Las especulaciones sobre una posible suspensión del Brexit han crecido desde hace ya tiempo, alentadas por una constatación de los cada vez más evidentes costes que Reino Unido podría afrontar fuera de la Unión, dice en un reciente artículo Carlos Closa Montero, profesor de Investigación del Instituto de Políticas y Bienes Públicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en Madrid.
En junio de este año, Donald Tusk reflejaba esa posibilidad, presentada como un “sueño” y parafraseando a John Lennon: “You may say I am a dreamer but I’m not the only one”. Pero, ¿es posible realmente detener el proceso del Brexit? Desde un punto de vista legal, es posible aunque también complicado. Hasta marzo de 2019, Reino Unido podría, oficialmente, comunicar que retira su notificación de retirada (que es la que activa el proceso).
Llegados a este punto, parece sin embargo que esta no podría ser una decisión puramente unilateral y los 27 tendrían que consentir en que Reino Unido permaneciese en la Unión. Este acuerdo es necesario para, como mínimo, neutralizar la interpretación puramente mecánica del artículo 50 que estipula que los tratados cesarán de aplicarse al Estado que comunica su decisión de retirarse al cabo de dos años. Probablemente, el Consejo Europeo tendría que buscar, en ese escenario, alguna fórmula legal que permitiese sortear ese automatismo; por ejemplo, una decisión que interpretase el artículo 50 o una extensión ad infinitum de la negociación del acuerdo de retirada lo que equivaldría a crear una especie de pertenencia en una situación de limbo. No muy elegante, no muy fino desde el punto de vista legal, pero políticamente eficaz (y, en este caso, la política predomina).
Pero más allá de las posibilidades legales, el cálculo político debería gobernar tal decisión. ¿Es realmente un sueño para la Unión Europea que Reino Unido reconsidere su decisión? ¿Le conviene a la UE detener el Brexit y reintegrar a Reino Unido? La respuesta afirmativa no es tan evidente como pueda parecer. Por una parte, la salida de Reino Unido implicará costes también para la UE. Pero en las negociaciones de retirada, la UE cuenta con una posición bastante más fuerte que la británica, por lo que es previsible que el acuerdo de relaciones futuras refleje mejor las prioridades de la propia UE. Si el escenario a la Noruega (con participación en el mercado único, adoptando la totalidad de la normativa europea pero sin voz ni voto en su adopción y contribuyendo al presupuesto comunitario) acaba triunfando, la UE puede disfrutar de bastantes de las ventajas de la pertenencia de Reino Unido a la UE sin gran parte de sus inconvenientes. Y esta es la segunda consideración a tener en cuenta: ¿cuáles son las desventajas políticas de detener el Brexit y mantener a Reino Unido dentro de la UE? Por una parte, el anuncio de la retirada ha influido positivamente en la recuperación del impulso integrador adormecido en los últimos tiempos, bajo un liderazgo franco-alemán rejuvenecido. Aún sin levantar grandes expectativas, los 27 parecen ahora más dispuestos a explorar el reforzamiento de su cooperación en ámbitos como la defensa o la unión monetaria y económica. La vuelta de Reino Unido al club podría amenazar esta dinámica y no solo por la tradicional actitud reticente de los Gobiernos británicos hacia los progresos en la integración.
En la situación actual, la profunda fractura creada por el referéndum y el Brexit en la sociedad británica parece lejos de cerrarse y sería de esperar que la batalla agónica sobre la pertenencia a la Unión continuase en un escenario de detención del Brexit y mantenimiento de la pertenencia. Peor aún, el actual Gobierno británico y, por extensión, el partido conservador, no ofrece ninguna fiabilidad como socio responsable dentro de la UE, si se juzga por el comportamiento tenido hasta el momento en la negociación del Brexit. Y lo mismo se aplica al partido laborista, abonado subrepticiamente a las tesis del Brexit “duro” (la ruptura de vínculos con la Unión).
La vuelta de Reino Unido a la Unión es deseable a medio y largo plazo. Pero la UE, que es una unión de Estados, no debe ser una cárcel para aquellos que quieran ejercer su soberanía. Por ello, también es esencial que aquellos que quieran ser miembros del club entiendan precisamente en qué consiste el ejercicio de la soberanía en el globalizado siglo XIX. El objetivo de la UE debe ser garantizar la prosperidad de sus ciudadanos y actuar conforme a sus valores, no acomodar los vaivenes de una clase política irresponsable. A pesar de sus innumerables contribuciones al proyecto europeo, concluye diciendo el profesor Closa, a día de hoy nada demuestra que la UE vaya a ser un sitio peor sin Reino Unido.