La frase que da título a esta entrada de hoy la dijo el escritor argentino Jorge Luis Borges en referencia a su amor por la ciudad de Buenos Aires. Lo cuenta el también escritor chileno, Rafael Gumucio, en un hermoso artículo: "Barcelona-Madrid, desencuentro conyugal", que hoy publica en el El País, sobre esa relación amor-odio, secular, que como en todo matrimonio o pareja que se precie, mantienen las dos grandes capitales españolas.
Viví en Madrid entre los cuatro y los veintiún años, y desde entonces habré volado y vuelto a ella, desde Canarias, en un centenar de ocasiones. Me encanta Madrid. Y me encanta Barcelona, en la que he estado una media decena de veces, nunca más allá de uno o dos días en cada ocasión. No sabría elegir entre ellas si me fuerzan a que lo haga: son ciudades absolutamente distintas y complementarias: en sus paisajes, en su urbanismo, en sus monumentos, en sus gentes. Me pasa igual con Roma o París. ¿Cuál es más bella? No sería capaz de contestar, aunque sí reconozco que Roma es la ciudad en que más "como en mi casa" me siento. Será "deformación" por mi formación académica histórica y clásica... ¿No creen ustedes que limitar nuestra capacidad de amar, da igual el qué, es limitar nuestra condición de personas? HArendt
Plaza de Cataluña, Barcelona
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