viernes, 1 de noviembre de 2019

[A VUELAPLUMA] Cuesta creerlo



Los independentistas condenados por el Tribunal Supremo


A vuelapluma es una locución adverbial que el Diccionario de la lengua española define como texto escrito "muy deprisa, a merced de la inspiración, sin detenerse a meditar, sin vacilación ni esfuerzo". No es del todo cierto, al menos en mi caso, y quiero suponer que tampoco en el de las autoras, sobre todo autoras -algo que estoy seguro habrán advertidos los asiduos lectores de Desde el trópico de Cáncer- cuyos textos subo al blog. Espero que los sigan disfrutando, como yo, por mucho tiempo. Ellas tienen, sin duda, mucho que decirnos. Les dejo con el A vuelapluma de hoy. 

En mi balcón, -comienza diciendo la psicóloga y escritora catalana Remei Margarit-, los crisantemos florecen con colores blancos y lilas; podé el rosal de pitiminí y, agradecido, en pocos días han crecido brotes; el hibisco sigue abriendo flores cada día; el granado ha dado una granada como una pelota de ping-pong y la poinsetia tiene hojas esplendorosas. En los árboles de enfrente anidan muchos pájaros distintos que vuelan de rama en rama. Eso es la naturaleza y ya que formamos parte de ella también tendría que ser la naturaleza humana. En cambio, los humanos, que nos creemos los amos de todo lo que hay, no hacemos caso de lo que nos enseña cada día el universo con el paso del tiempo, las estaciones, las luces y las sombras, el frío y el calor del sol, y todo lo que hay en esta tierra, que es la casa donde todos vivimos.
Y ahora, en este privilegiado país donde nos ha tocado vivir, en vez de agradecerlo cada día del mundo, nos empecinamos en crear bregas, confrontaciones, iras descontroladas, gritos masificados y destrozos. Existe, desde la Constitución, el derecho de manifestarse y de huelga, claro, lo que pasa es que una manifestación se hace de manera ocasional, en manera alguna cada día, porque si pasa esto, los atascos de calles y el corte de carreteras y la ocupación de las vías de los trenes impiden al resto de las personas que no quieren ir –porque tienen otros criterios– ejercer también sus derechos constitucionales de ir a trabajar o pasear o lo que sea. Con eso quiero decir que todo tiene un límite y el derecho de manifestación también. Como todas las cosas humanas. Y los límites los hemos puesto nosotros mismos con el consenso de todos, de manera que creer en el libre albedrío es ilusorio por falso.

Hay una sentencia judicial que no ha agradado a mucha gente, pero los que se la jugaron ya sabían dónde se metían y además estaban bien advertidos; hicieron la jugada y perdieron frente a un gobierno del que ya sabían cómo las gastaba. Cuesta creer que tanta gente que se manifiesta sea tan crédula como para creer que eso sea un agravio al país. ¿ Servidumbre voluntaria ?, como dijo en el siglo XVI Étienne de La Boétie, o desconocimiento de quién mueve los hilos. Desde siempre hay desacuerdos en los gobiernos de todo el mundo y para eso está la diplomacia".





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HArendt




Entrada núm. 5404
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