"Una mujer agradable -comenta la psicóloga y escritora Remei Margarit en el A vuelapluma de hoy lunes- dijo una cosa que me ha hecho pensar: “Cuando tenemos cincuenta años, nos volvemos invisibles”. Eso lo decía refiriéndose a que por la calle no la miraba nadie. Y seguramente no era cierto, pero es lo que ella sentía. Lo que sí es verdad es que el paso del tiempo va reconfigurando a las personas, por dentro y por fuera, y siempre teniendo en cuenta que el organismo también hace su trabajo y también cambia, tal vez en esa evolución se pasa un tiempo en tierra de nadie, como pasa con la adolescencia, pero a la inversa.
Si en la adolescencia las hormonas tergiversan la infancia y traquetean la seguridad infantil, después de los cincuenta años, posmenopausia para las mujeres y posjuventud para los hombres, se entra en un terreno desconocido donde es necesario redefinir lo que uno es entonces y hacia dónde quiere ir. Porque las técnicas de seducción utilizadas hasta entonces ya no sirven e incluso la misma seducción ya no sirve para relacionarnos los unos con los otros. Se necesitan otros recursos y hay que inventarlos cada cual a su manera y de acuerdo con su carácter. No es cuestión de lamentarse sino de saber que es el tiempo quien manda y acoger esos cambios con lo que también tienen de liberación de presiones externas.
De cualquier manera, esta sociedad que hemos construido idolatra la juventud, este es uno de sus pies de barro; cierto que la juventud es sinónimo de vida con proyección de futuro, aunque más tarde, cuando el tiempo ya nos ha enseñado unas cuantas cosas más referentes al vivir en paz con uno mismo, lo más sensato es seguir lo que nos permite vivir con un cierto equilibrio entre lo que queremos ser y lo que en aquel momento somos. No hay otra si no se quiere caer en el patetismo de los retoques continuados en la piel exterior, cuestión que esconde las carencias y la falta de paz interior.
Quizás llegados a ese momento es cuando uno se puede sacar la careta que, sin saberlo, llevaba puesta de cara a la galería, y ser realmente como es. El tiempo, “el gran escultor”, como decía Marguerite Yourcenar, que nos va librando de lo que sobra y molesta para seguir viviendo más ligeros de equipaje".
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
La reproducción de artículos firmados en este blog no implica compartir su contenido. Sí, en todo caso, su interés. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de los autores cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo.
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