miércoles, 28 de septiembre de 2022

Del sentido de ir a votar

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz jueves. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va del sentido de ir a votar si como dice en ella la escritora Carmen Domingo, la degeneración de la prensa y los políticos está contribuyendo al hastío y el desencanto de la política en Occidente, el modelo actual de democracia liberal es inoperante y absurdo, y su proceso de elección de líderes es ineficaz. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.






Modos de perder votantes
CARMEN DOMINGO
26 SEPT 2022 - El País


“He dado un golpe de nuevo. Estoy en plena forma”, se ufanaba Silvio Berlusconi hace unos días interrumpiendo una entrevista televisiva tras matar a una mosca. Hecho que, cómo no, fue recogido incluso en la prensa española. ¿Política? Mejor hablemos de cazar moscas y repitamos esa secuencia hasta la saciedad. Esta es una anécdota más de hasta dónde prensa y políticos pueden llegar en una degeneración que está contribuyendo al hastío y el desencanto de la política en Occidente. En España, según el Eurobarómetro del año pasado, el 75% de los españoles recela del Gobierno y del Congreso, mientras que el 90% desconfía de los partidos políticos, y de entonces hasta ahora me temo que los porcentajes no habrán variado mucho. Así las cosas, las preguntas salen solas. ¿Cómo hemos conseguido llegar aquí? ¿Quiénes han sido los facilitadores, instigadores, de este despropósito que nos perjudica a todos? ¿Qué debe cambiar para que esta tendencia se invierta? Porque, convendrán conmigo, el mero acto de bajar a comprar el pan, de decidir a qué colegio llevar a tu hijo o el local en el que adquirir un jersey es ya un acto político. Ya dijo Eisenhower que “la política debería ser la profesión a tiempo parcial de todo ciudadano”.
En España, como todos estamos inscritos por defecto en el censo electoral, no podemos saber quiénes se inscribirían o no para ir a votar, como sucede en otros países. Pero, evidencia se impone, elección tras elección disminuye el número de votantes que se acercan a las urnas y lo hacen —no es baladí la orientación ideológica— cada vez menos mayoritariamente aquellos votantes que habrían votado a un partido de izquierda.
Se me ocurren tres factores que explican esa desafección. El primero, el desencanto en la política, que parecía que antes estaba centrada en construir un orden social más justo y ahora está más preocupada por la permanencia en el cargo. El segundo, la pérdida de adhesión a los grandes ideales, que ahora parecen irrealizables o ya ni los recordamos, preocupados por lo cercano e inmediato. Y, el último, la decepción en el comportamiento de los políticos a quienes, cada vez más, vemos incapaces de cumplir sus promesas. La casuística va desde debates en torno a una cesta social de alimentos con límite de precio, que sabemos que el Gobierno no tiene capacidad de imponer; a políticos pillados diciendo que quieren hacerse ricos (Eduardo Zaplana dixit).
Todo lo anterior nos acerca a un malestar, a un rechazo, o protesta sobre los métodos de funcionamiento del sistema político en que vivimos, así como sobre sus instituciones y sus actores y, lo que es peor, a tener una sensación de abandono de los ciudadanos por parte del Estado y de sus representantes, los políticos. ¿Cuántas veces han escuchado aquello de “yo no me fío de los políticos”?
Está claro que ofrecer o prometer y no cumplir acaba pasando factura antes o después en las urnas, que son en definitiva las grandes damnificadas y con ellas la democracia. De hecho, los corruptos saben que su mejor aliado es una sensación ciudadana de que todos son iguales y, como consecuencia, aparece la apatía política y la resignación hacia la corrupción y el desprecio al ciudadano.
Y llegados a este punto, me surgen, también, tres hipótesis. No se vota porque: si esto ya está bien, para qué voto; si todo está mal, todo seguirá igual, y para qué voto; y por último, la actividad política no sirve de nada si los políticos han venido aquí a robar dinero y, claro, para qué voto.
Puesto que creo que la gente, mayoritariamente, no piensa en la primera razón, miedo me da que acabemos cayendo en alguno de los otros dos supuestos, porque no tengo duda de que los partidos políticos están previstos para canalizar demandas de la sociedad civil en el sistema político y ellos son los actores políticos en que debemos sustentarnos.
El Estado democrático, y sus representantes, deben ser lo suficientemente poderosos como para tener capacidad de respuesta ante las múltiples demandas de una sociedad civil fuerte y diversificada. Si ello no ocurre, el fantasma de la existencia de un gobierno desconectado del pueblo, de un futuro dominado por poderes ajenos a la democracia, comenzará a rondar en la cabeza de muchos ciudadanos (si no lo hace ya), lo que, no hace falta ser adivina, no promete demasiados beneficios sociales.
O sea, está claro que el modelo actual de democracia liberal es inoperante y absurdo y su proceso de elección de líderes es ineficaz (los presidentes salen elegidos con el apoyo de una quinta parte de los ciudadanos), y cuando se vota en no pocos casos se hace en negativo, porque aunque uno no acabe entusiasmado con opciones políticas que le son ajenas, siente que las propias le han defraudado.
En definitiva, ¿cómo va a confiar el ciudadano en la política si no suelen mantenerse los compromisos electorales, ni se centran en las demandas y necesidades reales de la ciudadanía?



















martes, 27 de septiembre de 2022

De dinero, impuestos e izquierda


 



Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz miércoles. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de dinero, impuestos e izquierdas, porque como dice en ella el poeta Luis García Montero, la izquierda puede hacer que en la crisis la discusión no sea una pelea entre políticos desacreditados, sino entre la sociedad y los millonarios que no quieren limitar sus beneficios en favor del bien común. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.






Don Dinero
LUIS GARCÍA MONTERO
26 SEPT 2022 - El País

Poderoso caballero es Don Dinero. La política hace bien en discutir de cualquier asunto que afecte a la vida de las personas: su identidad sexual y sus cuerpos, sus religiones y sus razas. Pero si la discusión sirve para ocultar el debate sobre el dinero, las buenas ideas son presa fácil de los estrategas reaccionarios. La manipulación de los instintos abona reacciones individuales que fragmentan el bien común y diluyen el respeto del otro bajo el grito de las propias obsesiones. La derecha neoliberal lleva tiempo caricaturizando los asuntos cívicos de la izquierda, desde el feminismo hasta la ecología y los migrantes. Consigue que las luchas de la emancipación se separen de las preocupaciones de las familias. En el 95 % de las casas se entiende que las mujeres deben cobrar el mismo salario que los hombres. Sin embargo, a la derecha le resulta fácil dejar el feminismo reducido al 1% si se trata de decir amigues en vez de amigos o amigas y de convertir la transexualidad en la única animadora de la conversación.
Al pensamiento emancipatorio le ha resultado siempre muy útil analizar el contexto de sus actuaciones. Sería conveniente aprovechar ahora que Don Dinero aflora en la crisis hasta el punto de caricaturizar al pensamiento de la derecha. El chiste bolivariano de un Gobierno socialcomunista y carnívoro de impuestos da hoy mucho menos juego que el impudor de la derecha cuando pone la política al servicio de las grandes fortunas. ¡Los ricos no deben pagar impuestos, mientras la nómina de los trabajadores es una sangría solidaria!
La izquierda conseguirá superar así la trampa de la degradación de la política cultivada por la derecha. Puede hacer que la discusión no sea una pelea entre políticos desacreditados, sino entre la sociedad y los millonarios que no quieren limitar sus beneficios en favor del bien común. Don Dinero sabe poner las cosas en su sitio.



















lunes, 26 de septiembre de 2022

De la democracia

 





Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz martes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de la respuesta del también historiador, Felipe Nieto, al alegato de hace unos días del catedrático José Álvarez Junco en favor de la democracia, que considera valioso y necesario, pero que sin embargo, considera discutible en cuanto a varios aspectos de la experiencia histórica del siglo XX. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.







Sobre fascismo y comunismo. Una respuesta a Álvarez Junco
FELIPE NIETO
24 SEPT 2022 - El País

La lectura del artículo Gorbachov y los fracasos del siglo XX, del historiador José Álvarez Junco, aparecido el 17 de septiembre en este periódico, ha producido en varias personas de mi entorno una cierta sorpresa. En mi caso, yendo un poco más allá de esa sensación, ha dado lugar a las siguientes reflexiones, expresión por esta vez de algunos desacuerdos con quien es ante todo un maestro y en buena medida un amigo.
Es de destacar el tono vehemente así como el carácter valiente del escrito del historiador. Su alegato en favor de la democracia es valioso y necesario. Sin embargo, su recurso a la experiencia histórica del siglo XX resulta discutible en varios aspectos. Son necesarios unos pocos matices, incluso en un escrito en el que voluntariamente se describen los hechos “de manera sucinta”, según sus palabras.
Comunismo y fascismo son los ejemplos de totalitarismo —término que Álvarez Junco evita escribir— en el siglo XX. Comparten muchos rasgos pero también significativas diferencias. Si ambos fueron enemigos de la democracia, no lo fueron en igual medida, ni en tiempo ni en forma.
Cuando surge el marxismo que sustenta el comunismo en el siglo XIX, la democracia era una aspiración minoritaria y de contenidos muy limitados, por lo que el objetivo de la utopía comunista de derrocar la sociedad burguesa y reemplazarla por la sociedad sin clases dejaba de lado la democracia, una superestructura política burguesa más. Alcanzar ese objetivo político comunista, por cierto, no se iba a producir “de la noche a la mañana”, como afirma Álvarez Junco. Más bien se trataba de una meta lejana, tanto más lejana cuanto más se iba adentrando el movimiento comunista en la historia, sobre todo en el siglo XX. En este tiempo sí, el comunismo de inspiración marxista leninista se declara decididamente enemigo de la idea democrática, lo que no impide, sin embargo, que unos años más adelante coopere con las democracias en la lucha contra el fascismo por motivos de interés mutuo.
El totalitarismo fascista, por su parte, un producto del siglo XX en todas sus versiones nacionales, nace con la aspiración declarada de destruir la democracia, incluso utilizando sus armas. Una vez en el poder, su necesaria voluntad de expansión le lleva a la guerra contra las razas y pueblos considerados inferiores y contra los sistemas débiles, como las democracias. Esta será la causa última de su “perdición”. Por lo tanto, su “fracaso”, en los términos benignos de Álvarez Junco, es en realidad una derrota sin paliativos, la ocurrida en la II Guerra Mundial, la mayor conflagración de la historia, provocada justamente por los fascismos.
El “fracaso” del comunismo soviético es, por tanto, muy diferente. Su hundimiento viene de la “imposibilidad” de reformarse, dice Álvarez Junco acertadamente, a propósito de los intentos fallidos de Mijaíl Gorbachov. Quedó patente en esos apasionantes años de finales del siglo XX la intrínseca incompatibilidad entre el comunismo soviético y la democracia.
Ahora bien, esta historia soviética y la de sus epígonos actuales no atiende a todo el variado panorama de los comunismos del siglo XX y del XXI. Como se sabe, después de 1945 los partidos comunistas occidentales, sin renunciar a sus programas máximos, sostenidos, eso sí, de forma cada vez más retórica, actuaron siempre en los parlamentos democráticos nacionales y se comprometieron a llegar al poder por procedimientos exclusivamente democráticos. El caso del PCI fue el más ejemplar, el que mejor representó la aporía del comunismo. Por su parte, el ilegal Partido Comunista de España (PCE) renunció a la toma violenta del poder en 1956, a partir de la Declaración de Reconciliación Nacional. Progresivamente, fue haciendo suyo el objetivo de la democracia para la España posfranquista. Qué clase de comunismo era este, se dirá. El comunismo occidental, libremente desarrollado en las sociedades abiertas y democráticas, un comunismo cada vez más próximo a la socialdemocracia, de la que salió a principios de siglo XX, a la que en buena medida ha acabado volviendo.
Álvarez Junco arremete al final de su escrito contra los comunismos aún vigentes, piezas dispersas y aisladas del espacio político actual y contra sus heterogéneos partidarios. Concuerdo vivamente con la denuncia de los subterfugios y circunloquios vergonzantes de que los defensores de aquellos hacen uso para no calificar como dictaduras a regímenes como el cubano, triste espectro superviviente para desgracia de su pueblo. Ya hace muchos años, luchadores de aquellos ámbitos político–geográficos lamentaban el apoyo a gobiernos dictatoriales por parte de sedicentes izquierdistas occidentales, amparados en las libertades y derechos de que disfrutaban en sus estables democracias.
Sin embargo, no puedo seguir al autor del artículo cuando señala a algunos grupos políticos de hoy, incluso a ministros del actual Gobierno —la mayoría encuadrados en Unidas Podemos— que se siguen declarando comunistas “sin ruborizarse”, dice Álvarez Junco. Podrá parecer esto bien o mal, mejor o peor. Pero, en mi opinión y según mis informaciones, estos grupos y estos políticos han actuado y han asegurado que actuarán conforme a métodos y principios democráticos. ¿Qué más podemos pedir?
Este es también el triunfo de la democracia. Y necesitamos que lo siga siendo en estos tiempos de amenazas a la democracia, de democracias iliberales y de auge de los neofascismos, históricos enemigos de la democracia revitalizados. Todas las fuerzas serán imprescindibles.
















domingo, 25 de septiembre de 2022

De las virtudes del azar

 




Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes. Mi propuesta de lectura de prensa para hoy va de las virtudes del azar, pues como dice en ella el genetista y divulgador científico Javier Sampedro, parece una buena idea impedir, con formas racionales e imaginativas, que los sesgos perpetúen las injusticias. Se la recomiendo encarecidamente y espero que junto con las viñetas que la acompañan, en palabras de Hannah Arendt, les ayude a pensar para comprender y a comprender para actuar. Nada más por mi parte salvo desearles que sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Nos vemos mañana si la diosa Fortuna lo permite. Tamaragua, amigos míos.






Si eres peor que el azar, usa el azar
JAVIER SAMPEDRO
22 SEPT 2022 - El País

Imagina un examen tipo test, digamos que tenga cuatro posibles respuestas por pregunta. Si aciertas la cuarta parte de las respuestas, te tendrán que poner un cero, porque eso es justo lo que acertaría una tribu de 12 monos tecleando al azar. Pero ¿qué nota merecerías si acertaras menos de la cuarta parte? ¿Un número negativo, irracional, imaginario, cuántico? Nada de eso. Así como no dar ni una de las 14 en una quiniela requiere cierto talento, responder un examen peor que el azar revela un sesgo. Si lanzas una moneda un millón de veces y salen 600.000 caras, el sesgo está en la moneda. Si tú respondes al examen peor que el azar, el sesgo está en tu mente, tal vez como un prejuicio inconsciente, un interés inconfesable o un modelo erróneo del mundo. No es nada raro. Es la especie humana, amigo.
Luchar contra los sesgos es una cuestión de educación, por supuesto, pero mientras arreglamos esas averías de fondo que nos pueden llevar siglos —o una eternidad, vista la rapidez a la que reaccionan nuestros sistemas educativos— parece una buena idea impedir, con formas racionales e imaginativas, que los sesgos perpetúen las injusticias que observamos ahora. Y una de esas estrategias es delegar en el azar cuando el azar lo hace mejor que nosotros. Es una tendencia en alza en el mundo intelectual, y quería informarles de ella antes de que perdamos el tren de nuevo.
La ciencia va por delante en esta iniciativa, como yo creo que debe ocurrir, puesto que se basa en datos fiables y teorías informadas. El Reserch on Research Institute (RoRI, Instituto de Investigación sobre la Investigación) es un consorcio coordinado por las universidades de Sheffield y Leiden y que se dedica abiertamente a someter a prueba, evaluar y experimentar con muchos ángulos del sistema de investigación internacional, su toma de decisiones y su eficiencia en el reparto de fondos. Sus investigaciones muestran que los humanos lo hacemos peor que el azar en esos aspectos, y sobre todo cuando dos proyectos que solicitan dinero exhiben una calidad muy similar, y superior al umbral de excelencia que requiere el financiador. En esos casos, los tribunales humanos patinan sobre el sucio hielo del prejuicio, lo que está muy feo en cualquiera, pero más aún en un científico.
Los sesgos son siempre los mismos, y seguramente no son específicos de la ciencia, ni del mundo académico. Favorecen a los investigadores más establecidos, a los nombres más reconocibles y a los que pertenecen a las universidades o institutos más prestigiosos. Son prejuicios comprensibles, pero carecen de la menor justificación empírica y es preciso erradicarlos de los procesos de decisión. Puesto que funcionan peor que el azar, la solución más rápida, simple y justa es utilizar el azar. Eso aniquila el sesgo de manera instantánea, puesto que el azar es tan idiota que no tiene ni prejuicios. La Academia Británica, la Fundación Volkswagen en Alemania, la Fundación Austriaca para la Ciencia y el Consejo de Investigación Sanitaria de Nueva Zelanda están promoviendo el azar en detrimento del prejuicio, y la revista Nature les ha dado su respaldo editorial. La moraleja es simple: si eres peor que el azar, usa el azar.