martes, 26 de noviembre de 2024

[ARCHIVO DEL BLOG] ¿Por qué me declaro socialdemócrata? Publicado el 14/08/2015










En la página de presentación del blog, a la derecha de sus pantallas, hay una barra vertical en la que tras una brevísima explicación sobre la foto que encabeza la portada del mismo, se hace una reseña, también breve sobre el autor en la que él mismo se reconoce como heredero del pensamiento de la Ilustración, monárquico y socialdemócrata, añadiendo a continuación que entiende la política como ejercicio virtuoso de la cosa pública, el federalismo como el marco idóneo en el que desenvolver el autogobierno de los pueblos y los Estados y la democracia como procedimiento y fin en sí misma. No creo necesario justificar esa declaración, pero si me gustaría explicar porque me declaro socialdemócrata en un momento, todo hay que reconocerlo, en que la socialdemocracia no levanta cabeza en el mundo, ni siquiera en este Occidente que la inventó.
Hace unos días, en la entrada titulada "¿Son incompatibles mayor libertad y mejor democracia?", recordaba una frase pronunciada por el que fuera secretario general del partido socialista y presidente del gobierno de España, Felipe González, en la que decía que él era socialista porque era demócrata, y demócrata a fuer de liberal. Algo que suscribo totalmente. 
Si uno pone la palabra "socialdemocracia" en el buscador de Google en español saldrán reflejados unos 623.000 enlaces. A falta de otra definición más académica, creo que podemos quedarnos con la que da la Wikipedia, que no es muy extensa. En ella podemos leer que la socialdemocracia es una ideología política cuyo objetivo es el establecimiento del socialismo democrático a través de métodos reformistas y gradualistas, que procura un Estado de bienestar universal dentro del marco de una economía capitalista, y que se diferencia de otras concepciones del socialismo por la manera que interpreta el significado e implicaciones de ese término, especialmente en materias políticas. 
Las palabras claves, a mi juicio, son reformismo, gradualismo y capitalismo. Muchos ismos son esos pensarán algunos, pero es que eso es así, y lo demás son utopías que no llevan a ningún lado por mucha voluntad que uno quiera ponerle. La otra clave del pensamiento socialdemócrata, que parece olvidada por la mayoría de sus dirigentes, es la prevalencia de la política sobre la economía. 
Me ha resultado enormemente curioso encontrar en el libro que estoy leyendo ahora mismo y que ya he citado en entradas recientes: "La sociedad abierta y sus enemigos" (Paidós, Barcelona, 2010), del sociólogo británico de origen austríaco Karl R. Popper (1902-1994), un párrafo esclarecedor al respecto (página 341), que dice así: "El poder político es fundamental y puede controlar al poder económico. Esto representa una inmensa ampliación del campo de las actividades políticas. Podemos preguntarnos qué deseamos lograr y como lograrlo; podemos, por ejemplo, desarrollar un programa político racional para la protección de los económicamente débiles; podemos sancionar leyes para restringir la explotación; podemos limitar la jornada de trabajo; y si bien todo esto no es despreciable, todavía podemos hacer mucho más. Mediante las leyes, podemos asegurar a los trabajadores (o mejor aun, a todos los ciudadanos) contra la incapacidad, la desocupación y la vejez. De esta manera, haremos imposibles aquellas formas de explotación basadas en la desvalida posición económica de un trabajador que debe aceptar cualquier cosa para no morirse de hambre. Y cuando podamos garantizar por ley un nivel de vida digno a todos aquellos que estén dispuestos a trabajar -y no hay ninguna razón para que esto no se logre- entonces la protección de la libertad del ciudadano contra el temor y la intimidación económicos será casi perfecta. Desde este punto de vista, el poder político constituye la llave de la protección económica. El poder político y su control lo es todo. No debemos permitir que el poder económico domine al político; y si es necesario, deberá combatírsele hasta ponerlo bajo el control del poder político".
Escrito en 1943, en plena II Guerra Mundial, y publicado por vez primera en 1945, "La sociedad abierta y sus enemigos" es, como dijera de ella el filósofo Bertrand Russell, "una obra de primerísima importancia que debe ser leída por su magistral crítica de los enemigos de la democracia, antiguos y modernos". Quizá convendría que la releyeran algunos dirigentes socialdemócratas europeos de hoy. Y que pusieran en práctica sus enseñanzas. Entre ellas, que la política nunca puede estar supeditada a los intereses económicos, de nadie, por poderosos que se crean. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt







El poema del día. Hoy, Cuando ya nada importa, de Andrés Mirón (1941-2004)

 







CUANDO YA NADA IMPORTA


Hay cosas que se explican cuando ya nada importa.

Evoco los tranvías y a las rubias platino

del lábil cine negro y ciertos plenilunios

y unos tristes boleros oxidando los años

donde el oro es chatarra y los partes de guerra

y las casas de putas y un olor a alhucema,

que dieron en cenizas. Qué inútil la palabra

que llega cuando el tiempo ya puso, según suele,

su estrago en lo que nombra. Aquí donde ahora lato,

un soldado de Aníbal me hizo prisionero

por gritar ¡Ave César! una noche de farra.

Y preso continúo, pero de otros caprichos,

si no tan placenteros, más turbiamente inútiles.

Los malvas del poniente acercan aventuras

vividas no se sabe en cuáles alamedas

con pájaros cantores. ¿Memoria o espejismo?

Da igual; tal vez un roce de hermosura no escrita.

Por esta densa niebla transito cada tarde.

Y así doy en la noche, esa trama secreta

que otorga paz al mundo y pone en evidencia

la pequeñez del hombre, su ceguera culpable.

Pero no todo es sombra. Una flor se hace mayo

si en ella se sustancian canción y galanura.

En este extraño instante coincido en el Martinho

da Arcada con Pessoa, un sombrero marengo

de fieltro y mucho humo. Encuentros como éste

se dan en cualquier sitio a poco que me marche

de copas y regrese borracho y me detengan

por recitar mi vida. Nadie me espera nunca.

Una vez intentaron liquidarme en Granada

tan sólo porque quise llamar al crimen, crimen,

pero hui para siempre como dicta mi miedo.

Allí donde hubo un árbol, siempre queda una sombra

y hay vuelos que se truncan en pleno descarrío

y una historia de trinos le otorga a la mañana

fascinación durable. Con trinos me despierto.

Con trinos, ya en la calle, me salen al encuentro

árboles prisioneros, sin culpa, del asfalto.

Si ofician el asombro, la prisa no lo advierte.

Solos y rutinarios nos perdemos de vista

y de otros soliviantos igualmente feroces.

Todo este helor se llama miércoles, por ejemplo.

Pero a veces el cielo se engrisa en nuestro daño

y deja una caricia allí donde un parterre

implora verderío. Vivir es sucederse.

Estar es santiguarse con la luz de los días.

Lo demás es un juego en que todo se pierde

o, con mucho entusiasmo, se gana lo apostado.

Sólo así nos sorprende con sus dalias tardías

la estación de los sueños. Es lo que siempre pasa

cuando ya no se explican las cosas que importaron.


Andrés Mirón (1941-2004)

poeta español
















De las viñetas del blog de hoy martes, 26 de noviembre de 2024

 






















lunes, 25 de noviembre de 2024

De las entradas del blog de hoy lunes, 25 de noviembre de 2024

 








Hola, buenos días de nuevo a todos y feliz lunes, 25 de noviembre de 2024. Nos hemos acostumbrado a hablar de «guerras culturales» para describir la creciente tendencia a la censura moral del prójimo, se dice en la primera de las entradas del blog de hoy, pero ¿cómo podemos vivir juntos a pesar de nuestras discrepancias? La segunda del día es un archivo del blog de julio de 2015 en el que ante la cantidad de sandeces que se leen, se ven y se escuchan cada día en la prensa, las redes sociales, la televisión o la radio, reconfortaba encontrar de vez en cuando pequeñas joyas como la que el escritor Mario Vargas Llosa dedicaba al filósofo Friedrich W. Nietzsche. La tercera es hoy un poema de la poetisa alemana Louise Glück que comienza con estos versos: El amado no/necesita estar vivo. El amado/vive en la cabeza. El telar/es para los pretendientes, encordado/como un arpa con el hilo blanco de un sudario. Y la cuarta, como siempre, son las viñetas de humor del día. Espero que todas ellas les resulten de  interés. Y ahora, como decía Sócrates, nos vamos. Nos vemos de nuevo mañana si la diosa Fortuna lo permite. Sean felices, por favor, aun contra todo pronóstico. Tamaragua, amigos míos. HArendt














De los nuevos puritanos

 






Nos hemos acostumbrado a hablar de «guerras culturales» para describir la creciente tendencia —fomentada por esas redes sociales que nos conectan a tiempo completo con el gran teatro de las conductas ajenas— a la censura moral del prójimo, dice en Etihc [Los nuevos puritanos, 21/11/2024] el politólogo Manuel Arias Maldonado.. Flashback: en una sociedad liberal plegada sobre sí misma tras la caída del comunismo soviético, la convivencia de los diferentes pasó a convertirse en tema fundamental de la filosofía política y en objeto habitual del debate público y de las decisiones judiciales: ¿cómo podemos vivir juntos a pesar de nuestras discrepancias? Pensadores de la talla de Rawls, Rorty, Habermas o Taylor presentaron sus recetas para la construcción de una «sociedad bien ordenada», al tiempo que la globalización poscomunista extendía el desafío de la comprensión mutua más allá de las fronteras de Occidente. Sin embargo, la crisis financiera de 2008 y la irrupción del populismo trajeron de vuelta el fantasma del iliberalismo; la impugnación de las instituciones democráticas va de la mano del ataque contra la libre decisión personal.

De manera que mientras que unos te impelen a tener hijos, otros te exigen abandonar el coche para salvar el planeta; los primeros quisieran salvar el cristianismo y los segundos defienden que solo un traductor negro puede traducir a un poeta negro. Y si bien subsiste la percepción de que esta revuelta antiliberal la protagoniza sobre todo la derecha, lo que incluye a conservadores nostálgicos de un mundo más homogéneo y a reaccionarios empeñados en dar la vuelta a la modernidad, es el protagonismo de la izquierda el que ha generado más sorpresa: que jóvenes activistas enarbolen las banderas del punitivismo penal, la cultura de la cancelación o la restricción de la libertad de expresión no parece encajar con la imagen heredada de los movimientos emancipatorios nacidos en la década de los 60. No hace falta añadir que las pulsiones moralizantes de la derecha política y social, allí donde se manifiestan, encierran menos secretos doctrinales; en el mundo de la modernidad, caracterizado por el cambio y la disolución de los valores tradicionales, el conservador no se siente a gusto y el reaccionario experimenta una viva indignación.

Por el contrario, ¿cómo es posible que hayamos transitado del prohibido prohibir del 68 y de la revolución sexual que prometía el amor libre a una sociedad donde tanto el artista como el vecino deben exhibir una vida personal intachable, so pena de sufrir una muerte civil, y en la que se arremete contra una influencer que disfruta cocinando para su novio o se condena a la muerte civil a quien cometió la osadía de ponerse una blackface en la fiesta de disfraces a la que asistió cuando era adolescente? Dicho de otra manera: ¿en qué momento la búsqueda de la emancipación humana, ideal definitorio de aquellos movimientos sociales que irrumpieron en las sociedades occidentales a finales de los 60, adopta un carácter regresivo y desemboca en el intento por coartar el ejercicio de la autonomía personal de los demás? Nótese que esa inversión de roles ha permitido a cierta derecha más o menos libertaria reclamarse punk, enfrentándose a un nuevo establishment cultural que se dedica a fijar límites a lo que cada uno pueda o no hacer con su vida: las obscenidades que solían proferir los héroes sesentayochistas con el fin de epatar a los burgueses, práctica iniciada en el periodo de entreguerras por las vanguardias artísticas, serían ahora patrimonio de sus enemigos.

Vaya por delante que la corrección política o la sensibilización ante cierta clase de injusticia, fenómenos definitorios de eso que ha venido a llamarse «ideología woke», presentan aspectos positivos. Hay que saludar el mayor respeto con que se trata a minorías antes discriminadas o cuando menos estigmatizadas, un cambio de lenguaje que debe contarse como una ampliación del círculo de consideración moral. Pero cuando la sensibilidad se convierte en dogmatismo y quienes creen estar en posesión de la verdad se arrogan la potestad de decidir lo que está bien y lo que está mal, reclamando el derecho a prohibir las formas de vida que les disgustan, los denominados social justice warriors se convierten en víctimas de sus propios excesos. Y si bien esta indeseable disposición —que encuentra en las redes sociales el terreno abonado para su desarrollo— puede intentar explicarse de muchas maneras, yo quisiera aquí vincularla con la ideología posmarxista tal como se conforma en las sociedades posindustriales durante la segunda mitad de los Trente Glorieuses.

El neopuritano se figura estar salvando al individuo alienado cuando lo empuja a vivir una vida auténtica, igual que los viejos puritanos rescataban el alma del réprobo

Partamos de una tesis: solo se comporta como un puritano agresivo quien cree estar en posesión de una verdad moral incuestionable que excluye puntos de vista alternativos. Ocurre que la sociedad liberal se define por la coexistencia —protegida constitucionalmente— de puntos de vista alternativos. De ahí que el activista deba convencerse de que la pluralidad liberal es una falsa pluralidad; el individuo que opera en ella solo en apariencia es un sujeto autónomo, ya que su vida carece de la autenticidad necesaria. Y es que la subjetividad ha sido capturada por las fuerzas del sistema; volvemos así a aquel obrero de Marx que sufre una «falsa conciencia» inoculada por el Estado burgués. ¡No somos libres! Aunque nos parezca serlo más que nunca; por aquí asoma la incongruente tesis de Foucault según la cual el nacimiento de las sociedades liberales conduce a la minoración de la libertad individual. Se trata de una subordinación invisible, que solo el ojo experto —el ojo de quien ha despertado y se mantiene woke— sabe detectar.

Y dado que no cabe ser tolerante con los enemigos de la verdadera libertad, como proclamó Herbert Marcuse, el revolucionario tiene el derecho de suprimir la falsa libertad del otro. Su propósito, desde luego, es edificante: procurar la emancipación del oprimido que se cree libre. Por eso puede decirse que el neopuritano se figura estar salvando al individuo alienado cuando lo empuja a vivir una vida auténtica, igual que los viejos puritanos rescataban el alma del réprobo. Hay así un hilo que conecta el aparente libertarismo sesentayochista con el neopuritanismo contemporáneo: ya que las masas no supieron sumarse a la revolución, habrá que imponerles la forma de vida correcta en nombre del progreso de la humanidad. Si seguimos tirando del hilo, nos encontraremos con Robespierre —la salud pública exige sacrificios— e incluso con Lenin: libertad ¿para qué? En una democracia, afortunadamente, hay límites a lo que puede hacerse con los demás: el neopuritano ladra y a menudo no puede morder. Asegurémonos, por tanto, de que esa democracia sigue en pie. Si van a darnos lecciones, que al menos no puedan castigarnos.












[ARCHIVO DEL BLOG] Nietzsche, por Vargas Llosa. Publicado el 27/07/2015











Ante la cantidad de sandeces que se leen, se ven y se escuchan cada día en la prensa, las redes sociales, la televisión o la radio, reconforta encontrar de vez en cuando pequeñas joyas como la que hoy domingo dedica el escritor y premio Nobel de literatura Mario Vargas Llosa al filósofo Friedrich W. Nietzsche en un hermoso, sí, hermoso, artículo en El País, titulado "Nietzsche en Sils-Maria", en el que relata las estancias veraniegas del filósofo en esta bella región de los grisones suizos. 
Cuando Nietzsche vino por primera vez a Sils-Maria en el verano de 1879, dice Vargas Llosa en su artículo, era una ruina humana. Perdía la vista a pasos rápidos, lo atormentaban las migrañas y las enfermedades lo habían obligado a renunciar a su cátedra en la Universidad de Basilea, luego de profesar allí 10 años. Esta era entonces una remota región alpina en el alto Engadina, donde apenas llegaban forasteros. Fue un amor a primera vista: lo deslumbraron el aire cristalino, el misterio y vigor de las montañas, las cascadas rumorosas, la serenidad de lagos y lagunas, las ardillas y hasta los enormes gatos monteses.
Empezó a sentirse mejor, escribió cartas exultantes de entusiasmo por el lugar y, desde entonces, volvería por siete años consecutivos a Sils-Maria en los veranos, por temporadas de tres o cuatro meses. Siempre había sido un buen caminante, pero, aquí, andar, trepar cuestas empinadas, meditar en ventisqueros barridos por los vientos donde a veces aterrizaban las águilas, garabatear en sus pequeñas libretas los aforismos, uno de sus medios favoritos de expresión, se convirtió en una manera de vivir. En Sils-Maria, añade, escribiría o concebiría sus libros más importantes, "La gaya ciencia", "Así habló Zaratustra", "Más allá del bien y del mal", "El ocaso de los ídolos", o "El Anticristo".
La única habitación que no ha sido restaurada de la casa en la que se alojaba, cuenta nuestro escritor, es el dormitorio de Nietzsche. Sobrecoge por su ascetismo. Una camita estrecha, una mesa rústica, una jofaina de agua y un lavador. Testigos de la época dicen que entonces estaba llena de libros. Pero lo cierto es que Nietzsche pasaba mucho más tiempo al aire libre que bajo techo y que pensaba y escribía andando o tomando un descanso entre las larguísimas marchas que efectuaba a diario. Duraban unas seis horas cada día y a veces ocho y hasta diez. Ahora a los turistas, dice, les muestran algunas rutas que, aseguran los guías, eran sus preferidas, pero es un puro cuento. En primer lugar el paisaje ahora es distinto, civilizado por la afluencia masiva de esquiadores durante el invierno, la apertura de carreteras y los chalets sembrados alrededor de las pistas de esquí. En tiempos de Nietzsche esta era tierra aún salvaje, sin caminos, abrupta. Tras una difícil caminata en medio de los pinares y nevados, casi en sombra, se abría de pronto un paisaje edénico, como el que inspiraría las bravatas y filípicas de Zaratustra.
Nietzsche nunca un fascista ni un racista, afirma con rotundidad Vargas Llosa; un sector del museo documenta con detalle su buena relación con muchos intelectuales y comerciantes judíos y las veces que escribió criticando el antisemitismo. Pero también es cierto que nunca fue un demócrata ni un liberal. Detestaba las multitudes y, en especial, las masas de la sociedad industrial, en las que veía seres enajenados por esa “psicología de vasallos” que engendra el colectivismo, que anulaba el espíritu rebelde y mataba la individualidad. Fue siempre un individualista recalcitrante; creía que solo el ser humano no gregario, independiente, segregado de la tribu, enfrentado a ella, era capaz de hacer progresar la ciencia, la sociedad y la vida en general. Su terrible sentencia, que era también un pronóstico sobre la cultura que prevalecería en el futuro inmediato —“Dios ha muerto”— no era un grito de desesperación, sino de optimismo y esperanza, la convicción de que, en el mundo futuro, liberados de las cadenas de la religión y la mitología enajenante del más allá, los seres humanos obrarían para sacar al paraíso de las nieblas ultraterrenas y lo traerían aquí, a la historia vivida, a la realidad cotidiana. Entonces desaparecerían los estúpidos enconos que habían llenado la historia humana de guerras, cataclismos, abusos, sufrimientos, salvajismos, y surgiría una fraternidad universal en la que la vida valdría por fin la pena de ser vivida por todos.
Era una utopía no menos irreal que las de las religiones que Nietzsche abominaba y que haría correr también muchísima sangre y dolor. Al fin y al cabo, concluye Vargas Llosa, sería la democracia, que el filósofo de Sils-Maria tanto despreció pues la identificaba con el conformismo y la mediocridad, la que más contribuiría a acercar a los seres humanos a ese ideal nietzscheano de una sociedad de hombres y mujeres libres, dotados de espíritu crítico, capaces de convivir con todas sus diferencias, convicciones o creencias, sin odiarse ni entrematarse. Disfruten de su lectura. Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt












Del poema de cada día. Hoy, Ítaca, de Louise Glück (1943-2023)

 






ÍTACA


El amado no

necesita estar vivo. El amado

vive en la cabeza. El telar

es para los pretendientes, encordado

como un arpa con el hilo blanco de un sudario.


Él era dos personas.

Era el cuerpo y la voz, el magnetismo

natural de un hombre vivo, y después

el sueño o la imagen que despliega

y moldea la mujer que trabaja el telar,

sentada allí, en un salón lleno

de hombres sin imaginación.


Igual que te compadeces

del engañado mar que intentó

llevárselo para siempre

y solamente se llevó al primero,

al verdadero marido, debes

compadecerte de estos hombres: no saben

qué es lo que están mirando;

no saben que cuando uno ama de esta forma

un sudario es un traje de novia.


Louise Glück (1943-2023)

poetisa estadounidense














De las viñetas de humor de hoy lunes, 25 de noviembre