Monasterio de Montserrat, Cataluña
Un excelente artículo del escritor y periodista Xavier Vidal-Foch, titulado "Si Cataluña no existiese", en El País de hoy, me ha hecho reflexionar sobre la propensión que tenemos los españoles a mezclar churras con merinas. Por ejemplo, asimilando pueblos y naciones con partidos o gobiernos. Ni todos los israelíes son antipalestinos, ni todos los gallegos, vascos, catalanes y canarios son nacionalistas y antiespañoles.
A mí, personalmente, no me molestan lo más mínimo los españoles que dicen no sentirse españoles. Faltaría más que alguien estuviera obligado a "sentirse" español, canario, sueco o neozelandés. Uno "es" español, canario, sueco o neozelandés, y si no le gusta y puede, pues se cambia de nacionalidad. La nacionalidad de origen, por derecho territorial o de sangre, es algo que nos suele venir dado y no algo que podamos elegir, al menos en primera instancia.
Yo no me siento especialmente orgulloso de ser español, pero tampoco me ofende, me molesta o me avergüenza. Como todos los pueblos, los españoles, en conjunto, tenemos cosas malas, buenas y "mediopensionistas". Y lo mismo supongo, individualmente, pasa con los gallegos, los vascos, los catalanes, los madrileños, andaluces, extremeños, murcianos, canarios y demás gentes que conforman esto se que se llama España.
Tampoco me parece que debamos dar el mismo valor a las opiniones de un ciudadano particular que a las de un responsable político, social, económico o cultural, aunque todas sean igual de respetables o detestables según el caso.
Ahora que la rancia y casposa derecha-derecha española, clama contra Cataluña, confundiendo a Cataluña con el tripartito que la gobierna y que defiende sus intereses, exactamente igual que lo hacen madrileños, valencianos, gallegos y canarios, cada uno con la fuerza y la representación política que los votos les han otorgado, he recordado una de las pocas ocasiones en que me he sentido avergonzado de ser español. Y fue cuando hace más o menos dos años, esa impresentable "Margaret Tatcher" a lo ultra-liberal-carpetovetónico que es doña Esperanza Aguirre, clamó al cielo contra la posibilidad de que una empresa "extranjera", la catalana Gas Natural, se hiciera con el control de la "españolísima" Endesa,.. ¡Antes alemana que catalana!, clamaba... Y a boicotear el cava y la butifarra... En cualquier país normal, la hubiera defenestrado su propio partido; pero ya se sabe, el PP no es un partido normal: es la quintaesencia de la españolidad más acrisolada...
Así pues, aunque Cataluña no necesite de mi concurso, un servidor de ustedes, que es antinacionalista visceral y confeso, se despide en esta ocasión con un ¡Visca Cataluña y Viva España! Y me da igual lo que me llamen. HArendt
El escritor Xavier Vidal-Folch
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