No voy a ponerme melodramático. Una de las virtudes del sistema electoral a doble vuelta francés es que permite a los electores votar con el corazón en la primera ronda y con el cerebro, o el bolsillo, en la segunda. A mi me gustaría para España, pero no hay forma de que cuele aquí. Demasiados incompetentes se quedarían sin poltrona...
Mañana domingo la Unión Europea se la juega en Francia. Al menos, la Unión que muchos anhelamos. Víctor Andrés Maldonado, MBA por ESADE y exfuncionario de las instituciones de la UE entre 1986 a 2012, escribía hace una semana en El País que la verdadera disyuntiva que se plantea la Unión Europea es entre una Europa más federal y una Europa basada en cooperaciones reforzadas.
Como potencia de tamaño medio, dice, España se juega mucho en el actual debate sobre el futuro de la UE. El Libro Blanco de la Comisión Europea constituye un texto de referencia para elaborar una política de Estado al respecto que deje al margen posicionamientos partidistas. El mundo multipolar que se vislumbra en el contexto de las relaciones internacionales supondrá el fin del monopolio del poder y la capacidad de disuasión en el mundo por parte de los EE UU. Tanto por la actitud de la nueva Administración Trump (aislacionista, defensa de los intereses nacionales, relativización de los valores democráticos y de Derechos Humanos como por el imparable surgimiento de nuevas potencias globales (China e India) y regionales (Brasil e Irán), así como por el afán de Rusia por recuperar su pasado estatus.
En este nuevo orden, los países europeos dejarán de tener la actual capacidad de maniobra en las relaciones internacionales, en particular por su menor peso específico tanto en términos económicos como de población. Por ello, se impone la necesidad de actuar unidos de cara a poder influir en el nuevo orden internacional que se vislumbra y a defender tanto sus valores como sus intereses económicos y comerciales. Una Europa disgregada o centrada en su Mercado Único sería la receta de su declive: político, por su pérdida de influencia internacional; económico, porque su actual nivel de bienestar se vería afectado negativamente debido al cambio de reglas (aumento de aranceles y restricciones no arancelarias, inseguridad jurídica de las inversiones, menor protección de la propiedad industrial e intelectual, dumping social y medioambiental); seguridad interior (menor cooperación policial y judicial, sobrecostes en el control de las fronteras); defensa (dependencia aún mayor de los EE UU).
Por lo tanto, el primer escenario (continuar como hasta ahora) no nos permitiría afrontar con garantías el cambio de paradigma que se avecina, en particular respecto a la política exterior. En efecto, la UE necesitará una política exterior ágil basada en la toma de decisiones por mayoría cualificada que no sea “secuestrada” sistemáticamente por intereses nacionales que no siempre coinciden con los intereses generales. El segundo escenario (centrarnos en el Mercado Único) sería aún peor, ya que a largo plazo supondría una renuncia a cualquier tipo de influencia europea en el nuevo contexto con la excepción de la que Alemania (y, hasta cierto punto, Francia) pudiera ejercer.
La respuesta debería encontrarse en una combinación de las otras tres alternativas. Por un lado, la cuarta (hacer menos pero más eficientemente) se deduce de los actuales Tratados (principio de subsidiariedad: ejecutar políticas al nivel que sea más eficiente, local, estatal o de la UE); y, de la aplicación del principio fundamental de la economía: asignación de recursos escasos a las prioridades (políticas) que tengan un mayor impacto en el bienestar de los ciudadanos y el interés general. En definitiva, la verdadera disyuntiva que se plantea es entre una Europa (más) federal y una Europa basada en cooperaciones reforzadas. De hecho, la actual UE ya funciona así (euro, Schengen, justicia e interior,…), lo cual permite avanzar en la integración a los Estados que lo deseen, sin estar limitados por aquellos que no se sienten “preparados”.
Por otro lado, un buen número de Estados de la UE (la mayoría de Europa del Este, Dinamarca, Suecia,…) son reticentes no solo a una mayor integración de carácter “federal”, sino incluso a participar en políticas actualmente en vigor. Además, algunos Estados de Europa del Este no profesan el mismo entusiasmo respecto a los valores fundamentales de la UE (democracia, Derechos Humanos y respeto del Estado de Derecho) lo que dificulta el avance en determinadas políticas. Finalmente, se palpan actitudes poco receptivas, incluso dentro del “núcleo duro” de la Europa más integracionista, hacia planteamientos federalistas derivados de la actual marea populista y nacionalista y de la merma del propio poder de los dirigentes políticos que supondrían. Esta situación se plasma actualmente tanto en la toma de decisiones dentro de la UE como en el funcionamiento mismo de las Instituciones. La parálisis actual no solo se deriva de la dificultad de poner de acuerdo a 28 países, sino también por las diferentes perspectivas hacia la idea de Europa que cada Estado tiene.
España debería defender la alternativa federal como solución a largo plazo por vocación europeísta y como fórmula para asegurar una dinámica modernizadora tanto de sus instituciones como de su economía, donde el talento y el mérito se premian y la corrupción no tiene cobijo. Además, como fórmula para “sosegar” las fuerzas centrífugas al elevar enormemente el coste de cualquier veleidad separatista.
Aparte del método (federal o cooperaciones reforzadas), los elementos de perfeccionamiento de la UE podrían ser:
1) Mercado Interior: hacerlo más atractivo a la inversión, impulsar aquellos factores que mejoren el movimiento de personas dentro de la UE y que conduzcan a una verdadera ciudadanía europea (seguro de desempleo, trasferencia de derechos de pensión, etc.), mejora en el funcionamiento de los mercados de capitales.
2) Seguridad interior y control de fronteras: incrementar la cooperación policial y judicial en la lucha contra la delincuencia y el terrorismo, una política de inmigración que incremente la productividad europea en una sociedad que envejece.
3) Defensa: a pesar del acuerdo de Bratislava, no hay alternativa a una defensa colectiva sobre la base de la OTAN y del paraguas de los EE UU en el largo plazo. Por supuesto, convendría avanzar en este tema a nivel europeo, en particular en la coordinación de las industrias de defensa nacionales para incrementar las sinergias y la eficiencia de los presupuestos, evitando duplicidades y mejorando capacidades, así como en la configuración de “cuarteles generales” para la coordinación de intervenciones europeas que, incluso en el largo plazo, solo podrán ser de carácter limitado.
4) Política Exterior: las decisiones de política exterior deberían pasar a ser adoptadas por mayoría cualificada. Potenciar el actual Servicio Exterior Común de tal manera que todos los servicios diplomáticos nacionales se fundieran en uno solo y actuaran al unísono.
5) Zona Euro: completar la Unión Bancaria (seguro de depósitos). Convocar una nueva conferencia intergubernamental en la que participarían solo aquellos países que estén de acuerdo con la creación de una Zona Euro reforzada encaminándose hacia una Unión Política. Renovación y reforma de las Instituciones: reforzar los poderes del Parlamento Europeo como cámara de primera lectura para la aprobación de las “leyes” europeas donde el interés general prime por encima de todo, dejando al Consejo como cámara de segunda lectura que tenga en consideración los intereses nacionales; reducir el número de Comisarios de la Comisión Europea de forma que deje de haber un representante por país (como sucede con el BCE) con elección directa de su Presidente por los ciudadanos o al menos por el PE (y no como propuesta del Consejo, a la que el PE da su beneplácito), lo que reforzaría su carácter federal. Un presupuesto federal suficiente para hacer frente a los shocks asimétricos y reducir las desigualdades entre países y regiones; mutualización de parte de la deuda pública; abordar el problema de los paraísos fiscales, aprovechando el Brexit (ya que una parte importante de los territorios implicados están bajo la soberanía del RU). Para el resto de países: acceso al Mercado Único como sucede hoy con Noruega.
Parlamento europeo, Estrasburgo (Francia)
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 3472
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La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)