domingo, 17 de noviembre de 2024

De las viñetas de humor de hoy domingo, 17 de noviembre de 2024

 





























sábado, 16 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy sábado, 16 de noviembre de 2024

 







Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz sábado, 16 de noviembre de 2024. La desnudez existencial solo se percibe desde la conciencia, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, pues en el mito bíblico, es la mujer la que provoca el advenimiento de la conciencia, y por lo mismo el advenimiento de la humanidad. En la segunda de ellas, un archivo del blog de noviembre de 2016, uno de nuestros filósofos más controvertidos decía: lamento que los votantes en una consulta o en unas elecciones se pronuncien mayoritariamente contra lo que aconsejan los expertos más fiables o la simple argumentación racional, pero me alegro de que tal desvío pueda ocurrir, porque la capacidad masiva de disparatar a coro es una prueba de salud democrática. El poema de hoy, en la tercera, se inicia con estos versos de una poetisa mexicana contemporánea: No solo me hablaba tu alma sino también tu cuerpo./El cuerpo sabe más sobre sí mismo que lo que de él sabemos./Mi alma se reconocía en la idea que se hacía de mi cuerpo tu mirada. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt













De la desnudez existencial

 






El mito del Paraíso nos indica que la conciencia es conciencia de la desnudez, afirma en El País [La desnudez existencial, 14/11/2024] el escritor Jesús Ferrero. Superficialmente se podría pensar que lo que de pronto emergió en el Edén fue la conciencia moral, que vería la desnudez como una mancha o una obscenidad, pero uno cree que esa desnudez física de Adán y Eva junto al manzano es la metáfora de la desnudez existencial y de la fragilidad que esa desnudez produce. Estamos solos bajo el hondo cielo; era la obsesión de Kierkegaard: la soledad en mitad de las inmensas conglomeraciones de vacío y de materia. Eso es lo que de pronto sienten Adán y Eva.

La desnudez existencial solo se percibe desde la conciencia. Adán y Eva se sienten inmensamente desnudos bajo las estrellas en el momento en el que surge en ellos la conciencia de ser. En el mito bíblico, es la mujer la que provoca el advenimiento de la conciencia, y por lo mismo el advenimiento de la humanidad, pues no concebimos al ser humano sin conciencia de su propio ser, y sin la desnudez existencial que procura esa conciencia.

Ahora huimos de las emociones y reflexiones que causa la desnudez existencial sirviéndonos de toda suerte de juguetes y fetiches, pero ese carrusel de luces cegadoras no evita que a veces te encuentres frente a lo real, frente a la muerte. No es bueno entonces entregarse al pánico, es mejor ponerse a pensar, elevarse por encima de todas las determinaciones y sacar conclusiones generales. Es lo que solemos hacer tras una tragedia.

El futuro es incierto pero el pasado puede estudiarse, sin omitir capítulos. La verdadera conciencia siempre aspira a la verdad en toda su extensión, pensé mientras estaban enterrando a mi madre. Tras el entierro de una madre sales del cementerio gravitando en lo inconcreto, como si sintieses que no hay asideros. Sabes que tus pasos están contados: la conciencia que te engendró es ya una dimensión perdida y recuerdas a Kierkegaard cuando decía: “¿Si el ser humano no tuviera verdadera conciencia de eternidad, si en el fondo de todas las cosas no hubiera más que una fuerza salvaje, bullendo y produciéndolo todo, lo grande y lo fútil, en un remolino de oscuras pasiones, si bajo las cosas no existiese más que un vacío sin fondo, imposible de llenar, ¿qué sería entonces de la vida?”.

La conciencia de eternidad de la que habla Kierkegaard no sería la conciencia de una especie de infinitud celestial donde residen los gloriosos de la Divina Comedia, ni la creencia en Dios o en su eternidad, significaría más bien tener una mirada larga en el espacio y el tiempo, y hacerse cargo de toda la aventura humana. Dicho de otra manera: si de pronto evitásemos toda trascendencia y nos colocásemos en el ojo del huracán en el que se coloca Kierkegaard, que coincidiría con el momento de máxima desnudez existencial ante la crueldad de la vida, veríamos todavía mejor el significado de las construcciones humanas y su razón de ser. A decir verdad, todas las creaciones humanas, y especialmente las del espíritu, quieren ser puentes que nos permitan sortear el remolino oscuro y el vacío imposible de llenar. En realidad son frágiles pasarelas sobre el abismo, que nos han legado los muertos y que consiguen comunicarnos un cierto aliento de eternidad, un alargamiento del espacio y del tiempo: solo eso le da profundidad a la historia, que sería el lugar en el que moran los que se han ido.

Dos días antes del entierro de mi madre, la comarca donde se ubica el cementerio era un torbellino de humaredas que llegaban desbocadas desde el núcleo del incendio en la Sierra de la Culebra, hogar de lobos. Las llamas pasaban de un árbol a otro a velocidades desconocidas. Buscaban las encinas, abrasaban sus copas y seguían adelante, como si les hubiesen ordenado quemar toda la tierra y no estuviese permitido perder el tiempo. Mientras me iba acostumbrando a la atmósfera del duelo, recorrí parte de la sierra: los árboles carbonizados me rodeaban como féretros y en la comarca todos decían que el fuego había sido provocado. Ahora el hogar de los lobos lo quieren llenar de paneles solares; el paisaje será muy diferente, pero la tierra devastada que me salía al paso era la mejor para experimentar la desaparición de la que me precedió en la vida.

Da igual lo que ocurra con la figura de la madre, da igual que desaparezca como postulan los desmanteladores de estructuras. Todavía es una entidad soberana vinculada a la posesión (toda madre posee de algún modo a sus hijos), pero también está íntimamente relacionada con la protección. Su desaparición te deja sin frontera ante la infinita otredad, ante las inmensas conglomeraciones de vacío y de materia, y te obliga a experimentar esa profunda y definitiva soledad bajo las estrellas que atormentaba a Kierkegaard y que sería la mejor representación de la desnudez a la que me refiero. Otras catástrofes, con más muerte y destrucción, asolan ahora el levante español. Más allá de las omisiones, las farsas y las impudicias de la política, solo veo en las caras que sobrevivieron a la tragedia una desnudez existencial aún más profunda que la mía, y más trágica.









[ARCHIVO DEL BLOG] Grandeza y servidumbre de la democracia. Publicado el 14/11/2016












La democracia, como dijo el que fuera primer ministro británico durante la II Guerra Mundial, Winston Churchill, "es el peor sistema de gobierno existente, excluidos todos los demás". Y como toda otra organización social y humana presenta grandezas y servidumbres.
Permítanme una boutade que estos días he repetido, en privado, entre mis amigos: La principal diferencia entre la democracia estadounidense y la española es que, en la primera, cualquier gilipollas con dinero puede llegar a ser presidente; en la segunda, España, basta con ser gilipollas. Esa es una de las servidumbres de la democracia.
Nunca (o muy escasas veces) comento en público los resultados electorales. Me guste o no me guste lo que votan, los ciudadanos tienen derecho a votar a quien les dé la real gana. Esas personas se merecen todo mi respeto. Y si votan lo contrario de lo que yo hubiera deseado, el problema es mío más que de ellas por no haberles sabido mostrar o hacerles creíble otra opción de voto. Esa es una de las grandezas de la democracia. 
De eso trataba el artículo del filósofo Fernando Savater en el País de ayer domingo, titulado ¡Peligro: democracia!, que se inicia con estos versos del poeta italiano Giacomo Leopardi (1798-1831). 

“Esta edad vanidosa
que se alimenta de vacuas esperanzas,
ama los cuentos y odia la virtud;
esta edad que adora lo útil
y nunca ve la vida,
se hace cada día más inútil”.


Confieso sentir un perverso placer, dice al comienzo de su artículo, cuando las predicciones de los especialistas sobre algún comportamiento colectivo fracasan estrepitosamente. Y ello aunque lo que realmente ocurre sea para mí más inquietante que lo que parecía que iba a pasar. Mi regocijo agridulce es del mismo tipo que expresa la repetidísima exclamación de Voltaire (apócrifa, por otra parte): “Estoy en completo desacuerdo con lo que usted dice, pero daría mi vida por que pudiera seguir diciéndolo”. De semejante modo, lamento que los votantes en una consulta o en unas elecciones se pronuncien mayoritariamente contra lo que aconsejan los expertos más fiables o la simple argumentación racional, pero me alegro de que tal desvío pueda ocurrir, porque la capacidad masiva de disparatar a coro es una prueba de salud democrática. De hecho, esta temible disposición es el argumento derogatorio que han empleado siempre contra la democracia sus adversarios más insignes, desde Platón a Borges. Y hoy continúa escandalizando a muchos de menor talento. Pero precisamente en ese punto estriba lo característicamente democrático. Jean Cocteau aconsejaba: “Lo que todos te censuran, cultívalo… porque eso eres tú”. Con algo de prosopopeya, también podríamos decírselo a Doña Democracia.
Deplorando, sigue diciendo, el resultado de las elecciones presidenciales norte­americanas, una portavoz de Podemos dijo: “Hoy es un día triste para la democracia”. Lo repitió varias veces y luego, ya lanzada, dijo también que “era un día triste para la humanidad”. Pasemos por alto esta última hipérbole, porque a todos se nos puede calentar la boca. Pero ¿por qué es un día triste para la democracia? Sin duda es una jornada poco radiante para quienes, como esa señorita y yo mismo, aborrecemos el ideario agresivamente xenófobo, clasista, machista y sobre todo apoyado en descaradas exageraciones y falsedades del ya presidente Trump. Pero ni la portavoz ni yo somos dueños de las instituciones, debemos compartirlas con otros millones de personas que desdichadamente no piensan como nosotros. En cambio, desde otra perspectiva, unas elecciones donde los ciudadanos prefieren contra todo pronóstico a un candidato al que no apoyan ni en su propio partido (mientras a su rival la recomendaba el presidente anterior, los periódicos de referencia, artistas, intelectuales, etcétera), que vomita barbaridades, se comporta públicamente como un patán, ofende a todos los grupos sociales imaginarios, promete medidas políticas autoritarias, belicistas o que amenazan mejoras sociales, demuestra ser un ignorante en casi todo y elogia demagógicamente a quienes lo son aún más que él… Pues vaya, caramba, eso sí que es una muestra estremecedora pero indudable de libertad. Porque elegir según recomienda la lógica, la fuerza de las razones, la opinión de los expertos políticos y morales, puede ser socialmente beneficioso, pero deja un regusto de que es “lo que hay que hacer”, lo obligado; mientras que ir contra lo que parece conveniente y cuerdo es peligrosísimo, pero sin duda revela que uno sigue su real gana. Cuando se incendia la casa, el que sale corriendo para salvar el pellejo hace muy bien, pero obedece a las circunstancias; libre, lo que se dice grandiosamente libre, es el que se queda dentro cantando salmos entre las llamas.
La libertad política, señala más adelante, es algo muy deseable de tener pero peligroso de utilizar. Nos hemos criado oyendo mencionar al poder como el coco que quiere devorarnos: el lenguaje del poder, las asechanzas del poder, la cara oculta del poder… Lo imaginamos oculto en cenáculos restringidos donde conspiran unos cuantos plutócratas desalmados. Seguro que hay algo de verdad en esta caricatura siniestra, pero el poder más temible en democracia es precisamente el que comparten todos y cada uno de los ciudadanos: el poder de elegir. Temblamos con razón ante los autócratas que monopolizan el mando, pero en nuestras democracias es lógico sentir escalofríos al pensar en las multitudes que deciden quién debe ostentarlo. Algunos tratan de aliviar este recelo asegurando que la mayoría de los ciudadanos no pueden ser llamados realmente libres porque son ignorantes en las cuestiones de gobierno, se dejan engañar o seducir con promesas vanas, se asustan ante amenazas imaginarias, son venales, xenófobos, intolerantes… Pero todo esto sólo quiere decir que son humanos: esos mismos defectos existen en todas partes, aunque no haya libertades políticas. En democracia la diferencia es que pueden expresarse y elegir lo que prefieren: quizá no sean más felices que otros vasallos, pero al menos son tratados como realmente humanos. No se les reconocen sus virtudes, sino su dignidad. La democracia no es ante todo el asilo de la lucidez, la solidaridad, el buen gusto o la creación artística, sino que es “la tierra de los libres”, como dice el himno de Estados Unidos.
Para evitar que el devenir democrático sea una serie de dictaduras electivas contrapuestas, continúa diciendo, están las leyes. Los ciudadanos basan las garantías de su libertad participativa en el acatamiento de la Constitución. Los que hablan de fascismo y caos tras la victoria de Trump fantasean tétricamente. Lo único que verdaderamente sonó inquietante en el discurso electoralista de Trump fue la amenaza de no respetar el resultado de las elecciones si no le gustaba. Algo parecido a lo que hoy berrean por las calles —espero que por poco tiempo— los modernos caprichosos del “No es mi presidente” o “No me representa”, que se consideran por encima de la democracia y capacitados para decidir cuándo la libertad ha optado por el bien y cuándo no.
En España, dice más adelante, ya estamos acostumbrados a quienes piensan que la democracia funciona mejor sin leyes que la coarten, como la paloma de Kant creía volar mejor en el vacío… Sin duda Trump es populista, como en nuestro país Podemos y sus siete enanitos: no porque prediquen lo mismo sino porque predican del mismo modo, empleando la retórica demagógica para conseguir aunar la heterogeneidad de los descontentos.
En la era de Internet, concluye diciendo, el populismo tiene campo abonado. Y es inútil empeñarse en regañar a la gente por sus preferencias (todos son “gente”, los que piensan como nosotros y los demás), mejor es perseverar en educarla para argumentar y comprender en lugar de aclamar. También hay que proponer alternativas ideológicas fuertes, no simplemente apelar al pragmatismo y la rentabilidad. Hagamos lo que hagamos, seguiremos remando en lo imprevisible. Porque la incertidumbre no la ha traído Trump, sino la libertad. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt













El poema de cada día. Hoy, Abandono II, de Jeannette L. Clariond (1949)

 






ABANDONO II


No solo me hablaba tu alma sino también tu cuerpo.

El cuerpo sabe más sobre sí mismo que lo que de él sabemos.

Mi alma se reconocía en la idea que se hacía de mi cuerpo tu mirada.


Esa noche dormimos en la misma cama sin tocar la carne.

Se trataba de medir la resistencia a la pasión, o de ser honestos respecto

a lo que verdaderamente nos une. Nos besamos en la mejilla y apagamos la luz.


Las carreteras, si corren paralelas, una va hacia la nada y la otra la acompaña

como espuma en el borde del agua. De otra forma, la primera seguiría

su curso pretendiendo ignorar el sinsabor del desencuentro.


El cuerpo es el lugar donde confluyen el silencio y el grito. Hierba errante

lo ahogado se suma a esa carne que cohesiona los sucesos.

Vanidad, nos dijeron, es desechar lo que no ha prescrito la mancha.


Jeannette L. Clariond (1949)

poetisa mexicana















De las viñetas de humor de hoy sábado, 16 de noviembre de 2024

 



























viernes, 15 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy viernes, 15 de noviembre de 2024

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz viernes, 15 de noviembre de 2024. En su célebre Lisístrata, se comenta en esta primera entradas del blog de hoy, Aristófanes, hace que las mujeres de Atenas, pongan en marcha una huelga de sexo; sabían cuál era el punto débil de los hombres y, evidentemente, tras un periodo de abstinencia lograron su objetivo. La segunda de hoy es un archivo del blog de julio de 2020 en el que se comentaba un reciente libro que bucea en la literatura griega para escoger cinco arquetipos favoritos, aún vigentes en el cine, el cómic o el relato de la gestión sanitaria de la pandemia. En la tercera del día va hoy nuestro poeta más universal con un poema que comienza con estos versos: ¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero!/¡Teje deprisa! ¡Canta! ¡Gime! ¡Canta!/Que la sombra me enturbia la garganta/y otra vez viene y mil la luz de enero. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt