistema político en el que todo ciudadano de cualquier origen social puede llegar a ser presidente, según reza el eslogan del sueño americano. Y esto es así porque desde un comienzo Estados Unidos es el paraíso de la emigración, dada su gran capacidad de acogida y asimilación de sucesivas oleadas de inmigrantes procedentes de todos los puntos cardinales: primero escoceses e irlandeses, después germanos y escandinavos, luego polacos e italianos, más tarde turcos y árabes, y hoy por fin asiáticos e hispanos. Gentes heterogéneas de cualquier raza y religión que, atraídos por el imán de la Estatua de la Libertad (como el armenio protagonista del filme de Kazan América, América), comienzan trabajando en la base de la pirámide laboral para ir ascendiendo socialmente generación tras generación, hasta integrar-se en las amplias clases medias con lo que dejan libre un hueco vacío al pie de la escala social que pronto es rellenado por nuevas oleadas de inmigrantes foráneos.

Es el conocido melting pot, característico de una sociedad abierta donde todos pueden integrarse a través del mercado de trabajo con amplia igualdad de oportunidades, elevada movilidad social y altos niveles de exogamia (matrimonios mixtos): variable esta última que actúa como el mejor test de integración social en el american way of life. Pero no sin excepciones, pues hay dos grupos étnicos excluidos de este paraíso de la inmigración: son los nativos autóctonos, demográficamente irrelevantes a causa del genocidio que padecieron, y los afroamericanos descendientes de esclavos, que no llegaron como emigrantes libres sino como trabajadores forzosos. Y esa lacra histórica heredada de la esclavitud no ha sido superada todavía, perviviendo intacta en la memoria colectiva. De ahí la persistencia de una latente segregación racial que encierra a los afroamericanos en sus ghettos endogámicos, sin que haya podido ser corregida por unas políticas de integración escolar en gran medida fallidas a causa de la segregación residencial y matrimonial, como prueba la ausencia de exogamia.

¿Podrá Barack Obama romper este muro endogámico cruzando la barrera de la segregación racial? Es posible que lo consiga, pues en su persona coinciden dos características extraordinarias que no se dan en los demás afroamericanos. Ante todo, él sí es fruto de la exogamia, pues procede de un matrimonio mixto entre mujer blanca y varón negro. Y además, no es descendiente de esclavos, pues su padre fue un africano (keniano) que emigró libremente a Estados Unidos. De ahí que esté en las mejores condiciones para cumplir por fin el sueño americano, superando la última frontera racial heredada de la esclavitud para unir a todos los estadounidenses de cualquier color en una sola comunidad cívica, tal como él mismo reclamó en su discurso de ruptura con el racista reverendo Wright. Pero para eso habrá de lograr que la mayoría de sus conciudadanos tanto negros como blancos le conduzcan en volandas desde la cabaña del tío Tom hasta la Casa Blanca. (El País, 26/06/08)



Hillary Clinton





domingo, 24 de agosto de 2008

*¡Obama for president!





A pesar de mi pasión por la teoría política no suelo tener buen tino con las predicciones electorales. Y a lo peor es por eso, por la pasión... Me equivoqué con Ségolène Royal y Sarkozy, con Bush (hijo) y Gore, y con Barack y Hillary. Espero no hacerlo ahora, de nuevo, con Obama y McCain. Desde que tengo uso de razón, he votado siempre (virtualmente, claro está) por los demócratas. De los republicanos que he conocido sólo salvo a Ronald Reagan (un mal actor de películas del oeste y un buen presidente) a pesar de que sus adversarios decían de él que era incapaz de mascar chicle y pensar al mismo tiempo... Al menos pensaba si no tenía el chicle en la boca; pero Bush (hijo), ni eso... Ahora sigo con mucho interés dos magníficas series de televisión que tienen que ver con la presidencia de los Estados Unidos. Una es "John Adams", una biografía dramatizada del que fuera segundo presidente del país. Buena, muy buena, como todas las de la factoría HBO. La otra es "El Ala Oeste", terminando ya su octava temporada. Y espero seguir con el mismo interés la campaña electoral que se resolverá el segundo martes que siga al primer lunes de noviembre próximo... Pero vamos con lo que vamos.

La escritora y periodista Barbara Probst Solomon publicaba ayer en El País un interesante artículo sobre los entresijos de la Convención del Partido Demócrata que se inicia mañana en Denver (Colorado), que proclamará a Obama como su candidato, y las maniobras, de cara al futuro, de la derrotada Hillary Clinton... Y a partir de ese momento, todos a buscar los mayoría de esos 538 "grandes electores" que dan la presidencia en uno de lo más enrevesados sistemas electorales del mundo... Venga, ¡Obama for president!... Esta vez va a ser que sí... (HArendt)





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El senador Barack Obama, candidato demócrata




"El 'sprint' hacia la Convención Demócrata", por Barbara Probst Solomon

En estas elecciones presidenciales tan atípicas hay un grupo de Republicanos por Obama, y otro, el PUMA, formado por demócratas partidarios de los Clinton, que amenaza con boicotear la convención.

Los términos anticuados como izquierda y derecha ya no sirven para definir este periodo. Desde los exuberantes días de El gran Gatsby, escrita por F. Scott Fitzgerald en los años veinte, no se presenciaba tanta irresponsabilidad sin igual. Nuestros bancos han sido irresponsables en lo financiero, han hecho que mucha gente pierda su hogar y han contribuido al desempleo; el Gobierno estadounidense ha sumido al país en una irresponsable deuda exterior y ha llevado adelante una guerra todavía más irresponsable en Irak. Los incesantes escándalos sexuales -la aventura de John Edwards no es más que el más reciente-, que no parecen ser, en ningún caso, auténticos triángulos amorosos, dan a entender que la emoción de la irresponsabilidad es la recompensa suprema para quien intenta dirigir el mundo.

A nanosegundos del inicio de la Convención Demócrata, en el momento en el que debería estar preparando su discurso de apertura en apoyo de Obama, John Edwards estaba ofreciendo su sórdido mea culpa en televisión (los periódicos ya habían publicado las fotos del ex senador con el niño presuntamente fruto de su aventura con la enloquecida Rielle Hunter). La relación surgió en 2006, justo cuando Edwards estaba a punto de ser quizá el siguiente candidato demócrata o, en su defecto, futuro ministro de Justicia de Obama. El escándalo sexual deja un gusto especialmente amargo porque la mujer de Edwards, Elizabeth, padece un cáncer en grado 4. Los republicanos no han querido hablar del incidente porque McCain dejó a su esposa enferma para casarse con Cindy.

Los demócratas no han tenido más remedio que preguntarse por qué, en una era en la que los periodistas, bloggers y adictos al ciberespacio han sustituido al Gobierno en el papel del Gran Hermano vigilante de Orwell, Edwards se colocó a sí mismo y al Partido Demócrata en una situación precaria, en la que sus amigos ricos acabaron haciendo torpes donaciones de dinero para establecer a Rielle y su hijo en una casa de tres millones de dólares en Los Ángeles. Ahora que Edwards se ha apartado de la escena política, la cuestión es a quién va a escoger Obama como vicepresidente. Desde la invasión rusa de Georgia, Joe Biden, el experto en política exterior más veterano del Partido Demócrata, se perfila como favorito.

Y los Clinton siguen siendo los Clinton. Su actitud ante la convención es la de intentar obtener todo el poder que puedan. Pero, como dijo Lyndon B. Johnson, "es mejor tener a tus enemigos dentro de la tienda y meando hacia afuera que fuera de la tienda y meando hacia adentro". El método de Obama para ocuparse de los rebeldes Clinton -Hillary quiere conseguir la promesa clara de que será la candidata demócrata en el futuro, un futuro que, desde su punto de vista, cuanto antes llegue, mejor- es concederles, a primera vista, todo lo que piden. Eso significa pagar parte de las deudas de Hillary y dar a Bill, a Hillary e incluso a Chelsea, un generoso espacio como oradores en la convención.

Mientras tanto, detendrá el intento de Hillary de situarse como cabeza de un movimiento feminista ofreciendo responsabilidades importantes a una nueva generación de mujeres que quizá tengan también, un día, la oportunidad de ser candidatas a la presidencia. Entre las oradoras estarán la presidenta de la Cámara de representantes, Nancy Pelosi, y la senadora por Misuri Claire McCaskill. Michelle Obama será la oradora estrella. La gobernadora de Kansas, Kathleen Sebelius, una fuerza en ascenso dentro del partido, es también una de las favoritas para ser candidata a vicepresidenta.

En el Partido Demócrata está apareciendo una generación de mujeres fantásticas. Y entre los republicanos también están surgiendo una serie de mujeres de gran fuerza. Para las mujeres, los temas están claros. McCain ha dejado muy claro que hará todo lo posible (mediante sus nombramientos para el Tribunal Supremo) para revocar la legislación que permite el aborto. Obama está a favor de esa legislación. Pese a ello, Hillary y Bill han hecho todo lo que han podido para sabotear la campaña de Obama. El relato que ofrece el último número de Atlantic Monthly de los movimientos entre bastidores en la campaña de Clinton (un barullo de rivalidades, dinero despilfarrado y rabietas) cuenta la cínica recomendación del asesor Mark Penn a Hillary de que dijera que Obama tenía unos valores no americanos (otra forma de reprocharle que sea negro); luego le sugirió que la mejor estrategia -que ella adoptó en la última fase de la campaña- era presentarse como líder de las mujeres y defensora de la clase obrera.

Hillary nunca ha encabezado un movimiento feminista, aunque sus más acendrados partidarios en el grupo PUMA -un grupo de demócratas radicalmente opuestos a la candidatura de Obama-, que amenazan con celebrar manifestaciones y causar disturbios en la convención, tratarán de alegar que son un movimiento constituido. Es posible que Hillary defendiera la causa de la mujer en la universidad, pero luego se convirtió en la esposa del brillante y temerario Bill y, a partir de ahí, se labró una carrera política. Entre los dos han acumulado entre 30 y 50 millones de dólares, en buena parte, gracias a sus 16 años de poder en Washington.

Obama piensa contrarrestar las críticas de que no es suficientemente americano ni patriota subrayando el tema de la convención: que los demócratas representan a la nueva familia estadounidense. El nuevo censo que acaba de hacerse público esta semana lo deja claro. En el plazo de 15 años, el número de nacimientos de niños no blancos superará al de blancos. Y un factor nuevo en nuestra sociedad es que muchos estadounidenses jóvenes -en unos lugares más que otros- no ven el color de la piel. No lo ven, no porque sean progresistas al viejo estilo -que sí veían el color y aceptaban la diferencia como prueba inequívoca de sus credenciales de izquierdas-, sino porque han crecido en un país que ha dejado de ser blanco. No es Obama el que está transformando Estados Unidos, sino un país transformado el que hace que la elección de Obama sea posible. Si los menores de 35 años acuden a votar, Obama seguramente ganará. Si no votan, en una elección tan ajustada, quizá pierda.

Es verdad que Obama podía tener menos aires de profesor. Quizá necesita criticar a McCain tan directamente como McCain le ha criticado a él. (McCain se limita a soltar soluciones simples. "¿Qué haré con el mal? Lo derrotaré". "¿Cuándo se convierte el feto en una vida? En el momento de la concepción". Y así sucesivamente). Aunque esas frases pueden resultar atractivas para parte de la base republicana, al ala más liberal y económica del partido le dan miedo. En esta elección atípica, en la que lo importante realmente es que el país está redefiniéndose, un grupo poderoso, muy rico y muy influyente de republicanos, ha formado "Republicanos por Obama". Entre sus inspiradores están el ex congresista Jim Leach y la abogada y filántropa neoyorquina Rita Hauser. Hauser ha pedido a los republicanos que devuelvan el sentido común al partido, que abandonen las guerras irresponsables y la deuda irresponsable. Destaca que la mayoría de las mujeres estadounidenses, incluidas muchas que votan a los republicanos, están a favor de la libertad de abortar.

Desde luego, los ideologizados años de Bush han sido los más irresponsables de la historia de Estados Unidos. Lo que es importante recordar es que el círculo íntimo de Bush -Cheney, Rumsfeld y Wolfowitz- estaba formado por personas nombradas, no elegidas, para las que no significaban nada ni el Gobierno ni la moral tal como se expresa en la Constitución; no les costó nada abolir los controles constitucionales. Se violaron normas históricas contra el uso de la tortura (McCain, que no pertenecía a ese círculo, siempre se opuso). En la práctica, ese círculo íntimo no electo llevó a cabo una especie de golpe silencioso dentro del Gobierno, se apoderó del Partido Republicano y violó fatalmente las salvaguardias normales de nuestro sistema de los tres poderes. Esos círculos de Washington, semiinvisibles hasta que fue demasiado tarde y que no respondían ante nadie, son los que ahora deben ser responsables y visibles. La nueva generación de periodistas de investigación tiene ante sí una buena tarea. Confiemos en que sus descubrimientos convenzan a la población de que es preciso votar.
(El País, 23/08/08)