martes, 11 de septiembre de 2018

[SONRÍA, POR FAVOR] Un toque de humor para hoy martes, 11 de septiembre




Mafalda, por Quino


El Diccionario de la lengua española define humorismo como el modo de presentar, enjuiciar o comentar la realidad resaltando el lado cómico, risueño o ridículo de las cosas. También, como la actividad profesional que busca la diversión del público mediante chistes, imitaciones, parodias u otros medios. Un servidor de ustedes tiene escaso sentido del humor, aunque aprecio la sonrisa ajena e intento esbozar la propia. Así pues, identificado con la primera de las acepciones de la palabra humor del Diccionario de la Lengua Española, en la medida de lo posible iré subiendo periódicamente al blog las viñetas de mis dibujantes favoritos en Canarias7, El Mundo, El País y La Provincia-Diario de Las Palmas. Disfruten de ellas. 



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Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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"Atrévete a saber" (Kant); "La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire); "Estoy cansado de que me habléis del bien y la justicia; por favor, enseñadme de una vez para siempre a realizarlos" (Hegel)

lunes, 10 de septiembre de 2018

[CUENTOS PARA LA EDAD ADULTA] Hoy, con "Licantropía", de Rubén Bareiro Saguier





El cuento, como género literario, se define por ser una narración breve, oral o escrita, en la que se narra una historia de ficción con un reducido número de personajes, una intriga poco desarrollada y un clímax y desenlace final rápidos. Desde hace unos meses vengo trayendo al blog algunos de los relatos cortos más famosos de la historia de la literatura universal. Obras de autores como Philip K. Dick, Franz Kafka, Herman Melville, Guy de Maupassant, Julio Cortázar, Alberto Moravia, Juan Rulfo, Jorge Luis Borges, Edgar Allan Poe, Oscar Wilde, Lovecraft, Jack London, Anton Chejov, y otros.

Continúo hoy la serie de Cuentos para la edad adulta con el titulado Licantropía, de Rubén Bareiro Saguier (1930-2014), escritor, poeta y abogado paraguayo, Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Asunción y Doctor de Estado en Letras y Ciencias Humanas por la Universidad Paúl Valéry-Montpellier III.

En el 1962 obtiene una beca para estudiar en la Universidad Paúl Valéry-Montpellier III, por lo cual se muda a Francia. Dos años después se publica "Biografía de ausente", su primer libro. En este país trabaja como asistente y lector de español en la Universidad de París, y luego como catedrático de literatura hispanoamericana y lengua guaraní en la Universidad de Vincennes. También formó parte del Centro Nacional de la Investigación Científica en París. El año 1971 recibe el premio cubano "Casa de las Américas", por lo que en una de sus visitas a Paraguay es arrestado en el tristemente famoso Departamento de Investigaciones del régimen de Alfredo Stroessner, acusado de subversión, lo que hace que se movilicen intelectuales del mundo entero para reclamar su liberación. Entre ellos, Jean-Paul Sartre, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Ernesto Sabato, Simone de Beauvoir, Roland Barthes, Fernando Savater, Vicente Aleixandre, Marta Lynch y Manuel Puig. Liberado, es expulsado del país, condenado a un exilio que duraría hasta la caída de la dictadura en 1989. Entre 1994 y 2003 es nombrado embajador de Paraguay en Francia. ​Fallece en Asunción de un infarto en marzo de 2014. Les dejo con su relato Licantropía:



LICANTROPÍA
de 
Rubén Bareiro Saguier


Cuando ayer lo vi en la calle, tan cadavérico, me vino a la memoria la cantidad de rumores que corrían por el pueblo a propósito del tío Cabrilla y de la tía Lalí. «Mentiras», decía mi madre; «calumnias», sentenciaba -más severo mi padre, coreado por los comentarios indignados de sus hermanas. Aunque luego, hasta mamá pareció cambiar de opinión, o por lo menos guardaba silencio, cuando se hablaba de la cosa.

Y todo eso me volvió a la memoria cuando el tío Cabrilla se me cruzó por la misma vereda, sin siquiera reparar en mi presencia. En la mía o en la de cualquiera otra persona. Iba con la mirada opaca perdida en algún lugar vacío del espacio o del limbo. Descarriado y ausente, paseaba lentamente su esqueleto, con la marca neta de los huesos bajo la piel, verdosa de tan amarillenta o cerosa. Era la primera vez que notaba tan claramente estos detalles, quizá olvidados por los años o disimulados por la mirada neutra del niño hacia seres tan poco atractivos, como estos tíos entrevistos en medio del ajetreo apasionado del mundo de los trompos, escondites, arroyos y caballos en el intenso tiempo de las vacaciones o feriados largos que nos devolvía al pueblo. Recuerdo, sin embargo, que a la pandilla de hermanos y primos nos llamaba bastante la atención la vida recoleta que los tíos llevaban en la casona oscura que hacía esquina frente a la plazoleta lateral de la iglesia, que «Cuando se fundó el pueblo era el cementerio parroquial», afirmaban los chismosos, relacionándolo con su ubicación. Era la única casa que los niños visitábamos escasamente en las excursiones de langostas o de loros parlanchines que hacían el gozo o, a veces, el terror de los tíos y tías. Quizá porque nos cohibía la adusta seriedad -quizá el aspecto, aunque no podría asegurar- de Lalí y del tío Cabrilla. O tal vez fuera el aura de la casa, con sus piezas sombrías y húmedas, casi siempre cerradas.

Las habladurías habían comenzado, según pude sonsacarle a mamá, cuando Jacinto Cabrilla casó con la tía Lalí. Cabrilla era séptimo hijo varón, «sin interrupciones de hembras», como requisito indispensable, según asegura la creencia popular. Y lo notable del caso, es que don Cabrilla pidió en matrimonio, de manera intempestiva e imprevista, a la séptima hija mujer en la familia de mis abuelos (papá era el octavo vástago, el primer varón de los nueve hermanos). Pero esto pudo no haber sido sino mera coincidencia. Es bien sabido que las mujeres nunca se vuelven luisón, palabra que no posee femenino. Una serie de hechos poco comunes en el ritmo tranquilo del pueblo habría ido tejiendo los hilos de la leyenda a propósito de la pareja de «originales». Es cierto que ni a él ni a ella les gustaba salir durante el día. «Ese sol agresivo hace daño, ¿no ven cómo les pone negritos y raquíticos a los campesinos?», solía decir la tía, no sin un dejo de desprecio. El color blanco leche de su piel, así como el amarillento verdoso de la de su marido, sería resultado de esa común aversión a la luz solar. O como ellos decían, la causa, pues necesitaban protegerse de los efectos dañinos que les podrían hacer asemejarse a la chusma-plebe, como más de una vez les escuché decir.

Sea como fuera, la tía Lalí salía poco. A él, por el contrario, se lo veía a menudo vagabundear por las calles desiertas del pueblo, luego de caída la noche. Yo mismo lo encontré alguna vez paseando su larga osamenta, el aire distraído, por los alrededores de la plaza de la iglesia. Haciendo memoria, de golpe me acordé de haberlo cruzado una noche, seguido de una jauría de perros que ladraban o aullaban. Lo recordé porque me impresionó el brillo de los ojos ausentes, el color ceniciento de la piel bajo el resplandor fantasmal de la luna llena. Sería después de la medianoche, pues volvía con el primo Miguel de una serenata y, como ayer, tampoco esa vez reparó en nuestra presencia. Nos quedamos sorprendidos, mirándolo hasta que se perdió en la calleja que llevaba a su casa. Seguimos caminando, callados, pero yo estaba seguro de que Miguel iba pensando lo mismo que yo.

Su fama de Luisón se fue extendiendo por el pueblo, entre sus paseos nocturnos, los rumores y la inquietud -no demasiado vehemente, es cierto- de la familia; entre la vida recatada de encierro diurno que llevaba la pareja, y las ausencias súbitas del pueblo. La gente decía que en estas «desapariciones» el tío se encerraba en un sótano lleno de libros raros, de botellas retorcidas y de alambiques de cobre. Y que las noches de luna llena iba a la plazoleta de la iglesia, al antiguo cementerio de los comienzos del pueblo, para librarse a prácticas estrambóticas, a los revolcones entre cadáveres. A los primos nos costaba creer, tanto más que quien difundía estas «habladurías» -al decir de las tías- era la vieja loca de Cotí, que durante años fue sirvienta en casa de los Cabrilla. Hace mucho tiempo, de manera que nunca pude saber si estuvo trastornada desde siempre, o si se volvió así en casa de los tíos.

Pero con respecto a estas historias, un hecho notable está registrado en los anales del pueblo. Fue una noche de luna llena, redonda, inquietante de tan luminosa. Un viernes, y en esto el padre Laya era categórico. El cura volvía de casa de la Sindulfa, según versiones irreverentes; de una reunión con amigos feligreses, como aseguraba él. Sería hacia la medianoche, cuando el padre vio en la plazoleta lateral de la iglesia un enorme perro negro de ojos centelleantes rodeado de una manada de canes de erizada pelambre y aulladora presencia. El perrazo se revolcaba sobre la carroña de un gato muerto y un montón de basura desparramada en el lugar. Por momentos, contaba luego el cura, el extraño animal arañaba furiosamente el suelo, como buscando algo enterrado. Los aullidos de la jauría aumentaban de tono en esos instantes. El padre Laya se asustó ante espectáculo tan inusitado, y empezó a gritar, a ver si conseguía espantar a los perros. Las voces del sacerdote atrajeron la atención de los canes que se encaminaron hacia donde él estaba. Se le puso los pelos de punta y blandiendo la cruz del pectoral la dirigió hacia la manada, que se acercaba amenazante. Al perrazo negro le refulgía la mirada, como si el arma bendita esgrimida por el padre Laya lo atrajera y excitara. El cura pegó un salto hacia atrás y de tres zancadas ganó la puerta de la sacristía cercana. Cuando al instante regresó con la carabina que allí guardaban, el perro negro se dirigía hacia la calle -los otros habían desaparecido- que separa la plazoleta de la casa de los Cabrilla. El padre emprendió una breve carrera, y aprovechando de la claridad del plenilunio, apuntó y disparó dos tiros. El perro se detuvo un instante y cuando comenzó a cruzar la calle, el sacerdote vio que rengueaba como si el impacto del disparo le hubiera alcanzado en la pata izquierda trasera. Cuando el Padre llegó al sitio en que el perro habría sido herido, este había dado vuelta a la esquina. Fueron inútiles las pesquisas realizadas por los policías de fracción, el sacristán y los numerosos vecinos que acudieron atraídos por los tiros de la carabina y los gritos del sacerdote. Entre todos pudieron comprobar las gotas de sangre, absorbidas por la arena que separa la plazoleta de la iglesia de la vereda de los Cabrilla. Esa noche, en medio de la búsqueda inútil, el padre Laya estuvo muy locuaz, quizás por la natural emoción del episodio que acababa de vivir, aunque algunos vecinos atribuyeron su excitación a los efectos del trago. «El maldito aprovechó la breve ausencia de Dios a la medianoche de los viernes de plenilunio», exclamaba a gritos. Y agregaba repetidamente: «Pero se lo di, mediante que la carabina está cargada con bala de plata bendecida. Lo vi renguear, tiene que estar por aquí nomás». Claro que la devoción exagerada del cura por san Onofre, el santo de la caramañola colgada de un hombro, volvía dudosas sus aseveraciones. Tanto más que el mismo padre Laya, al día siguiente, ya más tranquilo o más lúcido, mitigaba sus expresiones exaltadas de la víspera; parecía dudar por momentos, omitía detalles o reducía la ferocidad del perro negro y la intensidad del fuego en sus ojos. Aunque en ningún momento se desmintió acerca del episodio de la medianoche del viernes, su versión de los hechos se edulcoraba a medida que avanzaba el día sábado. Muchos desconfiaban que esta desinfladura era una actitud de «caridad cristiana» hacia el que aparecía como principal implicado en la aventura del luisón: el tío Jacinto. Y después de todo, don Cabrilla era un honorable feligrés del padre Laya, uno de los integrantes de su recua -negro perro o no en las noches de luna llena- que más contribuía a alimentar los fondos parroquiales, no demasiado abundantes en este pueblo en que los «negritos y escuálidos» eran mayoría.

Justamente, el matrimonio Cabrilla era el que ofrendaba la misa vespertina del sábado, en sufragio del alma del abuelo, padre de Lalí. La misa cantada, luego del toque del ángelus, había comenzado en la iglesia abarrotada de gente. Los pudientes y los humildes habían acudido a rendir homenaje a don Cripirano, que en vida fuera caudillo y generoso semental en la comarca. Que no se los viera a los Cabrilla durante el día, no era muy sorprendente. Pero que no aparecieran en la misa aniversario -que comenzó con retraso para esperarlos- era causa de comentarios susurrados en la iglesia. Entre el agnus dei y el sanctum, la pareja hizo su aparición. El tío jacinto más pálido, huesudo y descuajeringado, se apoyaba en el brazo derecho de su esposa. Atravesaron la nave lentamente hasta ganar el banco que les corresponde por derecho de donación. Un silencio sepulcral acompañaba la leve cojera del tío Jacinto. El mismo padre Laya, que en esos momentos se había vuelto para impartir la bendición a los fieles, no pudo evitar dirigir la mirada consternada al pie izquierdo que el orgulloso caballero posaba lenta, cuidadosa y parsimoniosamente en el suelo: un pie vendado y enfundado en una amplia alpargata que contrastaba con el brillo oscuro de su zapato de charol lustroso en el pie derecho. Al Padre Laya le quedó un pedazo de la bendición en el aire.

Pero claro, todo esto es vieja historia de comadreos pueblerinos, de la que no me acuerdo el epílogo. Vagamente recuerdo que el domingo temprano era el duro momento del fin de las vacaciones. Después, alguien de la familia me comentó que los Cabrilla se habían ausentado por un tiempo largo del paraje. Y luego el tiempo pasó, yo dejé de ir más a menudo al pueblo: papá murió, mamá vino a vivir a la capital. Supe que la tía Lalí estuvo enferma, de una dolencia rara; que recurrió a los mejores especialistas de la plaza, que viajó a Buenos Aires varias veces, en consulta con otros especialistas, recurriendo a centros aún más especializados. Y luego la noticia de su muerte. La enterraron en el pueblo, y como yo andaba por entonces escondido, en prisión o expulsado -no recuerdo bien-, no pude asistir a su sepelio. Hubiera querido hacerlo, porque la tía Lalí fue el puente con ese mundo insólito del luisón de la infancia y al mismo tiempo, posiblemente un parapeto para el sospechoso héroe de esa aventura: Jacinto Cabrilla, su marido. Por eso es que anoche, después del encuentro imprevisto con este raro personaje, fui a ver a mamá. Quería saber algo más; adivinaba que detrás de su discreción, de su equilibrio providencial, de su ecuánime projimidad, ella sabía cosas que yo desconocía sobre esta historia que, de golpe, me apasionaba; detalles, aspectos, anécdotas que yo ignoraba.

Me recibió en la calma atmósfera que le caracterizaba, con el cariño tranquilo y al mismo tiempo especial que, según mis hermanos, le profesa a su hijo preferido. Hablamos largamente sobre muchos temas y sobre el que despertaba mi curiosidad especial. No adquirí mayor certidumbre -sino lo contrario- acerca del tío Jacinto y de su supuesta calidad de Luisón. Sentía, sin embargo, que había algo que se le atragantaba; desviaba la mirada cuando yo le insistía. Ya cuando me levantaba para marcharme, me dijo tímidamente:

-No sé si sabés, yo me encargué de preparar el cadáver de Lalí, a pedido especial de Jacinto…

La miré con silenciosa curiosidad, como animándole a que siguiera.

-Mi hijo, era horrible… Yo no sé de qué murió Lalí; los médicos hablaron vagamente de una enfermedad llamada lupus… Cuando la desnudé para ponerle la mortaja, los pies de mi pobre cuñada estaban desfigurados, con aspecto de patas de perro, o de lobo… llenos de pelos negros y espesos que le subían por las piernas…







Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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domingo, 9 de septiembre de 2018

[TRIBUNA DE PRENSA] Lo mejor de la semana. Septiembre, 2018 (II)





Dicen que elegir es descartar y estoy de acuerdo con ello. Asi pues, asumo la responsabilidad de mi elección. Aquí les dejo los Tribuna de prensa que durante la pasada semana he ido subiendo al blog cada día. Como dijo Hannah Arendt espero que les inviten a pensar para comprender y comprender para actuar. La vida, a fin de cuentas, no va de otra cosa que de eso. Se los recomiendo encarecidamente porque creo, sinceramente, que merecen la pena. Y si me equivoco, perdónenme, por favor. Otra vez acertaré. Les dejo con ellos:

Innovación política, por Cristina Monge


Y desde los enlaces de más abajo pueden acceder también a algunos de los diarios y revistas más relevantes de España, Europa y el mundo, actualizados continuamente. Espero que los disfruten:

El País (España)
Le Monde (Francia)
The New York Times (EUA)
The Times (Gran Bretaña)
Le Nouvel Observateur (Francia)
Chicago Tribune (EUA)
El Mundo (España)
Gazeta Wyborcza (Polonia)
La Vanguardia (España)
Los Angeles Times (EUA)
Canarias7 (España)
El Universal (México)
Clarín (Argentina)
L'Osservatore Romano (Vaticano)
La Voz de Galicia (España)
NRC (Países Bajos)
La Stampa (Italia)
Frankfurter Allgemeine Zeitung (Alemania)
Le Figaro (Francia)
Tages Anzeiger (Suiza)
Komsomolskaya Pravda (Rusia)
Excelsior (México)
Die Welt (Alemania)
El Nuevo Herald (EUA)
El País Semanal (España)
Revista de Libros (España)
Letras Libres (España)
Claves de Razón Práctica (España)
Cuadernos para el diálogo (España)
Litoral (España)
Jot Down (España)
Real Instituto Elcano (España)
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales (España)
Der Spiegel (Alemania)
The New Yorker (EUA)
Política Exterior (España)
Cidob (España)
Concilium (España)
Le Monde Diplomatique (Francia)
Le Nouvel Afrique (Bélgica)
Time (EUA)
Life (EUA)
Revista Española de Ciencia Política (España)
Cambio16 (España)
Jeune Afrique (Francia)
Tiempo (España)
Historia y Política (España)
Newsweek (Estados Unidos)
Nature (Estados Unidos)
Historia National Geographic (España)
Paris Match (Francia)
Instituto Nacional de Estadística (España)
National Geographic (Estados Unidos)
Investigación y Ciencia (España)
Centro de Investigaciones Sociológicas (España)
Expresso (Portugal)
Boletín de Investigación Filosófica Disputatio (España)
Historia Constitucional (España)
Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España)
Les Temps Modernes (Francia)
Red Española de Filosofía (España)
Revista de Occidente (España)
Pensamiento al margen (España)
Paideia. Revista de Filosofía y Didáctica Filosófica (España)
EsGlobal. Política, Economía e Ideas sobre el mundo (España)
Nexos. Sociedad, Periodismo y Literatura (México)
Araucaria. Revista de Filosofía, Política y Humanidades (España)
Café Montaigne. Revista de Cultura y Filosofía (España)
Eunomia. Revista en Cultura de la Legalidad (España)
Nueva Revista de Política, Cultura y Arte (España)
Índice de revistas electrónicas por materias

Y desde estos otros a los especiales sobre:


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[PARLAMENTO] Diario de Sesiones de las Cortes Generales. Septiembre, 2018 (II)





Las Cortes Generales representan al pueblo español y están conformadas por el Congreso de los Diputados y el Senado. Ambas Cámaras ejercen la potestad legislativa del Estado, aprueban sus Presupuestos, controlan la acción del Gobierno y tienen las demás competencias que les atribuye la Constitución. 

En los Diarios de Sesiones de las Cámaras se reflejan literalmente los debates habidos en los plenos y las comisiones respectivas y las resoluciones adoptadas en cada una de ellas. Los demás documentos parlamentarios: proyectos de ley, proposiciones de ley, interpelaciones, mociones, preguntas, y el resto de la actividad parlamentaria, se recogen en los Boletines Oficiales del Congreso de los Diputados y del Senado. 

Desde este enlace pueden acceder a toda la información parlamentaria de la presente legislatura, actualizada diariamente. Les recomiendo encarecidamente que la exploren con atención si tienen interés en ello. Y desde estos otros a las páginas oficiales de las principales instituciones políticas nacionales, europeas y locales.

INSTITUCIONES NACIONALES
Casa de S.M. el Rey
Congreso de los Diputados
Senado
Presidencia del Gobierno
Tribunal Constitucional
Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial
Consejo de Estado
Boletín Oficial del Estado

INSTITUCIONES EUROPEAS

Parlamento Europeo
Consejo Europeo y Consejo de la Unión Europea
Comisión Europea
Tribunal de Justicia de la Unión Europea
Tribunal Europeo de Derechos Humanos
Diario Oficial de la Unión Europea

INSTITUCIONES LOCALES
Parlamento de Canarias
Gobierno de Canarias
Cabildo de Gran Canaria
Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria

Esta semana que termina la actividad parlamentaria se ha centrado en una sesión plenaria del Congreso y de varias de sus comisiones. Desde los enlaces siguientes pueden acceder a los diarios de sesiones respectivos.  

I. CONGRESO DE LOS DIPUTADOS

MARTES, 4 DE SEPTIEMBRE
1. Comisión de Educación y Formación Profesional
2. Comisión de Seguimiento del Pacto de Toledo
3. Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera en España

MIÉRCOLES, 5 DE SEPTIEMBRE
1. Comisión de Política Territorial y Función Pública
2. Comisión para el Estudio del Modelo Policial del Siglo XXI
3. Comisión de Investigación sobre la Crisis Financiera en España

JUEVES, 6 DE SEPTIEMBRE

Esta la agenda prevista para la semana próxima tanto en el Congreso como en el Senado. Y desde estos otros enlaces pueden acceder al programa que RTVE ofrece semanalmente sobre la vida parlamentaria y al blog de las Cortes Generales dedicado a la Conmemoración del 40º aniversario de la Constitución de 1978.





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