No tengo ni idea de cuándo terminará la guerra en Ucrania, pero creo que puedo suponer cómo terminará, escribe en El País [Cómo acabará la guerra de Ucrania, 26/08/2024] el analista de política internacional Wolfgang Münchau. Será algo similar al último intercambio de prisioneros entre Rusia y Occidente. Ha sido un acuerdo completamente inesperado, fruto de una diplomacia discreta. Occidente se aseguró la liberación de 16 prisioneros, en su mayoría occidentales, entre ellos el periodista estadounidense Evan Gershkovich. Vladímir Putin consiguió que su asesino a sueldo favorito, Vadim Krasikov, saliera de una cárcel alemana. En 2019, Krasikov mató a Zelimkhan Khangoshvili, exjefe de una tropa de combate de los rebeldes chechenos, que más tarde trabajó para los servicios de inteligencia georgianos identificando a espías rusos. El tribunal alemán que condenó a Krasikov afirmó que era un hecho que Krasikov actuaba en nombre del Gobierno ruso. No está del todo claro por qué Putin quería liberar a Krasikov, pero sí ha quedado claro que estaba muy interesado en él.
La diplomacia para poner fin a la guerra llevará más tiempo, pero también tendrá lugar de forma sigilosa y en secreto, y supondrá una sorpresa para los partidarios de Ucrania en Occidente, algunos de los cuales posiblemente siguen creyendo que Ucrania puede lograr la victoria total, incluida la liberación de Crimea, y tal vez incluso el cambio de régimen en la propia Rusia. El problema para Ucrania ha sido que sus partidarios occidentales no tienen un objetivo de guerra comúnmente acordado.
La guerra en Ucrania terminará cuando ambas partes se den cuenta de que el coste de seguir luchando supera los beneficios. Aún no hemos llegado a ese punto. Las tropas rusas han seguido adentrándose en territorio ucranio a lo largo de los dos últimos meses, aunque solo han conseguido avances modestos.
La ofensiva ucrania en la región fronteriza rusa de Kursk constituye un giro interesante. Es una maniobra arriesgada. Si tiene éxito, podría llevar a una reubicación de las tropas rusas lejos de la línea del frente en Ucrania. Podría dar a Ucrania una baza en las negociaciones de paz. Pero me cuesta ver cómo Ucrania puede reconquistar los territorios ocupados por Rusia, del mismo modo que me cuesta ver cómo Rusia puede ocupar más territorios ucranios más allá de unos cuantos pueblos aquí y allá.
La invasión de Kursk ha supuesto sin duda una inyección de moral. Ucrania atrae ahora algunos titulares positivos. Pero esta guerra no se va a ganar a base de proezas. Lo que es poco probable que mejore es la fatiga en el apoyo a Ucrania, que avanza sin prisa, pero sin pausa en países como Estados Unidos y Alemania. Ni siquiera estoy seguro de que el resultado de las elecciones estadounidenses vaya a cambiar mucho las cosas. Una vez que entremos en el tercer año de la guerra, con las líneas de batalla prácticamente sin cambios, mucha gente en Occidente querrá que esto termine, no solo los admiradores de Putin en la ultraderecha. A menos que uno de los bandos logre un avance militar, el escepticismo crecerá.
Una de las razones para el lento apoyo occidental es económica. La ayuda para Ucrania compite con el gasto interno. Los presupuestos militares son ajustados en todas partes. El precio del gas ha empezado a subir de nuevo en los mercados energéticos debido al papel fundamental que desempeña la provincia de Kursk en el suministro de gas ruso a Europa. Ucrania ha ocupado la ciudad de Sudzha, en Kursk, que se encuentra cerca de donde el gas ruso entra en la red de gaseoductos ucranios. Hace dos años, cuando los gasoductos Nord Stream en el Mar Báltico volaron por los aires, el gas ucranio siguió fluyendo por el punto de tránsito de Sudzha. Ucrania también explota grandes instalaciones de almacenamiento de gas de las que Europa Occidental depende en gran medida para sus suministros. Si se interrumpen estos suministros de gas, Europa será más vulnerable. Ambas partes están atacando ahora las infraestructuras energéticas de la otra.
Las sanciones económicas occidentales no han conseguido aumentar la presión sobre Rusia para que abandone. Su economía ha registrado mejores resultados que las economías occidentales. Desde el principio he alertado del peligro de sobreestimar el impacto de las sanciones económicas, porque el continente euroasiático es grande y sus múltiples rutas comerciales son difíciles de controlar. China, India y Rusia han reforzado su alianza estratégica. Rusia adquiere armas de Corea del Norte e Irán.
Pero los recursos de Rusia tampoco son infinitos. En estos momentos, Rusia se beneficia del efecto de la economía de guerra. Eso acabará por desaparecer. Aunque no creo que sea una buena idea retar a Putin a un juego de resistencia económica, tampoco deberíamos llegar a la conclusión contraria de que Putin querrá luchar eternamente. A menos que se produzca un cambio fundamental en la situación militar para el año que viene, realmente no tendría sentido para él continuar esta guerra. Lo mismo puede decirse de Ucrania.
El presidente Volodímir Zelenski afirma que no aceptará nada que no sea una retirada total de Rusia. Rusia quiere cuatro provincias ucranias. El derecho internacional apoya plenamente la posición de Ucrania, pero esta guerra no se resolverá en los tribunales. Desde una perspectiva militar, los objetivos declarados por ambas partes parecen poco realistas. Mi hipótesis de partida es que se pondrán de acuerdo sobre algún punto intermedio, quizá el año que viene. Aún hay mucho en juego, pero nadie conseguirá todo lo que quiere. Será un acuerdo en el que no habrá vencedores, pero que permitirá a ambas partes cantar victoria. Será un trato sucio, lanzado al mundo como un hecho consumado, igual que un intercambio de prisioneros. Wolfgang Münchau es director de www.eurointelligence.com
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