A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy, escrito por la psicóloga Remei Margarit, sobre las causas y las consecuencias de la ira. Les dejo con él.
Tiempo atrás escribí unos cuentos para niños pequeños; uno tenía por título ¿Y cuando me enfado? y la historia iba de que un niño no sabía por qué unos días estaba contento y otros no; su maestra le explica que todos tenemos dentro un trozo enfadado que de vez en cuando sale y entonces chillamos y hacemos enfadar a todos, pero que si eso ya lo sabe, lo podrá controlar dejándolo salir un poco y después decirle que ya basta, y que hay que vivir con ello.
¿Por qué la rabia? Pues porque es existencial, sabemos mediante la conciencia que hemos de morir y también que podemos sufrir, y eso nos genera temor, y ya es sabido que la ira y la rabia son hijas del miedo. Aunque en eso de la rabia también existen grados: rabia de niño pequeño que quiere algo que no puede tener; rabia del adolescente que está en contra de sus padres por su proceso de individuación; rabia del adulto porque las personas que tiene a su alrededor –sean familia o no– no se comportan como él quiere; rabia porque la vida es difícil –Freud ya dijo que no prometía un camino de rosas–; rabia por los límites en la salud, en la edad y en el envejecimiento. Aunque si dejamos que la rabia nos colonice, crecerá como una mancha de aceite y se nos escapará la vida entre los dedos, porque lo contrario de la rabia es precisamente todo lo que es vital: la creación, el conocimiento, la curiosidad, el aprendizaje, la contemplación de la belleza de la naturaleza, la relación amorosa, la amistad, el arte y, por encima de todo, la música que acompaña a las palabras de afecto y a las presencias amables, aunque sean silenciosas.
La rabia tan sólo quiere ruido y furia, y el ruido llena el espacio sin posibilidad de que haya nada más, o sea, que tiene un efecto letal para el desarrollo de la vida. La vida no es ni buena ni mala, simplemente es y nada más, y cada cual la vive según el sentimiento dominante que lleva dentro. Hay aquella frase conocida de un personaje odioso que decía “si no me aman, al menos que me teman”, y que se dedicaba a hacer daño.
Todos somos temporales y quizás lo más inteligente es vivir la vida por donde transitamos lo mejor posible para uno mismo y para los demás, porque todos compartimos el tiempo que se nos ha dado.
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