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miércoles, 4 de marzo de 2020

[A VUELAPLUMA] Intolerancia





"En la Eneida -escribe en el A vuelapluma de hoy la psicóloga Remei Margarit ("El caballo de Troya". La Vanguardia, 29/2/2020)-, Virgilio explica que los griegos asediaban la ciudad de Troya, pero como la ciudad tenía unas murallas muy altas no podían entrar; entonces construyeron un caballo enorme de madera, lo dejaron en la puerta de la ciudad y se marcharon del asedio. Los troyanos creyeron que aquel caballo era un regalo de los dioses y lo metieron en la ciudad. Por la noche, los guerreros griegos escondidos dentro del caballo salieron y tomaron la ciudad.

Desde entonces, el caballo de Troya es un símil del enemigo infiltrado. Pues en este nuestro país, la entrada de Vox en las instituciones es el caballo de Troya de la ultraderecha. Se presentan como demócratas porque han tenido votantes, pero el voto no lo es todo en una democracia, las bases de la democracia son la libertad de expresión y el respeto para toda clase de pensamiento. Ello no quiere decir que sea preciso tolerar el pensamiento que la quiere destruir, que es lo que quiere la ultraderecha de este país y del mundo entero. He vivido bajo el franquismo y reconozco los gestos, el tono y las palabras de la ultraderecha cuando los oigo. Ya sé que entre sus votantes pocos quieren una dic­tadura, otros muestran su enojo porque las cosas no les van bien y otros se han dejado engañar por las mentiras de las soluciones fáciles para resolver problemas complejos, como propone la ultraderecha. El pin parental ya es un primer paso para empobrecer la educación.

En la anterior legislatura, el PP ya arrinconó la educación para la ciudadanía, una buena asignatura para educar buenos ciudadanos; y ahora, la ultraderecha quiere vetar el respeto para toda clase de afectos humanos, y si se la deja hacer, vetará la libertad de expresión y todo lo que haga falta. Son viejos conocidos aunque sean jóvenes y sonrientes; eso sí, sonríen mucho, aunque a mí me parece que lo que hacen es enseñar los dientes.

El caballo de Troya existe siempre. Los intolerantes aprovechan las facilidades democráticas para introducirse en las instituciones y desde allí desmontar las democracias, conseguidas con el esfuerzo de todos. No hay que descuidarse ni un día si queremos vivir en paz. La into­lerancia no puede estar en las institu­ciones".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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lunes, 24 de febrero de 2020

[A VUELAPLUMA] El tiempo y los cambios





"Una mujer agradable -comenta la psicóloga y escritora Remei Margarit en el A vuelapluma de hoy lunes- dijo una cosa que me ha hecho pensar: “Cuando tenemos cincuenta años, nos volvemos invisibles”. Eso lo decía refiriéndose a que por la calle no la miraba nadie. Y seguramente no era cierto, pero es lo que ella sentía. Lo que sí es verdad es que el paso del tiempo va reconfigurando a las personas, por dentro y por fuera, y siempre teniendo en cuenta que el organismo también hace su trabajo y también cambia, tal vez en esa evolución se pasa un tiempo en tierra de nadie, como pasa con la adolescencia, pero a la inversa.

Si en la adolescencia las hormonas tergiversan la infancia y traquetean la seguridad infantil, después de los cincuenta años, posmenopausia para las mujeres y posjuventud para los hombres, se entra en un terreno desconocido donde es necesario redefinir lo que uno es entonces y hacia dónde quiere ir. Porque las técnicas de seducción utilizadas hasta entonces ya no sirven e incluso la misma seducción ya no sirve para relacionarnos los unos con los otros. Se necesitan otros recursos y hay que inventarlos cada cual a su manera y de acuerdo con su carácter. No es cuestión de lamentarse sino de saber que es el tiempo quien manda y acoger esos cambios con lo que también tienen de liberación de presiones externas.

De cualquier manera, esta sociedad que hemos construido idolatra la juventud, este es uno de sus pies de barro; cierto que la juventud es sinónimo de vida con proyección de futuro, aunque más tarde, cuando el tiempo ya nos ha enseñado unas cuantas cosas más referentes al vivir en paz con uno mismo, lo más sensato es seguir lo que nos permite vivir con un cierto equilibrio entre lo que queremos ser y lo que en aquel momento somos. No hay otra si no se quiere caer en el patetismo de los retoques continuados en la piel exterior, cuestión que esconde las carencias y la falta de paz interior.

Quizás llegados a ese momento es cuando uno se puede sacar la careta que, sin saberlo, llevaba puesta de cara a la galería, y ser realmente como es. El tiempo, “el gran escultor”, como decía Marguerite Yourcenar, que nos va librando de lo que sobra y molesta para seguir viviendo más ligeros de equipaje".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 





La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt





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lunes, 20 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] Espantasmas








"Una nieta mía, -comienza diciendo la psicóloga y escritora Remei Margarit en el A vuelapluma de hoy lunes- cuando era pequeña, me preguntó qué eran los fantasmas y yo le contesté que eran alguna cosa que espantaba, y ella, dada a inventar palabras, dijo: “Pues son espantasmas ”. Y así ha quedado en la familia. Y cuando tenemos pesadillas, a menudo decimos que los espantasmas salen a pa­sear, porque ¿qué son las pesadillas? Pensándolo un poco, parece que lo que vamos viviendo cada día despiertos, los temores por cualquier cosa que pueda pasar, esa manía que tenemos de adelantar acontecimientos desagradables o directamente temibles que nunca se producen, y que si se producen no son tan temibles, es un lastre que el inconsciente guarda en la mochila que llevamos incorporada desde que hemos llegado a este mundo. Tal vez sea la conciencia, o tal vez sea tan sólo la sensación de fragilidad con la que vivimos, la conciencia de nuestros límites. Y también la necesidad de dar una respuesta a las exigencias del mundo que hemos creado, exigencias desmesuradas e inhumanas. Todo ello va a parar al cajón de sastre, una mochila vital, y cuando, ya cansados de bregar con el trabajo y con los sentimientos y sensaciones, nos vamos a dormir, la atenuación del control de la conciencia provoca que la mochila vital se abra, y es entonces cuando todo lo que hemos enviado allá, temores, angustias, ansiedades y rabias, sale a pasear por el mundo onírico; son los espantasmas que más de una vez nos despiertan con un espanto.

Aunque por lo que dicen los neurólogos que lo han visto por neuroimagen, cuando dormimos, el cerebro trabaja en un elige y descarta, ordena lo que en estado de vigilia no puede hacer porque tiene otra tarea, es decir, que sin esa tarea de limpieza de los espantasmas , no funcionaríamos bien. Una cosa es el mundo tranquilo y en calma que nos gusta –quizás no a todos, por cierto– y otra bien distinta es que el organismo funcione tal como debe funcionar haciendo este tipo de trabajo de ordenamiento nocturno, aunque de vez en cuando nos dé ­algún susto.

También es posible que en el mundo político circulen algunos espantasmas, que no espantan a nadie aunque se lo crean. Esos no sé cómo deben tener su mochila vital, tal vez esté vacía, porque ya lo muestran todo fuera a plena luz del día".

A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 7 de enero de 2020

[A VUELAPLUMA] ¿Quiénes son mi familia?



Bandada de estorninos


"Las lluvias y el viento de las últimas semanas -comenta la escritora Remei Margarit en el A vuelapluma de hoy martes- se han llevado las hojas de los plátanos del jardín comunitario y ayer, como en un sortilegio, una bandada de pequeños estorninos negros los invadió por docenas. Saltaban de rama en rama, y al cabo de un buen rato, como siguiendo un ritual, toda la bandada desa­pareció volando. Una familia de estorninos o quizás tan sólo un grupo que se acompañan.

¿Pero qué es una familia? Una ha llegado a este mundo y resulta que tiene un ­padre y una madre y hermanas y hermanos y tías y primos y abuelos. A todo eso le llamamos familia desde hace miles de años. Y tampoco es preciso que se quieran ni mucho ni poco, quizás entre algunos miembros sí que hay afinidad, pero no con todos. Pues con los años, una va aprendiendo que la verdadera familia es con la que se tienen afinidades, es decir, el título del precioso libro de Goethe Las afinidades electivas ya dice mucho de su contenido. Él utiliza la metáfora de algunos metales que tienen afinidades electivas y que rechazan a los que no pueden conectar. Pues en su libro y en la realidad pasa lo mismo, porque el término familia –aparte del que se usa socialmente– es necesario adjudicarlo a las afinidades electivas. Allí donde la persona se encuentra entendida y puede compartir el espíritu con otro. Porque cuando una persona llega a la adultez, lo que cuenta de verdad es el entendimiento de los afectos y los sentimientos; y todo lo que no sea esto es poca cosa. La sensibilidad de cada cual necesita ser comprendida para sentirse acompañado. Y en definitiva, lo que buscamos los humanos es una buena compañía. En cada relación humana existen pros y contras, aunque si hay afinidades, eso son tan sólo pequeños obstáculos del día a día.

Hay muchas clases de familia aparte de aquella en que se ha nacido: la familia del trabajo, la del vecindario, la de los compañeros de la escuela, la de los amigos. Y no importa demasiado la distancia geográfica, porque los sentimientos no tienen mapas y son intemporales, no están sujetos a ninguna de las leyes del mundo, porque las afinidades electivas no se escogen, se encuentran y ya son para siempre. Tal vez sean un atisbo de eternidad que nos habita, es decir, una familia de verdad".


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. 






La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su  interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt




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martes, 19 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] De la ira





A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy,  escrito por la psicóloga Remei Margarit, sobre las causas y las consecuencias de la ira. Les dejo con él.

Tiempo atrás escribí unos cuentos para niños pequeños; uno tenía por título ¿Y cuando me enfado? y la historia iba de que un niño no sabía por qué unos días estaba contento y otros no; su maestra le explica que todos tenemos dentro un trozo enfadado que de vez en cuando sale y entonces chillamos y hacemos enfadar a todos, pero que si eso ya lo sabe, lo podrá controlar dejándolo salir un poco y después decirle que ya basta, y que hay que vivir con ello.

¿Por qué la rabia? Pues porque es existencial, sabemos mediante la conciencia que hemos de morir y también que podemos sufrir, y eso nos genera temor, y ya es sabido que la ira y la rabia son hijas del miedo. Aunque en eso de la rabia también existen grados: rabia de niño pequeño que quiere algo que no puede tener; rabia del adolescente que está en contra de sus padres por su proceso de individuación; rabia del adulto porque las personas que tiene a su alrededor –sean familia o no– no se comportan como él quiere; rabia porque la vida es difícil –Freud ya dijo que no prometía un camino de rosas–; rabia por los límites en la salud, en la edad y en el envejecimiento. Aunque si dejamos que la rabia nos colonice, crecerá como una mancha de aceite y se nos escapará la vida entre los dedos, porque lo contrario de la rabia es precisamente todo lo que es vital: la creación, el conocimiento, la curiosidad, el aprendizaje, la contemplación de la belleza de la naturaleza, la relación amorosa, la amistad, el arte y, por encima de todo, la música que acompaña a las palabras de afecto y a las presencias amables, aunque sean silenciosas.

La rabia tan sólo quiere ruido y furia, y el ruido llena el espacio sin posibilidad de que haya nada más, o sea, que tiene un efecto letal para el desarrollo de la vida. La vida no es ni buena ni mala, simplemente es y nada más, y cada cual la vive según el sentimiento dominante que lleva dentro. Hay aquella frase conocida de un personaje odioso que decía “si no me aman, al menos que me teman”, y que se dedicaba a hacer daño.

Todos somos temporales y quizás lo más inteligente es vivir la vida por donde transitamos lo mejor posible para uno mismo y para los demás, porque todos compartimos el tiempo que se nos ha ­dado.







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jueves, 7 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Una cierta mesura





A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy sobre la virtud de la mesura, escrito por la psicóloga Remei Margarit.

"Los niños pequeños dicen de verdad lo que sienten -afirma Margarit-. Una educadora de una escuela infantil me explicó que en su clase había un niño de dos años que hablaba con un tono de voz muy alto, tanto, que ella le dijo: “Habla más bajo” y él le contestó: “Es que si hablo más bajo me acabo”: es decir, que asociaba al volumen de su voz el hecho de existir. Quizás, pues, ya en la vida adulta, cuando nos encontramos con personas que hablan en un tono de voz cercano al grito, tal vez les pasa como a ese niño, que si hablan bajo sienten que se acaban . Es decir, el casi grito asociado a la supervivencia. En la adolescencia también se da ese fenómeno, algunos chicos y chicas añaden decibelios a su voz, quizás para hacerse oír, para no acabarse . También es sorprendente cómo se alza la voz en los mítines de una campaña electoral, aun disponiendo de un micrófono y altavoces, es como si no se alzara fuertemente la voz, se les fuera la vida política. Siempre me ha sorprendido el hecho de que cuando una persona quiere convencer a otras, lo hace gritando, porque convencer es seducir y no se seduce nunca a gritos, al revés, a no ser que lo que se quiera es atizar, cosa en las antípodas de la seducción. Quizás los que gritan tanto forman parte de aquel grupo del niño que sentía que se acababa hablando bajo; aunque ello quiere decir algo un poco más grave, que no han madurado lo suficiente como para modular el tono de sus palabras; dicho de otra manera, en eso hay aspectos de su infancia todavía no resueltos.

La comunicación tiene que ver con la conversación pausada, con un hablar calmado y sin prisas, de escuchar al otro, con un tono de voz que llegue al otro, pero que no lo supere, con pausas y silencios in­cluidos. Todo ello es porque la comuni­cación verbal implica el respeto hacia uno mismo y hacia el otro. Cuando se es adulto, el grito tiene que ver con la ira y con la invasión del espacio del otro, el grito no es una conversación ni quiere serlo. Y tanto en el mundo civil como en el político, el grito es un atizar a los otros, no tiene nada que ver con la comprensión que se quiere en la conversación. La buena convivencia no se hace gritando, sino con las conver­saciones y con la seducción de la comprensión".







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viernes, 1 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Cuesta creerlo



Los independentistas condenados por el Tribunal Supremo


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy. 

En mi balcón, -comienza diciendo la psicóloga y escritora catalana Remei Margarit-, los crisantemos florecen con colores blancos y lilas; podé el rosal de pitiminí y, agradecido, en pocos días han crecido brotes; el hibisco sigue abriendo flores cada día; el granado ha dado una granada como una pelota de ping-pong y la poinsetia tiene hojas esplendorosas. En los árboles de enfrente anidan muchos pájaros distintos que vuelan de rama en rama. Eso es la naturaleza y ya que formamos parte de ella también tendría que ser la naturaleza humana. En cambio, los humanos, que nos creemos los amos de todo lo que hay, no hacemos caso de lo que nos enseña cada día el universo con el paso del tiempo, las estaciones, las luces y las sombras, el frío y el calor del sol, y todo lo que hay en esta tierra, que es la casa donde todos vivimos.
Y ahora, en este privilegiado país donde nos ha tocado vivir, en vez de agradecerlo cada día del mundo, nos empecinamos en crear bregas, confrontaciones, iras descontroladas, gritos masificados y destrozos. Existe, desde la Constitución, el derecho de manifestarse y de huelga, claro, lo que pasa es que una manifestación se hace de manera ocasional, en manera alguna cada día, porque si pasa esto, los atascos de calles y el corte de carreteras y la ocupación de las vías de los trenes impiden al resto de las personas que no quieren ir –porque tienen otros criterios– ejercer también sus derechos constitucionales de ir a trabajar o pasear o lo que sea. Con eso quiero decir que todo tiene un límite y el derecho de manifestación también. Como todas las cosas humanas. Y los límites los hemos puesto nosotros mismos con el consenso de todos, de manera que creer en el libre albedrío es ilusorio por falso.

Hay una sentencia judicial que no ha agradado a mucha gente, pero los que se la jugaron ya sabían dónde se metían y además estaban bien advertidos; hicieron la jugada y perdieron frente a un gobierno del que ya sabían cómo las gastaba. Cuesta creer que tanta gente que se manifiesta sea tan crédula como para creer que eso sea un agravio al país. ¿ Servidumbre voluntaria ?, como dijo en el siglo XVI Étienne de La Boétie, o desconocimiento de quién mueve los hilos. Desde siempre hay desacuerdos en los gobiernos de todo el mundo y para eso está la diplomacia".





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jueves, 17 de octubre de 2019

[A VUELAPLUMA] Tan solo aproximaciones



El mito de Sísifo


"La realidad es tan inaprensible que cuando pensamos que ya la hemos encontrado se nos escurre entre los dedos como el agua, -escribe la psicóloga Remei Margarit-. Y volvemos a buscarla una y otra vez como en el mito de Sísifo, empujando la roca cuesta arriba. Quizás porque la realidad, aunque se nos impone, es cambiante, el solo hecho de contemplarla ya la modifica. De manera que tal vez tendremos que hablar tan sólo de aproximaciones a lo real, vamos yendo hacia ello, pero no se alcanza del todo.

Lo que sí se puede hacer es no tirar la toalla y darse por vencido en su búsqueda, porque si se hace eso, nos caerá encima con toda su fuerza. Tal vez tendríamos que dejar de lado la búsqueda de la perfección, porque es inalcanzable y también porque forma parte de lo irreal, si se entiende por perfección algo acabado, ya que la vida se parece más a un fluir constante y, por tanto, cambiante.

En cada momento histórico podemos aproximarnos a lo que consideremos más bueno, aunque también esa bondad es cambiante en función de lo que hay. Por ejemplo, la salud nunca es perfecta, siempre hay en ella alguna cosa que chirría en algún momento; en cuanto a la educación, tampoco se puede decir que se termina nunca, porque siempre hay que seguir aprendiendo cosas nuevas; y en el terreno de la política, ya ni es necesario mentarlo, las negociaciones entre los partidos políticos acostumbran a tener sacudidas, y también subidas y bajadas, y los acuerdos tomados en un contexto histórico años más tarde ya no sirvenporque las sociedades cambian.

Tal vez sí hay un marco referencial para todos, que es el planeta donde vivimos y que es necesario cuidar siempre, porque no existe recambio posible. Y otra referencia es la convivencia humana, que ha de ser suficientemente buena para todos, evitando las guerras y las confrontaciones estériles entre los países, confrontaciones que tan sólo sirven para la foto , como si eso tuviera la más mínima importancia real. El mundo de las apariencias es tan sólo eso, una apariencia que no tiene contacto alguno con la realidad. El mundo real se impone día tras día y es necesario gestionarlo lo mejor que se pueda, modestamente, sin alharacas, porque la verdad es que no hay otra cosa".





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